MUJERES,
MÚSICA Y LIDERAZGO
WOMEN,
MUSIC AND LEADERSHIP
Sandra Soler Campo1
1Universidad de Barcelona, España. Correo electrónico: sandra.soler@ub.edu
Resumen
No podemos entender el ámbito de la
creación artística sin la labor desempeñada por las mujeres. A pesar de que a
lo largo de la historia muchas de ellas han sido silenciadas e incluso
olvidadas. El camino a seguir (además de recuperar nuestro pasado histórico y
premiar la trayectoria de todas las mujeres artistas olvidadas) es aquél que
haga posible alcanzar el principio de igualdad sexo-genérica y que, por lo tanto,
además de ofrecer un mayor número de oportunidades, pueda, a la vez, abordar el
problema social y cultural con el objetivo de no volver a repetir la misma
situación tan desfavorecedora para el género femenino.
Durante varios siglos
la práctica de la enseñanza musical se ha ido convirtiendo en una práctica
fundamentalmente femenina, no obstante, los líderes en este sector son los
hombres. De esta manera, las actividades que exigen liderazgo acostumbran a
tener mayor presencia masculina, mientras que las mujeres en su mayoría dirigen
corales o enseñan en las escuelas, y quienes dirigen grandes agrupaciones
orquestales son los hombres.
Palabras
clave: mujeres, música, liderazgo, historia, género
Abstract
We
cannot understand the realm of artistic
creation without the work of women.
Although throughout history many of them have been
silenced and even forgotten, the way forward (besides recovering our historical past and rewarding the trajectory
of all forgotten women artists) is one that
makes it possible to reach the beginning of equality gender-generic in addition to offering a greater number of opportunities, it can at the same time address
the social and cultural problem
with the objective of not repeating the same
situation so disfavouring
to the female gender.
For
many centuries, the practice of music education has been a fundamentally feminine practice. However, the leaders
in this sector are men. In activities that demand leadership, they tend to have
a greater male presence. Thus, while women are the majority directing
choirs or teaching in a school, those who lead large orchestral groups are men.
Keywords: women, music, leadership,
history, gender
recepción:
31 de julio de 2018/aceptación: 16 de octubre de 2018
Introducción
El plano musical, el campo compositivo,
el de la interpretación y, sobre todo, el de la dirección orquestal, han estado
tradicionalmente dotados de un mayor estado de poder. Por ello, el acceso de la
mujer a estos ámbitos ha sido muy restringido y en determinados periodos inexistente.
El interés por querer
recuperar a las mujeres dentro del ámbito, (y cuando se hace mención de
mujeres, la referencia es a su obra y aportación artística a la historia), se
debe a la invisibilidad de muchas de ellas. Para los estudiantes de música y
docentes, han sido muy pocas las referencias que se han tenido de mujeres. En
manuales de música, por ejemplo, o a la hora de conocer los métodos
compositivos, aspectos sociales y características musicales de cada periodo
musical (Barroco, Clásico, Romanticismo…). A pesar de que cada vez podemos
encontrar más editoriales que publican obras creadas por mujeres, tanto a nivel
sonoro como en partitura, queda todavía una gran labor por hacer. También es
necesario que se dejen de elaborar manuales y/o materiales didácticos que no
recojan la vida y obra de artistas que forman parte de nuestro legado histórico
y riqueza cultural.
Cuando un niño o niña
decide iniciar los estudios de música, seguramente no se plantea si hay más o
menos representación de uno u otro sexo en la composición, en la dirección o en
el mundo de la pedagogía musical. Sin embargo, a medida que pasan los años de
estudio y sobre todo cuando se explica la historia de la música, sus orígenes
(al menos lo que se conocen hasta la fecha) y su evolución, la falta de
referentes femeninos sí puede ser un condicionante a la hora de elegir una u
otra rama dentro de los estudios musicales.
Cuestiones como la
preferencia de un estilo musical, la danza, la elección de un instrumento
musical e incluso el comportamiento que se tiene en un ambiente musical, son
condicionantes que generan los diversos estereotipos[1] de
género. Debido a lo anterior, es necesario conocer los factores socioeducativos
que influyen en la elección de un instrumento o de ciertas prácticas musicales
para poder evitar los sesgos de género latentes y, de esta manera, crear nuevas
alternativas que posibiliten un progreso ante tal situación.
En la actualidad,
existen diversas iniciativas que favorecen la difusión del trabajo de mujeres
compositoras, intérpretes y directoras. Una de estas interesantes iniciativas
es la programación anual de conciertos y festivales de música donde se
interpretan obras de autoras de siglos anteriores y actuales.
Mujeres
y dirección
Antes de adentrarnos en la explicación
del rol del director[2]
de orquesta y la situación de la mujer directora, se considera importante
explicar qué es una orquesta, cuál es su origen y cuál ha sido su evolución.
La
orquesta y su evolución
En el siglo xii se fundaron los primeros gremios de músicos. Amenizar los
enlaces matrimoniales, ceremonias y festividades se convirtieron
en tareas profesionales para los integrantes de estos gremios. No obstante,
habría que esperar hasta el siglo xvii
para que los músicos se emplearan como directores de escuelas de música,
organistas en alguna iglesia, músicos de corte o municipios, y finalmente se
fueran incorporando a servicios militares. En Europa durante ese mismo siglo,
existió una gran demanda de músicos para establecerse en las orquestas de los
nobles adinerados, ya que era propio de un estatus social elevado poseer una
orquesta. Además, en este periodo se celebraron innumerables festivales y
eventos, que facilitaron la proliferación de las orquestas.
Posteriormente, en el
siglo xviii, se produjo una serie
de recortes presupuestarios que supusieron el final de muchas orquestas
privadas. Era frecuente que los músicos, además de pertenecer a alguna
orquesta, impartieran clases, vendieran instrumentos, o bien ofrecieran
conciertos de cámara (Bennett, 2010, p. 14). A principios del período clásico
europeo (1750 y 1820), la orquesta estaba compuesta por primeros y segundos
violines, violas, violonchelo, un contrabajo, dos oboes, dos trompas y
timbales. Progresivamente se fueron incorporando otros instrumentos de viento,
como las flautas traveseras, el clarinete (introducido por Mozart hacia 1750) y
el fagot. Hacia finales del siglo xviii,
Beethoven amplía la orquesta incluyendo dos trompetas y dos timbales.
Aproximadamente entre
1750 y 1800 se consolida la orquesta sinfónica en Europa. Las indicaciones
sobre la orquestación en las partituras tendrían un carácter más claro y
preciso. Además, se convirtió en un periodo de avances técnicos en los instrumentos,
por lo que se daría una mejora en su sonido y mayores posibilidades técnicas. Mannheim y Viena fueron los centros de producción musical
más importantes de aquella época. (Aster, 2012, p.
55).
Durante el siglo xix, denominado Romanticismo, se dieron
una serie de transformaciones que afectaron al conjunto orquestal. Hacia 1800,
el músico comienza a disfrutar de la autonomía y poco a poco es más
independiente, de este modo, ya no tiene que estar al servicio de un mecenas. El
compositor deja de ser el funcionario de corte para convertirse en un artista
independiente. Claros ejemplos fueron Beethoven, Schubert y Berlioz,
quienes vivieron y murieron por y para su arte (Platinga,
1992, p. 22). A mediados del xix
comienzan a aparecer las primeras orquestas profesionales constituidas para
festivales concretos, orquestas de teatro u opera, como la Filarmónica de
Liverpool (1840), la Halle (1860) o la Sinfónica de Londres (1900). Actualmente
la orquesta sinfónica consta de unos 60-65 músicos variando en algunos casos y
dependiendo del repertorio a ejecutar. Los instrumentos se seleccionan según el
carácter y la instrumentación de la obra.
Las diferentes
expresiones artísticas atraviesan, desde hace ya algunas décadas, momentos
críticos debido a la falta de financiación y público asistente. Esta situación
afecta gravemente a la música clásica y a las personas y organismos que le dan
vida en un gran número de países europeos.
El
músico de orquesta en el siglo xxi
Una vez que el músico de orquesta ha
finalizado sus estudios, debe decidir qué camino tomar: dedicarse a la docencia,
ser instrumentista, o como es habitual, compaginar ambas facetas, ya sea
trabajando en una orquesta o en una agrupación de cámara e impartiendo clases
en algún centro de música.
Un tema a analizar es
si desde los conservatorios o centros superiores de música, se dota al alumnado
de herramientas y habilidades suficientes para adaptarse a su futuro laboral.
Frecuentemente, los jóvenes acceden a los conservatorios superiores para formarse
como instrumentistas sin ni siquiera conocer las salidas profesionales que los
diferentes estudios musicales pueden brindarles. (Bennett, 2010, p. 55).
La labor que realizan
las orquestas actuales, a diferencia de las orquestas de siglos pasados, es
tratar de incluir una función interpretativa, y la realización de proyectos de
carácter social y educativo, tal y como lo hacen en países como España. Para
ello, es necesaria una reflexión sobre la figura del músico, imprimiéndole un
carácter más flexible y un perfil más completo y multifuncional. Es necesario,
por tanto, adaptar el perfil de nuestros futuros músicos profesionales a las
necesidades que las orquestas demandan. Como expone Bennett,
a medida que las
orquestas asumen un papel educativo y comunitario mayor, es fundamental que los
músicos dominen las habilidades que les permitan interactuar satisfactoriamente
con esos programas. Parece ser que muchas organizaciones entienden que faltan
recursos para dicha formación. (Bennett, 2010, p. 71)
La concepción romántica que consideraba
que los buenos directores nacen y no se hacen ha sido refutada por múltiples
estudios actuales. Por tanto, partimos de la base de que un director/a de
orquesta debe poseer ciertas habilidades, además de una sólida formación
académica. Debido al crecimiento de los componentes de las agrupaciones
musicales y al progresivo abandono del bajo continuo, realizado por el
clavicémbalo en la mayoría de los casos, se instauró la figura del director de
orquesta (Gustems y Elgström,
2008, p. 68).
Dirección
y liderazgo
Como seres sociales que somos, nos
organizamos, ello implica una coordinación y organización social, y en este
contexto la figura de un líder es fundamental. El vocablo líder proviene de la
lengua inglesa “to lead”, es decir, guiar. (Molero, 2009, p. 23). Así entonces,
en un grupo de personas independientemente del sexo y del número de éstas, el
líder es quien se encarga de guiar a las demás que dependen de él/ella. En
ellas encontraremos seres sociales que son líderes y otros que son
subordinados.
La presencia de líderes
está en muchos y muy variados ámbitos: en el político, el deportivo, el
educativo, el mundo empresarial. El ámbito musical no es una excepción. La
gestión interna de una orquesta es un claro ejemplo de ello. Así pues, los
miembros de una orquesta son una organización que está compuesta por varios
músicos altamente cualificados que siguen las instrucciones de un líder. En
este caso el líder es el director/a de orquesta.
Los estudios de
liderazgo parten de la existencia de, al menos, una persona que siga a dicho
líder y, algún tipo de ritual que lo acredite como tal (Peterson y Seligman, 2004, p. 89). Al situar el liderazgo como una
competencia social, podemos decir que hablar de liderazgo es hablar de
integridad, autoridad, poder, dominio, asertividad social (Bass, 1985, p. 106).
Un líder es capaz de
enfrentarse a una situación compleja, así como resolver conflictos, tomar la
palabra en nombre del grupo al que representa, tomar la iniciativa en circunstancias
sociales e implicarse en situaciones de emergencia o peligro. Según Goleman
(Goleman, 2014, pp. 25-26) los líderes marcan estrategias, motivan, crean una
misión, implantan una cultura.
Nuestra sociedad se
transforma a diario y muy rápidamente. En este proceso de cambio, la mujer deja
atrás su rol secundario del mundo privado que la ha mantenido alejada del mundo
público. De esta manera, la figura femenina del siglo xx y xxi ha ido
incorporándose a la población económicamente activa, ha podido mejorar su
calidad de vida, se ha integrado al sistema educativo y en general ha alcanzado
un lugar de relevancia en la sociedad. No obstante, persisten todavía prácticas
y discursos que fomentan la dicotomía femenino/masculino en torno a la
actividad de liderazgo. Así, todavía hoy permanece la imagen de hombre
arquetipo maestro/director (estereotipo líder–macho). Expone la crítica musical
McClary:
La confusión sobre si la música
corresponde a la mente o al cuerpo se intensifica cuando la oposición binaria
fundamental entre masculino y femenino se proyecta sobre ella. En la muy
importante medida en que la mente se define como masculina y el cuerpo como
femenino en la cultura occidental, la música corre siempre el riesgo de que se
la considere como un asunto completamente femenino, y uno de los medios de
afirmar el control masculino del medio consiste en negar la misma posibilidad
de la participación de las mujeres, porque ¿cómo puede ser femenino un asunto
si se excluyen de él a las mujeres de carne y hueso? (1994, pp. 95-98)
A lo largo del pasado siglo xx, aparecieron las teorías del
liderazgo paulatinamente. A grandes rasgos podemos decir que las cuatro
tipologías más destacadas son:
- Liderazgo autocrático: el líder lo
establece todo y es el encargado de otorgar recompensas o castigos (poder
personal absoluto).
- Liderazgo democrático: el líder procura
implicar en la toma de decisiones a los subordinados.
- Liderazgo liberal: (también denominado laissez–faire) el líder otorga libertad
total a los integrantes del grupo sin intervenir.
- Liderazgo transformacional: se
cuestiona cómo transforman los/as líderes las organizaciones.
Motivación, independencia, tolerancia a
la ambigüedad, interés por la participación y experiencia, capacidad perceptiva
y creación del estímulo adecuado, son necesarias para que una directora–líder
pueda desarrollar su trabajo.
La presencia de mujeres
ocupando la posición de líder, coordinadora y/o guía es más bien escasa e
incluso inexistente en muchos ámbitos. Volviendo al ejemplo anterior, ha sido
impensable durante cientos de años que la figura del director de una orquesta sea
una mujer. Hasta tiempos recientes, el mundo de la música clásica ha estado
dominado por el sexo masculino. Los condicionantes de género son perpetuados a
lo largo de la historia a través de los procesos de socialización.
Es fundamental en los diversos
contextos educativos donde se transmiten o difunden los códigos de género que
cada sociedad o grupo cultural impone, entendidos estos como las reglas
sociales que marcan el significado de lo que se considera masculino o femenino.
(Flecha y Giroux, 2001, pp. 25-27)
Otro de los principales motivos por los
cuales ha sido tan difícil que la mujer llegue a ocupar el cargo de directora
de orquesta es el denominado techo de cristal[3].
Es decir, la barrera transparente que no permite a la mujer acceder a cargos directivos
o coordinación por el simple hecho de ser mujer. El sexo femenino ha tenido que
realizar, y continúa haciéndolo, un intenso esfuerzo para poder superar una
serie de barreras sociales y culturales.
Lupano
y Castro añaden que las mujeres que llegan a ser “líderes” pueden ser
calificadas negativamente debido a dos motivos:
§ Porque
no ponen en marcha las características que las personas comúnmente relacionamos
con el liderazgo.
§ En
caso de desplegarlas, son consideradas muy poco femeninas.
El hecho de que las mujeres no “encajan”
en los moldes de líder estereotipo da lugar a que aquellas que quieren ser
líderes necesitan normalmente estar extremadamente bien cualificadas, demostrar
que son muy buenas en esa ocupación y estar muy preparadas para dicho puesto
(Castro y Lupano, 2005).
Uno de los desafíos de
las organizaciones del futuro es aceptar una variedad de estilos de liderazgo.
No existe el “mejor” estilo de liderar, todo dependerá de la organización y del
tipo de trabajo a realizar. Tanto hombres como mujeres deberían sentirse libres
de adoptar las estrategias de liderazgo que consideren más adecuadas en cada
caso. El reconocimiento de tal diversidad de estrategias va a hacer posible que
las personas que se encarguen de la gestión de empresas, sin importar el sexo
al que pertenezcan no se vean obligadas a repetir patrones de liderazgo que en
décadas pasadas se asociaban al sexo masculino y/o femenino, sino que según sus
habilidades, cualidades, destrezas y objetivos a conseguir actuará de un modo u
otro. En la actualidad, no podemos negar que está presente la dicotomía femenino/masculino
en torno a la actividad de liderazgo, y consecuentemente a la de director/a de
orquesta.
La
figura del director/a
En general, la figura del director/a de
orquesta es a menudo representada con cierto estatus y poder absoluto. A menudo
se la presenta como un/a artista inspirado/a, dedicado/a y comprometido/a con
la música y encargado/a de dirigir la orquesta con una mano “maestra”. No
obstante, no todos los directores/as imponen el mismo grado de autoridad sobre
los músicos a los que dirige. Esta visión excluye cualquier circunstancia
externa que puede dañar su estatus autoritario, ejemplo de esto son las
dificultades que puede llegar a tener un director/a con ciertos músicos o
sectores de músicos o el saber adaptarse a una orquesta ya establecida
institucionalmente.
En la actualidad, la
figura del director/a de orquesta parece ser un constructo social que se crea
detrás de los escenarios durante los ensayos. Dicha figura ha adquirido gran
notoriedad en las últimas décadas. En algunos casos, directores como Berstein, Von Karajan o Baremboim, han estado rodeados de un poderoso entorno
mediático. Éste último, Baremboim, expone que “La
dirección de orquesta como actividad única es una invención sociológica, no
artística, del siglo xx”[4].
La primera orquesta
documentada de la historia fue la del rey Saúl en 1025 a. C., la cual tenía
veinticuatro instrumentistas de viento y cuerda. En la Antigua Grecia, durante
las prácticas musicales, los intérpretes seguían los movimientos del intérprete
principal. En la Europa medieval, los maestros de coro empezaron a marcar el
tempo con un bastón corto. Los grupos instrumentales barrocos seguían al primer
violín y Claudio Monteverdi (1567- 1643) crearía en
Venecia el título de Maestro de Capilla, este se encargaría de coordinar a los
músicos para que toquen juntos. En Alemania, a esta figura se le denominaba Kapellmeister. En el siglo xvii el responsable del bajo continuo dirigía desde el
teclado la agrupación y, normalmente, era el Kapellmeister, quien además organizaba los ensayos del grupo (Lebrecht, 1997).
A lo largo del siglo xviii se desplaza la importancia que
tenía el teclado durante el siglo anterior, y toma su relevo el primer violinista.
Éste se posiciona frente a la orquesta, lo que le daba suficiente visión del
conjunto y además le permitía tener un buen contacto visual con los músicos.
Este modo de dicción se continuó utilizando en óperas y en música de concierto
durante el siglo xviii e inicios
del xix en países como
Inglaterra, Alemania e Italia.
A Louis Spohr (1784-1859) se le atribuye el inicio del uso de la
batuta en abril de 1820. Desde mediados del siglo xix, sería habitual utilizar batuta de madera para dirigir.
No obstante, continuarían permaneciendo unidas las figuras de director y
compositor. Berlioz fue el primer compositor en
considerar la dirección orquestal como un arte en sí. En 1844 publicó su Grand Traite d’Instrumentation
et d’Orchestration Modernes,
al que amplió un capítulo en 1855 sobre la dirección orquestal. En la segunda
mitad del siglo xix la profesión
de director se desarrolla independientemente y fue adquiriendo importancia. El
primer director considerado profesional será Hans Von Bullow
(Bowen, 2005, pp. 33-37).
Es durante el momento
del ensayo cuando el director/a intenta trascender la relación contractual para
poder establecer una legitimidad profesional. Dicha legitimidad, es construida
a través de la interacción y puede ser invalidada en cualquier momento. A
grandes rasgos podemos establecer tres componentes sobre los cuales se basa la
legitimidad profesional (Wallis, 1984, pp. 34-38).
•
Dominio de la actividad que se está llevando a cabo. Aquí se incluye también la
precisión de sus gestos, ya que es en sí misma una forma de autoridad.
•
Interpretación musical con fundamento. El director tiene que ser capaz de
explicar de modo coherente por qué ha decido interpretar de una manera
determinada un pasaje de la obra. Es decir, explicar y/o justificar el porqué
de su interpretación personal de la pieza musical. El objetivo principal sigue
siendo la adherencia de la orquesta.
•
Destreza para gestionar al grupo: la orquesta. No todos los directores/as de
orquesta logran una comunicación y cohesión fluida con la orquesta. El caso de
muchos directores invitados es un claro ejemplo.
El director/a podrá ser más o menos
autoritario, ello dependerá por una parte de su personalidad, y por otra, de
factores como la respuesta de los músicos de la orquesta hacia él/ella y/o el
ambiente que haya habido durante los ensayos previos a la actuación. Las
interacciones realizadas por las palabras y los gestos (tanto interacciones
verbales como no verbales, por ejemplo, gestos, compromiso corporal,
expresiones, etc.) son información de suma importancia tanto para el emisor
(director) como para los receptores (músicos y audiencia).
Según Delalande (2008), las diferentes interacciones iniciadas
por un director/a de orquesta durante un concierto desde su llegada al
escenario, es decir, los aplausos iniciales, los gestos y la mímica realizados
durante la actuación, determinarán sin duda alguna el éxito o fracaso de éste.
Es el director/a quien se encarga de levantar la batuta e indicar a los músicos
el inicio de la obra, además de designar el tempo y las dinámicas. Con la mano
derecha e izquierda va indicando cuando entra un instrumento o conjunto
instrumental, cuando entra un segundo grupo, cuando deja de tocar el primero,
cuando debe intervenir un solista. Por ello, el conocimiento de la obra musical
por parte del director debe ser muy profundo.
Además de los gestos,
hay dos elementos claves en el intercambio de información que se produce
durante la ejecución instrumental, bien sean en los ensayos, o en el momento
del concierto mismo, estos son: la escucha y el contacto visual. Si la escucha
entre un director y los músicos es buena, y si los músicos tienen experiencia,
entonces la respiración fisiológica corresponde a la articulación del discurso
musical. En determinados repertorios musicales, la elección de distintos tipos
de respiración en uno o varios pasajes darán lugar a discursos musicales
diferentes.
Mujeres
directoras de orquesta
El papel del/la director/a de orquesta tiene
una gran responsabilidad, pues tiene bajo el mando de su batuta a decenas de personas
que siguen sus “órdenes”, debido a ello, se ha utilizado muchas veces como
símbolo de poder absoluto. Éste es uno de los motivos que explica por qué el
número de mujeres que se dedican a esta profesión es menor. Antes de que una
orquesta interprete una obra musical para un público, el hecho de que la
persona que dirija a los músicos sea un hombre o una mujer no deja indiferente
a nadie. Esto se debe a la escasa presencia de mujeres en esta profesión (Ravet, 2006, pp. 58-65).
En el marco de la dirección orquestal, a diferencia de la
dirección coral, el uso de la batuta es vista como un indicador de virilidad y
de deseo por dar órdenes a un conjunto de músicos. Las burlas y comentarios
discriminatorios hacia la mujer directora de orquesta por parte de los músicos,
sobre todo hombres que forman parte de ella, se dan en ocasiones para conocer
cuál es su reacción y nivel de autoridad.
En el ámbito de la
dirección orquestal, el dominio masculino es un hecho evidente. Así, la mayoría
de los estudiantes de dirección de los Conservatorios Superiores en España,
pertenecen al sexo masculino[5].
La presencia de mujeres que estudian dirección orquestal es todavía en la
actualidad escasa, incluso en algunas Escuelas Superiores de Música no hay
ninguna mujer matriculada en alguna promoción.
La aportación femenina
en el mundo de la dirección orquestal es un fenómeno relativamente nuevo. A
pesar de que contamos con algunos antecedentes aislados como el de la vienesa
Marie Grunier en el siglo xix, no será hasta la segunda mitad del siglo xx cuando contaremos con mayor
presencia de mujeres directoras de orquesta. En la primera mitad del pasado
siglo xx, no se concibe la
presencia femenina “en el podio”. En un ambiente donde los directores solían
ser líderes autoritarios, la mujer no tenía cabida. Incluso dos de las filarmónicas
más importantes de Europa, la de Berlín y Viena, hasta tiempos recientes no
aceptaban que una mujer formara parte de su plantilla instrumental. Es gracias
en gran parte a la revolución feminista de los años 60 que la integración de la
mujer en todos los ámbitos es más favorecedora.
Los estudios de
dirección orquestal en los conservatorios de nuestro país no pudieron
realizarse oficialmente hasta el año 1969 en Madrid. A pesar de varios intentos
y teniendo en cuenta que la reforma educativa de 1942 contempló la implantación
de dicha especialidad en el currículo de los conservatorios. Se deduce que
todas aquellas personas interesadas en estudios de composición, tanto hombres
como mujeres antes del año 1969, aprendían mediante clases privadas o marchando
al extranjero aquellos quienes tenían un elevado poder adquisitivo.
En España no se impidió
que la mujer accediera a los estudios de orquesta durante la segunda mitad del
siglo xx. En otros países de la
actual Unión Europea, ocurría totalmente lo contrario. Así pues, una mujer no podía
realizar este tipo de estudios musicales (aunque sí podía estudiar piano,
violín, arpa, canto…), sin embargo, esta situación que en principio parece
favorecedora para la mujer debe conocerse a fondo. Si bien la mujer tenía libre
acceso a estudiar dirección orquestal, no podía escoger las mismas asignaturas
que un hombre. Su formación académica se limitaba a estudiar piano, declamación
y materias que le enseñaran a ser una “señorita” capaz de hacer lo que la
sociedad espera de ella, es decir, las tareas del hogar con buenos modos. Las
materias de contrapunto, fuga y composición eran a las que accedían aquellos
hombres que ingresaban a estos estudios (materias imprescindibles para
adentrarse en el complejo mundo de la técnica de la composición y/o dirección
orquestal).
Por ello, negar el
acceso de la mujer a estas materias de tan importante peso en los estudios de
dirección, era sinónimo de impedimento y discriminación. Como en la mayoría de
los casos, existen excepciones, en España debemos destacar la vida y obra de Elena Romero, quien de modo autodidacta
se inició en el mundo de la dirección orquestal cosechando grandes éxitos dentro
y fuera de nuestro país, obteniendo en el año de 1953 el prestigioso Premio de Composición Felip
Pedrell. Podemos decir que fue ella la primera
mujer que dirigió en este país una orquesta sinfónica. A pesar de haber roto
moldes, al estar constantemente rodeada de hombres, y siendo una “pionera” y
referente para otras mujeres que quisieran dedicarse a este campo, Elena nunca se
posicionó al lado del feminismo radical.
Son muchas las
situaciones en las que la mujer directora ha tenido que luchar por su dignidad
y por poder desarrollar su trabajo con cierta normalidad. Citaré dos ejemplos
que creo son dignos de comentar en este apartado. La directora Simone Young, primera mujer a la que se
le permitió dirigir la Filarmónica de Viena, tuvo que discutir con la
administración de la Filarmónica de Hamburgo por poder dirigir una sinfonía de
Antonio Bruckner y no solo piezas sinfónicas de
Mozart.
Por otra parte, la
directora de orquesta Marin Alsop,
inició por la vía judicial una ardua lucha por poder llegar a ser directora
permanente con la orquesta sinfónica de Baltimore. Finalmente ganó la batalla y
pudo dirigir la temporada 2007-2008[6].
La respetadísima directora de orquesta española Isabel López Calzada, directora de la Orquesta de Mujeres de
Madrid, desarrolla su labor artística entre el pasado siglo xx y el actual siglo xxi.
En España se constituyó
en 2012 la Asociación de Directores de
Orquesta (AESDO), la cual está formada tanto por hombres como mujeres
directores/as de orquesta. Su principal objetivo es el de apoyar e impulsar el
desarrollo de dicha profesión y la transmisión de conocimiento a la sociedad.
Es importante la aparición de estas asociaciones para poder estar unidos y
caminar en una misma dirección. Es curioso que, desde su reciente creación, de
los 44 miembros asociados tan sólo cuatro sean mujeres. En este sentido, Lara Diloy, directora asistente de la Barbieri Symphony Orchestra, expone: “Creo
que desde la asociación también debemos implicarnos en la labor de difusión del
trabajo que estamos haciendo las mujeres en la Dirección de Orquesta, con
objeto de normalizar la profesión como algo tan masculino como femenino” (2013,
p. 53).
La socióloga y
musicóloga de origen francés Hyacinthe Ravet, tras la realización de un estudio basado en la
observación de una misma orquesta dirigida por el director Claudio Abbado y por
la directora Claire Gibault, concluye que cuando una
orquesta es dirigida por una mujer, ésta debe hacerse valer y esforzarse mucho
más que un hombre para que los músicos acepten su autoridad. Además, expone la
autora: “en general, los modos de desestabilización de las mujeres directoras y
las burlas y chistes hacia éstas por parte de músicos (sobre todo hombres) se
dan con mayor frecuencia hacia ellas que hacia el sexo masculino” (Ravet, 2006, pp. 82-96).
En la actualidad,
todavía se duda acerca de las capacidades que pueda tener una mujer a la hora
de dirigir una orquesta. La crítica y la prensa cuestionan con frecuencia temas
como la programación y la interpretación, exponiendo que las mujeres tan sólo
son capaces de dirigir “música de mujeres” o “pequeñas” obras y no “grandes
sinfonías” románticas o post-románticas, y lo que es peor todavía, se afirma
que las mujeres dirigen de un modo “diferente”. Otro de los tópicos y
comentarios recurrentes en la prensa, es presentar a la mujer directora como
algo exótico, como curiosidad y como una excepción (Schweitzer,
2010, pp. 54-56).
Entre los diez
directores de orquesta más reconocidos a nivel mundial no se encuentra en la
actualidad ninguna mujer. Las escasas ocasiones que ha habido alguna mujer en
este ranking, no ha llegado a tener una posición permanente. Esta situación no
es una excepción en nuestro país, son muchas las mujeres que deciden realizar
en España los estudios de composición. En el capítulo dedicado al análisis de
las entrevistas que se han realizado, puede apreciarse que hay un número
importante de mujeres que se dedican a la dirección.
Conclusiones
Una buena formación musical debe
comenzar a una edad temprana. Lo ideal sería, aunque quizás suene utópico,
hacer de la música una lengua materna, y hacer que este aprendizaje sea vital.
En cada etapa de nuestra vida, como es lógico, nos acercaremos a nuevos
aprendizajes. Tener un espíritu crítico hacia ellos es importante, además de ser
capaces de discriminar la buena de la mala música más allá de cuestiones de
género.
Parece importante que
las nuevas generaciones sean capaces de apreciar críticamente los elementos de
interés expresivo y estético y desarrollar criterios propios de evaluación, al
igual que conocer y respetar las principales manifestaciones artísticas
presentes en el entorno.
Del mismo modo, es
necesaria una formación en cuestiones de género del profesorado en los
diferentes grados de enseñanza: educación primaria, educación secundaria y
superior, estudios universitarios, grados de conservatorio. Para ello, es importante
también que los manuales, libros de texto, enciclopedias, partituras, material
sonoro y visual cuando sea posible, así como páginas web incluyan a estas
mujeres. Es necesario e imprescindible que los docentes y personas encargadas
en el proceso de enseñanza y aprendizaje de los futuros estudiantes transmitan valores
que respeten la igualdad de género y sean capaces de “re-mirar” nuestro pasado
y presente de modo crítico, incluyendo personas de ambos sexos que hayan
destacado en el mundo de la composición, de la dirección y de la interpretación.
Bibliografía
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Bass, B.
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Bennett, D.
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[1] Se define estereotipo de género como el conjunto de características que se atribuyen a un grupo humano (su aspecto, su cultura, sus costumbres), que sirve de factor para generalizar y categorizar a las personas, negando su identidad individual.
[2] Orquesta: diccionario de la Real Academia Española, denomina a la orquesta como el “conjunto de instrumentos de cuerda y viento que tocan unidos en los teatros y en otros lugares”. Según su composición, se distingue entre orquesta sinfónica, de cámara, de cuerdas…y según el género que interpretan podemos denominarlas de ópera, de música ligera, de baile… En el siglo xvii se establece una distinción clara entre música de cámara y música orquestal, esto es, músicos que tocan distintas líneas melódicas o músicos que doblan iguales partes musicales estableciendo un concepto concertante (Grout y Paliska, 1995).
[3] Techo de cristal: barrera invisible resultante de un complejo entramado de estructuras en organizaciones dominadas por varones, que impide que las mujeres accedan a puestos importantes. (100 palabras para la igualdad. Glosario de términos relativos a la igualdad entre hombres y mujeres (1998), Madrid: Comisión Europea, Dirección General de Empleo, Relaciones Laborales y Asuntos Sociales).
[4] Diario digital El País, publicado el 29 de junio de 2007. Recuperado de: https://elpais.com/diario/2007/07/01/eps/1183270554_850215.html
[5] Estadística de las Enseñanzas no universitarias en España. Datos Avance - Curso 2015-2016. Sistema Educativo. Ministerio de Educación Cultura y Deporte.
[6] Instituto de la Mujer (1999). Desarrollo de la carrera profesional para mujeres. Función directiva y liderazgo.