La
teoría
LA VOZ CRÍTICA DE LAS ACADÉMICAS EN
LA CIRCUNLOCUCIÓN DE LA RETÓRICA DEL MENOSPRECIO
Clara Eugenia Rojas
Blanco
Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez, México. Correo electrónico: crojas@uacj.mx
Resumen
En
este texto, presento una reflexión centrada en la urgencia de no perder de
vista la re/creación y re/producción simbólico-discursiva del género como
estructura de poder androcéntrico dentro de las Instituciones de Educación
Superior (IES), en específico de México. Mi deliberación se sustenta en un
análisis de la retórica del menosprecio; un
proceso de borramiento simbólico hacia las voces críticas de las académicas en
la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), entre los años 2009 y 2012. Argumento
que la im/posibilidad de cuestionar la normalización de las prácticas
generizadas –explícitas y tácitas– dentro de la institución, se des/informa por
la articulación (en voz y silencio) de la retórica
del menosprecio con el andamiaje
retórico de género, figuras socio- históricas en la UACJ.
Palabras clave:
cultura institucional de género, crítica feminista, retórica del menosprecio,
Instituciones de Educación Superior
Abstract
In this text, I present a reflection focused on the
urgency of not losing sight of the symbolic/discursive re/creation and
re/production of gender as a structuring power of the androcentric culture in
institutions of higher education, in this case in Mexico. My approach is
sustained by an analysis of what I call the rhetoric of disparagement; a process
of symbolic erasure of the critical voices of women academics’ at the
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Mexico (2008-2012). I argue that
the im/possibility of questioning the normalization of gendered practices –tacit
and explicit– within the institution is mis/informed by the (aloud and silent)
articulation between the rhetoric of disparagement and the rhetorical gender
scaffolding, socio-historical symbolic figures in the UACJ.
Keywords: gendered culture, feminist critique, rhetoric of
dismissal, higher education.
RECEPCIÓN: 31/03/2016
ACEPTACIÓN: 3/09/2016
Introducción
La retórica siempre
inscribe la relación entre el lenguaje y el poder en un momento preciso
incluyendo quién puede hablar, quién puede escuchar o quién acepta escuchar y
qué se puede decir…aquellas mujeres que insisten en entrar a la arena retórica
serán utilizadas, malinterpretadas y siempre ignoradas…
Cheryl Glenn [1]
Esta
reflexión responde a mi interés, como feminista crítica de la retórica
contemporánea, por contribuir desde un conocimiento
situado, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y en Ciudad
Juárez, a la conversación promovida por las reflexiones interesadas en exponer,
documentar y analizar la problemática de la cultura generalizada, tácita y
explícita en las Instituciones de Educación Superior en México (IES).[2]
En
este texto, considero importante compartir la experiencia de un grupo de
investigadoras de la UACJ, durante el proceso de transversalización de la
perspectiva de género en la UACJ, promovido por las autoridades en turno para
obtener la certificación de INMUJERES (2008-2012). Mi texto representa una
re-visión –siguiendo a Adrienne Rich– de una experiencia vivida que se convirtió
en una parte constitutiva de una investigación feminista colectiva y
multiperspectiva sobre la cultura de género en la UACJ. [3]
En
este texto, argumento que a través de una retórica del menosprecio, el proyecto
institucional de transversalización del enfoque de género de la UACJ, fue
desvinculado de la reflexión feminista por quienes representaban la jerarquía.
Por consiguiente, la categoría de género perdió su sesgo crítico como relación de
poder, lo que imposibilitó –a la fecha– el análisis de la subjetividad como generización en un
andamiaje de dominación, subordinación, resistencia, y posible
re-significación. El género se convierte sólo en una categoría fija que remite
al esencialismo biológico de hombres y mujeres.
Describo
el proceso que atañe a mi discusión en forma de narrativa personal, informada
por la crítica feminista de la retórica y el discurso, por tanto, del lenguaje.
En el marco de estas perspectivas, el lenguaje se entiende como una institución
social que nos construye como sujetas/os historizados, más allá de ser
simplemente un vehículo de comunicación. El análisis de tropos o figuras
ideológicas busca comprender y explicar la conformación de procesos
discursivo-persuasivos desde un punto de vista pragmático (ver consideraciones
teóricas).
Asimismo,
advierto que mi texto no pretende ser un argumento construido a partir de una
razón pura e higienizada, pues las investigaciones feministas cuestionan
precisamente el dualismo entre lo objetivo y lo subjetivo, así como la supuesta
separación entre mente, cuerpo y emoción. Doy cuenta de una experiencia vivida
desde mi posición como mujer e investigadora feminista en donde expongo y
encarno un proceso de violencia institucional de género, si bien
simbólico-discursiva, no por eso menos violenta.[4]
Así,
la exposición en primera persona es una manera de escribir que busca articular
lo personal con lo político, y se sustenta en por lo menos tres décadas de
reflexión sobre las epistemologías feministas, en donde se han cuestionado las
pretensiones de neutralidad valorativa (Scott, 2001). En este sentido, Dona
Haraway (1988) ofrece la teoría del conocimiento
situado (situated knowledge) como una forma de objetividad situacional que
toma en serio la construcción social del conocimiento y la naturaleza
perspectiva del conocimiento. Haraway afirma que todo conocimiento es local y
limitado, negando así la posibilidad de las miradas imparciales, que salen “de
ningún lado” que en muchas ocasiones caen en el antropomorfismo y que no se
responsabilizan de su posición como sujetos epistémicos.
Así, toda investigación y exposición feminista
exige la reflexividad antes y durante el proceso metodológico, no sólo en los
aspectos técnicos, sino en cuanto a las implicaciones éticas entre el o la
investigadora y las/os participantes. Lorraine Code afirma que:
…las
posiciones sociales diferenciadas generan construcciones variables de la
realidad y aportan diferentes perspectivas del mundo… el conocimiento se
produce desde posiciones sociales específicas…las o los conocedores siempre
están en alguna parte… y al mismo tiempo son limitados por las especificidades
de su ubicación (1991: 39).[5]
Si
bien se hace hincapié en la característica situacional de gran parte de lo que
se considera conocimiento, no se acepta el relativismo epistemológico. El
aceptar el conocimiento como situacional, no es lo mismo que afirmar que todas
las perspectivas son válidas o “verdaderas”. Lo que interesa en un conocimiento
situado o situacional, es que habilita preguntas específicas, sobre contextos
específicos, y que son difíciles de enmarcar en epistemologías que consideran
que el género, la afectividad, la subjetividad y la situación del o la que
conoce es irrelevante para el conocimiento.
En
ese orden de ideas, el objetivo de la crítica feminista busca explicar de qué
manera la ideología y la performatividad de género coloca a las y los sujetos
que saben en contextos situados. Entonces,
se considera que quienes saben son
portadoras de saberes ubicados en relaciones particulares en correspondencia
con otros sujetos epistémicos. [6]
Antecedentes
Hacia
finales del año 2009, un grupo de académicas concursamos y ganamos un recurso
externo para realizar una investigación colectiva de corte feminista centrado
en el estudio de la cultura de género en la UACJ. Coincidentemente, a
principios del año 2010, la administración en turno decide promover la
certificación en equidad de género avalada por el INMUJERES.
Esta
“coincidencia” origina una contradicción que a su vez produce dos situaciones
retóricas paralelas. Una promovida por la jerarquía en turno, representada a
través del ethos de la UACJ (antropomorfizado), que se dirige de manera oficial
a la comunidad universitaria para promover las acciones que realizará como
parte de la institucionalización de la transversalidad de la perspectiva de género,
por medio del comité institucional de género. El ethos del rétor/emisor oficial
se encarna en un grupo de poder histórico en la institución (dirigido por
hombres, pero compuesto también por mujeres), que se convierte en el brazo ejecutor
del poder androcéntrico. Y la otra situación retórica, que se produce de manera
solapada ante la urgencia de la administración en turno por borrar
simbólicamente la investigación feminista, pendiente con el estudio por
realizarse.
Durante más de tres años este grupo de poder
dificultó el acceso a los recursos concursados y promovió acciones simbólicas
centradas en la descalificación tanto del proyecto, como de las investigadoras.
Este proceso dura aproximadamente tres años hasta que cambia la administración.
Así, el encuentro coyuntural de estos dos proyectos –uno oficial y uno
feminista– nos permitió (equipo de investigación) vivir, observar y documentar
la reproducción y recreación del poder generizado, cristalizado en varios
niveles de interacción discursiva en donde se evidenciaron las relaciones de
poder de género históricas en la universidad.
En este caso, la constitución socio-histórica de
la cultura de género, también evidente en la comunidad juarense, se manifestó
en la UACJ. Al igual que en otros momentos históricos vividos por las mujeres
juarenses en su encuentro con el sistema patriarcal (e.g. el feminicidio), creo que la crisis de género en la UACJ encarnó
la normalización del sistema sexo-género como parte constitutiva de cultura
institucional y se manifestó a través de las prácticas discursivas
androcéntricas, en términos ontológicos y epistemológicos. En momentos de
confrontación y crisis tanto las voces como los silencios adquieren múltiples y
complejas dimensiones retórico-discursivas, unas evidentes, otras tácitas.
Consideraciones teóricas
La
exigencia del discurso público feminista siempre produce situaciones retóricas
críticas pues interrumpe y desestabiliza los procesos de deliberación pública
en donde el género aparece siempre normalizado. Hace cuatro décadas, Karlyn K.
Campbell (1973), precursora de los estudios feministas en retórica crítica,
advirtió que el discurso público o retórica feminista se construyó con base en
un conflicto moral intenso pues
expuso las incrustaciones históricas en donde se visibilizó la inequidad de las
mujeres en relación con sus derechos políticos más básicos. Según la autora,
esta retórica transgrede los valores fundamentales del contexto en donde se da,
pues desestabiliza las normas socio-culturales promovidas y reforzadas por
todas las instituciones para regular a las mujeres como reproductoras naturales
del orden social.
La
ausencia de reconocimiento de los derechos de las mujeres se convierte en una
evidente injusticia social socio-histórica. Así mismo, explica Campbell, la
retórica feminista coloca de jure y de
facto al pensamiento y acción feminista en un proceso dialéctico, toda vez
que se encuentra en contradicción entre la problemática de las estructuras
públicas-políticas vis a vis la particularidad de la experiencia y sentimientos
personales de las mujeres.
En
este orden de ideas, en una
cultura en donde se entiende y se construye el mundo desde la
visión unilateral
del androcentrismo, las voces disidentes en cuerpo de mujeres son
simbólicamente desdibujadas o borradas. En este sentido,
Hendricks y Oliver (1999)
afirman que los tropos de “histéricas”,
“problemáticas”, “locas” para referirse
a las feministas en particular y a las mujeres que cuestionan en
general, son dispositivos
de poder utilizados para descalificar las demandas de justicia, dentro
y fuera
de las instituciones. En el sistema androcéntrico y
falogocéntrico,
característico de las IES, por lo menos en México, no
sólo se descalifica, sino
que se borran o anulan las experiencias, el conocimiento o las
aportaciones de
las mujeres, en general, pero particularmente de aquellas que
cuestionan o
confrontan a la jerarquía.
Las premisas ideológicas y las
relaciones de poder sustentadas por el poder simbólico del género han sido
amplia y profundamente estudiadas desde una mirada multiperspectiva
característica de los estudios feministas críticos de la retórica, la
comunicación y el discurso. En especial, en estos estudios se han analizado las
diversas maneras en que se manifiesta discursivamente la institucionalización
de la inequidad de género en un rango amplio de instituciones entre las que
podemos mencionar las educativas, las gubernamentales, los medios masivos y las
organizaciones profesionales, entre otras. También se han realizado estudios
empíricos contextualizados en prácticas discursivas escritas y verbales, así
como formas de semiosis, imágenes visuales, entre otras (Lazar, 2007; Rakow
& Wackwitz, 2004).
Este tipo de sexismo prevalece, aunque
según Lazar (2007), en las sociedades contemporáneas se produce y recrea de maneras
más sutiles, que aparecen como formas de poder aparentemente inocentes, y son
inminentemente discursivas o simbólicas. Lazar afirma que estas formas de poder
se encuentran incrustadas y dispersas en redes de relaciones, en los procesos
de auto-regulación que actúa tanto en los procesos de subjetivación, como de
subyugación. En este sentido, aclara que aun cuando aceptemos la idea Foucault
de que “el poder está en todas partes”, debemos puntualizar que las y los
sujetos generizados son afectadas/os de manera muy distinta, acorde con la
posición que ocupen en estas relaciones, relativa a su sexo, raza, clase,
nación, etnia, entre otras posiciones socialmente construidas.
Entonces, cuando nos referimos a la
retórica de las mujeres, ¿de qué lenguaje estamos hablando? ¿Qué consecuencias
sociales, políticas y económicas nos ha traído el entender nuestras
experiencias, nuestra identidad colectiva y nuestras acciones a partir del lenguaje
o la retórica de otros? ¿Cómo ha influido la ideología de género en la manera
como utilizamos –o no– la retórica las mujeres? A partir de allí, las
estudiosas de las prácticas retóricas de las protestas por los derechos de las
mujeres expusieron (dentro y fuera de la academia quiénes podían hablar o
escribir pública o políticamente, quiénes no, y de qué manera influye el ethos
de cada quien para que sean o no escuchados/as (Condit, 1997; Campbell, 1973;
Lunsford, 1995; Lunsford and Ede, 2012; Foss, 1996; Foss, Foss y Griffin, 1999.
La articulación de retórica del
menosprecio y el andamiaje retórico de género[7]
El
análisis de las prácticas discursivo/persuasivas que caracterizan la retórica del menosprecio nos permite
localizar de qué manera la voz y los silencios son parte constitutiva y
productiva de los procesos de descalificación de las voces que –siguiendo a
Said– “no tienen permiso de narrar” (1984: 32). La defino como una
práctica significante, persuasiva y hegemónica sustentada por diversas estrategias
persuasivas centradas en ridiculizar, devaluar y minimizar con el fin de
silenciar la voz crítica de las mujeres, así como a sus demandas de equidad de
género. La retórica del menosprecio se
da como un acto de silencio autoritario que minimiza los actos de violencia
simbólica hacia lo que expresan, saben o practican las académicas críticas como
si no hubiese nada importante que decir, que ver o que saber ( Rojas, 2005,
2007, 2016).
Asimismo, utilizo la metáfora de andamiaje retórico de género como una
herramienta cualitativa útil para comprender y analizar la estructura
androcéntrica y sociohistórica siempre presente, en apariencia normalizada o
arraigada, pero también conscientemente aceptada y practicada (tanto por
mujeres como por hombres). Se puede apreciar en momentos de crisis a través del
análisis de las interacciones discursivas y análisis semióticos situados en
tiempos y espacios coyunturales. Así, en un tiempo, espacio o lugar específico
este andamiaje se configura y comporta de una forma, en otro momento se
desvanece y se re/articula de distintas maneras, pero siempre utiliza como
dispositivo de poder la retórica del
menosprecio.
Esta re/articulación, siempre
situacional y contingente, alude a la dificultad de nombrar y aterrizar los procesos
discursivo-persuasivos que sostienen la presencia sutil, evasiva o ambigua del
género como relación de poder simbólico. Su permanente re/articulación lo
convierte en un poder resbaladizo y multifacético; es discursivo (en sentido
amplio, no sólo lingüístico), pero en esa misma medida es performativo (Lazar,
2007; Hendricks & Oliver, 1999; Butler, 1998, 1992: Austin, 1962).
La genealogía de la retórica del
menosprecio
Según
Gramsci (1995), una crisis o contradicción social (en este caso en la universidad
como esfera pública) no es un evento extraordinario, sino parte de un proceso
socio-histórico complejo que se manifiesta de diversas formas, lugares, tiempos
y espacios, en donde los efectos y las causas se entrelazan, y no se puede
establecer el punto de origen o incepción. El momento en que se visibiliza,
sólo es una manifestación estridente que errónea y tendenciosamente se
identifica como el origen. Sin embargo, pude corroborar que la retórica del
menosprecio activada en la UACJ, y posiblemente en otras IES, tiene si no un
origen per se, sí una genealogía, cuando menos en lo que refiere a la
estructura de género en la UACJ.
Cristina Palomar (2011) informa que en
el sexenio 2000-2006, la Secretaría de Educación Pública (SEP), la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y el
Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) proponen la introducción de la
perspectiva de género en todos los niveles institucionales del ámbito educativo
en México. Palomar relata que el 8 de octubre de 2002, el INMUJERES y la ANUIES
formalizaron el convenio en el que se comprometieron a promover y apoyar la
incorporación de la perspectiva de género en las políticas, planes, programas y
proyectos de las IES en México. A partir de ese momento, dice Palomar, se
planteó la necesidad de realizar encuentros regionales con las IES afiliadas a
la ANUIES con el fin de intercambiar experiencias y construir canales de
comunicación, así como formalizar mecanismos de intercambio y cooperación y
difundir información e impulsar los estudios e investigaciones en la materia.
Por un lado, Palomar afirma que con
el fin de facilitar lo anterior, el INMUJERES y la ANUIES proponen crear la Red
Nacional de Enlaces Académicos de Género que sería la vía para impulsar el
enfoque de equidad de género en las IES. Por otro, explica que son
Los/las
rectores/as de las IES afiliadas a la ANUIES que habían participado en los
encuentros regionales quienes deberían designar a los enlaces que participarían
en dicha red y que propondrían acciones conjuntas. La Red Nacional estaría –a
su vez– conformada por redes regionales de enlaces académicos de género,
designados por los rectores de las IES de cada región (2011: 9).
Es en este párrafo donde encuentro el hilo
conductor que me lleva a comprender mejor el proceso enfrentado por las
académicas feministas en la UACJ, al tratar de mover –sin saber– un proceso “no
autorizado” por el rector y su grupo, y avalado por las propuestas de ANUIES e
INMUJERES. Allí está el meollo del asunto, y aunque mis preguntas son retóricas
debo hacerlas, ¿A quién/es designaron los rectores in situ para ser parte de esa red y para encabezar esos proyectos o
acciones? ¿Quiénes y cómo se distribuyen los recursos otorgados y destinados a
promover la equidad de género a las IES?
Aquí se puede perfilar la incepción
de los procesos simulados, en cuanto a realizar cambios sustantivos dentro de
las IES, pues generalmente esos recursos se otorgan a los grupos cercanos a la
administración, a personas que no saben género o que su conocimiento es muy
limitado. Este fue el caso en la UACJ, en donde a las estudiosas del género,
con trayectoria probada, se nos insertó en los andamiajes de la cultura de
género institucional, al tiempo que nos sumió en un desgaste físico y emocional
por más de 3 años, hasta el punto de fracturarnos.
Para
el año 2009, otras académicas, a nivel nacional, principalmente del centro del
país, ya habían realizado múltiples estudios y reflexiones críticas sobre la
(im) posibilidad de trastocar de manera significativa la cultura generizada en
las IES de México; no pintaban un panorama alentador.
La conformación del andamiaje
retórico de género en la UACJ
Este
andamiaje se instituye desde la creación de UACJ (1973), principalmente
apuntalado por el gremio de abogados locales, quienes siguen siendo un grupo de
poder hegemónico/patriarcal en la universidad. La historia oficial[8]
de la institución se caracteriza por un profundo silencio en torno a la
participación de las mujeres como participantes activas en la creación de la
universidad. A lo largo de la historia de la universidad se han conformado
otros grupos de poder. En su mayoría se componen por hombres, y aunque en ellos
participan mujeres, siempre se les incluye en subordinación o ellas terminan
jugando con las mismas reglas del juego que privilegia las miradas
androcéntricas.
Otro aspecto notable de esta estructura
simbólica se puede leer en el nombramiento de los espacios. Por ejemplo, las
aulas magnas o audiovisuales más importantes llevan el nombre de los
fundadores, benefactores o profesores distinguidos, en algunos casos hasta de políticos
locales. Sólo un auditorio, lleva el nombre de una mujer “Gracia Chávez”, quien
si bien tuvo una participación activa en la promoción del teatro en la
universidad, fue esposa del primer rector de la Universidad, lo que la coloca
en una posición visible y de poder.
La jerarquía universitaria y los
puestos de mejor salario se ocupan principalmente por hombres. La mayoría de
los programas de postgrado, sobre todo a nivel doctoral están coordinados por
hombres, la mayoría de las maestrías, así como las jefaturas de departamentos y
los institutos. Las coordinaciones de licenciatura, puestos de subdirección,
así como puestos administrativos y secretariales de nivel medio están ocupados
por mujeres.
El lenguaje –escrito, verbal e
icónico–
utilizado en las aulas, en los promocionales, carteles, eventos públicos
(mujeres y hombres), es excluyente. Se sigue arguyendo que allí estamos
“incluidas” las mujeres. Son muy pocos los programas de estudio que incluyen
autoras mujeres. Por ejemplo, semestre tras semestre, los y las alumnas de mis
clases lo testifican, “es la primera vez que leo una autora”; escriben, “dice
el autor” (aunque sea autora). Este andamiaje interpela a las mujeres
universitarias como “objeto”, a través de un proceso de silenciamiento o
borramiento simbólico.
El
que no se incluya en los programas lecturas escritas por mujeres significa que
las mujeres no somos reconocidas como co-constructoras de conocimiento. Nuestra
presencia en la universidad sólo adquiere sentido si hablamos, pensamos,
investigamos a partir de las miradas androcéntricas. Y si bien el argumento
para negar las prácticas sexistas sigue siendo que cada vez hay más mujeres en
la universidad. Ese no es el problema, el problema estriba en que la voz
crítica de las mujeres es desalentada y descalificada a través del tropo de la
“feminista odia hombres” o “feminista histérica”. Este tropo se conoce de sobra
por la reacción de los hombres –y
no pocas mujeres–
en el poder ante la voz feminista. Se desvaloriza, por parte de hombres y
mujeres, el hecho de que es precisamente por una larga lucha feminista que las
mujeres tenemos acceso a la educación superior.
Los tropos anti-feministas como
dispositivos de la retórica del menosprecio
En
un análisis de los datos obtenidos a través de entrevistas, conversaciones, y
observación participante en un contexto de una investigación amplia se
evidenció la presencia de los tropos de las feministas “problemáticas”,
“odia-hombres”, “histéricas”, entre otros. Encuentro que tropos o figuras
ideológicas anti-feministas son los puntales más poderosos del andamiaje
retórico de género. Lo promueven la mayoría de los hombres, y no pocas mujeres.
En este contexto, las autoridades en turno,
promovieron acciones simbólicas en las que favorecen a las mujeres que son
“leales” o incondicionales del grupo de poder hegemónico en la institución, y
no en pocas ocasiones las enfrentan entre sí. Como feminista de la diferencia
reconozco la diversidad entre las mujeres, aun entre feministas, y entre los
hombres que componen la comunidad universitaria. En este caso, me refiero únicamente
a quienes participamos activamente en el momento de crisis, tanto por parte de
la administración central del comité de género institucional (sólo mujeres),
como del grupo de investigación (sólo mujeres).
Por ejemplo, como una primera acción
hacia la certificación de género por INMUJERES, la administración nombra a un
grupo de mujeres, cercanas al grupo en el poder, como encargadas del “comité
institucional de género”. En la primera reunión de este comité, y ante el
cuestionamiento de algunas colegas por la ausencia de la mayoría de las
estudiosas del género de la UACJ, la coordinadora del comité de género
institucional expresó públicamente y de manera contundente lo siguiente: “No
queremos trabajar con las feministas porque son muy problemáticas…no se puede
trabajar con ellas…” (Dolores, Comunicación personal. 6 de mayo 2011).
La estrategia de utilizar a un grupo
de mujeres como mecanismo de poder para silenciar simbólicamente a “las
feministas” no es nada nuevo, ha resultado muy efectiva para los grupos en el
poder, en muchos ámbitos. En este sentido, cualquier controversia o reclamos
sobre la ética, legitimidad académica o de trayectoria, se convertía
metonímicamente, de jure y de facto, en un “problema entre mujeres”, que alude
al mito histórico de que las mujeres no podemos trabajar juntas. Esta
estrategia deslegitima las voces y reflexiones feministas en muchos otros
contextos.
Enseguida presento la
racionalización de estos tropos en un corpus de conversaciones obtenidas a
través de comunicaciones personales con seis interlocutores (tres hombres y
tres mujeres), quienes ocuparon posiciones en la alta jerarquía o cerca de ésta
en el momento de la crisis mencionada.[9]
Así, paralelo a los objetivos de la investigación amplia, la pregunta cualitativa
del por qué hicieron lo que hicieron, eras obligada.
Los
y las entrevistadas accedieron a platicar de manera anónima sólo después de que
la administración en turno había cambiado, con el cambio de rector en el año
2012. Las preguntas clave se enfocaron en documentar el ¿por qué se silenció al
equipo y al proyecto de investigación del grupo de estudiosas de género? ¿Por
orden de quién?
Mujeres sí. Feministas no.[10]
Verónica
(ex -funcionaria)
I
(Investigadora): ¿Por qué crees que la administración bloqueó nuestra investigación
sobre la cultura de género en la universidad?
Verónica:
No sé exactamente…pero creo que el problema más grave estuvo en el hecho de
ofrecer, como producto de la investigación, un programa de maestría en estudios
de género[…] por bueno, urgente o necesario que fuese el programa, los
programas académicos no pueden ser orgánicos en ninguna IES, por lo menos en
México… su posible creación se acepta o se asigna desde arriba, y sólo a los
grupos que son leales a la administración en turno… y menos una maestría
conformada por feministas… fue muy ingenuo de tu parte pensar que te ibas a
salir con la tuya… el precio político va a ser alto (comunicación personal,
noviembre 2012).
I:
¿Qué no se supone que leen los proyectos antes de dar la firma institucional?
Verónica:
Pues sí… se supone… pero yo creo no lo leyeron… ¿Lo ofreciste como producto?
I:
Pues sí. Como un proyecto de maestría. Así a nivel proyecto, no como programa.
Verónica:
Entonces no sé… yo escuché que era por eso… ¡ve tú a saber!
Juan
(funcionario cercano a la jerarquía)
I:
¿Por qué crees que la administración bloqueó nuestra investigación sobre la
cultura de género en la universidad?
Juan:
La orden de no apoyarte y desconocer tu trabajo venía de arriba.
I:
¿De dónde?
Juan:
Pues de rectoría... del jefe y sus muchachos. Lo que yo he escuchado es que no
quieren que avance el poder de las feministas en la UACJ… porque [se ríe] según
algunos, las feministas no obedecen, hacen lo que quieren, son muy autoritarias
y agresivas pero además, según algunos no se puede confiar en ustedes porque no
respetan la lealtad de grupo (comunicación personal, mayo 2012)
I: ¿Y tú qué opinas?
Juan:
Pues que sí es cierto [se ríe]… no obedecen, hacen lo que quieren, son muy
autoritarias y agresivas. Pero de allí a que no sean de fiar, “pos” es muy
distinto… no son de fiar porque son respondonas y no se dejan manejar... pero
yo no conozco muchas aquí en la universidad…nomás a usted [se ríe].
Ramiro
(funcionario de primer nivel)
I:
¿Por qué cree que la administración bloqueó nuestra investigación sobre la
cultura de género en la universidad?
Ramiro:
Bueno mire, no creo que se pueda afirmar eso de manera tan contundente, porque seguramente hay malos entendidos.
I:
¿Como cuáles?
Ramiro:
Pues como el que la decisión de la administración no fue con el objetivo de
bloquear su proyecto, sino de realizar un sólo proyecto de género con INMUJERES
para no confundir a la comunidad universitaria… De verdad no veo por qué usted
y su equipo lo tienen que tomar de manera tan personal.
I:
¿Y por qué no se nos incluyó como especialistas de estudios de género en las acciones
emprendidas por la UACJ con INMUJERES?
Ramiro:
No lo sé… esa decisión la debe haber tomado la coordinadora del comité.
I:
¿Qué opina usted acerca de que nuestro proyecto tiene un financiamiento externo,
por tanto productos y tiempos precisos de entrega, y aun así nos depositaron la
ministración casi 8 meses después?
Ramiro:
Sí… Sí claro, pero bueno ese problema se debió a una confusión en la
ministración de proyectos… dudo que
haya sido intencional de la administración.
I:
¿Qué opina de que el proyecto bloqueado sea un proyecto feminista?
Ramiro:
Pues no sé qué decirle, porque en la UACJ… que yo sepa… nunca ha habido
feministas (comunicación personal, noviembre 2012).
Es
evidente que el problema no era incluir a “las mujeres” per se, sino incluir a “las feministas”. El temor central es que
“las feministas tengamos el poder”; “a las mujeres se les puede controlar, a
las feministas no”. Aparentemente, un estudio realizado desde una perspectiva feminista
era muy riesgoso para los grupos de poder en la institución, sobre todo porque
las feministas entendemos el género como un sistema de opresión no sólo hacia
las mujeres, también hacia los hombres.
Además
se manifiesta una inquietud de que nuestro diagnóstico evidenciaría que la
certificación de género era si no una simulación, sí una acción que no
pretendía cambios de fondo en la institución. Paradójicamente, INMUJERES
contribuyó, intencionalmente o no, en el proceso de silenciamiento del
pensamiento feminista en UACJ.
Aunque
las mujeres que asumimos una posición política feminista dentro de una
institución generizada como la UACJ conocemos los riesgos y el estigma que esto
conlleva, era importante encarnar el discurso representado en los tropos
anti-feministas. No en pocas ocasiones éstos circulan en vacío, sin que nadie
se responsabilice de decirlos o circularlos, incluso en forma de broma o mofa. Esto
forma parte de la retórica del menosprecio, a través de la cual se anula y
desprestigia la voz crítica de las mujeres, aunque no se identifiquen como
feministas. Por voz crítica me refiero a esas voces en cuerpo de mujer que
cuestionan abiertamente las relaciones de poder jerárquicas que sustentan la
cultura de género basta con que cuestionen, “se quejen”, confronten o denuncien
una injusticia (por ejemplo el acoso sexual) para ser “etiquetadas” como
“feministas” aludiendo al tropo conocido de “las mujeres que odian a los
hombres” .
Por tanto, la presencia de más mujeres en
puestos administrativos no significa que la cultura generizada o androcéntrica
haya cambiado. Significa que la mayoría de las mujeres, incluyendo las
académicas, no cuestionan la jerarquía, ni la cultura androcéntrica. Saben que
oponerse o cuestionar la política sexista les puede colocar en posiciones de
mayor desventaja, sobre todo económica, pues en muchas ocasiones son sujetas al
ostracismo, que les impide obtener apoyos. El problema es que no existen grupos
de mujeres organizadas (grupos de poder), dentro de la institución, para exigir
sus derechos, o exigir cambios.
La ausencia de grupos de poder
compuestos por mujeres facilita que los hombres que se afilian a los grupos de poder
existentes en la institución tengan más acceso a las posiciones de toma de
decisiones y mayor salario. Por ejemplo, en la siguiente sección comparto
algunos extractos de entrevistas abiertas realizadas con docentes mujeres y
hombres. Ellas/ellos reconocen que se practica el sexismo en la universidad,
pero no lo relacionan con el género. Esto no significa que “no saben” qué es el
género, lo que significa es que han aprendido el género como una categoría fija que remite al
esencialismo biológico de hombres y mujeres.
Maricruz
afirma:
No,
no sé exactamente qué es el género… yo creo que todos somos iguales aquí en la
universidad. Yo al menos nunca me sentido discriminada por ser mujer, siempre
me han respetado… Este… ¿te refieres a los techos de cristal? No… no creo que
sea eso… Sí, mira yo creo que el que a las mujeres no se les invite o involucre
para esos puestos tiene que ver con las relaciones laborales que hayan
fomentado con los hombres que buscan esos puestos. Si eres una mujer inteligente
y trabajadora, siempre te van a invitar. Tiene que ver con tus capacidades de realizar
un trabajo, pero más que todo con ser política, ser diplomática, sería la palabra.
Tú allí no ves, no oyes y no dices…pase lo que pase (entrevista, abril 2012).
Por
su parte, Elizabeth explica que el género significa que todos somos iguales… hombres
y mujeres. Aún cuando ella enfatiza que el género significa que “somos
iguales”, no relaciona el género con las prácticas sexistas, pues afirma que:
El
sexismo en la universidad sí existe… pero… ya no es tan evidente como antes… sí
se practica el sexismo, muy veladamente, pero sí hay una preferencia por elegir
hombres para puestos claves de responsabilidades y salarios mayores
(entrevista, noviembre 2012).
Ella
agrega que:
Aquí
ya no se da –pero sí se daba– el sexismo abiertamente, pero allí está, no como
el que digan [los hombres] “no queremos que estén o no queremos trabajar con
las mujeres”… así de evidente y tajante. Por ejemplo, a mí me invitaron en
varias ocasiones para diversos puestos y pensaba éstos sí son incluyentes… pero
en las juntas y reuniones en la que se supone se toma decisiones… me daba
cuenta que ellos ya se habían reunido por fuera [de la universidad] para tomar
acuerdos, y en las reuniones siempre me “mayoriteaban”… Siempre éramos si acaso
dos mujeres… tus opiniones no se toman en cuenta… ellos ya tienen una idea fija
de qué quieren para la universidad.
De
manera similar, Delia dice:
No
sé, esto tiene que ver con el género, pero cuando tienes tanto tiempo en este
medio te das cuenta que es muy difícil que las mujeres podamos competir por
puestos de dirección, porque, primero esos puestos se dan por amiguismo, no por
méritos académicos, o por credenciales. Si como mujer tienes un amigo o amigos
pues te invitan a que los apoyes…te acercan al poder, pero no te dan el poder
de la toma de decisiones… ¡AH! y si te equivocas no es por la circunstancias,
es porque eres mujer…siempre están sesgadas su opiniones de esa manera
(entrevista, febrero 2012).
Por
su parte, Lety afirma que:
[E]l
género significa la discriminación de los hombres a las mujeres… Fíjate a mí me
dice un colega… es que las mujeres se quejan mucho cuando se les dan las
comisiones… pero ¡te imaginas! siempre esperan que tú hagas el aseo o el
comidón para invitar a fulano o perengano… ¡Ah! y entre ellos se perdonan todo…
aparentemente porque después eso lo usan para atacarse políticamente… No,
deveras terminas pensando y haciendo… como ellos. Mira, otra cosa, si hay una
discusión ellos se gritan y hasta se insultan en general… y después como si
nada. Pero si te hacen o te dicen algo a ti y tú les respondes o incluso les
gritas entonces estás loca… o eres una histérica o una feminista (entrevista,
junio 2011).
En
ese mismo tenor Grisi explica:
Según
entiendo género significa que todos somos iguales, pero nunca pasa… sucede algo
muy extraño, muy chistoso, no, muy chistoso no, algo como muy típico… ¿cómo
llamarle?... más bien ofensivo. Me he dado cuenta que si un hombre se sale de sus
casillas y te trata muy mal, te gritonea u ofende, es porque puede, porque
tiene poder. Si una mujer se sale sus casillas y te trata muy mal, es que está
loca o te acusan de ser feminista histérica. O también dicen que “estás en tus
días”, sí eso me ha pasado, incluso, quizá inconscientemente, yo también lo he
asimilado y las he tratado así; fulana está loca y fulanito, tiene poder
(entrevistas, junio 2012).
De
acuerdo con Pedro, la igualdad de género sí existe en la universidad, pues se
puede ver en que ha aumentado la matrícula y la contratación de mujeres para
trabajar y para estudiar en universidad. Ante la pregunta de cómo explica el sexismo
en la universidad, Pedro enfatiza que el que las mujeres no ocupen puestos en
los cargos de toma de decisiones y mayor salario, no tiene que ver con el
sexismo, sino con los grupos de poder (constituidos por hombres) que no confían
en las mujeres.
Dice
que:
Todos
estos puestos administrativos no surgen de la nada … o sea, surgen de una
relación de amistades y de trabajo político muy fuerte, que requiere mucha
confianza… son alianzas de grupo y entre grupos… sí, en su mayoría hombres… claro
que participan mujeres, pero ya los puestos del núcleo nunca se han ocupado por
mujeres… es allí donde ya no se confía en las mujeres… no sé por qué, pero es
que entre el grupo centro hay otro tipo de compromisos… que incluso tienen que
ver con relaciones por fuera de la universidad, como por ejemplo sus filias
partidistas (entrevista, octubre 2012).
Pablo
reconoce que el género tiene que ver con la discriminación hacia las mujeres.
Él afirma que, “sí tienen razón –las mujeres– no debe haber diferencias, porque
somos iguales”. Al igual que todos/as los/as entrevistados/as se insiste en que
no hay, o no debe haber, discriminación porque según eso “todos somos iguales”.
Este tropo de supuesta igualdad borra las diferencias socio-culturales entre
hombres y mujeres; diferencias en las que se sustentan las relaciones de poder
de género. Asimismo, Pablo coincide en afirmar que no es por sexismo que las
mujeres no acceden a puestos de poder, sino que es por falta de confianza:
No,
no creo que eso –sólo hombres en la jerarquía– sea sexismo, porque la confianza
es un punto nodal en esa exclusión… ¡Uy! pues muchos son puestos de confianza,
son puestos de confianza ¿no? y este, la persona pues, la pirámide va desde el
rector, directores, y luego… ¿Cómo se dice?... los puestos de departamento,
coordinadores ¿no?... entonces pues es una… una red de confianza ¿no?... el
director le va a dar la oportunidad de ser el jefe de departamento a los que le
tenga confianza en tanto personal como este, el trabajo administrativo ¿no?
Entonces ya depende de allá [arriba]. No hay razón más que la confianza… creo
yo (entrevista, junio 2011).
Gerardo
argumenta que el sexismo en la universidad no existe, que las mujeres son
incluidas en todo pero tienen que ser apoyadas por algún grupo. Afirma lo
siguiente:
Mire…
yo no creo que sea por sexismo que las mujeres no ocupen puestos a ese nivel… eso
se acabó hace tiempo en la Universidad… aquí no se discrimina a las mujeres… yo
creo que tenemos muy buena convivencia. Bueno sí, sí hay sexismo, pero se da
más de manera personal... hay hombres que son sexistas, pero no todos somos…
las cosas en ese sentido de que las mujeres ocupen puestos se mueven de manera
diferente. Desde siempre, aquí en la universidad la llegada a los puestos de
dirección y a la rectoría, ha sido a través de los grupos… de grupos de apoyo,
que apoyan a una “x” persona a llegar al poder… sí, también con el objetivo de
llegar ellos a la rectoría. Bueno sí, como usted dice grupos de poder… si usted
no tiene un grupo que la apoye [como mujer] para que sea rector (sic) pues ni pensarlo
[…] (entrevista, mayo 2011).
En
general, la mayoría de las y los profesores no relacionan las creencias y
prácticas androcéntricas como prácticas sexistas, por tanto no las relacionan con
la estructura de poder informada por el género. Considero importante enfatizar
este aparente desconocimiento porque las relaciones de poder de género se viven
y se entienden de acuerdo con la posición que ocupa cada quien en la jerarquía
institucional. Sabemos que si una persona, hombre o mujer, se ha visto
beneficiada por la jerarquía: “él o ella”, no hay nada que cuestionar. Además,
de acuerdo con mi análisis, este aparente desconocimiento tiene que ver con el
“andamiaje retórico de género” que informa tácitamente y sustenta –a través de la
naturalización del género–
no sólo lo que se reconoce o desconoce, intencionalmente o no, sino de lo que
se puede o no decir en un espacio informado y sustentado por una cultura
androcéntrica.
Las mujeres entrevistadas tienen la agencia
para reconocer las prácticas sexistas, aun así, no lo denuncian porque saben
que la posibilidad de escalar profesionalmente (y económicamente) depende de su
“habilidad” para moverse o pertenecer a los grupos de poder en la universidad.
Estos grupos de poder están liderados por hombres (en ocasiones no visibles,
las visibles son las mujeres incluidas en subalternidad). Aunque siempre se
invita a las mujeres a participar, siempre se espera una práctica
androcéntrica, incondicional y acrítica de parte de las mujeres que integran
esos grupos.
En
pocas palabras, las mujeres, que ocupan espacios de elite –como la academia– y que
participan en esos grupos, no son inocentes en su participación aparentemente
acrítica en las estructuras del poder, saben cómo se mueve el poder dentro de
la institución.
Conclusiones
Así
este proceso coyuntural mostró que la violencia de género, si bien simbólica, era
una práctica normalizada en la cultura de la institución; la cristalización de
un menosprecio histórico hacia las mujeres transgresoras en esta comunidad
fronteriza. Por tanto, a través del poder simbólico se sustentaron actitudes
personales y colectivas que marcaron, nombraron, excluyeron y silenciaron tanto
prácticas como personas, avalando así, la permanencia de la injusticia
soterrada y legitimada por un discurso persuasivo que minimiza el derecho que
tenemos las mujeres a participar y ser respetadas en las deliberaciones y
acciones públicas que conciernen a nuestros derechos dentro y fuera de la
institución.
Como en cualquier cultura, la
llamada cultura institucional de género de la UACJ, se re/produce y refuerza
por medio de la constante negociación u oposición en la lucha, en este caso, no
sólo por el sentido de lo que significa el género, también por los recursos
económicos y simbólicos (los reconocimientos) otorgados por parte de la
administración en turno. En este sentido, el avance de los cambios reales en
términos cualitativos en la institución sólo son posibles si conviene a los
intereses de la administración en turno, que a su vez responde a los intereses
de los grupos de poder históricos de UACJ. Estos grupos han influido e influyen
tanto de manera tácita como explícita en la producción y distribución de los
bienes simbólicos y materiales de la institución.
Los y las participantes no reconocen
(por lo menos abiertamente) que la re/producción de los discursos y prácticas
sexistas se construyen y construyen la cultura de género que ha privilegiado históricamente
la visión androcéntrica como universal. Y en ese proceso legitiman la visión,
la historia, la ciencia, la experiencia y el quehacer de “lo masculino
hegemónico” en general, y en específico de los hombres que han ocupado u ocupan
posiciones de poder. Esto se logra a través de la retoricidad de los silencios,
representada en la ausencia de reconocimiento de otras visiones del mundo.
La retórica del menosprecio es una acción
simbólica que nos persuade simbólicamente a ignorar, minimizar, excluir o
desvalorizar en este caso a las mujeres como sujetas históricas. La posibilidad
de cambio dentro de las IES depende, en primera instancia, de la posibilidad y habilidad,
por parte de las agentes involucradas, de articular, desarticular y re-articular
el poder simbólico de la voz y el silencio utilizados como estrategias
persuasivas para invisibilizarnos. El sistema generizado de la institución contempla
siempre la inclusión de las mujeres, siempre en subordinación, aunque ocupen
puestos de alta dirección.
Cuando un grupo de mujeres no están
dispuestas a ser incluidas en subordinación promoverán cambios que siempre
serán interpretados como desacatos feministas, se reconozcan o no como
feministas. Entonces, sigue siendo nodal para las mujeres –y para otros grupos
históricamente excluidos–
documentar, analizar y exponer el ab/uso del lenguaje, por parte de nosotras y
de otros, con el fin de cambiar o transgredir los límites –simbólicos y
materiales– que
históricamente han desdibujado el reconocimiento de las mujeres como sujetas de
derechos. Los procesos de confrontación o de crisis se perfilan como momentos
históricos clave en donde la efectividad de la voz y el silencio dan forma y
contenido ideológico al re/posicionamiento de las tácticas y estrategias
políticas de las mujeres en la lucha por el sentido.
Como epílogo, debo mencionar que la
crisis de género vivida por las académicas feministas en la UACJ del 2009-2012,
cambia con una nueva administración. Aunque algunos de la antigua administración
permanecen, el nuevo rector de la UACJ (2012-2018) apoyó la terminación de la
investigación y la apertura de la Maestría de Estudios Interdisciplinarios de
Género (MEIG) (2014), propuesta por las investigadoras feministas. Considero que,
si bien este postgrado fue una intervención feminista, no resuelve el problema
dentro de la universidad, pues al institucionalizarse se ha ido desdibujando la
posibilidad de cambio en el andamiaje de género dentro de la universidad.
La
voz crítica de las académicas feministas tardará mucho tiempo en romper la
circunlocución de la retórica del menosprecio, mientras la cultura
institucional se sustente en prácticas e ideologías androcéntricas, no en pocas
ocasiones sustentadas por las mismas mujeres. El silencio no nos salva, ni a
las feministas, ni a las no-feministas.
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[1] Mi traducción, ver
Cheryl Glenn (1997) Rhetoric Retold. Carbondale & Edwardsville: Southern Illinois
University Press, p.3.
[2] La revisión de
los estudios realizados por colegas mexicanas en torno a la cultura
institucional de género en la IES y de los procesos de transversalización del
enfoque de género tuvo como objetivo el localizar la incepción de la decisión
(prescripción) gubernamental de promover esa política en IES públicas a nivel
nacional. En ningún momento nos planteamos replicar los estudios realizados. Esto
porque nuestra universidad es una universidad muy joven (43 años) con un
estudiantado de 27 mil estudiantes (aproximadamente), con una estructura
departamentalizada y con una historia marcada por nuestra posición
socio-cultural y geopolítica de frontera, así como por la violencia extrema de
género: el feminicidio. Sin embargo, cabe señalar que, según los estudios realizados
en dos de las universidades públicas más grandes y pobladas de México, como son
la Universidad de Guadalajara y la Universidad Nacional Autónoma de México, el
andamiaje de género como sistema de dominación está, a la fecha, representado
por evidentes cúpulas patriarcales apuntaladas por el compadrazgo, el
clientelismo, la consanguinidad (nepotismo), entre otras estrategias del poder
jerárquico. Entre las estudiosas que han expuesto estas culturas podemos
mencionar a Palomar Verea, Cristina, 2004, 2011; García Guevara. Patricia, 2004; Munévar Dora y Martha Villaseñor 2005;
Chávez, María Antonia, et. al., 2003; Blázquez, Norma y Bustos, 2003; Buquet,
Ana, Jennifer A. Cooper, Araceli Mingo y Hortensia Moreno, 2013).
[3] Este texto no
representa los avances o los hallazgos de una investigación concluida, sino la
explicación o teorización de experiencia vivida durante el ejercicio de una
investigación feminista colectiva y multi-perspectiva financiada con recursos
externos a la institución. Participamos varias académicas de las áreas de
Humanidades y las Ciencias Sociales. Mi perspectiva estuvo centrada en un
análisis cualitativo de la estructura simbólico-discursiva. A partir de allí
teorizo un proceso de violencia institucional de género que se produjo paralelo
al proceso formal de la investigación. Para más sobre el proceso de
investigación ver el libro, Clara Eugenia Rojas Blanco (2016) Andamiaje
retórico de género. Un conocimiento situado en la Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez (2008-2012). Ciudad Juárez: Publicaciones UACJ.
[4] Sobre la
imposibilidad de construir argumentos feministas desde “la razón”, ver Bárbara
Tomilson (2010) Feminism and affect at
the scene of argument. Beyond the
Trope of the angry feminist. Philadelphia: Temple University Press.
[5] La traducción es propia.
[6] Para más sobre
la discusión de las epistemologías feministas desde el contexto
latinoamericano, ver Norma Blázquez Graf, Fátima
Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo (2010).
[7] Estos dos
conceptos son de mi autoría. Para más sobre “la retórica del menosprecio” ver Clara
Eugenia Rojas (2013) “La retórica de la tragedia y el feminicidio en Ciudad
Juárez, México”. En Alejandra Vitale &
Phillip-Joseph Salazar (Eds.), Rhetoric in South America,
19-31-pphttp://africanrhetoric.org/pdf/5_Rojas_Rhetoric%20in%20South%20America.pdf
[8] La otra
historia está documentada por Dolores Canizales, la fundadora de la primera
universidad en Ciudad Juárez y co-fundadora (no reconocida públicamente a la
fecha) de la UACJ. Ver, Dolores Canizales Urrutia, Así empezó todo. La
verdadera historia de la Universidad Femenina de Ciudad Juárez, Chih., y sus
transiciones a Universidad Mixta, Universidad de Ciudad Juárez, A.C. y
Universidad Autónoma. UACJ, 1982, en línea. Recuperado en octubre del 2012,
http://docentes2.uacj.mx/museodigital/acreditacion_LAV/paginas/Historia%20de%20l
a%20UACJ.htm
[9] Estos datos
sólo representan una pequeña parte de los datos obtenidos y reportados en el
informe amplio. Con ellos no pretendo generalizar voces; en términos
cuantitativos estos datos no son representativos del pensamiento de “toda la
comunidad universitaria”, en términos cualitativos sí son significativos, pues
exponen la participación activa de quienes estaban en posición de toma de
decisiones, en un proceso de violencia institucional de género. Esta violencia
afectó de manera importante el bienestar emocional y laboral del grupo de
investigación, de tal forma que el grupo se fractura y en su mayoría abandonan
la investigación.
[10] Todos los
nombres son ficticios, para proteger la privacidad de las/os entrevistados.