LA
ENTREGA DE UN HIJO(A) EN ADOPCIÓN: DISCURSOS Y PRÁCTICAS DE ASOCIACIONES DE
APOYO A MUJERES EMBARAZADAS EN MÉXICO
THE
ADOPTION PLACEMENT OF A CHILD: DISCOURSES AND PRACTICES OF SUPPORT ASSOCIATIONS
TO PREGNANT WOMEN IN MEXICO
Edith
Carrillo Hernández1
1México. Correo electrónico:
xxedith@hotmail.com
Resumen:
Las investigaciones en torno a la
adopción generalmente se centran en dos individuos: niños y niñas que son
sujetos de adopción y la o las personas que las adoptan. Poco se conoce y
reflexiona en torno a la situación de las mujeres que deciden no ser madres
mediante la entrega de un hijo(a) en adopción. Generalmente, las mujeres que
deciden renunciar a la maternidad lo ocultan, quieren evitar el rechazo social
que suele recaer sobre quienes, por diversos motivos, deciden no ser madres.
Actualmente, estas mujeres se han hecho más visibles, ya que a partir de la
lucha antiabortista de grupos conservadores se han creado asociaciones de ayuda
a mujeres embarazadas que no quieren o no pueden ser madres. En este artículo
se analizan los discursos y las prácticas presentes en cinco asociaciones que
brindan apoyo a las mujeres embarazadas, las cuales optan por entregar un hijo
en adopción y que sirven de vínculo con los futuros padres adoptivos de estos
niños(as).
Palabras
clave: adopción,
no maternidad, asociaciones antiabortistas, género.
Abstract
Research
around adoption usually focuses on two subjects: children who are subjects of
adoption and the people who adopt them. Little is known and reflected on the
situation of women who decide not to be mothers by placing a child for
adoption. Generally, women who decide to give up motherhood hide it, they want
to avoid the social rejection that usually falls on those who for various
reasons decide not to be mothers. Currently, these women have become more
visible, since the anti-abortion campaign of conservative groups have created
associations to help pregnant women who do not want or cannot be mothers. This
article analyzes the discourses and practices present in five associations that
provide support to pregnant women who choose to place a child for adoption and
who serve as a link with the adoptive parents of these children.
Keywords: adoption, non-motherhood, anti-abortion associations, gender.
recepción: 3 de julio
de 2018/aceptación: 11 de diciembre
de 2018
Introducción
La
mayor parte de los estudios realizados a nivel internacional y en México sobre
adopción, consideran como sujetos de estudio a los progenitores e hijos
adoptivos, dejando fuera de la discusión a un individuo que es sumamente
relevante en este proceso: las denominadas madres de origen (Briggs, 2012; Fonseca, 2012).
El estudio Embarazo no planeado y aborto inducido en México: causas y
consecuencias (Juárez, Singh, Maddow y Wulf, 2013) realizado por el Instituto Guttmacher
y el Colegio de México, estima que el 55% de los embarazos en este país son no
planeados. Las mujeres que se enfrentan a esto en México tienen distintas
posibilidades: 1) asumir el embarazo y el cuidado del hijo, 2) interrumpir la
gestación ―aunque en la Ciudad de México esta opción sólo es legal y segura
cuando se realiza en las doce primeras semanas de embarazo― o, 3) continuar el
embarazo para entregar al hijo(a) en adopción.
Si bien elegir entre
cualquiera de estas opciones debería ser el resultado de un proceso de toma de
decisión personal y libre de las mujeres embarazadas, esto no suele ocurrir
así. No sólo porque el Estado no admite ni garantiza los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres, incluido su derecho a decidir sobre su propio
cuerpo y el ejercicio (o no) de su maternidad, sino también por la existencia
de una fuerte presión social sobre las mujeres para aceptar y vivir la
maternidad. En ese sentido, a cada una de estas opciones se le ha dado una
distinta carga moral, es decir, no todas éstas se consideran válidas o, en
alguna medida, aceptables.
En este artículo se
analizan las normativas, discursos y prácticas que existen en torno a la
renuncia de la maternidad a través de la entrega de un hijo(a) en adopción,
destacando de qué manera las ideologías en torno al género y la maternidad han
configurado dicha opción.
Para lograr este
objetivo se siguió una perspectiva metodológica cualitativa. A partir de un trabajo
de campo en cinco asociaciones que brindan apoyo a las mujeres embarazadas que
están en conflicto con la maternidad, ya sea porque no quieran y/o no puedan
ser madres. En estas cinco asociaciones se realizaron entrevistas temáticas con
ocho mujeres que forman parte del personal que atiende a las mujeres
embarazadas (dos fundadoras de albergues, tres directoras operativas, dos
trabajadoras sociales y una psicóloga). En las entrevistas se buscó conocer de
qué manera los albergues regulan y construyen la opción de renunciar a la
maternidad a través de la adopción, el perfil de las mujeres que acuden a estos
espacios, los apoyos y las alternativas que se les brindan a las mujeres en los
albergues, así como las actividades y las reglas de convivencia que se
establecen en su interior.
En los cinco albergues se
realizó un recorrido para conocer sus instalaciones, además de participar y/o observar algunos eventos (misa, taller de costura,
repostería, conversatorio religioso, preparación de alimentos y comida). En uno
de los albergues se asistió una vez por semana durante tres meses para realizar
observaciones y conversaciones informales con la trabajadora social y las
mujeres que se encontraban en este espacio. El trabajo de campo se realizó en
tres de las principales ciudades del país: Ciudad de México, Guadalajara y
Monterrey.
Género
y no-maternidad
El género es un registro simbólico que
produce, delimita y diferencia a los sujetos a partir de la diferencia sexual,
asignando distintos roles, atributos y características, que se adjudican de
manera natural, binaria y jerarquizada a mujeres y hombres. A partir del género
se establecen una serie de representaciones y convenciones sociales sobre lo
femenino y lo masculino, es decir, lo que se considera propio de mujeres y
hombres en determinado contexto cultural (Scott, 1986).
Particularmente en
Occidente, a las mujeres se les ha definido y entendido a partir de la
maternidad (Guadarrama, 2004). Tubert
(1991) refiere que la diada mujer-madre estuvo presente desde la antigüedad, ya
que la maternidad era considerada una experiencia natural y necesaria en la
vida de las mujeres. Ser madre era algo a lo que su composición biológica las
incitaba, o bien, algo que les requería. La maternidad resultaba entonces una
experiencia que todas deberían vivir y a la que estaban predispuestas, más allá
de su voluntad, de forma natural. Desde aquella época, refiere la autora, se
consideró que las mujeres estaban hechas para ser madres, ya que como apuntó De
Beauvoir (1999), a través de la maternidad las
mujeres “cumplen íntegramente con su destino fisiológico; con su vocación
natural” (1999, p. 464).
La maternidad y la feminidad, apunta Tubert (1993),
se
han identificado directamente, de ahí que las mujeres sean representadas como
un ser unidimensional, es decir, que es sobre todo y, particularmente, madre.
Para esta autora, las mujeres resultan eclipsadas tras la función materna, ya
que se fortalece la ilusión de una esencia o naturaleza femenina que define
fundamentalmente lo que éstas pueden ser, hacer y desear. A partir de la
modernidad, la maternidad dejó de ser sólo un destino natural para las mujeres,
se convirtió también en un deber, una vocación, la función social que otorgaba sentido y relevancia a las mujeres, ya que
además de reconocer el papel que tenían en la reproducción biológica, se les
atribuyó una figura central en la reproducción y el desarrollo social, como
principales educadoras y el pilar de la familia (Sáez, 1999).
La construcción social de la maternidad se fundamentó desde entonces en dos
principios míticos y esencialistas: el instinto y el amor materno (Badinter, 1980). El mito del instinto materno, se formuló
en torno a la creencia de que existe un impulso universal y mecánico que lleva
a que las mujeres, deseen ser madres y, de manera “natural”, desplieguen todas
las actitudes y conductas necesarias para criar y cuidar de los hijos. El mito
del amor materno, hace referencia a la existencia de un amor de madre innato,
puro y total, surgido a partir del vínculo biológico con los hijos y de la
experiencia fisiológica de la reproducción. En función de estos mitos,
sustentados en el cuerpo y la biología de las mujeres, todo en torno a la
maternidad se remite generalmente a creencias y normas universales y estáticas.
Desde esta
construcción social de la maternidad, todos los posibles deseos de las mujeres,
como señala Tubert (1993), deberían estar reducidos,
sustituidos o subordinados necesariamente a uno: el deseo de ser madre, ya que
sólo a partir de éste la mujer reafirma su identidad de género y se construye
como un ser con sentido y significado.
A partir de este discurso convencional e idealizado en
torno a la maternidad, se sanciona fuertemente a las mujeres que no desean ser
madres y que rechazan o renuncian a ejercer la maternidad, ya que no sólo van
en contra de la “naturaleza” femenina, sino también del deber moral y la
función social asignada a las mujeres. Por ello, en los procesos de entrega de
niños(as) en adopción, las madres de origen representan el punto más controvertido
o el tema tabú, ya que como apunta Tubert (1991),
existe una gran dificultad social de asumir que el deseo en torno a la maternidad no es determinado
“naturalmente”, es decir, que las mujeres no responden a la maternidad de
manera uniforme ni homogénea, así como que ésta no es un destino ni mandato
para las mujeres sino una elección o posibilidad.
No obstante, la fuerza del discurso convencional, señala la autora, incide
en que todavía se brinda poca información y los medios adecuados para que las
mujeres controlen su capacidad reproductiva y decidan sobre la maternidad,
especialmente, cuando los embarazos ya se han producido. De esta forma, aun
cuando se trate de embarazos forzados o no deseados, pesa sobre las mujeres la
obligación moral o legal de continuar el embarazo (San Román, 2013). La
posibilidad del aborto o en este caso, de la adopción, transgreden
el binomio mujer-madre y los mitos del instinto y amor materno.
Los
escenarios de estudio: las casas/albergues para mujeres embarazadas
La adopción es una práctica social que
se ha desarrollado desde la antigüedad en diferentes culturas occidentales,
adquiriendo formas específicas como resultado del contexto sociohistórico
en que se desarrollan. En la actualidad, las practicas reproductivas en
Occidente, son producidas, vigiladas y controladas por cierta configuración de
actores, tales como: el Estado, la Iglesia, los organismos internacionales, los
movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales (Morgan y Roberts,
2012). Esta diversidad de actores y fuerzas conforman el campo institucional de
la adopción, en el que se definen las reglas, los significados y los valores
que configuran esta práctica reproductiva.
En México, los actores
que configuran el campo de la adopción son, principalmente: el Sistema
Judicial, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) a nivel
federal y en cada uno de los Estados, las Casas Cuna y las Casas Hogar para
niños(as) y adolescentes, los albergues para mujeres embarazadas, la Iglesia Católica
y las organizaciones sociales. Esta diversidad de actores podría agruparse en
tres categorías que no siempre aparecen desligadas: instituciones del estado,
iglesia y sociedad civil. Cada una de ellas cuenta con diferentes recursos y
participa desde distintas posiciones y de formas diversas en los procesos de
adopción.
Muy pocas
investigaciones han dado cuenta de la participación que, históricamente, han
tenido las instituciones dirigidas por la Iglesia y la sociedad civil en el
proceso de entrega de niños(as) en adopción (Lestage
y Olavarría, 2011). Esto es llamativo considerando que estas instituciones han
jugado y continúan jugando un papel sumamente relevante, no sólo para otorgar
legalidad y legitimidad a los procesos de adopción, sino porque han fungido
como puentes o mediadoras entre las madres biológicas y las familias adoptivas.
La gran mayoría de
estas asociaciones son católicas, las cuales se manifiestan “a favor de la
vida” y luchan contra el aborto. Durín (2011) y Maier (2008), han destacado el contexto socio-histórico en
que estas instituciones surgieron en nuestro país, ya que su origen coincide
con las demandas que, desde los años setenta, los colectivos feministas han
hecho para exigir el acceso de las mujeres a los derechos sexuales y reproductivos,
especialmente a través de la despenalización del aborto.
En los últimos años
estas asociaciones han buscado incrementar su presencia pública, preocupadas
por los logros que en materia de derechos sexuales y reproductivos se han
alcanzado con reformas legislativas en el Distrito Federal entre los años 2000
y 2007, en un contexto en el que se incrementan las causales de no punibilidad
del aborto y el derecho a la interrupción legal del embarazo. Su discurso se ha
centrado entonces en promover la adopción legal en lugar del aborto. En estos
albergues, señala Durín (2011), se practica una
“filantropía antiabortista”, ya que las acciones que realizan en favor de las mujeres
tienen como razón de ser la continuidad de los embarazos.
El perfil de las
mujeres que acude a estos albergues es muy variado; aunque prevalecen las
mujeres de los 18 a los 28 años, también hay menores de edad que deben ir
acompañadas de sus padres o tutores para ingresar, así como algunos casos de
mujeres mayores de 35 años. Unas cuantas son madres primerizas, pero predominan
las mujeres que tienen hijos. La mayoría tienen estudios de primaria o
secundaria, aunque también se presentan algunos casos de mujeres con
licenciatura o que están realizando estos estudios. Algunas de ellas son de
clase media-baja, aunque predominan las mujeres de clase baja.
Generalmente, las mujeres llegan a
estas asociaciones después de haber visto algún anuncio o de buscar información
en internet. Otras son derivadas de alguna institución pública, iglesia, o
bien, por las empleadoras de las mujeres que laboraban en el servicio doméstico.
En
estas asociaciones se ofrece a las mujeres casa, alimentación, atención médica
―en algunos casos, particular―, y el pago de sus partos o cesáreas, para que
durante el embarazo reflexionen sobre la posibilidad de quedarse con los hijos,
o bien, cederlos en adopción. Además de cubrir estas necesidades básicas
también suelen ofrecer capacitación laboral, asesoría legal, terapia
psicológica y acompañamiento espiritual. Dos de las casas trabajan únicamente
con las mujeres que están considerando la adopción. Las otras cuatro están
abiertas tanto a casos de mujeres que buscan entregar al bebé en adopción, como
a casos de mujeres que piensan quedarse con sus hijos(as), pero que por su
situación de vulnerabilidad requieren apoyo durante su embarazo.
La historia de estas
asociaciones es similar. Se originan a partir de la inquietud de alguna mujer o
de un grupo de amigas católicas de clase alta que quieren frenar los abortos.
Algunas de estas iniciativas se han concretado en pequeños albergues, otras
organizaciones son tan grandes que tienen casas en cada uno de los Estados de
la República Mexicana. Sólo la asociación laica y con perspectiva de Derechos
Humanos tiene un origen diferente, ya que es fundada por una madre adoptiva
interesada en promover la adopción y evitar el aborto, abandono o
institucionalización de niños(as), siendo puente entre las madres biológicas y
los padres adoptivos. Todas las asociaciones destacan que la mujer toma de
manera libre y voluntaria la determinación de quedarse con su bebé o de
entregarlo en adopción.
La
mayoría de las casas tienen espacio para alrededor de quince mujeres, aunque
casi nunca están llenas. Muchas de las mujeres que acuden no viven en las
casas, se manejan como “externas”, es decir que, para continuar con sus
trabajos o estudios, o bien, con el cuidado de otros hijos, únicamente acuden a
sus revisiones médicas. Las mujeres que ingresan en los albergues son aquellas
que enfrentan alguna situación de violencia con la pareja, que están lejos de
sus familias y relaciones sociales, o bien, porque deciden ocultarlo a la
familia o por no contar con su apoyo, además de que han perdido sus trabajos o
no cuentan con ingresos mínimos o empleo. En algunos de los albergues, les
permiten ingresar con uno o dos de sus hijos, en otros se les pide que lo hagan
solas, quedando éstos al cuidado de otros familiares.
Una
vez que las mujeres ingresan a los albergues deben cumplir con el reglamento
que se establece en su interior. Las principales normas son: mantener
relaciones respetuosas con compañeras y personal del albergue, cuidar el aseo
personal, realizar tareas para el mantenimiento de su habitación y de la casa,
así como participar en la preparación de los alimentos. Además, tienen que
asistir a una serie de actividades, ―totalmente apegadas a los roles de género―
en la mayoría de los albergues se les dan clases de manualidades, pintura,
costura, cocina, repostería, tejido y belleza. Estas clases son consideradas
capacitación para el trabajo o un medio para que ellas puedan autoemplearse. En los albergues con mayores recursos,
también les dan cursos de computación.
Fuera del albergue
laico, en todos los demás son fundamentales las clases de valores o religión,
así como los rezos y/o misas que se llevan a cabo diariamente. La mayoría de
las asociaciones cuenta con capilla y con imágenes religiosas en toda la casa.
En una de éstas, a cada mujer embarazada se le asigna un “angelito”, una de las
mujeres que forman parte del comité de la asociación es la encargada de
acompañarla y aconsejarla de manera más cercana durante su proceso. La clase de
valores es particularmente importante. Su objetivo, apunta una de las
directivas, es “rescatar lo que somos
como mujeres” y reforzar la
autoestima, para que sus asistidas se valoren y respeten. Las Directoras de las
asociaciones subrayan la importancia que tiene el proceso de resocialización
que viven las mujeres en los albergues para que éstas puedan tomar decisiones
“correctas”, no sólo respecto a cómo resolverán la situación de embarazo que
ahora enfrentan, sino también para que aprendan a salir adelante por sí mismas,
a manejar su sexualidad, a cuidarse y respetarse.
En la mayoría de los
albergues, se dan pláticas a estas mujeres sobre métodos anticonceptivos,
aunque hay otros en que se promueve únicamente la abstinencia. Una de las
directivas señala que buscan que las asistidas “se dignifiquen como mujer, no se entreguen a la primera y esperen
al hombre adecuado”. Aunque algunas
de las embarazadas manifiestan su deseo de operarse para no tener más hijos,
las asociaciones no se comprometen a ayudarles con este proceso. Casi todos los
albergues funcionan a puertas abiertas; además las mujeres pueden dejar el
albergue en el momento que lo decidan. Empero, hay dos asociaciones que
funcionan totalmente a puertas cerradas y evitan al máximo el contacto con el
exterior, por lo que sólo pueden salir a citas médicas o al juzgado, y siempre
son acompañadas por alguna de las cuidadoras del albergue.
Algunas
de las mujeres llegan a las asociaciones muy convencidas o seguras de la
decisión que van a tomar, otras la toman o la cambian al momento del nacimiento
del bebé. Cuando un bebé nace la madre de origen “decide” si quiere o no
conocerlo o amamantarlo.[1] Después
de registrarlo y de salir del hospital, las mujeres se separan de los bebés, en
algunos albergues cuentan con cuneros, un área separada donde permanecen los
bebés hasta que terminan los procesos legales para ser entregados en adopción.
En otros, el bebé se entrega desde el primer momento a los padres adoptivos. A
las mujeres se les solicita que permanezcan en los albergues hasta que termine
todo el proceso legal con el fin de que los bebés se integren rápidamente a una
familia adoptiva.
Además del apoyo que las
asociaciones brindan a las mujeres embarazadas, una de estas asociaciones
católicas ―la que cuenta con mayor presencia pública y capacidad económica―
también realiza pláticas en centros educativos y distintos espacios sociales
para promover la abstinencia sexual como el método anticonceptivo más adecuado.
Una investigación realizada por Horizontal y GIRE, Crecer en la espera (2018), da cuenta que esta asociación recibe
una gran cantidad de donativos públicos y privados para realizar esta labor en
todo México.
Los
discursos en torno a la entrega de un(a) hijo(a) en adopción
Como se señaló previamente, la mayoría
de estas asociaciones realizan su labor de apoyo a las mujeres embarazadas y a
los procesos de adopción debido a que parten de un discurso religioso a favor
de la vida y en contra del aborto. La vida en potencia y el derecho a nacer son
los bienes supremos que éstas tutelan. Su misión central es evitar que las
mujeres interrumpan sus embarazos. Si bien el discurso institucional plantea
que uno de sus objetivos es dar opciones y alternativas a las mujeres
embarazadas, es evidente que a través de un discurso religioso y moralista
buscan persuadir a las mujeres a elegir la adopción sobre otras posibles
opciones.
El noventa por ciento de las
mamás que llegan, llegan buscando la posibilidad del aborto… obviamente nuestra
primer labor es ayudarles a optar por la vida… cuando les muestras, por
ejemplo, cómo está ya su bebé, el desarrollo que tienen, cuando les preguntas
si saben cómo es un aborto, cuántos tipos de aborto hay, si saben cómo se
realiza, lo que va a suceder dentro de ti… ya una vez que nosotras las ayudamos
a que opten por la vida… les mostramos otras alternativas para poderles dar
oportunidad de vida a esos bebés que ya están aquí, nomás es que les permitan
seguir adelante en su proyecto que ya Dios les tiene destinado… (Directora de
albergue para mujeres embarazadas)
Para lograr que las mujeres no
interrumpan su embarazo, se les muestra una serie de videos o imágenes sobre
este tema, además se argumenta que la interrupción del embarazo (sin importar
el lugar, momento y la forma en que se lleve a cabo) es un delito y/o algo
moralmente incorrecto que, además, puede causarles la muerte, perjudicar su
salud y libertad.
Esta institución nace por la
inquietud de unas mujeres para evitar el aborto... o sea hay otras opciones… el
aborto conlleva desde consecuencias psicológicas, abortos clandestinos que
provocan la muerte… el proyecto está en que no se aborte, que no vayan a
hacerle daño al bebé, que no la vayan a abortar, a regalar, a matar después de
que nace… por eso es esta ayuda… para que ellas de verdad tengan a sus niños,
les den esta posibilidad de nacer y de poder ser alguien en la vida. (Directora de albergue para mujeres
embarazadas)
Las mujeres que trabajan en estas
asociaciones rechazan referirse a los embarazos que viven estas mujeres como no
deseados, se trata entonces de “embarazos inesperados”. Es decir, se asume que
todas las mujeres embarazadas tienen o desarrollan un deseo o instinto materno,
que haría incorrecto o impensable interrumpir el embarazo.
La principal problemática es que
no esperaban, son embarazos totalmente inesperados, no deseado es muy
diferente, a todas las agarró ahora sí que en un momento que no lo estaban
esperando… (Directora de albergue de mujeres embarazadas)
Desde esta perspectiva, ante un embarazo
no programado, las mujeres deberían optar “naturalmente” por llevar a término
el embarazo, ya que prima la idea de que éstos son deseados y/o que
independientemente de las circunstancias en que se hayan dado tienen que
continuarse. Empero, las asociaciones subrayan que el hecho de que las mujeres
vivan un embarazo no implica, necesariamente, que las mujeres tengan que asumir
la maternidad. Es decir, se reconoce que hay circunstancias ―extraordinarias―
que pueden impedir a las mujeres ejercer la maternidad y que, ante esta
situación, la opción moralmente “correcta” es la adopción.
Las mujeres que asisten
a las embarazadas apuntan que los motivos que llevan a estas mujeres a optar
por la adopción son: su situación económica, el tener muchos hijos, la falta de
apoyo de la pareja y la familia, el haber sido abusadas sexualmente, la falta
de trabajo o el temor de perderlo o truncar sus estudios, el que no se sientan
preparadas para la maternidad y, por último ―en casos extraordinarios o como
una razón secundaria― el que no quieran ser madres. Las asociaciones subrayan
en su discurso que son las circunstancias las que obligan a estas mujeres a
tomar esta decisión:
No es porque sean malas, si ellas
tuvieran todo a su favor, se quedarían con sus hijos, la mayoría de las mujeres
quiere quedarse con sus hijos, son sus circunstancias las que no les ayudan…
ellas quieren a sus hijos, si tuvieran una pareja, un trabajo, ¿por qué iban a
deshacerse de sus hijos? Ellas quieren a sus hijos, pero toda la gente dice “es
que no los quieren, no tienen corazón, ni los animales…”, o sea las juzgan
horrible, pero no es cierto, son mujeres comunes y corrientes, como todas.
(Trabajadora social asociación de apoyo a mujeres embarazadas)
El discurso de estas asociaciones es
moldeado y reproduce a la vez la ideología de género que sostiene la creencia
en el binomio mujer-madre y la idealización de la maternidad a través del
instinto y amor materno. Las asociaciones asumen o privilegian en su discurso
que las mujeres entregan a los hijos en adopción por sus circunstancias, ya que
ninguna mujer quiere separarse de los hijos o no ejercer la maternidad, ellas
son “buenas mujeres”, mujeres como “todas”. Al asumir la maternidad como norma
y eje de la identidad femenina, se considera, como apunta Tubert
(1991), que todas las mujeres están abiertas a la maternidad y que desean ser
madres. Es el momento y las condiciones las que no permiten llevar a cabo la
maternidad, no es el deseo, ya que éste se asume intrínseco al hecho de ser
mujer.
Las mujeres que asisten
a las embarazadas señalan que son contados o extraordinarios los casos de
mujeres que no desean ser madres. Las asociaciones enmarcan el hecho de
renunciar a la maternidad a través de la adopción en el discurso estereotipado
e idealizado de la maternidad. Poco se menciona el no deseo de maternidad y la
capacidad de decisión de las mujeres sobre su vida reproductiva y su proyecto
de vida. El binomio mujer-madre permanece; por ello, se privilegia el discurso
de la adopción como un acto de amor o generosidad y a sus asistidas como buenas
mujeres-madres.
El ideal de una “buena
madre”, como señala Badinter (1980), es el
estereotipo basado en el cumplimiento y exaltación del binomio mujer-madre y
del tipo de ejercicio y experiencia que idealmente se espera que toda mujer
viva de la maternidad. Una “buena madre”, es quien siente un amor sublime por
los hijos, quien siempre se sacrifica al anteponer el bienestar de éstos al
propio, entregándose gustosa y completamente a su cuidado, protección y
atención. Su contraparte, el estereotipo negativo de la “mala madre”, como
apunta Palomar (2004), se construye a partir de los juicios acerca de las
mujeres que no cumplen en diversos sentidos o grados con los atributos o
características asignadas a las “buenas madres”, por lo que son consideradas,
como señala Badinter (1980), una aberración, la
excepción patológica a la norma que viene a contradecir la supuesta naturaleza
femenina, el binomio mujer-madre.
Si bien las mujeres que
entregan a los hijos en adopción pueden ser consideradas “malas madres” por
carecer del supuesto instinto materno que debería llevarlas a asumir el cuidado
y crianza de los hijos, también son vistas como “buenas madres”, en la medida
en que renuncian a la maternidad, pero preservando la vida del hijo sin dejarlo
en abandono, entregándolo legalmente en adopción, ofreciendo así a otra mujer
―la adoptante― la posibilidad de la maternidad. De esta manera se sostienen los
rasgos de amor y sacrificio asociados a la maternidad, no contradice el
instinto materno, renuncia a la maternidad sólo por circunstancias ajenas a su
deseo y por darle una vida mejor al hijo. En este caso, subrayan, no se comete
ningún delito sino una acción positiva, estas mujeres han actuado con madurez y
responsabilidad.
Cuando una mamá deja a su hijo
porque de verdad no puede, las ves muy movidas, pero convencidas de que es lo
mejor para el bebé, que es una renuncia por amor, no es una irresponsabilidad…
es un acto de amor… la gente piensa que esas mujeres no quieren a sus hijos,
pero están equivocados, totalmente, ellas claro que los quieren y,
precisamente, porque los quieren están tomando esa decisión… malo sería como
tantas otras personas que dejan a las criaturas abandonadas… entonces tú dices
eso sí es malo. (Directora asociación mujeres embarazadas)
Estas asociaciones elaboran, como apunta
Delord (2011), un discurso que busca invertir el
estigma que históricamente ha pesado sobre las mujeres que llevan a cabo esta
acción, es decir, en lugar de calificar la entrega de un hijo en adopción como
un acto antinatural, egoísta y negligente, llevado a cabo por madres y mujeres
“malas”, que no asumen el cuidado y la crianza del hijo, se busca construir la
adopción como un acto de amor, sacrificio y responsabilidad, por el que optan
madres y mujeres “buenas”, que quieren a su hijo.
Este discurso fortalece
los estereotipos de la “buena” y la “mala madre”, que se convierten en recursos
retóricos para tratar de explicar un hecho más complejo. La mayoría de las
asociaciones lo utilizan en su afán de reproducir el ideal materno y en su
lucha por evitar y satanizar el aborto, promoviendo la adopción como la única
vía moralmente aceptable para renunciar a la maternidad.
Este discurso también
es retomado por la asociación que trabaja desde una perspectiva laica y de
Derechos Humanos, con objeto de promover la adopción y en su intento por desestigmatizar a las mujeres que deciden renunciar a la
maternidad a través de la adopción. Si bien, a diferencia del resto de las
asociaciones no sataniza en su discurso al aborto ni a las mujeres que llevan a
cabo esta acción, no elabora firmemente un discurso que reconozca el derecho de
las mujeres a decidir sobre su cuerpo y la maternidad, no defiende como
igualmente válidas o legítimas la decisión de interrumpir un embarazo u optar
por la adopción y tampoco denuncia que generalmente son las mujeres de clase
baja, quienes por falta de información o de recursos, tienen como única opción
para no ejercer la maternidad, la adopción.
Conclusiones
En México, el derecho de las mujeres a
decidir libremente sobre su cuerpo y la maternidad todavía está lejos de ser
garantizado. Como se ha planteado, ante un embarazo no deseado las mujeres se
cuestionan si continuar o no el embarazo y si desean o no ser madres. No existe
ninguna esencia o “naturaleza femenina” que determine la respuesta de las
mujeres ante esta situación. Cada una debería elegir, tomando en cuenta sus
circunstancias, deseos y opciones, cómo actuar. Empero, este derecho es
limitado socialmente, ya que prevalece el mandato social, legal y religioso que
sitúa a la maternidad como un hecho ante un embarazo y no como una elección. Sólo
en la Ciudad de México, desde el año 2007, se ha reconocido el derecho de las
mujeres a decidir no continuar con un embarazo, accediendo a un aborto legal y
seguro durante las primeras doce semanas de gestación.
Las mujeres que no
tienen acceso a esta opción, pero que están seguras de no poder y/o no querer
ser madres por distintos motivos o circunstancias, generalmente recurren a
opciones no seguras o legales para interrumpir su embarazo, arriesgando así su libertad
e integridad física. También hay casos de mujeres que por miedo o por
principios religiosos deciden no abortar. No obstante, a pesar de continuar el
embarazo, hay mujeres que no pueden y/o no desean ejercer la maternidad y que,
gracias a la publicidad de distintas asociaciones, conocen que tienen otra
opción legal y segura: la adopción.
En ese sentido, la
existencia de estas asociaciones es muy relevante, ya que brindan apoyo y una
opción a las mujeres que enfrentan esta situación, además de contribuir a que
esos recién nacidos se integren rápidamente a una familia adoptiva. Si bien estas
asociaciones realizan una labor muy importante brindando una opción para las
mujeres embarazadas y para las familias adoptivas, lo hacen limitando las
posibles opciones que las mujeres tienen ante un embarazo no deseado, ya sea al
no brindarles información completa, darles información sesgada o incorrecta
sobre las alternativas que tienen. De esta forma, la adopción no se vuelve
entonces una alternativa que las mujeres eligen libremente, sino la única
opción.
Frente al avance en
materia de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, estas asociaciones
buscan seguir estableciendo la adopción como la única vía legal y moralmente
correcta para que una mujer embarazada no ejerza la maternidad. En esta labor
tienen como aliado al Estado en sus diferentes niveles de gobierno, ya que éste
es uno de sus principales donantes.
El discurso de estas asociaciones
construye la posibilidad de la adopción como la vía legal y moralmente correcta
para no ser madre, a partir de encuadrar esta experiencia en el discurso
idealizado en torno a la maternidad. De entrada, refieren que las mujeres que
deciden no ser madres y entregar un hijo en adopción lo hacen obligadas por sus
circunstancias, se niegan a hablar de embarazos no deseados. Así, estas mujeres
no estarían eligiendo voluntariamente no
ser madres, lo que resultaría inválido o imposible, sino que no tendrían
otra opción, no pueden ser madres.
Las asociaciones
subrayan en su discurso que estas mujeres sí quieren a sus hijos, ya que si
ellas estuvieran en otra situación asumirían la maternidad. Estas asociaciones
no reconocen que muchas de las mujeres que entregan un hijo en adopción en
realidad no tuvieron otras opciones para no ser madres. En lugar de ello,
refieren que esta “elección”, es una muestra de ese amor o instinto maternal,
un sacrificio que las mujeres llevan a cabo por el bien del hijo por venir.
Como apunta Altamirano
(2003), la posibilidad de
que una mujer decida no ser madre a través de la adopción es construida en el
imaginario social conservador como el remedio o la mejor decisión que una mujer
puede tomar ante esta circunstancia, ya que representa una opción ética y
legítima, que le permite resolver la responsabilidad sobre un hijo, dándole a
éste la posibilidad de acceder a una familia con medios económicos suficientes
y que padece la imposibilidad de concebir un hijo.
Este discurso pretende entonces construir la adopción como un acto de amor
y generosidad y, a las mujeres que lo llevan a cabo, como “buenas madres”. De
esta forma buscan anular o contrarrestar los elementos transgresores que se
relacionan con el hecho de entregar a un hijo en adopción. Es decir, no se
trata de una “mala madre”, una mujer egoísta o desnaturalizada que se niegue a
ser madre por su propia voluntad o deseo, sino de una “buena madre” que a pesar
de no poder ejercer la maternidad no impide el nacimiento de un nuevo sujeto.
Así, la mayoría de estas asociaciones buscan convencer a las mujeres de hacer
lo “correcto” y de sentirse bien consigo mismas, al cumplir con el mandato
social de la maternidad.
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[1] El personal de estos albergues
habla previamente con el personal médico para que se respete la decisión que
hayan tomado las mujeres, situación que no siempre ocurre. En algunas
ocasiones, el personal médico les obliga a tener contacto con los niños, o bien,
no les permite verlos cuando ellas así lo desean. El personal médico también
realiza en algunas ocasiones, comentarios ofensivos sobre estas mujeres y su
decisión. Con objeto de evitar estas situaciones, algunos de los albergues han
realizado charlas informativas y de sensibilización con el personal de los hospitales
a los que recurren comúnmente.