CELEBRACIONES AL PLACER
CUIR EN LA METRÓPOLI. PROPUESTA PARA EL ESTUDIO DE LAS FIESTAS DE SEXO DIVERSO
QUEER
PLEASURE CELEBRATIONS IN THE CITY. STUDY PROPOSAL FOR DIVERSE SEX PARTIES
Michelle Davó Ortiz[1]
Resumen
Las comunidades cuir de la Ciudad de
México organizan fiestas en zonas como la Doctores, la Zona Rosa o el Centro
Histórico. En estos espacios efímeros se generan prácticas disidentes alrededor
del género y sus intersecciones desde los placeres lúdicos. El ensayo propone
un acercamiento al estudio de estas fiestas utilizando como herramientas
críticas cuatro postulamientos teóricos: la
teoría de la performatividad de Judith Butler; la política cultural de las
emociones de Sara Ahmed; los conceptos de juego, tiempo ordinario y tiempo
extra-ordinario en Cyntia Montes; y el concepto de prácticas a-normales por
Rían Lozano. Los cuestionamientos que generan las autoras servirán para
comprender cómo estas fiestas confrontan las normativas
heterosexuales de los espacios, al inventar una nueva forma de concebir la
performatividad de los cuerpos desde lo lúdico y el placer. Pero igual de
importante, sirven para entender cómo es que estudiar estas prácticas antes que
proporcionar conocimiento, ayuda a pensar nuevas formas de conocer utilizando
posibles epistemologías del placer.
Palabras clave: cuir, fiesta,
placer, antropología urbana, vestir
Abstract
The queer communities
of Mexico City organize parties in specific zones such as Colonia Doctores,
Zona Rosa, and Centro Histórico (downtown). In these ephemeral spaces,
different dissident practices around gender and its intersections are generated
through ludic pleasures. The purpose of this essay is to study these parties
through the lenses of four theoretical propositions as critical tools: Judith
Butler’s theory of performativity; Sara Ahmed’s cultural policy of emotions;
the concepts of “play”, “ordinary time” and “extra-ordinary time” in Cyntia
Montes; and the concept of “a-normal practices” by Rían Lozano. The queries
generated by the authors will shed a light on how these parties confront the
heterosexual normativities of spaces when a new way to conceive bodies
performativity through pleasure and playfulness is created. Just as important, their
function is to understand how the study of these practices, before providing
knowledge, helps us think through other ways of knowing using pleasure
epistemologies.
Keywords: queer, party, pleasure,
urban anthropology, apparel
recepción:
06 de septiembre de 2019
aceptación:
09 de enero de 2020
“Ser bonita es
disfrutar de la noche”, me dice Paco mientras baila durante la primera edición
de BONITA., fiesta organizada por drag queens de la Ciudad de
México. La descripción del evento en Facebook reza:
BONITA. Es una fiesta que
busca crear un espacio de convivio y encuentro colectivo donde se llevará a
cabo una celebración de lo femenino sin importar los cuerpos que lo habitan; un
espacio que fractura y devela la representacionalidad de los géneros[2].
BONITA. Se lleva a cabo en la metrópoli, escenario de diferentes
fiestas que se distinguen por la conformación de prácticas disidentes entorno
al género, la raza y la clase social. Las escenas cuir ―drag, voguera, de
perreo―[3]; generan estos
espacios efímeros que desaparecen a la madrugada en zonas como la Doctores, la
Zona Rosa o el Centro Histórico.
Estas fiestas, que
para sentido práctico de distinción llamaremos de sexo diverso[4], son espacios de
confrontación a las normatividades del género y promueven una forma alterna de
interacción social en la Ciudad. A partir de asistir a diferentes fiestas y
presenciar las tensiones en torno a las políticas ―principalmente del género y
sexualidad― que se generan en estos espacios, fue que se decidió incursionar en
una investigación antropológica, más teórica que de campo, la cual permitiera
reconocer el papel de estas performatividades en la desestabilización de la
hegemonía tanto del género como de otras categorías, a la vez que pudiera
vislumbrar si el espacio de goce lúdico era un factor determinante para las
dinámicas de resistencia ante estas normatividades.
La fiesta llamada BONITA., la cual lleva ocho
ediciones desde el 2018, servirá como ejemplo para explicar cómo se generan
ciertas dinámicas y cómo se comportan los cuerpos en ellas, sin olvidar que no
pueden generalizarse los acontecimientos en esta fiesta con todas las demás.
Cada una de las productoras con enfoque de género en la Ciudad de México tienen
sus propias propuestas y ejes interseccionales. Sin embargo, comparten ciertas
estrategias en específico para problematizar las normatividades del género.
El motivo de este
tema de estudio, es explorar cómo poder acercarnos desde la práctica académica
a las manifestaciones culturales disidentes, utilizando miradas
contrahegemónicas que comprendan su valor dentro de las resistencias urbanas.
Como punto de
partida, se sostiene que estas fiestas transgreden las formas heteronormativas
de la sociedad metropolitana.[5] En el presente
ensayo se comprende cómo se logra a partir de cuatro pilares teóricos: la
teoría de la performatividad de Judith Butler; la política cultural de las
emociones por Sara Ahmed; los conceptos de juego, tiempo ordinario y tiempo
extra-ordinario en Cyntia Montes; y el concepto de prácticas a-normales por
Rían Lozano. Cada una de las autoras otorga herramientas para pensar cómo es
que suceden las transgresiones del orden establecido y su importancia en
comparación con otras dinámicas, otorgando así un marco de introducción tanto a
los estudios de género como al análisis de las fiestas de sexo diverso.
Lxs
cuerpxs incómodxs
El género visibiliza cómo las ideas sobre los roles para hombres y mujeres
son resultado de construcciones culturales (Scott, 1996, p. 7). Es una
herramienta conceptual que nos permite pensar en las complejidades que la
construcción social supone: el género es un intrincado sistema de relaciones de
dominación donde convergen la diferencia sexual, la raza, la sexualidad, la
etnicidad, etcétera; pero sin que estas categorías sean directamente
determinantes.
Butler en El
Género en disputa postula que el género es de carácter performativo. No
tiene entonces una esencia interna, sino que su construcción depende de “un
conjunto sostenido de actos, postulados por medio de la estilización del
cuerpo” (Butler, 1990, p. 17). Para lograr convertirse en norma, el género es y
requiere de la performatividad: no es un acto único, sino que se repite hasta
conseguir un efecto de naturalización en los cuerpos que lo practican: “(El)
poder performativo se genera a partir de la propia repetición regulada; de la
constante cita de la norma” (Lozano, 2010, p. 152).
Entonces el género,
como mecanismo hegemónico, se establece a partir de los actos reiterados. El
mecanismo social se naturaliza cuando la performatividad del sujeto gira
entorno a la anticipación de una esencia ―inexistente― que se plantea exterior
a sí misma (Butler, 1990, p. 17). Así es también como circulan las emociones.
Ahmed explica que los sentimientos “no residen en los sujetos ni en los
objetos, sino que son producidos como efectos de circulación” (Ahmed, 1969, p.
31).
De este modo, las
emociones son efectos culturales y sociales, que vienen desde afuera, se
imprimen en nosotros y provocan una forma de estar del cuerpo en el espacio:
mantienen unido y ligado el cuerpo social de forma específica (Ahmed, 1969, p.
33). Si las emociones constituyen un cuerpo social que se externa a partir de
lo performativo, entonces vale la pena detenernos en las emociones que se
presentan en los “cuerpos-otros” cuando habitan los espacios hegemónicos.
En un espacio, los
cuerpos que performan de acuerdo al orden heteronormativo dan forma a un
confort público: se viven como espacios cómodos en tanto que permiten que la
mayoría de los cuerpos encajen (Ahmed, 1969, p. 228). La reiteración del
comportamiento heterosexual en el espacio lleva a una heterosexualidad
obligatoria, en tanto que la performatividad repetida, gracias a la comodidad,
se naturaliza y restringe la capacidad de otro tipo de acción. Adrienne Rich
comprende a la heterosexualidad como una institución política que debilita a
las mujeres (Rich, 1980, p.23); y con ello, igualmente desacredita las
vivencias de los significantes femeninos. Cuando comprendemos a la
heterosexualidad no como una preferencia u opción sexual sino como una
institución, visibilizamos a la heteronorma en el espacio como algo que “moldea
lo que es posible que hagan los cuerpos, aunque no contengan lo que es posible
ser” (Ahmed, 1969, p. 222).
Se registra el paso
de los cuerpos heterosexuales, pero no de “otros cuerpos”. Los cuerpos no-heterosexuales
sienten la persistencia del espacio heterosexual por moldearlos y provocan en
éstos un sentimiento de incomodidad. Esto no lleva necesariamente a la
asimilación o integración de la norma porque éstas no son opciones, sino
efectos de cómo los sujetos pueden habitarla o no. Ahmed señala que no nos
refiere “a la asimilación o la resistencia, sino a habitar las normas de manera
diferente” (Ahmed, 1969, p. 238).
Los cuerpos que habitan los espacios heterosexuales desde
la emoción de incomodidad, son los sujetos cuir que buscan la invención de
espacios cómodos para habitar.
El
cuirpo
Antes de continuar explorando las dinámicas que
posibilitan los cuerpos incómodos, es necesario definir por qué éstos son
referidos como cuerpos cuir, y cuál es el papel que juega esta categoría en la
comprensión de las performatividades presentes en las fiestas de sexo diverso. Queer
es un término que rechaza la estabilidad del sujeto al negar una concepción
esencialista de la identidad; sostiene que ésta se produce en la cultura y es
un fenómeno performativo (Kaminsky, 2008, p. 882). Por ende, lo queer reconoce
a la identidad como “mutable, migratoria y desobediente” (Kaminsky, 2008, p.
885); rechaza los binarismos hombre/mujer, gay/lesbiana.
Al ser un término en
inglés, acuñado por los estudios de género estadounidenses, no existe una
traducción fija, sino diferentes propuestas para abordar la categoría. Amy
Kaminsky nos habla sobre el vocablo “cuirpo”: “Al utilizar la ortografía
española para producir el sonido de la palabra inglesa queer, se condensa la idea del cuerpo queer” (Kaminsky,
2008, p. 887). Bajo esta misma línea, la autora propone el término “encuirar”,
que al usar en castellano lo queer como verbo, se logra una
transitividad desestabilizadora tanto para el lenguaje como para los
esencialismos identitarios de los que trata.
Lo cuir nos permite
reconocer desde este primer momento la interseccionalidad que supone la
experiencia latinoamericana, en este caso, de la Ciudad de México, sobre la
vivencia queer de las geografías colonialistas. No es sólo una
traducción lingüística, sino una traducción cultural que produce “la
inestabilidad del significante, confusión, hibridación, impureza e
indeterminación del término que desafía todo reclamo de autenticidad” (Sabsay,
2014, p. 46).
El
juego del género
Es necesario considerar tanto a la organización social
como a los sujetos individuales para entender sus interrelaciones y cómo se
puede dar lugar a un cambio (Scott, 1996, p. 22). Cyntia Montes señala que la
vida del ser humano se entreteje entre dos tiempos: el tiempo cotidiano, de
rutina; y el tiempo extra-ordinario o de ruptura (Montes, 2015, p. 45). El
primero es en donde la performatividad se reitera hasta normalizarse en los
espacios públicos o privados. Por otro lado, el tiempo extra-ordinario permite
nuevas formas de acción que posibilitan la sustitución de las normativas
tradicionales.
A pesar de que el
tiempo extra-ordinario cumple una función específica complementaria al tiempo
ordinario dentro del mecanismo hegemónico de producción capitalista y
patriarcal, entender la organización social desde estas tensiones temporales
nos ayuda a comprender cómo es que las transgresiones sociales nacen muchas
veces en un espacio lúdico como las fiestas de sexo diverso. El juego y la
fiesta tienen puntos en común como la creatividad, la falta de un utilitarismo
racional y la delimitación espacio-temporal. Es decir que el juego y la fiesta,
o como lo trataremos ahora, el juego en la fiesta, es parte de un tiempo
extra-ordinario.
En la fiesta hay una
ruptura del orden del tiempo ordinario, imponiéndose a su vez un nuevo orden.
Las fiestas de sexo diverso de la Ciudad de México son un espacio de diversión,
que no sigue las lógicas racionales y de producción de la vida ordinaria, pero
crean un orden propio donde los cuerpos habitan las normas del género en el
espacio de forma diferente.
Hombres en drag
visten sus cuerpos de pies a cabeza como mujer: el maquillaje, la peluca, el
perfume, la joyería, los gestos, la forma de hablar, de caminar, la ropa, el
baile. En las fiestas de sexo diverso se disloca la performatividad femenina,
en un cuerpo que habitaría con incomodidad el espacio de la heterosexualidad
obligatoria del tiempo ordinario.
Pero la yuxtaposición
tajantemente binaria entre lo masculino y femenino no es la única forma válida
de habitar las normas dislocadas del género en las fiestas de la ciudad. En la
apretada pista de baile de BONITA, dos personas barbudas en playera y jeans
holgados sacuden, tocan y peinan una y otra vez, en gesto de coquetería, el
cabello de sus largas pelucas rubias. No es necesaria una completa
transformación de la estilización del cuerpo a lo femenino para poder habitarlo
con comodidad.
En ambos casos y de
diferente manera, se nos señala que el juego en las fiestas del sexo diverso es
el de habitar con creatividad el género, llevando al mundo imperfecto de la
vida ordinaria a una perfección provisional y limitada (Huizinga, 1950, p. 42).
La perfección del juego en las fiestas reside precisamente en la constante
confusión de significantes femeninos y masculinos que se resbalan y circulan
sobre la superficie de los cuerpos de los asistentes. Amy Kaminsky señala que
“travesti es quien traversa las fronteras del género, quien se niega a
reconocer las fronteras tradicionales. Es un ilegal, un mojado, un
cruza-fronteras. Desestabiliza la nación, representa una amenaza a los límites
de la sexualidad normativa del Estado” (Kaminsky, 2008, p. 892).
¿En qué recae la
ruptura creativa del género en las fiestas de sexo diverso? Ya comprendido el
poder de la acción reiterativa, habría que contemplar de qué tecnologías se
sirven los sujetos participantes para lograr la condición resbaladiza de lo
femenino-masculino. Antes de vestirte, vistes el cuerpo. La vestimenta
es una tecnología del discurso corpóreo y es a partir de éste que los distintos
códigos culturales lo dotan de significantes y significados.
El vestir no habla
sólo de las prendas. Un cuerpo se viste a partir de la ropa, el peinado, el
maquillaje, el perfume; pero como tratado anteriormente, también con gestos:
modos de moverse, de hablar, de bailar.
El género está
intrínsecamente ligado al vestir como espacio performativo. Es desde ahí ―y no
desde el cuerpo― que la hegemonía del género evoca a los cuerpos sexuados y se
llama la atención sobre las diferencias entre hombres y mujeres, que de otra
forma estarían ocultas (Entwistle, 2002, p. 16). En este ejercicio de
afirmación de la diferencia, es en donde el mecanismo cultural de dominación
empodera los cuerpos masculinos sobre los cuerpos femeninos. La forma en que
los cuerpos femeninos y masculinos visten ha cambiado, pero el discurso
hegemónico mantiene la performatividad de lo femenino como lo otro, lo privado,
lo débil y lo superficial.
Son
tantos los códigos que existen y
se entremezclan en y con la construcción del género que los textos corporales
siempre quedan, a mayor o menor grado, en una inmanencia. La lectura de los
cuerpos es un juego: la atención de la pista de baile la posee una persona con
cuerpo musculoso, de cabello corto con moños de Hello Kitty, un harness rosa en el pecho que hace juego con un choker del mismo color. Baila al ritmo de
Maria Daniela los pasos más coquetos y enérgicos, mientras su bebida se derrama
sobre el pecho y se detiene donde se acentúan sus genitales bajo el body de mesh; de las únicas partes en que éste cubre su cuerpo.
Los asistentes que lo observan leen y saltan entre los códigos
femenino/masculino, pero el cuerpo se niega una y otra vez a ser clasificado,
nombrado y limitado. La ruptura se experimenta en su performatividad. El cuerpo
siempre ha sido un espacio de juego y lecturas; pero en el espacio de la fiesta
se visibiliza esta condición puesto que los participantes, más allá del género
con el que se identifiquen, son conscientes del papel creativo que estos
significantes toman en sus cuerpos.
Bajo la creatividad
de los asistentes, la fiesta se plantea como una oda a la feminidad. La mujer
ideal: callada, delicada y prudente no existe. Lo femenino se manifiesta como
lo ruidoso, grosero y contestatario. La feminidad es una manera de expresar al
cuerpo. Lo que permite performar lo femenino no responde al sexo asignado, sino
a la capacidad de comprender sus potencias y cómo el cuerpo se permite habitarlas.
Mientras en el tiempo ordinario la heteronormatividad reitera diversas
dinámicas para incomodar a los cuerpos femeninos, en el tiempo extra-ordinario
de BONITA. se celebra como otro modo de sentir en el que caben
múltiples formas de ser.
Pero los códigos culturales del género tienen diferentes directrices que lo
atraviesan. La latinidad, la raza y la clase social son otras condiciones que
se ponen en debate desde el plano estético, donde el vestido también es espacio
para expresarlo. Prendas ―originales o piratas― de marcas como Louis Vuitton y Tommy Hilfigher, elementos tribales y
figuras de santos se pueden ver impresas en las prendas de los participantes.
El vestido nunca es inocente y en una fiesta de sexo diverso la comunidad busca
desestabilizar los órdenes de lo natural y lo correcto.
De igual manera, la falta de ropa es una forma de vestir. El cuerpo se
viste de ciertos códigos dependiendo de qué tanto cuerpo y qué partes de éste se decide mostrar. De hecho, podría decirse que la
mayoría de los cuerpos en estas fiestas están des-vestidos. La falta de ropa
visibiliza tu condición de sujeto sexuado, deseante, y con la posibilidad de
ser deseado. Tener sexualidad es ser activo y tener poder de elección sobre con
quién más compartir el deseo. La objetificación patriarcal de estar
vestido-sin-ropa se reivindica a tu propia objetificación, la cual genera
agencia sobre tu cuerpo y voz sobre tu potencia sexual.
Estar des-vestido no solamente performa concepciones alternas sobre la
agencia sexual, sino que también está intrínsecamente ligado con el
disciplinamiento del cuerpo “sano”. Los fenómenos asociados con la dieta y el fitness que actualmente permean
en el imaginario de los “cuerpos correctos” y su supuesta responsabilidad de
salud, busca normar cómo deben o no verse los cuerpos, limitando cuáles son los
que se pueden mostrar y qué partes de éstos (Entwistle, 2002, p. 24). Los
cuerpos gordos en el tiempo ordinario de los espacios hegemónicos son obligados
a ocultarse por el sentimiento de incomodidad que se les ha enseñado que
transmiten. Esto se subvierte en las fiestas de género, donde la diversidad
corporal y la forma en que convive permite que estos cuerpos se des-vistan con
comodidad.
Es así que el (des)vestirse como tecnología de ruptura del género atraviesa
otros espacios de resistencia en las normatividades de los cuerpos; como el
racismo, el elitismo, el tabú sexual y la gordofobia. Todas las formas de
resistencia enunciadas en el presente trabajo no necesariamente aparecen en el
mismo espacio, pero se distingue un patrón en las comunidades que organizan las
fiestas de sexo diverso por lograr visibilizar las complejidades en las
dominaciones del cuerpo y cómo subvertirlas desde un enfoque interseccional.
Epistemologías del
placer
Lozano desarrolla el concepto de prácticas culturales
a-normales, comprendiéndolas como “discursos desviados producidos fuera del
ámbito académico e institucional y opuestos a la noción de ideología” (Lozano,
2010, p.144). Tomaremos las fiestas de sexo diverso como prácticas culturales
a-normales en tanto que son actos ―performativos― que sitúan al género en otro
espacio estético que no es el normativo hegemónico.
La normatividad del
género universaliza el comportamiento reiterativo y por tanto la producción de
conceptos, puesto que formula “leyes generales que terminan valiendo para todas
las sociedades, todas las épocas, todos los individuos” (Wittig, 2001, citada
por Lozano, 2010, p. 124). El aparato estético es uno de los aparatos
normativos ideológicos al tener como objetivo la reproducción de las relaciones
de producción ya establecidas (Lozano, 2010, p. 126). Por esta razón, se
decidió no trabajar la performatividad de las fiestas de sexo diverso como un
objeto estético. La Estética como disciplina académica habla de una visualidad
de la norma, mientras que las prácticas que se analizan contestan a otro orden.
Entender el concepto
de Estética que contesta al pensamiento en Hume y Kant como el “normal”, nos
sirve para concebir la existencia de una estética a-normal desde donde pensar
las fiestas de sexo diverso (Lozano, 2010, p. 124). Pero en lugar de nombrar la
estética disidente de nuestro tema de estudio como a-normal, nos referiremos a
ella como una experiencia sensible (Lozano, 2010, p. 161), en tanto que sale de
la corriente discursiva de los filósofos mencionados pero contesta a una
estilización en un espacio compartido.
La performatividad
heterogénea a la que nos enfrentamos en las fiestas de sexo diverso no puede
responder a la pregunta de investigación ―cómo es que logran una transgresión a
las normas― si se piensan desde las disciplinas normativas. Es por esto que
Lozano no toma a las prácticas a-normales como un objeto de estudio, sino que
le interesa concebirlas, a partir de la experiencia sensible, como prácticas
generadoras de conocimientos alternativos.
Las fiestas de sexo
diverso son el conjunto heterogéneo de actividades que abren el campo de
actuación a un tipo de práctica colectiva disidente: “develan y cuestionan
mediante su propia práctica, la normatividad de los discursos estéticos
disciplinados” (Lozano, 2010, p. 128). Una colectividad donde el papel de los
sujetos implicados no es dar cuenta ni hacer de espectador de las
transgresiones, sino intervenir activamente: ser actores en el espacio en un
modo de ser-juntos (Lozano, 2010, p. 195).
Los asistentes tienen
algo en común, y es esta pluralidad el punto de partida que lleva a la creación
de las fiestas. La búsqueda de un espacio cómodo es más sencilla desde el
juego, donde al ser o no ser, no se genera un temor a caer en la culpa, la
contradicción o el miedo (Montes, 2015, p. 63). Bajo esta lógica de no temer a
las contradicciones o los modos “incorrectos” de actuar, es donde lo cuir
encuentra su mayor poder crítico, promoviendo “una nueva realidad múltiple,
híbrida y nómada” (Lozano, 2010, p. 144).
El juego no puede
desvincularse de la emocionalidad en tanto que es el sentimiento de lo lúdico
el que activa nuevas formas de acción. Es a partir del placer y el medio de
expresión, experimentación y creatividad que otorga el juego, desde donde se
vincula a lo social (Montes, 2015, p. 71). Disfrutar el cuerpo y el espacio que
se habita permite imaginar nuevas formas de habitar el género.
La política cuir es
anti-asimilacionista, puesto que busca la desestabilización de las
performatividades esencialistas que incomodan a los cuerpos otros (Sabsay,
2014, p. 54). La desestabilización de la heteronorma no se podría lograr sin el
gozo del juego del género y sus intersecciones. No se podría promover el juego experimental
del género sin el disfrute de la performatividad alterna. El contacto con otros
sujetos desde el goce sensibiliza los cuerpos permitiendo que la emoción
circule y se expanda. Es un hecho social que contagia el sentimiento de
comodidad en los participantes del espacio. Es por esto que, aunque existen
muchas estrategias desde las que los cuerpos no heteronormados reivindican los
espacios[6], las fiestas
confieren un lugar seguro gracias a la intimidad que produce el placer.
El cuerpo cuir que se
abre al mundo y se acerca a los otros en las fiestas de sexo diverso reitera
una performatividad disidente. Gracias a la circulación de emociones, dejará
impresiones en el espacio que posibilitan nuevas formas sociales críticas a la heterosexualidad
obligatoria. Ahmed señala que
El
placer no sólo implica la capacidad de entrar en el espacio social o habitarlo
con comodidad, sino que también funciona como una forma de derecho y
pertenencia. Los espacios se reclaman a través del goce, el cual da
rendimientos al ser atestiguado por otras personas. (Ahmed, 1969, p. 253)
El placer cuir es una forma de activismo al recuperar
espacios en los que fueron marginados: clubes, bares, parques y hogares (Ahmed,
1969, p. 254). El juego en las fiestas de sexo diverso es parte de la política
anti-asimilacionista cuir, que reconstruye e interpreta la realidad social desde
el goce negado.
La resignificación de
la normatividad del tiempo ordinario es una función social de gran importancia
que cumplen las fiestas de sexo diverso de la Ciudad de México. En tanto que
juego y placer, establece relaciones de convivencia que se vuelven parte y
complemento de la vida misma (Montes, 2015, p. 42). La a-normalidad que suponen
estas prácticas habría de tomarse como una estrategia de análisis crítico de
las normas sociales: un espacio que configura una nueva forma de conocimiento.
Al comprender las
fiestas no sólo como confrontativas a las normas del género, sino como
originarias de nuevas epistemologías, podemos dejar atrás al objeto de estudio
y tener un espacio de in-disciplina que nos permita el acceso a nuevos
conocimientos. Ahmed afirma que tenemos que evitar pensar que las emociones
están en los materiales que reunimos, sino pensar lo que hacen los materiales y
cómo trabajan para generar afectos (Ahmed, 1969, p. 41).
Pensar la cultura en
términos de acción, visibiliza que la transgresión de las fiestas de sexo
diverso no consiste en romper con un orden cultural, estético y social. Sino
que la transgresión consiste en exponer una crisis a partir de las acciones de
los cuerpos que participan, proponiendo posibilidades que los
comportamientos-otros ofrecen.
Intentar comprender
estas prácticas a partir de un escrito, y en específico en un texto académico,
conlleva una responsabilidad en la forma que se enuncia. Si se escribe para
“rescatar” lo acontecido y acumularlo como conocimiento, se menosprecian las
experiencias que proponen estas nuevas dinámicas.
“Ser bonita es
disfrutar de la noche”. Para Paco, ser bonita no está relacionado con la
percepción de la belleza física, siempre tan alienada por las normatividades
que la hegemonía dicta. No eres bonita por ser delgadx, blancx, o atractivx
según los estándares sociales. Sino que reivindica la palabra a una forma de
sentir, de cómo vive tu cuerpo el lugar en que se encuentra. Las emociones sobre
el placer definen ser bonita no como un concepto sobre el conocimiento
de cómo es nuestro cuerpo. Al contrario, alude a otra forma de conocerlo: gozarlo
en relación al espacio.
Estar
cómoda es estar tan a gusto con el ambiente propio, que es difícil distinguir
dónde termina nuestro cuerpo y dónde empieza el mundo.
Sara
Ahmed
Bibliografía
Ahmed, S. (1969). La
política cultural de las emociones. D.F.: Universidad Nacional Autónoma de
México.
Butler, J. (1990). El género en disputa; el feminismo y la subversión de
identidad. Barcelona: Paidós.
Entwistle, J. (2002). El cuerpo y la moda. Barcelona: Paidós Contextos.
Huizinga,
J. (1950).
Homo Ludens. Boston: The bacon Press.
Kaminsky, A. (2008). Hacia un verbo queer. Revista
Iberoamericana, LXXIV(225).
Lozano, R. (2010). Prácticas
culturales a-normales: un ensayo alter-mundializador. D.F.: Universidad Nacional
Autónoma de México.
Montes, C. (2015). La
imaginación estética, el juego y la fiesta como generadoras de un orden no
represivo. D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
Rich, A. (1980). Heterosexualidad obligatoria y esistencia
lesbiana. Revista d'Estudis
Feministes, (10). Barcelona: DUODA.
Sabsay, L. (2013). Políticas
queer, ciudadanías sexuales y decolonización. En D. Falconi, S. Castellanos y M. Viteri. Resentir lo queer
en América Latina: diálogos desde/con el Sur. Madrid: EGALES Editorial.
Scott, J. (1996). El
género, una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas. El género: la
construcción cultural de la diferencia sexual. México: PUEG.
[1]
Independiente. Correo electrónico: michelledavo23@gmail.com.
[2] La
información del evento puede consultarse en Bonita Mx. Evento oficial en
Facebook de primera edición “Bonita.”. (2018). Recuperado de
https://www.facebook.com/events/357889744686733/.
En la ciudad existen múltiples productoras que generan fiestas con el
propósito mencionado. Otras dos que lo reiteran en su descripción del evento
son:
Perrealismo. (2018). recuperado de
https://www.facebook.com/perrealismo/.
MAMI SLUT. (2018). recuperado dehttps://www.facebook.com/mamislut/.
Al ser impredecibles los cuerpos que asisten a las fiestas y los
comportamientos que se generan dentro, este trabajo no pretende enlistar todas
las fiestas que mantienen este enfoque, ni juzgar su nivel de éxito con los objetivos
en torno a la vivencia del género y la comodidad de los espacios.
[3] No todas las
escenas mencionadas pueden ser siempre consideradas cuir, según el concepto de
desestabilización del género que este trabajo utiliza para definir la
categoría. A su vez, es imposible delimitar las fronteras de cada escena. Por
ejemplo, la comunidad trans es activamente partícipe de la escena drag, vogue y
la de perreo, pero podría ser considerada como una escena en sí misma. Esta
in-definición, junto con muchas otras razones, se piensa como una
característica de las comunidades cuir.
[4] El término
aparece en las descripciones de eventos como la fiesta TRAICIÓN, invitando a la
participación sin ningún tipo de discriminación sexual. Para mayores
referencias consultar: Blow, S. (2018) “¿Quieres
un dildo?” fue lo primero que me dijeron cuando entré al domo Traición en
ceremonia.
https://noisey.vice.com/es/article/kzxn99/quieres-un-dildo-traicion-en-ceremonia-2018.
Bustamante, A. “Mexican Jihad” (2017). Con… traición, la fiesta sexodiverso de la ciudad de méxico.
https://i-d.vice.com/es/article/qvwpyb/2017-con-traicion-la-fiesta-sexodiverso-de-la-ciudad-de-mexico.
Velasco, C. (2017). Traición: la
fiesta queer que México necesitaba.
https://broadly.vice.com/es/article/a3d4v4/traicion-la-fiesta-queer-que-mexico-necesitaba.
[5] Este ensayo
se realiza a partir de pensar experiencias de las fiestas de sexo diverso en la
Ciudad de México, pero es importante mencionar que la centralización y
gentrificación afecta la aparición y visibilidad de estas fiestas en los
alrededores de la Ciudad o en los estados más cercanos. Al ser éste un estudio
introductorio, el trabajo de campo no se expande a la periferia, pero habría de
tomarse en cuenta para futuras investigaciones.
[6] Así como
tomar en cuenta que no todos los grupos de disidencia sexual desestabilizan la
heterosexualidad obligatoria. La homonormatividad reafirma las dinámicas de la
heterosexualidad, naturalizando los binarismos, las jerarquías del género y las
estructuras de dominación.