COMPAÑÍAS
INTERGENERACIONALES. UNA ETNOGRAFÍA SOBRE LOS VÍNCULOS ENTRE NIÑAS Y ADULTAS EN
UNA EXPERIENCIA DE PARTICIPACIÓN FEMINISTA
INTERGENERATIONAL
COMPANIONSHIP. AN ETNOGRAPHY ABOUT THE BONDS BETWEEN GIRLS AND WOMEN IN A
FEMINIST PARTICIPATION EXPERIENCE
Paülah
Nurit Shabel[1]
Hebe
Montenegro[2]
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v7i60.7841
Resumen
Uno de los ejes centrales de la
teoría y práctica feminista ha sido el cuestionamiento a las normas vinculares
preestablecidas y la apuesta por crear lazos afectivos más allá de los mandatos
que establecen a quiénes nos debemos aproximar y cómo. Invocando estas
operatorias desde el campo de la antropología de la infancia y las edades, en
este trabajo nos proponemos estudiar las formas vinculares que se desplegaron
entre las adultas y las niñas de la organización social AulaVereda en el marco
de su participación en el movimiento feminista, en la Ciudad de Buenos Aires
(Argentina) durante los años 2018-2021.
Desde un abordaje etnográfico y del
análisis denso de registros de campo, identificamos dos modos de relación entre
grupos de edades que se yuxtaponen y conviven en la cotidianeidad de la
organización: un vínculo pedagógico y un vínculo de compañeras, que analizamos
a partir de la figura de ocupación del conocimiento y ocupación de la calle
respectivamente. Los datos arrojados por la investigación nos permiten
argumentar por la democratización etaria de la política de la mano de un
feminismo intergeneracional.
Palabras clave: vínculos, feminismo,
participación, niñas, etnografía
Abstract
One
of the key elements of feminist theory and practice is the questioning of the preestablished
structures for relating that dictate who we should get close to and when, and
the insistence on creating affective bonds that go beyond those allowed by the
mandates. Coming from the field of children’s studies we invoke those elements
as we intend to study the ways in which teenage girls and adult women –members
of a social organization called AulaVereda– bonded with each other while
participating in the feminist movement, in the city of Buenos Aires, Argentina,
during the years of 2018/2021. Using an ethnographic approach, we identified
two different ways of bonding between the age groups emerging in the daily life
of the organization. A pedagogical bond, on the one hand, and what we are
calling a compañeras bond, on the other. We analyze these two styles
using the metaphors of occupying knowledge and occupying the street,
respectively. The results of the investigation allow us to argue that the
democratization of political participation comes hand in hand with an intergenerational
feminism.
Keywords: bonds,
feminism, participation, young people, ethnography
Recepción: 6 de octubre de 2023/Aceptación: 19 de marzo de 2024
Un movimiento a través del
tiempo
Un mar de
gente se apiña sobre la avenida Callao, en las cercanías del Congreso de la
Nación, en la ciudad de Buenos Aires. A las 17 hrs las calles ya están pobladas
de personas que van de un lado al otro, de gazebos de organizaciones y grupos
que los usan para protegerse del sol de diciembre, que rebota contra el asfalto
y quema la piel. A pesar del calor, y también a pesar de la nueva ola de casos
de Covid-19 que explotó hace algunos días, las calles están intransitables por
la cantidad de personas que, con los distintivos pañuelos verdes de la Campaña
Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito decorando alguna
parte del cuerpo, se reúnen nuevamente en las calles del centro. Es diciembre
del 2020 y el Congreso Nacional vota, una vez más, la legalización de la
interrupción voluntaria del embarazo en Argentina, como se había hecho en la
experiencia trunca del 2018.
Adultas y adolescentes
llegamos hace aproximadamente una hora, y pasamos un rato sentadas en una ronda,
bajo la sombra de un gazebo, merendando y tomando jugo frio, charlando de nada
en particular, jugando a mojarnos con unos sprays con agua, pero ahora las
adolescentes quieren ir a pasear y mirar. Así que cuatro de las adultas van con
ellas a dar vueltas por las calles. Somos 10 personas entre adolescentes y
adultas y se hace difícil estar todas juntas porque mientras avanzamos hacia el
Congreso hay cada vez más gente. Hacemos una filita y nos agarramos de las
manos para poder atravesar los cuerpos amontonados sin perdernos, las adultas
con mirada atenta a las adolescentes, que frenan en cada gazebo para mirar qué
hay: pañuelos de la Campaña, serigrafías, cerámicas, remeras, comida, libros.
Cada tanto nos llega una oleada de humo de bengala verde, que en algún lado
alguien prende. Hay permanentemente algún cántico: “ya se acerca noche buena,
ya se acerca navidad, para toda la Argentina, que el aborto sea legal” o
“Aleeeeerta! Aleeeeerta! Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista
por América Latina”. La euforia colectiva es total y, sin embargo, se viven con
calma esas horas callejeras, quizás por la certeza de que esta vez la ley será
aprobada.
(Registro de campo AulaVereda,
Buenos Aires, diciembre 2020)
Efectivamente, la ley por la
Interrupción Legal del Embarazo se aprobó aquella vez, luego de décadas de lucha
por parte de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y
Gratuito, cambiándole la vida a muchas personas y, en particular, a muchas
adolescentes que han decidido, desde entonces, sobre sus cuerpos y sus
trayectos de vida con mayor libertad. El triunfo de esta disputa política
también fue de esas adolescentes, así como de las adultas y las viejas, no sólo
porque ampliaron los límites de lo posible, sino porque para lograrlo se
aliaron todas las generaciones en un gesto de profunda subversión contra las
normas etarias. Esto quiere decir que el sistema opresivo patriarcal funciona
en su yuxtaposición con aquellas desigualdades vinculadas con la edad (Magistris,
2022), como el adultocentrismo y el viejismo, que los feminismos también han puesto
en cuestión desde su accionar. Así, mientras que el sistema reproduce las
jerarquías adultez/niñez-adolescencia y adultez/vejez, la lucha por el aborto y
otros derechos identitarios ofreció un escenario de encuentros
intergeneracionales que son posibles de analizar en su potencia creativa y su
apuesta por una democracia radical en términos etarios.
Hacia ese punto
se dirige el presente artículo, que tiene por objetivo estudiar las formas
vinculares que se desplegaron entre las adultas y las adolescentes de la
organización social AulaVereda en el marco de la masificación del movimiento
feminista, en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina) durante los años 2018-2021.
Desde un abordaje etnográfico y del análisis denso de registros de campo,
procuraremos otorgarle espesor conceptual a las relaciones sociales
intergeneracionales que tuvieron lugar en dicho colectivo, que circuló entre el
espacio comunitario que compartían todos los sábados, las manifestaciones por
la legalización del aborto, en el 2018 y el 2020, y el Encuentro Plurinacional
Feminista[3]
(en adelante, EPF) de 2019, y así reflexionar sobre los efectos del feminismo
en la producción de lazos sociales que rompan la lógica de las jerarquías
generacionales.
Partimos,
entonces, de una crítica a lo que la teoría queer/cuir
ha denominado crononormatividad (Halberstam, 2005), entendida como la
naturalización de una única manera de percibir el tiempo ―lineal, progresivo,
acumulativo―, estableciendo etapas fijas y sucesivas en el ciclo vital que indican
tanto lo que es correcto y prohibido en cada momento, así como imponen modelos
vinculares específicos entre ellos las personas adultas cuidan y educan a las
demás que deben obedecerles o declararlas enemigas y oponerse a ellas (Owen,
2020). Junto a estxs autorxs, así como otras que, desde las teorías de los afectos, se ocuparon de los vínculos pedagógicos
(Ahmed, 2015; Abramowski, 2016; flores, 2017), ofrecemos un análisis sobre las
formas de la proximidad entre niñas y adultas en la particularidad de una
organización social participando del feminismo local. Para abordar este
contexto, asimismo, nos referimos a otras autoras que analizan la acción
política de sentir y hacer el mundo con otrxs en una apuesta por hacer florecer
vínculos inesperados (Haraway, 2020) desde un espacio público que invite a
todxs a ser parte de él (Butler, 2017; Pascual y Bianchi, 2018). Nos situamos,
a su vez, junto con las propuestas del feminismo interseccional, los feminismos
negros y decoloniales (Lugones, 2011; Viveros Vigoya, 2016), corrientes que
vienen a dar cuenta de la complejidad de las relaciones de desigualdad que se
entrecruzan y hacen carne en los cuerpos. Entrelazamos esto con problemáticas
etarias específicas entre la infancia y la adultez para dar el debate sobre la
participación de las diferentes generaciones en la producción de su propia
realidad desde el campo de la antropología de la infancia y de las edades
(Kropff, 2010; Szulc et al., 2023; Shabel, 2022; Montenegro, 2022; Shabel y
Montenegro, 2023) desde una posición anti-edadista, o sea por una igualdad
etaria (James, 2005).
Haremos, en primer lugar, un repaso por la organización social
desde la etnografía, para dar cuenta de las dinámicas cotidianas que las adultas
(de entre 25 y 35 años) y las niñas-adolescentes (de entre 12 y 17 años) llevan
gestando durante años en los marcos de AulaVereda, donde se distinguen los
roles de las educadoras que organizan las actividades y las más jóvenes que
asisten a ellas. Luego, para realizar el análisis de las diferentes formas
vinculares que se desplegaron en el contexto de movilización feminista, jugaremos
con el gesto de la ocupación: ocupar el conocimiento desde la producción de un vínculo
pedagógico y ocupar la calle desde la producción de un vínculo de compañeras. A
partir de esta mutación relacional, ofrecemos unas conclusiones que debaten en
torno a la intergeneracionalidad del feminismo, en tanto movimiento que empuja
hacia la radicalización democrática también en términos etarios.
Niñas y adultas en una etnografía
Aquella tarde del 29 de diciembre del 2020, con un calor
asfixiante que emanaba del cemento que recubre Buenos Aires, a las 14 hrs, las adultas
de AulaVereda empezaron a llegar, una a una, al local donde funciona
cotidianamente la organización. El acuerdo con las adolescentes era que a las
15 hrs saldrían con dirección al Congreso de la Nación, donde se estaba
desarrollando la sesión especial para aprobar o rechazar el proyecto de ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo. Eran 6 las adultas que se habían dado
cita en el barrio, mientras que el resto iría llegando al Congreso más tarde. También
habían confirmado 5 niñas: Bru, Gabi, Lila, Esme y Lucy, que llegaron puntuales
y entraron en fila exigiendo glitter para maquillarse. “¿Tienen
pañuelos?” pregunta Bru. “Tenemos algunos, y si no allá compramos si quieren,
que seguro van a vender”, responde Ana, “bancame que busco los que tenemos”, y
se va. Mientras tanto, Valeria les da glitter verde a las adolescentes,
que se encierran en el baño a pintarse. Ana vuelve con 2 pañuelos verdes. “Andrea
está viniendo con un par más. ¡Llegaron re temprano!” le dice sorprendida a
Valeria. “Sí”, responde ella, “re raro. Están emocionadas”. Las adolescentes
salen del baño y van hacia donde están las adultas. “¿Cuándo salimos?” pregunta
Lucy. “Ahora en un rato, cuando lleguemos todas, ¡es que llegaron re temprano
ustedes!” responde Ana, “no se pintaron, ¿no quieren?” “No, al final no” dice
Esme. “Bueno, de una. Igual llevamos por si allá les da ganas. Acá hay
pañuelos, en un rato llegan más”. Bru agarra uno y le pide a Ana que la ayude a
ponérselo en la muñeca, Gabi también se lo quiere poner ahí, y cuando llega
Andrea con los otros, todas se lo ponen en el mismo lugar.
(Registro de campo
AulaVereda, Buenos Aires, diciembre 2020)
AulaVereda es una organización que
nació en el barrio porteño de Almagro en el año 2008, al calor del ascenso de
la derecha neoliberal que hasta el día de hoy gobierna la Ciudad de Buenos
Aires, haciéndola cada día un lugar más amigable para los desarrolladores
inmobiliarios y más hostil para quienes están en situación de precariedad
habitacional. Todas las niñas que participan de AulaVereda se encuentran en dicha
situación, siendo que muchas viven en una casa ocupada por un movimiento social
y otras bajo regímenes informales de inquilinato y alquiler, siempre cerca del
centro comunitario donde AulaVereda realiza sus actividades. Hace muchos años
que todas participan de la organización y forman un grupo más o menos estable,
al igual que las adultas, que son nombradas como profes por parte de las
adolescentes (y también por las adultas mismas), en tanto la propuesta
inicial del espacio fue la de acompañamiento escolar, actividad que se sostiene
dos veces por semana pero a la que no asisten las adolescentes del grupo de los
sábados en el que se basa esta etnografía.
Hoy AulaVereda se
nombra como “una propuesta de educación popular para niñxs”, “una organización
por la participación política de la infancia” y “un espacio feminista”, según
se lee en los materiales de circulación interna a los que tuvimos acceso.
Además de la tarea escolar, tienen actividades de recreación todos los sábados
para grupos separados por edad entre los 1 y 3 años, los 3 y 5 años, los 6 y 11
años, y los 12 y 17 años, que es el grupo con el que aquí trabajamos,
autonombrado como los grandes, más específicamente con las 10
adolescentes que lo componen. Son muchas las actividades que ellas realizan en
compañía de las 4 adultas que son parte de este grupo: van a las marchas, hacen
pijamadas y campamentos, hacen salidas por la ciudad, se acompañan al médico y
a hacer trámites, conversan por teléfono, se cuentan chismes y se piden
favores. Es esta multiplicidad la que llamó nuestra atención en el transcurso
de la investigación, pues desborda los roles pedagógicos, excede los
familiaristas y hace eco en otros modos del compañerismo que nos proponemos
estudiar.
Es por ello por
lo que en este trabajo nos focalizamos en los modos de vincularse entre las
adolescentes del grupo de grandes y
las profes de AulaVereda, todas
mujeres en distintos momentos de su ciclo vital encontradas en el marco de una
organización comunitaria de la que eligen participar sostenidamente en el
tiempo, con roles divergentes en su interior. Tal como analizaremos en los
apartados siguientes, esos roles se ven interpelados en sus libretos de
educadoras populares y educandas, o profes
y estudiantes, por el modo de hacer lazo que propone el feminismo en tanto
movimiento político que pone nuevamente en el centro el cuestionamiento hacia
las relaciones sociales. A partir del estudio longitudinal que venimos
realizando en esta organización (Shabel, 2018) nos es posible establecer el
2018 como un año clave en el acercamiento de AulaVereda a este movimiento, con
una asistencia constante a sus manifestaciones y un incremento en las
planificaciones de actividades vinculadas a la temática, de modo que allí
iniciamos este trabajo que llega hasta diciembre del 2021 en su recolección de
datos.
El año 2019 trajo
un hito en esta experiencia debido a que niñas y adultas lograron viajar juntas
al 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans en la
ciudad de La Plata para lo cual trabajaron durante meses cocinando pizzas como
actividad del grupo de los grandes y vendiéndolas en otras actividades
que se realizaban en el centro comunitario, como obras de teatro y peñas
folklóricas. A principios del año 2020, cuando la pandemia era aún una noticia
lejana de otros continentes, las profes
les propusieron un nuevo formato de encuentro a las adolescentes: la “Asamblea de Niñas”, un espacio cuyo objetivo
principal era fomentar el encuentro entre ellas para charlar de diversas
cuestiones concernientes a la educación sexual, a los vínculos sexo-afectivos,
y a los modos en los que el patriarcado y las desigualdades de género se
corporizan en los distintos momentos del ciclo vital.
Sin embargo, esa
iniciativa de encuentros presenciales una vez por semana quedó trunca con el
arribo del Covid-19 a la Argentina, situación que obligó a la organización a
repensar los modos en los cuales se vinculaban con lxs niñxs y sus familias, y
especialmente, con las niñas. La Asamblea de Niñas, en ese contexto, se
reformuló para transformarse en un intercambio epistolar entre adolescentes y
adultas, quienes irían periódicamente a dejarles las cartas a las adolescentes
y luego a buscarlas para continuar la comunicación. Fue una forma de establecer
contacto a pesar de las restricciones del aislamiento, un artilugio de
proximidad que nos interesa estudiar en su especificidad intergeneracional.
A continuación, entonces,
nos movemos entre el 2018 y el 2021, inmersas en los registros etnográficos que
hicimos de aquellos intensos años de fuertes movilizaciones por la legalización
del aborto y, luego, un estricto confinamiento por la pandemia, que también
presentó desafíos para el trabajo antropológico. Este abordaje, que es una
forma de mirar lo social dando cuenta de la espesura y profundidad de los
procesos cotidianos (Rockwell, 2009; Guber, 2008), resulta especialmente
sugerente para abordar los vínculos intergeneracionales como objeto de estudio
en tanto estos se despliegan a lo largo de todas las actividades de dicha
organización, incluso más allá de los momentos específicos en que las
actividades tienen lugar y, por supuesto, más allá de la voluntad o el control
de las niñas y adultas que participan de AulaVereda. Como la etnografía nos
permite registrar aquello que los sujetos hacen, lo que dicen, lo que dicen
sobre lo que hacen y lo que sienten al hacerlo, la convocamos para nuestra
investigación.
Este abordaje
metodológico, apoyado principalmente en la observación participante, resultó
especialmente pertinente para estudiar la cotidianeidad de esta organización
social en su dimensión pedagógica y en su corrimiento más allá de ella
(Santillán, 2012; Batallan et al., 2021), a la vez que demostró ser una
herramienta que puede describir con precisión las interacciones entre las
generaciones que hacen a la dinámica social general del grupo (Kropff, 2010).
Asimismo, demostró ser portadora de la flexibilidad necesaria como para
adaptarse a las condiciones de trabajo de la pandemia, fortaleciendo las
herramientas digitales (Hine, 2004) –como los chats individuales y grupales,
las videollamadas, las fotos y videos producidos por las protagonistas– y
registrando cada movimiento de las escasas escenas presenciales que AulaVereda
sostuvo a partir de las medidas de aislamiento.
Con este
andamiaje metodológico nos adentramos, a continuación, en la cotidianeidad de
AulaVereda a partir de dos matrices vinculares intergeneracionales construidas por
medio del análisis de datos de campo, escapando de la división temporal
antes-después de la pandemia y procurando ensanchar el poco explorado campo de
las relaciones entre grupos de edades en los marcos del feminismo. Este gesto
no es para crear nuevos mandatos de lo que debería ser o hacer dicho movimiento
político, sino para abrir la curiosidad sobre este punto y darle lugar a
aquello que florece a la sombra del canon, porque, como dice Haraway “importan qué
pensamientos piensan pensamientos” (2020, p. 62) en este camino de hacernos un
mundo más amable donde vivir y morir junto a otrxs.
El asombro pedagógico o la
ocupación del conocimiento
El salón del
centro comunitario donde hace actividades el grupo de adolescentes tiene unos 15
metros por 10 metros, pero hoy luce más pequeño porque las adolescentes son
muchas y van apretadas caminando de un lugar a otro. El cuarto rectangular
donde funciona AulaVereda está dividido en cuatro sectores bien diferenciados,
cada uno con una mesa y mantel de color diferente y, sobre cada uno, una serie
de objetos que aluden a temas diversos. En el primer sector hay un escritorio
lleno de fotos de movilizaciones, con un cartel grande que dice “Historia del
movimiento feminista”. En el de al lado hay elementos relacionados con la
legalización del aborto: pañuelos verdes y también celestes, un libro titulado Será
Ley, un juego de mesa llamado “Que Sea Ley”, ambos en relación con el
aborto. En frente, en una pared, está escrita la palabra “estereotipos”, y hay
un afiche pegado con siluetas humanas dibujadas y marcadores invitando a
intervenir sobre ellas. Por último, en otro sector, hay un cartel que dice
“niñez trans” y lo acompañan libros con historias de transiciones de género
–hay cuentos, historietas, poemas– y algunas imágenes de organizaciones de
niñxs trans y sus familias en movilizaciones por sus derechos. En cada sector
hay un grupo de niñas explorando, con una adulta que las invita a recoger el
material disponible y conversar sobre cada uno de los elementos.
(Registro de campo
AulaVereda, Buenos Aires, agosto 2019)
Esta actividad no fue la primera que
las adultas le propusieron a las niñas para abordar temáticas vinculadas al
movimiento feminista, pero resultó significativa porque ese día habían invitado
a otras organizaciones que trabajaban con niñxs y las presencias coetáneas
desconocidas resultaron excitantes. Al principio, los distintos grupos de niñas
no se animaban a conversar entre sí, pero una vez comenzada la dinámica
fluyeron los comentarios sobre las violencias sufridas, las anécdotas en las
marchas por el aborto y las ganas de ir al EPF y reencontrarse todas allá. Las
adultas ya habían comentado la posibilidad del viaje, siendo que este año se
realizaba en una ciudad cercana y el costo no sería imposible para las
precarias economías populares. Las actividades se sostuvieron en esa línea los
meses siguientes, produciendo materiales como el siguiente:
Fuente: Fotografía
sacada por una de las adolescentes en la actividad de AulaVereda, octubre 2019.
En estas escenas de campo, como en
muchas otras, el feminismo se presenta como un contenido a ser enseñado,
trasmitido y compartido en el marco de AulaVereda. Es una invitación que las
adultas le hacen a las niñas para entusiasmarse con aquello que las entusiasma
a ellas y, a través de las actividades, buscan generar atención sobre el tema. En
este sentido, proponemos estudiar este proceso a la luz de la categoría de
pedagogía feminista que describe Ahmed como una “apertura afectiva del mundo a
través del acto de asombro, no como un acto privado, sino como una apertura
posible mediante el trabajo conjunto” (2015, p. 274). Nombramos el asombro, entonces,
como un afecto central en la apuesta pedagógica de AulaVereda, cuya intención
es enseñar algo que las niñas no saben para forjar desde allí una apertura
hacia el mundo, un nuevo lazo con él, una posibilidad de engancharse a él como
todavía no sabían que se podía.
Como dice Ahmed
el asombro es “la precondición para la exposición del sujeto ante el mundo: nos
asombramos cuando nos mueve aquello que observamos” (2015, p. 272) y, en este
sentido, podemos designarlo como una forma de extrañamiento, de mirar de otros
modos la realidad cotidiana y así desnaturalizarla para asociarla a otras
cosas, aproximarla a aquello que parecía lejano y quizás poder alejar algo de
lo que daña y parecía inevitable, pero no lo es. Este afecto, llevado al campo
educativo, encuentra ecos en lo que hooks denomina como la erótica de los
procesos de enseñanza y aprendizaje, ubicando al deseo como ingrediente
fundamental a la hora de producir conocimiento encarnado: “Eros
estaba presente en nuestras aulas como fuerza motivadora. Como pedagogas
críticas, estábamos enseñando a nuestras estudiantes maneras diferentes de
pensar el género, plenamente conscientes de que ese conocimiento las llevaría
también a vivir de manera diferente” (2021, p. 251). La autora reflexiona sobre su práctica
docente participando de una pedagogía feminista que traemos como pregunta a
nuestro campo.
Pero, para
elaborar una respuesta en el caso etnográfico que aquí analizamos, es necesario
apuntar que el convite hacia el asombro no puede circunscribirse a las adultas
de la organización, sino que era el contexto de intensa acción política
feminista de esos años 2018-2021 el que se volvía hacia las adolescentes para
convocarlas, desbordando los momentos pedagógicos en varios sentidos, desde los
cánticos que se escuchaban durante los EPF, como: “¡Niña, escucha, únete a la
lucha!”, hasta la materialidad de los elementos distintivos como los brillos y
los colores posibles de ser apropiados por los cuerpos más diversos ―a
diferencia de muchas otras expresiones políticas circunscriptas a cuerpos
adultos―. Haciéndose eco de esa estética, a comienzos del 2020 las adultas les
enviaron por Whatsapp a las niñas de AulaVereda la siguiente imagen para
convocarlas a la Asamblea de Niñas:
Fuente: Diseñada por una educadora de
AulaVereda.
La Asamblea se llevó a cabo un par de
veces en el centro comunitario y luego llegó la pandemia y el aislamiento,
motivo por el cual las actividades pedagógicas se transformaron y espaciaron,
pero continuaron, incluso a pesar de las extraordinarias circunstancias porque,
entendemos, el efecto de enganche ya se había producido en las adolescentes y
adultas, ya todas tenían ahí puesto algo de deseo. Nos referimos al hecho de
que, bajo las reglas de confinamiento, ambos grupos etarios elaboraron
estrategias de encuentro y conversación que consistieron en salir juntas a
hacer las compras, chatear y aprovechar los momentos de entrega de bolsones en
las casas tomadas para pasar un rato juntas acomodando verduras y discutiendo
temas que las convocaban desde las consignas feministas, además de sostener un
intercambio epistolar dentro del encuadre pedagógico de AulaVereda en el que
también se retomaban problemáticas en la intersección entre patriarcado y
adultocentrismo:
El domingo
pasado fue el Día de las Niñeces, y como no pudimos vernos, nos gustaría saber
qué piensan ustedes sobre la niñez, así que les preguntamos: ¿qué tres cosas
son las más importantes para una niña? Les dejamos acá un cuadrito para que
adentro escriban o dibujen su respuesta. (Fragmento de la carta no. 3, enviada
el 25 de agosto de 2020)
Desde la perspectiva que comparten
hooks y Ahmed —heredada en ambas de la epistemología feminista y también de la
educación popular en hooks—, conocer es sinónimo de involucrarse, de ligarse
con algunos aspectos de la realidad, ya sea para tomarlos como propios o
enojarse: “El asombro se trata de aprender a ver el mundo como algo que no
necesariamente tiene que ser y como algo que llegó a ser, con el tiempo y con
trabajo” (Ahmed, 2015, p. 273). En este sentido, el vínculo pedagógico es una
invitación a hacer con el saber y no a conocer desde lejos, es una invocación a
la proximidad con el mundo y con otrxs que lo componen para generar más de lo
que hace bien y espantar lo que daña. Por eso, entendemos al asombro feminista
como una acción de ocupar el conocimiento, en tanto extenderlo hacia quienes
aún no lo han sentido y en tanto saber que invita a quienes lo aprenden desde
su propio protagonismo como actuantes de su propia realidad. Es una invitación
lanzada al vacío, hablada hacia las niñas, mirándolas a los ojos pero sin
esperar una respuesta, pues los tiempos de una pedagogía respetuosa atentan
contra la inmediatez y la obviedad (Abramowski, 2016). Muchas veces, de hecho, esas
propuestas no tuvieron el impacto esperado en las adolescentes, y se trató de
un proceso de convite y reformulación también de las invitaciones para que
convoquen a las niñas, como un posicionamiento corrosivo que permita habitar
los desacuerdos y producir preguntas (Trebisacce, 2018). Parte también de las
propuestas del feminismo fue poder ser habitado por múltiples subjetividades,
con contradicciones y tensiones que no impliquen su desintegración, si no su
permanente puesta en movimiento.
O sea, un
conocimiento que se convida para ser usado, amasado, saboreado, escupido y
enchastrado, en un gesto queer/cuir
que, como explica flores (2017) escapa de las verdades absolutas y los
conceptos puros, para (re)volver en forma de pregunta hacia quienes lo
convocan. De este modo, esa invitación a conocer también podría
conceptualizarse como una ocupación del mundo de las ideas, al tomarlo por
asalto y compartirlo entre quienes, hasta el momento, no habían accedido a él, porque
los mandatos adultocéntricos mantienen a las infancias alejadas del campo de la
política. Así, conocer como gesto de ocupar se vuelve metáfora espacial de
cuerpos infantiles y adultos haciéndose un lugar en los feminismos y en las
disputas de poder, a la vez que se significa como metáfora temporal de pasar el
tiempo intergeneracionalmente prestándole atención a este objeto de
conocimiento novedoso, que en su comprensión modifica a los sujetos que lo
conocen. Como dice hooks, enseñar feminismo puede significar hacerlo, lo cual
encarnado en cuerpos de diferentes edades puede ser también una ocupación de
las jerarquías etarias, una forma de gestar un feminismo intergeneracional.
Traemos la
metáfora del ocupar, entonces, porque la acción pedagógica en AulaVereda admite
su estudio en tanto apropiación de saberes a través de los grupos etarios y en
tanto democratización generacional de temas que han sido históricamente monopolizados
por la adultez ―como la política y la crítica, como el placer y la sexualidad―.
Queremos llamar la atención, entonces, hacia los modos en que los feminismos
cuestionan las jerarquías sociales, permeando en preguntas más allá de los
géneros y las identidades, alcanzando en este caso las divisiones
generacionales, pero no porque ellas dejen de existir, sino porque abre a la
posibilidad de ligar las partes de modos inesperados. En este sentido, el
propio vínculo pedagógico se recrea en términos novedosos, salteando ciertas
imposiciones estandarizadas en la práctica educativa, como el amor maternal y
la vocación desinteresada (Abramowski, 2016), para insistir en la pregunta sobre
qué formas relacionales son posibles a través de las edades.
Otra vez es Ahmed
quien nos convida algunas pistas para su respuesta desde el caso etnográfico.
La autora dice sobre los vínculos feministas que: “una se mueve hacia las
otras, otras que están vinculadas con el feminismo, como un movimiento de
alejamiento de aquello contra lo cual estamos. Estos movimientos crean la
superficie de una comunidad feminista” (2015, p. 285) que, entendemos, comenzó
a formarse en AulaVereda más allá de las intenciones pedagógicas de sus
integrantes, que no habían manifestado un especial interés en abordar o
reformular los vínculos intergeneracionales. Sin embargo, la participación
conjunta de los grupos etarios en las calles produjo un movimiento hacia
adentro de la organización, en sus planes de acción y formas de estar juntas,
lo que pasamos a analizar en el siguiente apartado.
Las compañeras multiedades o
la ocupación de la calle
La cantidad de
gente que hay en todas partes es impresionante, el micro no puede avanzar
demasiado y las adultas deciden bajar para seguir a pie. La marea de cuerpos se
precipita en las calles y todo es profundamente llamativo: las veredas
adornadas con pañuelos violetas y banderas LGTTBIQ+, las personas que andan
llenas de brillos, las drag en majestuosos trajes, la música en cada rincón.
Llegando a la plaza donde está la feria casi no se puede andar y la fascinación
de todas aumenta en sus expresiones faciales. Hay puestos a ambos lados de la
calle y en el medio, de modo que la gente circula en dos corredores de un lado
a otro. Las adultas y niñas de AulaVereda se miran entre la gente y aceptan que
no podrán hacer el recorrido juntas, de modo que una de las adultas grita “de
vuelta en esta esquina a las 19:30 hrs” y queda habilitada la dispersión. En la
vorágine multitudinaria se arman 4 grupitos de niñas y adultas que conversan
sobre lo que ven. “¡Mira esto qué lindo!” dice Ailu (11) a nadie en particular
y señalando unos collares con los colores del orgullo que hay en uno de los
puestos, “¡sí es, está re lindo! Y esto también” le responde Emilia (32),
agarrando unos pines con iconografía feminista. “¿Seguimos?” dice Pepi (12) y
avanzan comentando cada cosa que ven.
(Registro de campo Encuentro
Plurinacional, La Plata, octubre 2019)
En el Encuentro Plurinacional Feminista,
como relatamos antes, participan miles de personas. Si bien su eje vertebral son
una serie de talleres de debate en comisiones (trabajo, sexualidades,
punitivismo, educación, salud, etc.), es también en sus intersticios que se
forja una identidad colectiva de movimiento feminista y plurinacional al que,
tanto adultas como niñas de AulaVereda, se vieron convocadas en un asombro
energizante que se les plasmaba en los rostros y los tonos de entusiasmo para
cada cosa. Aquellos talleres no resultaron cautivadores para las adolescentes,
que le rehuían a la idea de estar sentadas durante varias horas escuchando
hablar a otras adultas sobre un tema puntual, de modo que su experiencia en el
evento tuvo como escenario privilegiado las ferias montadas en las plazas, las
caminatas por las calles, las salidas nocturnas a escuchar bandas y la manifestación
central del Encuentro, que reúne cada año a todxs lxs participantes en un
recorrido masivo por ciertos puntos centrales de la ciudad, una movilización
que dura horas y recorre largos kilómetros.
Vale decir que
son muchas las personas adultas que también optan por esta forma de habitar el Encuentro,
por fuera de las comisiones de debate, aunque dialogando con ellas desde los
márgenes, en conversaciones informales que resuenan coralmente a lo largo del
territorio ocupado por el acontecimiento. La propia dinámica de los EPF invita
a esta multiplicidad, en tanto es esa marea de gente ocupando la calle y
tomando la ciudad la que hace comunidad feminista, es allí donde se hace cuerpo,
donde fue posible para las más jóvenes ser las protagonistas junto a las
adultas, de un modo que ubicó a todas en posiciones nuevas en relación con las
demás.
Este énfasis en
el eje espacial-vincular es algo que también han encontrado Pascual y Bianchi
en su análisis sobre los EPF, donde nombran: “el espacio en tanto articulador del
locus de movilización de los feminismos en la Argentina” (2018, p. 2), y
estudian la particularidad del espacio público como aquella materialidad que se
impregnó en los modos de hacer política de este movimiento, concluyendo que no
puede considerarse a la calle como un mero escenario donde la disputa de poder
ocurre, sino que ella misma tiene efectos en los modos vinculares que se
engendraron en su accionar. Si bien las autoras no trabajan sobre la dimensión
intergeneracional, su recuperación herética de Foucault en la categoría de
“heterotopía feminista” nos permite a nosotras nombrar el modo en que ciertas
disposiciones de los cuerpos en el espacio producen fugas de la norma
patriarcal, que es también una norma adultocéntrica que ha capturado los
vínculos entre niñas y adultas en libretos estandarizados y jerarquizados (como
madre-hija o docente-alumna).
Lo que queremos decir es que el proceso de ocupación de un territorio
tan vasto como es el centro de una ciudad abrió la posibilidad de que los
cuerpos históricamente privatizados de mujeres y niñas aparezcan a plena luz y
sean las protagonistas públicas del evento, lo que produce a su vez efectos
sobre los modos de relaciones que estos dos grupos etarios tienen, o al menos
los que tenían en AulaVereda en tanto propuesta pedagógica. Sostenemos, entonces, que ese
encuentro multitudinario de los cuerpos en el espacio público produce una
experiencia de participación diferente a lo analizado en el apartado anterior
porque
enfatiza el papel del estar siendo y creando un espacio de despliegue
de la contigüidad corporal que resignifica los modos normativos en que el
espacio dispone nuestra corporalidad y subjetividades cotidianamente, desde la
reivindicación de los feminismos del derecho a habitar una vida vivible. (Pascual y Bianchi, 2018, p.
6)
por ello entendemos que ocupar, aquí,
es también dejarse ocupar por la política feminista. Lo que nos toca estudiar
en este apartado es la significación precisa de esta ocupación para las niñas y
adultas de AulaVereda para luego reflexionar qué de esta particularidad a su
vez interpela a los feminismos para seguir rompiendo los límites de lo posible.
Muchas cosas se
han dicho ya sobre cómo este movimiento ha transformado la arena y acción
política local (Tarducci et al., 2019; Nijensohn, 2019), incluso aquello
relacionado con las infancias (Magistris, 2022; Shabel et al., 2023), pero entendemos
que, en el contexto de esta organización, la ocupación del espacio produjo un
enlace entre aquello que parecía no tener relación o una deformación de un lazo
-intergeneracional– que parecía tener
una sola dirección pedagógica. Este gesto de deformación de la norma vincular a
partir de un habitar disidente del espacio público, hicieron de la calle un
componente fundamental en la transformación, yendo desde lo conocido hacia lo
incierto e inesperado en un acontecer imposible de planificar, en sintonía con
aquello que plantea Butler (2017) en su análisis performático sobre los cuerpos
posicionados en situación de asamblea. Para nuestro campo, esto significa que la
publicidad de los cuerpos infantiles participando de la agitación es una forma de
torcer los mandatos de lo que la infancia debería ser y de lo que la política
debería hacer y en esa torcedura los cuerpos de todas las edades se encuentran
y se ensanchan para ocupar el espacio que les ha sido históricamente negado.
Adolescentes ocupando la calle
Fuente: Fotografía
tomada por autoras, La Plata 2019.
La propuesta de los EPF, en la
habilitación de esas variadas formas de estar en el evento que comentamos con
anterioridad, produce una situación de democracia posicional en la que todas las
asistentes son protagonistas anónimas de un movimiento tan horizontal como
heterogéneo, en la que no es más ni mejor feminista la que hace una cosa u otra.
O sea, que hablamos de una acción política que fuga hacia la desjerarquización
etaria, en tanto no mide lo que los cuerpos pueden para invitar a su
participación, de modo que están todas invitadas, las que asisten o no a las
comisiones de debate, las que disfrutan de articular discursos complejos sobre
sus experiencias y las que prefieren escuchar en silencio o irse a pasear a la
feria.
Es aquí donde
nombramos la emergencia de una vincularidad de compañeras en yuxtaposición con
lo pedagógico, una nueva forma de estar con las otras generaciones, de
aproximarse entre las alteridades etarias que suelen tener libretos de
encuentro profundamente estandarizados y jerarquizados (Owen, 2020). Para
estudiar esta torcedura, esta desviación de lo esperado/esperable nos valemos
del trabajo de Haraway quien, en Seguir con el problema (2020), escribe
sobre las alianzas multiespecies como una nueva posibilidad de acercamiento con
la diferencia y de entendimiento con la alteridad. En su libro palomas, arañas,
comunidades indígenas del oeste canadiense y niñxs afrodescendientes del Bronx
se encuentran desde la singularidad de cada grupo, desde aquello que saben,
desean y necesitan para sobrevivir y hacerse refugios compartidos.
Nos hacemos eco
de esas ideas para pensar en las alianzas multiedades que se generaron mientras
adultas y adolescentes de AulaVereda andaban por la calle compartiendo el
asombro como un afecto mutuo que circulaba entre ellas para con el
acontecimiento, y ya no desde unas hacia otras como antes era la invitación
pedagógica. Y compartiendo también los cuartos para dormir, el cansancio, la
emoción y los desayunos, de allí la etimología de cum-panis, repartir el
pan con otrxs que están allí como acto más de confianza que de generosidad,
según explica la propia Haraway. Hablamos, entonces, de un novedoso compañerismo
intergeneracional en la práctica política, en la que se forja un horizonte
común desde esa diferencia etaria que afecta a cada una de las partes y crea un
devenir-con las demás. En palabras de la autora, podríamos decir que se forman
parentescos raros entre las edades, familiaridades inesperadas en las que es
posible volver a mirarnos a través del tiempo, más allá de lo preestablecido
para cada generación y para las conexiones entre ellas:
Son las 8 de
la mañana, y a Helena (26) le suena la alarma. Hay 9 personas durmiendo en el
aula, en la escuela en la que se están quedando por el fin de semana que dura
el EPF. Son más adultas que niñas, pero a simple vista no se distinguen porque
están tapadas en sus bolsas de dormir. Otras más duermen en otra aula, y otras
duermen en el pasillo. Maitena (16) hace un ruido de queja y se esconde más
adentro de la bolsa. “¡Arrrriiiibaaaaaa!” dice Helena, y se levanta y una por
una va despertando a las adultas y a las niñas, moviéndolas despacito con la
mano. “Vamos, delen, nos tenemos que levantar así llegamos a desayunar y no
perdemos el micro”. Lorena (28) desde su bolsa de dormir pregunta “¿Qué hay
para desayunar?”, a lo que una adolescente le responde desde afuera del cuarto
“Te vas a tener que levantar para ver” y se ríe.
(Registro
AulaVereda, Encuentro Plurinacional Feminista de La Plata, octubre 2019)
Sin embargo, queremos desbordar a
Haraway para traer la categoría de compañeras al sur desde el que escribimos y
hacer resonar en esa palabra la politicidad propia latinoamericana porque,
desde acá, al decir compañera se nombra un trayecto común en el compromiso por
un mundo más justo, una proximidad con el mundo de la política y con las partes
que se identifican de ese modo. Es por esto mismo que la designación de
compañeras se ha utilizado exclusivamente por el mundo adulto y es por ello por
lo que insistimos en estudiar este caso como un desacato de las normas
generacionales posible en los marcos de la acción feminista. Tanto Gentile
(2011) como Morales (2020) problematizan esta misma noción de compañerxs
políticxs en relación con las infancias y vuelven, como lo hacemos nosotras, a
repensar la participación como hecho intergeneracional y así abrir la posibilidad
a que seamos cada vez más lxs que nos aliamos contra el daño, incluso si eso
significa sumar personas no-adultas o sumar no-personas. Lo que esta
investigación indica es que, en los marcos del feminismo, todas estas opciones
son posibles.
Discusiones vinculares para
un feminismo intergeneracional
Una de las preguntas fundamentales
que instaló el feminismo en el escenario local fue por los modos en que
desplegamos e imaginamos nuestras relaciones sociales, algo que Marx apuntó
hace unos ciento cincuenta años como eje de toda práctica política. Esto quiere
decir que, no solamente las relaciones entre los géneros se pusieron en tela de
juicio, sino que entraron en cuestionamiento también las construcciones
occidentales sobre los vínculos sexo-afectivos y los ideales de amor romántico,
los mandatos de familia nuclear y reproducción filial y muchos otros formatos
que parecían naturales, pero no lo eran. La investigación etnográfica que aquí
presentamos se inscribe en esta línea, inclinando los interrogantes hacia las edades
y generaciones.
En ese camino,
hemos abordado las relaciones que se desplegaron entre adultas y niñas en el
contexto de AulaVereda, comenzando por la caracterización del vínculo
pedagógico en tanto invitación al entusiasmo desde el asombro producido por un
redescubrir del mundo desde una nueva perspectiva: la feminista. Entendemos
este convite de conocimiento como una ocupación conceptual al hacerle lugar a
las infancias en un mundo que ha sido históricamente reservado para la adultez,
subsumiendo al resto de las edades a su criterio, sin considerar ni los deseos
ni las necesidades específicas de las otras edades porque las presupone sin
escuchar, desde la norma temporal que se impone en todo el ciclo vital
(Halberstam, 2005). Así, el asombro se vuelve instrumento contra la norma
etaria, abriendo preguntas que vuelven sobre todas las partes involucradas, o
sea, tanto las adultas como las niñas quedan expuestas a la desnaturalización y
es, quizás, esto mismo lo que permite la transformación del vínculo.
Entonces, pudimos
registrar cómo el proceso en AulaVereda se movió del vínculo pedagógico hacia
el vínculo de compañeras políticas, movilizadas conjuntamente en el espacio
público, movilizando a su vez ellas mismas nuevas preguntas hacia los
feminismos en su ocupación del espacio desde los cuerpos infantiles. Esta
multiplicidad de modos de habitar el feminismo nos permite hablar de la
ocupación de las calles entre generaciones como una forma de ocupar el propio
movimiento para que no pueda ser propiedad de nadie y, a la vez, para dejarse
ocupar por él de modo que se abran inesperados puntos de fuga en el accionar
cotidiano de sus participantes. No obstante, si bien separamos los dos momentos
relacionales como operatoria analítica, creemos que ambas formas vinculares
están yuxtapuestas en la relación entre las adultas y las niñas de AulaVereda
en sus prácticas. Es decir, no se trata de una evolución cualitativa de pasaje
de un modelo vincular a otro, sino de una convivencia entre diferentes formas
que toman esos vínculos en una cotidianeidad donde suceden cosas diferentes. La
mutación irrumpe como operatoria primordial para no obturar la transformación
en una dinámica propia de los feminismos que trabajan contra sí mismos, contra
las capturas estancas de cualquier identidad (flores, 2017) y de cualquier
forma de vínculo.
Para cerrar,
hacemos resonar este análisis en aquello que Ahmed invoca como horizonte
político queer/cuir de unir cosas que
la norma separa: “La esperanza de la política queer es que acercarnos más a otros y otras, a quienes se nos ha
prohibido acercarnos, también podría daros maneras distintas de vivir con otras
personas” (2015, p. 254), que, si bien no se refiere específicamente a las
proximidades intergeneracionales inesperadas, nos deja ir en ese camino. Mientras
Haraway (2020) nos invita a contar cuentos multiespecies para hacer refugios en
un mundo en estado de destrucción permanente, aquí apostamos por contar
historias multiedades para ocupar los relatos y la imaginación con figuras que
se enlacen entre los grupos etarios. Sabemos que la pregunta por lo
intergeneracional es aún incipiente en los estudios feministas y por eso
creemos que investigaciones sobre experiencias como la de AulaVereda pueden
darnos unas pistas para crear nuevas estrategias de participación que rompan
con las lógicas adultistas y patriarcales, porque el Feminismo para el 99%
-que invocan Arruzza, Bhattacharya y
Fraser en su Manifiesto (2019)– es con todas las generaciones.
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[1] CONICET. Correo
electrónico: paulashabel@gmail.com
[2] Universidad de Buenos Aires. Correo
electrónico: hebe.montenegro@gmail.com
3 El Encuentro Plurinacional Feminista
(antes conocido como Encuentro Nacional de Mujeres) se realiza anualmente desde
1984 en Argentina. Cada año se elige una ciudad diferente, a donde se congregan
miles de personas durante el fin de semana largo de octubre, que coincide con
el feriado por el 12 de octubre. En los Encuentros se arman comisiones de
debate temáticas, en donde personas de todos los rincones del país se
encuentran para discutir e intercambiar ideas, y termina con una gran marcha
que recorre toda la ciudad. Es un evento clave en la vida del movimiento
feminista argentino, para el que organizaciones, partidos, colectivos y
movimientos se preparan durante todo el año para asistir. En este artículo nos
referiremos a dicho evento como Encuentro Plurinacional Feminista, pero se lo
ha mencionado de múltiples formas a lo largo de los años, como Encuentro
Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales,
Intersexuales y No Binaries, entre otros.