LOS ROLES DE GÉNERO EN LA DISTRIBUCIÓN DE TRABAJO EN
FAMILIAS HOMOSEXUALES Y EN FAMILIAS HOMOPARENTALES DE HOMBRES EN LA CIUDAD DE
MÉXICO[1]
Luz María Galindo Vilchis1
[1] Colegio de México, México. Correo electrónico:
gamavi_2000@yahoo.com.mx
Resumen
La mayoría de los estudios sobre las familias se han
realizado desde un modelo hegemónico de familias biparentales
conformadas por un hombre proveedor económico, una mujer-esposa encargada del
trabajo doméstico e hijas y/o hijos; en este
modelo existen reglas y normas que exigen seguir
pautas en sus relaciones y en su vida. Por ello, en varias áreas de investigación
como la Demografía, la Sociología y la Psicología existe una falta de
reconocimiento de las familias del mismo sexo, por ejemplo, en los sistemas
estadísticos. Sólo se llega a captar por un deseo expreso de declararse como
pareja o familia, lo que puede omitir muchos casos en que las parejas prefieren
ocultarlo o simplemente se ajustan al esquema que se les plantea sin
cuestionarlo.
En general, en América Latina, Europa, Asia, Estados Unidos y específicamente en México existen pocas investigaciones integrales sobre familias en donde se consideren los estudios cuantitativos y los cualitativos asociados a diferentes tipos de familias extensas o monoparentales, y se ha estudiado menos aún a las familias homosexuales y a las familias homoparentales.
En países como el nuestro es muy reciente la
investigación científica social en esta temática, por lo que falta mucho por
explorar. En este documento se considera
como familias a las parejas del mismo sexo sin hijas/os (familias homosexuales)
y con hijas/os (familias homoparentales) y tiene como objetivo identificar si
hay patrones culturales de género en la distribución del trabajo en la vida
cotidiana en algunas de las familias mencionadas en la Ciudad de México
considerando la edad, la escolaridad y los ingresos de quienes participaron.
Por lo que, primero se reflexiona sobre la importancia de la organización del
tiempo para comprender la medición de la distribución del trabajo.
Después se muestra la complejidad de la
definición de la familia, y se explica el por qué la elección de las familias
de este estudio en la Ciudad de México, así como la importancia de las
variables edad, escolaridad e ingreso económico en los roles de género.
Posteriormente, se explican las fases de la metodología y los principales
resultados que muestran que en estas familias sí hay distribución del trabajo
de acuerdo sobre todo a la escolaridad y al ingreso económico. Por ello se
puede concluir que entre estas familias sí hay roles de género.
Palabras clave: homosexual,
homoparental, familias, distribución del trabajo
Abstract
Most of the studies on families have
been carried out from a hegemonic model of two-parent families made up of a
male who is the breadwinner, a woman-wife in charge of domestic work and
children. In this model there are rules and norms that demand to follow the
guidelines in their relationships and in their life. For this reason, in
several research areas such as Demography, Sociology and Psychology there is a
lack of recognition of same-sex families, for example in statistical systems.
One can only be aware of this by an express desire to declare themselves as a
couple or family, which may exclude many cases in which couples prefer to hide
it or simply conform to the scheme imposed to them without questioning it.
In general, in Latin America,
Europe, Asia, the United States, and specifically in Mexico, there is little
comprehensive research on families where quantitative and qualitative studies related
to different types of extended and single-parent families are considered, and even
less those related to homosexual families and homoparental families.
In countries like ours,
the social scientific research in this area is very recent and so much remains
to be explored. This document considers families as the ones formed by couples
of same-sex without children (homosexual families) and with children (homoparental
families) and its purpose is to identify if there are cultural patterns of
gender in the distribution of work in the daily life in some of the families
mentioned in Mexico City taking into consideration the age, schooling and
income of those who participated. So, the first
thing to consider is the importance of the time management in order to
understand how the workload distribution can be measured.
Then the
complexity of the definition of the family is shown, explaining why the
families of this study in Mexico City were chosen, showing also the importance
of age, schooling and economic income variables in gender roles. Subsequently,
the phases of the methodology and the main results are explained which show
that, in these families, there is a distribution of work mainly depending on
schooling and income. It is therefore possible to conclude that among these
families there are gender roles.
Keywords:
homosexual, homoparental, families, work distribution.
Recibido en 26/04/2017
Aceptado en 05/07/2017
Un estudio exploratorio
Parte de la investigación de la que se desprende este artículo tuvo como objetivo identificar si hay patrones culturales de género en la distribución del trabajo en la vida cotidiana en algunas familias homosexuales y en familias homoparentales de hombres en la Ciudad de México considerando la edad, la escolaridad y los ingresos. Se realizó un estudio exploratorio en la Ciudad de México ya que no existían datos captados específicamente para este objetivo. De igual manera, se optó por un corte interdisciplinario ya que se consideraron dos perspectivas:
·
la de género, en la que se debaten las
desigualdades entre las personas y el poder y,
· la vida cotidiana, considerada como un conjunto de necesidades indispensables para la reproducción de las personas[2], así como significados subjetivos que acompañan estas actividades, unas ligadas a la perspectiva de género que comprenden los tiempos y las tareas reproductivas.
La muestra fue no probabilística y las características tomadas en cuenta para que los hombres participaran fueron: que se asumieran como hombres que les gustan otros hombres y se consideraran pareja y/o familia; podían o no tener hijas y/o hijos. En principio se buscó que tuvieran por lo menos 2 años de vivir en la misma casa, debido a la estabilidad que esto da a los patrones de lo doméstico (McWhirter y Matisson, 1984). Sin embargo, se consideraron familias que sólo tenían un año cohabitando por la dificultad de acceder a más familias para entrevistar.
Para realizar el estudio se usaron dos vías de aproximación (Gallego, 2010) a las familias. La primera vía fue asistiendo a un grupo de la diversidad sexual y la segunda fue la técnica de la bola de nieve. Con respecto a la primera opción, se acudió a varias sesiones y se habló con diferentes personas del grupo para saber si estaban interesadas en participar en el estudio, sin embargo, las personas con las que se habló en ese momento no tenían pareja. También se enviaron correos electrónicos a otros grupos de diversidad sexual pero nunca hubo respuesta. Por lo que esta vía no fue fructífera para el estudio. La segunda vía fue mediante la técnica “bola de nieve” (Taylor y Bogdan, 2009), es decir, conocer inicialmente a algunas personas informantes y lograr que lleven a otras. Así se logró trabajar con familias de diferentes características considerando las variables antes mencionadas.
Cabe señalar que, como parte del cuidado de la ética de investigación, como señala Juan Guillermo Figueroa (2014), no se mencionan los grupos de diversidad sexual a los que se contactó y a los participantes que colaboraron en el trabajo de campo se les explicaron los objetivos del estudio (estrictamente académicos), se les garantizó el anonimato si así lo deseaban y la confidencialidad de su información. En este sentido, se le preguntó a cada persona si se podía utilizar su nombre real o un seudónimo; hubo quien pidió explícitamente que se usara su nombre real, ya que es parte de su activismo, y hubo quien dijo que quería ser totalmente anónimo.[3]
Se utilizó metodología mixta, ya que es una combinación de datos cuantitativos de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) (2009) en la que no hay representatividad estadística, y de datos cualitativos obtenidos de cuestionarios y entrevistas que se aplicaron a cuatro familias homosexuales y una homoparental de hombres.
La investigación contó con tres fases de análisis. En la primera, se obtuvo información de la ENUT 2009, usando sus micro datos mediante el programa estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences) para conocer cuántos hogares homosexuales se reportan en la Encuesta. Lo mismo se hizo con los hogares heterosexuales para tenerlos como referente.
Estos datos sirvieron para conocer el número de hogares homo y heterosexuales en México, pues hasta ese momento, no había datos reportados de los hogares homosexuales en esta Encuesta. Después de esta fase, se aplicó un cuestionario estructurado a las personas participantes con 128 preguntas en el que se obtuvo información del número de horas que dedicó cada persona (la semana previa) a las diversas actividades, ya sea del trabajo remunerado y del no remunerado. Debido a las limitaciones del cuestionario,[4] y para ir más allá de la medición horaria, se requirió de una tercera fase de estudio en la que se aplicaron entrevistas semiestructuradas; éstas constaron de 28 preguntas y los temas fueron sobre formación familiar, redes sociales, repartición de tareas domésticas, tiempo libre y convivencia social. Cabe señalar que tanto los cuestionarios como las entrevistas se hicieron de forma individual con la finalidad de no tener presiones de la pareja.
En las entrevistas se obtuvieron aspectos que no se pueden captar a
través de cuestionarios; así que se buscó entender el significado que le
atribuyen las personas al tiempo que dedican a las diferentes actividades que
realizan y a su distribución en un contexto determinado. Lo que se hizo
mediante el análisis de contenido, es una técnica para formular inferencias en
las que se identifican de manera sistemática y objetiva ciertas características
de los textos (Stone, et al., 1966; citados en Krippendorff, 1990). Este
análisis se hizo tomando como referencias las perspectivas de género y de la
vida cotidiana, ya que a partir de éstas se diseñaron dos esquemas de
categorías que se presentan más adelante. Ahora bien,
las características de los participantes se muestran en el cuadro 1; en éste se
observa que el rango de edad es entre los 31 y 60 años; su escolaridad formal
es de bachillerato a posgrado y sus ingresos varían entre los 21,000 a 90,000
pesos.
Después
de referir estas características es relevante comprender las desigualdades de la
distribución del trabajo entre mujeres y hombres, por lo que en la siguiente
sección se presentan los antecedentes.
Antecedentes:
la organización del tiempo
En la década de 1960 en Europa surgió el interés por estudiar los usos del tiempo como consecuencia de la ampliación de las políticas del bienestar y de la expansión de la sociedad de consumo (Saralegui, 1997; Szalai, 1972). A lo largo del siglo xx el concepto tiempo se consolidó como un objeto de estudio de las Ciencias Sociales. La dimensión social del tiempo ha expuesto las desigualdades de género en diversos contextos y ha evidenciado la distribución desigual de la carga total de trabajo entre hombres y mujeres.
Es importante conocer cómo se distribuye el tiempo si se dedica al trabajo y se recibe dinero por ello, así como quién hace qué fuera y dentro de casa. Para entender la relación entre el tiempo y su cuantificación, Sara Moreno (2002) señala que a lo largo del siglo XIX se desarrollaron los derechos de la ciudadanía directamente vinculados con la fuerza de trabajo. Durante este periodo el ciclo de vida institucional se relaciona con el trabajo remunerado, de manera que los derechos prescriben el estatus biográfico de las personas, regulan la juventud, la edad adulta y la vejez. La concepción de este ciclo de vida se remonta al modelo de proveedor a partir del cual los hombres participan en el mercado laboral, asumiendo el rol de llevar el dinero a la casa, mientras las mujeres, con una condición de ciudadanía dependiente del marido, asumen la responsabilidad del trabajo doméstico familiar (Borderías & Carrasco, 1994).
De este modelo, Sara Moreno (2002) señala que se desprende que la organización del tiempo actual está en función de la ocupación masculina y de la importancia de la familia entendida a partir de la mujer,[5] además de la carga de trabajo que lleva. Esta dimensión social del tiempo expone las desigualdades de género en el contexto de la sociedad de bienestar, ya que evidencia la distribución desigual de la carga total de trabajo entre hombres y mujeres. Así, es importante cómo se mide el tiempo de los trabajos remunerado y no remunerado, ya que esto muestra las desigualdades entre los géneros.
Definición de trabajo y su
distribución: un panorama
En la literatura se ha intentado explicar cómo las características de género afectan el tiempo, o los tiempos del trabajo remunerado y del no remunerado en diversos países y entre la diversidad de las familias. Para este estudio se retoma lo que menciona Mercedes Pedrero (2012) sobre las definiciones de los términos usados en torno a la temática del trabajo y su distribución, lo que permitirá una contextualización global de cómo se entiende.
De acuerdo con Pedrero, teóricas como Brígida García y Orlandina de
Oliveira desde hace
17 años empezaron a usar el término “Trabajo extradoméstico” para referirse a
las actividades económicas según las define la Organización Internacional del
Trabajo (OIT). Esto con el fin de precisar que no es el único tipo de
trabajo, es decir, reivindicando el “trabajo doméstico”. El concepto “trabajo
extradoméstico” sólo se ha usado en América Latina para
referirse a las labores destinadas al mercado, sin embargo, tiene la desventaja
que puede
remitir a que sólo se trata del trabajo que se realiza fuera del domicilio
cuando hay actividades que se hacen dentro de la
vivienda para generar ingresos, como es el caso de las costureras que trabajan
en su domicilio. Para evitar la ambigüedad, Pedrero propone usar trabajo
como la actividad humana que produce bienes o servicios, y que comprende dos
grandes categorías:
1) Trabajo para el mercado o remunerado.
Se ajusta a la definición tradicional de la OIT de actividad económica, para no
romper secuencias estadísticas.
2) Trabajo
no de mercado, o no remunerado.
Comprende tanto al trabajo doméstico (o reproductivo) como al trabajo
voluntario. La autora se ajusta en cuanto al trabajo doméstico no
remunerado que define
Margaret Reid, la cual delimita las actividades que son equivalentes a las que
puede hacer un tercero.
En este estudio se consideran estas definiciones. Además, también es relevante considerar a autores como Carrington (1998) que ha hecho investigación cualitativa y señala que el trabajo doméstico debe incluir: hacer las listas de compras, la administración de tareas y de dinero (finanzas), las interacciones con otras personas que no son familiares, así como las actividades relacionadas con los viajes, como; comprar boletos, hacer maletas, etc., las cuales son consideradas como actividades de gestión o gerencia captadas dentro de las cuentas de uso del tiempo.
Así se ha reflexionado sobre el tiempo, su medición y cómo se relaciona
con la distribución del trabajo, lo que lleva a la comprensión de las
desigualdades entre mujeres y hombres por el tiempo que dedican a cada tipo de
trabajo. El tiempo se ha medido, sobre todo, de forma cuantitativa en las
encuestas, y se ha hecho en su mayoría en los hogares heteronormativos,
quedando pendientes mediciones en los hogares o en familias que no lo son.[6]
La(s) familias(s):
¿significado?
Cuando se habla de familia en el imaginario social, en
general se alude a las familias biparentales constituidas por dos personas de diferente
sexo, con hijas y/o hijos probablemente, ya que éstas son las más reconocidas[7]
en el ámbito social, económico, político, etc. Conforme las familias se
reconfiguran, se reconocen familias formadas por parejas sin hijas y/o hijos,
las familias extensas, las familias compuestas, las familias monoparentales
(Echarri, 2010; Ordaz, Monroy y López, 2010), pero las familias homosexuales y
las familias homoparentales son aún las menos consideradas en todas las
tipologías.
Cabe mencionar que Haces (2006) recupera
la definición de Rodolfo Tuirán, quien en 2001 refiere que hay dos categorías
sobre qué y quiénes son familia. La primera, se refiere a la familia elemental,
que comprende a la pareja sin hijas y/o hijos, la pareja con una/o o más
hijas/os solteras/os y al padre o la madre con uno/a o más hijas/os solteras/os
y la segunda designa a un grupo de personas vinculadas entre sí por lazos
consanguíneos, consensuales o jurídicos, que constituyen redes complejas de
parentesco, en las que hay cooperación y solidaridad.
La definición anterior da pauta para
considerar que hombres y mujeres que establecen lazos consensuales, en las que
hay relaciones sexuales y afectivas con personas de su mismo sexo/género y
forman una unidad doméstica con hijas y/o hijos, establecen familias
homoparentales. Así, Ángeles Haces (2006) señala que la familia de estos
hombres y mujeres representa el espacio de socialización de las/os hijas/os con
dos personas adultas del mismo sexo/género como figura parental y, en la
población que ella estudió, la familia que se construye y se reconstruye
diariamente representa una consecuencia de un proceso amplio que las personas
han vivido e iniciado en el momento de su reconocimiento homoerótico,
concretado por el enamoramiento y la conformación de la pareja, culminando en
la decisión de formar una familia para compartir una unidad doméstica común y
llevar a niñas/os al espacio familiar.
En esta investigación, la familia se
define como aquella que se conforma por dos personas que tienen una relación
erótico–afectiva, sin o con hijas y/o hijos biológicos o por elección (Haces,
2006) y pueden ser o no del mismo sexo. La familia homoparental está formada
por dos hombres sin hijas y/o hijos, de la misma forma que puede estar
integrada por hombres que tienen hijas y/o hijos biológicos o por elección.
Así, se intenta reconfigurar el significado de familia: no se entiende como la familia tradicional que se ha
escrito, sino aquella en la que existen personas diversas, con relaciones
filiales consanguíneas o no, que forman un grupo de personas (dos o más), que
habitan el mismo espacio de forma continua o esporádica, que tienen vínculos de
diversa índole y en donde es importante el apoyo entre quienes la forman
(Laguna, 2013).
En la siguiente sección se presentan
las perspectivas de análisis, la de género y de la vida cotidiana. Después se refieren
algunos de los estudios que se han realizado sobre la distribución del trabajo
de estas familias y las principales variables asociadas.
Perspectiva de género: patrones
culturales de género
La perspectiva de género remite
al conjunto de procesos, modelos de comportamiento y de relaciones con los
cuales la sociedad transforma, a través de sus pautas socio-culturales, el sexo
biológico en producto de la actividad humana, e igualmente a la organización
que resulta de dividir, entre hombres y mujeres, las tareas fundamentales para
producir y reproducir la vida humana en la sociedad. Una división que provoca
desigualdades al no reconocer cómo son necesarias las tareas de la reproducción
de la vida humana, es decir: aquellas que las mujeres tienen atribuidas
socialmente (Torns, Borràs y Moreno, 2006).
Es importante desde
esta perspectiva comprender los patrones de género, ya
que son el resultado de la división sexual del
trabajo que se había pensado que era “natural” hasta que los diferentes
feminismos (Lindsey, 1990; Rodríguez, 2001; Pedrero, 2004; García-Prince, 2013)
cuestionaron lo anterior, teniendo como común denominador que esta división del
trabajo se basa y expresa en relaciones de poder.
Existen diferentes discusiones de cómo nombrarlos desde las diferentes disciplinas; por ello, es importante explicar que éstos pueden ser considerados también como roles de género. Los roles pueden definirse como conjuntos de expectativas de comportamientos exigidas a quienes ocupan una posición determinada. En el área familiar se es padre, madre, abuelo, hija, etc., se trata de la expectativa que tienen los demás de cada cual en función del rol que representa; toda persona cumple un conjunto de roles que reunidos configuran un estatus (Sau, 2004).
Evangelina García-Prince define
los roles de género como:
las
tareas o papeles u funciones sociales normativas [sic] que las personas desempeñan en las esferas y espacios que les corresponden
dentro del orden de género (familia, comunidad, grupos) de acuerdo con los
aprendizajes que corresponden según su sexo y a cada identidad subjetiva de
género masculino o femenino (García-Prince, 2013: 47).
De acuerdo con esta autora, los
valores que están asociados al género son la causa principal de mantener los
roles asignados socialmente a los sexos, lo que genera estereotipos, que son
generalizaciones basadas en ideas preconcebidas o prejuicios que se tienen
acerca de cómo deben ser las personas. Así, las expectativas de comportamiento
que existen para cada sexo responden a modelos socialmente aceptados para que
las personas desarrollen fácilmente un grado importante de identificación con
los mismos.
En casi todas las
sociedades y desde una perspectiva tradicional, los roles de las mujeres
generalmente se asocian con el ámbito doméstico, con la crianza y los cuidados
de las familias. Por lo general, y tradicionalmente, los roles masculinos están
relacionados con el espacio y las actividades fuera de los hogares, en el
ámbito público y con el trabajo del mercado. Frecuentemente los roles de género
se consideran “naturales”, pero no lo son. Su naturalización se debe a la
repetición de las asignaciones de tareas a los hombres y a mujeres en los
ámbitos público, privado y doméstico. Estos roles están igualmente sometidos a
la valoración jerárquica implícita en las relaciones de poder. Las tareas
femeninas son menos valoradas que las masculinas, lo que tiene como
consecuencia que las mujeres también sean menos apreciadas en su condición
humana, y que los trabajos que realizan se consideren como no trabajo
(García-Prince, 2013).
Los roles de género
masculinos se representan a través de comportamientos y de valores asociados al
patriarcado, en el que hay una desigualdad acentuada entre mujeres y hombres.
En este supuesto, a los hombres se les atribuyen roles como proveedores de la
economía de los hogares, por lo que salen a trabajar, además, son quienes
deciden cómo educar a sus hijas/os, qué bienes materiales se adquieren; las
mujeres, como parte de sus roles, son quienes preparan y sirven los alimentos,
cuidan a sus hijas e hijos y a las personas que lo necesitan en el hogar. Estas
actividades sólo son algunos de los ejemplos en los que los roles de ser una
mujer o un hombre se expresan. Así, en este estudio se
considera equivalente a los roles de género y patrones culturales de género,
los cuales son resultado de la división sexual del trabajo.
Perspectiva de la vida cotidiana
Faustino Miguélez y Teresa Torns (1998) definen la vida cotidiana como:
La articulación y
organización concreta que la gente realiza entre los diferentes ámbitos de la
vida social, tanto en términos de la práctica y/o actividad (perspectiva
objetivista) como en términos de percepciones, estados y/o contenidos
intencionales y actitudes (perspectiva más simbólica) (Miguélez y Torns, 1998:
11).
También refieren que consideran la vida cotidiana como una realidad social que corresponde a la articulación e interacción entre el ámbito de trabajo productor de bienes y servicios, el ámbito de las actividades que producen y reproducen y en el ámbito del tiempo libre. Estos ambientes se pueden conocer por elementos objetivos como actividades y prácticas concretas o elementos más simbólicos como los valores o las creencias.
Teresa Torns, Vicent Borràs y Sara Moreno (2006) señalan que la perspectiva de género
ha hecho posible el reconocimiento de la vida cotidiana, así como la
reconstrucción de la categoría trabajo (Torns, Recio y Durán, 2010). Este
reconocimiento se ha hecho debido al nuevo escenario que llega a ser
problemático para la mayoría de las mujeres; incluso para aquellas que
pareciera que tienen un bienestar asegurado. Este enfoque permite la
introducción de la vida cotidiana y el tiempo cotidiano al mundo público.
Sara Moreno (2004) considera que el tiempo cotidiano es un marco de referencia que implica analizar las actividades que desarrollan las personas en la producción y reproducción de la vida cotidiana. Así, en este tiempo no se mide la dimensión horaria, sino que responde al interés para conocer la cotidianeidad del tiempo que se destina a una actividad determinada (distribución), así como el significado que da la cotidianidad en términos de vivencia (prácticas) y percepción (significados). En este marco, el tiempo cotidiano se caracteriza por considerar las actividades que se desarrollan en la producción y reproducción de la vida, y con ello la posibilidad de su medición y valoración a través de métodos cuantitativos y/o cualitativos. Así, considerando estas dos perspectivas y las respuestas de las entrevistas se diseñaron dos esquemas de categorías de trabajo remunerado y del no remunerado (1 y 2).
En el esquema 1, se muestra que las actividades del trabajo remunerado que se encontraron en las entrevistas son de tipo económico; los recursos se observan en los ingresos y la percepción del tiempo en sí, se dedica poco o mucho de acuerdo a cada persona entrevistada. Los costos a los que se hace referencia se observan en la toma de decisiones en las que se reflejan si hay conflicto o bienestar.
En el esquema 2, del trabajo no remunerado, se muestra que en las entrevistas se encontraron actividades que son de tipo básicas, de gestión y de cuidado; los recursos que se observan son a través de las amistades, las familias y la pareja. La percepción del tiempo en sí, se dedica poco o mucho, de acuerdo a cada persona entrevistada. Los costos se observan en la toma de decisiones en las que se reflejan si hay conflicto o bienestar. Así, con estos dos esquemas se analizaron las prácticas y los significados de lo que cada varón dijo en su entrevista, lo que permitió contrastar los tiempos que dijeron dedicar en los cuestionarios.
A continuación, se presentan
algunas de las investigaciones realizadas en las familias homosexuales y en
familias homoparentales en diversos países para tener un panorama general de
cómo se ha cómo se ha distribuido el trabajo, lo que permitirá conocer si este
estudio concuerda o no.
Estudios de las familias homosexuales y
familias homoparentales
En los años 90, Lawrence Kurdek (1993) investigó cómo las
parejas de personas heterosexuales, de gays
y de lesbianas distribuían las labores domésticas; encontró que eran más
igualitarias las parejas del mismo sexo. Por su parte, Christopher Carrington
en Estados Unidos (1998; 2002) en su tesis doctoral tuvo como objetivo reflejar
la vida cotidiana del trabajo doméstico en los hogares de las familias lesbigay[8]
considerando variables de su contexto socioeconómico, tales como: clase
social, ocupación, ingresos, así como género y etnicidad/raza.
En esta tesis, Carrington refiere que se descubrió que las parejas de gays y lesbianas frecuentemente eran más
igualitarias y jugaban menos “roles de género” que las parejas heterosexuales
dentro de su relación (Harry, 1984; Kurdek, 1993; Carrington, 1998; Tornello,
Sonnenberg, y Patterson, 2015).
Harry
(1984) refiere que el igualitarismo surge de varios factores sociales,
incluyendo el rechazo al modelo dominante de matrimonio heterosexual y a las
diferencias de ingresos que existen entre las parejas gays y las parejas lesbianas. En este mismo sentido, Blumstein y
Schwartz (1983) sugieren que debido a que los “roles de género” no “sirven”
como base institucional de la división del trabajo doméstico, las parejas de gays y lesbianas, a diferencia de las
parejas heterosexuales, deben negociar las tareas del hogar. Los autores
encontraron que, si hay desigualdad en estas parejas, es por casualidad o como
resultado de modelar su relación en el matrimonio.
En
los años setenta y ochenta las desigualdades entre algunas parejas de gays y lesbianas se debían a la
diferencia de ingresos o edad de las personas que formaban la pareja (Blumstein
y Schuwartz, 1983; Harry, 1984). En su estudio, en los años noventa, Carrington
(1998) encuentra que el número de horas que dedican las personas a su carrera
influye en la división de las tareas domésticas: generalmente quienes trabajan
más horas para el mercado, y quienes tienen un mayor ingreso hacen menos tareas
domésticas.
Otra investigación es la de Marta
Domínguez (2012) en España, quien en su investigación compara la distribución
del trabajo doméstico en las parejas españolas casadas y cohabitantes,
contrastando la hipótesis sobre recursos relativos[9]
frente a la construcción de género y considerando si el tipo de pareja influye
en la igualdad del reparto de tareas a través de la Encuesta de Usos de Tiempo
2002-2003.
Debido a la todavía reducida presencia
de las familias del mismo sexo en las encuestas y en los trabajos cualitativos,
la bibliografía sobre la división del trabajo doméstico entre estas familias es
menos extensa, pero hasta el momento los estudios hechos muestran una división
del trabajo doméstico mucho más igualitaria (Jensen, 1974; Kurdek 1993; Carrington,
1998; Domínguez, 2012) y más dependiente del poder de negociación económica
(Sullivan 1996, citado en Domínguez, 2012).
Una de las investigaciones recientes es
la de Tornello, Sonnenberg y Patterson (2015), en
ésta aplicaron
cuestionarios en Estados Unidos a hombres que se reconocieron como
homosexuales, que vivieron con su pareja en el mismo hogar por lo menos la
mitad del tiempo y que tuvieron hijas y/o hijos viviendo con ellos de 18 años o
menos. Los principales resultados refieren que, en estos hombres homosexuales,
la división de labores en sus hogares está relacionada con el bienestar de las
parejas, esto es, que ambos participan de forma igualitaria y refieren que las
variables ingreso y educación, no necesariamente están vinculadas a esta división
de tareas en los hogares, pero al parecer la educación sí está vinculada a los
cuidados de las hijas y/o hijos.
Después de la lectura de estas
investigaciones, se puede pensar que en las familias homosexuales y en las
familias homoparentales de estos estudios, hay variables como la edad, la
escolaridad y el ingreso que están relacionadas con la distribución del
trabajo. Sin embargo, no hay nada determinante pues los contextos y los métodos
para medir los trabajos son diferentes, por lo que hay información que se ha de
continuar estudiando. En este sentido, esta investigación aporta datos
novedosos sobre la distribución de trabajo en familias de varones de la Ciudad
de México.
Principales
Resultados
En la primera fase, se encontró que, de una muestra de 10,543 hogares,
hay 9,943 con jefatura heterosexual masculina, 407 con jefatura heterosexual
femenina, 113 con jefatura homosexual masculina y 80 con jefatura homosexual
femenina (cuadro 2).[10]
En el cuadro 2 se muestra los
hogares homosexuales reportados en la Encuesta: 113 son de hombres y 80 de
mujeres, 193 en total. Con estos datos se puede reflexionar sobre que son
pocos, puede ser que no haya más o que no lo digan en la encuesta por alguna
razón. Para la segunda fase se analizó el tiempo de los trabajos reportados en
los cuestionarios[11] y en la
tercera se hizo el análisis de contenido de las entrevistas. Los resultados se
presentan a continuación.
Distribución del trabajo en las
familias investigadas
De acuerdo a los resultados de los
cuestionarios, los integrantes de la familia 1 tienen una relación de
10 años, 5 meses; el participante 2 dedica 25 horas al trabajo de mercado, una
hora más que su pareja y dice dedicar 11 horas al trabajo no remunerado, esto
es, 24 horas 04 minutos menos que el participante 1.
Los integrantes de la familia
2 tienen 4 años, 5 meses de relación. El participante 3, dedica 50 horas al trabajo remunerado y al trabajo no
remunerado, 21 horas, 22 minutos. Su pareja (participante 4) no tiene trabajo
remunerado y dedicó 16 horas 57 minutos al trabajo doméstico, 4 horas menos que
su pareja.
La familia 3 integrada
por los participantes 5 y 6 tienen 4 años 7 meses de relación; el
participante 5 dedica al trabajo remunerado 46 y al trabajo no remunerado 17
horas, 44 minutos; mientras que su pareja dedica 18 horas menos
al trabajo remunerado; dedica casi 50 horas más al trabajo no remunerado y
reporta tener más tiempo libre.
Los integrantes de la familia 4 tienen 23 años de relación. El participante 8 dedica al trabajo remunerado 5 horas a la semana y
dedica 92 horas 10 minutos al trabajo no remunerado, mientras que su pareja dedica
79 más horas al trabajo del mercado y 80 horas menos de trabajo no remunerado.
Los integrantes de la última familia (homoparental), tienen una
relación de 9 años; tienen un hijo de 1 año 9 meses que ambos decidieron
adoptar. El participante 9 dedica 49 horas al trabajo remunerado (7 horas más que su pareja); 100
horas 55 minutos al trabajo no remunerado, 27 horas 19 minutos más que su
cónyuge.
En esta sección se puede observar
el tiempo que dedica cada integrante de la familia al trabajo y que hay
diferencias en el número de horas que dedican. Por ello, es importante, como se
ha hecho en otros estudios, relacionarlas con las variables de edad,
escolaridad e ingresos para contar con una aproximación de qué puede estar
vinculado a qué, se dedique tiempo o no y qué actividades se realizan.
Aproximación
a las prácticas y significados: edad, escolaridad e ingresos
Edad
En las familias homosexuales de hombres estudiadas con respecto a la variable edad, quienes tienen más edad (participantes 2, 3 y 8), reportan menos tiempo de trabajo remunerado; por ejemplo, el participante 8 dedica 47 horas menos que su pareja a la semana a este trabajo. Esto es importante porque no necesariamente quien tiene más edad es quien realiza más trabajo remunerado.
Ahora bien, considerando la variable edad, en este apartado se
continúa reflexionando sobre el tiempo que dedican las familias al trabajo. Quienes
tienen casi la misma edad, varía por un año, participantes 5 y 6, quien dedica
más tiempo al trabajo remunerado (18 horas), es quien tiene más escolaridad e
ingresos. En esta familia, el participante 5 reporta dedicar menos tiempo al
trabajo no remunerado, mientras que el participante 6 dedica más tiempo a este
tipo de trabajo. En esta familia es importante destacar que, aunque no hay
diferencia en las edades, sí lo hay en la repartición de actividades debido al
ingreso. Lo que enfatizan en sus entrevistas, el participante 5 dice:
…hemos tratado de
organizarnos, pero a partir de que yo he tenido más trabajo, en el último año
he tenido más trabajo de mi trabajo anterior y ahora este. Llegamos a un
acuerdo, él me propuso que me iba a ayudar más porque él tiene más tiempo libre
y yo tengo más actividades. Entonces, nos organizamos, de que yo hago la cena,
yo saco al perro en la noche y él las cosas extras que salen o lo que es el
baño, barrer, trapear, él las hace más seguido y fue una propuesta de él.
El participante 6 refiere:
entiendo que él está
chambeando demasiado tiempo y yo tenía mucho tiempo libre y en lugar de andar
papaloteando preferí ayudarle. La verdad es que eso yo se lo propuse, ya no
limpies nada, yo me voy al súper porque la verdad es que lo veía muy estresado
y entonces para mí fue más decir, no acepto tus enojos, ni tus jetas al hacer
la cosas, mejor lo hago yo solo, me tomo mi tiempo, rindo mis horas y yo te
hecho la mano.
De
acuerdo a los esquemas de categorías, se puede observar que había un conflicto
en hacer las tareas domésticas básicas (prácticas), que tuvo solución
(bienestar) para la familia cuando uno de los miembros ofreció hacer más este
tipo de tareas.
En esta familia, el participante 5 es quien tiene más escolaridad e ingresos; que tenga dos trabajos remunerados ha causado conflictos ya que él se “pone de malas” con el trabajo doméstico, lo que no le gusta a su pareja y por ello, le propone hacer las labores domésticas, para facilitar la convivencia. Esto ha tenido como consecuencia que le diga a su pareja que aporte menos dinero para los gastos del hogar.
Por otra parte, se ha de resaltar que los participantes que
tienen menos edad, como el 1, reportan dedicar más tiempo al trabajo remunerado
(más de 30 horas semanales) y son quienes tienen menos escolaridad que su
pareja. Los participantes 4 y 8 reportan dedicar menos tiempo que sus parejas
al trabajo no remunerado, este tiempo varía, pues el participante 4 dedica
aproximadamente 5 horas menos y el participante 8 dedica 80 horas menos a la
semana; mientras que el participante 1 reporta hacer más trabajo de este tipo
que su pareja (24 horas más).
Escolaridad e ingresos
Con respecto a la escolaridad, los participantes que reportan más
años de instrucción formal (2, 3, 5), dos (3 y 5) señalan que dedican más
tiempo al trabajo remunerado. De estos participantes con más escolaridad, sólo el
participante 2 tiene menos ingresos que su pareja.
Con respecto al ingreso económico, los participantes 1, 3, 5 y 7 reportan más ingresos, y también son ellos quienes dicen dedicar más tiempo al trabajo remunerado. En dos familias (participantes 5 y 6, 7 y 8), uno de los varones dedica más tiempo que el otro a las labores domésticas, y según señalan en ambos casos, ha sido por acuerdo explícito.
En la familia 3, el participante 6 que tiene bachillerato dice:
a la quincena yo le daba
mi parte, dividimos renta, gas, Internet, todos los gastos que llegaban los
dividimos en 2…él repartía el gasto porque yo no estaba. Al principio no ganaba
mucho, estaba pagando un curso…me salió bastante carito. Era que le daba una
parte proporcional, menos porque mi ingreso era menos y él fue el que me dijo:
yo te propongo que des tanto a la quincena o al mes y cuando te vaya mejor,
volvemos a equilibrar los gastos y fue lo que hicimos.
Después de vivir juntos más de 3 años, en la actualidad señala:
Ahora llegamos a un ajuste
y hay más dinero y yo lo vi muy presionado, yo le dije sabes qué, te veo muy
tenso, cañón. Mejor yo me ocupo de ir al súper, al tianguis, de limpiar...todo
el proceso de casa, entonces, me dijo de eso como hace tres semanas: tú vas a
pagar la renta cada mes y en la siguiente quincena me das la diferencia y ahí
queda. Y yo estoy de acuerdo, si yo pago la renta y te doy la diferencia y me
sigo haciendo cargo de todo, de limpieza, ese es el nuevo acuerdo.
Con estos fragmentos se puede observar que han llegado a acuerdos sobre los ingresos de ambos y cómo repartir los gastos. Ahora bien, con respecto a la percepción del tiempo que dedican a este tipo de trabajo, no dicen nada en la entrevista, pero sí con respecto a los costos de los trabajos remunerados que tienen cada uno. El participante 5 señala:
Como te decía, costó mucho
trabajo porque al principio no estábamos organizados porque a veces yo
limpiaba, a veces él y pasaban semanas y era un desastre la casa y era motivo
de conflicto. Trabajábamos los dos y no había ningún acuerdo. De pronto, pues
se generaba mucho conflicto y mucho caos porque como no había cierto dinero
destinado a ciertas cosas, de pronto faltaba o si sobraba lo dejábamos para
cosas que ni al caso.
Con lo que refiere este participante es explícito que había conflicto en cómo repartir las tareas domésticas y los gastos, pues los dos estaban trabajando; es hasta después de varios años que hablan sobre estos temas para cambiarlo, como expone:
Yo insistí mucho tiempo en
que nos sentáramos a hacer cuentas y a dividir gastos y proporcionalmente…
entonces finalmente acabamos muy mal y por esa discusión él accedió a sentarnos
porque él o lo veía como una imposición o como una forma de control y yo le
decía que no, que más bien era para organizarnos mejor.
En el párrafo anterior se puede observar que después del conflicto, sobre todo por el trabajo no remunerado, los participantes llegan a acuerdos con respecto a los ingresos, independientemente de su escolaridad.
Ahora bien, estos acuerdos, además de que son con respecto a los ingresos de cada uno, tienen relación con el trabajo no remunerado que hacen en casa. Algunas de las actividades básicas y de gestión que menciona esta familia son:
La división era económica
y la división de pagos y demás, todo lo hacía él porque finalmente era más
sencillo el hecho para él y pagar todo. El abastecimiento de víveres lo
hacíamos entre los dos, era tomarnos cuatro o cinco horas y ver todo lo que
íbamos a comprar o necesitábamos y llevarlo a la casa. La limpieza era entre
los dos en aquel entonces y ¿qué más? Entonces…estaba el otro perrito aún no
llegaba y no la sacábamos a pasear, si caminábamos era porque queríamos caminar
al parque y nos la llevábamos. Entonces, era como que, no sé cómo que lo
hacíamos, a él no le gustaba hacer la limpieza, pero sabía que tenía que
hacerlo porque yo no estaba y a mí no me gustaba cocinar, pero lo tenía que hacer
porque si no, no comíamos.
Al respecto este participante dice:
…hemos tratado de
organizarnos, pero a partir de que yo he tenido más trabajo, en el último año
he tenido más trabajo de mi trabajo anterior y ahora este. Llegamos a un
acuerdo, él me propuso que me iba a ayudar más porque él tiene más tiempo libre
y yo tengo más actividades. Entonces, nos organizamos, de que yo hago la cena,
yo saco al perro en la noche y él las cosas extras que salen o lo que es el
baño, barrer, trapear, él las hace más seguido y fue una propuesta de él.
Esta familia, después de los conflictos, decide explicitar acuerdos
sobre las actividades, lo que muestra que están resolviendo la discusión.
En la familia en la que los dos tienen la misma escolaridad
(participantes 7 y 8) reporta que quien tiene menos edad y más ingreso es quien
dedica más tiempo al trabajo de mercado (participante 8), (47 horas más a la
semana). Por lo que se puede referir que tampoco existe relación entre la
escolaridad que tienen los varones y el tiempo dedicado al trabajo remunerado.
Otro ejemplo de lo anterior es cuando participante 7 señala:
Un
acuerdo explícito, creo que en algún momento hablamos como de tener un monedero
común pero más bien ha sido pues este, gas, luz inmediatamente entre dos ¿no?,
o sea, teléfono pues igual, prácticamente todo entre dos y lo de la comida
este, pues más bien ha sido como quien va al súper de compras y el otro va la
siguiente semana y compra o…
Y el participante 8 dice:
El
trabajo, equitativo, pago de servicios, el poder compartir, el poderlo hablar;
te digo desde ya que me lo dice, lejos de enojarme como…pero es así como que
también muy reconfortante decir es honesto que algunas veces dije: híjole esto
rasga en, en sí mismo. Pero está bien porque no me hace sentir mal.
Así, independientemente de los ingresos de
cada uno, los gastos son compartidos. Ahora bien, para las actividades de la
casa, el participante 8 dice:
Yo
puedo decirte que tengo más las funciones de arreglar la casa, él ayuda, pero
él se dedica más a lo, a su trabajo intelectual, a terapia, etcétera, etcétera;
lo mío también, pero si yo dedico irme a un curso y dejar la casa sin arreglar
pues la puedo dejar con esa tranquilidad y él de todos modos puede venir y me
puede ayudar y si no lo hace, no hay problema, pero yo antepongo más mi parte
intelectual que estar ahí de ama de casa.
En esta familia también se habla de acuerdos explícitos sobre el compartir gastos económicos. Acuerdos que los dos integrantes de esta familia consideran importantes, lo que ha generado una relación de bienestar porque en la categoría de los costos, los dos toman las decisiones en conjunto, y lo han hecho durante 22 años, como lo señalan. Así, se puede observar que en esta familia el participante 8 refiere que hace más tareas domésticas, pero no se siente obligado, las hace porque quiere y si no las hace no hay ninguna dificultad y que el participante 7 prefiere hacer actividades como lavar porque ahorra agua y no mancha la ropa como su pareja.
Cabe resaltar que la principal variable para la distribución
del trabajo es el ingreso económico; en tres casos es así, excepto en la familia
de los participantes 3 y 4, en la que el participante 3 tiene los ingresos más
altos y también hace más trabajo doméstico; esto puede ser porque que ellos no
consideran varias cosas, por ejemplo, que el participante 4 es quien supervisa
a la persona que les apoya las tres veces a la semana, es quien está en la casa
y calienta la comida todos los días. Lo que se muestra en su entrevista:
Yo estoy al pendiente de
que todo esté en orden. Lulú viene dos días a hacer el súper aseo; yo estoy al
pendiente de que todo esté limpio, de que todo esté bien organizado
Y coincide con lo que dice el participante 3:
Yo sí creo que él se
esfuerza en facilitarme mucho las cosas, por ejemplo, si él ve que yo llego muy
cansado, o que llegaba, a mí me tocaba sacar los perros por la noche, entonces,
si él veía que yo estaba muy cansado, me decía: “no, no lo saques, yo los
saco”. Y él los iba y los sacaba. Yo llego… vengo a almorzar, estoy viniendo a
comer aquí casi todos los días. Primero por ahorrar, o sea, me salía más barato
a mí venirme en taxi y devolverme a la oficina que comer en la calle. Y sé que
como comida buena, que no me voy a engordar porque estoy comiendo tacos
callejeros, qué se yo, ni que me estoy gastando un poco de plata en la calle,
que es la mayoría de las veces estoy viniendo a almorzar acá. Él me tiene todo
listo siempre. Siempre me tiene todo listo. Entonces él también se esfuerza
por… por facilitarme a mí la vida.
En estos párrafos se muestra que el participante 4 es quien tiene los recursos económicos, y que es quien dedica más tiempo al trabajo remunerado y al no remunerado por lo que hay conflicto. Lo que se demuestra cuando el participante 3 dice:
Era el 2010…tenía dos
sueldos, ganaba muy bien. Yo tenía dos trabajos, pero tenía varias deudas como
el carro, un préstamo que tenía de estudios, ciertas cosas. Entonces me dijo
vamos a hacer varias cosas. Lo que era mercado lo partíamos para la remesa, las
cosas del hogar…él me decía de servicios hacemos tanto…el mercado y los
servicios eran juntos y ya. Yo nada más cubría eso, él no me decía yo te voy a
cobrar tanto por vivir aquí, eso no.
Al trasladarse a vivir a la Ciudad de México por el trabajo de su pareja, el participante 3 dejó sus trabajos, al respecto refiere:
El hecho de
que me mantengan no ha sido nada fácil. Sí, muy difícil.
Este participante enfatiza:
Hace poco tiempo me dio
una tarjeta de crédito de American Express y entonces me dice que como que yo
no me sienta que tengo que estarle pidiendo dinero a él. Al principio yo no
sentía, él sacaba y me decía ten dinero para tus cosas y al principio no era
fácil. Entonces como que yo: mira gasté en esto, gasté en esto. Me decía, mira
tú no tienes que decirme en qué gastaste. Yo sé que tú no vas a malgastar el
dinero. Igual pensé trata de controlar en eso porque había varias cosas que se
me antojaban y como que gasté en cosas que no son. Pero, entonces, al principio
había problemas y te lo digo, había problemas, sentirme que me mantiene para mí
ha sido….
Lo que dice su pareja al respecto es:
Cuando yo lo conocí, vivía
en una situación muy limitada, por llamarlo de alguna manera. Porque dependía
de sus papás completamente…y la vida de él ha dado un giro de 180 grados, él
mismo lo dice, lo reconoce. Entonces… y yo, y yo veo, yo a él lo siento como
parte de mí, yo no veo mi vida sin él en este momento. Entonces, si eso es
parte de lo que yo tengo que hacer, como mi tarea espiritual, por llamarlo de
alguna manera, para apoyarlo a él, yo… mejor dicho, me saco el pan de la boca y
no me importa. Y lo hago con todo el gusto. Pero sí, vivo con miedo. Y es, eso
es en lo que yo estoy como trabajando ahora; creo que me ha ido un poquito
mejor, en cuanto a… esto ya se está poniendo como muy espiritual la cosa… pero,
pero… yo si me muero del susto que el día de mañana, que él se gradúe y diga:
“mira, papito, ciao”. A eso sí le
tengo miedo. Será decir: me esforcé todos estos años por ayudarlo y cuando ya
llegue el momento de que finalmente podamos hacer otras cosas juntos, porque ya
económicamente se va a poder, ya me despache. O sea ya, listo, ya.
En
esta familia se ha de resaltar el conflicto, el cual parece ser que haya sólo
un ingreso económico y las implicaciones que tiene para cada miembro de esta
familia, sobre todo de incertidumbre para el futuro de la relación. El
participante 4 no quiere que se diga que ha sido “mantenido” si la relación
termina y el participante 3 señala que tiene miedo de estar apoyando a su
pareja y de que lo deje más adelante. Por otra parte, con base en esto se
consideran los demás tiempos de trabajo remunerado, lo que no necesariamente
implica el bienestar de ambos.
Es importante mencionar que, en
el trabajo remunerado, dos de las familias tienen ingresos (participantes 1 y
2; 5 y 6); y de las otras dos familias, solo una de las personas tiene ingreso
económico (participantes 3 y 4; 7 y 8) y con respecto al trabajo no remunerado,
dos familias tienen apoyo en las tareas domésticas básicas de su casa
(participantes 1 y 2; 3 y 4), aunque ellos también hacen algunas tareas, la
persona que les apoya se dedica a la limpieza de su casa y es una mujer.
Así, en estas familias, la variable ingreso es la que se
relaciona más con el tiempo que se dedica al trabajo remunerado, y al no
remunerado; se reproducen los roles de género, ya que frecuentemente quien
tiene más ingresos es quien dedica más tiempo al trabajo del mercado y no por
la edad o escolaridad, esto es, que en este estudio en las familias
homosexuales de hombres quien tiene un rol masculino es el que provee
(ingresos) y quien se dedica a las labores domésticas es quien tiene el rol
femenino, de realizar las labores domésticas.
En esta investigación existe tendencia a que los hombres que
tienen más escolaridad y más ingresos dedican más tiempo al trabajo del
mercado, lo que coincide con la literatura revisada (Jensen, 1974; Kurdek,
1993; Carrington, 1998). En estas familias, uno de los varones generalmente
dedica más tiempo al trabajo remunerado, y el otro al trabajo no remunerado,
reproduciendo los roles de género.
Familia homoparental
El participante 9 reporta dedicar 49 horas
al trabajo remunerado (7 horas más que su pareja, participante 10) y reporta
dedicar 27 horas 19 minutos más que su pareja al trabajo no remunerado. En esta familia decidieron juntos adoptar a un hijo y ninguno
de los dos dejó de trabajar remuneradamente, pero hubo una redistribución en
sus actividades, dejando actividades como ir al gimnasio, para el cuidado de su
hijo.
Con respecto al cuidado, el participante 9 reporta dedicar 71 horas 40
minutos al cuidado de su hijo, mientras que el participante 10 refiere cuidarlo
53 horas 30 minutos, así que este participante dedica menos tiempo al cuidado
de su hijo que su pareja, y dedica más tiempo al trabajo remunerado que su
pareja. Esto es importante porque en esta familia quien tiene más ingresos, más
edad y más escolaridad es quien dedica más tiempo al cuidado del niño.
Es relevante mencionar que esta
familia tiene ayuda de dos tías durante la
semana, quienes cuidan a su hijo sin tener un pago fijo, ya que el sueldo
varía, esto es, hay una exteriorización del cuidado, lo que reproduce los roles
de género en donde los hombres, aunque cuidan, son principalmente proveedores. Para
mostrar cómo cambio la vida a esta familia, se retoma un fragmento de la
entrevista del participante 9, de cuando nace su hijo:
Regularmente
lo hace él, sí, porque él es el que le sabe cómo moverle a la lavadora y yo
aunque le sé pero nunca me queda tan bien como a él porque le hecha tantas
cosas que, bueno es que está en la primer, no, no sorry no, asumo que es tanto que no me gusta este que no lo gozo ni
nada ¿no? y yo veo que él así como que sí lo goza, así como que que ¡uh! pues
órale, ahora la lavadora hace todo no tenemos secadora por una cuestión
estrictamente ecológica si de por sí pus ya te estás tronando mucha agua ahí
con la secadora olvídate o sea vamos a acabar mañana con el planeta entonces
pues no, tendemos la ropa sin bronca. Este, pero cambios desde que llegó el
niño bueno básicamente es la repartición de, es que ahí más bien los dos hemos
hecho todo ¿no?, por ejemplo de, eh, en las mañanas el que le da de desayunar y
de comer y de su mamila soy yo regularmente porque él trabaja toda la tarde en
un trabajo que es muy estresante si bien no desdeño que el periodismo no lo sea
por el trabajo que hago, pero yo lo hago en la casa y la verdad es de que a las
siete, a las ocho si quiero ir me echo un sueñito me relajo y sigo trabajando y
mi pareja no, el trabajo es muy estresante entonces llega y se muere ¿no?, o
sea, se duerme y al otro día él se levanta, más o menos, como diez de la
mañana. Entonces las primeras tres horas el niño es así como relojito a las
siete ¡trun! ya se despertó ya quiere estar jugando, bailando y haciendo veinte
cosas, entonces yo estoy con el niño o sea yo lo cuido para que él pueda seguir
descansando.
En este fragmento se relata sobre quienes dejaron de hacer varias cosas para sí mismos para cuidar a su hijo, de igual manera, cómo sus vidas cambiaron y hubo una reorganización del trabajo (prácticas). Así, de esta familia se puede decir que los dos tienen ingresos y los dos aportan a los gastos de la casa. Las labores domésticas básicas y de gestión no han variado mucho desde que viven juntos, en general las externalizan. Ambos perciben que para tomar las decisiones han hablado sobre ello, en este caso las decisiones sobre la distribución de los trabajos también han sido así y se reproducen los roles de género de dos formas, la primera, cuando externalizan los cuidados del niño, y la segunda, cuando quien tiene más ingresos es quien dedica menos tiempo al cuidado. Ahora bien, esto no es representativo, por lo que se ha de continuar explorando. Finalmente, es relevante señalar que fue muy complicado encontrar este tipo de familias y que quisieran participar.
Apuntes de
cierre
En México se han hecho algunas investigaciones sobre las familias homosexuales y las familias homoparentales[12] como las de Haces (2006), Gallego (2010) y Laguna (2013), pero ninguna particular sobre el tiempo dedicado a la distribución del trabajo, por lo que este es un estudio pionero al respecto, en el que quedan más preguntas por resolver.
Cabe destacar que no había datos sobre el número de hogares homosexuales en la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo 2009, así que se presentan por primera vez después de un análisis estadístico de esta Encuesta. Aunque son pocos los hogares, se demuestra que existen y esto da una pauta para seguir investigando en las diversas encuestas y no sólo generar datos de hogares heterosexuales.
Muchos de los trabajos sobre uso del tiempo han cobrado relevancia por mostrar el número de horas que se dedica a diversas actividades, pero pocas veces se aborda qué implicaciones tiene el dedicar ese tiempo a esas actividades y lo que se piensa sobre ello, por esto hace falta estudios que lo refieran.
Como se ha visto a lo largo de la investigación, la mayoría de los estudios sobre la distribución del trabajo en las familias se han centrado en datos cuantitativos; éstos suelen dar información en horas y minutos, pero no trabajan la percepción, ni el significado que le dan las personas. Así mismo, las investigaciones se han centrado en lo heteronormativo; con ello invisibilizan otro tipo de familias como las monoparentales, homosexuales y homoparentales, de quienes también es importante conocer qué hacen con su tiempo.
Con respecto a las variables edad, escolaridad e ingresos, esta investigación coincide con los estudios hechos por Jensen (1974), Kurdek (1993) y Carrington (1998), quienes refieren que los tres factores tienen relación, pero el que da una mayor aproximación de la distribución del trabajo es el ingreso económico y a partir de éste hay diferencias importantes en los roles de género en estas familias, pues quien tiene mayores ingresos es quien, en general, determina cómo se distribuyen las actividades. Aunque no se cumple de forma absoluta, hay una tendencia para que sea así, tanto en las familias con hijas/os y sin ellas/os.
En estas familias homosexuales de varones de la Ciudad de México, sí
hay reproducción de patrones culturales de género, pues hay quien tiene un rol
masculino que es quien provee económicamente, es quien en general no participa
en el trabajo no remunerado, y aunque refieren que llegan a acuerdos sobre las labores domésticas, después de años de
convivencia juntos en la misma casa, generalmente uno de ellos le dedica más
tiempo al trabajo de mercado. También se ha de señalar que las familias
distribuyen su tiempo de forma diferente si tienen o no hijas y/o hijos, sobre
todo en los cuidados.
Finalmente se han de referir que las limitaciones del
estudio son que las familias que participaron fue por la técnica bola de nieve,
por lo que la muestra es sesgada y no es representativa y que se hizo sólo en
la Ciudad de México, por lo que falta hacerlo más amplio a otras entidades federativas
y con más familias.
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[1] Este trabajo es parte de los resultados de mi investigación doctoral “Usos del tiempo cotidiano y la distribución de trabajos en familias homosexuales y en familias homoparentales en la Ciudad de México” (2015). FCPyS, UNAM. Por este motivo, sólo se presentan los resultados parciales de las familias varones.
[2] Reproducción entendida en el sentido amplio de atención a las necesidades cotidianas, no la reproducción biológica como en ocasiones se interpreta.
[3] En este artículo se opta por no usar el nombre de quienes participaron, sino nombrarlos como participantes para conservar el anonimato, esto como parte de la ética de la investigación.
[4] Como las que señala Sara Moreno: “una medida del tiempo, la unidad horaria, es lo que únicamente permite medir los datos de duración y la distribución del tiempo de trabajo, mientras resulta imposible medir aspectos menos visibles de su dimensión práctica como la intensidad o el ritmo con el que se desarrollan las actividades” (Moreno, 2007: 235) y/o que las encuestas tampoco consideran la medida de la significación subjetiva de las horas dedicadas a una tarea determinada (Moreno, 2007), es decir, el significado que le atribuyen las personas a las diferentes actividades realizadas en su día a día.
[5] Cursivas
propias, hay que señalar que no hay un solo tipo de mujer, sino hay muchos
tipos de mujeres.
[6] Hogares hace referencia al grupo de personas que comparten una residencia y un presupuesto común para satisfacer sus necesidades básicas (Padrón, 2008), pero hogar no es equivalente a familia, por lo que este estudio va más allá al hacer un análisis de este concepto para después definirlo y con esto visibilizar la ausencia de datos de hogares y de familias del mismo sexo.
[7] Esto es, que históricamente han sido las más reconocidas, pero nunca han sido únicas.
[8] Término que utiliza el autor para definir a las familias en las que viven dos personas del mismo sexo, sean lesbianas, gays o bisexuales.
[9] Con respecto a los recursos relativos su representante es Becker y la economía del hogar, que interpretó la especialización de las mujeres en las tareas del hogar como resultado del capital humano y las características del mercado laboral. Puesto que las mujeres tenían un nivel educativo menor, su participación en el mercado llevaba asociados unos ingresos esperados más bajos. En cambio, los hombres tenían ventajas relativas en el mercado laboral, por lo que era razonable que el hogar, como unidad, se decantará hacia el modelo en el que las mujeres se especializaran en mayor o menor grado en el trabajo no remunerado y la crianza de las/os hijas/os. Becker es neutral en lo que se refiere al género.
[10] En la investigación estas parejas son familias; sin embargo, en la ENUT 2009 se registran hogares y se pide que digan si tienen o no cónyuge y su estado conyugal. Por ello, en este cuadro se anota pareja y no familias.
[11] Cabe señalar que para este artículo no se dan los datos del tiempo de las necesidades personales, ni de estudios y tampoco del tiempo libre de cada integrante, sólo se retoma el tiempo del trabajo remunerado y no remunerado, ya que el interés es mostrar las diferencias del tiempo entre estos dos tipos de trabajo.
[12] Es importante recordar que en este artículo se pretende reivindicar el concepto “familia”; lo que no necesariamente coincide con cómo le denominan otros autores, ya que pueden hacer referencia a lo que yo llamo familia como población o colectivo Lésbico, Gay, Trans e Intersexual; arreglos parentales; familias lesbomaternales, son algunos nombres que se usan.