En la mira
TRANS: EL PREFIJO QUE CONECTA EL FEMINISMO
TRANS: THE PREFIX THAT CONNECTS
FEMINISM
Cristina Isabel
Castellano González1
1 Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de
Tonalá. Departamento de Humanidades y Artes, México. Correo electrónico:
cristina.castellano@academicos.udg.mx
Sola, M. y Urko, E. (Coord.). (2013). Transfeminismos, epistemes, fricciones y flujos. Tafalla
Navarra, España: Txalaparta.
Esta obra es
una primera antología sobre los movimientos sociales y artísticos, de
liberación sexual y de género transfeministas,
acontecidos en la península ibérica. La pluralidad de personas que participan
en el proyecto ayuda a comprender el qué, quién, cómo, cuándo y por qué del
nacimiento del transfeminismo y su difusión por medio
de eventos artístico-políticos cuya preocupación principal son las
problemáticas de sexo/género. Por ello, no encontraremos una definición cerrada
del transfeminismo a pesar de que la noción de
“comunidad de experiencias y de memorias” es fundamental para entender el
sentido global de la obra. Lo que se busca, sobre todo, es hacer visible los
debates, posturas y discursos de colectivos que producen saberes subversivos al
interior del “debate feminista”, ello sin pretender volverse una referencia
enciclopédica sobre los movimientos trans, queer o crip. El texto de
les, las, los autores de este texto, está escrito de manera original, con tono
vitalista y antiacadémico. Se leen lenguajes provocadores, directos, poéticos,
lúdicos, todos críticos. Algunos textos dialogan también con temas que
preocupan a activistas y especialistas de los estudios de género en Italia y
América Latina, de ahí que sea un documento importante para el trabajo de
memoria y archivo de las luchas transfeministas
contemporáneas.
El libro se divide en seis partes. Primero,
las memorias colectivas, los anticuerpos y vacunas teóricas, luego un duelo: el
capitalismo o la vida, seguido de un llamado a construir alianzas de cuerpos.
Enseguida, un grupo de textos consagrados al amor entendido como político. La
última parte aborda la cuestión de los circuitos, las herramientas y las redes.
El ingrediente extra es el anexo de este libro que, a manera de línea de tiempo,
nos ayuda a distinguir seis dimensiones del movimiento transfeminista:
los hechos históricos, los seminarios y encuentros significativos, los
colectivos, las publicaciones, las películas, los documentales y las exposiciones
artísticas, todo ello entre el año 1980 y 2013.
Varias de
las contribuciones señalan las Jornadas Feministas Estatales de Granada en 2009
como la fecha clave del encuentro que dio origen al movimiento. El encuentro puso
sobre la mesa de discusión el tema de la despatologización
de la transexualidad y las zonas de silencio de los combates feministas
anteriores. Se subrayó sobre todo el hecho de que las identidades trans hayan sido comprendidas al interior de una zona de
opresiones de género binarias: mujer/hombre, homo/hetero.
El debate de las Jornadas impactó concretamente en las estrategias activistas
del colectivo Hetaira[1] cuyos
miembros se sintieron profundamente interpelados por los problemas planteados
por las personas trans y por el conjunto de
violencias dirigidas hacia ellos (Medeak, pp.73-79).
Este encuentro fue el parteaguas para que se trabajara para promover la
solidaridad entre todas las personas discriminadas (Garaizabal,
pp.66-71) y por ejemplo, sobre el tema de la prostitución, se apostó a visiones
que van más allá de la pro-victimización con el fin de entender las
intersecciones entre sexo, género, sexualidad, capitalismo y mercantilización.
En el libro
se explica también cómo los debates y trabajos que resultaron del encuentro en
Granada, marcaron el fin de la primera década del siglo veintiuno para el
feminismo español estimulando así el giro transfeminista.
La redacción del “Manifiesto para la insurrección feminista” firmado en
2010 certificará el año de transformación de un feminismo tradicional (que
acuñaba la categoría de mujer como el sujeto político del feminismo) hacia una
agenda renovada, propulsada por las demandas del transfeminismo (Sentamans, pp.32-33). La aparición pública
del movimiento transfeminista organizado, llevó a
comprender públicamente que la transexualidad no es una enfermedad, que las
preguntas se deben hacer en pos de la defensa y obtención de derechos de salud,
de prevención de violencias, de creación de espacios protegidos, de apoyo, de
afectos y de combate hacia la transfobia. Para
defender estas ideas, algunos de los colectivos de activistas presentes en el
libro se vincularon al debate internacional y se movilizaron en espacios como
el Octubre Trans,
Transgender Europe o en
la campaña internacional Stop Trans Pathologization. (Fernández y Araneta,
pp.50-54).
El libro es
también un momento de reflexión crítica sobre el transfeminismo
y su futuro. Se detectan tres posibles trampas a sortear: La primera, es el
creer que este movimiento puede rebasar al feminismo ignorando la herencia de
las luchas y genealogías radicales emanadas de éste. La segunda trampa, es pensar
que ya no existen relaciones de poder y opresiones de género puesto que sabemos
que el género es construido y podemos concebirnos más allá del binarismo. La
última trampa, es perpetuar un transfeminismo en
donde las personas se encierren en comunidades alejadas de las acciones
concretas y de las alianzas múltiples. (Ziga, pp.81-87).
Este texto
también apunta a una reflexión sobre el fenómeno económico. En la visión transfeminista, la economía es cuestionada por su carácter heteronormativo. Como modelo alternativo, se evocan las
políticas del “buen vivir” que parten de modelos económicos colectivos y
afectivos en donde el sujeto individualista no es vanagloriado sino
cuestionado. En las economías colectivas lo que se transforma es el vínculo
social porque más allá de la autosuficiencia, lo que se pondera es la
interdependencia social que es un fenómeno más que evidente sobre el terreno
vital (Lafuente, Orozco, pp.91-108). Así, el transfeminismo
económico, queer
y postcolonial, se distinguiría del feminismo liberal que justificaría el
sistema de vigilancia y represión en donde predomina el bio-poder.
Otros
autores del libro teorizan el vínculo que se teje entre las nuevas masculinidades
violentas del tercer mundo (el narcotráfico, por ejemplo) y el modelo
capitalista productor de una virilidad hegemónica (Valencia, pp.109-117).
Cuando se evoca el tema del trabajo sexual de los migrantes del sur trabajando
en el norte, el transfeminismo opta por articular sus
luchas con las batallas transfronterizas. En el “Manifiesto Feminista
Transfronterizo” se propone construir vínculos anticapitalistas, antiracistas y crear vínculos horizontales entre migrantes
y habitantes locales para evitar relaciones jerarquizadas de saber y poder (Aguirre,
Rojas, pp.127-140). La palabra “trans” permite así
aludir al rebasamiento de fronteras, al intercambio de perspectivas
geopolíticas, económicas, de género y de sexualidad con el fin de forjar
procesos de creación compartidos. Es el caso del colectivo “Ideadestroyingmuros”[2]
compuesto por una generación de jóvenes feministas provenientes de Europa del
sur, lo que este colectivo cuestiona es el proceso de europeización actual, la precariedad,
la violencia y los procesos hegemónicos que existen en las zonas de lo que se
considera la Europa central: Barcelona, París, Roma, Londres, Berlín. Elles, ellas,
ellos, decidieron politizar las prácticas de movilidad para resignificar la
idea de periferia, del norte, del sur, del este y el oeste. Su posicionamiento
transfronterizo utiliza lenguajes que van del video a las artes plásticas o a
la creación literaria colectiva (sut, pp.141-152).
Para otras
voces presentes en el libro, como la del colectivo Organización Reversible de
Géneros Intermedios y Artísticos (O.R.G.I.A), la práctica artística y la acción
pedagógica son el método principal de acción política. De manera concreta, los
talleres drag-king,
el post-porno, la video-acción, la performance,
las prótesis poéticas, los cabarets políticos, pero también la escultura, el
dibujo, los panfletos, las revistas, los cortometrajes, las películas, los
bailes, las exposiciones, las pinturas, los ensayos, los blogs, todas son
herramientas que sirven para las nuevas políticas de la representación sexual
de la red transfeminista (Sentamans,
pp.177-191).
El texto de
los activistas del movimiento post-porno Post-Op[3] aborda
las imbricaciones actuales entre sexo, género y pornografía, así como el
impacto de sus acciones en el espacio público. Aquí se explica que el movimiento
post-porno es intrínsecamente transfeminista porque
comparte la idea de un feminismo a favor del sexo y de un sujeto político que
iría más allá de la categoría de “mujer”. Esta reflexión se profundiza acentuando
el tema de la diversidad funcional a partir del proyecto “Pornotopedia”
en donde las prótesis se vuelven no solamente herramientas para el
funcionamiento social, sino juguetes sexuales que son creados para darles
placer a los cuerpos con movilidad reducida (Post-Op,
pp.193-210). El texto de Raquel (Lucas) Platero, aparece como una crítica a las
capacidades heteronormativas y sitúa el debate a
partir de experiencias concretas en el Estado español. Descubrimos también el
trabajo artístico, queer
y crip de Asun Balzola y el activismo
crítico del Movimiento de Vida Independiente (Post-Op,
pp.211-223).
Otra área
importante en esta cartografía transfeminista es el
activismo gordo que problematiza e interroga la norma corporal para reconocer
que el cuerpo es una construcción tanto médica como política. Las referencias
de este movimiento son casi siempre anglosajonas herederas del fat activism,
pero el movimiento gana cada vez más adeptos en Latinoamérica. Prueba de ello
es el “Manifesto Gordx”
escrito en Chile, que busca desafiar el monopolio de la mirada. En México se
citan los trabajos de la fotógrafa y artista de performance la Bala Rodríguez. En Colombia los trabajos de Dianita
Pulido y Alias Angelita. Los colectivos que comparten esta forma de
desobediencia corporal buscan apropiarse de los insultos para resignificarlos y
para generar nuevas formas de representación. El objetivo principal de los
trabajos de este capítulo es cuestionar el deseo desde un punto de vista transfeminista y mostrar que los cuerpos están siempre en
estado relacional (Masson, pp.225-233). Otros
artículos exploran el amor, sus múltiples lenguajes, su diseño y articulación,
sus males y adicciones así como su capacidad creadora y revolucionaria (Torres y
Magnafranse, pp.237-266). El texto de Diana J. brilla con un análisis
singular sobre el amor y la sexualidad de los Bonobos
para apuntar a una manera eutópica de producir el
acuerdo social (Torres, pp.167-177).
La última
parte del libro aborda el tema de las redes vinculadas al paradigma digital. Se
mencionan las estrategias de comunicación transfeministas,
la divulgación virtual, el uso del Internet político y las luchas cyberfeministas. Se trata de ponderar la transformación del
espacio público hacia el espacio virtual y señalar la importancia de una nueva
figura de militantes que, gracias a las redes virtuales, pueden hacer activismo
desde el anonimato, el avatar o el seudónimo lo cual garantiza una cierta
protección a la persona. Los textos de este rubro brindan así, una cartografía
tecno, trans,
hack feminista
para proyectarse hacia las nuevas e-topías que serán transfeministas o no serán (Burgos, Egaña,
Klau Kinki, Martinez, Puglia y Quimera Rosa,
281-323).
Si bien el
contexto de la mayoría de textos presentes en el libro proviene de Europa, el
texto es una lectura indispensable para entender el panorama y la agenda
pendiente de las luchas políticas de género(s). Es también un texto inspirador,
ya que contiene informaciones esenciales sobre los nuevos lenguajes transfeministas y los movimientos artísticos y creativos que
los vieron surgir.