TRABAJO DOCENTE, VIDA COTIDIANA Y CUIDADOS EN TIEMPOS DE COVID-19 EN MÉXICO

 

TEACHING WORK, EVERYDAY LIFE AND CARE IN TIMES OF

COVID-19 IN MEXICO

 

María del Rosario Ayala Carrillo[1]

María do Mar Pérez-Fra[2]

Emma María Zapata Martelo[3]

 

DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v7i57.7488

 

Resumen

La pandemia por Covid-19 impactó de manera diferente en la vida cotidiana del profesorado de educación superior. A través de una encuesta realizada a 140 profesores y profesoras de diferentes universidades de México, se observa que el trabajo docente irrumpió en sus casas de manera abrupta y sin antecedentes, lo que implicó modificaciones importantes en el arreglo de los tiempos y espacios para cumplir con las labores académicas, domésticas y de cuidado. Las mujeres reportaron mayores complicaciones para conciliar sus actividades cotidianas, en comparación con los hombres, lo cual les creó más conflictos y consecuencias negativas en su salud psicoemocional y física.

 

Palabras clave: educación superior, docencia, cuidados, Covid-19, género

 

Abstract

The Covid-19 pandemic impacted the daily lives of higher education teachers differently. Through a survey of 140 professors from different universities in Mexico, it is observed that teaching work broke into their homes abruptly and without antecedents, which implied important modifications in the arrangement of times and spaces to comply with the academic, domestic and care tasks. Women reported greater complications to reconcile their daily activities, compared to men, which created more conflicts and negative consequences for their psycho-emotional and physical health.

 

Keywords: higher education, teaching, care, Covid-19, gender

 

Recepción: 6 de septiembre de 2021/Aceptación: 21 de enero de 2022

 

Introducción

La pandemia por Covid-19 no sólo ha sido un fenómeno sanitario y de salud pública, sino que ha repercutido en la vida diaria, social y laboral, poniendo en crisis la cotidianidad. Las acciones para combatir la pandemia mostraron al mundo que, sin lugar a dudas, todos somos frágiles y vulnerables, por lo cual se hizo necesario revalorar el papel de los cuidados en el sostenimiento de la vida, ya que, como señala Mignolo (2020), nunca en la historia de la humanidad una pandemia ocurrió simultánea y globalmente junto con otras crisis como la financiera, laboral, social y familiar.

Una de las soluciones aplicadas por los gobiernos fue el confinamiento, que cambió las dinámicas personales de vida al exigir que parte del trabajo y la educación se realizaran virtualmente. Sin embargo, esto sólo ha sido posible en los casos donde se cuenta con ciertas condiciones habitacionales, acceso a dispositivos tecnológicos, conexión de calidad a Internet y conocimientos o alfabetización digital (Pisarello, 2020).

La forma en que cada persona se ha enfrentado a la pandemia depende de los recursos con que cuenta, no sólo económicos y materiales, sino culturales, educacionales, tecnológicos y de salud. La pandemia ha evidenciado y profundizado las desigualdades sociales, laborales y educativas, que ya existían, al mismo tiempo que se hacen más evidentes ciertos privilegios (Canelo, 2020).

Para conocer cómo cambió la vida cotidiana de profesores y profesoras universitarias en México, en este artículo tratamos de responder a las preguntas: ¿Cómo se alteró la cotidianidad ante la pandemia por Covid-19? ¿Qué dificultades identifican ante el confinamiento respecto a su quehacer docente, doméstico y de cuidado? ¿Qué consecuencias personales han tenido en las dinámicas cotidianas?

 

Trabajo laboral-docente en tiempo de pandemia

Una de las máximas educativas ante la pandemia ha sido la virtualidad pedagógica. Aunque el mundo virtual ya había entrado en la educación desde hace algunas décadas, la interrupción forzada de la escuela presencial y la educación formal llevó de forma casi inmediata a la implementación de herramientas digitales para la enseñanza, a través de diversas aplicaciones y plataformas para continuar las clases y cumplir con los programas y periodos de evaluación (Consejo Latinoamericano De Ciencias Sociales [CLACSO], 2020). Contra cualquier pronóstico, se transformó la educación en cuestión de semanas. De manera prematura y sin preparación suficiente, profesorado y alumnado tuvieron que aprender y poner en práctica nuevas habilidades, “de pronto advertimos que las fantasías del trabajo-hecho-en-casa (tipo Toffler) no eran descabelladas, ni irrealizables” (Follari, 2020, p. 13); la práctica digital se convirtió en la única y necesaria opción, pese a las limitantes que se pudieran tener.

Según Álvarez (2020b), entre las principales limitaciones de la educación a distancia, además de las técnicas, está la individualización, ya que invisibiliza la diversidad de contextos y de aprendizajes, prescinde de la motivación, del acercamiento, del seguimiento, de la escucha, de los encuentros y vínculos, por lo que se disipa la colectividad y se desocializa la existencia (Follari, 2020).

En la labor docente, incrementó la carga horaria para preparar y mantener las clases en línea, así como la adquisición de conocimientos tecnológicos y soportes virtuales requeridos. Además, no todas las personas contaban con los medios adecuados, ni materiales, ni físicos, ni de conocimientos para ello, ya sea porque la presencialidad era la modalidad principal, porque no existe una permanente capacitación en la utilización de recursos tecnológicos, o porque no formaba parte de un recurso requerido cotidianamente (Goren et al., 2020). Follari (2020) además destaca que en algunos casos, incluso fueron reemplazadas algunas actividades docentes, por ejemplo, a través de grabaciones de clases, que podrían ser usadas para luego prescindir del profesorado.

La educación a distancia se instaló en el ámbito de lo “privado”, recinto asignado histórica, material y simbólicamente, a las mujeres (Goren et al., 2020), irrumpió en el espacio más “feminizado”, donde se llevan a cabo todas las actividades necesarias para el sostenimiento de la vida. La casa se convirtió en un espacio sobrecargado de actividades y tiempos, impactando particularmente en la vida de las mujeres, y enfatizando las desigualdades de género en el interior de los hogares (CLACSO, 2020). Las pantallas irrumpieron en los espacios privados como la recámara, la cocina o la sala, desde donde se impartieron las clases.

De pronto el hogar se convirtió en cárcel, la movilidad fue encadenada, el cuerpo fue diagnosticado, la salud ha sido confiscada. Todos comenzamos a actuar como condenados. Nadie parece tener la garantía de la salvación, el confinamiento es el aplazamiento para ganar tiempo. El afuera es un suicidio y no sólo una irresponsabilidad (Álvarez, 2020a).

 

Dichas situaciones reprivatizaron la reproducción social (Carrasco, 2013). Todas estas modificaciones hicieron más palpable la incompatibilidad entre el trabajo remunerado y el doméstico, con efectos diferenciados por género. Gran parte del trabajo de las mujeres amortiguó la crisis aun a costa de su salud física, mental y emocional (Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos y Comisión Interamericana de Mujeres, 2020), por lo que la pandemia también hizo más visibles las desigualdades estructurales en las que se asientan los cuidados[4] (Allen et al., 2020), profundizando con ello la desigual distribución de tareas (Spasiuk y Cabrera, 2020).

 

Metodología

Por medio de metodología cualitativa, y utilizando la técnica de bola de nieve, se realizó una encuesta electrónica a través de un formulario Google, en noviembre y diciembre del 2020. Se recabó información de 140 profesores (26.4%) y profesoras (73.6%) que laboran en universidades del Estado de México (24.2%), Ciudad de México (19.9%), Tlaxcala (13.6%), Sinaloa (11.4%), Guanajuato (5.0%), Chihuahua (3.5%) y otras en menor porcentaje[5].

La edad de los y las entrevistadas oscila entre 25 y 88 años, siendo el mayor porcentaje quienes se concentran en las edades de 31 a 50 años (59.3%) y de 51 a 70 años (30.7%). Además, 55% fueron casadas o unidas, 32.1% solteras, 7.9% divorciadas y 5.0% viudas. Respecto a la actividad docente, 35.7% dedican entre siete y nueve horas diarias a dicha actividad; 30% destinan más de nueve horas al día; 26.4% de cuatro a seis horas; y 7.8% de una a tres horas. Asimismo, 70.87% de mujeres y 64.8% de hombres dijeron que participan en los cuidados de algún integrante de su familia, el resto no cuidan de nadie o sólo cuidan de sí mismos/as.

 

Análisis y discusión

¿Cómo se alteró la cotidianidad?

La dinámica cotidiana de los y las docentes se vio totalmente modificada ante el confinamiento por la pandemia de Covid-19. Permanecer en un solo espacio (la casa) para realizar las actividades académicas-laborales, los quehaceres, cuidados y atención para otros integrantes, significó nuevos arreglos y nuevas formas de ocupar los espacios de la casa y los cuerpos. Implicó ajustes en los horarios, en las actividades, en la alimentación, etcétera.

Una de las dificultades que enfrentaron, fue poder compatibilizar las actividades productivas y reproductivas. Aunque pareciera que el no tener que desplazarse de un lugar a otro, y permanecer todo el tiempo en casa, pudiera ser favorable, se sobrepusieron actividades que lejos de hacer más fácil la vida cotidiana, la complicaron. Se preguntó a las y los entrevistado/as si han tenido dificultades para compatibilizar su trabajo docente con las actividades cotidianas de su hogar. Casi un tercio (32.1%) respondieron afirmativamente, 43.69% de mujeres y 18.92% de hombres dijeron que a veces se les dificulta, 24.27% de mujeres y 48.65% de hombres señalaron que no tienen dificultades. Si se considera el estado civil, se observa que las mujeres casadas o unidas son quienes tienen más problemas (considerando la respuesta “sí” y “a veces”, suma 42.7% de las entrevistadas); mientras que los hombres con el mismo estatus representan 29.7%. Los hombres casados fueron quienes dijeron en mayor medida que no tienen dificultades en compatibilizar sus actividades docentes con las de la casa. Estos resultados son coherentes con la división sexual del trabajo y los estereotipos de género, ya que a las mujeres se les han asignado genéricamente las actividades reproductivas y de cuidado. Por el contrario, los varones frecuentemente delegan en otras personas (generalmente una mujer) esas actividades, por lo que ellos únicamente se preocupan del trabajo académico y se desentienden de la reproducción.

Más de 50% de los y las entrevistados/as consideraron que, trabajar desde casa, implica mayor carga de trabajo y más dificultades con los y las estudiantes. Nuevamente aparece el conflicto de compatibilizar las actividades laborales con las domésticas, principalmente para las mujeres. Al respecto, cabe cuestionarse si la virtualidad y el teletrabajo han generado un aumento de productividad traducido en autoexplotación, pues se han sobrecargado las actividades (Merlinsky, 2020), principalmente para las mujeres.

Para conocer diversas experiencias de los y las profesores, se les pidió que expresaran con sus propias palabras las dificultades que han tenido. Señalaron que tuvieron que adecuar espacios para sus labores de docencia, organizar sus tiempos y actividades, atender a su familia (principalmente hijos/as y padres/madres) y hacer que los demás integrantes de la familia respetaran los horarios y espacios. En palabras de las profesoras:

 

Al principio no contaba con un espacio específico en casa que pudiera usar para trabajar. Tenía dificultades en la organización de tiempos dedicados a labores domésticas y académicas, además del apoyo brindado a otros miembros de la familia. No hay diferenciación práctica de esferas (Profesora, 2020).

 

Tengo un hijo pequeño y está también lidiando con el aislamiento. Yo tengo que hacer mi trabajo como siempre, pero estoy en casa y tengo que lidiar con las labores del hogar, las clases de mi hijo, realizar mis clases en línea y también los materiales como videos informativos y demás materiales en la plataforma. Hacer tutorías, tratar de escribir artículos, dar conferencias, realizar informes y lidiar con el aislamiento, además del estrés por tratar de mantener la producción (Profesora, 2020).

 

Ha sido muy complicado y me estresa tener que cumplir con todo estando en una situación tan estresante. Entre todos los deberes referentes a la docencia intento hacer investigación y escribir capítulos de libro y revisiones porque el SNI no va a tomar en cuenta los diferentes contextos en los que vivíamos las y los investigadores que tenemos hijos. Me parece que la pandemia ha incrementado las dificultades para las investigadoras y madres quienes llevamos roles de cuidado, labores domésticas, además de las labores de docencia e investigación (Profesora, 2020).

 

Los profesores comentaron:

 

En un principio los problemas centrales fueron el uso de espacios en casa, cuestión que pudimos resolver desde hace varios meses, y el proceso de adaptación de mi hija a su nueva rutina escolar, también ya resuelto (Profesor, 2020).

 

Concentración y respeto de mis espacios y tiempos de trabajo (por parte de los miembros de mi familia). No hay horarios fijos, la jornada se extiende hasta horas nocturnas. Durante el día hay que ir atendiendo labores en la casa y el trabajo (Profesor, 2020).

 

El lugar de acogimiento y descanso que significaba la casa se convirtió en una extensión del trabajo remunerado, por lo que ha sido difícil organizarse para cumplir con todas las actividades de manera eficiente. Las mujeres resaltan las preocupaciones por atender las actividades domésticas y de cuidado (principalmente de hijos e hijas), junto con las laborales. Para los hombres, el tema de los espacios y los horarios. Todas las actividades se tienen que realizar, algunas son más flexibles que otras; el trabajo no espera y los horarios se deben respetar, por lo que las actividades domésticas y de cuidados se pueden dejar en segundo término, siempre que no comprometan la vida, como la misma enfermedad por Covid-19.

Entre los principales problemas académicos están: 1) dificultades con el alumnado, 2) con las instituciones (universidades), 3) técnicas y 4) de salud.

 

Dificultades con el alumnado

La mayoría se relacionan con la conexión de los y las estudiantes ya que algunos/as no tienen acceso a internet y no se logra una interacción, no se sabe si del otro lado de la pantalla hay alguien presente, si realmente ponen atención y si están aprovechando, o por lo menos están presentes. De igual forma, reportan dificultades para conocer y manejar las diversas plataformas para impartir clases y conferencias, así como para preparar los materiales digitales y evaluaciones. Pero, sobre todo, el trato impersonal y lejano que implica la virtualidad no permite la retroalimentación y la sociabilidad, lo que dificulta las relaciones profesorado-alumnado. Las profesoras lo expresaron de la siguiente manera:

 

No hay respuesta por parte de los alumnos. No participan en las videoconferencias. No poder contactar a algunos estudiantes que se encuentran sin acceso a internet. No poder hacer trabajo en campo ni de laboratorio. La elaboración de estrategias en el método de enseñanza y evaluación virtual han sido complicadas (Profesora, 2020).

 

La falta de trato personal ha hecho difícil una comunicación fluida entre mis alumnos y yo, hay una despersonificación en clase (doy clase a una pantalla porque no prenden cámaras), aunada a otros factores como la retroalimentación, la preparación de materiales en plataformas que desconocía y que aún no manejo bien (Profesora, 2020).

 

Los profesores comentaron:

 

Dificultad con la conectividad con los alumnos, ya que viven en una comunidad alejada y carecen de señal de celular, computadora o tv en ocasiones. Algunos no responden por ningún medio de comunicación y no se conectan ni hacen trabajos. Los estudiantes no interactúan durante la clase, sólo son receptivos (Profesor, 2020).

 

Mayor carga de trabajo, dificultades con el uso de la tecnología, preparación de clases con materiales electrónicos, tengo que escanear y enviar. El estar más tiempo frente a la computadora no me gusta. Tengo poco contacto con los estudiantes (Profesor, 2020).

 

Dificultades con las universidades

Otras dificultades reportadas están relacionadas con los pocos apoyos institucionales y las exigencias en demasía, tanto de evidencias, como de trámites administrativos y burocráticos que deben hacer virtualmente.

 

La excesiva carga de trabajo para atender ocupaciones que en una situación de normalidad se resolvían fácilmente, ha limitado mi capacidad de creatividad. Además, el nulo contacto con los alumnos y tesistas es un lastre para la continuidad de mis actividades de docencia, investigación y tutoría (Profesora, 2020).

 

Me exigen enviar evidencias de las clases cada semana, por lo que además de dar clase tengo que llenar una serie de formatos. Poco apoyo institucional. Dificultad para hacer los múltiples trámites que requiere una institución poco flexible. La falta de relación personal con las y los estudiantes y con otros investigadores (Profesor, 2020).

 

Dificultades técnicas

El profesorado también se enfrenta a dificultades técnicas, como el manejo de plataformas, el mal servicio de internet, la falta de capacitación, entre otras.

 

La conectividad ha sido un problema constante. En ocasiones no podemos ni entrar o tardamos en poder entrar a las plataformas. Al compartir presentaciones en video se traban o sacan de la plataforma y el exceso de trabajo administrativo, ¡ese nunca termina! (Profesora, 2020).

 

Al principio, el manejo de alguna plataforma para impartir el curso. La falta de capacitación previa en el manejo de tecnologías y de las plataformas digitales. Es complicado manejar la variedad de plataformas que existen (Profesor, 2020).

 

Dificultades que derivan en problemas de salud

Todas las dificultades enunciadas se presentan de manera simultánea y continua, dando origen a otras de carácter físico y psicoemocional. Los profesores y profesoras reportaron consecuencias por la inmovilidad del cuerpo, el aislamiento, estrés y cansancio, entre otros.

 

Falta de tiempo, cansancio de tantas horas frente a la computadora. Mucha inmovilidad del cuerpo. Tensión por noticias de contagios y enfermedades. Tantas presiones emocionales, tanto personales como por la situación de estudiantes. Estrés, miedo, incomodidad, el propio aislamiento (Profesora, 2020).

 

La carga de trabajo frente a pantalla incrementó tanto, que he tenido múltiples problemas de salud derivados del uso de la pantalla y el sedentarismo. A diferencia de otros momentos, no reconozco cuál es mi tiempo libre o no tengo tiempo libre (Profesora, 2020).

 

Situaciones de salud, padecimiento de estrés, ansiedad. Siento que en un año he envejecido cinco (Profesora, 2020).

 

La virtualidad ha traído muchos problemas para los y las docentes, quienes han tenido que resolverlos de manera individual porque los apoyos institucionales y gubernamentales son muy pocos. Habría que considerar, como advierte Álvarez (2020a), que la virtualidad no tiene conciencia, ni temporalidad y se introduce en los hogares, donde el deseo ha sido censurado. El vivir se redujo a sobrevivir, el cumplimiento de todas las actividades es un mandato que no se puede desafiar, la única salida (la virtualidad) implica una relación desarraigada, sin cuerpo y sin tiempo (todos los días parecen iguales). La permanencia y pertenencia en las casas-habitación ha cambiado, los cuerpos han tenido que adaptarse a nuevas formas de estar, de posición, de movimiento, de alimentación y de pertenencia.

 

Trabajos de cuidados en casa vs. trabajo docente

A las dificultades académicas, se suman las actividades domésticas y de cuidado, por lo cual es pertinente enunciar algunas tensiones que se han exacerbado en la vida cotidiana. El confinamiento ha incrementado las horas dedicadas al cuidado, el estrés y el temor al contagio, la higiene y sanitización tanto de las casas como de las personas. Las y los cuidadores, sobre todo mujeres, están viviendo una sobrecarga de trabajo, el doméstico, de cuidado, el remunerado y el sanitario (Robles, 2021), puesto que las lógicas culturales patriarcales insisten en colocarlas como las cuidadoras per se (Méndez y Sánchez, 2018).

Se siguen manteniendo dispositivos sociales, discursos y mecanismos para hacer que las mujeres sigan asumiendo las actividades domésticas y de cuidado. Estos mandatos patriarcales, ponderan la vida de los otros antes que la suya, constituyendo un imperativo ontológico que con el confinamiento se pone más en evidencia. De los y las entrevistadas, 70.87% de mujeres y 64.86% de hombres participa en los cuidados de algún integrante de la familia. Al parecer la diferencia entre hombres y mujeres no es tan grande, como señalan diversos estudios (Carrasquer, 2013; Torns et al., 2003; Meil y Rogero, 2014; Martínez y Rojas, 2016). En el caso de los varones, su aporte en los trabajos de cuidados es importante y parece comenzar a superar lo anecdótico, sin embargo, su participación está más relacionada con el parentesco y los afectos y no con el trabajo en general, pues frecuentemente lo hacen cuando pueden y quieren, sólo como “ayuda” y no como responsabilidad directa.

 

Gráfica 1. Actividades domésticas y de cuidado que realizan por sexo

Fuente: Elaboración propia con datos de la encuesta, 2020.

 

La principal diferencia está en la preparación de alimentos (66.99% mujeres vs 43.24% hombres); y escuchar y platicar con integrantes de la familia (78.64% mujeres vs 59.56% hombres). Llama la atención esta última, debido a que, con el confinamiento, uno de los problemas más presentes es el aislamiento social, por lo que la comunicación y convivencia entre los integrantes de la familia se ha convertido en una necesidad, que puede ser un arma de doble filo: representa un espacio de escucha, que desestresa, pero también puede derivar en violencia y conflictos. Los hombres participan en mayor medida en la compra de víveres y elementos necesarios para la subsistencia diaria, la ayuda con tareas escolares de hijos e hijas y los cuidados especiales para integrantes de la familia que no se valen por sí mismos/as, actividades poco estereotipadas como femeninas.

 

Gráfica 2. Participación en los cuidados de los integrantes de su familia, por sexo

Fuente: Elaboración propia con datos de la encuesta, 2020.

 

Respecto a los cuidados personales, se encontró que las mujeres, en general, participan mayormente en los cuidados de todos/as los integrantes de su familia en comparación con los hombres. Ellas realizan más actividades de autocuidado que los hombres (16.03 puntos porcentuales de diferencia), además de cuidar en mayor porcentaje a personas adultas mayores y a sus parejas (9.16 y 5.56 puntos porcentuales más que los hombres, respectivamente); además, cuidan en mayor medida de integrantes de la familia con discapacidad, de otros familiares y de sus nietos. Mientras que los varones reportaron cuidar en mayor medida de sus papás (14.54 puntos porcentuales más que las mujeres), de sus hijos menores de cinco años y adolescentes (5.54 y 4.28 puntos porcentuales por arriba de las mujeres, respectivamente).

Aunque históricamente el trabajo de cuidados se ha asimilado como natural para las mujeres, la actual crisis ha puesto en duda el antropocentrismo y androcentrismo, cuestionando la superioridad de lo humano sobre la naturaleza, así como la superioridad del hombre, lo masculino y lo público sobre lo doméstico, privado y femenino. Se ha visibilizado que los cuidados son una parte central e indispensable en los hogares, para la conservación de la vida humana y de la naturaleza, lo cual incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno (Pineda, 2020).

El trabajo docente y doméstico-de cuidados, no se separan, lo que se traduce en una sobrecarga de tareas en un continuum en el tiempo y espacio. Se han tenido que adaptar las condiciones en que se recibe y ofrece la educación, pues en muchos casos los docentes, además de dar clases en línea, tienen que fungir como co-docentes de sus hijos/as. El hogar se convirtió en el centro de producción, de consumo y, ahora, de control biopolítico (Pineda, 2020), en un espacio liminal, que no se ha cuestionado y las actividades no se han repartido.

Las y los entrevistadas/os señalaron algunas de las complicaciones que enfrentan al tratar de conciliar sus actividades laborales-docentes y domésticas-de cuidados. Se pueden observar diferencias respecto al género, las mujeres expresaron:

 

A mi día le faltan horas y termino cansadísima. A veces programan reuniones docentes sin tomar en cuenta horarios de comida y las actividades con los hijos. Tan sólo para una comida invierto tres horas, una hora para cocinar, una para comer y otra para limpiar lo de la comida. El tiempo no alcanza (Profesora, 2020).

 

Cumplir con mis actividades domésticas, como tener preparada la comida a tiempo, dado que debo estar en reuniones o realizar trabajo burocrático. A veces mientras estoy escuchando una conferencia virtual estoy cocinando y lavando los trastes o tengo la lavadora puesta. El trabajo de casa no tiene fin (Profesora, 2020).

 

El que mis hijos estén en casa requieren de mayor atención, hay que apoyarlos en las tareas y eso me absorbe tiempo. La muerte de mi esposo por Covid cambió totalmente mi vida, ahora yo soy la responsable de todo y de todos (Profesora, 2020).

 

El trabajo es mayor ahora con la modalidad a distancia y debo grabar y tener clases en línea, con un niño que quiere comer o pide atención. Despierto con decenas de mensajes de todos los grupos de WhatsApp del trabajo y además para poder escribir tengo que hacerlo ya que duermo a mi hijo. Así que trabajo toda la noche en mis labores de investigación, en las cuales no logro avanzar como deseo, y por las mañanas tengo clase o junta o debo enviar un informe (Profesora, 2020).

 

La familia creció, mi madre vino a vivir con nosotros, las actividades se incrementaron, la salida de compras de productos del hogar y alimentación es muy complicada con dos personas enfermas, además de trabajar. No me alcanza el tiempo y me quedan cosas pendientes de mi trabajo, generándome culpa. Por atender el trabajo he descuidado mis horarios de comida y mi salud (Profesora, 2020).

 

Se dedica más tiempo a calificar, preparar clases, juntas virtuales. Se me olvida cocinar o comer, cuando tengo trabajo y evidencias para mandar. He dejado varias veces la estufa prendida, se me queman las cosas y en ocasiones el gas abierto sin flama. La trabajadora doméstica no podía venir por la distancia a la que vive (Profesora, 2020).

 

Mi esposo se enfermó durante la pandemia y el médico sugirió que se hospitalizara, pero no quise hacerlo por no llevarlo a un lugar donde se atendiera el Covid. Todo el trabajo de cuidado recayó sobre mí, lo que me ha desgastado muchísimo (Profesora, 2020).

 

Los hombres también señalaron:

 

A veces el tiempo no se puede organizar para convivir con la familia porque dedico más tiempo al trabajo docente (Profesor, 2020).

 

Adaptación a los horarios. El mismo trabajo demanda más tiempo. Los alumnos no respetan horario, me envían tareas y mensajes a todas horas. Discusiones familiares. Los tiempos que hay que invertir para planeación y revisión de actividades, son más amplios, aparte del de la clase, y entonces hay menos tiempo para las actividades personales y familiares (Profesor, 2020).

 

Me complica mucho atender y enviar las tareas de mis hijos, además de las actividades que yo tengo que hacer (Profesor, 2020).

 

Me cuesta mucho más trabajo convivir con mi familia, el trabajo se extiende mucho más allá de las 6 de la tarde. ¡Tengo clase de 4 a 6 y sigo trabajando casi siempre! (Profesor, 2020).

 

Las preocupaciones de las mujeres están más enfocadas en tener tiempo para las actividades de docencia y los quehaceres de la casa, atender a los hijos e hijas, hacer la comida, mantener limpia y ordenada la casa, debido a que con las clases desde casa las cámaras entran hasta espacios íntimos ―incluso alguien señaló que no cumplir con todas estas actividades le genera culpa―. Mientras que en sus discursos, los varones están más centrados en poder cumplir con sus labores y la convivencia familiar.

Todos estos cambios en la vida familiar y laboral han afectado las dinámicas cotidianas y modificado hábitos. Algunos de los cambios identificados son:

 

Puse una oficina en casa, ahora ya no tengo tiempo ni de jugar con mi hijo o ver una película. Ocupo las noches para tratar de hacer algo de investigación y los días los organizo entre el trabajo en la oficina y las tareas del hogar. Intento despertar antes que los demás para avanzar ya que una vez que despiertan, es atender a mi hijo y a mi mamá, que cree que no tengo trabajo que hacer. Todo el tiempo me siento culpable porque jamás puedo jugar, mi palabra es "tengo trabajo que hacer", ya sea para mi hijo o para mi mamá. Además de eso, debo llevar todas las cuentas de la casa, la limpieza, pagos, víveres y envíos propios y de mi mamá. Mis hermanas tuvieron Covid y ha sido difícil... También estoy al pendiente de dos alumnas que han tenido pérdidas o situaciones de violencia. A veces desearía no saber nada y poder lidiar sólo con mis problemas, pero no puedo dejarlas así, muchas veces me abruma el no poder hacer nada (Profesora, 2020).

 

La compra de víveres ahora la hago por teléfono. No he visitado al médico general durante todo el año, he tenido dificultad para ir al dentista y para realizar muchas actividades de la vida diaria. Mis hijos viven en el extranjero y si se enferman o me enfermo yo, no podremos apoyarnos (Profesora, 2020).

 

Las dificultades que enfrentan los y las docentes pueden derivar en otros eventos psicoemocionales y físicos que afectan su salud, no sólo debido a las tensiones que viven en su día a día, sino también por aquellas que les genera la misma pandemia, el aislamiento social y la enfermedad de Covid-19. Más del 50% de hombres y mujeres entrevistados/as dijeron que siempre o casi siempre se sienten estresados/as, con cansancio físico y agotamiento emocional; también reportaron problemas gastrointestinales, insomnio, miedo y enfermedades físicas. En todos los casos, las mujeres reportaron más afectaciones que los varones. Las mayores diferencias por género se presentan en miedo (12.9 puntos porcentuales entre mujeres y hombres), duelos (11.8 puntos porcentuales) y problemas gastrointestinales (11.05 puntos porcentuales). Llama la atención que los varones (13.51%) reportaron eventos de violencia y problemas familiares, lo cual no sucedió con las mujeres.

 

Gráfica 3. Problemas de salud, derivados de su trabajo docente y domésticos-de cuidados en la pandemia

Fuente: Elaboración propia con datos de la encuesta, 2020.

 

La vida cotidiana ha cambiado radicalmente, el hogar se convirtió en el espacio desde donde se realiza la mayor cantidad de actividades, con consecuencias sociales, relacionales, técnicas, familiares, laborales y de salud, principalmente para las mujeres.

 

Reflexiones finales

Los efectos del confinamiento por la pandemia de Covid-19 han trastocado la vida cotidiana de las y los docentes universitarios, cuyas dinámicas laborales habituales se vieron irrumpidas y se consignaron a las casas, desde donde tuvieron que organizar y garantizar tanto las actividades docentes como los quehaceres domésticos y de cuidados. El hogar sigue apareciendo como el espacio en donde todo puede resolverse, un lugar infinito donde todo cabe y son las mujeres, en mayor medida, las encargadas de resolver parte de la crisis: organizar los espacios y tiempos para que todas las actividades sean posibles.

En los rubros analizados en este texto: dificultades en el trabajo docente, dificultades en las actividades domésticas y de cuidado, y las afectaciones psicoemocionales y físicas, los varones también se vieron afectados y participaron en la organización de muchas tareas; sin embargo, las mujeres siguen llevando la mayor carga y las mayores afectaciones. Incluso el “teletrabajo” implicó una sobrecarga para ellas, pues han tenido que triplicar los esfuerzos.

Respecto a las preguntas planteadas al inicio de este artículo, podemos concluir que: 1) La cotidianidad se alteró de manera abrupta ante la pandemia por Covid-19. De un día para otro y sin previo aviso, la casa como espacio doméstico y privado feminizado se convirtió en público, en un espacio disponible y “seguro” para continuar con las actividades docentes, pero poco seguro para las mujeres y sus actividades. Sin capacitación previa, y en algunos casos sin contar con elementos mínimos indispensables como un buen sistema de internet, computadora o espacios disponibles dentro de casa, el trabajo remunerado se instaló en los hogares, lo cual ha implicado cambios en los tiempos y dinámicas del profesorado.

2) Los y las docentes enfrentaron dificultades para compatibilizar sus tiempos y actividades. Atender las necesidades domésticas y de cuidado, al mismo tiempo que cumplir con las labores escolares, en muchos casos se ha traducido en sobrecargas de trabajo, poco descanso y tiempo libre, estrés, problemas de salud, culpas, entre otras afectaciones físicas y psicoemocionales, con mayores consecuencias para las mujeres.

3) La forma en que cada docente ha resuelto y adaptado los cambios en la vida cotidiana han sido de manera personal, como cada quien ha podido hacerlo, debido a que el aislamiento social y el confinamiento ha significado menores redes de apoyo y limitados apoyos institucionales, y mucho menos del gobierno. Cada persona ha hecho su mejor esfuerzo, con los recursos con que cuenta y como mejor ha podido.

4) Las consecuencias, aunque son individuales, reflejan un problema generalizado, un sistema de crisis concatenadas que se intersectan y que han puesto en crisis la vida como la conocíamos. No sólo nos enfrentamos a una crisis sanitaria y de salud (tanto por el propio virus como por las consecuencias psicoemocionales), sino a una crisis laboral-académica-económica, de cuidados. La crisis sanitaria evidenció con mayor ahínco las necesidades de cuidados, sin los cuales no se podría enfrentar la pandemia de la manera en que se ha hecho y las desigualdades en los repartos de los trabajos en la casa.

La casa-habitación como espacio privado y feminizado se irrumpió y modificó como espacio liminal. En él la virtualidad no tiene fronteras, ni tiempo, ni cuerpo. Los espacios no tienen la privacidad, el tiempo no tiene temporalidad y el cuerpo ha cambiado su forma de estar y pertenecer.

 

Bibliografía

Allen, A., Sarmiento, J. y Sandoval, V. (2020). Los estudios latinoamericanos de reducción del riesgo de desastres en el contexto de la pandemia del Covid-19. REDER, 4(1), 1-6. https://doi.org/10.55467/reder.v4i2.46

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[1] Colegio de Postgraduados, México. ORCID: 0000-0002-1198-6026 Correo electrónico: madel@colpos.mx

[2] Universidad de Santiago de Compostela, España. ORCID: 0000-0002-5202-1706 Correo electrónico: mariadomar.perez@usc.es

[3] Colegio de Postgraduados, Montecillo. ORCID: 0000-0002-1623-3322 Correo electrónico: emzapata@colpos.mx

[4] Los cuidados experimentan la llamada “penalidad” de género: son imprescindibles, pero invisibles; y cuando se trata de empleo formal, reciben escasa remuneración y protección social (Organización de los Estados Americanos y Comisión Interamericana De Mujeres, 2020).

[5] La información que aquí se presenta es parte de una investigación más amplia sobre el tema de los cuidados, y es parte de la Tesis Doctoral de María del Rosario Ayala Carrillo.