LAS
PRESIDENTAS MUNICIPALES EN MÉXICO 2017, UN PANORAMA
Women mayors in mexico 2017, an overview
Georgina Cárdenas Acosta[1]
Resumen
En 2017 las presidentas
municipales llegaron por primera vez a ser 349 (14.2%), gracias al principio de
paridad de género incorporada en la normatividad mexicana. Por un lado, se podría
decir que progresivamente va avanzando la pluralidad de género en los
municipios; no obstante, la masculinidad hegemónica todavía tiene una fuerte
presencia en este nivel de gobierno, ya que por cada presidenta municipal que
gobierna, hay seis presidentes municipales. A través de una muestra de 10% del
total de presidentas municipales que hay en el país, una cosa queda clara:
estas mujeres continúan enfrentando una serie de obstáculos para llegar y
mantener sus puestos actuales. Esto es resultado de una cultura política
masculina que busca excluirlas del ámbito público. Asimismo, se identifican
elementos de violencia política contra las mujeres en razón de género y algunos
casos son tan extremos que van más allá de la intimidación y la amenaza y se
materializan en secuestro o asesinato de algún familiar. Las presidentas municipales
conocen las problemáticas de sus municipios, y gracias a los alcances
institucionales y legislativos del movimiento feminista ellas logran
identificar los principales problemas que enfrentan las mujeres y si bien solo
la mitad de ellas tienen diagnósticos de género, en su mayoría instrumentan
acciones para atender las necesidades de las mujeres.
Palabras clave: paridad, presidentas
municipales, perfiles, trayectorias, violencia política contra las mujeres.
Abstract
In 2017
female mayors made up 14.2% (349) of all mayoral positions in the country,
thanks to the gender equity principle incorporated into Mexican regulatory
norms. On the one hand, arguably gradual progress has been made in terms of
gender equity within the municipalities. However, hegemonic masculinity still
has a strong presence at this level of government: for every female mayor
governing, there are 6 male mayors. Based on a 10% sample of total women mayors
in Mexico, and analyzing their profiles and professional trajectories, one
thing becomes clear: these women continue to face a series of obstacles in
obtaining and retaining their current positions. This is the result of a
political culture that seems to seek to exclude women from the public sphere.
We can also identify certain elements related to gender and political violence
against women. In some cases, political violence can mean intimidation and
threats, but it can also be as extreme as kidnappings and/or assassinations of
family members. Women mayors know the main general problems within their own
municipalities, but thanks to the institutional and legislative achievements
the feminist movement wrought, these women can recognize much easier the core
issues facing women. And while only half of these women, most of them manage to
implement programs, protocols, rules, that attend to women’s needs directly.
Keywords: parity, women mayors,
profiles, trajectories, political violence against women.
recepción:
14 de febrero de 2018/aceptación: 28 de mayo de 2018
Introducción
Este trabajo tiene
como objetivo principal brindar un panorama sobre las presidentas municipales
que se encuentran en funciones en 2017, momento que se enmarca en una creciente
participación política de las mujeres puesto que por primera vez en la historia
hay 14.2% de presidentas municipales, situación que ha sido posible por la reforma
política de 2014, que incorporó el principio de la paridad de género en la
normatividad mexicana. De manera específica se busca: a) destacar algunos
elementos de los perfiles y trayectorias de las presidentas municipales; b)
identificar las dificultades que enfrentan para su postulación y algunos obstáculos
en el ejercicio de su gobierno; c) conocer si han sido víctimas de violencia
política contra las mujeres en razón de género; y e) destacar algunas
actividades y/o acciones de gobierno dirigidas a mujeres de su municipio.
Los
resultados de investigación aquí presentados forman parte de una creciente
bibliografía académica sobre las mujeres
en la política a nivel municipal con perspectiva de género los cuales
profundizan sobre la manera en la que las mujeres acceden y ejercen su
gobierno. Los municipios, también conocidos como gobiernos subnacionales,
representan un nivel de gobierno de primer contacto con la ciudadanía, en ellos
las mujeres tienen una activa participación política y social a través de la
gestoría comunitaria que les permite mejorar su entorno inmediato (Arboleda,
1993; Barrera y Aguirre, 2003b; Massolo, 2006, 2007;
Tello, 2009, Vázquez y Chávez, 2012); desde la “política comunitaria” algunos liderazgos
transitan a la política formal. Sin embargo, esta activa participación no se
traduce en una amplia presencia de presidentas municipales y aunque actualmente
la cifra se ha incrementado en México, los varones mantienen la hegemonía de la
representación, en 2017 gobernaban 2108 municipios (85.7%) de un total de 2457
municipios que tiene el país. Por cada seis presidentes municipales, gobierna
una presidenta municipal.
Estudiar los
municipios con una mirada de género nos permite ver que se han caracterizado
por ser un “ámbito culturalmente masculinizado” (IFE, 2003), que mantiene una
estructura de gobierno segregada en la que el poder ejecutivo se encuentra
mayoritariamente reservado para los varones, situación que es denominada por
Tello (2009) como “patriarcado político”. A partir de esta exclusión, no legal
pero sí de hecho, de las mujeres en los espacios del poder, el feminismo ha
cuestionado la legitimidad de la democracia, “y por ello plantea la paridad
como un proceso estratégico contra el monopolio masculino del poder” (Cobo,
2002, p. 30). Por paridad política hemos de entender que ésta es una medida
definitiva que tiene por objeto garantizar la igualdad entre hombres y mujeres
en el ejercicio del poder (Archenti y Tula, 2014; Albaine, 2014).
El año de
2017 es significativo para el estudio de las presidentas municipales en México
ya que es un momento histórico, toda vez que 349 mujeres ocuparon el cargo.
Este incremento cuantitativo puede explicarse a la luz de la incorporación del
principio de la paridad de género en el marco normativo federal de México, así
como de la armonización legislativa estatal donde se inscribió la paridad horizontal
y vertical en algunos de los ordenamientos. Sin embargo, la paridad fue
impugnada por partidos políticos, actores políticos estatales y municipales que
argumentaron que se violaban las libertades del “municipio libre”. Autoras que
analizan la transición de las cuotas a la paridad en los casos de Bolivia y
Ecuador, señalan que los partidos políticos no han sido aliados de la promoción
de carreras políticas femeninas y “han resistido a la aplicación de la norma en
forma reiterada y muchas veces han intentado eludirla a través de insólitos
dispositivos. Estas acciones exhibieron en los partidos políticos una lectura
de las cuotas de género en clave de amenaza” (Archenti
y Tula, 2014, p. 50). La paridad en sí ha presentado una serie de “resistencias
masculinas, a veces explícitas y a veces disfrazadas o enmascaradas detrás de
otros debates que aparentemente no tienen nada que ver con esta vindicación”
(Cobo, 2002, p. 31), que sin embargo son producto de una cultura política donde
impera la hegemonía masculina. En México, algunos procesos electorales se
judicializaron frente a la falta de aplicación de la paridad en los cargos
edilicios, lo que posibilitó que se generara jurisprudencia para que, sin
excepción, en candidaturas a cargos de los ayuntamientos y municipios en México
se aplique la paridad horizontal y vertical (ONU-Mujeres, 2017). Las cifras nos
muestran que la paridad ha posibilitado que las mujeres hayan pasado de ser 69
presidentas municipales en 1986 a 349 en 2017, lo que indica que se están
redistribuyendo los espacios de toma de decisiones entre mujeres y hombres.
Con
respecto al acceso de las mujeres a la política Massolo
(2006), sugiere que enfrentan una serie de obstáculos de entrada, y permanencia
en los cargos de toma de decisiones. Los obstáculos se dan en cualquier ámbito
social y público e impiden una inserción real en la toma de decisiones, a las
mujeres se les identifica con el ámbito doméstico; mientras que el espacio
público se sigue considerando exclusivamente masculino; de esta forma hay una
desvalorización de la voz de las mujeres en lo público y encuentran dificultades
para que se considere su punto de vista en la toma de decisiones. Sin embargo, existen
“puertas de entrada” que
favorecen la participación política de las mujeres como el tener estudios de
nivel medio o superior, familiares con antecedentes en la política,
antecedentes de trabajo comunitario que les da cierto prestigio social (Massolo, 2007).
Con estos antecedentes teóricos, es importante analizar de
qué manera, y ante una coyuntura sin precedentes en la historia de nuestro
país, algunas mujeres han alcanzado posiciones de poder político y la forma en
que lo ejercen.
Metodología
Las temáticas
abordadas —desde un análisis cualitativo— son los perfiles y trayectorias de
las presidentas municipales en funciones, destacando las dificultades para
acceder y sostenerse en el cargo, casos de violencia política de género, así
como acciones de gobierno que implementaron a favor de las mujeres. Para cubrir
los objetivos propuestos se aplicaron 36 cuestionarios estructurados con
preguntas cerradas y abiertas, en los casos en los que hubo contacto personal
con las presidentas municipales hubo posibilidad de profundizar en algunos
contenidos. Los cuestionarios[2] fueron acompañados de una
carta de confidencialidad a través de la cual se explicaba que la información
sería utilizada exclusivamente con fines académicos, motivo por el cual se
resguardan las identidades de las presidentas municipales que participan en
este estudio.
Los 36 cuestionarios
son una muestra de 10.3%[3] de 349
presidentas municipales que se encontraban en funciones en 2017, siete de ellas
gobiernan municipios que pertenecen a la región norte del país: una de Baja
California, una de Baja California Sur, tres de Chihuahua, una de Durango y una
de Sonora. De la región centro trece contestaron el cuestionario: una de ellas
gobierna una delegación de la Ciudad de México, una gobierna un municipio de
Colima, cinco de ellas gobiernan municipios de Hidalgo, tres del Estado de
México, una de Michoacán, una de San Luis Potosí y una de Zacatecas. De la
región sur 16 presidentas municipales contestaron el cuestionario, dos de ellas
gobiernan municipios de Guerrero, diez de Oaxaca, una de Puebla, dos de
Tlaxcala y una de Veracruz.
El
trabajo se aborda desde la perspectiva de género, categoría de análisis que cruza transversalmente toda la
estructura social. El análisis de género permite hacer un estudio de las
relaciones que hay entre mujeres y hombres, además de identificar las
diferencias de acceso a los puestos de elección popular y toma de decisiones.
De acuerdo a Massolo (2007), la política se devela
como un ámbito poco acogedor de la diferencia de las mujeres y en este sentido
se construye a partir de los modos de ver y ser masculinos, por lo que las
mujeres rara vez se sienten vinculadas, o por lo menos cómodas, en los espacios
políticos locales.
Perfiles
y trayectorias de las presidentas municipales
En esta sección se abordan
distintos elementos de los perfiles y trayectorias de la muestra de las presidentas
municipales entrevistadas durante la investigación, haciendo énfasis en sus
propias narrativas. Por perfil nos
referimos, siguiendo a Massolo, al “conjunto de datos personales,
aquellas características, posiciones y condiciones que individualizan a las
mujeres según su lugar de origen, clase social, etnia, estado civil, religión,
ideología política, escolaridad, profesión, si son madres o no” (Massolo, 2007, p. 59). Cada uno de estos elementos forman
parte de la identidad de las mujeres y cobran peso, de acuerdo a Massolo, al
momento en que ellas apuestan por participar en la política partidista del
municipio. Las entrevistas destacan los siguientes elementos sobre el perfil de
las presidentas municipales: origen, edad, escolaridad, estado civil, si son
madres o no, arraigo y si tienen algún familiar en la política.
En cuanto al origen de las presidentas municipales solo
una de ellas indica que es indígena y su pueblo es de usos y costumbres: “es
triste que no acepte uno el hecho de ser originario de ese pueblo”. Este
comentario debe leerse en el contexto de la doble discriminación que viven
muchas políticas por ser mujeres y también por ser indígenas. La condición
étnica en ocasiones se vive como dolida y ellas evitan hablar sobre esto.
El promedio
de edad es de 47 años. Una de las presidentas municipales se encontraba en la
segunda década de su vida, siendo la más joven, ocho en la tercera década,
nueve en la cuarta década, catorce en la quinta década y cuatro en la sexta década
de su vida. De esta forma 75% de las presidentas municipales tenía entre 40 y
69 años, edades en las que difícilmente tienen a su cargo hijos pequeños, esto
posibilita que se dedique más tiempo a la política.
La
escolaridad mínima de las presidentas municipales es secundaria o comercio con
cuatro casos. Tres tienen estudios de bachillerato. La mayoría de ellas tiene
estudios de licenciatura con 24 casos y tres más contaban con estudios de
posgrado. Se observa que 88% tiene estudios medios, superiores, e incluso de
posgrado. Ellas se esfuerzan en preparase frente a la presión —social, cultural y subjetiva— y
sobre-exigencia de acreditar grados académicos y estar capacitadas para
gobernar. A las mujeres se las ha excluido de los cargos de toma de decisiones
bajo los argumentos de su falta de interés por el poder, por no contar con la
personalidad de liderazgo y competitiva que se requiere, así como por su falta
de preparación académica lo que ha tenido como consecuencia que las mujeres apuesten
a un desarrollo profesional y se matriculen en posgrados y diplomados. La
preparación académica, así como la experiencia que acumulan en organizaciones
sociales, sindicales y políticas les brinda cierto prestigio para acceder a la
competencia electoral.
La mayor
parte de las presidentas municipales, 23 casos, se encuentran casadas, cuatro
son solteras, cuatro son viudas, tres divorciadas y dos viven en unión libre. Se
desconoce en qué contexto se dieron los divorcios, que, si bien son pocos, se
debe considerar que los horarios “masculinos” de la política formal están
determinados por la desigual relación entre los géneros y su impacto en la
división sexual del trabajo, y en ocasiones, tienen como consecuencia para las
mujeres rupturas matrimoniales, sobre todo si las parejas no se encuentran inmersas
en actividades políticas.
La mayoría
de las presidentas municipales tienen hijos (33 casos), de ellas, 21 tienen
entre uno y dos hijos, once presidentas tienen entre tres y cuatro hijos y solo
una de ellas tiene más de cuatro hijos. De las 33 presidentas que tienen hijos,
4.4% de ellos tienen de cero a tres años, 25.3% de hijos tienen de cuatro a once
años, 10.4% de hijos tienen de doce a 17 años, y 59.7% de los hijos tienen de
18 años a más, este último dato, se relaciona con que 75% de ellas tiene entre
40 y 69 años. Esta última es una etapa de fisión del ciclo doméstico, donde las
responsabilidades del hogar y con los hijos descienden y esto posibilita liberación
de tiempo que es invertido en actividades sociales y políticas. La edad de los
hijos es relevante en los estudios de las presidentas municipales, ya que los
cuidados siguen recayendo en las mujeres derivado del rol tradicionalmente
asignado. Las presidentas municipales que tienen hijos pequeños y/o enfermos, señalaron
que recibían apoyo de su pareja en el cuidado de los mismos en 45.4% de los
casos, 40.9% dijo que no recibía apoyo de su pareja y 13.6% dijo que recibía un
poco de ayuda o a veces por parte de su pareja. Lo anterior apunta que el
cuidado de los hijos pequeños y/o enfermos sigue recayendo sobre ellas,
situación difícil de conciliar con sus actividades políticas y de gobierno. Sin
embargo, las mujeres buscan redes de apoyo en el cuidado de los hijos por lo
que se les preguntó en quiénes se apoyaban, 68.7% de los casos mencionó a sus
familiares y 31.2% dijo apoyarse de empleada o niñera/o.
Uno de los datos más interesantes arrojados por las
entrevistas es que el arraigo sigue siendo un elemento importante para el
lanzamiento de las candidaturas. Es decir, la gente valora que sus futuros
gobernantes sean originarios del municipio. De las 36 presidentas municipales
que respondieron al cuestionario, 30 (83.3%) gobiernan en el municipio donde
nacieron, en contraste, seis (16.6%) nacieron en otros lugares. Uno de los
testimonios señala que a pesar de llevar varios años viviendo en el municipio
que gobierna se le cuestiona no ser originaria. “Nos costó mucho trabajo porque
no soy originaria del municipio y bueno aquí llevo viviendo con mi familia 22
años, […] y es que sacaron un volante de que ya no vivía aquí”.
En contraste, una de las presidentas municipales con
arraigo menciona que cuando estaba en precampaña buscó a las personas de la
tercera edad porque conocía de primera mano sus necesidades y sabía la
importancia de su confianza, había quienes ya no se acordaban de ella físicamente
porque la conocieron de niña, pero preguntaban por ella. En los poblados
pequeños, le gente se conoce entre sí, identifica el apellido de las familias
con mayor estatus, ubica dónde viven sus gobernantes y quiénes son sus parientes.
El principio de proximidad —gobierno de primer nivel—, facilita el contacto de la
ciudadanía para realizar peticiones de diversa índole, ya sea que se acuda a la
casa de la alcaldesa o alcalde o al palacio municipal.
Por otro
lado, se indagó si algún familiar de las presidentas municipales había
participado, o se encontraba participando en algún cargo público, organización
o partido político, ya que se ha identificado en estudios que este elemento
posibilita el acceso de las mujeres a la participación política, además de que
facilita relaciones políticas y sociales, 22 de ellas tienen familiares en
esfera política, doce no y dos de ellas no contestaron. Específicamente: una
presidenta municipal señala que su mamá fue diputada, otra que su mamá fue regidora
y otra que su tía fue presidenta municipal. En doce casos los familiares son
sus esposos, padres, primos, hijos y abuelos que ejercieron el cargo de presidentes
municipales antes que ellas, en el mismo municipio u otro. El estudio de Dalton
(2012) sobre presidentas municipales en Oaxaca identifica que éstas provienen
en muchos casos de una familia de políticos y denomina esta situación como una
genealogía de la participación política.
En cuanto a
las trayectorias políticas, las presidentas municipales de este estudio antes
de ocupar su cargo trabajaron en su mayoría en diferentes niveles de gobierno y/u
ocuparon cargos partidistas, fueron integrantes de asociaciones religiosas en
su comunidad. También realizaban gestiones comunitarias y/o eran parte de
asociaciones civiles y sindicales. En la menor parte de los casos tienen o
tuvieron participación en empresas. La mayor parte de las presidentas
municipales tiene experiencia política entendida como “la acumulación de
aprendizajes sociales y políticos generados por las prácticas cotidianas y
luchas individuales de las mujeres como integrantes de los concejos municipales”
(Massolo, 2007, p. 102).
Ante la
pregunta si había sido electa para otros cargos políticos 18 contestaron que
sí, catorce que no y cuatro no contestaron. Los cargos que ocuparon fueron: integrante
de un comité local, estatal o nacional de un partido político (29%), regidora
(22.5%), diputada local (22.5%), diputada federal (6.4%), presidenta municipal
(6.4%), diputada local suplente (3.2%), síndica (3.2%), senadora (3.2%) y delegada
federal (3.2%). Llegaron al cargo de presidentas municipales por el PRI (31.8%),
seguido del PAN (22.7%), luego del PRD (15.9%), sistemas normativos internos
(9.09%), por el PT (4.5%), coalición (4.5%), por el PVEM (2.2%), por Movimiento
Ciudadano (2.2%), por MORENA (2.2%), por candidatura independiente (2.2%), otro
(2.2%). Quienes acceden al cargo por sistemas normativos no son postuladas por
partidos políticos, sino que la gente las propone y son electas en Asamblea,
tampoco tienen un salario, reciben un recurso económico denominado dieta y
ejercer el cargo implica un gasto adicional, porque deben trasladarse a
diferentes lugares para hacer gestiones y acudir a reuniones de gobierno. Una
presidenta municipal designada en Asamblea señala: “En mi caso son 4, 500 pesos
mensuales, entonces de ahí tengo que ver que me alcance”.
Dificultades
que enfrentan para su postulación y obstáculos en el ejercicio del poder
Las entrevistadas
señalan en 31 casos (86%) que fue difícil conseguir su postulación a la
candidatura, una (2.7%) de ellas dice que fue fácil y cuatro (11.1%) que no tuvieron
ninguna dificultad. En los casos en los que sufrieron alguna dificultad se
solicitó se especificara el tipo de dificultad. Un testimonio indicó “[…] una
campaña es muy dura como mujer, pero ganar es todo un reto al igual que
gobernar.” Esta afirmación refuerza lo señalado por diversos estudios (Massolo, 2006; Barrera y Suárez, 2012; Cárdenas, 2016), que
revelan que no sólo es un desafío ser postulada, sino también ejercer el cargo.
Las campañas son extenuantes porque: las jornadas son intensas (pensadas en
clave masculina donde los varones tienen resueltos los cuidados de otros y las
labores domésticas), no hay días de descanso, se realizan visitas
domiciliarias, se reúnen con líderes, empresarios, organizaciones de la
sociedad civil, y ciudadanía en general, se construye una estructura electoral;
las candidatas además enfrentan críticas y cuestionamientos de sus adversarios,
que contienen elementos de género, a ellas las cuestionan sistemáticamente sus
capacidades, trayectorias y vida personal.
Otra
dificultad del proceso electoral es la experiencia de padecer una injusticia
electoral que se resuelve por —el largo camino de— la vía jurídica en el máximo
tribunal electoral del país; pero debe considerarse que estos litigios tienen
costos económicos y hasta de salud. Otro testimonio indica cómo durante 20 años
buscó la candidatura por medio de un partido político.
A lo largo de 20 años intenté en cinco ocasiones ser
la candidata, fue hasta la sexta que lo logré, fue gracias al apoyo de mi
partido, de las mujeres y hombres de mi municipio. Los recursos financieros son
insuficientes para hacer campaña.
Cada partido tiene sus
normas para la designación de las candidaturas, al interior de los mismos se
establecen correlaciones de fuerzas y se tejen alianzas entre las corrientes,
las dirigencias partidistas —masculinas en su mayoría— tienen un peso
fundamental en la decisión final y desde ese espacio de poder deciden qué
mujeres sí y cuales no pasan. Los testimonios hablan sobre lo difícil que es
que logren llegar aquellas que tienen trabajo territorial, liderazgo
consolidado, arraigo, son autónomas y empoderadas, porque las dirigencias
apuestan a postular a mujeres que serán disciplinadas a las instrucciones de
los líderes y ellos así mantendrán el control. La paridad ha forzado a los
partidos políticos para que incorporen en igualdad a mujeres en las listas de
candidatos; sin embargo, los partidos impugnan los acuerdos de los órganos
locales electorales cuando no recae sobre ellos la facultad de establecer los
criterios de designación de la paridad, y es que, dentro de la gama de
estrategias que diseñan para controlar y retener el poder, se observa que
formalmente incorporan la paridad, pero postulan a mujeres en distritos con
pocas posibilidades de triunfo (Palma y Cerva, 2014).
A pesar de ello, la paridad ha posibilitado que algunas líderes con amplias
trayectorias y capital político que aspiraban a una candidatura finalmente lograran
ser postuladas.
Los dos
últimos testimonios hablan sobre otra de las dificultades, a saber, la falta de
dinero en las campañas. “Mi campaña fue de gran austeridad, yo no tengo riqueza
acumulada. Sí hay una diferencia en el apoyo económico entre mujeres y
hombres.” Los recursos financieros son una forma primaria de discriminación a la
que se enfrentan las mujeres en campaña, porque no hay una distribución
igualitaria para mujeres y hombres.
No me va a creer, pero fueron 1,300 pesos que dieron
para la campaña que no alcanzó para nada, pero con la voluntad y apoyo de la
gente. Algo muy característico del Istmo es que todos ayudamos, se nombra
padrino de refresco, madrina de tortas, tamales […]
Las presidentas
municipales en ocasiones compiten en elecciones en las que los gobiernos
utilizan programas sociales para comprar el sufragio del padrón de
beneficiarios de forma clientelar; lamentablemente consideran a las mujeres
como su voto cautivo.
A pesar de los estereotipos de
género, injusticias electorales y dificultades económicas, estas mujeres
lograron ganar la elección. Sin embargo, vemos a través de los testimonios que
además han tenido que enfrentar una serie de obstáculos en el ejercicio de su
gobierno, los cuales no pueden ser separados de la idea de género; es decir,
del hecho de que por ser mujeres se aplica un mayor rigor, sospecha y
vigilancia a la hora de gobernar.
Los horarios
de trabajo de las presidentas municipales son extensos, situación difícil de
conciliar con la vida familiar, constantemente son recriminadas frente al
abandono de los hijos y dedicar tiempo completo a su cargo (Sam y Davinson, 2003). Por otro lado, las presidentas municipales
se presionan de forma permanente para demostrar que, como gobernantes, sí son
capaces de ejercer el cargo, que tienen habilidades de liderazgo y capacidades
de gestión pública. Pero también padecen el apremio de justificar sus ausencias
con resultados de trabajo para que no se vaya a pensar que incumplen con su
encomienda. Un testimonio señala al respecto.
[…] nos reunimos con todas las autoridades de las localidades
los domingos, ahí les informo donde estoy cada día de la semana, para que no
piensen que nada más estoy sentada en el municipio, o que nada más ando
felizmente paseando, si salgo es porque tengo que ver las gestiones.
Las presidentas
municipales toman decisiones colegiadas con el cabildo, en ocasiones hay
síndicos o regidores que las calumnian respecto de su trabajo:
En la reunión del municipio les digo bien claro si
ustedes ven algo que no se va encaminando bien díganmelo con toda firmeza, aquí
en la reunión es donde les voy a hacer caso y aquí es donde me van a fortalecer
para desempeñar bien mi cargo, pero si lo dicen en una cantina, en las
tienditas o por ahí, discúlpenme, pero yo no voy a tomar nada en cuenta porque
en lugar de salir bien hasta enferma voy a salir y yo no tengo esa necesidad.
Este mismo testimonio también
señala un poco de dificultades con “un síndico es un poco cerrado, cuando hay
reuniones de Cabildo no se manifiesta, pero llega a su casa y ahí da otras
versiones. No voy a hacer caso de versiones callejeras”. Otro testimonio señala
obstáculos y bloqueos:
En el Cabildo los regidores sin fundamento están en
contra de mis propuestas. A veces es complicado como mujer que nos dejen gobernar,
sin que tengamos alguna situación [sería mejor] que pudiéramos enfocar nuestras
acciones en gestiones principalmente, en lugar de tener que atender situaciones
que a lo mejor con diálogo se puede llegar a la solución.
También son sujetas de
agresiones, por personas que tienen relación con el municipio: “Vivo presiones
y reclamos permanentes por los varones del municipio. Como mujeres no permiten
que nos equivoquemos. Profesoras del municipio cuestionan mi forma de peinarme
y vestirme”. O son discriminadas: “[vivo] discriminación de género y por
discapacidad”. Otra presidenta municipal indica que la descalifica una
regidora, que un grupo mantiene en su posesión el Palacio Municipal desde el
2012 y no se lo entrega, además que una de las personas con cargo de la iglesia
católica “inició una intensa campaña en el pueblo y en los medios de
comunicación para posicionarme como alguien que discrimina a los encargados del
templo y a la gente que profesa la religión católica”.
Vázquez y Chávez han documentado que no es fácil para una
mujer ser autoridad en el ámbito público porque “no existe la costumbre”
(Vázquez y Chávez, 2012, p. 89), por lo que realizan grandes esfuerzos para
hacer valer su autoridad.
La gente se tiene que ir acostumbrando a verme como su
presidenta. Las funcionarias y servidoras públicas estatales deberán
acostumbrarse a vernos y tratarnos tal y como somos; sin importar nuestra
vestimenta, nuestro maquillaje o falta de él, nuestras bolsas y demás cosas que
miren. Se sorprenden de verme, y pensar que siendo mujer sencilla soy
presidenta municipal. Es una forma de violentarme porque eso es discriminación.
Para mí, fue difícil llegar a ser presidenta municipal, el primer día que
llegué con mis hijos y antes de sentarme en mi silla les dije: "No se
imaginan cuán difícil fue llegar a esta silla; me costaron humillaciones,
lágrimas, descalificaciones”. Tuve que lograr la confianza de la gente para que
sepan que como mujer sé tomar decisiones. Más que un honor ser presidenta
municipal es un reto, ya que como mujer debo demostrar que sé gobernar y lo he
logrado con disciplina financiera.
En cuanto a la
administración de recursos financieros las presidentas señalan que han buscado
implementar estrategias de disciplina y ello las distingue de los varones que
las antecedieron. “Las mujeres somos más cuidadosas en la administración de
recursos, más que nada de lo que llega al municipio”. Otro testimonio señala
“Algunos todavía no logran asimilar que una mujer haya ganado y que los esté
gobernando” lo que habla nuevamente de los obstáculos estructurales que
enfrentan las mujeres en el ejercicio del cargo y que no se resuelven solo con
promover que accedan más mujeres a los cargos, ya que se requiere deconstruir
la forma masculina en la que se concibe el poder. Algunas presidentas municipales
fueron designadas frente a la ausencia del presidente municipal electo (ya sea
por licencia o por defunción): Un testimonio señala “la circunstancia por la
que llegué a ser actualmente presidenta municipal fue muy trágica e imprevista.
Y verdaderamente para mí ha sido todo un reto gobernar un municipio tan
machista y con tantos nexos con el narcotráfico”. En este caso, los varones se
reunieron para decidir que no iban a exponer su vida y prefirieron “ceder” el
cargo a una mujer. Al respecto es importante ubicar que el país y los
municipios se encuentran viviendo “una espiral de violencia de diverso tipo
experimentada en el ámbito municipal a partir de los efectos de la llamada
guerra contra el narco, emprendida desde el Estado en el año de 2006” (Barrera
y Cárdenas, 2016, p. 17).
Violencia
política contra las mujeres en razón de género
El acoso y la
violencia política —como son conocidas en América Latina— son categorías que se
siguen discutiendo desde la academia[4], se identifica que la
violencia política es parte de una nueva táctica para impedir la participación
política de las mujeres y mantenerlas en una posición subordinada (Krook y Restrepo, 2016a); sin embargo, desde que inició el
siglo XXI, las especialistas en participación política de las mujeres señalaban
que las mujeres vivían una serie de factores y/u obstáculos para acceder y
permanecer en los espacios de toma de decisiones (Sam, 2002; Barrera y Aguirre,
2003a, 2003b). La Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL), fueron las
pioneras en definir el acoso y la violencia política como una serie de acciones
agresivas que buscan impedir y restringir el ejercicio del cargo.
En México
actualmente no existe un marco jurídico nacional sobre la violencia política
contra las mujeres en razón de género, a pesar de diversas iniciativas de ley
promovidas en el Congreso de la Unión desde noviembre de 2012, solo existe un
Protocolo (TEPJF, 2017) que no es vinculante. A nivel estatal se carece de un
marco normativo homogéneo en materia de violencia política contra las mujeres;
75% de los congresos locales han incluido elementos que definen la violencia
política contra las mujeres y tres entidades la han tipificado penalmente; pero
a la fecha no se ha juzgado a nadie por ese delito.
Se preguntó
a las presidentas municipales si se había vulnerado su tranquilidad o la de su
familia o se había ejercido algún tipo de violencia política contra ellas en el
ejercicio de su cargo y se pidió que indicaran quién la había efectuado; la
mayoría señaló a los varones, siendo los más mencionados los líderes de los
partidos políticos en 17 casos, seguidos de funcionarios públicos en diez
casos, personas de la comunidad en ocho casos, “otro” en cuatro casos, una
tercera persona en tres casos y en un caso un líder religioso. Como se observa,
son figuras con autoridad política, social y moral (religiosa). También se
indagó si mujeres habían participado en estas acciones y señalaron en seis
casos a una funcionaria pública, en otros seis casos a una mujer de la
comunidad, en tres casos se habló de una líder de una asociación civil o
sindicato, en dos casos se señaló a una líder religiosa, y en un caso a una
tercera persona. La respuesta sobre que las mujeres han ejercido actos que
vulneran la tranquilidad de las presidentas municipales ayuda a desmontar la
idea de que las violencias solo provienen de varones y esto habla de
efectividad de la dominación masculina (Bourdieu, 2013), porque hay mujeres que
se asumen guardianas de otras para que no abandonen el lugar de subordinación
que simbólicamente se les ha asignado.
La violencia política contra las
mujeres tiene diferentes manifestaciones, la cometen diversos perpetradores
(hombres y mujeres), en diferentes ámbitos (público-privado), tiene diferentes
tipos, puede ser física, psicológica, simbólica, sexual, patrimonial, económica
y puede llegar al asesinato, puede presentarse en precampaña, durante ella,
siendo candidata electa, en el ejercicio del cargo y aún después de dejar el
mismo. Lo que se busca con este tipo de violencia es “evitar que las mujeres
ejerzan sus derechos políticos, y por extensión, para comunicar más ampliamente
que las mujeres no pertenecen a la política” (Krook y
Restrepo, 2016b, p. 470).
Algunas
presidentas municipales ampliaron información sobre la violencia política
contra las mujeres, en uno de los testimonios las agresiones iniciaron desde
que iba a ser propuesta en la Asamblea y se sostienen las amenazas en el
ejercicio de su cargo.
[…] comencé a ser sujeta de una campaña de difamación,
siguieron las amenazas y las agresiones físicas hasta que en el 2014 mi familia
y yo fuimos víctimas de un atentado en el marco de una asamblea general
comunitaria para la elección del alcalde municipal, en dicho atentado,
despojaron a mis compañeras activistas, familiares y asesinaron a mi único
hermano y a un amigo por defendernos a mi madre y a mí, a quienes nos dejaron
por muertas. Una vez electa en la Asamblea general para la elección de
concejales en abril del 2016 iniciaron en mi contra un proceso impugnativo para
dejar sin efectos la elección, sin embargo [nos ratificaron], a la fecha son
constantes las amenazas de muerte.
En este testimonio se
conjuntan una serie de formas de violencia: difamación, amenazas, agresiones
físicas en esferas pública y privada, sufre un atentado contra ella y su
familia, querían asesinarla. Durante su cargo y en ejercicio de él, ha sido víctima
de una serie de acciones que constituyen delitos; sin embargo, las
destinatarias de la violencia, en ocasiones no denuncian por el letargo
institucional para atender las denuncias, la complicidad de las autoridades,
pero sobre todo por la impunidad. Los siguientes testimonios de violencia
política contra las mujeres suceden cuando ellas se encuentran en funciones de
presidentas municipales y a través de ellos se expresan los diferentes tipos de
violencia que por lo general suceden en la esfera pública y privada. “En el ejercicio
de la administración pública te agreden por el hecho de ser mujer. Critican mi
forma de vestir (traje típico). Me han ido a buscar a mi domicilio, eso es
violencia política porque ahí están mis hijos”.
Las
presidentas municipales son cuestionadas por su vestimenta, el traje típico
parece leerse como signo de inferioridad en lugar de considerarlo parte de la
riqueza cultural. Aquí los tipos de violencia son varios, ataques,
manifestaciones que invaden el ámbito privado donde se encuentran sus hijos. A
través de otros dos testimonios se puede identificar que las amenazas se hacen
llegar a través de las redes sociales (ciberacoso).
Llamadas telefónicas intimidatorias, hackeo de cuentas
de correos y teléfonos, mío y de mis hijos. Crítica a mi estilo de vida (ropa,
peinado, maquillaje). Con volantes, en los periódicos locales. La prensa
regional y estatal estaba en mi contra.
La presidenta
municipal fue receptora de diversas formas de violencia, intimidada a través de
su correo, teléfono, pero también fue vulnerado su ámbito privado.
[Recibí] Denostaciones, descalificaciones y chismes
hacia mi persona y mi familia en redes sociales, Whats y Facebook. Atentados contra la integridad física de miembros de mi
familia. Algunos todavía no logran asimilar que una mujer haya ganado y que los
esté gobernando.
Nuevamente se observa
el uso de la tecnología y expresiones de violencia que se materializan a través
de atentados físicos contra la familia. La presidenta expresa que no se asimila
que una mujer sea gobernante, lo que coincide con otro testimonio que indica
que ha vivido “misoginia, dicen que las mujeres no pueden solas”. Las redes
sociales pueden ser de utilidad para establecer contacto directo con la
ciudadanía, pero también a través de ellas se puede difamar a las presidentas
municipales sin que se tenga hasta ahora una forma efectiva de controlar las
noticias falsas, amenazas de falsos perfiles y las repercusiones que pueden
tener, al respecto señala un testimonio “Personas vía las redes sociales que
difaman y calumnian mi desempeño como servidora pública”. Desacreditar,
difamar, demandar, intimidar a las gobernantes son las formas más utilizadas
para violentar, pero en ocasiones sufren asesinatos de seres queridos:
“asesinaron a mi hijo y he recibido amenazas”; asimismo otro testimonio
detalla: “Al año cumplido secuestran a mi hijo, pasó once días secuestrado y
pues bendito Dios mi hijo lo tengo vivo. Decido no renunciar al cargo porque
era todo lo que todo el mundo quería y lo que me pedían”.
Los costos
personales que pagan las presidentas municipales por ejercer sus derechos
políticos son altos, la violencia se quiere invisibilizar cuando se dice que
así es la política y que son “gajes del oficio”; como se observa en los
anteriores testimonios se les presiona para renunciar de diversas formas que
pueden llegar al secuestro y/o asesinato de los hijos, no obstante, ellas se
sostienen en el cargo.
Los actos
de violencia política deben analizarse desde la discriminación contra las
mujeres, que tienen por objetivo de intimidarlas, amenazarlas y en el caso más
extremo eliminarlas de la esfera pública ya que se considera que ellas son
transgresoras por no encontrarse en el ámbito socialmente asignado; de esta
forma cuando se busca violentar a una mujer lo hacen desde su esfera pública,
privada y doméstica para lograr mayor efectividad. Como se ha mencionado, la
violencia puede ser simbólica, física, psicológica, patrimonial-económica, puede
ser dirigida a ellas o a sus familiares, desarrollarse en diferentes momentos
de su trayectoria, ante ello es fundamental realizar diagnósticos amplios y
seguir trabajando este fenómeno social desde la academia. La segregación y
diferentes expresiones de violencia política contra las mujeres han sido
constantes durante largos periodos históricos, sin embargo, ha sido en el siglo
XXI que se han vuelto políticamente significativas y en ese sentido se ha
buscado reflexionar sobre esta situación para generar estrategias que
posibiliten su contención y erradicación.
Actividades
y/o acciones de gobierno dirigidas a mujeres de su municipio
Dentro de los
principales problemas que las presidentas municipales identifican en su
municipio, se encuentran: la inseguridad, falta de empleo, o de empleo bien
remunerado, carencia de servicios públicos (agua, luz, drenaje, recolección de
basura, luminarias, etc.), abastecimiento de medicinas para atender la salud de
la población, falta de apoyos federales y estatales para reconstrucción de
hogares, situación que se deriva de los sismos de septiembre de 2017 que
afectaron al centro y sur del país. Ahora bien, en cuanto a los problemas
específicos de las mujeres, ellas identifican en la mayoría de los casos:
violencia, mentalidad machista y patriarcal en las comunidades, embarazos
adolescentes, madres solteras sin empleo, abandono de estudios por embarazos, falta
de capacitación e independencia económica, problemas de salud, desnutrición,
problemas dentales, falta de vivienda, abuelas con responsabilidad de cuidar a
los nietos por la migración de los padres, falta de oportunidades políticas a
las mujeres, discriminación de género, adicciones, baja autoestima, entre otros.
Durante
las entrevistas se indagó respecto a si ante este panorama desarrollaban
diagnósticos con perspectiva de género, que son fundamentales para tener
información cuantitativa y cualitativa y en función de ellos poder diseñar
acciones de gobierno que atiendan las problemáticas específicas por territorio.
Dieciocho presidentas municipales (50%) indicaron que sí tenían uno, en algunos
casos señalaron que estos eran realizados por el DIF municipal, o por el
Instituto Municipal de la Mujer, o por el área de Desarrollo Social del
Ayuntamiento. Quince indicaron que no tenían diagnóstico (41.66%) y tres no
contestaron (8.33%). También se preguntó respecto al tipo de programas que
desarrollaban para atender las problemáticas específicas de las mujeres, en la
mayor parte de los casos se mencionó que se apoyaban de los programas federales
y estatales de Desarrollo Social, Inmujeres (Nacional
y Estatal), del DIF e incluso de organizaciones de la sociedad civil, situación
que se debe en parte a la falta de recursos en el municipio para atender este
tipo de demandas ya que los recursos que hay se canalizan fundamentalmente al
pago de nóminas, servicios públicos y otros programas que consideran
prioritarios. También hubo quien mencionó no tener ningún programa “iba a haber un programa para mujeres,
pero en el cabildo como la mayoría son hombres no aceptaron”.
Otro
testimonio señaló que no había programas para las mujeres “porque no asisten y
se niegan su propia realidad”. Sin embargo, 32 presidentas municipales
señalaron tener una o más acciones de gobierno a favor de las mujeres, entre las
que destacan acciones interistitucionales con el Inmujeres, como el Programa de Transversalización de la
Perspectiva de Género en el municipio, programas de salud sexual y reproductiva
que operan fundamentalmente con organismos de la sociedad civil. Y otros que
desarrollan exclusivamente desde el municipio como la Construcción de un Centro
Integral de la Mujer, acciones para que los comités sean presididos por
mujeres, instalación del Instituto de la Mujer, capacitación para el
autoempleo, entregas de becas escolares y despensas a madres solteras,
acompañamiento en casos de violencia contra las mujeres, eventos culturales y
deportivos para promover la participación de las mujeres en otras esferas. Entre
las acciones emprendidas destaca la creación del Bando de Policía y Gobierno
desde una perspectiva de género y el compromiso de algunas presidentas
municipales para empoderar a las mujeres. “Uno de mis objetivos es
empoderarlas, por lo que dentro de la administración estoy dando la oportunidad
a mujeres para que tengan cargos directivos, así como impulsarlas para que sean
Delegados Auxiliares Municipales y Regidoras”.
Algunos
Ayuntamientos tienen amplia presencia femenina, de acuerdo a lo que menciona un
testimonio “Los puestos de trabajo dentro del H. Ayuntamiento, lo que incluye
puestos de primer nivel, son otorgados de manera equitativa, actualmente el
Ayuntamiento está compuesto de un 80% de mujeres y el resto son hombres”. Otro
testimonio señala que promueve la equidad de sueldos al interior de la
administración para hombres y mujeres, y otro más señala la importancia de
tener equipos de mujeres talentosas que la ayudan a hacerse más fuerte.
Consideraciones
finales
Por mucho tiempo la
marginalidad política de las mujeres en los gobiernos municipales parecía no
modificarse, las leyes de cuotas y la paridad posibilitaron cambios
cuantitativos, no sin encontrar resistencias de diferentes actores políticos y
sociales. De acuerdo a la muestra que se realizó para este estudio se
identificó que 22 presidentas municipales de 36 consultadas, son las primeras
en gobernar su municipio, lo que habla de que se camina gradualmente a la pluralidad
de género.
Los perfiles y las trayectorias permiten identificar
elementos que posibilitan su postulación a una candidatura, entre ellas destaca
el arraigo, 83.33% de las presidentas municipales son originarias de su
municipio; por otro lado, la mayoría de las presidentas municipales (75%) tiene
entre 40 y 69 años, dentro de las que tienen hijos, éstos tienen 18 años y más
en su mayoría (59.7%), lo que, dentro del contexto doméstico, las libera de la
presión de los cuidados infantiles; sin embargo, quienes tienen hijos pequeños
siguen cargando con la responsabilidad del cuidado de los mismos y en ese
sentido la familia es el principal apoyo.
La mayor parte de las presidentas municipales (61.11%) ha
tenido al menos un familiar en la política, por lo general son sus maridos,
padres, hermanos, hijos y abuelo que fundamentalmente ocuparon el cargo de
presidente municipal, por lo que es posible hablar de una genealogía política.
Las relaciones de parentesco generan suspicacias en el marco de una cultura
política autoritaria; así como una serie de cuestionamientos respecto a quién ostenta
el poder real y simbólico, ¿son ellos o ellas? O ambos. ¿Ellas solo están ahí
por las cuotas y la paridad?, ¿ellas llegan porque el espacio era para un
dirigente y como tocaba cubrir paridad él decide qué mujer postular para que el
equipo sostenga el poder? este estudio no tiene por objetivo profundizar sobre
esa situación, pero es un área de oportunidad para futuras investigaciones
académicas.
Las mujeres continúan sorteando una serie de obstáculos
para llegar al poder y para mantenerse en él, solo por ser mujeres, ya que
social y culturalmente permea la idea de que ellas no tendrían que estar en el
ámbito público. La violencia política contra las mujeres es la expresión más extrema
de la violación de sus derechos políticos de las mujeres y su significado ha permeado
en la esfera política, ha posibilitado que algunas mujeres identifiquen que
viven este tipo de situaciones; en ocasiones lo denuncian públicamente y/o
legalmente, lamentablemente la cultura de la impunidad y el incumplimiento del
marco jurídico (en los casos en que está tipificado) parece ser un impedimento
de justicia efectiva y de castigo de los perpetradores.
Las presidentas municipales tienen bien identificados los
principales problemas de sus municipios, y si bien no todas cuentan con
diagnósticos de género, va cobrando fuerza la importancia de atender las
necesidades de las mujeres, lo que representa un logro del movimiento feminista
y de los esfuerzos legislativos e institucionales, en este sentido, 88.88% de
las presidentas municipales implementa alguna acción dirigida a las mujeres,
por lo que resulta fundamental realizar análisis detallados que den cuenta
sobre la efectividad de las mismas para revertir las brechas de desigualdad
entre hombres y mujeres.
En este artículo se ha analizado quiénes son las mujeres
que actualmente ocupan cargos políticos con el fin de entender la manera en que
ellas inciden en el ejercicio del poder a nivel local. Este incremento de las
mujeres a estos cargos políticos no podría haber sucedido sin la existencia de
paridad. Es fundamental que el principio de la paridad sea concebido como un
derecho político de las mujeres para que las mismas que han logrado acceder a
espacios de toma de decisiones con base en este principio sean mujeres
empoderadas y esto fortalezca su capacidad de actuación (Cobo, 2012). La mayor
incorporación de mujeres en los espacios de toma de decisiones es resultado de
la paridad como una herramienta exitosa que además ha favorecido la
incorporación de nuevas temáticas a la agenda pública. Sin embargo, queda aún
mucho trabajo por hacer a nivel de la interacción entre varones y mujeres pues
es ahí donde las estructuras patriarcales ejercen formas de dominación que dificultan
el acceso y el trabajo de las mujeres en la política.
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[1] Becaria del programa
de Becas posdoctorales de la UNAM. Asesorada por la Dra. Ana Buquet Corleto, directora del
CIEG. México. Correo electrónico: ginacardenas@gmail.com
[2] Los cuestionarios
fueron aplicados de mayo a diciembre de 2017.
[3] Error máximo +/- 13
por ciento, con un 90 por ciento de confianza para la República Mexicana.
[4] Las primeras
académicas en México en hablar de la violencia política contra las mujeres
fueron Barrera (2014) y Cerva (2014).