Rebelión de las pibas: trazos de una memoria feminista en Argentina

 

Rebellion of the girls: traces of feminist memory in Argentina

 

Paula Andrea Lenguita[1]

 

Resumen 

Tras el grito popular que ha significado el movimiento Ni Una Menos en Argentina, queda planteado el problema de cómo construir una historia del feminismo argentino, que contenga los antecedentes de dicha manifestación. En ese sentido, en el artículo se ha adoptado una combinación de abordajes teóricos sobre la herencia militante del movimiento político en el último medio siglo, reestableciendo los aportes de la Unión Feminista Argentina (1970-1976) y los Encuentros Nacionales de Mujeres (1986-2019). Bajo el supuesto que, en dichos legados están las claves organizativas del movimiento de mujeres y los antecedentes de la Rebelión de las Pibas en Ni Una Menos. Un fenómeno político novedoso para el feminismo nacional, que ha tenido una repercusión internacional derivada de su potencia narrativa con el recurso de las redes sociales. Para el estudio, se han considerado distintos testimonios de las protagonistas, con el objetivo de aportar a una rememoración de los modos deliberativos y narrativos de la experiencia feminista reciente en el país, ligada a la horizontalidad en la participación y a la heterogeneidad en las posiciones ideológicas, dándole una potencia popular a los alcances políticos de esas manifestaciones.

 

Palabras claves: feminismo, Argentina, pibas, movimiento, rebelión 

 

Abstract

After the popular call that the Ni Una Menos movement has meant in Argentina, the problem of how to build a history of Argentine feminism, containing the background to such a protest. In this sense, the article has adopted a combination of theoretical approaches to the militant heritage of the political movement in the last half century, re-establishing the contributions of the Unión Feminista Argentina (1970-1976) and the Encuentro Nacional de Mujeres (1986-2019). In these legacies is the key to the women´s movement and the background of the Rebellion of the Girls in Ni Una Menos. A novel political phenomenon for national feminism, which has had an international echo of its narrative power with the resource of social media. For the study, different testimonies of the protagonists have been considered, with the objective of contributing to remembrance of the deliberative and narrative modes of the recent feminist experience in the country, linked to horizontality in participation and the heterogeneity in ideological positions, giving a popular power to the political scope of its manifestations.

 

Keywords: feminism, Argentina, girls, movement, rebellion

 

Recepción: 30 de noviembre de 2020/Aceptación: 28 de febrero de 2021

 

Introducción 

Desde hace 5 años, con la irrupción del movimiento Ni Una Menos (en adelante NUM), en Argentina las protestas feministas se han integrado de un modo definitivo al mapa de los movimientos populares en el país. Tan amplio fue el alcance de esa manifestación que incluso ha logrado réplicas en otros lugares, de un modo más o menos inmediato, transformándose en una referencia indiscutible para el movimiento feminista internacional. Una notoriedad alcanzada por medio de la potencialidad en la comunicación de sus demandas, pero también por la renovación de prácticas organizativas y participativas que llevó adelante. Con esta irrupción queda planteada la pregunta sobre las memorias feministas que son el antecedente político de esta Rebelión de las Pibas.

En el estudio se han reconstruido algunos trazos de esas experiencias pasadas, fundamentalmente ligadas al activismo de la Unión Feminista Argentina (en adelante, UFA), entre 1970 y 1976, y la modalidad organizativa que, por más de tres décadas, se ha desplegado en los Encuentros Nacionales de Mujeres (en adelante, ENM), entre 1986 y 2019. Bajo el supuesto según el cual en dichas experiencias se han constituido gran parte de las modalidades de participación del feminismo actual, materializado en el movimiento NUM. Para la reconstrucción se han considerado algunos testimonios brindados por la prensa militante en estos años, destacados por distinguir al activismo feminista de otras expresiones de la práctica política nacional. En fin, cada una de las estructuras organizativas UFA, ENM y NUM son la expresión de una continuidad en el feminismo argentino y, a la vez, la muestra particular de cómo han cambiado las demandas y las formas de manifestarlas en la política del movimiento de mujeres y feminista.

 

Memorias feministas en tiempos de radicalización política en Argentina

En el escrito de Karen Offen (1991), dedicado a definir al feminismo desde un punto de vista relacional, se ha señalado la clave polisémica de una expresión política con tantos siglos de existencia (Mitchell, 1966). En ese mismo sentido, las apuestas elaboradas por el feminismo en tiempos de radicalización política (Chaperon, 1995; Pedro, 2006), entre los años sesenta y setenta, han sido una herencia irrenunciable para las activistas en democracia y aún hoy en tiempos de masificación del NUM. En particular, la combinación de polifonías militantes y estilos democráticos de organización política han marcado fuertemente al activismo de las feministas argentinas. Ahora bien, de las estructuras más embrionarias en los años setenta, pasando por la enorme ingeniería social que significan los encuentros de mujeres, los métodos de reclutamiento y la práctica deliberativa han sido parte constitutiva del activismo feminista por años, aún cuando hoy alcanza un grado de masificación que le permite mayor notoriedad.

Con el Terrorismo de Estado, esas experiencias de los años setenta han perdido un apropiado reconocimiento (Chejter, 1996; Nari, 1996; Barrancos, 2014). Por esa razón, ha sido necesario volver sobre sus pasos, para comprender cómo del “entrismo” inicial de las izquierdas (Bellucci, 2014) y la “doble militancia” (Grammático, 2005) en ese “mito de origen” (Vassallo, 2005), el feminismo argentino ha aportado novedad a la política nacional en los años de democracia (Trebisacce, 2010; 2014; Rodríguez Agüero y Ciriza, 2012). Con la transición a la democracia, en los años ochenta, se han retomado esas prácticas horizontales y deliberativas, previas al Terrorismo de Estado, para transferir la construcción subterránea en la formación y el reclutamiento de las activistas de los ENM.

 

La Unión Feminista Argentina y su legado (1970-1976)

Las memorias de UFA han recreado su nacimiento a partir de las repercusiones por la declaración de la cineasta María Luisa Bemberg, al momento del estreno de la película Crónicas de una señora (1971) (Barracchini y Bemberg, 1973). A partir de sus contactos con las feministas estadounidenses, la declaración pública de la cineasta ha interpelado a otras mujeres en Argentina que, rápidamente, se han contactado con ella por correo postal. Esos primeros encuentros se han realizado con el objetivo de desarrollar un grupo de lectura, llevado adelante en el Café Tortoni en el centro porteño. Luego, gracias a la feminista italiana Gabriella Roncoroni Christeller, una mujer con título nobiliario, las reuniones de la agrupación se han realizado en un local del barrio de Chacarita, propiedad de su familia[2]. Si bien, ambas figuras han tenido cierta trascendencia en los círculos intelectuales argentinos, en ese momento la decisión de la organización ha sido llevar adelante un activismo horizontal, sin personalismos ni jerarquías[3].

En ese sentido, quienes estudiaron a la organización (Grammático, 2005; Trebisacce, 2010; 2014; Trebisacce y Torelli, 2011; Bellucci, 2014) han interpretado cómo el entrismo de las izquierdas en las experiencias embrionarias del feminismo fue un puntapié para la constitución de otro tipo de estructuras, basadas en mecanismos deliberativos y horizontales, aunque minoritarios[4]. Siguiendo la narrativa de Mabel Bellucci (2014), el desarrollo de UFA ha venido de la mano de la “doble militancia” en el período y la penetración que la izquierda partidaria ha realizado (Nari, 1996). Una articulación que, por supuesto, no ha dejado de mostrar tensiones, no sólo por la lógica dispar de la participación en el feminismo y en la izquierda, sino por la disciplina de los partidos frente a la formación horizontal de estos núcleos feministas. Dicha articulación ha derivado en miradas de desconfianza entre ambos espacios políticos.

Sin embargo, esta distinción de la horizontalidad en el activismo feminista ha sido también un atractivo para las militantes que cuestionaron las modalidades misóginas imperantes en otras estructuras políticas. Por ejemplo, existe el caso de una agrupación que se incorporó a UFA luego de una escisión interna en 1973, y le ha aportado gran parte de la polisemia ideológica. En la agrupación interna denominada Nueva Mujer, que tras una escisión en 1973 se incorporó a la militancia de UFA, la dinámica organizativa ha tenido la siguiente modalidad, según Mirta Henault, una de sus activistas:

 

En principio las actividades eran, fundamentalmente, de estudio y profundización de teorías. Teníamos el plan de hacer una serie de publicaciones que, en cierto modo, se cumplieron: por ejemplo, el libro Las mujeres dicen basta. El grupo era chico: estaba formado por amigas, y, en realidad, no se hacía trabajo exterior. Entiendo que UFA (Unión Feminista Argentina) es un movimiento más radical; podría compararse con las feministas radicales de los Estados Unidos. Nosotras tenemos una apertura más social, un enfoque más ligado a la lucha de clases. Yo creo que no hay prioridades: no se puede hablar de liberación femenina sin liberación social, y viceversa. Actualmente me atrevo a decir que el feminismo como se lo entendió en Estados Unidos no tiene sentido en la Argentina, un país dependiente. Los grupos corren el riesgo de convertirse en sectas alejadas de la realidad. Nueva mujer se disolvió debido al impacto que produjeron, en nosotras, las cuestiones políticas y sociales. De una forma u otra, todas seguimos luchando por la liberación de la mujer (Reportajes de Gisella Casares y Alicia Creus, Revista Panorama, octubre de 1973).

 

Las lecturas realizadas por Catalina Trebisacce han aumentado esa complejidad. Al advertir que, el reclutamiento de las feministas ha provocado un contraste amenazante para otras expresiones de izquierda. Los ingresos a la organización UFA han sido menos rígidos, clandestinos y más asimilables a la convocatoria de lectores (Trebisacce, 2010, p. 39; Delmonte Allasia, 2012).

Otra novedad de la experiencia feminista en los años setenta ha estado asociada al método adoptado para la formación de sus cuadros políticos. También emulando la metodología del feminismo internacional, estadounidense y europeo: la concienciación (Aránguez Sánchez, 2019) ha tenido la siguiente particularidad:

 

Así fue como entré en un grupo de concienciación y de pronto me encontré sentada entre desconocidas que debían contar cosas personales, de la vida privada. Fue un shock. Se proponía un tema y todas empezaban con la misma frase: “Bueno lo mío es muy particular”. Y luego de escucharnos entre nosotras, encontrábamos los puntos en común, algo muy impactante. Para mí, la experiencia de estos grupos fue realmente importante. Comprendí en carne propia aquello de que lo personal es político. Siempre había una coordinadora que marcaba el tiempo, no te podías exceder. Tenías que aprender a escuchar a las demás, que no eran tus mejores amigas: eran otras mujeres. Y después, no te quedaba otra que salir de la conmoción, porque era imposible no involucrarse emocionalmente. Salir para poder pensar, sacar conclusiones, anotarlas. (Soto, 2010)

 

A raíz de su falta de jerarquías y personalismos, las ráfagas de ese suceso fundacional han sido pocas. El recuerdo alcanza a varias notas en el diario La Opinión, entre 1972 y 1975, referidas a las protestas por el Día de la Madre (Trebisacce y Torelli, 2011). Las cuales han quedado ligadas a la siguiente consigna: “Este día es el bombón para hacernos aceptar las 80 horas de trabajo semanal no remunerado. Felicitaciones mamá, descansa hoy que mañana vuelve todo a empezar” (Bellucci, 2014, p. 104).

Fuente: Folleto de la Unión Feminista Argentina, octubre de 1970.

 

Desde sus inicios han quedado claras las distancias con la izquierda, en los siguientes términos: “un movimiento de mujeres inclusivo, sin discriminaciones económico-sociales, político-ideológicas ni culturales o generacionales”. Más aún, en una nota del diario La Opinión (1973), se ha expresado, con toda contundencia, cuáles son los objetivos de la organización: dando cuenta de su carácter federal, con una dinámica horizontal y no jerárquica, para la formación de cuadros políticos, a partir de espacios dedicados al debate teórico de la opresión femenina y la toma de conciencia para su liberación. Según el testimonio de sus propias activistas, los cuestionamientos externos se han relacionado con la poca protesta pública de esa experiencia embrionaria. Según Mirta Henault, “otras agrupaciones nos cuestionaban el no haber efectuado muchas acciones callejeras. Es cierto, así fue. Se pensaba más para dentro de la agrupación, no se quería la exposición pública. Más aún, se la rehusaba” (Bellucci, 2014, p. 111). Sin dudas, esta posición marcó también una clara diferencia con el Movimiento de Liberación Feminista (MLF, 1972-1976), organización paralela que ha surgido en los años previos al Terrorismo de Estado.

En fin, la marca distintiva de esta agrupación feminista ha quedado en la memoria de aquellos años como experiencia singular, con tensiones respecto a las modalidades organizativas de los partidos de izquierda y fundadora en el país de un modo específico en la formación de cuadros, ligada a la concienciación, que ha sido ensayada por las feministas en el extranjero[5]. La represión del Terrorismo de Estado ha obligado a guardar en las catacumbas gran parte de estos desarrollos organizativos del feminismo. Han vuelto a surgir, luego de distintas redes de mujeres guardianas del proceso, los grupos de autoconciencia en la experiencia de los ENM, a mediados de los años ochenta con la vuelta a la democracia en Argentina.

 

El ágora feminista: el Encuentro Nacional de Mujeres (1986- 2019)

Los grupos de autoconciencia de las feministas estadounidenses y europeas se han ido regando por el mundo, entre las décadas de 1960 y 1970, para construir un modo específico de encontrarse. En estos grupos las mujeres han participado en igualdad de condiciones, suprimiendo las jerarquías internas con el fin de fortalecer el intercambio de experiencias personales en el relato de las opresiones cotidianas padecidas. Básicamente, su legado se ha orientado en encuentros horizontales y en primera persona, cuyo objetivo a corto plazo ha fortalecido la autoestima, la reapropiación de decisiones ligadas a su autonomía y la puesta en común de ese espacio político que es personal (Aránguez Sánchez, 2019).

Los ENM se han constituido en el ágora feminista en la medida que son un espacio democrático de participación, que liga a los movimientos de mujeres con el feminismo (Alma y Lorenzo, 2009; Di Marco, 2011; Viano, 2014). Sin duda, esa virtud los ha llevado a constituirse como un aporte a la política nacional e internacional (Maffia, Peker, Moreno y Morroni, 2013)[6]. Por esa razón se sostiene que sus antecedentes han estado en los grupos de autoconciencia, como el mencionado UFA, también puede considerarse el Movimiento de Liberación Feminista y la Asociación para la Liberación de las Mujeres Argentinas hasta el Terrorismo de Estado. La continuidad de ese proceso la han asumido los Nucleamientos de Mujeres Políticas[7] y la Multisectorial de la Mujer[8] (Delmonte Allasia, 2012).

En el contexto internacional, han existido dos referencias que generalmente señalan las impulsoras de los ENM, la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, llevada adelante en México en 1975, generando en el país un fuerte interés por debatir la patria potestad compartida y la legislación sobre el divorcio vincular (Giordano, 2012). Siete años más tarde, se ha desarrollado en Bogotá, Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en 1981[9]. Y luego en julio de 1983, en Lima, Perú, se ha llevado adelante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde unas seiscientas participantes han acudido para discutir sobre el patriarcado. Dando sentido a un ágora feminista que ha comenzado a combinar la dinámica autoconvocada con la participación de mujeres provenientes del feminismo, los sindicatos, los partidos, los barrios populares, la academia, etc. El factor determinante para el surgimiento de ENM en 1986, fue el encuentro preparatorio de la Confederación Internacional de la Mujer realizado en La Habana, Cuba. Sin embargo, más allá del objetivo político de llevar adelante en el país esos encuentros, el carácter popular vino de la experiencia valiosa que supuso un encuentro previo: “En Bertioga éramos 1200 en talleres de todo tipo, autoexamen, salud, organización política. Yo vine con la cabeza dada vuelta. La posibilidad del Encuentro nos pareció maravillosa. Y lo planteamos en la Multisectorial de Mujeres” (Alma y Lorenzo, 2009).

Concretamente, el Primer ENM ha sido realizado en el Centro Cultural San Martín entre el 23 y el 25 de mayo de 1986. La actividad ha reunido a más de 1000 participantes, a pesar de ser autofinanciado y proclamar su independencia de otras organizaciones políticas, algunos sindicatos han ayudado con el alojamiento de las participantes del interior. Como señala un testimonio, desde el inicio ha quedado claro el significado de esta apuesta original:

 

Los Encuentros de Mujeres son una revolución en la forma de discutir política, experiencias, de ir de lo público a lo privado y de lo privado a lo público, de compartir juntas un viaje, y a la vez llevar las voces de mujeres de todo el país y de todas las clases sociales. Un gran viaje en el cual el hecho de salir de casa ya es un gran paso para muchas jubiladas, maestras, empleadas, amas de casa. Un viaje en el cual las que acostumbran a viajar se ven rodeadas de otras mujeres de calles, tierras y ladrillos que no conocen. Un círculo en donde prima el intercambio. Eso ya es un cambio. Una transformación que merece ser distinguida y relatada. (Maffia, Peker, Moreno y Morroni, 2013, p. 11)

 

En esa clave, se ha distinguido un ritual que ya hizo historia, y la manifestación de un movimiento político que se ha expresado de un modo persistente, con 34 encuentros consecutivos, sobre la base de la autogestión, la participación democrática, la autonomía política y la horizontalidad deliberativa (Alma y Lorenzo, 2009). A través de cada encuentro se ha instalado un ritual, que supone: darse la bienvenida, el debate en los talleres, el baile y la gran marcha final. 

Pero además estos acontecimientos han ido gestando un ágora feminista donde no sólo se procesan los debates internos, sino que también se forman nuevas camadas de militantes, en la misma marcha de los acontecimientos.

 

 

Como lo ha hecho Bellucci (2014), es posible considerar cómo se ha desarrollado el debate sobre la agenda sexual y reproductiva. El tema estuvo tímidamente presente en el primer ENM de 1986, ganó un mayor protagonismo en una comisión sobre salud en el siguiente año, comenzando a tratarse a partir de allí como un derecho a legislar. En el tercer ENM quedó definitivamente integrado por un taller específico sobre el tema, desde donde se ha configurado el lema: “anticonceptivo para no abortar, aborto legal para no morir”. Tiempo después, en el ENM realizado en Rosario, en el 2003, se creó la Asamblea por el Derecho al Aborto y las organizaciones específicas que se derivaron de ello (Bellucci, 2014).

En fin, como ha sostenido Graciela Di Marco (2011), el pueblo feminista despliega una identidad política inédita, producto de la articulación de diversas luchas, para la ampliación de derechos y la consolidación de una democracia participativa y plural. En ese sentido, los ENM son una demostración del activismo femenino y feminista en la Argentina, un ágora para la formación de cuadros políticos y el reclutamiento de nuevas camadas militantes. Este último punto ha estado ligado a la masificación reciente, a partir de la Rebelión de las Pibas (Lenguita, 2020c), donde los cuerpos pasan a ser lienzos para escribir los reclamos y la protesta callejera se transforma en una manifestación colorida, un ritual atractivo para las más jóvenes.

 

El reclutamiento para la Rebelión de las Pibas

Hace cinco años, Argentina fue el escenario de un grito desgarrador impulsado por la consigna de Ni una menos. Si bien los orígenes de la expresión se han remontado a 1995, cuando Susana Chávez escribió un poema para dar sentido a esa frase. El objeto de esa primera llamada lamentablemente vuelve a recrearse con los feminicidios de Ciudad Juárez, y del que ella misma fue objeto en el 2011 (Segato, 2013). En su nombre, un grupo de escritoras han comenzado una maratón de lectura el 26 de marzo de 2015, tras el hartazgo por un nuevo femicidio en la Argentina en aquel momento[10]. La organización ha derivado en una movilización el 3 de junio de ese año, una rebelión que se alzó en todo el país, para luego hallar réplicas en otros países y volver a erigirse con el recurso de la Huelga Internacional de Mujeres, el 8 de marzo de 2017. Marcándose un nuevo latir para el movimiento feminista internacional, declamando que “Nosotras Paramos”, porque “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” (Lenguita, 2019). Queda claro que, además de la lucha contra la violencia femicida y la crisis reproductiva ¾que se ha agudizado con la pandemia¾, la batalla más urgente para este movimiento feminista está en el derecho al aborto, un capítulo que ha vuelto a escribirse en el 2020 con la conquista de la Ley N. 27610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo. 

 

 

En estos años, se ha consolidado un feminismo de masas en el país, a partir de la diversificación de organizaciones que fueron confluyendo en el ágora de los ENM por treinta años, introduciendo una fortaleza notable a la agenda de los derechos reproductivos y sexuales, la violencia femicida y la crisis reproductiva (Lenguita, 2020a). Una agenda autónoma de los partidos políticos y los gobiernos, diversa en sus expresiones ideológicas y sumamente activa en su accionar callejero, a diferencia de lo que ha sido en sus orígenes la experiencia de la UFA. Porque los pañuelos verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, las nuevas camadas de militantes que se han apropiado definitivamente de esa insignia, la politización que alcanzan sus cuerpos, como lienzos coloridos en las manifestaciones, les han brindado un nuevo repertorio de acción colectiva, cada vez más vibrante y contagioso. Han ganado en organización, en formación política y en recursos de protesta (Lenguita, 2020c). En ese sentido, las redes sociales han cumplido un rol central en esta agitación, para agrupar a aquellos colectivos de mujeres, feministas y LGBTQ que se enfrentan a la opresión patriarcal en todas sus formas (Accossatto y Sendra, 2018). Desde la metodología de formación de cuadros en la concienciación de UFA, hasta el ágora organizativo que significaron los ENM. La actual rebeldía de las pibas ha gestado otros modos de comunicar en la calle sus reclamos, desde una liturgia atractiva, sin desvincularse del dramatismo de la violencia femicida, las muertes por aborto ilegal y las vidas de tantas víctimas del patriarcado en cada localidad. 

Por su prepotencia en las calles, esta militancia de las jóvenes feministas se ha vuelto una protagonista ineludible del mapa político del país, como nunca había logrado serlo. Esa fortaleza es producto de un activismo de larga data, que por décadas ha atesorado debates y metodologías de intervención, que hoy son recreadas de un modo más amplio. Ahora bien, sin dudas, la gran síntesis de ese alcance está en la integración de las y los jóvenes a las campañas feministas que han tomado las calles de varias ciudades del país de manera determinante. Por ende, es necesario reconocer en la Rebelión de las Pibas una fuente inagotable de aprendizajes políticos para otros movimientos, que todavía se resisten a la igualación de derechos y la interpretación del flagelo feminicida.

En fin, las manifestaciones feministas de los últimos 8 de marzo en Argentina han marcado un hito en la historia del feminismo contemporáneo, que se proyecta a nivel internacional. En nuestro país los dos millones de personas que se han dado cita en el último Paro Internacional de Mujeres, en cada llamado en favor del aborto legal y el fin de la violencia machista, han marcado una amalgama de sentidos para la nueva generación de activistas argentinas. De tal manera, la “marea verde” ha recuperado el pañuelo, que es la insignia de las Madres de Plaza de Mayo ¾movimiento político central para la transición democrática en nuestro país¾ y el color verde es distintivo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto en el país. Ahora ese color se entreteje con la insignia violeta, depositaria del movimiento a nivel internacional, que supo ponerle voz cuando a partir del 2015 se han sucedido distintas manifestaciones del movimiento NUM, en Argentina y en el mundo ¾contrario a los femicidios que vienen sucediéndose de un modo escalofriante¾. En fin, la Rebelión de las Pibas, ha sido producto de la larga lucha feminista, dando lugar a una amalgama de posiciones anti-patriarcales, con ideologías inclusivas, diversas y plurales.

 

Palabras finales

En la historia del feminismo occidental se ha encontrado una tradición política estrechamente ligada a la ilustración europea. La conquista del voto femenino, tras el período de entreguerras, ha determinado otras agendas y formas de manifestar a un movimiento de mujeres que ha tenido un carácter internacional aun cuando fue minoritario en aquel período. En ese tiempo de radicalidad política, América Latina ha soportado un ciclo golpista que retrotrajo los procesos y las conquistas de derechos. La transición a la democracia en nuestros países ha significado un fuerte impulso para la participación de las mujeres y sus organizaciones feministas, que han llevado a una modalidad de toma de conciencia para las nuevas generaciones de activistas.

La Rebelión de las Pibas está recogiendo gran parte de esos aprendizajes frente a la represión del Estado, en la disciplina doméstica del hogar (Lenguita, 2020a), y los propios desaciertos de otras experiencias políticas tendientes a limitar la participación de las mujeres en sus estructuras. Las manifestaciones coloridas y desafiantes del feminismo contemporáneo expresan una tajante oposición al genocidio femicida, con la herramienta de la huelga internacional, aun cuando el sindicalismo haya resistido su influencia por más de un siglo. Por eso, es una revolución subterránea, que ha adquirido ribetes inimaginables en el pasado, sus legados son hoy de masas en occidente, dándose a sus interpelaciones un carácter insurreccional frente a la misoginia del presente.

En el escrito se han estudiado las continuidades de dicha emergencia con relación a la tradición feminista recuperada, y la expresión de masas de esa política en todo el mundo. En ese sentido, es preciso abordar el carácter intergeneracional, interseccional e internacional de esos feminismos en curso, la agenda que entrecruzan entre los movimientos de mujeres y los movimientos de LGBTQ, frente a una reacción patriarcal que adquiere nuevas fisonomías y encarna en nuevas subjetividades. En esta breve reseña es preciso dejar claro cómo las olas del feminismo argentino han estado íntimamente dirigidas por los ciclos de confrontación política más generales, tal vez quedará para otro escrito recorrer esos mismos tiempos y periodizaciones en el escenario regional, también afectado por golpistas que se han ensañado más con las mujeres (Lenguita, 2020b).

En síntesis, como sucede en otras latitudes, desde hace pocos años la revolución subterránea de las mujeres ha ganado terreno político, de un modo acelerado, en las calles y en los multitudinarios encuentros que se están desarrollando. Hay un hito aleccionador de la forma de construcción de esta política feminista, sin personalismos ni jerarquías organizativas que, como se ha considerado en este estudio, provienen de las manifestaciones pioneras de las feministas de la UFA y fueron recreadas por décadas en el ENM. Según se supone, ambos procesos son el corolario de un tipo de organización horizontal, deliberativa, que ha tenido dificultades inicialmente por su retaceo en la manifestación pública de la protesta, pero que, con el tiempo, ha logrado una importancia inimaginable en otros países. Es esa popularidad del movimiento de mujeres y feminista lo que ha llevado a lo más alto de la intensidad en la confrontación de NUM, hace apenas un lustro. Por ende, la recuperación de esta genealogía de la militancia de las mujeres en el país hace posible comprender las continuidades en clave de su horizontalidad en la construcción organizativa y la heterogeneidad en los debates ideológicos que lleva adelante, como así también el instrumento regional de sus consecuciones en el tiempo.

 

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[1] Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: paulaandrealenguita@gmail.com

[2] María Luisa Bemberg y Gabriella Roncoroni han creado en 1986 la primera escuela de educación para la paz en Sudamérica, denominada Escuela del Siglo Nuevo, que ha funcionado en el mencionado local feminista en el barrio porteño de Chacharita.

[3] La naciente agrupación se ha integrado por mujeres que luego ocuparían lugares destacados en las organizaciones feministas posteriores: Nelly Bugallo, Leonor Calvera (1990), Alicia D´Amico, Marta Miguelez, Hilda Rais, Sara Torres, entre otras (Trebisacce y Torelli, 2011; Cano, 1982).

[4] Por entrismo se ha entendido la táctica política de algunos partidos de izquierda para ampliar su base social y reclutar a la militancia alejada de su círculo inmediato, principalmente dada por el proceso de radicalización política de la izquierda entre las décadas de 1960 y 1970.

[5] Un método de tres etapas: en primer lugar, establecer un tema de debate, circulación horizontal de la palabra ¾por medio de testimonios personales¾; en segundo lugar, relacionar esos testimonios para alcanzar una raíz común, para una síntesis sobre la internalización de la opresión sexista, y, finalmente, en tercer lugar, acordar una consigna para militar las transformaciones necesarias.

[6] Entre las fuentes testimoniales se señala cómo ha sido un hecho político original y consolidado tras el retorno a la democracia, donde mujeres de todo el país se dan cita en la ciudad designada en el Encuentro anterior, siendo recibidas por los colectivos locales encargados de la organización (alojamiento, espacios de talleres, comida, comunicación y logística), con una politización que no es partidaria ni depende de ente gubernamental alguno. Y finalmente, el cierre está dado por la libre elección de temas a tratar, sin liderazgos impuestos para fortalecer la autogestión y sin censura sobre las conclusiones de los talleres, se realiza una marcha entre las mujeres participantes, reclamando con signo propio y colectivo ¾como los pañuelos verdes¾ (Maffia, Peker, Moreno y Morroni, 2013).

[7] Este núcleo organizativo se ha compuesto por mujeres de distintas vertientes partidarias, que se reunían cada quince días para dedicarse a intercambiar experiencias militantes y para la construcción de consensos entre partidarios en tiempos de dictadura y luego tras la reanudación democrática.

[8] La multisectorial comienza a funcionar en paralelo con la reanudación democrática en el país. En este caso se reúnen militantes de sindicatos, políticas, feministas, amas de casa e independientes con el fin de intercambiar experiencias y canalizar acciones conjuntas para llevar adelante protestas de género. Creando un modo de funcionamiento entre sectores políticos con la virtud de la escucha atenta entre las participantes y desprejuiciada respecto a sus notorias diferencias, porque el interés fue establecer puentes entre esas distancias para llegar a consensos que derivaron en acciones conjuntas. No solamente fueron protagonistas de la gestación de la reforma al régimen de patria potestad sino aún más las promotoras de los Encuentros Nacionales de Mujeres.

[9] Un evento que ha permitido la declaración del 25 de noviembre como el Dia Internacional por la No Violencia contra las Mujeres (en conmmemoración de las hermanas Mirabal de la República Dominicana, asesinadas por la dictadura de Trujillo en 1960).

[10] El femicidio de Daiana García ha sido el límite que este grupo inicial de feministas encontró para la indignación y el repudio. Interpeladas además por la forma cómo los medios de comunicación siguieron el caso, haciendo de la víctima el objeto de la responsabilidad. El objetivo fue mostrar y desnaturalizar la violencia machista, dando cita en la Plaza Boris Spivacow, ubicada junto al Museo de la lengua y el libro. Un cúmulo de lecturas que extendieron por varias horas esa jornada, pero que en realidad representó el puntapié inicial de un movimiento determinante para la vida del feminismo nacional.