Avances de trabajo

Profesionales, trayectorias y uso del tiempo. Egresadas de la Universidad de Guadalajara

 

Beatriz Adriana Bustos Torres1

 

1Universidad de Guadalajara, Jalisco, México. Correo electrónico: beabustos@hotmail.com

 

Resumen

El uso del tiempo es determinante en la construcción de las trayectorias laborales; las mujeres encontrarán limitación al desarrollar su trayectoria laboral, dada la distribución del mismo entre trabajo no remunerado y trabajo remunerado. La carga de actividades reproductivas y domésticas provoca que las mujeres tengan menores posibilidades de desarrollarse en el ámbito laboral.

Palabras clave: México, mujeres profesionales, uso de tiempo, género.

 

Abstract

The use of time is crucial in building the career paths ; women will find limitation to develop their career path , given distribution between paid and unpaid work . The burden of reproductive and domestic activities causes women have fewer possibilities to develop in the workplace.

Keywords: Mexico, professional women, gender, use of time.

 

RECEPCIÓN 18/02/2016

ACEPTACIÓN: 4/07/2016

 

 

Introducción

 

 

La forma como distribuyen el tiempo hombres y mujeres con características socio-demográficas similares, nos muestra la construcción diferenciada de sus trayectorias laborales.[1] El objetivo de este capítulo es mostrar, cómo individuos con características de igualdad en escolaridad, en este caso nivel de educación superior, desarrollan su trayectoria profesional a partir de condicionamientos impuestos culturalmente a partir del género;[2] es decir, demostrar que hombres y mujeres profesionales no gozan de la misma autonomía a la hora de decidir, y construir su trayectoria laboral.

           Abordaremos literatura sobre la división sexual del trabajo como marco de referencia para el análisis de la construcción de trayectorias laborales de mujeres con educación superior. Observaremos que la segmentación del tiempo utilizado entre el trabajo no remunerado –doméstico–, y el trabajo remunerado o para el mercado, es diferente entre hombres y mujeres, creando una fuente de inequidad; hecho que constatamos a partir de dos fuentes de información, una de ellas es la base de datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, y la otra es información recopilada en entrevistas a profundidad a egresadas de educación superior de la Universidad de Guadalajara, México. Como se observa, la metodología utilizada es una combinación que nos permite mirar desde lo cuantitativo –enut– y desde lo cualitativo, entrevistas a profundidad.

           Es relevante señalar que los instrumentos utilizados tienen sus bondades, pero también sus limitaciones. Los datos de la enut que se manejan en este trabajo no permiten una constante desagregación de las variables respecto a las mujeres con educación superior; sin embargo, nos brinda información sobre la utilización del tiempo de la población mayor a 12 años, es decir, la población en edad de trabajar para el mercado. Nos permite entender cómo el tiempo adquiere diferentes dimensiones de acuerdo al medio que se habita, sea rural, semiurbano o urbano, de acuerdo a la edad, al sexo, a la condición de maternidad entre otras variables, el objetivo general es proporcionar información estadística necesaria para la medición de todas las formas de trabajo de los individuos, tanto remunerado como no remunerado, y hacer visible la importancia de la producción doméstica y su contribución a la economía (enut, 2014).

           Los datos proporcionados por la enut servirán como marco de reflexión y explicación al Uso del Tiempo como fuente de inequidad entre hombres y mujeres.

           En primer lugar se presentan datos sobre la utilización del tiempo derivados de la encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística Geografía (inegi) la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (enut) de 2009 y 2014. Además de los datos estadísticos, este artículo revela información cualitativa obtenida de entrevistas realizadas a mujeres profesionistas sobre la utilización de su tiempo, mediante las cuales constatamos que las actividades reproductivas realizadas en el seno familiar son una fuente de desigualdad entre hombres y mujeres en la construcción de su trayectoria laboral.

           Es una propuesta teórica y metodológica que aporta información detallada en el análisis de iniquidades de género que afectan a un grupo aparentemente favorecido por la adquisición de capital humano. La cuantificación y análisis del tiempo entre hombres y mujeres nos confirman una realidad predominante, sin embargo, la asociación de información cuantitativa enut con la información de campo, nos permiten constatar una división sexual del trabajo tradicional,[3] donde la mujer continúa asumiendo su rol de género por imitación,[4] sin un cuestionamiento, confrontación, o señales de avance hacia relaciones equitativas entre hombres y mujeres. Estos hechos deben ser considerados en el diseño de políticas laborales y sociales que conduzcan hacia prácticas laborales del trabajo decente y con desarrollo de oportunidades en similares condiciones para hombres y mujeres profesionales.

 

 

La nueva visión del trabajo reproductivo: El trabajo no remunerado (tnr) y el trabajo remunerado (tr)

 

 

Los movimientos feministas y movimientos en pro de la igualdad entre los sexos, en diversos momentos y latitudes internacionales, han planteado la imperiosa necesidad de analizar a profundidad las tareas de reproducción[5] realizadas principalmente en el seno familiar. Lo reconocido como trabajo doméstico, ha sido ampliado, dando paso a el término de Trabajo No Remunerado, ya que éste incluye además de las tareas domésticas por excelencia, el cuidado de los miembros del hogar, actividades de apoyo a otros hogares o a la comunidad, apoyo gratuito a otros hogares, y el trabajo voluntario no remunerado, también se incluyen actividades que generan una ganancia económica para la familia sin representar un ingreso para las mujeres (onu Mujeres, 2011). Un peso importante en esta discusión y debate ha sido el trabajo destinado al cuidado de los miembros del hogar (menores, enfermos temporales, discapacitados, ancianos débiles). Todas estas actividades se diferencian de aquellas de igual índole que son realizadas por personas remuneradas o empleados, ya sea fuera o dentro del hogar. Por otra parte, tenemos al trabajo asalariado o remunerado (tr) en donde se incluye de manera amplia, cualquier actividad de la cual se obtiene un salario, compensación económica o remuneración. El creciente involucramiento de las mujeres en el tr marca el imperativo de entender al trabajo que se desarrolla en la sociedad en sentido extenso, en donde se incluya el análisis del tnr y el tr.

           La propuesta de este trabajo es entender la División Sexual del Trabajo (DSxT) a través de la distribución del tiempo de sujetos de distinto sexo, reafirmando lo que Bourdieu (2000) señala sobre el desequilibrio social que se produce a través de la DSxT tradicional. Aduce que, el trabajo de reproducción quedó asegurado, hasta una época reciente, por tres instancias principales: la familia, la Iglesia y la escuela, que, objetivamente orquestadas, actúan sobre las estructuras inconscientes de hombres y mujeres. La familia, afirma el autor, es la que asume el papel principal en la reproducción de la dominación y de la visión masculina; en la familia se impone la experiencia precoz de la división sexual del trabajo y de la representación legítima de esa división, asegurada por el derecho (Bourdieu, 2000).

 

 

El uso del tiempo

 

 

A través del análisis del uso del tiempo es posible contabilizar el tiempo dedicado al tr y tnr, lo relevante de ello, es plantear que las trayectorias laborales de los individuos están determinadas por la distribución de su tiempo. No existe gran abundancia de los estudios que plantean este análisis; sin embargo, el interés se ha incrementado en la última década. Iniciaremos con el planteamiento de Burín (2007) quien nos menciona que la condición de género representa desigualdad en torno al tipo y forma de empleo, ya que las mujeres siguen asumiendo la crianza y cuidado de los hijos e hijas, y cuando aparece una oportunidad laboral, lejos del hogar, los que aceptan son los varones mientras que las mujeres permanecen en empleos que se encuentren cercanos a la familia por estar vinculadas con lo íntimo y doméstico.  

           Las investigaciones sobre el uso del tiempo de los hombres y las mujeres muestran que éstas invierten mayor tiempo en el trabajo no remunerado que en el remunerado. Armstrong (2008) nos señala que el trabajo que las mujeres invierten en el cuidado de los demás representa una economía que no es tomada en cuenta. La prestación de cuidados sin pago alguno representa una economía subterránea y afirma que hay suficientes evidencias para creer que esta situación es parecida en el mundo entero (Armstrong, 2008: 195). La invisibilidad referida, viene a reforzase por lo difícil que es medir el tiempo que consume la prestación de servicios a los demás, ya que las mujeres lo asocian como parte de sus responsabilidades, lo contrario ocurre con los hombres que al no tener dicho trabajo a su cargo, de manera rutinaria, es visto por ellos como apoyo o ayuda a las mujeres.

           La literatura que aborda la distribución sexual del trabajo (Pedrero, 2002, 2004; Bustos, 2011; Aguado, 2007; Aguirre, 2005) nos señala la generación de relaciones desiguales entre hombres y mujeres a partir de la segmentación del trabajo en la sociedad, y de la consiguiente dedicación en tiempo a dichas actividades. Se menciona que en el ámbito de trabajo remunerado, las ocupaciones, oficios y profesiones feminizadas se devalúan. También señalan, que las mujeres trabajan más tiempo que los hombres como resultado de la suma de horas dedicadas al trabajo remunerado y no remunerado.

           Las principales funciones del trabajo doméstico abarcan la provisión y mantenimiento de la vivienda (limpieza, trabajos de mantenimiento, reparación, equipamiento, hacer trámites para comprar o alquiler), atender la alimentación (planificar la comida, adquirir los ingredientes, prepararla, servirla, limpiar los platos), cuidar del vestido (lavar, planchar, coser, comprar ropa o adquirir la tela y confeccionar ropa) proporcionar cuidados: a los niños, a los enfermos, a los ancianos, y a otros miembros de la familia que requieren apoyo constante. “A estas actividades se suman las auxiliares, llamadas así porque depende de las principales, como el transporte, las compras, la planificación y control de las finanzas entre otras" (Pedrero, 2004: 427).

           A través de los estudios que abordan el tnr y el tr, identificamos la necesidad de medir el uso del tiempo entre hombres y mujeres para entender la construcción de la desigualdad que sustentan las mujeres en el ámbito laboral, la cual abarca elementos estructurales fincados en valores socioculturales de la asignación de roles de género. Una conclusión relevante es que son las mujeres las que invierten más tiempo en el trabajo no remunerado, por lo cual goza de menor reconocimiento social o económico. Otro aspecto es la devaluación e invisibilidad del tr femenino como fuente de inequidad.

           Es evidente que la cantidad de trabajo no remunerado está relacionada con la estructura del hogar, y con la fase del ciclo vital por que atraviesa, sobre todo con el número de dependientes, estratos socioeconómicos y edad. Son claramente las más pobres y las más jóvenes con hijos e hijas las que deben dedicar más tiempo a los trabajos no remunerados (Aguirre, 2005: 34).

           Se podría comenzar a pensar que la distribución del tiempo entre el tr y tnr específicamente el doméstico, tienen efecto en las trayectorias laborales de los individuos. En cuanto al uso del tiempo de hombres y mujeres en el sistema capitalista, Carrasco (2005) señala que la vida personal y social es sometida a los tiempos industriales, afirmando que en las sociedades actuales el tiempo de la vida social lo determina el tiempo del trabajo mercantil. Es así como la vida en familia queda determinada por el tiempo de la jornada laboral, generando con ello la doble jornada. Se presentan así, espacios de trabajo totalmente interrelacionados entre sí pero regidos por características absolutamente diferentes: lo que ha venido a llamarse la lógica del cuidado y la lógica del beneficio. Mientras existe el modelo familiar "male Breadwinner" (hombre proveedor de ingresos/mujer ama de casa) como modelo dominante, no se plantea el conflicto de los tiempos: las mujeres mayoritariamente desarrollan sus actividades en un tiempo (invisible y no reconocido) –que aunque organizado en parte desde la producción mercantil– no está gobernado por criterios de mercado, y los varones, liberados de obligaciones relacionadas con el cuidado de la vida, pueden poner su tiempo (visible y valorado) a disposición de las necesidades de la empresa. Sin embargo, con la creciente participación femenina en el mercado de trabajo y la nula repuesta social y masculina ante este cambio de cultura y comportamiento de las mujeres, estas últimas asumirán la doble jornada y el doble trabajo desplazándose continuamente de un espacio a otro, solapando e intensificando sus tiempos de trabajo (Carrasco, 2005: 53).

           Los cambios que se han presentado en los últimos años en los mercados de trabajo han modificado drásticamente la vida de los individuos, la vida personal queda sometida a los tiempos en los cuales se trabaja para el mercado, por lo que la forma de concebir el empleo también se ha visto modificada, los conceptos utilizados en la existencia del Estado benefactor o de bienestar, como el pleno empleo, ya no alcanzaron para explicar las condiciones en un mundo laboral desregulado y flexibilizado, mucho menos las implicaciones en las relaciones sociales que se gestan en la vida cotidiana de los sujetos. Las nuevas formas en las que los hombres y las mujeres comenzaron a incorporarse al trabajo después de la segunda mitad del siglo xix, abrieron paso a retomar el análisis de los mercados de trabajo, preguntándose cómo son los mecanismos del trabajo remunerado, más aún, cómo es que sucede esta división social del trabajo entre los diferentes tipos de empleados con relación a los mercados de trabajo, cómo es que se incorporan al trabajo para el mercado hombres y mujeres, los tiempos destinados a este trabajo y al reproductivo.

           Desde el enfoque económico y sociodemográfico de los mercados de trabajo que nos menciona De la Garza (2005), se retoma el análisis del género, estratos de edad y escolaridad, así como de ingresos, lo que da la pauta para el estudio antropológico y sociológico sobre cómo es que funcionan los mercados de trabajo según características demográficas y condición de género, aunado a esto

 

el mercado de trabajo también puede analizarse como interacción entre los sujetos que se mueven en ciertas estructuras que dan sentido a su situación y que ejercen acciones tendientes a la venta o compra de fuerza de trabajo o a la construcción de una ocupación (De la Garza, 2005: 6).

          

Es así como el tema del uso del tiempo reproductivo[6] se vuelve una categoría analítica para explicar la desigualdad en el mundo laboral y las trayectorias profesionales, que no sólo es cuestión de contabilizar las horas destinadas al trabajo reproductivo y productivo según género, sino que además existe un cruce entre el tiempo y los despliegues subjetivos de los hombres y las mujeres. Es entonces el momento para analizar la influencia del uso del tiempo reproductivo en el uso del tiempo en el trabajo productivo y en las trayectorias laborales de profesionistas.

           El trabajo doméstico es reconocido socialmente como un trabajo no productivo, debido a que no hay de por medio una remuneración económica; sin embargo, es una parte importante para la preservación de la humanidad.

 

La productividad en el capitalismo se establece en función directa de la explotación de las fuerzas de trabajo, que radica en que a cambio de una jornada de trabajo, el obrero solo recibe el valor necesario para reponer su energía consumida durante dicha jornada. Pero este salario no es suficiente para reproducir su fuerza de trabajo: se requiere del trabajo doméstico para apenas lograrlo. En otras palabras, si un trabajador tuviera que pagar a alguien para que le lavara, cocinara, cuidara su hogar, etcétera, su salario no alcanzaría para satisfacer esas necesidades básicas (González, 2007: 136-137).

 

La exclusión de las mujeres originada a través de la asignación del trabajo doméstico es señalada por Torres (1989) cuando aclara que no es que se cuestione si dicha actividad constituye un trabajo, en el sentido de que el humano usa a la naturaleza para satisfacer necesidades, sino que dicha exclusión se sustenta en lo que no es, ya que el trabajo doméstico no posee ciclos de acumulación, no tiene relaciones asalariadas y su producto no tiene precio en el mercado. Así, es esta ausencia de salario/precio, lo que deja al trabajo doméstico como si no perteneciera a las relaciones de mercado que imperan en el sistema capitalista de producción. Sin embargo la misma autora aclara esta situación:

 

El trabajo doméstico como proceso de producción no se enmarca en las relaciones sociales de producción de tipo capitalistas clásicas. Es decir, no existe la separación del trabajador de los medios de producción, no está sujeto a la división técnica y social, sino que puede decirse que quien lo realiza, tiene tanto el control y dirección sobre el proceso de trabajo en su conjunto, como la capacidad de disponer de los medios de producción y el producto final. Ello no quiere decir que se encuentre totalmente fuera de las relaciones sociales capitalistas, sino que su articulación con las misma se produce a través de los vínculos jurídicos e ideológicos (Torres, 1989).

 

           De tal manera que el trabajo doméstico representa el trabajo social necesario, asociado a los roles de esposa y madre que la mujer asume tradicionalmente. El antes denominado trabajo reproductivo desde la economía política, hoy se aglomera en el trabajo no remunerado, el cual minimiza la importancia que este tiene para la economía, lo que hace que las mujeres se sigan viendo en desventaja respecto a los hombres. González (2007) señala que en México el trabajo doméstico no remunerado es igual al 17% del pib nacional, ya que el 90% de las mujeres que trabajan en México, además de su trabajo extra doméstico, son encargadas de realizar las tareas del hogar. Las mujeres que trabajan reciben menor salario comparado con el que reciben los hombres, incluso al realizar las mismas tareas. Las mujeres se incorporan al trabajo remunerado principalmente en el sector de servicios; en suma las mujeres trabajan de seis a nueve horas más semanalmente de su tiempo de trabajo total. Cabe señalar que el hecho de que las amas de casa no se consideren Población Económicamente Activa (pea) reduce el porcentaje de desempleo femenino.

           Pocas razones hay para creer que la subvaloración que plantea Amstrong (2008: 195) sea exclusiva de Canadá (lugar donde la autora ubica su estudio) y muchas para pensar que es parecida en el mundo entero. La invisibilidad del tnr doméstico se refuerza al tratar de medir el tiempo que consume la prestación de servicios a los demás, ya que las mujeres lo asumen como parte de su condición femenina.

           Existen grandes dificultades para medir el tiempo que las mujeres dedican a las tareas domésticas ya que tiende a ser invisible aún por ellas. Un ejemplo es el cuidado de los hijos e hijas (dependientes o enfermos) no es contabilizado, por las mujeres, dado que es una actividad constante y paralela a otras actividades del hogar (Armstrong, 2008). En países desarrollados se ha avanzado bastante en generar información para medir el bienestar de la población, con ello han facilitado el conocimiento sobre los estilos de vida de distintos grupos: socioeconómicos, etarios, étnicos, y la elaboración de políticas públicas para su atención (onu, 2011). En América Latina, en la última década se ha trabajado sobre ello, a partir del compromiso internacional basado en el convenio 156 de la oit (2009). Así es como entre 1996 y 2012 en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, se han levantado encuestas de uso de tiempo (eut) con cobertura nacional o regional. Dichas encuestas subrayan la importancia económica que tiene para las naciones incluir el tnr en las cuentas nacionales y en la generación del producto interno bruto (pib). Algunos de estos casos son Chile en donde el sernam estimó que el tnr representa alrededor del 26% del PIB; el ine en Guatemala estimó dicho valor entre el 26 y 34% en el 2000; Nicaragua, en 23% en 1998, y en México a través de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (del inegi) se estimó la contribución del tnr en 21.7% del PIB nacional (onu, 2011).

 

 

La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo

 

 

La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (enut)[7] ha sido aplicada en México en 2002, 2009, y en 2014. Dicha encuesta tiene el objetivo de recopilar información sobre el uso del tiempo que se le dedica al trabajo productivo y al trabajo reproductivo por sexo y a partir de los doce años. La enut es parte de la estadística del inegi, y para este estudio se toman datos nacionales de la enut 2009, y sobre los profesionistas (enut, 2002) a partir del trabajo de Pedrero (2004) (ver Cuadro 1).

           De acuerdo a la enut 2014, las mujeres asumen el 58.5% del Trabajo No Remunerado, mientras que los hombres cubren el 18.2% del mismo.

 

Cuadro 1. Distribución porcentual del Trabajo para Mercado y Trabajo No Remunerado en los hogares por sexo

Fuente: elaboración propia con datos de la ENUT 2014.

 

Esta información la podemos observar por grupos de edad y sexo en las siguientes gráficas.

 

Gráfica 1. Actividades para el mercado y bienes de autoconsumo

Fuente: elaboración propia con datos de la enut 2014.

La enut nos indica que a nivel nacional los hombres dedican un porcentaje mayor de horas al trabajo remunerado o para el mercado, como lo llama el inegi, que las mujeres. Esta información se puede apreciar por rangos de edad. Llama la atención que las mujeres muestran un incremento en su participación económica hasta los 39 años; muestran un freno en su participación de los 40 en adelante.

           De acuerdo con Reygadas (2008) el capitalismo en combinación con el sistema de dominación masculino o patriarcal marca tres matrices de desigualdad: la matriz colonial, la moderna y la posmoderna. La matriz moderna se produce en las sociedades urbano-industriales, tiene como característica dos ejes que producen la desigualdad, la primera es la explotación, y la segunda el acaparamiento de oportunidades. El primer aspecto es estudiado por Marx, el cual plantea que la explotación ocurre cuando uno (capitalista) se apropia del valor excedente del otro (trabajador). Mientras que el segundo aspecto es retomado desde Weber, el cual habla del acaparamiento de oportunidades, que es cuando una persona o grupo controla o monopoliza ciertos recursos y posteriormente obtiene beneficios cuando otros tienen que pagarle para usar dichos recursos (Reygadas, 2008). Con lo que respecta al acaparamiento de oportunidades es importante pensar en la posición en la que se encuentran los hombres y las mujeres en el mercado laboral, esto es, cómo y con qué bases construyen sus trayectorias laborales.         

           La matriz moderna (Reygadas, 2008), basada en el modo de producción capitalista, divide al trabajo en dos unidades: como unidad doméstica, que es la que reproduce la fuerza de trabajo, y como unidad industrial que es la que produce artículos de servicios para el mercado. Estas divisiones acentuaron la DSxT, confinando a las mujeres a la unidad doméstica, donde no se generan ganancias, y a los hombres a las unidades productivas, donde se obtiene un salario por el trabajo realizado (Seccombe, 1974).

           La incorporación de las mujeres al mercado laboral muestra un crecimiento constante durante los últimos 30 años, relacionado con los procesos de modernización, industrialización y urbanización (en el caso de México). La tasa aumentó de 17.6% en 1970 a 36.8% en 1995 y a 42% en 2008 (conapo, 2010). De acuerdo al ordenamiento que hace la división sexual del trabajo tradicional, podemos notar que dentro del sistema capitalista el trabajo valorado es el concerniente al productivo, esto es, el trabajo que recibe una remuneración salarial. Sin embargo mantener una visión en la cual se conciban las dos esferas de trabajo, como separadas y no dependientes una de la otra, contribuye a generar mayores asimetrías en los géneros. Factores económicos y estructurales asociados al deterioro de los salarios en los últimos 40 años, han motivado la presencia de las mujeres en la pea como estrategia familiar para coadyuvar a disminuir las necesidades económicas y para satisfacer intereses individuales de las propias mujeres.

           La participación de las mujeres en el sector de servicios transformó la estructura de la familia por lo que se vio modificado el modelo familiar tradicional. La tasa de participación de las mujeres en el trabajo remunerado se incrementó a partir de 1990, siendo ésta, en el trabajo parcial más alta que las de los hombres. Así las mujeres no renuncian a sus otras tareas domésticas. Este tipo de trabajo parcial muestra una clara desigualdad entre hombres y mujeres (Dombois, 2004). Lo anterior es también afirmado por Seccombe (1974) quien señala que dentro del trabajo se encuentra el trabajo asalariado o tiene una relación directa con el capital, es visto como trabajo real, mientras que el trabajo doméstico, al encontrarse fuera de la retribución salarial es visto como algo predestinado, la natural vocación y obligación femenina. Las amas de casa sufren transformaciones en el capitalismo cuando las crisis son prolongadas, ya que para complementar el ingreso familiar, las amas de casa intensifican su trabajo aceptando labores o trabajar más en lo doméstico para recortar gastos, por esta razón la autora propone que en ellas se encuentra el poder de transformación del sistema económico, siendo las más afectadas, pero además las que podrán inconformarse más fuertemente al no tener relaciones directas con el Capitalismo.

 

 

El tiempo y el trabajo no remunerado

 

 

Gráfica 2. Trabajo no remunerado de los hogares

Fuente: elaboración propia con datos de la enut 2014.

 

Así los datos arrojados por la enut (2014) indican que las mujeres dedican mayor tiempo al tnr que los hombres. La desagregación por grupos de edad nos permite observar que las mujeres incrementan su participación en el tnr conforme aumenta su edad hasta llegar a los 60 años, cuando se observa una disminución paulatina; por lo que estas gráficas muestran que la cantidad de tnr se relaciona estrechamente con estructura familiar y con la etapa del ciclo vital, sobre todo con el número de dependientes, su edad y condición de salud. De acuerdo con Aguirre (2005) y Bustos (2011), las desigualdades en el reparto del tiempo destinado al tnr en las mujeres se relacionan con el estrato socioeconómico y la edad; las más pobres y las más jóvenes con hijos e hijas deben intensificar su participación en el tnr.

             El mercado laboral se vuelve complejo para el análisis ya que los diferentes actores que participan poseen características diferentes, en tanto género y educación, entendida ésta como la inversión en lo que se denomina “capital humano” al que se define como la cualificación o calificación laboral que adquieren los individuos, principalmente a través de la educación escolarizada (nivel de estudios) (Toharia, 1983). La adquisición de capital humano distingue a la población económicamente activa a partir de su escolaridad. Así entendemos a los profesionistas como aquellas mujeres y hombres que poseen al menos cuatro años de instrucción de educación superior. Entre ellos existen diferencias en cuanto a la cantidad del tiempo que dedican al tr y al tnr, así como los radios de acción en los cuales se mueven para ejercer su trabajo.

           El tiempo de traslado que usan las mujeres y los hombres cuando acuden a su trabajo remunerado da cuenta sobre el radio de acción de las mujeres para desempeñarse laboralmente, lo cual puede aumentar o reducir sus oportunidades laborales. La información que arroja la enut 2009, nos indica que el promedio nacional de horas semanales para individuos con grado de educación media superior dedicadas al traslado, por los hombres es de 6.1, mientras las mujeres promedian 5.1 horas semanales hacia su lugar de trabajo El hecho que las mujeres utilicen menos horas de traslado a sus trabajos responde a que ellas eligen su tr lo más cercano a su hogar, lo que les permite dedicar mayor tiempo al trabajo doméstico, además de atender a los valores tradicionales de mantenerse cerca de casa para no levantar sospechas sobre su comportamiento sexual. Estudios sobre el empleo de las mujeres señalan que cuando las mujeres comenzaron a incorporarse a los mercados de trabajo hacia 1970, las respuestas de las familias no fue favorable “temían que cambiaran sus buenas costumbres al salir a realizar trabajo remunerado” (Bustos, 1994: 24). En suma, la información presentada, nos muestra que las mujeres están fuera del ámbito doméstico menos tiempo en relación a los hombres, ello a pesar del aumento en su escolaridad. Burín (2007) nos menciona que la condición de género representa desigualdad entorno al tipo y forma de empleo, ya que las mujeres siguen siendo las encargadas de la crianza de hijos e hijas, por lo que cuando aparece una oportunidad laboral, bajo condiciones de deslocalización, los que aceptan son los varones mientras que las mujeres permanecen en empleos que se encuentran cercanos a la familia por estar vinculadas con lo íntimo y lo doméstico.

           La gráfica número 3 (enut 2009) aglomeró grupos de población económicamente activa por cantidad de horas dedicadas al trabajo remunerado. Observamos que en los grupos con dedicación de menos de quince horas y entre 15 y 34 horas, predominan la participación de las mujeres (38.3%), no así los hombres (21%), quienes muestran una mayor participación (78.2 % ) en los grupos que laboran entre 35 a 48 horas y más por semana. Estos datos nos indican una mayor dedicación en tiempo al trabajo remunerado de los hombres que de las mujeres. Este hecho se asocia, sin duda a la distribución tradicional del tiempo a partir del sexo, en donde encontramos, que la edad, la escolaridad y el momento de las familias en el ciclo de reproducción son factores importantes. A continuación ahondaremos en el análisis de la distribución del tiempo en relación a la escolaridad.

Gráfica 3. Distribución de la población ocupada por duración de jornada laboral

Fuente: elaboración propia con datos de la enut 2009.

 

 

tr y tnr de profesionistas

 

 

           La enut 2009, nos indica que la suma de horas promedio que los profesionistas hombres dedican al tr y al tnr es de 70.1, mientras que el de mujeres con escolaridad de educación superior suma 85.6 horas a la semana.

 

Gráfica 4. Promedio de horas por semana destinadas al trabajo remunerado y no remunerado por sexo

Fuente: elaboración propia con datos de la enut 2009.

 

De acuerdo con las tasas de participación de los hombres y mujeres profesionistas en el mercado, la gráfica 4 nos muestra que las mujeres siguen teniendo menor participación aunque cuenten con educación superior, menores ingresos con respecto de los hombres ya que la condición de género se encuentra incorporada en las estructuras de las grandes organizaciones y a las identidades de los profesionales que integran estas estructuras.    

           Los datos nacionales nos han mostrado que las mujeres mexicanas consumen más tiempo en dedicación al tnr, sin que ello demerite su importante participación en el tr. Es así que podemos afirmar que si las mujeres asumen esta doble jornada realizando los dos tipos de trabajo no encontrarán tiempo ni formas de construir mayor paridad en la división sexual del trabajo, perpetrando la desigualdad a través de las interacciones que se gestan en la familia, con la consiguiente repercusión intergeneracional propia de sociedades tradicionales (Heller, 1977). Las capacidades individuales se entrelazan con las reglas, los dispositivos de poder, los procesos culturales y todos los demás entramados institucionales que organizan esos espacios. Dos personas con capacidades similares (un hombre y una mujer, por ejemplo) pueden alcanzar ingresos, status o poder diferentes, de acuerdo con la dinámica del campo (Reygadas, 2008: 16).

           La educación escolarizada es un eje central para la participación de las mujeres en actividades económicas; de acuerdo a la enoe (2002), las mujeres que poseen mayor nivel educativo participan en el mercado laboral con una tasa del 70%. De esta manera la obtención de recursos económicos por su trabajo remunerado, les permite mayor grado de participación en la toma de decisiones en la familia. García y Oliveira (2007) nos señalan que las mujeres con grados profesionales o técnicos, en comparación con mujeres con poca o sin escolaridad, logran generar una influencia positiva en las relaciones de género.

           Las mujeres tienden a invertir mayor parte de su tiempo al trabajo reproductivo lo cual impacta directamente en las decisiones que toman con respecto a su formación profesional, sobre los tipos de empleos la historia laboral y personal de hombres y mujeres profesionistas se contornea de manera distinta. A continuación ofrecemos un análisis sobre profesionistas entrevistados.

 

 

Profesionales[8] y uso del tiempo

 

 

           En este apartado presentamos el análisis de ocho casos de egresadas de la Universidad de Guadalajara. Mediante la información aquí presentada pretendemos mostrar al uso del tiempo, como una fuente de inequidad hacia las mujeres, para desarrollar y consolidar sus trayectorias laborales profesionales. La información anterior ha servido como marco para entender, en general, el uso del tiempo entre hombres y mujeres en México, situación que comparten nuestras sujetas de estudio a pesar de ostentar un nivel de educación superior, es decir, son mujeres que por su nivel de instrucción podrían estar en la parte superior de la escala laboral profesional.

                      Se realizaron ocho entrevistas a profundidad[9] bajo el formato de entrevista semiestructurada, a mujeres y a hombres egresados de la Universidad de Guadalajara, ubicada en el centro occidente de México. Las áreas de formación de los entrevistados, edades y sexo fueron: Trabajo Social (3), Ingeniería Química (2), Contaduría (2) y Medicina (1). Cuatro de ellos hombres y cuatro mujeres con edad entre 34 y 59 años. Todos ellos con nivel mínimo de Licenciatura (5 años de Educación Superior).

                      Se solicitó a los sujetos entrevistados que relataran lo que hacen en un día cotidiano en el cual realizan tr, es por esa razón que se consideró cualquier día de lunes a viernes, ya que en todos los casos, los sujetos no realizan tr el sábado o el domingo. Todos los profesionistas entrevistados manifestaron tener hijos e hijas en edad escolar fluctuando entre preescolar y educación superior. Los entrevistados mencionaron tener una familia con jefatura masculina.

                      Sobre el tiempo que tardan en trasladarse al tr se observa que el promedio de horas semanales dedicadas al traslado, para las mujeres es de 4.35, mientras que para los hombres es de 6.7, promedio mayor al registrado en la enut (2009) a nivel nacional. El tiempo de traslado resulta una variable manipulable para las mujeres profesionistas. El total de los profesionistas entrevistados manifestaron usar su automóvil personal para trasladarse, mientras sólo dos de las profesionistas manifestaron utilizar ese medio de transporte para acudir al trabajo, no así dos de ellas, quienes dijeron “solo tenemos un automóvil y lo usa mi marido ...él lo necesita para ir a trabajar”.

           Las profesionistas entrevistadas manifestaron estar menos horas fuera del hogar. Acuden a su tr cuando sus hijos e hijas se encuentran en la escuela para poder estar con ellos por la tarde. Este hecho reiterado entre las entrevistadas, nos permite entender que al elegir determinada ocupación o espacio laboral, las mujeres profesionistas consideran importante seleccionar aquellos que les permitan estar y atender a sus hijos e hijas fuera del horario escolar. Los profesionistas entrevistados no mencionaron el horario escolar de sus hijos e hijas o algún otro motivo familiar para decidir en dónde y cuándo desarrollar su tr, por el contrario, se manifestaron dispuestos a optar por cualquier horario o lugar de trabajo, si a ellos les parece una buena oportunidad laboral. Respecto al tiempo que permanecen en el hogar de lunes a viernes, el promedio para las mujeres es de 35.12 horas, mientras que para los hombres es de 18.13. La diferencia es de 16.99 horas, los hombres se encuentran en el hogar 16.99 horas menos con respecto de las mujeres. Las entrevistadas mencionan que al encontrarse en el hogar realizan actividades como limpiar, cocinar y cuidar de hijos e hijas, mientras que los hombres realizan actividades como leer, ver televisión o convivir con la familia, sin que ello se refiera a tareas específicas de mantenimiento o cuidado. Así lo manifiestan dos de ellas una trabajadora social de 54 años y una ingeniera química de 48 años: “Mientras yo estoy limpiando y preparando la comida, él está en su computadora o ve televisión”…“yo estoy más tiempo y ayudo a mis hijos con sus tareas y hago limpieza, cuando él está a veces ayuda en algo pero generalmente no, además el no tiene paciencia con mis hijos como para que les ayude en la tarea”.

           De esta manera podemos constatar que son las mujeres las que más tiempo dedican a éste trabajo, sin embargo para el caso de los profesionistas la tendencia es similar, y aunque los hombres estén en el hogar no significa que se involucren en actividades domésticas o en el cuidado de los hijos. Ellos consideran el tiempo que están en su casa como libre, así lo describe un profesionista hombre de 58 años, “cuando no estoy en el trabajo aprovecho para descansar, es cuando uno puede reponerse”. Los hombres manifestaron participar en actividades de baja frecuencia como ciertas reparaciones y diligencia de pago de servicios mensuales. Manifiestan compartir en ocasiones actividades como acompañarlos al médico, asistir a juntas de la escuela “si su horario laboral lo permite”, o ir de compras al supermercado.

           Llama la atención la forma en que las mujeres se refieren a la participación de sus parejas (también profesionistas) como ayuda en las responsabilidades domésticas, no como parte de una responsabilidad compartida: “cuando él me ayuda a hacer la comida yo lavo los platos... él me siempre me ha ayudado a realizar la comida, aunque no es diario sí lo hace algunas veces, aunque ahora menos porque como yo no hago nada en la tarde pues me organizo y preparo todo” (química de 48 años); … “a veces me ayuda a barrer la calle, o a recoger sus objetos que deja regados” (trabajadora social de 54 años); otra más explica que “no me ayuda en nada porque dice que el martes va la persona que limpia” (trabajadora social de 34 años).    

           Sobre las oportunidades de continuar la formación profesional manifiestan las profesionistas no contar con el tiempo y apoyo suficiente para continuar capacitándose, en contra posición del apoyo que ellas han brindado a su pareja “él pudo seguirse preparando (regularizó una carrera técnica a Licenciatura) gracias a que no tiene las responsabilidades de la casa” (trabajadora social de 54 años), en cambio dice … “yo ya tengo seco el cerebro, ya no puedo ponerme a estudiar, apenas si puedo con los dos trabajos y la casa, no podría ni quiero, estoy bien así, pero me gusta leer en las vacaciones”. El desempeño laboral como profesionista le brinda satisfacción, ...“sí me siento satisfecha en mi trabajo porque es muy humano y siempre me felicitan”, “si tuviera la oportunidad de regresar el tiempo no tendría dos empleos, porque eso hizo que dejara a mis hijos solos mucho tiempo… creo que no alcancé mis metas porque yo era una niña con mucho potencial y no hubo la oportunidad de explotarlo”, “mi vida familiar y en pareja ha sido lo que esperaba”, “me hubiera gustado que mi esposo me ayudara más en la casa... porque si los dos trabajan en la calle entonces también deberían de hacerlo en la casa y eso no me hace sentirme satisfecha”, mientras uno de los profesionistas entrevistados de 58 años se manifiesta al respeto así: “me hubiera gustado tener más tiempo para pintar, pero también he incursionado en la actividad política que me satisface mucho”… “profesionalmente hablando me siento satisfecho, me gustaría tener mayores ingresos, pero creo que estoy bien”.

 

 

Reflexiones finales

 

 

La forma en cómo se usa o distribuye el tiempo, tiene un fuerte asentamiento en la condición de género. La distribución del tiempo entre el tr y el tnr doméstico genera cargadas asimetrías entre hombres y mujeres, define en gran parte la posición que tienen los sujetos en la sociedad. Podemos observar que la condición de las mujeres como proveedoras en sus hogares no les significa compartir de manera equitativa el trabajo doméstico.

           La familia resulta ser el ambiente óptimo para la reproducción tradicional de los roles de género, lo cual se observa desde que la mujer es muy joven (12-19 años) y comienza a incrementar su participación en el tnr doméstico, aún cuando no ha procreado. Esto corresponde a asignaciones que se dan al interior de la familia vinculados a un determinado contexto económico (Bustos, 2011: 64). La manera en que se divide el trabajo por sexos crea una visión del mundo y es esta forma la que predomina en las políticas públicas y laborales.

           Si bien la incorporación de las mujeres al tr ha sido creciente, la participación de los hombres en el tnr no ha visto el mismo cambio. El tiempo que las mujeres dedican al trabajo extra doméstico remunerado, en cualquiera que sea su condición y estatus dentro de la familia, es menor que el de los hombres. Una consecuencia visible en la trayectoria laboral de las mujeres es la inserción en jornadas parciales, o jornadas “convenientes”, propias del sector público, mismo que representa trayectorias lineales sin posibilidades de ascenso y crecimiento profesional, como consecuencia de su rol como las responsables del “cuidado del hogar”.

           Las mujeres profesionistas no se ven favorecidas a partir de nivel de escolaridad; al igual que mujeres sin o con poca escolaridad experimentan cotidianamente largas jornadas de tr y tnr, lo que hace que se reduzca el tiempo que tienen para capacitarse y poder competir de manera paritaria con los hombres en los mercados de trabajo. Es importante que se rompan esas prácticas que mantienen la inequidad entre los géneros, que repercute directamente en el desarrollo social y económico del país. Es por eso que se debe avanzar en políticas públicas creadoras de equidad social y económica. Es evidente la predominancia de los profesionistas hombres en el mercado laboral a través de la distribución y uso de su tiempo, el cual les permite tomar decisiones con mayor libertad para elegir sus espacios laborales e invertir mayor tiempo en continuar con su formación profesional después de haber cursado una Licenciatura. Todo ello influye directamente sobre la trayectoria laboral profesional, marcando una desigualdad de género propia de sociedades tradicionales.

 

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[1] Se entiende como “trayectoria laboral” el itinerario visible, mediante el cual el individuo construye su biografía teniendo como eje su ocupación o empleo. Esta herramienta etnográfica permite recopilar la voz del sujeto en observación, además de brindar información sobre las estructuras e instituciones que rodean e influyen al individuo observado (Bustos, 2011; Guadarrama et al., 2014).

[2] El término de género ha sido utilizado y desarrollado desde la década de 1970. Alude principalmente a una categoría relacional, en donde confluyen ideas y valores respecto a la asignación natural o biológica de individuos que cada sociedad o cultura confiere por esa filiación. La literatura sobre el tema es amplia, destacan autoras como Joan Scott, Teresita de Barbieri, Marta Lamas, Silvia Tubert.

[3] Con ello nos referimos a la segmentación del trabajo bajo fuertes influencias del sexo, la clase, la etnia, entre otras variables que prevalecen a través de generaciones. Es el caso de las mujeres con empleos y actividades vinculadas a “oficios o tareas femeninas”.

[4] Agnes Heller define la imitación y mímesis como procesos mediante los cuales los individuos aprenden y realizan actividades cotidianas en respuesta a necesidades individuales y colectivas, conformando así lo que define como vida cotidiana (1972, 1977).

[5] Las tareas reproductivas se refieren a lo que el marxismo definió como trabajo reproductivo, como el necesario para la subsistencia de la raza humana en términos sociales y físicos. El trabajo doméstico se englobaba dentro de la categoría de trabajo reproductivo, sin que este último se agote ahí.

[6] Llamado así por ser el utilizado en el trabajo doméstico y de cuidados realizados en el seno de la familia principalmente, también reconocido como trabajo reproductivo.

[7] El objetivo general de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (enut) es, según el inegi, “proporcionar información estadística para la medición de todas las formas de trabajo de los individuos, tanto remunerado como no remunerado; hacer visible la importancia de la producción doméstica y su contribución a la economía, y en general; la forma como usan su tiempo los hombres y las mujeres, así como la percepción de su bienestar, todo ello respecto a la población de 12 años y más, así como áreas urbanas, rurales e indígenas”. (http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/encuestas/hogares/especiales/enut/presentacion.aspx)

[8] Los términos: profesionales, profesionistas y egresados o egresadas se utilizarán como sinónimos a través de este trabajo. De acuerdo a anuies profesionista o profesional es quien ha cursado el nivel de Licenciatura de por lo menos 4 años. Egresado es quien cursó algún nivel de educación superior en una ies.

[9] Las entrevistas a profundidad forman parte del proyecto “Actividades domésticas como fuente de desigualdad. El caso de egresadas de la UdeG”, mismo que es parte integral del proyecto madre “Educación Superior y Empleo en Jalisco. Los egresados de la Universidad de Guadalajara”. Agradezco la colaboración en la aplicación de entrevistas a Andrea Celeste Razón Gutiérrez.