GENDER VIOLENCE AND THE IMAGINARY OF
HETERONORMATIVITY BETWEEN HOMOSEXUAL MEN LIVING IN SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS,
CHIAPAS
Luis Enrique García Jiménez[1]
Tania Cruz Salazar[2]
Liliana Bellato Gil[3]
Resumen
Este
trabajo arguye que el sistema patriarcal establece desigualdades entre las
relaciones de poder, cuerpos y dinámicas sociales de los varones homosexuales residentes
de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, desde una lógica local misógina, androcentrista y heteronormativa.
Mediante un marco teórico basado en la teoría de los imaginarios y una
metodología que incluye observación directa y participante, entrevistas a
profundidad y grupos de discusión, analizamos la violencia de género ejercida
en este particular mundo homosexual. Encontramos que la violencia de género que
replican es heteronormativa y que permea consciente e
inconscientemente en sus prácticas socio-corporales, relaciones intra grupales e incluso en su construcción identitaria para perpetuar al heteropatriarcado
local.
Palabras clave: imaginarios,
masculinidades, violencia, heteronormatividad, LGBT+
Abstract
This paper claims that the patriarchal system establishes inequalities between
the bodies, power relationships and social dynamics among the homosexual men living in San Cristobal de Las Casas, Chiapas, due to a misogynous, androcentric
and heteronormative local logic. Through a theoretical framework based on the theory of imaginaries and a methodology that includes direct and participant observation, in-depth
interviews and discussion groups, we looked for gender violence in this particular
homosexual world. Therefore, we found that the intra
group gender violence is heteronormative and that it permeates consciously and
unconsciously deep into their socio-corporeal practices, intra group relationships
and even in their identity construction to perpetuate the local hetero patriarchy.
Keywords: imaginaries,
masculinities, violence, heteronormativity, LGBT+
recepción: 23 de julio de 2019 /aceptación: 13 de enero de 2020
Introducción
al contexto y problemática
Hay
gays tradicionalistas
que se creen más machos, masculinos, activos; que comparten el machismo de sus
casas al rechazar a sectores más pequeños dentro de la comunidad, como a las
locas, a las pasivas y a las trans, con cierta
reticencia y violencia. (HH2,
2018)
La
violencia de género heteronormativa se ejerce en el
mundo homosexual de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, por la réplica de
modelos de masculinidad que ponderan a los varones según su apariencia, conducta
y práctica socio-sexual. Aunque se compone de hombres de orígenes y culturas distintas,
éstos comparten una
compleja y binaria estratificación de rasgos corporales, roles socio-sexuales e
identificaciones de género, ancladas en imágenes en torno a la dominación
masculina y la sujeción femenina, que reproducen la desigual lógica
judeocristiana (Adán - Eva).
La violencia de género es un
serio problema en San Cristóbal de Las Casas: municipio que ocupa el primer
lugar estatal en feminicidios (Instituto Nacional de las Mujeres, 2008) y el
quinto a nivel nacional (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública, 2019).
Rivas, Nazar, Estrada, Zapata y Mariaca
(2009) aluden a la nula protección institucional local de las mujeres como
justificante de la violencia y concluyen que las desigualdades estructurales de
la región se basan en su sexo, estado civil, edad, etnia, clase y escolaridad.
Así, aunque posee espacios abiertos a la diversidad, es un sitio que
potencializa, replica y alienta violencia basada en imaginarios sociales que minimizan al cuerpo femenino y que
brindan condición de superioridad al masculino. Tal dicotomía es en sí violenta
y en el mundo homosexual reproduce y dinamiza diferencias y desigualdades de
representarse y/o encarnarse la heteronormatividad local.
No obstante, las identidades homosexuales subalternas ―en posición inferior a
las hegemónicas― resisten y enfrentan tal binarismo usando estigmas y
categorías inferiorizantes que articulan al género
con ciertas condiciones de etnia, clase y edad. Por lo tanto, lo imaginado
sobre el cuerpo configura dinámicas intra grupales de
poder que justifican el uso recíproco de violencia de género entre estos
varones.
Ya
que la violencia de género se ejerce según encarnen y/o representen lo
masculino, femenino o queer, refutamos
que víctima y victimario sean mutuamente excluyentes, pues la víctima ejerce violencia
desde la misma lógica machista que le oprime. La escasa evidencia sobre imaginarios,
manifestaciones y contextos violentos replicados por el perpetrado nos obliga a
explorar las formas socialmente aprobadas de reaccionar ante la violencia que
incitan a la desigualdad en el trato y que perpetúan la idea de que ésta solo
es replicable del poderoso al desposeído (Briceño-León, 2007). Por ello, nos
interesó mirar en el mundo homosexual desigual, diverso y cambiante ―compuesto por hombres oriundos, de otras urbes
mexicanas, comunidades indígenas y países― de una ciudad multicultural, multiétnica y
violenta como San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, para dilucidar cómo opera la
violencia de género de forma intragrupal. Para ello,
analizamos los imaginarios sociales que legitiman, integran y consensan diversas
manifestaciones de la violencia de género al interactuar entre pares, cómo las
replican y si instauran prácticas no violentas al hacer comunidad.
Violencia
de género, patriarcado y heteronormatividad
El patriarcado
es un orden social basado en la sumisión de las mujeres y de lo femenino que
“en el nivel macro es un sistema de dominación masculina; en un nivel meso se
traduce en diversas formas de desigualdad de género; y en un nivel micro, en
varias formas de maltrato, abuso y violencia contra las mujeres” (Castro Pérez,
2012, p. 20). Sabiendo que no todo acto de violencia de género es efectuado
contra las mujeres, entendemos que:
La violencia de género abarca cualquier daño
perpetrado contra la voluntad de una persona; que tiene un impacto negativo
sobre su salud física o psicológica, su desarrollo o identidad; resultado de
desigualdades de género que explotan las distinciones entre hombres y mujeres;
entre hombres y entre mujeres. Puede ser física, sexual, psicológica, económica
o cultural; ejercida por miembros de la familia, la comunidad o de
instituciones religiosas, sociales o del Estado; y se agrava de entretejerse a otras determinantes sociales[4]. (Ward, 2002, pp. 8-9)
Rita Segato (2003) ha planteado que las relaciones de poder
ancladas en el patriarcado se establecen sobre un sistema económico-simbólico deficiente
e inestable constituido por vínculos horizontales de alianza/competencia entre
pares y la entrega/expropiación vertical de castas. Tal estratificación social
de estatus obedece a una tradición resistente al cambio e instituye jerarquías
indelebles entre fraternidades que, a través del contrato, aceptan
silenciosamente como tributo al cuerpo femenino: símbolo de explotación y de inferioridad
social sobre el que se erige lo masculino (Rubin, 1986).
Desde tal
lógica, Vázquez y
Castro (2009) demuestran que ser hombre, homosexual
y afeminado desata conflicto entre los varones cisgénero
debido a que contraría al modelo de masculinidad hegemónica. Núñez Noriega y
Espinosa Cid (2017) exponen que según las condiciones sociales que encarnen se
les jerarquiza socialmente mediante un sistema patriarcal opresivo que fuerza
la representación de la masculinidad. En correlación, el Informe Estatal para la Elaboración
del Diagnóstico sobre Atención a Personas Lesbianas, Gays,
Bisexuales y Trans (LGTB+) de Fundación Arcoíris (2017) postula a la
intersección de la práctica homosexual con otras condiciones socialmente
feminizadas y/o desdeñadas como el obstáculo que éstos afrontan para acceder a los
servicios públicos y a sus derechos.
Aunque la revisión literaria ha sido rigurosa, solo Wences Acevedo (2016) demuestra que la endodiscriminación
entre hombres gays mexicanos es una realidad. El resto del
trabajo sobre masculinidades LGBT+, como la tesis de Gutiérrez Gamboa (Cfr., 2014),
homologan a los varones homosexuales en una Identidad/Cultura Gay que,
supuestamente, les simboliza, representa y escuda ante lo heteronormativo,
sin exponer cómo se violentan entre sí por las condiciones sociales que encarnan
y que les diferencian. Ello se liga a la serie de desaciertos que persiste en
el trabajo sobre violencia de género (Castro Pérez, 2012); entre ellos,
perfilar al agresor como un individuo que coacciona las oportunidades y derechos
de la víctima sin discutir cómo agresor y víctima son influidos por el contexto
estructural y sociocultural, lo que deviene en obstáculos para su análisis.
En los estudios LGBT+, Obradors
(en Montero, 2013), símil a Querna (2018), expone que
la violencia entre individuos LGBT+ es el principal argumento que frena el
acceso a sus derechos, sin discutir las barreras socioculturales entre estas
identidades. Asimismo, Griffin (2007) exhibe al discurso político heteronormativo que socorre a gays y lesbianas (cis)homonormados, obviando la
violencia entre personas LGBT+ desde parámetros heteronormativos. A
su vez, el término violencia intragénero es limitado, pues solo explicita la violencia
entre sujetos homonormados del mismo género en tramas
domésticas o familiares (Ferrera Delgado, 2017;
Rodríguez Otero, 2017).
De tal modo, acuñamos el concepto violencia intra
grupal para comprender y hacer comprender más ampliamente la violencia gestada
entre los adscritos al mismo grupo o identidad; debido a imaginarios no solo de
género sino también en torno a otros elementos socioculturales,
económico-políticos o de apariencia física que repercuten en su cotidianidad al
intra jerarquizarles y oprimirles continuamente. Así,
pretendimos analizar si la presión o el peso de la masculinidad por parte del
mundo heterosexual induce a que los hombres homosexuales se violenten entre sí
según la estratificación hetero patriarcal local al
preguntarnos: ¿qué modelos e imaginarios legitiman su dominación-sujeción mutua
y cómo actúan o se activan a partir de su construcción identitaria?
Marco teórico – metodológico
Cabrera (2004)
profundiza en la teoría de los imaginarios para decir que la sociedad se
instituye a sí misma mediante significaciones imaginarias sociales que gestionan
imaginarios sociales para dar explicaciones “comprensibles” a los fenómenos
cotidianos. Afirma que al legitimar, integrar y consensar el origen,
mantenimiento y reconstrucción del orden social, de su espacio temporalidad, y
de la realidad, son los organizadores/organizados/organizantes
simbólicos de lo histórico-social que – desde modelos de ser, pensar y actuar –
influyen, sancionan y movilizan a quienes componen a la sociedad, su
cotidianidad e historia al otorgar funciones, posiciones y roles sociales
taxativos.
De su consumación y difusión social, asevera que
tales modelos conciben identidades colectivas que materializan el derecho
simbólico a mandar desde la propaganda, interacción social y el discurso institucional.
Su institución imaginaria gestiona, organiza y contiene el acto, discurso y relaciones
de los individuos para homologarlos en un colectivo anónimo, que se define por su
materialidad y conductas, por el aprendizaje e imposición de normas sociales. Así,
constituidos por símbolos que justifican el ejercicio del poder, gestan rígidos
esquemas sociales de pensamiento (Baczko, 1991, p. 12)
donde el imaginario es espacio simbólico de lucha (Vergara Figueroa,
2007). Los últimos avances en estas tradiciones teóricas
permiten ampliar conceptualmente al imaginario social y han brindado elementos
para comprender a la realidad social a partir de su producción simbólica y estética
(Vergara Figueroa, 2016).
En el caso del mundo homosexual, vemos que su ser
histórico-social se fija, influye y moviliza por imaginarios binarios de género
que gestan, sostienen y proyectan modelos de ser, pensar y actuar, anclados a vetustos
roles de género, que limitan sus deseos, prácticas socio-sexuales y pensamientos
al ocultar la plasticidad de quién es activo o pasivo. Al centrarse en un eje de
poder heteronormativo simbólicamente materializado en
su sexualidad e identificaciones, tales modelos otorgan el derecho a mandar en
un espacio social más amplio de ser representado; para distribuir roles,
funciones y posiciones sociales que decretan su valía social desde lo corporal.
Proceso
metodológico y analítico
El
estudio, de índole cualitativo y corte transversal, tuvo como población
objetivo a varones homosexuales residentes en San Cristóbal de Las Casas,
Chiapas, por al menos 6 meses. La técnica de la bola de nieve nos dio acceso a
ellos gracias a conocidos y contactos clave. Se efectuó observación directa y
participante en espacios de encuentro y convivencia propuestos por ellos mismos
mediante guías de observación con indicadores vinculados a categorías y
conceptos de la revisión literaria y al marco teórico sobre imaginarios,
identidad colectiva y relaciones de poder.
Posteriormente, se realizaron
entrevistas semi estructuradas a profundidad ―enfocadas en los ejes: identidad, imaginarios y
violencia― para averiguar el impacto de los imaginarios
sexo/genéricos locales en sus biografías; asociándoles a modelos sexo/genéricos
aprendidos. La muestra teórica constó de 13 varones de diferentes etnias y
edades, residentes de San Cristóbal de Las Casas; se incluyó a una mayoría de oriundos
y nativos de otras comunidades y ciudades de Chiapas, los menos fueron de otros
estados mexicanos y uno era extranjero. Como muestra la Tabla 1, la auto
adscripción de la identidad de género ―explicadas más adelante en la Tabla 3― fue factor incluyente/excluyente de participación.
La distinción por clase gravitó en el ingreso mensual familiar, según el salario
mínimo del ejercicio fiscal mexicano de 2018, y se asignaron claves pseudónimas
para brindar anonimato a los participantes.
Tabla 1
Caracterización
de los hombres homosexuales entrevistados.
Pseu |
Id. de
género |
Origen |
Etnia |
Clase |
Edad |
HH1 |
Homosexual |
Aldama, Chiapas |
Ind |
Bajo |
30 |
HH2 |
Mampo |
Reforma, Chiapas |
Ind |
Bajo |
31 |
HH3 |
Gay |
Córdoba, Argentina |
Blan |
Bajo |
31 |
HH4 |
Volteado |
SCLC,
Chiapas |
Mes |
Medio |
33 |
HH5 |
Homosexual |
SCLC, Chiapas |
Mes |
Medio |
18 |
HH6 |
Homosexual |
Bochil, Chiapas |
Ind |
Medio |
34 |
HH7 |
Homosexual |
SCLC, Chiapas |
Mes |
Medio |
24 |
HH8 |
Puto |
Tuxtla Gtz,
Chiapas |
Mes |
Medio |
21 |
HH9 |
Joto |
Manzanillo, Colima |
Mes |
Alto |
29 |
HH10 |
Puto |
SCLC, Chiapas |
Mes |
Alto |
38 |
HH11 |
Puto |
Mérida, Yucatán |
Ind |
Alto |
29 |
HH12 |
Gay |
Salto de Agua, Chiapas |
Mes |
Alto |
51 |
HH13 |
Gay |
SCLC, Chiapas |
Mes |
Alto |
45 |
Nota: Elaboración propia, 2018.
La última
técnica fue el grupo focal, la cual evidenció su lógica identitaria,
los imaginarios en torno a ella y las relaciones de poder del mundo homosexual
en dos sesiones de 6 a 12 integrantes. Previo a las entrevistas y grupos
focales, se proporcionó un consentimiento que explicaba su estructuración, propósito,
alcances, temáticas a desarrollar y las condiciones para la obtención y el
tratamiento confidencial de sus datos. Finalmente, se codificaron los
imaginarios en sus narrativas (Strauss y Corbin, 2002) y de su comparación, contraste
y discusión se desglosaron algunas categorías analíticas útiles para
interpretar la réplica de violencia de género en el mundo homosexual. Los
modelos sexo/genéricos surgen de las gradientes de
identificación-diferenciación intra grupales
observadas en el análisis, es decir, conforme a la auto y hetero
percepción, inclusión-exclusión, nominación y las violencias físicas (maltratos,
golpes), verbales (ofensas, burlas, rechazos), psicológicas (humillaciones,
estigmatizaciones, exclusiones), sexuales (acosos, abusos, violaciones) y laborales
(exclusiones, conflictos) manifiestas en cada una de las fases de la
metodología aplicada.
Hallazgos.
El mundo identitario homosexual en SCLC
Los
heterosexuales residentes conciben al varón homosexual desde imaginarios
sociales que lo definen como afeminado, chismoso, metiche y promiscuo; así como
bueno para el arte, la moda y la cocina. Como muestra la Tabla 2, a tal
estereotipo se aúnan estigmas religiosos que lo asumen pecador, perverso,
enfermo, inestable y/o portador de infecciones de transmisión
sexual, principalmente de VIH. Por ello,
opta por ser “discreto” – es decir, por apariencias y relaciones heteronormativas – pues “ser visto con otros
homosexuales le restaría valor social” (HH10, 2018): situación que genera sensaciones
subjetivas de amenaza ante la violencia.
Tabla 2
Auto y hetero percepción de la identidad homosexual
Auto percepción (Identificación) |
Hetero
percepción (Diferenciación) |
Mi identidad como puto se ha deconstruido
y ha cambiado; pero hay una pequeña base que no se modifica y que creo que se
relaciona con nuestras familias (HH11, 2018). |
Muchos nos identifican por nuestra
sexualidad. Es incómodo pues sabemos que implica más cosas. Algunos incluso
lo ven como pecado o malo (HH8, 2018). |
En la secundaria me mostraron porno. Fue mi
primer acercamiento a lo gay cuando me dio la opción de ver hombres. Antes
no tuve alguna influencia (HH5, 2018). |
Está el
estigma de que somos liberales, que puro coger, VIH, tomar. También se supone
que tenemos buen gusto, vestimos bien y sabemos de comida (HH13, 2018). |
Los chicos de otros sitios se sorprenden de que acá
usan perfiles falsos. Los más libres aún tienen ciertos estigmas; como cicatrices
de su violencia y represión (HH3, 2018). |
La gente del país es conservadora, racista y
elitista, pero no tiene esa carga que tiene la gente de aquí; cómo me miran,
me tratan y toman mi sexualidad (HH2, 2018). |
La
mayoría se esconde y hace como que no, pero en el antro o cantina los
identificas. Mis amigos los invitan, empedan y tocan; solo que llega la mujer,
se van (HH12, 2018). |
El gay nacido en San Cristóbal se reprime:
usa camisas, pantalón, zapatos, pelo corto. Si usa pantalón corto lo señalan
como gay; si es extranjero, ni
se fijan (HH3, 2018). |
Nota: Elaboración
propia, 2018.
Al contraponerse al estereotipo que justifica su
violencia, muchos aspiran a representar y/o encarnar alguno de los modelos
de masculinidad locales: pautas simbólicas consensadas que legitiman
ciertas cualidades como masculinas y aspiracionales por
y desde la hegemonía heteronormativa; que al integrarse
facilitan estatus en el mundo heterosexual y homosexual; y que asisten a la delimitación
del espacio social y a la diferenciación identitaria
(Bourdieu, 2002). Éstos les instituyen como más dominantes o sujetos/sometidos
a violencia intra grupal según su expresión de género,
etnia, clase y edad: condiciones gestoras de identificaciones de auto y hetero adscripción que atañen a gradaciones socio-sexuales heteropatriarcales.
De tal modo, hallamos tres modelos de masculinidad ―articulados a su diferenciación por etnia, clase
y/o edad― que orientan el ejercicio del poder y la violencia
intra grupal al instituir a la heteronormatividad
que legitima a la dominación masculina-sujeción femenina: el modelo de
masculinidad machista (el más agresivo), el modelo de masculinidad hetero hegemónica (el menos homosexual) y el modelo de
masculinidad Gay (el más consumista).
El modelo
de masculinidad machista (Macho) y sus implicaciones intragrupales
La masculinidad les legitima para convertir
al maricón en machito. Es un grupo élite encargado de corregir según las normas
heterosexuales para que lo parezcan. Desde fuera o desde dentro, lo mujeril es perpetrable, violable,
manoseable, golpeable. (HH4, 2018)
Ya que las imágenes del
mundo tienen efectos performativos que conforman a
los individuos y colectivos (Chartier, 1992), parte
de los varones homosexuales se conducen por el prototipo de varón enérgico,
dominante y valiente: rasgos simbólicos del Macho obedecido y temido debido a su
corpulencia, fuerza física y violenta capacidad de apropiación de circunstancias
y personas; con que adquiere ventajas sobre el débil o cobarde. Por ello,
varios trabajan para ser Machos, masculinos y/o activos, y así ejercer un rol
socio-sexual tradicional; pues han aprendido en casa que la madre sumisa
obedece al autoritarismo y dominancia del padre. En el mundo homosexual su performatividad, similar al modelo hetero
hegemónico, es replicada mediante el rechazo de las conductas cuidadosas y
afectivas (feminizadas) al verlas como un déficit de subjetividad de alta
vulnerabilidad alejado de lo heteronormativo, contrario
y complementario a lo bien situado y masculino (List Reyes, 2007); lo que conlleva a que doblegue, vigile, castigue
y/o violente física, psicológica, verbal y sexualmente al afeminado.
El modelo
de masculinidad hetero hegemónica y sus implicaciones
intragrupales
Quieren
mostrarse superiores a otros hombres por el hecho de ser más masculinos o
capaces. Te acusan de pasiva o de femenina; como si por serlo hubiera cierta
incapacidad o debilidad. Incluso en la situación sexual o sentimental intentan
dominarte siempre. (HH8, 2018)
La
violencia intra grupal también opera desde una
masculinidad hetero hegemónica opuesta a lo femenino donde
el pasivo decide/gana menos mientras el activo se impone/legitima más al
creerse más heterosexual: rasgos del pensamiento/actuar homofóbico y misógino
(Ramírez Rodríguez, 2016). Por ello, quien encarna este modelo simula conductas
viriles al ser pareja sexual y/o sentimental de varios hombres y mujeres,
aunque no se sienta atraído por ellas, para ejercer sus privilegios de género y
así cimentar barreras psicosociales ante la violencia heteronormativa;
misma que replica hacia los afeminados.
Ya
que según las condiciones de género, clase, etnia, edad, entre otras, la
población heterosexual y homosexual local intra
jerarquiza y condiciona su valor y la “exposición” pública de sus adscritos, éstos
se esfuerzan continuamente por encarnar y/o representar actitudes disciplinadas
y adquirir estabilidad económica, emocional y mental ―expresa en su corporalidad, bienes materiales,
estoicismo y temas de conversación― para legitimarse como masculinos. Puesto que las
condiciones feminizadas son mal recibidas y castigadas por el heteropatriarcado local, evita representarlas y de ahí es que
violenta psicológica, verbal o económicamente
a otros por medio de comparaciones destructivas, humillaciones públicas, celos,
infidelidades, sextorsiones, humor misógino, amenazas
y ofensas homofóbicas.
El modelo
de masculinidad Gay y sus
implicaciones intra grupales
Hay una cultura pop o imaginarios de lo gay contrarios a lo femenino. Lo gay es más heteronormado
de lo pensado. “Sé gay, pero cisgénero y con trabajo normal”. No dudo que hay quien esté
contento con ser lo que se espera de un hombre siendo homosexual; pero es un
círculo vicioso en donde nos bombardean sobre lo que nos debe gustar por ser gay y, al mismo tiempo, por ser hombre.
Algunos tienen trabajos como decoradores de interiores, estilistas o dan clases
de baile porque piensan son más “mujeres”. Pero eso se aprende de otros gays, no nacemos gays. (HH11, 2018)
El modelo
de masculinidad gay se identifica por
la mirada heterosexual que estereotipa al homosexual y después desde una
lógica en relación con pares, replicando más rígidamente roles de
exclusión/sometimiento que perpetúan divisiones monolíticas de corte sexual ―activo-público/pasivo-doméstico― para instituir estereotipos heteronormados.
Homologa las prácticas, conductas y cuerpos del mundo homosexual mediante
imágenes promotoras de la triada riqueza-blanquitud-juventud
a través de la publicidad, la pornografía homo erótica y las redes sociales. Respaldado por una cultura homónima
que expropia signos y símbolos de la hegemonía cultural, incita estilos de vida
consumistas ligados al pink washing[5], al comercio rosa y al turismo sexual. Así, este
modelo de masculinidad aviva la violencia intragrupal
y la endodiscriminación de forma económica, virtual y
verbal (desde el chisme y bufe[6]) al cotejar a la masculinidad con el poder adquisitivo. Ello hace a
sus anexos una élite que encarna/representa/consume masculinidad heredada y/o
adquirida asiduamente.
El
régimen homosexual identitario de estatus y la
violencia intragrupal local
Aquí analizamos
la variedad de identidades subalternas del mundo homosexual local; explícitas
para distinguirse intragrupalmente a través de los
modelos heteronormativos de masculinidad que otorgan mayor
valía social de alinearse a la hegemonía cultural. Al ser el principal eje
imaginario de poder por el cual se les ordena violentamente bajo la lógica
machista, racista, clasista y etarista local, la
Tabla 3 explicita su intra jerarquización y gradación
según los capitales (Bourdieu, 2002) atribuidos, asignados o atañidos a los rasgos corporales,
conductas, prácticas socio-sexuales y condiciones sociales que representen.
Tabla 3
Identidades
Homosexuales Subalternas (IHS) por gradiente de exclusión/inclusión
IHS |
Descripción |
Gradiente |
HHHA |
Viejoto |
Adulto mayor, afeminado, clase baja |
+ + + |
|
Mampo |
Afeminado,
moreno, clase baja |
+ + + |
HH1, HH2 |
Joto, loca, etc. |
Afeminado, joven, clase baja |
+ + |
HH1, HH3 |
Queer |
Mayor
exposición corporal |
+ |
HH2, HH4 |
Chichifo |
Hiper sexualización; escalador social |
+ |
HH8 |
Twink |
Corporalización femenina |
+ |
HH3, HH7 |
Homosexual |
Práctica homo erótico-afectiva, clase media |
0 |
HH6, HH7 |
Chacal/Mayate |
Práctica
homosexual intermitente/no asumida clase baja; corporeidad masculina, moreno |
_ |
|
Oso, panda, nutria, chaser |
Corporalización masculina según la presencia de vellosidad
y/o masa corporal/muscular |
_ |
HH4, HH9 |
Gay |
Triada blanquitud-riqueza-juventud |
-- |
HH5, HH9 |
Sugar baby |
Joven mantenido por un hombre maduro |
_ _ |
|
Daddy |
Edad
madura, corporalización masculina |
_ _ |
HH10, HH11 |
Sugar Daddy |
Edad madura o adulto mayor, de clase media o alta,
experimentado, educado/culto |
_ _ _ |
HH12, HH13 |
Nota. HHHA: Hombres homosexuales hetero
adscritos. Elaboración propia, 2018.
El homosexual
femenino es marica. “Es débil, frágil. Pasiva. Lo podemos violentar”. Es un eje
central de la violencia entre gays. Para mí
antes el marica, maricón, mampo, joto o puto tenía
más carga pobreza y el gay u
homosexual era de más como de la alta. (HH8, 2018)
La
identidad Homosexual, inicialmente se
basa en la práctica de relaciones erótico-afectivas entre varones y es usada
por quien opta por describir su práctica sexual “objetivamente”. No obstante,
si su expresión corporal es femenina, se menosprecia usando peyorativos que
refieren a roles socio-sexuales heteropatriarcales
para violentarse, pues la homofobia y misoginia locales denigran al cuerpo
femenino. Así, ser Marica,
Obvia, Loca, Joto, Puto, Afeminado, Rarito, Volteado u otro término esquivo que refiera a felación,
penetración o anilingus entre varones justifica la represión, violencia
y discriminación judeocristiana de su expresión femenina. Entre ellas, el Viejoto es
la menos valorada, pues alude vejadamente a varones femeninos
y de edad avanzada humillados por no poseer el poder adquisitivo o la corporalidad
estipulada por los modelos locales de masculinidad. Al no contar con el
capital masculino para legitimarse, entonces son más sujetos a la dominación
masculina; no obstante, la edad les otorga estatus en el
mundo homosexual para doblegar verbalmente a los más jóvenes, “maricas malas” (HH3, 2018) incluidas, las cuales violentan
a otros a partir de los símbolos patriarcales masculinos de un otro al que le brindan
valor erótico, estético y social.
Hay chistes sobre el mampo:
“Papá, soy gay” “¿En serio, hijo? ¿Tienes ropa de marca, coche, dinero?”
“No” “Entonces no sos gay, sos mampo” (risas) Ser mampo es tener menos dinero, posibilidades y
educación. Ser gay es más chido, pues. (HH13, 2018)
El Mampo es la
identidad femenina que hetero adscribe a los homosexuales
sobajados por imaginarios que ligan su femineidad, ruralidad y baja
escolaridad a capitales culturales y socioeconómicos escasos: condiciones que
se atañen comúnmente al indígena. Igual que el Puto, el Joto y el Marica, refiere peyorativamente a conductas
cobardes, dramáticas y/o extravagantes; asumidas como femeninas y, por
ende, contrapuestas a la valentía, capacidad y mesura masculina (Heritier, 1996). Sin embargo, el Mampo saca provecho de su capital
masculino heredado para beneficiarse del hombre homosexual mestizo/blanco,
generalmente extranjero, que lo exotiza por su
expresión de género y sus condiciones de etnia, clase y edad.
Estuve saliendo con alguien como por 4 o 5 meses,
pero no cuenta como pareja porque era más chichifo
que otra cosa. Le pagaba el cine, la cena. Es diferente del mayate porque ese
es solo una vez y es como que más heterosexualón.
(HH13, 2018)
Sobre las
identidades femeninas situamos al Queer, es decir,
al varón homosexual con mayor expresión/exposición corporal apenas valorado en
el colectivo por su actitud desgarbada y la combinación poco ortodoxa de
prendas. Sus propuestas estéticas, activismo y condiciones de etnia, clase y
edad le brindan el estatus intra grupal para violentar
a los “machirulos”; siendo el miedo a ser negado por
otros Queer
lo que conlleve el encarnado de lo andrógino, aunque el resto le asuma como
femenino y le amedrente por ello. Por
tal razón, posicionamos por encima de él al Chichifo,
aunque sea un término ofensivo que alude al varón asumido como escalador social
porque intercambia sus capitales corporales por el poder adquisitivo de otros,
tendiente a hipersexualizarse y masculinizarse para
legitimarse por encima de las identidades femeninas; quienes poseen rasgos que no
siempre encarnan y/o representan estos individuos.
Los chacales no son mi tipo. Me
gustan más los twinks de piel blanca, altos, delgados. No sé
si sea racista o un estereotipo y me esté dejando llevar, pero me gustan mucho
porque hay muchas ventajas en ser twink. Hasta en la moda todo se les ve mejor. (HH7,
2018)
No obstante, la legitimación de la violencia hacia lo
femenino, incluso desde la penetración violenta, permite “volver hombre al
afeminado” (HH10, 2018); por tanto, en contraposición, el Twink aprovecha su corporalización femenina, deseada/agredida por encarnar/representar
los valores del modelo Gay, para
obtener beneficios sexuales derivados de su sometimiento.
Los
osos, pandas, nutrias, chasers y todo ese zoológico,
la comunidad animal, buscan ser una élite de alguna forma, por lo gordo o lo
peludo: “Tú no eres bear.
Crees que eres bear,
pero no eres bear;
entonces, a la verga”. (HH11, 2018)
Por encima
del Twink, las
identidades animales se legitiman por poseer capitales masculinos heredados ligados
a la blanquitud o adquiribles en estratos
socioeconómicos medios/altos: la presencia, distribución y abundancia de vello
y/o de corpulencia física/muscular. Así, el Oso,
alude al varón homosexual con sobrepeso y copiosa vellosidad; el Panda, un Oso de ojos rasgados; la Nutria,
hombre delgado y velludo; mientras el Chaser
legitima el gusto por las identidades animales al venerar el linaje europeo del
peludo y repudiar al indígena lampiño.
Me gusta que tengan un cuerpo fuerte pero no
marcado ni boludo, sin tanto volumen; como un albañil, por ejemplo. Soy chacalero. Me encanta coger hombres de ese tipo. Pero, si
soy sincero, no son muy brillantes; tienen temas de conversación muy agotados.
(HH11, 2018)
Entre
ellas, el Mayate hetero adscribe al varón de
homosexualidad intermitente o no asumida que mercantiliza implícitamente
su capital corporal masculino por el capital socioeconómico de otro durante la
convivencia. Aunque asumida como inferior al resto de las identidades animales por
su condición indígena y clase baja, aprovecha su correlación a oficios técnicos
y sin educación formal para exaltar del estatus del mecenas que desea dominar
su cuerpo, en especial por el rol sexual activo, pues penetrar al Mayate,
en muchos casos, suele ser epítome de logro sexual sobre el Macho heteronormado. Lo mismo con el Chacal, identidad animal
que adscribe al hombre de corporalidad masculina que cosecha, al igual
que el Mayate, el vínculo entre su exotizado
capital corporal, económico y cultural con el dominio masculino para
legitimarse; aunque solo sea deseable para conquista literal o simbólica y a modo
de trofeo por el racismo/clasismo local.
Entre los sugar babies y los sugar daddies
es más nivel de confianza y de gasto. Ya viven como en una relación
heterosexual donde el sugar baby es el mantenido. Es un acuerdo explícito. Con los
mayates y los chichifos es más escondidito. (HH13,
2018)
Ya que
encarnar/representar al modelo Gay brinda
privilegios de etnia, clase y/o edad a la homosexualidad/femineidad, las identidades anteriores buscan el poder
adquisitivo requerido para aumentar su valía social. Algunos lo logran a partir
de una corporalización masculina derivada de practicar
deporte, dieta y/o consumir suplementos/fármacos (i)legales para capitalizarse como
Daddy:
identidad legitimada por la encarnación de una apariencia viril y juvenil.
Finalmente, el Sugar Baby, distinto
al Chichifo, alude al que encarna
los valores del modelo Gay para intercambiar sus capitales corporales
por el poder adquisitivo de un Sugar Daddy ―varón de edad madura con el capital socioeconómico
y cultural para figurar como experimentado, culto y/o estable― en una relación
socialmente reconocida. Estas tres últimas identidades generalmente violentan y
son violentadas debido a su condición de clase y edad.
Conclusiones
La
violencia heteronormativa en el espacio sancristobalense se liga a la difícil aceptación de la
femineidad en el varón al ser un fragmento de su identidad negado por las
instituciones sociales desde su nacimiento. Por ello, el varón homosexual
encarna/representa modelos de masculinidad inicuos, a modo de mecanismo de
defensa y de poder, para prevenir agresiones por parte de otros hombres, aunque
sea temporalmente, y para proyectar su deseo y agresión por lo femenino del mismo
modo en que el mundo heterosexual coacciona la práctica de su homosexualidad (Minello, 2002). Así, deja cautiva a su femineidad en su
casa y relaciones socio-sexuales, pues la competencia y violencia intragrupal
inicia al integrarse, legitimarse y consensarse los símbolos patriarcales expropiados
del sistema sexo/género de la hegemonía heteronormativa,
la cual forja el gusto por la dominación masculina (Bourdieu, 2000).
Heredada o adquirida, encarnada
o representada, la masculinidad es el capital simbólico que otorga estatus
social y posiciona al varón en la escala de valores local mediante los modelos heteronormativos que promocionan ciertas condiciones de etnia,
clase y edad como rasgos masculinos aspiracionales, aunque
el mundo homosexual local es multiétnico, multicultural y rico en Disidencia Sexual.
Tales modelos regulan sus prácticas, identidades y relaciones para impedir la
defensa de su diversidad; pues, legitiman al ligar poder adquisitivo con
apariencias europeas y homologan al cuerpo abyecto (Butler, 2002) para exiliar al
resto.
Si bien la
Identidad/Cultura Gay figura un frente unido ante lo heteronormativo y reivindica al desnudo, lo homosexual y lo
femenino, también limita/explota al subordinado que requiere del reconocimiento
de la hegemonía heteronormativa. Por ello, varios
varones contrarían las
marchas del orgullo Gay al creerlas parafernalias donde el alcohol,
machismo, endodiscriminación y la alabanza del cuerpo
hegemónico velan la agenda LGBT+. Mientras, varios Putos, Jotos y Queers crean comunidad desde la defensa, idolatría y
estereotipación de lo femenino mediante el tejido,
el voguing[7] y el maquillaje drag[8], negociando sus privilegios de etnia, clase y
edad. No obstante, carecen de la libertad y fuerza política para gestar un
cambio radical; mostrando la dificultad por escudar a lo femenino de la
precariedad.
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Casas, Chiapas, México.
[1] El
Colegio de la Frontera Norte (COLEF). Correo electrónico: luisen.gj@gmail.com
[2] El
Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR). Correo electrónico: tcruzs@ecosur.mx
[3] Jumaltik
Equidad Sur. A. C. Correo electrónico: lilianabellato@hotmail.com
[4]
Traducción propia
[5] Modo en el que una empresa, institución o el Estado usa la igualdad para
“suavizar” o “pintar de rosa” otros aspectos que reproducen
desigualdad (Villalobos, 2014, p. 37).
[6] Duelo verbal entre dos o más individuos donde se busca ser
simbólicamente reconocido como “la más perra”, o superior, como condición
social legitimada (García Jiménez, 2018).
[7] Baile urbano altamente estilizado que asiste a (de)construir el self; que
va en contra del miedo y la rabia engendrados de la opresión social cotidiana
(García Jiménez, 2018).
[8] Imitación paródica y exagerada del género como forma de subversión de
sus significados en la cultura contemporánea (Biglia,
2014, p. 87).