Resumen
Legitimando la existencia de un sistema patriarcal, Estado y sociedad
han pretendido despojar a las mujeres que ejercen prostitución de la autonomía
sobre sus cuerpos, bajo un imaginario que las coloca como dispositivos
profanos, hechos para el placer de los otros y en los cuales inscribir
narrativas de violencia, abuso y control. El presente artículo emerge del cruce
de perspectivas teórico metodológicas pertinentes al campo de los derechos
humanos, la sociología y el feminismo. Las categorías de análisis
"cuerpo" y "agencia" son analizadas desde una perspectiva
de derechos humanos y género, lo que posibilita entender la transacción
económico-erótica desde un marco de ejercicio desigual de poder sostenido en
estructuras que juegan en contra del desarrollo de agencia para gestionar el
cuerpo. El objetivo del estudio fue indagar sobre las experiencias que respecto
a lo antes señalado viven mujeres que ejercen la prostitución, así como las estrategias
que implementan para la gestión en una transacción en la que no solo sus cuerpos
sino sus voluntades pretenden comprarse. Se trató de una investigación
cualitativa en la que se entrevistó a cinco mujeres que ofertan sus
"servicios" por internet. Las narrativas evidencian los desafíos que
conllevan la gestión del cuerpo y las herramientas de agencia que implementan para
procurar las mayores condiciones de seguridad y salud posibles en el contexto
de la prostitución. Sus narrativas evidencian el esfuerzo que hacen para desplegar
agencia frente a los riesgos que la prostitución conlleva, así como la
existencia de una cultura patriarcal que entiende sus cuerpos como territorios
sin límites para todos los tipos de violencia, eróticos y repulsivos, deseables
y odiados.
Palabras
clave: derechos humanos, cuerpo, agencia, sexo servicio
Abstract
Legitimizing
the existence of a patriarchal system, State and society have tried to strip
women who exercise prostitution of autonomy over their bodies, under an
imaginary that places them as profane devices, for the pleasure of others and
in which it is to register narratives violence, abuse and control. This
article arises from the interaction methodological theoretical perspectives
typical of the field of human rights, sociology and feminism. The
"body" and "agency" analysis categories were analyzed from
a human rights and gender perspective, which make it possible to understand the
economic-erotic transaction from a framework of unequal exercise of power
sustained in structures that work against the development of agency on the
body. The
objective of the study was to inquire about the experiences that women who
practice prostitution live in regard to the aforementioned, as well as the
strategies they implement for management in a transaction in which not only
their bodies but their wills are intended to be bought. It was a qualitative
investigation in which five women who offered their "prostitution
services" on the Internet were interviewed. The narratives show the
challenges that body management entails and the agency tools they implement to
ensure the greatest possible health and safety conditions in the context of
prostitution. Their
narratives show the effort they make to deploy agency against the risks that
prostitution entails, as well as the existence of a patriarchal culture that
understands their bodies as territories without limits for all types of
violence, erotic and repulsive.
Keywords: human rights, body, agency,
sex service
recepción:6 de septiembre de 2019/ aceptación:13 de enero
de 2020
Introducción
En el sistema-mundo
actual (Wallerstein, Miliband
y Giddens, 1991) los derechos sexuales y
reproductivos se identifican como una necesidad insatisfecha, enmarcados en políticas
centralizadas más en el control de la reproducción que en el interés de potenciar
la agencia de las mujeres sobre sus cuerpos y sexualidades (García, 2015); en
el contexto antes descrito, el Estado patriarcal poco o nada reconoce el hecho
de que las mujeres en su diversidad, enfrentan distintos retos en torno a la
gestión de cuerpos que aunque físicamente les son propios, socialmente les han
sido expropiados, el más claro ejemplo de lo anterior ocurre con aquellas que desde
una aparente "voluntariedad" ejercen la prostitución.
Hablar de
mujeres en el ámbito de la prostitución, implica reconocer dicha actividad
inscrita en un sistema de organización patriarcal que maquina
de manera creativa y permanente nuevas formas de opresión de las mujeres
(Amorós, 2005), y en donde la prostitución emerge como una forma moderna de
esclavitud, configurándose en una de las estrategias más poderosas de la
sociedad neoliberal para perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres (Kraus y Maier, 2016).
La
prostitución es una práctica que reivindica valores patriarcales, en tanto
coloca y recoloca a las mujeres como cuerpos sujetos de uso y explotación, si éstas
no son usadas con fines reproductivos o como dadoras de cuidado, lo serán con
fines sexuales (Ekman, 2014). Sostenida en un imaginario
patriarcal, la relación que se despliega en la transacción económico-erótica,
resulta muy lejana a la relación horizontal y libre que se establece entre
quien oferta y paga un servicio de cualquier naturaleza que no sea sexual, contrario
a lo anterior, la prostitución tiene lugar en un escenario que reivindica la opresión
de las mujeres, en el que los hombres pagan no solamente para la celebración de
un encuentro sexual, sino por la posibilidad de ejercer poder sin límite sobre
cuerpos que son reconocidos dignos de todo tipo de violencias, finalmente desde
el pensamiento patriarcal, las mujeres que usan su sexo para fines distintos a la
reproducción, son indignas (Cobo, 2019).
En
un contexto como el que se ha descrito y con base en el reconocimiento de una
serie de desigualdades tangibles y simbólicas implícitas en el ejercicio de la
prostitución, surge la motivación de explorar las experiencias
que respecto al desarrollo de agencia para la prevención y contención de
riesgos viven mujeres que ejercen la prostitución a través de anuncios online.
Marco
teórico
Los derechos sexuales
y reproductivos (en adelante DSyR) de las mujeres en
general, se inscriben en un escenario adverso de larga data, de ahí que, pese a
los esfuerzos orientados desde el derecho internacional en materia de derechos
humanos, este tipo particular de derechos figuren como parte de la agenda
pendiente en la mayor parte del mundo. La situación se torna aún más grave, cuando
se alude a los DSyR de mujeres que ejercen la
prostitución, cuyos cuerpos no son vistos como vulnerables (o más bien vulnerados),
sino como dispositivos lúdicos para la recreación y el ejercicio de dominación
de los hombres, bajo la tutela de Estados que desde una perspectiva patriarcal,
piensan que su responsabilidad en torno a la prostitución está circunscrita en
determinar las condiciones en que las prostitutas deben insertarse en lo que se
ha denominado "trabajo sexual".
Las leyes
en materia de salud en algunos de los estados del territorio mexicano,
puntualizan la importancia de la vigilancia sanitaria en quienes ejercen
prostitución, la finalidad de esta legislación es siempre la de "proteger
la salud poblacional", para hacerlo delega al municipio y autoridades
sanitarias funciones para ubicar las zonas de tolerancia y proporcionar
asistencia médica gratuita y sin discriminación a quienes ejercen la
prostitución. En el contexto antes señalado es pertinente puntualizar que el
capítulo dedicado a la prostitución en esta ley tiene claros sesgos
discriminatorios, mismos que aportan al imaginario de que este grupo es
portador "de hecho" de Infecciones de Transmisión Sexual (en adelante
ITS), en tal sentido, les obligan a registrarse ante los Servicios de Salud en
el Estado y someterse a exámenes médicos con periodicidad, de igual manera, en
esta ley se especifica que habrá una sanción a quien teniendo conocimiento de
que padece alguna ITS contagie a otra, sin puntualizar si esto es aplicable
para toda la población o se dirige sólo a quienes ejercen la prostitución. Además
del examen médico obligatorio, las prostitutas deben someterse a un examen
extraordinario si son denunciadas por padecer alguna enfermedad infecciosa y
transmisible, y están obligadas a portar siempre su constancia de registro
sanitario. Otra de las obligaciones impuestas es poner en práctica los cuidados
sanitarios prescritos y es la autoridad sanitaria quien deberá proveer los
útiles indispensables para cumplir con esas prescripciones. Con todo lo
anterior queda más que evidente que el Estado concibe estos cuerpos como
indeseables pero controlables, en tanto se nota su compromiso por garantizar la
protección para la salud de quienes pagan por violentarles, ignorando en función
de su limitada perspectiva, que la insistencia por el no uso del preservativo
proviene del "cliente" y no de una resistencia de quienes son
consideradas de facto "sujetos de riesgo".
Los derechos sexuales son
base para la consecución de la salud integral como derecho de toda persona, sin
embargo, se olvida que para garantizar este derecho es preciso reconocer las
diferencias que coexisten entre las corporalidades (Valenzuela y Villavicencio, 2015), no es lo mismo
encarnar el cuerpo de un hombre que el de una mujer, toda vez que estos son generizados como masculinos y femeninos, y son inscritos
además en términos de raza y clase, categorías que también aportan a la
discriminación con base en el pensamiento patriarcal (Valenzuela y
Villavicencio, 2015). En el contexto antes descrito, se soslaya el que las mujeres han
padecido una desigualdad histórica basada en el inacceso a sus cuerpos, en
tanto se deja de nombrar el despojo de su autonomía sobre la base material de
su subjetividad, que es la corporalidad. Bajo esa mirilla, la acción higienista
y moralizante opera no solo a nivel de control de riesgo, sino también, por
citar un ejemplo, de control de la natalidad. Ha sido el Estado patriarcal
quien autoriza, bajo el derecho como discurso legítimo, cuándo, cómo y para qué
se gestiona el cuerpo de las mujeres (Federici,
2004).
Por
otra parte, aunque actualmente el acceso de las mujeres a la salud ha sido
reconocido a nivel nacional e internacional como un derecho humano fundamental,
la realidad es que quienes ejercen la prostitución se muestran limitadas para acceder
a este derecho insertas en contextos en los que su [simulado] "acceso a la
salud" ocurre bajo una mirada de regulación estatal y no propiamente como
sujetas de derechos (Tlahuice y Luna, 2016).
Los riesgos que enfrentan quienes
ejercen la prostitución, no se limitan a las ITS, incluyen también y muchas veces
con finales más catastróficos, el riesgo de violencia en sus distintas
modalidades e incluso el feminicidio. Lo más grave es que las agresiones que estas
mujeres viven, e incluso sus muertes, son invisibilizadas
desde perspectivas moralizantes que criminalizan a quienes encuentran en la
prostitución una forma de sobrevivencia (Alcocer Perulero, 2014). Las
violencias que padecen son siempre juzgadas bajo el tamiz de prácticas y
creencias en torno a lo que debería de ser el comportamiento de las mujeres, de
ahí que como apuntábamos, aquellas que han padecido algún tipo de violencia y
deciden denunciar ante las instancias, se topan con los prejuicios de quienes
operan el derecho, los cuales reproducen el orden patriarcal al referirles, por
ejemplo, en los casos de denuncias de violación, que no es posible que las hayan
violado siendo prostitutas, asumiendo que ejercen la prostitución porque “les
gusta el sexo” o “porque lo disfrutan”, o en aquellos feminicidios donde estos
mismos jueces señalan que las mujeres fueron torturadas sexualmente o mutiladas
por dedicarse al sexo servicio, como si dicha condición implicase una
autorización para despersonalizarles y ultrajarles.
En el contexto anterior y
acotando a teorías sociológicas que describen la complejidad implícita en la
agencia humana para predecir, identificar y confrontar los riesgos; es preciso
reconocer la existencia de condicionantes estructurales, sociales y culturales
que pese al contexto adverso, posibilitan que en el performance de la prostitución, estas mujeres estén en posibilidad
de implementar estrategias que reduzcan su vulnerabilidad, lo que Giddens (1996, pp. 58-65) refiere como el desarrollo de una
agencia frente a riesgos que se tornan "cotidianos".
Giddens (2011, p. 278) emplea el término
“agente” para referirse a las personas capaces de realizar una serie de
conductas aprendidas en un espacio-tiempo delimitado, cuyo sentido es
precisamente confrontar una serie de circunstancias sobre las cuáles se ha
desarrollado conciencia. Cuando las personas son capaces de desplegar frente a
una circunstancia específica, un comportamiento previamente estructurado a
manera de proceso, entonces se habla del desarrollo de agencia. Lo anterior da
pauta para entender que el comportamiento humano está basado en acciones que
tienen relación con el propio contexto, tales prácticas en lo cotidiano se ven
impulsadas por una intención de "querer hacerlas" o "tener que
hacerlas", también porque se observan realizadas por otras personas dentro
de un espacio-tiempo que se comparte.
Sin
embargo, para la realización de un acto no es suficiente la intención de quien
lo realiza, toda vez que la intencionalidad se ve afectada por la presencia de relaciones
de poder, en el caso específico de la prostitución habrá que tomar en
consideración que lo que está sobre el escenario es la interacción entre dos
personas, una de estas ejerciendo su poder corporal sobre la otra, pero no solo
esto, esta persona también está tratando de colonizar y mandatar la voluntad de
la que considera subordinada. Es pertinente citar a Foucault (1999, p. 140) para
profundizar en lo anterior, quien paga por dominar busca en el fondo
disciplinar el cuerpo subalterno, porque en función de ser femenino aparece en
su imaginario como moldeable, sabiéndose inserto dentro de un contexto cultural
que posibilita usar a las mujeres como objetos y en tal sentido desapropiarlas
de su autonomía. Este sentido de apropiación del cuerpo subalterno, supone lo
que Foucault (2009) entendía como biopolítica, es
decir, este disciplinamiento y apropiación del cuerpo
expresa una relación de poder (Foucault, 2009).
Ema
López no desestima lo propuesto por Giddens sobre que
la agencia es la capacidad de realizar una acción, pero en su propio concepto
la agencia no es una "capacidad" sino una "condición de hacer",
no es una propiedad de las personas sino “una
propiedad que emerge en las relaciones. La agencia es un mediador entre cursos
de acción, señala y construye una posición intermediadora.” (Ema López, 2004).
Metodología
Se realizó una investigación
de tipo cualitativa con diseño dialéctico. El
contacto con las mujeres se realizó de dos maneras, por muestreo
teórico/estructural y "bola de nieve". El primer tipo de muestreo se dio
a través de la revisión profunda de perfiles de mujeres que ofertaban servicios
de prostitución en línea a través de páginas web, aunque se trató de contactar
a cerca de diez mujeres, solo cuatro respondieron a la invitación. La quinta
informante fue invitada al estudio por otra de las participantes mediante lo
que en la investigación cualitativa se conoce como “bola de nieve”, desde un
principio se había considerado pertinente implementar esta segunda estrategia,
toda vez que está indicada para acceder a sujetos que se encuentran dispersos
y/o poco ubicables (Rosati y Chazarreta,
2017), esta última mujer se incorporó al estudio aun cuando ya no ejerce la
prostitución, debido a que cuando la ejerció fue dueña de una "casa de
citas" por lo que fue llevada presa por el delito de proxenetismo.
El
trabajo de campo realizado se procuró riguroso no solo en lo metodológico sino
también en lo ético, en este sentido, se cuidó la obtención rigurosa del
consentimiento informado, se garantizó la confidencialidad de la información y
se estuvo alerta para intervenir ante los riesgos que implica la exploración de
emociones.
La
información fue recolectada mediante entrevistas que se detonaron a partir de la
elaboración de una cartografía del cuerpo, ejercicio de autoexploración en el cual
mediante la expresión artística las informantes trazan su cuerpo, eligen los
colores, imágenes y símbolos que les representan y a partir de esto narran historias
que reflejan la autogestión que hacen de ellas mismas al prostituirse (Hernández, 2014). Con esta
técnica se pueden hacer evidentes las agresiones que sufre el territorio y cómo
se vive desde el cuerpo la prostitución (Cruz, Vázquez, Ruales, Bayón y García, 2017,
p. 34).
Caracterización de las informantes
Las informantes fueron
cinco mujeres potosinas mayores de edad, de diversa escolaridad y que al
momento del estudio ofertaban servicios de prostitución por internet. En la
tabla no. 1 pueden apreciarse con mayor detalle algunas de sus características
sociodemográficas.
Tabla no. 1. Caracterización sociodemográfica
de las informantes
Nombre De informante |
Edad |
Escolaridad |
Modalidad en ofertar sexoservicio |
Servicio de salud al que acude |
Situación familiar |
Carmen |
41 |
Primaria completa |
Independiente, servicio a
moteles |
Privado |
Madre, soltera, sus hijos ya
no viven con ella |
Rocío |
S/D |
Maestría |
Independiente, servicio a
moteles |
PREVENIMS/ Privado |
Soltera, sin hijos |
Cristal |
33 |
Preparatoria completa |
Independiente, renta una
casa |
Público (CAPASITS) |
Casada, madre de hijos
menores de edad que viven con ella |
Lupita |
30 |
Secundaria completa |
Ya no lo ejerce, antes fue
dueña de una casa de citas |
Público |
Casada, madre de hijos
menores de edad que viven con ella |
Mariel |
31 |
Licenciatura |
Independiente, servicio a
moteles |
Público (CAPASITS) |
Madre jefa de familia, con
hijos menores de edad que viven con ella |
Fuente: Directa,
entrevistas realizadas
Resultados y discusión
Controlar el cuerpo
Para
resultar atractivas
Las mujeres reconocen
su cuerpo como un implemento de trabajo que se construye en función del
imaginario masculino, bajo una serie de estándares que prescriben lo que es
atractivo para el consumo de los cuerpos, es por esto que procuran implementar
sobre su cuerpo una serie de prácticas que les posibiliten proyectarse lo más
semejante a la imagen que construye el imaginario patriarcal sobre las mujeres.
El construirse atractivas corresponde a un eje de disciplinamiento
que busca reproducir prácticas en torno a cómo debieran ser y verse "las mujeres para el consumo
masculino" (Sossa, 2011). Carmen dice que estos cuidados son parte del compromiso que
adquiere al comerciar su cuerpo, “No
ingiero alcohol, refrescos o harinas. Debo comer y dormir bien” (Carmen).
El
control de los cuerpos no se despliega exclusivamente en el encuentro sexual,
sino que de manera permanente, los imaginarios
patriarcales dictan los estilos de vida que estas mujeres llevan para estar en
condiciones de participar de la prostitución. Es el imaginario patriarcal y falocéntrico el que determina la estructura que sus cuerpos
deben tener. Éste hallazgo resulta relevante en medida que evidencia cómo la
prostitución no es una actividad transitoria sino que
se instituye como identidad (Formoso, 2013). El biopoder que subyuga de manera permanente el cuerpo de estas
mujeres los despersonaliza al colocarlos en un plano legítimo para que los
hombres ejerzan sobre estos diferentes tipos de violencia (Millet,
2010).
Otras
informantes mencionaron que la búsqueda de encajar en un patrón "de
mujeres deseables" no se limita a la fisonomía
sino que incluye aspectos propios de carácter y comportamiento, toda vez que los
imaginarios patriarcales muestran un interés particular por infantilizarlas, y
en función de esto, desean en ellas el despliegue de actitudes de debilidad y
subordinación. Lo anterior se evidencia en los relatos de Cristal y Carmen, la
primera haciendo referencia a que a los hombres no les gustan "las mujeres
reales", la segunda dejando ver que los hombres prefieren que se les haga
creer que ellos son fuertes y "tienen el poder".
“Los
hombres creen que las mujeres siempre nos debemos ver bien, pero no les gusta
conocer a la verdadera mujer que somos”. (Cristal)
“Se
tiene la idea de que a la mujer hay que protegerla ya que es la cabeza de la
vida, la que concibe, pues hay que ser eso”. (Lupita)
El hecho de que los hombres busquen controlar no sólo los cuerpos
materiales sino incluso sus identidades, encuentra explicación en los aportes
de Gómez, Pérez y Verdugo (2016) y Meneses (2010), que argumentan cómo en la
transacción económico-erótica, se busca más que la experiencia de un encuentro
sexual, la posibilidad de ejercer una relación de dominación sobre la mujer,
reiterando en la mujer por la que se está pagando, la superioridad y el poder
que se pretende "natural" en el hombre. El acceso a los cuerpos de
las mujeres les permite ejercitar un modelo de masculinidad hegemónica, que
encuentra en estos ámbitos, procesos de afianzamiento. Cobra especial
relevancia lo que Burín (2007) discute en torno al contexto actual que
atraviesan las masculinades hegemónicas, refiriendo que estas no encuentran los
correlatos que esperan en los comportamientos de las mujeres, por lo que para
ejercer poder sobre sus cuerpos y sus voluntades acuden a pagar por espacios de
dominación que les permitan afianzar y detentar un poder que asumen propio
"de facto", solo por ser hombres.
Para
dar "un buen servicio"
Las mujeres dicen
tener su cuerpo bajo un control que les es propio, y así como acondicionan su
cuerpo para ser atractivas, acondicionan su mente para distanciarse de la
intimidad que implica el encuentro sexual con desconocidos, lo que hacen
básicamente por dos razones, para que quien paga no se desmotive frente a un
estado anímico negativo, y también y quizá principalmente, para no personalizar
las agresiones que los hombres ejercen durante el encuentro sexual. Lo anterior
se evidencia en las siguientes narrativas:
“Lo que más conozco de mi
cuerpo es la mente ya que mira yo sé cómo engañarme para que las cosas
resulten, como si no pasara nada, y eso trae muchos beneficios”. (Rocío)
La
salud mental es un ámbito de riesgo históricamente invisibilizado en las
políticas construidas en torno a la prostitución, cuando se aborda generalmente
se reconoce como una realidad solo para quienes son víctimas de trata y jamás
en mujeres que lo ejercen en aparente voluntad (Jackson,
Bennett y Sowinski, 2007, p. 267).
Las violencias, eventos traumáticos o conflictos no resueltos
derivados del ejercicio de la prostitución, merman su percepción de bienestar de
igual forma que las imposibilitan para establecer vínculos intímos en sus
contextos personales. Desarrollarse dentro de un ambiente en el que se asumen
en constante alerta y peligro, les desequilibra emocionalmente a corto y largo
plazo, pues en la búsqueda de convivir
con el riesgo al menor costo posible para su salud mental, despliegan
estrategias que sostenidas de manera cotidiana representan un riesgo para el
desarrollo de psicopatologías. Lo anterior sucede con la implementación de
estrategias de despersonalización, lo cual ya ha sido discutido como un riesgo
para esta población específica por Vanwesenbeeck (2005). La despersonalización en
el caso específico de la prostitución se desarrolla derivada del agotamiento
emocional y el estrés (Cruzado, Nuñez y Rojas, 2013) y aunque es una estrategia
de afrontamiento eficaz a corto plazo, sostenida a través del tiempo afecta la
capacidad de agencia, coloca a las mujeres distantes de los sucesos que
acontecen en sus cuerpos, evadiendo con la mente los riesgos, en lugar de
afrontarlos y resolverlos (Marsollier, 2013).
Kraus y Maier (2016) hablan de la disociación como un mecanismo de
defensa al que recurren quienes ejercen la prostitución, su finalidad es paliar
los altos niveles de estrés que resultan de establecer intimidad con personas
con quienes carecen de vínculos, al respecto, Farley
(2003) explica que las mujeres que se ven obligadas a vincularse sexualmente
con personas que no les significan un vínculo, comienzan a ver sus psiques y emociones
diferenciadas de sus cuerpos materiales, lo que deriva en un dolor físico pero
también espiritual. Farley (2003) señala también que
otras mujeres logran por algún tiempo separar sus relaciones sexuales "de
trabajo" de las que sostienen con quienes tienen un vínculo romántico, sin
embargo, muchas terminan por contemplar a su pareja como uno más de sus
clientes, lo que conlleva la posibilidad de rechazarle, exponerse a una retraumatización u olvidarse de vivir relaciones sexuales
placenteras, finalmente han aprendido a vivir el acto sexual como una
experiencia en la que no logran conectar sus mentes o emociones.
Para
generar confianza
Las mujeres entienden
la higiene del cuerpo como una obligación con la que deben cumplir para
inspirar confianza en los hombres, no como una práctica que responda a un enfoque
de prevención de infecciones sino sustentada en los prejuicios que de antemano
saben que la sociedad hace sobre sus cuerpos.
“Procuro
ser muy limpia en la higiene personal, usar cremas, jabones de baño con olores
agradables” (Mariel). Con lo anterior se hace evidente cómo estas mujeres asumen
los prejuicios morales que socialmente se construyen sobre sus identidades,
habla de cuerpos que no son limpios hasta tener encima perfumes y jabones que
lo hagan evidente, toda vez que son cuerpos construidos desde la perspectiva de
otros y no desde lo personal.
Los
cuerpos para ser deseables deben someterse a un conjunto de prácticas que se
les han comunicado “necesarias” a partir de discursos patriarcales que encuentran
complicidad con un Estado que legitima la existencia de un sistema patriarcal que
posibilita la explotación sexual en un completo estado de impunidad, un Estado
que parece más preocupado por garantizar a quienes buscan ejercer dominación
mediante el sexo, la disponibilidad de mujeres en condiciones salubres y libres
de enfermedad; que por la salud de mujeres que para subsistir deben tolerar una
relación sexual fundamentada en la violencia (Tlahuice
y Luna, 2016).
Para sentirse menos vulnerables
En los análisis
teóricos feministas y en las políticas del siglo xxi, predominan dos posturas que dan lectura al fenómeno de
la prostitución, la reglamentarista y la
abolicionista. La reglamentarista considera que la ausencia
de reconocimiento jurídico de la prostitución como “trabajo”, es causa y
consecuencia de la violación de derechos de quienes la ejercen, en dicho
sentido, considera que la solución es reconocer los derechos laborales de
quienes la ejercen y asume que las mujeres que se prostituyen lo hacen
libremente y en ejercicio de su autonomía. La perspectiva abolicionista, por su
parte, entiende la prostitución (incluso la pornografía) como una forma de
explotación y violencia sexual de quienes se ven “obligadas” a ejercerla,
manifestándose a favor de la desaparición de tal práctica (Heim,
2006).
El
reglamentarismo busca el reconocimiento del “trabajo
sexual” en tanto reconoce la transacción económico-erótica como una actividad remunerativa
que implica un acuerdo entre personas adultas, sin perjuicio a terceros y que
significa una fuente de ingresos para quien lo ejerce (Juliano, 2007, p.32). El
abolicionismo por su parte, señala que la prostitución no emerge como una
opción sino de la falta de opciones, consecuentemente, las condiciones de su
ejercicio transcurren invariablemente en contextos en lo que quienes la ejercen
están limitadas para la toma de decisiones (Salazar y
Curiel, 2019).
Los
hombres acuden a la prostitución porque es ahí donde se les permite, sin
restricción, someter a una mujer no sólo a sus deseos sexuales sino en general a
sus deseos de ejercicio de poder (Gómez, Pérez y Verdugo,
2016), es precisamente este escenario el que dota de complejidad el
despliegue de la agencia de las mujeres frente a los riesgos que implica la prostitución.
Las
mujeres dicen establecer límites y condiciones en el uso que los “clientes”
hacen de su cuerpo, aunque reconocen que hacerlo les expone a nuevos riesgos.
Poner reglas sobre las condiciones del encuentro constituye un desafío para la
dominación que los hombres buscan ejercer, contradecir estas condiciones resulta
excitante y una oportunidad ideal para demostrar quién tiene el poder, y a
partir de esto ejercer distintas modalidades de violencia.
Sobre
los límites que las mujeres priorizan, destaca el negar la posibilidad de
besarles la boca o tocar sus pechos, restricciones que narran gestionadas de
manera exitosa, contrario a lo que sucede respecto a la gestión que hacen para
obligar al uso del condón, lo anterior puede leerse en la siguiente narrativa.
“A muchas no nos gusta dar besos en la boca y
los clientes suelen tener poca cultura del uso del condón, y eso es machismo.
Para mí su uso es obligatorio, aunque me quieran pagar más por hacerlo sin
condón”. (Cristal)
Las razones que
influyen en que las mujeres cedan a dejarse penetrar sin condón, incluyen desde
el miedo de ser violentadas hasta la necesidad de obtener ingresos. Numerosos
estudios han mostrado que negarse a satisfacer a los hombres, expone a quienes
ejercen la prostitución a mayores condiciones de violencia (Gastelum,
2017), otra razón es la existencia de una competencia considerable en el ámbito
de la prostitución, son más buscadas y mejor pagadas aquellas que no
condicionan el encuentro sexual al uso del condón (Capelo, 2015).
En este
contexto desalentador, el hecho de que las mujeres puntualicen poner límites en
el acceso a sus cuerpos puede ser explicado en la necesidad de pensarse
autónomas y menos vulnerables en un ejercicio sexual que de antemano se sabe
misógino.
Proteger el cuerpo
Para
evitar infecciones
La conciencia y
gestión que las mujeres hacen para que los hombres utilicen el condón, evidencia
la existencia de agencia frente a los riesgos biológicos que enfrentan
cotidianamente, en tanto representa un indicador de la escasa autonomía que conservan.
En
contraste con las representaciones que circulan en la sociedad, estas mujeres
han desarrollado una conciencia sobre el riesgo de las ITS, por lo que les resulta
deseable usar condón, independientemente de las características de los hombres
con que se relacionan. Contrario a ellas, sus “clientes” parecen no haber desarrollado
percepción sobre el mismo riesgo, son quienes pagan por el encuentro sexual los
que con frecuencia implementan estrategias para lograr que estos encuentros
acontezcan sin el uso del condón, en un ejercicio de dominación sobre la
autonomía y voluntad de las mujeres.
Para
ejemplificar la conciencia que las informantes han desarrollado sobre el uso
del preservativo, baste leer la narrativa que construyen Rocío y Lupita.
“Mira siempre cargo con
ella, esta es mi bolsa donde guardo condones y lubricantes que uso en el
trabajo, porque eso sí ¡no tengo ninguna relación sin condón!, en las farmacias
te venden las cajas grandes y a veces saben para que las quieres”. (Rocío)
“Cuando estaba en la casa
de citas pues siempre era obligatorio el condón y los baños”. (Lupita)
Llamó la atención de
manera particular la siguiente narrativa, porque evidencia como es que estas mujeres
se reconocen con una mayor capacidad de gestionar el condón que “las esposas”,
también porque la frase “procuramos”
pone en evidencia que esta gestión no es siempre exitosa.
“De hecho muchas parejas
casadas son las que portan esas infecciones por la falta de uso de condón
porque nosotras en el trabajo procuramos siempre usar condón”. (Rocío)
Para "estar en condiciones de trabajar"
En la sociedad
circulan imaginarios que fortalecen el estigma asociado a la prostitución, entre
estos, uno de los que mayor peso tiene es el que se refiere a las condiciones
de insalubridad que poseen quienes ejercen la prostitución, situación que las
configura como un riesgo latente para la salud pública. Lo que pudo documentar
esta investigación al respecto, es que estas mujeres procuran tener evidencia
de un estado de salud favorable, no sólo para ejercer la prostitución sino en
general para su propio bienestar.
Las cuatro mujeres que ejercen la prostitución,
refirieron acudir de manera regular al Centro
Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión
Sexual (CAPASITS), una narró
asistir también a PREVENIMSS. Quienes refirieron acudir a CAPASITS mencionaron
que las actividades que reciben en este centro se focalizan en un protocolo de
seguimiento, como parte de éste se les realizan estudios de laboratorio para la
detección de ITS tales como VIH, hepatitis, gonorrea y sífilis; de igual manera
se les ofertan pláticas para la prevención de las mismas.
“En
el CAPACITS te dan pláticas sobre riesgos de VIH y sífilis, son 2 pláticas y te
dan el carnet si vas a revisiones mensuales y cada 3 meses a pruebas de VIH,
pero ya no tengo mi carnet aunque sí voy al centro de
salud”. (Lupita)
Aunque las acciones
que reciben dentro del CAPASITS parecen más de control epidemiológico que de
procuración de la salud, se dijeron satisfechas con la atención, incluso cuando
esta tiene carencias importantes, por ejemplo, no contempla la toma de Papanicolaou
dentro de un país en el que el cáncer cervicouterino figura
como la segunda causa de muerte en las mujeres.
La
siguiente narrativa evidencia cómo aunque los
servicios de salud no implementen un protocolo completo, la oferta de servicios
a través de organizaciones de la sociedad civil también contribuye a la salud
sexual y reproductiva de estas mujeres.
“Ahí nos tratan bien (en
CAPACITS) y tienen protocolo de atención, primero te pasan con la trabajadora
social y luego con la doctora, pero esa doctora sólo te remite a otro centro de
salud y no te hace el Papanicolaou. O te manda con la enfermera, quien es muy
amable y paciente. Ya tiene años ese centro de salud y una vez me tocó ir a una campaña de salud que hicieron con Mexfam”. (Cristal)
Es claro cómo los
servicios de salud contemplan importantes ciertos riesgos, en tanto, ignoran otros
de igual o mayor relevancia, esta priorización de los riesgos parece sostenida
en una perspectiva moral que concibe lo que nombran como “trabajo sexual”, más
como un riesgo para la sociedad que como una situación que vulnera la salud
integral de estas mujeres.
Las
propias mujeres reconocen las limitaciones de esta perspectiva e implementan
estrategias que les posibilitan acceder a una atención de salud más completa, ya
sea acudiendo a otros servicios del Estado o incluso costeando atención médica
privada.
“Antes tenía problemas de tiroides y tuve que
bajar de peso, igual me hago chequeos ginecológicos en CAPACITS y PREVENIMSS”.
(Lupita)
“La protección de la salud es muy importante,
y frecuentemente me hago chequeos médicos en una clínica particular donde está
barato”. (Carmen)
Estas narrativas evidencian
dos cuestiones relevantes, por un lado, el hecho de que han desarrollado consciencia
sobre la responsabilidad individual y social de acudir periódicamente a valoración
clínica, por otro, la existencia de un Estado que desde un enfoque higienista y
biologicista, centra su interés en los genitales,
pretendiendo ignorar los riesgos psicosociales que este grupo enfrenta (Alcalá,
2019).
Defender
el cuerpo
Las estrategias que se
implementan para no respetar los límites que estas mujeres establecen sobre el
encuentro sexual son diversas, e incluyen prácticas de violencia física o
psicológica. Ejemplo de lo anterior es pedir a las mujeres que realicen fetichismos
u obligarles a escuchar sus deseos sexuales más ocultos.
“Hay clientes que les
gusta el sadomasoquismo o que tienen fetiches muy raros que a veces te sacan de
onda”. (Rocío)
“Un cliente una vez me
dijo que quería violar a una viejita, hay gente que se pone tus zapatos o que
dice que le gustan las niñas”. (Cristal)
MacKinnon (2011) afirma que la prostitución es el
espacio más riesgoso para las mujeres, toda vez que posibilita que impunemente sean
sometidas a todos los tipos posibles de violencia, con la complicidad de un
Estado que legitima un sistema patriarcal que permite que las mujeres sean
explotadas sexualmente, autoriza que sean despojadas de su autonomía, al mismo
tiempo que permite que sobre sus cuerpos se inscriban narrativas de deseo,
erotización y violencia que en otros cuerpos no es posible.
Es importante
poner el acento en lo anterior, pues ejercer la prostitución implica
enfrentarse al ejercicio de una sexualidad masculina que asocia el placer con
prácticas violentas, tales como el estrangulamiento y la tortura sexual. Los
datos sobre feminicidios en la región, en cuyos casos los perpetradores no
tenían una relación afectiva o de parentesco con la víctima, dan cuenta de la
creciente violencia sexual en el ámbito de la prostitución, de ahí que estas
muertes se señalen como responsabilidad de un Estado proxeneta que tolera la
violencia y explotación de las mujeres.
Según las
narrativas compartidas, los “clientes” encuentran excitante compartir historias
que reflejan su más intíma miseria y que por dicha naturaleza no pueden comentar
con personas en otros espacios. De esta manera, las obligan a ser depositarias
de sus más crueles perversiones, las cuales muchas de las veces expresan también
mediante sadismo.
Llama
la atención la jerarquización que respecto a los riesgos elaboran estas mujeres,
en tanto asumen algunos riesgos, otros no los toleran. Aunque les incomoda que
los hombres compartan sus fetichismos o perversidades sexuales, están
dispuestas a lidiar con los riesgos que para su salud mental esto implica,
contrario a la postura que asumen cuando la violencia que estos hombres ejercen
es de tipo físico, como puede darse cuenta en la siguiente narrativa.
“Hace 10 años cuando era
joven y trabajaba en una agencia nos contrataron para un servicio de
universitarios que se graduaban y cuando llegamos al hotel ya estaban muy mal y
borrachos, me acorralaron y bañaron de alcohol y me tuve que retirar, fue lo peor
que me ha pasado porque tuve mucho miedo”. (Cristal)
Experiencias como la
anterior, confirman lo que otros autores han señalado respecto a que en el
escenario de la prostitución no se paga por el encuentro sexual sino por erotizar
el poder, lo que erotiza no es el beso o la caricia sino el placer de violentar
el cuerpo que se concibe subordinado, dentro de un escenario que se reconoce
legítimo para hacerlo y en una práctica que se sabe de antemano impune (Salas,
2016).
Las
mujeres están conscientes de que la prostitución implica riesgos para su
integridad y aunque están insertas en un escenario que es difícil, complejo, violento,
lleno de competencia y prejuicios; contemplan importante solidarizarse. La
experiencia las ha llevado por caminos complicados, pero también les ha
obligado a desarrollar estrategias de resistencia y buscar alternativas de
cuidado que llevan a cabo dentro y fuera del ámbito de la prostitución.
“Hay
clientes abusivos, uno no quería usar preservativo y otro quería darle nalgadas a las chicas y tuve que echarle a la
patrulla, eran mis empleadas pero también mis compañeras”. (Lupita)
Una de las estrategias
que han encontrado es conformar redes de cuidado y defensa, en este contexto y sin embargo, las redes que han conformado no cumplen con
todas las funciones que debería cumplir una red de sororidad en el contexto de
la prostitución, dado que se centra en la defensa emergente de la integridad
física, dejando de lado el apoyo emocional e instrumental (Suárez, 2015).
Conclusiones
El objetivo de la
investigación fue explorar las experiencias
que respecto al desarrollo de agencia para la prevención y contención de
riesgos viven mujeres que ejercen la prostitución a través de anuncios online.
Los resultados documentan que las estrategias de gestión que implementan estas
mujeres, les demandan una gran cantidad de tiempo y energía, puesto que no se
circunscriben al momento del encuentro sexual sino que incluyen una serie de
rutinas que realizan en su vida cotidiana para resultar compatibles con
estereotipos patriarcales. La prostitución no se limita a una forma de
obtención de recursos monetarios sino que configura una identidad que las
coloca en una posición de mayor desventaja social.
Los resultados dan cuenta que la prostitución
transcurre rodeada de múltiples riesgos, tanto físicos como psicosociales, los
cuales son ignorados por un Estado patriarcal que solo implementa acciones dirigidas
a contener epidemiológicamente las ITS. Entre los riesgos que el Estado ignora
se encuentran como protagónicos aquellos con potencial de impacto en la salud
mental.
Aún cuando se entrevistó a mujeres que ejercen la
prostitución desde una aparente voluntad y sin la mediación de terceras
personas, se identificó que el nivel de agencia y la capacidad de gestión para
prever y contener los riesgos es insuficiente, ya sea porque no dimensionan de
manera clara el alcance que estos riesgos pueden tener, porque la desigualdad
de poder que impera en la relación de transacción es sumamente desventajosa, o
incluso porque sus condiciones de precariedad les llevan a preferir asumir una
serie de riesgos que de antemano conocen. De igual forma advertimos que a mayor
agenciamiento, las mujeres tejen estrategias de supervivencia y protección de su
integridad física y emocional.
No resta más que señalar la importacia de
continuar explorando sobre el tema, con el fin de generar evidencia que
documente cómo la prostitución es un escenario que no sólo promueve la violencia
sino que la legitima. Es necesario generar evidencia que posibilite argumentar
la impertinencia de regular lo que los Estados proxenetas se han empeñado en
denominar “trabajo sexual", puesto que regular esta forma de explotación
de las mujeres haría retroceder los avances logrados en materia de igualdad
sustantiva de género.
Bibliografía
Alcalá, P. (2019). El modus vivendi de las mujeres migrantes que llevan a
cabo actividades de comercio sexual en la frontera sur de México: el riesgo. Revista pluralidad
y consenso 9(39), 29-36. http://revista.ibd.senado.gob.mx/index.php/PluralidadyConsenso/article/view/582
Alcocer Perulero,
M.
(2014). Prostitutas, infieles y drogadictas, juicios y prejuicios de género en
la prensa sobre las víctimas de feminicidio: El caso de Guerrero, México. Antípoda, revista de antropología y
arqueología,
(20), 97-118. doi:http://dx.doi.org/10.7440/antipoda20.2014.05
Amorós, C. (2005). La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias para las luchas de las
mujeres. Madrid: Ediciones Cátedra.
Burín, M. (2007). Precariedad laboral, masculinidad,
paternidad. En M. burín, M. Jiménez Guzmán e I. Meler (Comp.), Precariedad
laboral y crisis de la masculinidad. Impacto sobre las relaciones de género (pp.
33-44). Buenos Aires: Universidad de Ciencias empresariales y Sociales
(UCeS).
Capelo, S. J. (2015). Incidencia de vaginosis bacteriana asociada al coito sin protección del
condón masculino en trabajadoras sexuales que acuden al Centro de Salud La Magdalena
de enero a septiembre de 2014 (Tesis de maestría). Universidad Central de
Ecuador.
Cobo, R. (2019).
Introducción. Pornografía y prostitución en el orden patriarcal: perspectivas
abolicionistas. Oñati Socio-legal Series, 9 (S1),
S1-S5. https://doi.org/10.35295/osls.iisl/0000-0000-0000-1000
Cruz, D., Vázquez,
E., Ruales, G., Bayón, M. y García-Torres, M. (2017). Mapeando el
cuerpo-territorio: Guía metodológica para mujeres que defienden sus territorios.
Quito: Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo.
Cruzado, L., Núñez, P. y Rojas, G. (2013). Despersonalización: Más que síntoma, un
síndrome. Revista de neuro-psiquiatría,
76(2), 120-125. https://doi.org/10.20453/rnp.v76i2.1194
Ekman, K. (2014). El ser y la mercancía:
prostitución, vientres de alquiler y disociación. La Habana: Editorial
Cenesex.
Ema
López, J. E. (2004). Del sujeto a la agencia (a través de lo político). Athenea digital. Revista de pensamiento e investigación
social, (5), 1-24,
https://doi.org/10.5565/rev/athenead/v1n5.114
Farley, M. (2003) Prostitution and
the Invisibility of Harm. Women &
Therapy 26(3/4), 247-280. DOI: 10.1300/J015v26n03_06
Federici, S. (2004). Calibán y la bruja:
mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid:
Traficantes de Sueños.
Formoso Araujo, C. (julio, 2013). Cuerpos heteronormativos y polvos plásticos:
transformaciones de los cuerpos y sus usos en la
industria pornográfica e imaginarios coitales postmodernos. XI Congreso Español de Sociología: Crisis y cambio,
propuestas desde la sociología. Federación Española de Sociología (FES) y la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid (UCM), España.
Foucault, M. (2009) Nacimiento de la biopolítica:
curso del Collège de France (1978-1979). Vol. 283. Madrid: Ediciones Akal.
Foucault,
M. (1999).
Estrategias de poder. Barcelona: Paidós.
García,
M. I. (2015). El control del crecimiento de la
población y las mujeres en México: organismos internacionales, sociedad civil y
políticas públicas. Revista Colombiana de Sociología, 38(2),
93-111. https://dx.doi.org/10.15446/rcs.v38n2.54886
Gastelum, D. (2017). ¿Puede ser
considerada como un derecho humano la prostitución?
Revista pluralidad y consenso. 7(31),
92-99
http://revista.ibd.senado.gob.mx/index.php/pluralidadyconsenso/article/view/403/389
Giddens, A. (1996). Modernidad y auto identidad. En J. Beriain (Comp.), Las
consecuencias perversas de la modernidad (pp. 33-72). Barcelona: Antrophos.
Giddens, A. (2011). La
constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración. Buenos
aires: Amorrortu.
Gómez Suárez, Á., Pérez Freire, S. y
Verdugo Matés, R. M. (2016). Dominación,
sexualidad masculina y prostitución en España: ¿por qué los hombres españoles
consumen sexo de pago?. Convergencia, 23(71), 49-174. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1405-14352016000200149&script=sci_arttext
Hernández Romero, L. C. (octubre, 2014). Formas de portar el cuerpo, un constructo social y contextual.
Conferencia presentada en la I Jornadas de género y diversidad sexual (GEDIS). Facultad de Trabajo Social.
Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Jackson, L. A., Bennett, C. G. y Sowinski, B. A. (2007). Stress in the sex trade and beyond:
women working in the sex trade talk about the emotional stressors in their
working and home lives. Critical Public Health, 17(3), 257-271. https://doi.org/10.1080/09581590701549535
Juliano, D. (2007). Sobre trabajos y degradaciones. En M. Briz y C. Garaizabal (Coords.), La prostitución a debate. Por los derechos
de las prostitutas. Madrid: Talasa ediciones.
Mackinnon, C. (2011). Trafficking,
prostitution and inequality. Cambridge: Harvard University
Press.
Meneses, C. (2010). Factores
motivacionales en una muestra de hombres españoles que pagan por servicios
sexuales. Revista de la Asociación
española de Neuropsiquiatría, 30(3),
393-407. http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S0211-57352010000300003
Millet, K. (2010). Política
sexual. Madrid: Cátedra.
Kraus, I. y
Maier, U. (2016). El modelo alemán está creando
un infierno en la tierra. Vancouver. https://somoslamitad.wordpress.com/2016/11/14/el-modelo-aleman-esta-creando-el-infierno-en-la-tierra/
Rosati, G. y Chazarreta, A. (2017). El Qualitative Comparative Analysis (QCA) como herramienta analítica: Dos aplicaciones
para el análisis de entrevistas. Revista
Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, 7(1), http://dx.doi.org/10.24215/18537863e018
Salas Calvo, J. M. (2016). La explotación sexual
comercial y la masculinidad: Diferentes caras de la violencia. Revista Punto Género, (6), 75-91.
doi:https://clio.uchile.cl/index.php/rpg/article/view/42917/44860
Salazar Gutiérrez, S. y Curiel García, M.
M. (2019). El cuerpo negociado, el cuerpo mercancía. Trabajo sexual
y precarización de la vida en Ciudad Juárez, México. Espiral, 26(75), 89-117. https://dx.doi.org/10.32870/eees.v26i75.6963
Sossa, A. (2011). Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo,
la belleza física y el consumo, Polis
Revista Latinoamericana, 28, 11-19.
http://journals.openedition.org/polis/1417
Suárez Secades, A. (2015). Redes de apoyo informal y sororidad en la
intervención social de fundación amaranta con mujeres en contextos de
prostitución. Oviedo: Consejo Económico y Social del Principado de
Asturias. https://ria.asturias.es/RIA/handle/123456789/5382
Tlahuice Vela, R. M. y Luna Alfaro, A. C. (2016). El trabajo sexual en el contexto de los ideales de desarrollo
de la capital poblana contemporánea. Regiones
y desarrollo sustentable, revista del Colegio de Tlaxcala, (29-30) 25-50. https://www.academia.edu/31650252/El_trabajo_sexual_en_el_contexto_de_los_ideales_de_desarrollo_en_la_capital_poblana_contemporánea?auto=download
Valenzuela Oyaneder, C. y Villavicencio Miranda, L. (2015). La constitucionalización de los
derechos sexuales y reproductivos: Hacia una igual ciudadanía para las mujeres. Ius et Praxis, 21(1),
271-314. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-00122015000100008