LUCHAS FEMINISTAS EN GUADALAJARA: APUESTAS Y TENSIONES

 

FEMINIST STRUGGLES IN GUADALAJARA: POLITICAL PROYECTS AND CONFLICTS

 

Carmen Leticia Díaz Alba[1]

Susana Larios Murillo[2]

Jessica Carolina Correa Ochoa[3]

 

Resumen

El presente artículo tiene el objetivo de delinear una serie de discusiones sobre el fortalecimiento del movimiento feminista en Guadalajara, a la luz de las experiencias de organización y las movilizaciones de los últimos años. Nos interesa organizar y analizar las experiencias de lucha de las mujeres, así como comprender sus aportes a las prácticas y teorías de los movimientos sociales. Este trabajo es un primer esfuerzo que forma parte de un proyecto de investigación más amplio que busca estudiar, desde distintas aristas, la historia reciente del movimiento feminista en Guadalajara y abrir el debate sobre las claves de su articulación, sus apuestas políticas y sus tensiones.

 

Palabras clave: feminismo, redes, cuidados, movimientos sociales, interseccionalidad

 

Abstract

This article aims to outline a series of discussions on the strengthening of the feminist movement in Guadalajara based on recent organizational experiences and mobilizations. We are interested in organizing and analyzing women’s experiences in the fight for equality and life, as well as understanding their contributions to the practice and theories of social movements. This work is a first effort, part of a broader research project that seeks to study (from different perspectives) the recent history of the feminist movement in Guadalajara. It also aims to open up the debate about the keys of its articulation, its political stakes and its tensions.

 

Keywords: Feminism, Networks, Caring, Social Movements, Intersectionality

 

Recepción: 30 de noviembre de 2020/Aceptación: 23 de marzo de 2021

 

Introducción

En los últimos años los feminismos[4] han desafiado el pensamiento político y se han colocado a la vanguardia de las discusiones sociales a nivel global. Los aportes de su lucha trascienden la vida de las mujeres para colocarse en el horizonte de la búsqueda de vida común. Sin embargo, es necesario reconocer que no es un movimiento homogéneo, y su complejidad sólo puede ser aprehendida a través de análisis situados que permitan calibrar sus impactos en la vida cotidiana de las mujeres, los cambios que genera en espacios concretos y en la relación que establece con otras luchas. Ésta es nuestra apuesta analítica.

El presente artículo tiene el objetivo de delinear una serie de discusiones sobre el movimiento feminista en Guadalajara, a la luz de las experiencias de organización y las movilizaciones de los últimos años. Nos interesa organizar y analizar las experiencias de lucha de las mujeres, así como comprender sus aportes a las prácticas y teorías de los movimientos sociales. Este trabajo es un primer esfuerzo que forma parte de un proyecto de investigación más amplio que busca conjuntar nuestros intereses personales y práctica política para mirar, desde distintas aristas, la historia reciente de los feminismos en Guadalajara y abrir el debate sobre las claves de su articulación, sus apuestas políticas y sus tensiones.

 

Nota metodológica

Nos hemos acercado a estas reflexiones a partir de la observación y la participación en espacios de organización entre mujeres (Menéndez Díaz, 2018).[5] En este sentido, hacemos uso de la antropología feminista para pensar el vínculo entre producción de conocimiento y el compromiso político (Hernández Castillo, 2018). Nuestra intención es sistematizar y organizar estas experiencias para dialogarlas, pero, sobre todo, para construir la memoria de nuestras luchas.

Escribimos desde la intersección entre la investigación y la lucha feminista (Speed, 2018; Masson, 2018). Es, como explica Nogueira Beltrão (2020), conocimiento cuerpo a cuerpo: un conocimiento que, si bien se nutre de los aprendizajes y las herramientas de la academia ―las tres autoras hemos accedido a educación superior, en universidades públicas y privadas―, tiene un anclaje profundo y encarnado tanto en los círculos de estudio como en los espacios de organización que les da sentido a nuestras prácticas políticas y de investigación.

Nuestras reflexiones parten del pensar situado, que reconoce la contingencia de la mirada y la centralidad de la experiencia (Haraway, 1995). Sin embargo, tomamos la advertencia de Espinosa Miñoso (2019), quien señaló que cuando se usa la experiencia propia como archivo, se debe evitar usarla como fundamento o prueba. Al contrario, la experiencia tiene que explicarse, criticarse e interrogarse.

 

Contexto: los feminismos irrumpen en el espacio público

Los feminismos se encuentran en un momento de efervescencia, no solo en América Latina, sino en todo el mundo. Los hashtags #NiUnaMenos #MiPrimerAcoso #MeToo o #AmíTambién y los performances como Un violador en tu camino del Colectivo LASTESIS[6] y expresiones artísticas como la “Canción sin miedo” de la autora mexicana Vivir Quintana (2020), se traducen rápidamente en convocatorias globales de movilización. Como mostró Fregoso (2009), tomando el caso de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, las redes de apoyo transnacionales han sido importantes para construir un diálogo entre lo global y lo local. Este caso de lucha por la justicia se ha vuelto emblemático para los feminismos en América Latina.

En el presente apartado se abordan los postulados de algunas autoras, referentes del estudio y análisis del movimiento feminista, con el objetivo de contextualizar el momento actual. En América Latina ha sido analizado en trabajos como los de Celiberti (2003), Vargas (2006), Lebon y Maier (2010) y Alvarez et al. (2014). Carosio (2012), en Feminismo y cambio social en América Latina, afirmó que el feminismo, en tanto movimiento social, contribuye a los procesos de cambio y generación de alternativas. Al mismo tiempo, como teoría crítica, muestra los múltiples rostros de la dominación y la diversidad en formas y agentes de resistencia, que implica reconocer la complejidad del sujeto colectivo feminista. De acuerdo con Espinosa, Gómez y Ochoa (2014) nuevas generaciones de mujeres reconocen la opresión de género, entretejida con otras opresiones de clase, etnia y orientación sexual.

Alvarez et al. (2014) señalan que se han ido gestando trayectorias feministas desde espacios como el movimiento sindical, rural y popular, y constata la multiplicación de los campos feministas y los feminismos plurales, rebeldes al neoliberalismo. Feminismos que se vuelcan a las acciones de calle, con preponderancia de mujeres jóvenes. Propone el término sidestreaming (para distinguirlo de mainstreaming que se refiere a la transversalización de género como flujo vertical) para hablar de los flujos horizontales de los discursos y prácticas de feminismos plurales a diversos sectores de la sociedad civil (Alvarez et al., 2014, pp. 43-44).

            Recientemente, Larrondo y Ponce (2019) recuperan las experiencias de activismo de mujeres jóvenes en América Latina retomando puntos de encuentro, pero al mismo tiempo, las tensiones al interior del feminismo. Las mujeres han sido protagonistas en las ocupaciones de las plazas en la primavera árabe, en el Occupy Wallstreet y el movimiento de indignados. Han puesto el cuerpo en las movilizaciones estudiantiles en Chile, en el movimiento #YoSoy132 en México, en las manifestaciones de rechazo a presidentes como Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil. En un trabajo que da cuenta de la potencia de las movilizaciones del 8 de marzo de 2020 en Guadalajara, se señaló que el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) reconocía en la expansión y la actualidad del pensamiento y movilización feminista un “signo de este tiempo” (Larios y Díaz, 2020).

Nuria Varela (2019) plantea que estamos viviendo una cuarta ola del feminismo, en sintonía con la ola de protestas que desde 2010 han llenado las calles y las plazas y donde la participación de las mujeres ha sido clave. Sostiene que el acumulado de conceptualización y organización feminista ha hecho un aporte fundamental en las discusiones y formas de organización de los movimientos sociales actuales.

El paro, o huelga feminista de 2018 fue, según Varela (2019), un punto de inflexión. Si bien no fue la primera vez que se lanzaba la iniciativa, sí mostró la acumulación de fuerza y vinculación del feminismo transnacional. Este llamado reivindica el origen del 8 de marzo como un día de lucha de las mujeres trabajadoras y al mismo tiempo cuestiona lo que el sistema capitalista y patriarcal reconoce como trabajo, argumentando que el trabajo no remunerado e invisibilizado sostiene a la sociedad. Así, Varela plantea, siguiendo a Nancy Fraser, que “el feminismo de la huelga de las mujeres anticipa la posibilidad de una nueva fase sin precedentes de la lucha de clases: feminista, internacionalista, ecologista y antirracista” (Varela, 2019, p. 146).

Un primer elemento para entender el surgimiento de esta cuarta ola, que Varela califica como un movimiento de masas, interseccional y ciberactivista, es lo que Manuel Castells llamó la sociedad de la información (Varela, 2019, p. 154). La tecnología juega un papel clave en la configuración del momento actual del feminismo. Siguiendo a Rosa Cobo, Varela plantea que ésta es la tercera vez que el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas: “antes lo había sido con el sufragismo (por primera vez) y más tarde también lo consiguió el feminismo radical, pero, en este caso, esta cuarta ola presenta una novedad: el feminismo, por fin, es global” (Varela, 2019, p. 155).

En el mismo sentido, Guiomar Rovira-Sancho afirma que:

 

Las comunidades en redes digitales de mujeres han proliferado de forma exponencial desde los años noventa a la fecha, haciendo estallar cualquier intento de acotar el feminismo a un corpus concreto de organizaciones y demandas. De acuerdo con Boix (2015), el movimiento feminista tiene hoy en día más que ver con la forma rizomática de nodos autónomos e interconectados que con intereses específicos marcados por las diversas agendas, aunque todos puedan compartir una serie de valores y principios. (Rovira-Sancho, 2018, p. 227)

 

Las redes feministas conectan y permiten la circulación de ideas, recursos y solidaridad, una movilización que fomenta el desarrollo de “un fuerte sentimiento de pertenencia a una lucha emancipatoria de carácter global” (Varela, 2019, p. 157). Las redes sociales generan un nuevo tipo de acción: “multitudes anónimas organizadas de forma rápida y precisa, con objetivos claros y comunes” (Varela, 2019, p. 160) que van construyendo una comunidad virtual feminista. De esta forma, el movimiento se articula en una red antipatriarcal que integra las vivencias, expectativas y luchas de una gran diversidad de mujeres.

En este sentido, Rovira-Sancho (2018) explica que esta diversidad de mujeres ha permitido la creación de conexiones en red que promueven “una dinámica de implicación, con una dimensión de autoreflexividad sobre temas de privilegio, diferencia y acceso” (Rovira-Sancho, 2018, p. 228). De esta forma, la lucha feminista reconoce las diferencias y rupturas dentro de la misma, para ―en un acto de confianza― renunciar al control sobre las demás y permitir a cada persona ser nodo, voz y vínculo en un acto de red (Rovira-Sancho, 2018, p. 237).

Justamente, Varela (2019) sostuvo que una característica del momento actual del feminismo es la interseccionalidad, entendida como el entrecruce de opresiones por múltiples categorías sociales y sistemas de desigualdad que Crenshaw acuñó en 1989. El movimiento se ha ampliado y es capaz de ver de forma autocrítica los privilegios a partir de los cruces de los distintos sistemas de opresión. Las agendas son diversas y articuladas con otros sujetos políticos para transformar las actuales condiciones de desigualdad, explotación y violencia que viven no solo las mujeres, sino otros grupos que han sido históricamente discriminados. Así, el movimiento feminista actual implica una renovada política de alianzas.

Por otro lado, Varela (2019) señala que se trata de un movimiento que lucha tanto contra el fascismo como contra las políticas neoliberales. Retomando a Nancy Fraser y su obra Manifiesto de un feminismo del 99% destaca la crítica feminista al neoliberalismo y su impacto negativo en la vida de la mayoría de las mujeres. La denuncia a la violencia de género y la exigencia de derechos reproductivos sigue siendo central, pero estas demandas se articulan a la denuncia de la feminización de la pobreza, la brecha salarial, la precarización laboral y la invisibilización de los trabajos de cuidado.

La autora plantea que, si bien quienes han protagonizado las protestas más visibles son mujeres jóvenes, el feminismo es intergeneracional. No se trata de un relevo, puesto que las feministas de larga data siguen activas, generando diálogos que muchas veces tensan la relación entre las distintas generaciones, pero que dan vitalidad y fuerza a las estrategias políticas. La novedad es la cantidad de mujeres jóvenes organizadas que han roto el silencio frente a la violencia sexual.

Lucía Álvarez (2020), señala que las jóvenes estudiantes han radicalizado su repertorio de acciones para denunciar la violencia sexual, abordando el caso de los colectivos feministas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Argumenta que sus estrategias han buscado diferenciarse con respecto a las de otras generaciones: “se muestran como un(a) actor(a), con lenguaje, estrategias de acción y formas de comunicación muy ‘propias’, que defienden su singularidad y, en buena medida también, su pertenencia a una nueva realidad y una nueva generación” (Álvarez, 2020, p. 167).

Por su parte, Rovira plantea que el movimiento feminista se ha convertido en un ente vivo que evoluciona conforme las diferentes voces dan cuenta de sus percepciones y acercamientos a las demandas feministas. La articulación en red se vuelve más prefigurativa que pragmática (Rovira-Sancho, 2018), permitiendo que el movimiento se desarrolle en la práctica, en lugar de hacerlo de manera programada. De esta forma, no se prevé una línea de acción fija, sino que por el contrario ésta se vuelve difusa y se enuncia desde lo individual para construir en colectivo.

Por último, la lucha de las mujeres zapatistas se erige como un ejemplo del poder que las mujeres organizadas pueden tener para cambiar lo que no les gusta de su mundo y producir una nueva realidad (Eraña, 2019, p. 69). Ellas han hecho de lo político algo cotidiano, con acciones pequeñas y reiterativas, incesantes e incisivas a través de las cuales se han convertido en un referente para las acciones colectivas en México y el mundo, devolviéndole a lo político un rostro común, afectivo y corpóreo, reivindicando la importancia del cuerpo y los cuidados.

 

Aproximaciones al movimiento feminista en Guadalajara

En este apartado, discutimos la manera en la que se ha construido el tejido del movimiento feminista en Guadalajara, a partir de los lazos que se han tramado gracias al trabajo político articulado de distintas colectivas. Hacemos referencia a la idea de trama justamente porque la heterogeneidad de organizaciones que hay en la ciudad permite la conexión de distintas luchas, a partir de aquello que les es común. En este sentido, exploramos las experiencias de los feminismos en Guadalajara haciendo énfasis en las redes, la interseccionalidad de las luchas y el cuidado de la vida.

Si bien la participación política de las mujeres en Jalisco y, particularmente en Guadalajara, puede rastrearse desde los inicios del siglo xx, como lo ha documentado Fernández Aceves (2014), es después del movimiento del 68 cuando comienza a verse una mayor articulación colectiva y en la década de los ochenta comienzan a aparecer grupos que, con la bandera de la lucha por la diversidad sexual, se reivindican como feministas, tal es el caso del Grupo Patlatonalli A.C., que se convirtió en uno de los grupos lésbicos más importantes del país (Mogrovejo, 2000, p. 197).

Cabe desacatar que el contexto de Guadalajara, una de las tres ciudades más grandes de México, ha sido hostil a la protesta social y en particular a las movilizaciones feministas. La sociedad tapatía, tradicionalista y conservadora (Ayala, 2006; Camus, 2011), no ha visto con buenos ojos el avance del movimiento feminista, sobre todo, en lo referente a la interrupción legal del embarazo y el matrimonio igualitario. Como hemos atestiguado en las movilizaciones en torno al 28 de septiembre (Día de Acción Global por el acceso al aborto legal y seguro), la Iglesia católica tiene todavía gran poder de movilización de grupos que buscan confrontar a las mujeres que reivindican el control de su cuerpo y sexualidad.

Una característica del movimiento feminista en Guadalajara es su capacidad de aglutinar a mujeres de diferentes edades, con distintos niveles de experiencia de lucha y con bagajes políticos diversos. Esto plantea una forma de entender las estrategias políticas y los liderazgos: se reconoce la importancia de los aprendizajes que han incorporado las mujeres con trayectorias más amplias, un conocimiento que fortalece a las más jóvenes y que, al mismo tiempo, se hace cuerpo y se va actualizando.

En este sentido, las organizaciones que se ubican en la ciudad son muy heterogéneas y atraviesan distintas formas de entender las luchas de las mujeres. Además de las organizaciones feministas de más larga data como Patlatonalli, CAMPO A.C, CLADEM o DDESER, identificamos iniciativas de colectivos no institucionizados: desde los círculos de mujeres en los que se construyen formas alternativas de espiritualidad (Ramírez Morales, 2018), los círculos de discusión en los que se ponen en común las vivencias de la violencia, los colectivos de estudiantes universitarias contra el acoso y la defensa de la educación, la reivindicación de las disidencias sexuales, las uniones de artistas y trabajadoras, redes de profesoras y espacios de aprendizaje desescolarizados con pedagogías alternativas.

Por otro lado, también es posible dar cuenta de las cooperativas que se construyen como alternativas económicas, de producción de alimentos, para el cuidado de la salud y la salud reproductiva; grupos de ginecología alternativa y maternidades, así como organizaciones que acompañan abortos, que defienden los derechos humanos. Ubicamos grupos que se articulan en torno a la defensa de la ciudad y la defensa del territorio, y aquí destacan los grupos contra el acoso callejero y las violencias, colectivos que se activan alrededor de la reapropiación del espacio público y contra la gentrificación. También existen grupos de autodefensa en los que se entrena el cuerpo para defenderse de ataques en la calle y que contribuyen a la construcción de formas de cuidado y apoyo.

Desde 2014, la batucada feminista, integrada por feministas de diversos espacios, acompaña con sus tambores hechos de material reciclado las movilizaciones en torno a días clave como el 8 de marzo, el 28 de septiembre y el 25 de noviembre. Este contingente aporta un elemento lúdico y festivo que año con año va sumando nuevas integrantes.

Vale la pena señalar también que a partir de 2017, el proyecto de periodismo documental y de investigación Zona Docs,[7] en alianza con otros medios independientes, se ha convertido en una caja de resonancia que ha permitido, a través de la cobertura a las distintas expresiones del movimiento feminista en Guadalajara, llegar hacia públicos más amplios.

Como hemos podido observar al acercarnos a los grupos, en los espacios de activismo feminista en Guadalajara, el aprendizaje en común, el cuidado mutuo y la defensa de los espacios públicos son aspectos centrales de la política feminista en el contexto urbano. Todas estas organizaciones coexisten con distintos niveles de politización. Esto ha logrado darle vitalidad al movimiento en la ciudad y, pese a las dificultades, visibiliza las violencias comunes. Esta heterogeneidad propicia que mujeres de distintas edades y con ideas políticas diversas convivan en la articulación del movimiento en la ciudad. Partimos de la idea de que las colectividades que coexisten en la ciudad permiten que el movimiento se expanda y se contraiga dependiendo de la coyuntura y el momento político.

Un aspecto que ha costado más trabajo es la articulación de redes o espacios de encuentro de distintas organizaciones para realizar actividades conjuntas. Hasta ahora, el ejercicio que ha tenido mayores frutos es la red feminista #YoVoy8deMarzo. Esta red se fundó en 2013 como una forma de articular los esfuerzos ―colectivos e individuales― de las mujeres de la ciudad. Su surgimiento coincide con un momento de recrudecimiento de la violencia en el país y en el estado de Jalisco, en particular de la violencia contra las mujeres y los feminicidios (Díaz Alba, 2017).

Además de ser el núcleo de organización de las tres ediciones del Paro de Mujeres en la ciudad, #YoVoy8deMarzo es una plataforma de comunicación que desde 2014 llama a las protestas por el derecho a decidir, el día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres y, en últimas fechas, acciones conjuntas con las familias víctimas de feminicidio o que buscan a sus desaparecidos. @YoVoy8deMarzo en Facebook alcanza más de 12 mil seguidoras.

En este sentido, la Red ha generado que grupos de mujeres de distintos contextos y con distintas luchas se articulen en la construcción de un proceso continuado de vinculación, a través de la formación política, como lo expresaron en su pronunciamiento del 8 de marzo de 2020:

 

Para ello creemos que es necesario prestar las entrañas, acercarnos a otras luchas y continuar formándonos políticamente. Una lucha ensimismada nos hace susceptibles de convertirnos en ideología, de continuar con el sistema de dominación que denunciamos y de reproducir la misoginia, el clasismo y el racismo que experimentamos. Que el feminismo no sea nuestra identidad, sino nuestra guía para analizar, organizarnos, decidir y actuar.

Porque sabemos que JUNTAS incrementamos nuestra potencia.

Porque sabemos que ORGANIZADAS diversificamos nuestros gestos.

PORQUE SABEMOS QUE JUNTAS Y ORGANIZADAS PARAMOS LAS VIOLENCIAS[8]

 

Justo en esta vinculación de luchas, cabe hacer mención del momento coyuntural que abrió la nominación, en 2017, de María de Jesús Patricio, Marichuy, como vocera del Consejo Indígena de Gobierno. En Guadalajara, el nombramiento de una mujer como vocera activó distintas redes feministas y antipatriarcales que se movilizaron para poner en marcha la recolección de firmas para conseguir su acreditación como candidata independiente. En esta misma lógica, los encuentros de mujeres que luchan, organizados por las mujeres zapatistas, y donde confluyeron feministas de Guadalajara, también han permitido ampliar las redes de solidaridad que se tejen en torno a las luchas de las mujeres.

Es así que, cuando hacemos referencia a las redes nos referimos a redes de cuerpos, que al vincularse se materializan en el espacio. Rovira-Sancho (2018), expone que la creciente relevancia de las redes sociales ha permitido que las movilizaciones porten un devenir feminista, que se crea a partir de la participación de miles de mujeres en los espacios virtuales, lugares en los que se congrega una multiplicidad de voces que no permite acotar al feminismo a un cuerpo concreto de demandas, sino que hackean al feminismo. De esta forma, las redes sociales imprimen con nuevas características a la organización en red, permitiendo a los movimientos acoger y congregar todo tipo de demandas, propuestas y participaciones.

La lucha feminista ha configurado nuevas formas de articulación que permiten una mayor pluralidad y disidencia entre las participantes del movimiento, facilitando la incorporación de mujeres que se unen en resistencia al despojo de sus vidas y sus cuerpos, luchando en colectivo por la defensa de su propia vida y la de otras mujeres. En este sentido, uno de los mayores aportes de los feminismos a los movimientos sociales es la revalorización del cuidado y el cuerpo como dimensiones fundamentales para pensar la vida que ha sido desvalorizada tanto en el plano político como en la teoría (Gil, 2016, p. 30).

El movimiento feminista redignifica la labor de las mujeres en el sostenimiento de la vida y de lo común; también pugna por la reapropiación y recuperación del cuerpo para experimentar su vida sin que éste determine su destino y la naturaleza de sus acciones. En cuanto a los cuidados, los feminismos han reconocido la importancia vital de este trabajo al ser la vulnerabilidad, precariedad y dependencia características propias de todas las personas. Así, el cuidado se vuelve indispensable para “la construcción de una vida vivible en condiciones de igualdad; no sólo afirmarla, sino hacerla política” (Gil, 2016, p. 29). Bajo esta afirmación, las luchas feministas se convierten en el canal a través del cual es posible reconfigurar la estructura que mantiene a las mujeres bajo el yugo de la opresión, pues han sido éstas quienes a través de la reproducción y el trabajo de cuidados han sostenido la vida.

 

Reflexiones para los siguientes pasos

Como mencionamos en la introducción a este artículo, lo que hemos planteado se trata apenas de algunas pistas iniciales de reflexión en torno a un trabajo de largo aliento que pretendemos desarrollar en torno al movimiento feminista en Guadalajara. No podríamos concluir sin abordar algunos elementos que identificamos como tensiones y desafíos y que formarán parte de los nudos de nuestro proyecto de investigación.

Un primer elemento tiene que ver con los desencuentros entre distintas posturas feministas: el feminismo radical y el transfeminismo. Sin ahondar en cada uno de estos posicionamientos, señalamos aquí solamente la tensión que se ha generado en torno a los espacios separatistas (o no mixtos) principalmente en movilizaciones callejeras. Si bien en las marchas había ya una especie de consenso sobre la importancia de los contingentes de sólo mujeres, este acuerdo se ha tensionado al entrar en la discusión la participación de las mujeres trans, y los familiares de mujeres desaparecidas o víctimas de feminicidio.

Estos desencuentros se expresan en las redes sociales de los distintos grupos feministas de la ciudad, pero también se han dado situaciones de descalificación directamente en las movilizaciones. Esto ha llegado al punto de tener convocatorias a acciones el mismo día en distintos espacios. Hemos observado en ambos lados dificultades para dialogar, la polarización del debate en dos posturas sin matices y que dejan fuera de la discusión a voces que no necesariamente optan por una u otra postura. Esta reflexión nos lleva a pensar que, así como las redes sociales han jugado un papel muy importante para la articulación del movimiento feminista, en este momento cabe cuestionarnos cuál es el papel que están jugando en su desarticulación.

Otro elemento que hemos identificado es la tensión en torno a quién es el interlocutor del movimiento feminista. Por un lado, hay un conjunto de colectivas y organizaciones que refieren sus demandas al Estado, especialmente cuando se trata de la exigencia de justicia por violencia feminicida o por denuncias de desaparición. Por otro, redes anarquistas y de inspiración zapatista que consideran que el Estado no es un interlocutor válido y que su mensaje debería estar más orientado a la sociedad en general, y específicamente a las mujeres. Esto es central porque ayuda a entender cuáles son las alianzas estratégicas y la manera en las que éstas pueden irse articulando.

Una tercera línea que queremos explorar tiene que ver con las tensiones que se generan en la dinámica centro-periferia. Nos referimos a la cuestión geográfica, pero también a los recursos con los que cuentan las colectivas y organizaciones. Hemos observado que las colectivas que se sitúan en el centro de la ciudad tienen poca o nula vinculación con organizaciones ubicadas en las periferias, lo que concentra las acciones en los espacios de por sí más visibles. Y, aunque hay un intento por conciliar y revertir estas situaciones, como sucedió en la jornada del 8 de marzo de 2020, a la que se sumaron colectivas y organizaciones de Tlajomulco de Zúñiga, El Salto o Tonalá, los esfuerzos aún son incipientes. En lo que toca a la cuestión de los recursos, la concentración en los espacios más centralizados de escuelas y sitios de trabajo dificulta a las organizaciones hacerse de aliadas que les permitan difundir con mayor efectividad sus demandas. Creemos que intentar conciliar esta tensión implica acompañar en las luchas, acuerpar a otras compañeras cuando se movilizan en sus espacios.

Un cuarto aspecto, pero que tiene una relación directa con el primero, es el del papel que tienen las disidencias sexuales en el movimiento feminista, que en los últimos años han puesto el dedo en la llaga sobre la invisibilización de sus reivindicaciones, lo que genera que sus posicionamientos aparezcan muchas veces como periféricos. Este punto nos parece importante porque tensiona las relaciones al interior de un movimiento feminista ampliado.

La pandemia por COVID-19 cambió bruscamente la efervescencia que se había generado con la manifestación de más de 35 mil mujeres el 8 de marzo de 2020 en Guadalajara, la segunda movilización más numerosa en la historia de la ciudad (Sánchez Barbosa, 2020). Aún con la contingencia sanitaria, el movimiento feminista no ha dejado de movilizarse; no obstante, las condiciones tanto para las acciones como para los encuentros y diálogos se han complejizado, ha mostrado creatividad en sus repertorios de acción. Este punto, sin duda, tendrá que ser desarrollado en análisis posteriores.

Como investigadoras, pero también como activistas feministas, pensamos que es fundamental construir memoria situada y aportar elementos para el debate en torno a lo que podemos tejer en común, sin caer en binarismos y descalificaciones que lejos de fortalecer el movimiento feminista, van desgastando su potencial transformador. ¿Cómo encontrar puntos de diálogo que nos permitan, atendiendo la diversidad, trabajar juntas? En el momento actual, creemos que es importante pensar cuáles son las luchas que nos unen, más allá de las cosas que nos separan.

 

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[1] ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, México. Correo electrónico: cdiaza@iteso.mx

[2] ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, México. Correo electrónico: susanalarios@iteso.mx          

[3] ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, México. Correo electrónico: rn708905@iteso.mx

[4] En este artículo, nos referimos al movimiento feminista en singular, reconociendo que en su interior hay distintas corrientes feministas, a las que aludimos en plural. Para profundizar sobre la discusión entre feminismo y feminismos en plural recomendamos ver el texto de Dalhia de la Cerda (2020).

[5] La autora explica que el entre mujeres es una forma de relación política y cotidiana que busca subvertir la mediación patriarcal que ha mediado los intercambios de las mujeres. Desde esta lógica, estos espacios ponen en marcha un hacer y pensar que permite la construcción de sentidos propios de la experiencia femenina.

[6] Para mayor referencia ver: “El violador eres tú”, el himno feminista que se extiende por el mundo (El País, 2019).

[7] Para mayor referencia al trabajo de Zona Docs, ver www.zonadocs.mx

[8] Extracto del pronunciamiento con el que concluyó la jornada política del 8 de marzo de 2020, el texto completo se puede revisar en: https://cutt.ly/Rhls8OD