TRAYECTORIAS,
DEBATES Y EXPERIENCIAS CLÍNICAS EN TORNO A LOS TRATAMIENTOS QUIRÚRGICOS
SOLICITADOS POR LA POBLACIÓN TRANS. SENTIDOS PROFESIONALES A LA LUZ DE LOS
DEBATES FEMINISTAS
TRAJECTORIES, DEBATES AND
EXPERIENCES TOWARDS SURGICAL TREATMENTS REQUESTED BY TRANSGENDER PEOPLE.
READING PROFESSIONAL DISCOURSES THROUGH FEMINIST DEBATES
Anahí Farji
Neer[1]
Desde
la década de 1990, una serie de trabajos teóricos y empíricos producidos en el
marco de los estudios feministas y los estudios de género han analizado los
procesos de construcción corporal y subjetiva llevados a cabo por la población
trans. Estos trabajos se preguntaron en qué medida dichas experiencias
contribuían a reforzar el sistema binario de género o bien lo ponían en crisis.
En el mismo período, distintos trabajos también elaborados en el marco de los
estudios feministas y los estudios de género, produjeron una mirada crítica de
las cirugías estéticas. Algunas producciones las concibieron como prácticas
insertas dentro de dispositivos de normalización de los cuerpos dirigidos
principalmente a las mujeres cisgénero. Otras se propusieron entender a las
mujeres cisgénero como agentes de decisión al solicitar dichas intervenciones y
no como sujetos alienados por los mensajes culturales que afirman su
subordinación. Teniendo en cuenta estos debates, el presente trabajo pone en
diálogo el campo de estudios feministas y estudios de género con el campo de la
salud en torno a las intervenciones quirúrgicas solicitadas por la población
trans para construir su corporalidad. A fin de identificar puntos de encuentro
y desencuentro en las tensiones y debates presentes en ambos campos, se
analizan los sentidos que profesionales de la salud de las especialidades de urología
y cirugía plástica y reparadora elaboran en torno las intervenciones
quirúrgicas de construcción corporal solicitadas por la población trans. El
trabajo se basa en el análisis de entrevistas en profundidad realizadas entre
2015 y 2019 a profesionales de la salud de las especialidades de urología y
cirugía plástica y reparadora que ejercen profesionalmente en el Área
Metropolitana de Buenos Aires, Argentina.
Palabras clave: profesiones médicas, acceso a la salud de la población
trans, feminismos, Cirugía Plástica y Reparadora, Ley de Identidad de Género
Abstract
Since 1990s, some theoretical and empirical approaches
to bodily construction processes carried out by transgender people were
produced by feminism and gender studies. These works wondered to what extent
those experiences contributed to reinforce the binary gender system or to put
it in crisis. In the same period, several studies carried out in the field of
feminism and gender studies produced a critical approach to cosmetic surgeries.
Some productions conceived cosmetic surgery as a normalization practice of
cisgender women's bodies. Other ones aimed to understand cisgender women as
autonomous agents of decision. That is, neither as mere victims of the cosmetic
surgery industry nor as subjects alienated by cultural messages that affirm
their subordination. Taking these debates into account, this article puts into
dialogue feminism and gender studies with the bio-medical field. In order to
identify points of agreement and disagreement between those fields, it focuses
on the senses that urological surgeons and plastic and reconstructive surgeons
elaborate around surgical treatments requested by transgender people. The study
is based on the analysis of in-depth interviews conducted between 2015 and 2019
to urological surgeons and plastic and reconstructive surgeons of the
Metropolitan Area of Buenos Aires.
Keywords: medical professions,
transgender health, feminism, plastic and reconstructive surgery, Gender
Identity Law
recepción: 03 de septiembre de 2019
aceptación: 09 de enero de 2020
Introducción
Desde
finales del siglo xix, los
sentidos sociales acerca de las formas de vida que desafían el binarismo de
género fueron hegemonizados por el campo médico. Hacia fines de siglo xix y principios de siglo xx, en Europa la categoría de “inversión
sexual” surgida en el seno de la emergente sexología clínica se constituyó como
la piedra basal de una serie de intervenciones con fines correctivos (Russo,
2013). Desde fines de la década de 1970, los manuales de clasificación de
enfermedades y trastornos mentales de circulación mundial ―el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría y la
Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de
la Salud― comenzaron a incorporar la categoría del “Transexualismo” (Di Segni,
2013). Esta había sido elaborada en la década de 1960 por el endocrinólogo
alemán Harry Benjamin. Basándose en los pedidos que recibía en su consultorio,
Benjamin consideró que la terapia indicada para “restituir” el equilibrio entre
el cuerpo y la auto identificación en los casos de “transexualismo verdadero”
debía incluir la terapia hormonal y la cirugía genital (Meyerowitz, 2002). El
tratamiento requería adaptar la corporalidad a la autorepresentación y no
intentar curarla por medio de tratamientos psicoterapéuticos, como se había
sostenido hasta el momento. El proceso de diagnóstico se orientaba a descartar
la esquizofrenia y la psicosis, y a corroborar tres fenómenos: el sentimiento
de pertenecer al “otro” género, el uso temprano y persistente de vestimentas
del “sexo opuesto” sin un sentido erótico y el desprecio hacia el
comportamiento sexual homosexual (Bento, 2006). Pasado el proceso de
diagnóstico, el tratamiento se componía de tres etapas progresivas: una
psicológica (que posteriormente incluyó la realización del “test de la vida
real”), una hormonal y por último, una quirúrgica. Con base en este modelo
terapéutico, las personas que deseaban constituirse como candidatas aptas para
el ingreso a los tratamientos hormonales y/o quirúrgicos se veían obligadas a
adaptarse en términos gestuales y corporales a los estereotipos de femineidad y
masculinidad esperados por los/as profesionales de la salud, exponer un relato
biográfico lineal e inducir sentimientos de compasión (Bento, 2004; 2006).
En este marco, desde la década de 1970 y con mayor énfasis a
partir de 1990, una serie de trabajos teóricos y empíricos producidos desde los
estudios feministas y los estudios de género, la sociología, la antropología,
la historia y la teoría queer,
analizaron los procesos de construcción corporal y subjetiva llevados a cabo
por la población trans. En un comienzo tomando exclusivamente las experiencias
femeninas, estos trabajos se preguntaron en qué medida dichos procesos
contribuían a reforzar el sistema binario de género, o bien, lo ponían en
crisis. Los abordajes que sostenían lo primero consideraban que las
experiencias trans reforzaban los diacríticos femeninos particularmente
opresivos para las mujeres cisgénero. Afirmaban que las experiencias de
construcción corporal desarrolladas por las mujeres
transexuales constituían formas de apropiación de lo femenino en
complicidad con el poder médico (Raymond, 1994). Por su parte, aquellos
trabajos que sostenían que lo ponían en crisis retomaron los planteamientos de
Judith Butler (2001), quien afirmó que las experiencias trans desafiaban las
bases del sistema binario de género ya que ponían de manifiesto lo contingente
de la relación entre cuerpo e identidad y expresaban de modo ejemplar que el
género no tiene esencia. Algunos de estos trabajos focalizaron en los sentidos
que las personas trans les asignaban a sus prácticas de construcción corporal.
Desde la teoría queer, afirmaron que estas prácticas
constituían apropiaciones subversivas de las herramientas biotecnológicas de
regulación de los sexos y los géneros (Preciado, 2008; 2009). Otros
enfoques afirmaron que se trataba de prácticas precarias de construcción corporal
que profundizaban las condiciones de vulnerabilidad de la población trans (Silva, 1993; Kulick, 1998;
Benedetti, 2000; Fernández, 2004; Pelúcio, 2009). Desde los estudios
feministas y la antropología médica, distintos trabajos abordaron el poder
performativo del discurso médico-científico y el carácter regulador de sus
categorías y prescripciones al intervenir sobre los deseos de construcción
corporal de las personas trans (Hausman, 1995; Soley-Beltrán, 2003; Bento,
2006). Otros abordajes afirmaron que desde el campo médico se naturalizaba una
mirada ideologizada de la anatomía, la misma que justificaba y sustentaba las
intervenciones sobre bebés que, con base en esos mismos criterios, poseían una
genitalidad ambigua o no clasificable (Maffía y Cabral, 2003; Leite, 2008).
A fin de subvertir la
lógica de colonización discursiva de las experiencias trans producida tanto por
parte de las disciplinas biomédicas como por el feminismo, las humanidades o
las ciencias sociales, desde la década de 1990 una serie de trabajos elaborados
por académicos/as y activistas trans de Estados Unidos conformaron los Transgender Studies (Fernández Romero,
2019). Sus producciones afirmaron la necesidad de dar centralidad a las voces de las personas trans al
producir sentidos respecto a sus vidas y garantizar su autonomía de decisión en
todos los ámbitos de la vida (Bornstein, 1994; Feinberg, 1992). Una gran
cantidad de producciones abordaron las lógicas opresivas del campo médico
frente a la población trans (Stone, 1991; Stryker, 1994; Spade, 2006). Al
interior de este campo de estudios fue forjado el concepto de cisexismo o
privilegio cisexual para referir al “doble estándar que promueve la idea de que
los géneros de las personas transexuales son distintos y menos legítimos que los
géneros de las personas cisexuales” (Serano, 2007, s/n).
En el mismo período, también desde el feminismo y los
estudios de género, distintos trabajos produjeron una mirada crítica acerca de
las cirugías estéticas. Algunas producciones concibieron a estas cirugías como
prácticas insertas dentro de un dispositivo de normalización de los cuerpos
dirigido principalmente a las mujeres cisgénero. Afirmaron que este dispositivo
se montaba sobre los discursos liberales e individualizantes que ponían el foco
en la construcción de la propia identidad en el marco del auge del consumo
masivo de productos y servicios de mejoramiento biotecnológico (Young, 1990;
Morgan, 1991). Dentro de este conjunto de trabajos se encuentran los de Elsa
Muñiz (2012; 2014). Desde una posición feminista, Muñiz considera que la
industria de la cirugía estética promueve formas corporales estandarizadas en
las que se diluyen las diferencias corporales. Sostiene que tanto las
intervenciones que buscan la corrección de las facciones del rostro, como las
que se orientan a modificar la masa corporal, las cirugías de “cambio de sexo”
y las “etnocirugías” refuerzan en igual medida los regímenes sexuales y los
estereotipos de belleza dominantes (Muñiz, 2012; 2014).
Los
trabajos de Kathy Davis (2003), Virginia L. Blum (2003) y Anne Balsamo (1996)
aportaron nuevas aristas al debate, afirmando el carácter paradojal de estas
intervenciones. Para estas autoras, si bien pueden ser leídas como mecanismos
de opresión y normalización, también pueden representar posibilidades de
agencia y autonomía en los recorridos vitales de quienes las eligen. En esta
línea, trabajos como el de Susan Bordo (2001) se propusieron entender a las
mujeres cisgénero como agentes de decisión y no como meras víctimas de la industria
de la cirugía estética o sujetos alienados por los mensajes culturales que
afirman su subordinación (Elliott, 2011).
Los principales debates al interior de los estudios
feministas y los estudios de género, tanto en lo que refiere a las decisiones de
las personas trans para construir su corporalidad como a las cirugías estéticas
realizadas por mujeres cisgénero, pueden resumirse en dos pares oposicionales:
reproducción o desestabilización del binarismo de género y alienación o libre
elección como motivos para realizarse dichas intervenciones. A su vez, estos
pares oposicionales se encuentran atravesados por un debate en torno al rol que
ocupan los avances biotecnológicos en la lucha por la emancipación de las
mujeres cisgénero y por el reconocimiento social de las identidades trans. Esto
es, entender la expansión de los avances biotecnológicos como instancias que
potencian las prácticas de libertad y autonomía de los sujetos subalternizados,
o bien como herramientas que reproducen un sistema de opresión basado en el
género.
Prestando atención a estos debates, y haciendo foco
específicamente en los tratamientos quirúrgicos solicitados por la población
trans, considero relevante poner en diálogo estas discusiones con los debates
profesionales que se desarrollan al interior del campo médico. El objetivo del
trabajo es analizar los principales debates que atraviesan al campo de las
especialidades quirúrgicas en torno a las intervenciones solicitadas por la
población trans a fin de identificar puntos de continuidad y discontinuidad con
los debates suscitados en el campo de los estudios feministas y los estudios de
género. Para ello, abordo los sentidos que profesionales de las especialidades
de urología y cirugía plástica y reparadora les atribuyen a las intervenciones
quirúrgicas solicitadas por la población trans en el Área Metropolitana de
Buenos Aires, Argentina.
En el marco de mi investigación doctoral primero y
posdoctoral luego[2],
entrevisté a profesionales de la salud que cuentan con trayectoria local en la
atención de la salud de la población trans. La principal técnica utilizada fue
la realización de entrevistas en profundidad. La muestra se compuso de
profesionales de la salud que se desempeñaban en servicios de salud del
subsistema público, privado y/o obras sociales del Área Metropolitana de Buenos
Aires (Argentina) y que contaban con experiencia en la atención de la salud de
personas trans. En una primera etapa entrevisté a los/as profesionales con
mayor trayectoria local en los tratamientos de construcción corporal
solicitados por la población trans. A partir de allí, adopté la técnica de
muestreo por bola de nieve. A fin de abarcar la mayor heterogeneidad posible de
perfiles profesionales, no establecí a priori un recorte en términos de especialidades
médicas.
El proceso de investigación también incluyó observaciones no
participantes en jornadas profesionales sobre la temática abordada. En la
muestra de entrevistados/as incluí profesionales que participaron en calidad de
expositores/as de los eventos observados. En las entrevistas indagué en los
motivos que los/as llevaron a incursionar en la atención de la salud de la
población trans, las características que asumió dicho proceso y los sentidos
que el mismo adquirió en el marco de sus trayectorias profesionales. Entrevisté
un total de dieciocho profesionales de la salud de las especialidades de salud
mental, endocrinología, ginecología, clínica médica, medicina familiar,
fonoaudiología, pediatría, urología y cirugía plástica y reparadora. En el presente
trabajo me centro en el análisis de las entrevistas en profundidad realizadas a
cuatro profesionales de las especialidades de urología y cirugía plástica y
reparadora. Las entrevistas tuvieron una duración aproximada de cuarenta y
cinco minutos y fueron grabadas con previo consentimiento oral. Mantengo la
confidencialidad de las identidades de las personas entrevistadas mediante el
uso de nombres de fantasía.
En el presente trabajo expongo y analizo distintos
fragmentos de entrevistas que seleccioné en función de dos ejes analíticos: los
modos de entender los tratamientos de construcción corporal solicitados por la
población trans y los principales debates o discrepancias en lo que refiere a su
carácter estético o reconstructivo y al rol otorgado a los/as profesionales de
salud mental en el marco de los tratamientos quirúrgicos solicitados por la
población trans.
La
construcción corporal trans como derecho humano: la Ley de Identidad de Género
argentina
En
2012, en Argentina fue aprobada la Ley 26.743 de Identidad de Género. Su
artículo 11º establece que mayores de edad pueden acceder a “intervenciones
quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales para
adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género
autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o
administrativa”. Con anterioridad a esta normativa, las cirugías genitales
voluntarias se encontraban prohibidas en virtud de la Ley 17.132 de ejercicio
de la medicina y el Código Penal. Previo a la sanción de la Ley de Identidad de
Género, las personas trans que accedían a intervenciones quirúrgicas genitales
lo hacían en la clandestinidad o bien en el extranjero (Farji Neer, 2016). La
aprobación de la Ley de Identidad de Género sentó las bases legales para
revertir las dificultades en la accesibilidad al sistema de salud por parte de
la población trans. A las necesidades sanitarias compartidas con el resto de la
población, en muchos casos se sumaba el acceso a tratamientos e intervenciones
para construir su corporalidad. La aprobación de la Ley de Identidad de Género
promovió un incremento en la demanda de tratamientos e intervenciones de
construcción corporal trans. No obstante, al momento de la aprobación de la
normativa existían contados/as profesionales en el país capacitados/as para
realizarlas. A su vez, los tratamientos de construcción corporal solicitados
por las feminidades trans y los requeridos por las masculinidades trans
presentaban características que los diferenciaban[3].
En el período en el que el
presente trabajo fue elaborado, aquellos/as profesionales que realizaban las
intervenciones quirúrgicas solicitadas por la población trans tenían como
formación de base la urología o la cirugía plástica y reparadora. Su formación
había provisto solo parcialmente los conocimientos necesarios para ello. Los/as
profesionales entrevistados/as se desempeñaban en el marco de equipos
interdisciplinarios de atención de la salud de las personas trans ya conformados
o en proceso de conformación. Algunos de los equipos fueron creados con
anterioridad a la Ley de Identidad de Género y otros se conformaron con
posterioridad. Cada equipo tenía la potestad de elaborar sus propios mecanismos
de atención basados en las guías locales e internacionales, la experiencia
clínica acumulada y/o las concepciones y criterios de sus integrantes.
La aprobación de la Ley de
Identidad de Género permitió que cada vez más trans se acercaran a los
servicios de salud solicitando intervenciones para construir su corporalidad. A
los/as profesionales que ya contaban con el saber técnico necesario, la
aprobación de la Ley les permitió realizar los tratamientos con mayor libertad.
Para aquellos/as que no contaban con la experiencia ni el conocimiento
requerido, la demanda de atención fue el puntapié inicial para comenzar a
incursionar en dichas técnicas.
A
continuación, analizo los sentidos que los/as profesionales de la salud
entrevistados/as elaboraron acerca de su forma de entender las intervenciones
solicitadas por la población trans, así como identifico diferencias y debates
acerca de los criterios de atención implementados. Luego, analizo dichos
sentidos a la luz de las coordenadas de los debates suscitados al interior del
feminismo y los estudios de género en torno a dichas prácticas quirúrgicas, a
fin de identificar posibles continuidades y discontinuidades entre ambos
campos.
“No es una
cirugía nada más…”
Siguiendo
a los/as entrevistados/as, el quehacer profesional involucrado en las
intervenciones solicitadas por la población trans implicaba una progresiva
adquisición de conocimiento de cuestiones técnicas específicas, pero también
requería una cuota importante de sensibilidad,
capacidad que, siguiendo a los/as entrevistados/as, no se aprendía en la
formación médica sino que se derivaba de las aptitudes humanas y personales de
cada profesional. En principio, se refirieron a la sensibilidad necesaria para
incursionar en una temática desacreditada por sus pares y colegas. Luego, a la
capacidad de empatía para poder escuchar las necesidades corporales de cada
paciente y traducirlas en las técnicas quirúrgicas disponibles:
Cada
paciente es distinto y cada paciente ha sido un aprendizaje y ese aprendizaje
no es fácil porque hay condiciones que te marcan un rumbo con ese paciente, las
característica de la piel, si está hormonizado, si ha usado binder o faja o lo que sea, son todas
cuestiones…el tamaño de la mama, el deseo del paciente, porque el paciente a
veces quiere una técnica y uno tiene que adaptarla en la medida que se puede
(...) hay pacientes que vienen y me dicen “no quiero nada, no quiero ningún
recuerdo de mi vida anterior” no quieren areola, no quieren pezón, no quieren
nada, y otros pacientes que por el tamaño tenés que hacer una técnica y después
les tenés que hacer una reconstrucción y crearles una areola y un pezón. Otros
pacientes que no quieren cicatrices. (Cynthia, cirujana plástica)
Los/as
profesionales entrevistados/as afirmaron que al conocimiento de las técnicas
quirúrgicas para poder realizar los tratamientos solicitados por las personas
trans se sumaba la aptitud para reconocer o interpretar sus necesidades
subjetivas. Dicha aptitud era caracterizada como parte del carácter customizado de estas intervenciones. La
posibilidad de desarrollar dicha capacidad o sensibilidad era un factor que
los/as diferenciaba del resto de sus colegas:
Yo
creo que si uno se pone a evaluar esto nada más como una cirugía, va al
fracaso. No es una cirugía nada más. Los cirujanos estamos acostumbrados a
pensar en cirugía y nada más, pero si uno se pone a decir que esto es sacar los
testículos, sacar el pene, hacer una vagina… tiene un montón de simbolismo, hay
que hablar antes con los pacientes. No todos los pacientes quieren el mismo
tipo de cirugía. Hay un tema de customización e individualización de esto,
feroz. Creo que no es nada más que una cirugía. (Santiago, médico urólogo)
Con
base en los relatos de los/as entrevistados/as es posible afirmar que los/as
profesionales especializados/as en las intervenciones quirúrgicas solicitadas
por la población trans no las entendían como engranajes de una maquinaria de
normalización masiva de los cuerpos. Por el contrario, afirmaban la importancia
de adaptar las técnicas quirúrgicas a las necesidades subjetivas de cada
paciente. Como se verá en el siguiente apartado, aun entendiendo a las
intervenciones quirúrgicas como instancias médicamente necesarias para mitigar
un presunto padecimiento psíquico inherente a la experiencia trans, comprendían
que las mismas podían potenciar un desarrollo individual y subjetivo singular.
¿Cirugías
estéticas o reparadoras?
Uno
de los debates que se presentaba tanto en el campo médico como a nivel social
en torno a estas intervenciones refería a la forma de entenderlas: como
intervenciones estéticas o bien como reparadoras[4].
Algunos/as de los/as profesionales entrevistados/as consideraban que las
intervenciones solicitadas por la población trans constituían intervenciones reparadoras.
Es decir, las comprendían dentro de aquellas que tenían por objetivo paliar el
sufrimiento ocasionado por secuelas de enfermedades, accidentes o cuadros
congénitos. Por ello, sostenían que las mismas debían ser garantizadas por
parte del sistema público de salud. Refiriéndose a las cirugías genitales, un
entrevistado afirmaba: “Eso mismo le pasa al que tiene labio leporino, al que
tiene secuela de quemadura, el que tiene una secuela de accidente, a la mujer
que le falta la mama…” (Ricardo, cirujano plástico).
Otros/as
profesionales sostenían que las intervenciones solicitadas por la población
trans no se ubicaban en ninguna de las dos categorías, aunque retomaran de la
cirugía estética muchos de sus preceptos técnicos:
No es reconstructiva porque no
necesitas reconstruir algo que está mal, no es algo que está mal, no es una
enfermedad. Es estética porque necesitas resultados viables para la vida de la
persona, pero no está en ninguna de las dos porque, como te decía, si fuera una
reconstructiva yo tengo que sacarle toda la mama y yo no le tengo que sacar
toda la mama. Si yo manejo la órbita no estoy sacándolo porque tiene un tumor,
que sería reconstructivo, lo estoy haciendo con un fin puramente estético pero
para feminizar un rostro en una persona trans, que no es solo estética sino que
es a su funcionalidad, no hay un término… (Cynthia, cirujana plástica)
En
torno a este debate, cabe retomar el trabajo de Heyes y Latham (2018), quienes
afirman que entender a las cirugías trans como cirugías estéticas, o bien como reparadoras
implica formas muy diferentes de concebirlas en relación con el sufrimiento, la
elección, la necesidad, las normas y el deseo. Los relatos de los/as
entrevistados pueden ser caracterizados dentro de aquella postura que,
siguiendo a Heyes y Latham (2018), entiende que las cirugías solicitadas por la
población trans son procedimientos médicamente necesarios para el tratamiento
de una condición diagnóstica específica y que son esenciales para su desarrollo
vital. Para legitimarse socialmente y al interior del campo médico, esta
postura ha requerido concebir a la cirugía estética como su opuesta. Desde esta
postura, se entiende que las cirugías estéticas son electivas, son prescindibles
en términos vitales, se originan en deseos vanidosos y tienen un impacto superficial
en las vidas de las personas.
En
los relatos de los/as entrevistados/as, las cirugías solicitadas por las
personas trans eran consideradas como medidas imprescindibles para garantizar
la sostenibilidad de sus vidas. Heyes y Latham (2018) se preguntan entonces si
es posible legitimar las cirugías trans sin por ello ligarlas indefectiblemente
al sufrimiento. Es decir, si se puede recurrir al deseo y al disfrute corporal
como argumentos suficientes para legitimarlas socialmente y garantizar su
cobertura por parte de los sistemas de salud.
El papel de
la salud mental
Otro
de los debates que se presentaron entre los/as profesionales entrevistados/as
refería al rol otorgado a la interconsulta o evaluación por parte de profesionales
de salud mental con anterioridad a la realización de las intervenciones
quirúrgicas solicitadas por la población trans. En el contexto argentino, antes
de la Ley de Identidad de Género las autorizaciones judiciales constituían
instancias obligatorias para acceder a las intervenciones quirúrgicas
genitales. Si bien ello limitaba la libertad de acción de los/as profesionales
de la salud, el proceso judicial también les otorgaba las “garantías” legales y
profesionales necesarias para realizarlas, ya que las pericias psiquiátricas y
psicológicas formaban parte de los procesos judiciales.
La
Ley de Identidad de género argentina no protocolizó ni estandarizó las formas
en las que los/as profesionales darían curso a las demandas de atención de
los/as pacientes trans. Ello trasladó la responsabilidad y la potestad de
decisión a cada profesional y a cada equipo. Por su carácter irreversible, pero
sobre todo por desafiar una supuesta ley natural de los cuerpos y los géneros,
estas intervenciones generaron temores y conflictos entre los/as profesionales
de la salud. En algunos casos, estos conflictos eran dirimidos a través de
interconsultas con profesionales de salud mental. Para algunos/as
entrevistados/as, todas las cirugías genitales requerían el aval de un/a
profesional de salud mental:
R: Hay algo que yo no cambio. Lo
fundamental es con la psicología, la psiquiatría, porque a veces me dicen “Yo
no necesito por la Ley” yo les digo “¿Cómo hacemos para volver para atrás de
una cirugía de estas? Imposible. Así que tenemos que estar seguros que vos
estas bien para hacerte la cirugía. Si te amputamos,
te hacemos mujer, ¿cómo volvemos para atrás? Imposible”
P: ¿Ahí ustedes derivan, a una
psicóloga?
R: Sí, que mira todo. Por ahí está
tratándose ya hace dos o tres años en otro lado, bueno si tenemos el
certificado del otro psicólogo o psiquiatra de que está en condiciones…
P: ¿El certificado que va a decir?
R: Que está en condiciones de operarse
(Ricardo, cirujano plástico)
Entender
las intervenciones quirúrgicas solicitadas por la población trans como
“amputaciones” y sostener el requerimiento obligatorio del aval de un/a
profesional de la salud mental se contrapone con las demandas del activismo
trans a nivel global y local. Desde la década de 1990 distintos/as activistas
trans vienen haciendo profundas críticas a los términos y requisitos impuestos
por el campo médico para acceder a las intervenciones médicas solicitadas por
la población trans. Estas demandas quedaron plasmadas en la campaña
internacional Stop Trans Pathologization
2012 (STP, 2012), iniciada en 2007 en la Ciudad de Barcelona. La campaña
buscaba generar una dinámica social similar a la que en la década de 1970 logró
la eliminación de la categoría de la homosexualidad de los manuales
diagnósticos. La campaña rechazaba la patologización en dos niveles. En
principio, frente a los Estados que imponían el requisito de la evaluación
diagnóstica para modificar el nombre y sexo legal en los registros
identificatorios y luego frente a las categorías patologizantes y los
protocolos del campo médico que establecían un único modelo de transformación
corporal (Coll Planas, 2010; Suess, 2011). En este marco, considerar la
obligatoriedad de la interconsulta con profesionales de salud mental se
contraponía a las demandas del activismo trans a nivel local y global, y
representaba un importante obstáculo para el acceso a la salud por parte de la
población trans.
En
otros casos, la interconsulta se realizaba solo cuando el/la profesional
identificaba algún indicador de un posible arrepentimiento futuro, caracterizado
como “algo que no cierra” o “algo que hace ruido”. Es decir, cuando las
características de las personas que se presentaban en los consultorios contradecían
las expectativas de los/as profesionales. Estas características giraban en
torno a la apariencia corporal leída en términos de masculinidad y feminidad y/o
en la edad:
Nos ha pasado de tener pacientes
pero que no los hemos operado porque, bueno, veíamos que había algo que no
cerraba. Un paciente que un día de golpe vino y dijo “quiero hacerme la
cirugía” y venía vestido en masculino. Está bien que la vestimenta no tiene nada
que ver, pero no nos demostró ni un mínimo de voluntad para feminizarse.
Podemos discutir que no tiene nada que ver, que una mujer no hace al hecho de
que tenga pelo largo o que tenga pollera. Está bien. Pero la mayoría de las
mujeres que estamos acostumbrados a ver y evaluar desde el año noventa y siete,
eran mujeres que venían... más agraciadas, menos agraciadas, más masculinas,
menos masculinas, pero eran mujeres... de golpe viene un hombre y me dice “Me
quiero operar y hacer una vagina”, “Bueno, ¿pero pensás cambiar?”, “No, no
pienso cambiar”. Bueno, te hace un ruidito ¿viste? (...) Hay algunos casos que
son para evaluar, no son la mayoría, hay personas que están muy convencidas
desde muy temprano, se sienten desde muy temprano identificadas con lo que
quieren, no es esa cosa de a los treinta y pico de años “quiero ser mujer”. Ese
era un caso medio raro. Esos son los casos muy puntuales que por ahí hay que
hacer foco, pero son casos muy puntuales. (Alberto, médico urólogo)
En
los casos en los que no se solicitaba el aval de un/a profesional de salud
mental como requisito obligatorio para el acceso a cirugías, esa decisión se
sustentaba en las capacidades propias del/a profesional para identificar por su
cuenta factores de riesgo o vulnerabilidad:
Yo ya tengo un conocimiento y
entonces defino mucho más rápido (...) es como todos los pacientes, hay
pacientes más demandantes, pacientes que son muy simples y en base a eso uno
abre la puerta y ya sabe el tema cómo viene, la explicación que le tenés que dar
(...) hay un montón de variables que uno va manejando, eso es manejo diario, no
solo con pacientes trans. (Cynthia, cirujana plástica)
Esta
entrevistada consideraba que el arrepentimiento constituía solo una de las
múltiples posibilidades de evolución con las que los/as profesionales debían
aprender a lidiar como parte de su quehacer profesional.
Continuidades
y discontinuidades
En
virtud del objetivo que orientó este trabajo, referido a identificar
continuidades y discontinuidades en los debates desarrollados en el campo de
los estudios feministas y los estudios de género y el campo médico en torno a
las intervenciones quirúrgicas solicitadas por la población trans, a
continuación expongo una serie de reflexiones.
Los/as
profesionales entrevistados/as no consideraban que los tratamientos quirúrgicos
solicitados por la población trans constituyeran prácticas compulsivas
orientadas a disciplinar los cuerpos. Por el contrario, asumían que el objetivo
de los mismos era paliar el sufrimiento originado en la no correspondencia
entre corporalidad e identidad. Desde la perspectiva de los/as profesionales,
su éxito requería de una escucha atenta de las necesidades y deseos de los/as
pacientes. A diferencia de lo que sostenían muchos de los abordajes feministas
acerca de las cirugías estéticas, para los/as entrevistados/as no se trataba de
intervenciones estandarizadas, sino de prácticas que debían adaptarse a los
deseos de cada paciente para ser exitosas.
Los/as
profesionales afirmaban priorizar la necesidad subjetiva de cada paciente sobre
los imperativos estéticos vigentes socialmente. Para estos/as profesionales,
las intervenciones quirúrgicas solicitadas por la población trans respondían a
una necesidad existencial profunda. En este punto también se distanciaban de
las nociones sostenidas por las producciones feministas que las entendían como
experiencias de disciplinamiento en el marco de un régimen regulatorio de los
cuerpos propio de la modernidad. Vale destacar que ni los/as profesionales
entrevistados/as ni las producciones feministas relevadas para este trabajo
entendieron al uso de las tecnologías biomédicas disponibles como formas de
experimentación corporal y placer, como sí lo hizo la propuesta queer de Paul B. Preciado (2008; 2009).
Otra
continuidad a subrayar es que tanto en algunas producciones del campo de
estudios feministas y de estudios de género como en el campo médico, las
intervenciones quirúrgicas de carácter irreversible solicitadas por la
población trans suscitaron temores y sospechas. En los debates feministas de
los setentas ―replicados luego en algunas expresiones del campo de estudios
feministas de la década del noventa que en la actualidad se reeditan de la mano
del activismo TERF (Trans-Exclusionary
Radical Feminist) ―, una de las principales sospechas hacia las prácticas
de construcción corporal trans señalaba el reforzamiento del binarismo. Por su
parte, las sospechas que aun hoy persisten en el campo médico se centran en el
posible riesgo de arrepentimiento.
Las
coincidencias en la mirada de sospecha hacia los deseos de construcción
corporal de las personas trans en uno y otro campo de saber se vinculan con el
problema de la autenticidad, motivo por el cual pueden ser entendidas como
formas cisexistas de concebir los deseos de construcción corporal de las personas
trans (Serano, 2007). Todo ello permite destacar las continuidades que pueden
atravesar dos campos a priori radicalmente distintos, como lo son el campo de
estudios feministas y el campo clínico-quirúrgico. Esta continuidad redunda en
una limitación de la autonomía de decisión de las personas trans sobre sus
cuerpos y sus vidas, así como en una regresión en sus derechos conquistados.
Cabe
señalar que también existen continuidades entre los/as discursos de algunos/as
profesionales de salud y algunas producciones feministas que reivindican el
acceso de las personas trans a las tecnologías biomédicas de construcción
corporal como parte del ejercicio de autonomía de decisión sobre sus propios
cuerpos. Ese sector de profesionales entende al riesgo de arrepentimiento como
una posibilidad más dentro de las múltiples consecuencias que las
intervenciones quirúrgicas podrían tener en las vidas de las personas trans,
tal como cualquier práctica o intervención quirúrgica realizada por una persona
cisgénero.
Reflexiones
finales
El
presente trabajo se propuso poner en diálogo al campo de estudios feministas y
estudios de género con el campo médico. El análisis realizado permitió
identificar una serie de continuidades en las coordenadas que guían los debates
presentes en dos campos a priori radicalmente distintos en sus prácticas,
objetivos y quehaceres. En virtud de lo desarrollado, es posible afirmar que no
es su inscripción en uno u otro campo lo que permite explicar la presencia de
discursos de sospechas o temores culturales frente a las prácticas de
construcción corporal desarrolladas por la población trans. En ambos campos hay
posturas que sostienen la autonomía de decisión de las personas trans, así como
hay posicionamientos que la limitan amparándose en el argumento del cuidado del
cuerpo y la salud o bien en el de la emancipación.
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[1] Instituto de Investigaciones Gino Germani -
Universidad de Buenos Aires, Argentina . Correo electrónico:
anahifarji@hotmail.com
[2] Investigaciones
desarrolladas en el marco del Programa del Doctorado en Ciencias Sociales de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de una beca
doctoral y posdoctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas.
[3] En 2016, el Ministerio Público de la
Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizó un relevamiento de las
condiciones de vida de la población trans de dicha jurisdicción. De un total de
202 encuestados/as, 169 eran travestis y
mujeres trans y 33 eran hombres trans.
Los resultados de la encuesta arrojaron que entre travestis y mujeres trans, un 86,4% se había realizado alguna
intervención corporal. De estas, un 69,4% había realizado un tratamiento
hormonal, un 72,1% se había inyectado siliconas, un 59,2% se había colocado
implantes (en su mayoría mamarios) y un 6,1% se había realizado una
intervención quirúrgica genital. De la población de hombres trans, un 87,9% se había realizado alguna intervención de
modificación corporal. De ellos, el 96,6% había realizado un tratamiento
hormonal, el 48,3% se había realizado una mastectomía o cirugía de
masculinización de tórax y un 6,9% había accedido a una intervención quirúrgica
genital (Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, 2017).
[4] La formación de los/as profesionales de dicha especialidad se divide en dos grandes áreas: cirugía reparadora y cirugía plástica estética. El programa de la Residencia de Cirugía Plástica Estética y Reparadora del Hospital Nacional “Profesor Alejandro Posadas” (2014), documento avalado por el Ministerio de Salud de la República Argentina, afirma que la primera “reconstruye defectos congénitos, lesiones o heridas provocadas por traumatismos, postquirúrgicas, secundarias a patologías previas, tumorales, quemaduras y tiene como finalidad recuperar o restablecer función y apariencia alterada. De esta manera se busca la mejoría en la calidad de vida del paciente y su vida de relación familiar y/o social” (2014, p. 4). La segunda, por su parte, “modifica aspectos del contorno corporal relacionados a rasgos faciales, corporales o relacionados con el paso del tiempo. Tiene como finalidad mejorar la imagen corporal del paciente y obtener embellecimiento” (2014, p. 4).