LAS
CANTNAS, LAS CALLES, LAS CUARTERÍAS Y LAS CASAS DE MASAJES: DIFERENTES
REALIDADES DEL COMERCIO SEXUAL DE MUJERES EN MÉXICO
BARS, STREETS, “CUARTERÍAS” AND MASSAGE HOUSES: DIFFERENT
REALITIES OF THE SEX TRADE OF WOMEN IN MEXICO
Mariana Juárez
Moreno[1]
Lydia Raesfeld[2]
Rosa Elena Durán
González[3]
Resumen
En esta investigación se describirán los
diferentes espacios y modalidades en que se ejerce el comercio sexual en dos
municipios del estado de San Luis Potosí. La complejidad para abordar este
fenómeno comienza al saber que no existe información fiable sobre las personas
que lo ejercen, es un fenómeno que presenta formas y lugares distintos de practicarlo,
lo cual muestra un continuum que va desde la libertad relativa a la coerción;
con esta investigación se busca analizar, si es posible afirmar, que las
mujeres gestionan de manera autónoma su cuerpo, específicamente su sexualidad,
para obtener un beneficio económico. La metodología fue cualitativa, se
realizaron entrevistas semiestructuradas con mujeres que ejercen el comercio
sexual y se realizó un trabajo de observación por un período de aproximadamente
dos años, iniciado a mediados del 2017 y finalizando a mediados del 2019. Antes
de iniciar el trabajo de campo, se ubicaron las zonas y lugares en los municipios
de Ciudad Valles y San Luis Potosí. Para poder realizar las observaciones y las
entrevistas, las investigadoras realizaron un trabajo previo con las mujeres.
Los resultados muestran que existen grandes diferencias y variantes dentro del
comercio sexual, algunas mujeres lo ejercen de manera voluntaria, otras
pareciera ser que lo hacen de manera forzada. En todas las variantes que se
identificaron en esta investigación existen algunas características en común:
ninguna mujer ejercía el comercio sexual como una opción elegida, lo hacen por
la necesidad de tener una fuente de ingresos, por no tener estudios o como una
actividad aprendida de sus madres o abuelas; y todas las mujeres sufren
constantemente violencia; esto nos lleva a afirmar que
las mujeres no gestionan su cuerpo de manera autónoma.
Palabras clave: comercio sexual,
mujeres, realidades
Abstract
This research will describe the different
spaces and modalities in which the sex trade is carried out in two
municipalities in the state of San Luis Potosí. The complexity of dealing with
this phenomenon begins with the knowledge that there is no reliable information
about the people who perform it; it is a phenomenon that presents different
ways and places of practicing it, which shows a continuum that goes from
relative freedom to coertion this research will seek
to analyze whether it is possible to affirm that women autonomously manage
their body, specifically their sexuality, to obtain an economic benefit. The
methodology was qualitative, semi-structured interviews were conducted with
women in the sex trade, and context observation was carried out for a period of
approximately two years, beginning in mid-2017 and ending in mid-2019. Before
starting the fieldwork, the zones and places were located in the municipalities
of Ciudad Valles and San Luis Potosí. In order to be able to carry out the
observation and the interviews, the researchers carried out a previous work
with the women. The results show that there are great differences and variants
within the sex trade, some women exercise it voluntarily, others seem to be
doing it in a forced manner. In all the variants identified in this research,
there were some common characteristics: no woman exercised the sex trade as a
chosen option, they do so because of the need to have a source of income,
because they do not have education and studies or as a learned activity of
their mothers or grandmothers; and all the women constantly suffer violence, this
leads us to affirm that women do not manage their bodies autonomously.
Keywords: sex trade, women, realities
recepción:
06 de septiembre de 2019 /aceptación: 31 de enero de 2020
Introducción
Gayle
Rubin (1989) plantea que la sexualidad es política, porque está organizada en
sistemas de poder que alientan y recompensan a algunos individuos y
actividades, pero castigan y suprimen a otros. El sistema patriarcal, una
estructura material y simbólica donde impera el dominio masculino en el que
vivimos, permite que se presenten estos sistemas de opresión y poder; los
modelos normativos de lo que es ser hombre y mujer propuestos por el
patriarcado son aprendidos durante el proceso de socialización y son nombrados
“mandatos de género” por Lagarde (1996). En todas las personas el género y
cuerpo son indisociables, para Enguix-Grau y González-Ramos (2018, p. 3) el
género es el discurso social encarnado en el cuerpo, para Iglesias-Skulj (2011)
el cuerpo de las mujeres, en especial su sexualidad, es un lugar de lucha.
El
comercio sexual es un ejemplo de una sociedad basada en la desigualdad entre
hombres y mujeres, cuya doble moral sexual lo genera, promueve, usa y tolera,
reconociéndolo como un mal necesario; pero, por otro lado, lo condena,
desprecia, discrimina, margina, estigmatiza y reprime; la disputa de ejercer y
controlar, así como de consumir la sexualidad, entrelaza las conveniencias
negociadas, ocultas e impuestas en los diversos poderes sociales (Luna-Alfaro,
2016, p. 207).
Existe
una doble moral en la sexualidad, donde a las mujeres se les valora de manera
distinta que a los hombres. Ellos no son estigmatizados cuando compran
servicios sexuales por la dominación masculina que están acostumbrados a
ejercer, y por poseer la libertad de no tener consecuencias reproductivas en el
uso sexual de su propio cuerpo. Un ejemplo de ello es el material pornográfico
dirigido a los hombres con una fórmula de poca emoción y mucha intensidad
sexual; lo cual buscan reproducir al comprar un servicio sexual (Lamas, 2017,
p. 17).
El
comercio sexual es un fenómeno complejo que tiene diversos matices; pero en
todos ellos se continúa reforzando la desigualdad sexista y se contribuye a la
percepción de las mujeres como objetos sexuales y como seres socialmente
inferiores a los hombres (Lamas, 2016, p. 26). Un ejemplo de ello es el
mencionado por Holgado-Fernández (2001) en diversos medios de comunicación de
España, quienes al documentar el fenómeno, cuidan no relevar la identidad de
los clientes, pero no hacen lo mismo con la identidad de las mujeres que se
prostituyen. El comercio sexual se ha diversificado con los años y se ha
adaptado según las prohibiciones y permisiones de cada país (Luna-Alfaro, 2016,
p. 199).
La
carencia de legislación y políticas protectoras; el insuficiente acceso a
servicios de salud, sociales y jurídicos; la escasa información y capacitación
para el empoderamiento requerido para la negociación del uso del condón con los
clientes; la frecuente movilidad geográfica; el alto riesgo de contagio de Infecciones
de Transmisión Sexual (Reyes, 2014, p. 335); y el ubicarse más expuestas a los
daños y a diversos tipos de violencia, son factores que provocan diversas
vulnerabilidades en las mujeres que ejercen el comercio sexual, las cuales son
determinadas por la estigmatización y marginalización de las que son objeto
(García-Bernal, 2005, p. 58). La acumulación de estos factores lleva a ejercer la
actividad sexual a las mujeres bajo condiciones de precariedad (Butler, 2009,
p. 2).
A
nivel mundial, los documentos que hablan sobre el tema de la trata son la
Convención sobre la Eliminación de Todas las formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), (Organización de las Naciones Unidas
[ONU], 1979); el Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y
Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, también conocido
como el Protocolo contra la Trata de Personas (ONU, 2000). En los informes de
monitoreo de este protocolo se caracterizó a México como un país de origen y
tránsito de víctimas de trata de origen centroamericano que eran trasladadas a
Estados Unidos con la finalidad de explotarlas sexualmente (Embajada y
consulados de Estados Unidos en México, 2019; Iglesias-Skulj, 2018, p. 16).
A
nivel nacional, en México, se presentó en 2004 la iniciativa de Ley para
Prevenir y Sancionar la Trata de Personas. En 2007 se publicó en el Diario
Oficial de la Federación una reforma al Código Penal que incluyó el tipo penal
sobre trata de personas y se publicó la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata
de Personas, que incluyó en los supuestos del artículo 2° de la Ley Federal
contra la Delincuencia Organizada (Comisión Nacional de los Derechos Humanos [CNDH],
2019).
En
2008 se creó la Fiscalía Especializada para los Delitos de Violencia contra las
Mujeres y la Trata de Personas. El 14 de julio de 2011 en el Diario Oficial de
la Nación se publicó una reforma a la fracción XXI del artículo 73
constitucional para crear una Ley General en la materia que homologara la
cuestión penal. En 2012 se aprobó la Ley General para Prevenir, Sancionar y
Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y la Protección y
Asistencia a las Víctimas de estos delitos (CNDH, 2019; Iglesias-Skulj, 2018,
p. 16-17). El 23 de septiembre de 2013 se publicó el Reglamento de la Ley
General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en materia de Trata de
Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos (CNDH,
2019).
En
San Luis Potosí, el único documento jurídico que habla sobre el tema es la Ley
de Salud del Estado de San Luis Potosí, en el capítulo xi se define la prostitución como la práctica de la actividad
sexual ejercida a cambio de una remuneración en dinero o en especie; se menciona
que la autoridad municipal en coordinación con las autoridades sanitarias
determinarán los lugares donde se permite el ejercicio de la prostitución de
conformidad con las normas oficiales correspondientes; se señala que es
competencia de la autoridad sanitaria el control y vigilancia de la salud de
las personas que ejercen la prostitución de manera gratuita; para prevenir Enfermedades
de Transmisión Sexual se practicarán exámenes médicos periódicos y se les
brindará información preventiva; tendrán la obligación de registrarse ante los
Servicios de Salud del Estado, no se registrarán las personas que carezcan de
discernimiento por algún impedimento o las personas que padezcan enfermedades
infecciosas o transmisibles; no podrán ejercer la prostitución con personas
menores de edad; no podrán ejercer la prostitución personas menores de edad y
no podrán ejercer en la vía pública (Instituto de Investigaciones Legislativas,
2004).
A
nivel internacional, nacional y local las mujeres que ejercen comercio sexual
se consideran una población minoritaria y vulnerable. De acuerdo con Gaona
(2019, p. 88) todas las minorías de mujeres están atravesadas por el género,
esto conlleva a analizar las modalidades de concentración y ejercicio de poder,
las desigualdades y opresiones que viven de manera individual y colectiva. La
intersección de las múltiples formas de opresión en una misma persona permite
visibilizar sus relaciones a partir de una multidimensión de elementos como la
etnia, clase, raza, sexualidad, identidad de género, nacionalidad, edad, entre
otras. A diferencia de otros trabajos, la prostitución no es vista solo como
una actividad, sino también como una identidad (Arella, Fernández-Bessa,
Nicolás-Lazo y Vartabedian, 2006, p. 108).
Las
circunstancias que inducen a las mujeres a ejercer el comercio sexual son
similares a las que determinan su situación de inferioridad social: las
desigualdades de género perpetuadas en casi todas las sociedades, la pobreza,
la falta de oportunidades de crecimiento económico y la violencia sexual
(García-Bernal, 2005, p. 58). En Barcelona, Arella, Fernández-Bessa,
Nicolás-Lazo y Vartabedian (2006, p. 4) y Holgado-Fernández (2001) han
encontrado una gran variedad de perfiles socio-culturales y una diversidad de
realidades en mujeres que se dedican al comercio sexual.
Algunas
mujeres que ejercen el comercio sexual parece que entran en un aislamiento
social en su lugar de trabajo, donde asumen reglas diferentes a las de su vida afuera,
en estos espacios crean estrategias de supervivencia, donde cada persona que
les rodea es una especie de enemigo, no pueden confiar en nadie, incluyendo la
policía (Luna-Alfaro, 2016, p. 208). Al ejercer un trabajo del cual se sienten
avergonzadas, llevan una doble vida, ocultando a sus familiares la actividad
que realizan, esto genera que se sientan mal consigo mismas (Heim, 2007, p. 44;
Arella, Fernández-Bessa, Nicolás-Lazo y Vartabedian, 2006, p. 111).
En
2019 la Comisión Nacional de Derechos Humanos realizó un diagnóstico sobre la
situación de trata de personas en México con información comprendida entre l5
de junio de 2012 y el 31 de julio de 2017. Los resultados de las Procuradurías
y Fiscalías Generales en los ámbitos federal y estatal identificaron a nivel
nacional 5,245 víctimas de los delitos en materia de trata de personas, el 83%
eran personas de trata con fines de explotación sexual. Del total de personas
reportadas, el 85% fueron niñas y mujeres, en materia de trata de personas en
el ámbito sexual este porcentaje se incrementa al 95%. Se reportaron solo 492
personas sentenciadas por delitos en materia de trata de personas con
sentencias condenatorias firmes, el 80% fueron hombres (CNDH, 2019).
En
la prensa se registraron, entre el 1° de enero de 2015 y el 31 de julio de 2017,
4,036 notas en materia de trata, principalmente en ámbitos estatales la Ciudad
de México es la entidad federativa que publica más notas. Las organizaciones de
la sociedad civil y la academia han desarrollado estudios e investigaciones que
han ayudado a comprender la realidad de la trata. Del 15 de junio de 2015 al 31
de julio de 2017, el Programa contra la Trata de Personas de la CNDH recibió
173 quejas (CNDH, 2019).
El
Departamento de Estado de los Estados Unidos ha clasificado a México como un
país de Nivel 2 respecto los estándares mínimos para la trata de personas, lo
que significa que realiza esfuerzos para alcanzar los estándares, pero no
cumple con ellos. Los informes señalan que la corrupción de autoridades
locales, agentes judiciales y agentes de migración hacen que no se den avances
en la materia (Embajada y consulados de Estados Unidos en México 2019; CNDH,
2019).
En
México, Montiel-Torres (2015, p. 83) desarrolló un modelo teórico para analizar
e investigar diferentes formas de operar de proxenetas en el fenómeno de la
explotación sexual. Reportó que a nivel mundial existen seis diferentes formas
de reclutar a las mujeres: por amor, falsos trabajos, técnica gorila (secuestro
y violencia física), brujería, figuras de autoridad (padre, madre o hermanos) y
drogas. Los grupos de proxenetas conformados por hombres establecen alianzas
patriarcales y logran que sigan reclutando mujeres para explotación sexual, a
través de una “pedagogía de la esclavitud” (Montiel-Torres, 2018, p. 36).
Las
mujeres que son sometidas a explotación sexual además de ser víctimas de
violencia por parte del proxeneta o “padrote”, también lo son de los clientes,
la policía, el ministerio público, los familiares, entre otros actores. Como
menciona Lagarde (2001) el padrote tiene el poder del padre, pero incrementado
por su definición erótica y violenta, en una sociedad patriarcal y machista, de
allí su nombre “padrote” o padre aumentado, expresa su poder sobre las
prostitutas frente a los clientes, a otros como él, a los policías y al sistema
punitivo en conjunto. Los padrotes se aprovechan de los elementos culturales y
afectivos para engañar y someter a las mujeres con diferentes estrategias de
dominio (Montiel-Torres, 2015). Bales (2000) nombra este tipo de esclavitud
como “la nueva esclavitud” que parte del ámbito económico sin regular y trata a
las personas como herramientas desechables que sirven para el enriquecimiento.
En
el feminismo existen dos movimientos antagónicos respecto al tema de la
prostitución. El movimiento pro-derechos busca que se regule y legalice esta
actividad, y le dan el nombre de “trabajo sexual”; su contraparte es el
movimiento abolicionista que utiliza el término “esclavitud sexual” o
“prostitución” y busca que la legislación prohíba y desaparezca el comercio
sexual. Ambos movimientos tienen en común la preocupación de la vulneración de
los derechos humanos de las mujeres que ejercen la prostitución (Heim, 2011, p.
235).
El
modelo abolicionista europeo define la prostitución como violencia contra las
mujeres y califica como forzada toda forma de prostitución; bajo este paradigma
las mujeres son vistas como víctimas o supervivientes que carecen de agencia;
parte de la concepción de que la prostitución es frecuentemente esclavitud y
siempre es una práctica cuasi esclava. Enfatiza que las construcciones
estructurales anulan toda forma de consentimiento libre en una mujer que ejerce
la prostitución. Considera que los vínculos que las mujeres en prostitución
tienen con proxenetas y clientes son relaciones de esclavitud, porque
comúnmente son privadas del sueño, alimentos y dinero, y/o son torturadas y
amenazadas de muerte. Barry define el término “esclavitud sexual femenina” como
todas las situaciones en las cuales las mujeres no pueden salir de esta
actividad donde están sujetas a violencia sexual y explotación,
independientemente de cómo llegaron a esa situación (Izcara-Palacios, 2019,
p.88).
El
modelo abolicionista se extendió a finales del siglo xix como una forma de reacción contra las leyes de
enfermedades contagiosas. El Convenio Internacional para la represión de la
trata de personas y de la explotación de la prostitución de 1949 significó un
triunfo para este modelo. El abolicionismo fue una de las primeras expresiones
del feminismo anglosajón y protestante, vinculado al feminismo sufragista (Arella,
Fernández-Bessa, Nicolás-Lazo y Vartabedian, 2006, pp. 27-28).
El
feminismo abolicionista nombra al comercio sexual como “lobby de la
prostitución”, “industria sexual” o “proxenetismo internacional” (Morcillo y
Varela, 2016, p. 9), para las feministas abolicionistas el comercio sexual
niega la igualdad, constituye una grave discriminación sexual, promueve el
racismo y sexismo por medio de estereotipos que afianzan la explotación sexual
de las mujeres (Iglesias-Skulj, 2012), y degrada un intercambio humano que debe
ser íntimo (Lamas, 2017, p. 14). En 1990 la abogada anti-pornografía Catharine
MacKinnon afirmó que las mujeres son prostituidas para ser degradadas y
sometidas a un tratamiento cruel y brutal, asocia la prostitución con una
violación repetida y con desigualdad social (Lamas, 2016, p. 22).
Marcela
Lagarde (1996) considera que la prostitución se vincula con la violación, porque
tienen en común el placer implícito del hombre como violador y cliente, también
la relación de dominación absoluta, y la no continuidad de la relación social o
afectiva después de la relación erótica. La cosificación de las mujeres de esta
forma refleja el carácter patriarcal de las relaciones y de la trama social
basado en la existencia de una ley de propiedad genérica: la propiedad de todas
las mujeres a todos los hombres.
En
contraparte del modelo abolicionista se encuentra el paradigma pro-derechos,
sus principales exponentes empezaron a nombrar a la prostitución a finales de
1970 como “trabajo sexual” con la finalidad de utilizar un término menos
estigmatizante y para reafirmar esta actividad con tintes económicos y
laborales; se le trata como una cuestión relacionada meramente al empleo, no se
considera el análisis social que implica (Heim, 2006).
Este
paradigma busca legitimar y legalizar esta actividad, porque consideran que el
trabajo sexual es una actividad elegida por las personas que lo ejercen porque
de manera deliberada hacen una evaluación de los costes y beneficios que supone
esta actividad, Holgado-Fernández (2001) señala que para las mujeres tiene más
ganancias dedicarse al trabajo sexual que al servicio doméstico. En su
investigación con mujeres inmigrantes en España menciona que la mayoría de las
mujeres antes de ejercer el trabajo sexual en España ya lo hacían en su país de
origen. Para Heim (2006) algunas mujeres eligen la prostitución por la
dimensión erótica y lúdica de su sexualidad.
Es
importante analizar dichos argumentos, el que la mayoría de las mujeres
decidieran ejercer nuevamente la prostitución en otro país no implica que lo
hayan hecho por gusto, es el resultado de la violencia estructural que viven y
las condiciones precarias que las orillan a hacerlo, es una actividad que
realizan por supervivencia. Es difícil pensar que alguien que hace una
actividad que no le gusta lo llegue a disfrutar, como menciona Heim (2006).
Metodología implementada
Se
realizaron 30 entrevistas semiestructuradas con mujeres que ejercen el comercio
sexual y se realizó observación en los espacios donde lo practican por un
período de aproximadamente dos años, iniciado en agosto del 2017 y finalizando en
octubre del 2019.
Antes
de iniciar el trabajo de campo, se ubicaron las zonas y lugares en los
municipios de Ciudad Valles y San Luis Potosí, ambos pertenecientes al estado
de San Luis Potosí, en México. Para poder realizar la observación y las
entrevistas, las investigadoras realizaron un trabajo previo con las mujeres, el
cual consistía en aplicarles de manera gratuita pruebas de VIH y sífilis,
regalarles insumos de prevención y brindarles talleres de salud sexual.
A partir de que las
mujeres se sentían cómodas y en confianza, se hicieron las entrevistas, en cada
apartado se especifica el número de visitas y entrevistas realizadas. Con las observaciones
se conoció su entorno y se analizaron las dinámicas que se presentan al ofrecer
el servicio sexual con los clientes y con las personas que manejan estos
lugares.
Resultados
Los resultados de las observaciones y
entrevistas realizadas en cada uno de los lugares se presentarán por separado,
debido a las particularidades de las dinámicas en cada lugar.
Las cantinas
En Ciudad Valles y San Luis Potosí existen
cantinas donde varias mujeres ofrecen servicios sexuales a los hombres que acuden.
Dentro de estos lugares existen diferentes tipos de cantinas, en las cuales las
condiciones del lugar y la higiene varían de acuerdo con los precios en que se
venden las bebidas alcohólicas. Se entrevistaron a tres mujeres de Ciudad
Valles y dos de San Luis Potosí; se hicieron siete visitas en Ciudad Valles y
dos en San Luis Potosí.
En las cantinas donde se
dan precios económicos, los lugares son insalubres y no cuentan con baños para
las mujeres que ejercen el comercio sexual; las mujeres que allí trabajan son,
en su mayoría, mujeres de 40 años y más, en Ciudad Valles la vestimenta que
utilizan es igual a las de las mujeres de la región (falda, blusa y guarache).
Las mujeres comentaban que se han dedicado la mayor parte de su vida a este
oficio porque no saben leer ni escribir, o algunas comentaban “es lo único
que sé hacer para ganarme la vida”.
Existen otras cantinas
donde los precios son un poco más elevados, en estos lugares las mujeres que
trabajan son jóvenes, entre los 18 y 30 años, se visten con vestidos cortos,
faldas más cortas y blusas con escote. Los hombres que acuden a estos espacios
las tocan sin preguntarles, como si de un objeto se tratara, algunos de ellos
no adquieren sus servicios, pero se sienten con el derecho de tocarlas por el
hecho de que ellas se dedican al comercio sexual.
Una de las cantinas que
se visitó en San Luis Potosí, estaba cerca del centro de la ciudad, en la
entrada había personal de seguridad revisando a las personas que entraban,
haciendo preguntas y cuidando que entraran únicamente hombres con dinero, para
poder pagar las bebidas y servicios que se ofrecían; en este lugar se hicieron
dos entrevistas. A diferencia de las otras cantinas, aquí se encontraban
alrededor de 20 mujeres, todas vestían lencería o vestidos muy cortos; la
mayoría de ellas consumían algún tipo de droga (principalmente marihuana y
cristal) y alcohol. La edad de las mujeres oscilaba entre los 18 a los 45 años.
La mujer de 45 años estaba acompañada por su hija de 20 años, comentaba que la
hija inició en el comercio sexual desde hacía algunos años, porque tenía
problemas de salud y no había podido conseguir otro trabajo.
Es importante mencionar
que a pesar de que la cantina se veía más limpia y en mejores condiciones que
las otras; el espacio destinado para las mujeres, el baño y los cuartos tenían
un aspecto similar al de las cantinas antes mencionadas, espacios muy pequeños,
poco ventilados y muy sucios. Una de las chicas más jóvenes comentó “llevo
unas semanas trabajando aquí, busqué trabajo en varios lados, y en ninguno me
aceptaron, tengo mucha necesidad de ganar dinero, porque tengo un hijo pequeño,
y aquí me aceptaron rápido, pues ni modo”.
En todas las cantinas que
se visitaron se pudo observar que están diseñadas para que los hombres se
sientan cómodos y pensados exclusivamente en ellos; a pesar de tener mujeres
que allí ofrecen y realizan servicios sexuales no se piensa en que ellas
podrían necesitar un baño o, si se tiene, es muy reducido y está en muy malas
condiciones. Los lugares destinados para que ellas ejerzan el servicio sexual son
sitios sucios, donde las sábanas o colchas no han sido cambiadas durante un
largo período, en algunas cantinas los cuartos se acondicionaron con una sábana
para simular la puerta con la que ni siquiera cuentan.
De acuerdo con las cinco
entrevistas realizadas, todas las mujeres refirieron estar allí por necesidad
económica dadas las condiciones de precariedad en que viven. En todas las
cantinas hay hombres que las vigilan y les cobran una parte de lo que ellas
reciben en cada servicio o pagan una cuota diaria por estar allí. En una de las
cantinas se encontraba trabajando una joven de 24 años con un embarazo de ocho
meses, utilizaba un vestido corto, zapatos con tacones muy altos y se
encontraba alcoholizada, probablemente drogada, ella comentaba que no podía
dejar de trabajar porque estaba ahorrando para cuando naciera su bebé.
Las calles
En el espacio público, en ambas ciudades
hay zonas donde se ejerce el comercio sexual, zonas que no están reguladas,
pero que toda la población conoce o ubica. Es importante mencionar que en la
ciudad de San Luis Potosí la zona donde la mayoría de las mujeres practican sus
servicios se encuentra a la vuelta de la Fiscalía del Estado, donde hay
policías rodeando la zona. Al realizar el trabajo de campo se observó cómo una
joven se encontraba dormida en la calle, llegaron dos hombres, la cambiaron de
ropa y la metieron a una cantina; todo esto en el día, bajo la mirada de muchas
personas.
En las calles existen
espacios delimitados para los diferentes grupos de mujeres que ejercen el
comercio sexual. Existen zonas donde se ubican únicamente las mujeres mayores
de edad que trabajan de manera independiente y zonas donde están las jóvenes
que trabajan bajo vigilancia de otras personas. Se realizaron doce entrevistas y
veintidós visitas en calle.
Las mujeres de 40 años y
más, se ubican en una calle peatonal en medio de dos mercados, rodeada de
puestos ambulantes y hoteles. Las mujeres comentaban que llevaban varias
décadas ejerciendo el comercio sexual y la mayoría de sus clientes las conocían
desde que ellas habían iniciado. Todas eran mujeres jefas de familia, en su
mayoría tenían estudios de primaria inconclusos, algunas de ellas tenían
problemas de la vista, nunca habían acudido con algún médico a revisarse por
falta de dinero, y una había perdido la audición en un oído, derivado de una
golpiza que recibió en la calle por ejercer el comercio sexual. Encontramos
algunas señoras mayores de 70 años, una de ellas tenía sífilis en fase
avanzada, había recibido tratamiento, pero no utilizaba condón con ninguno de
sus clientes, por lo cual se seguía reinfectando, la señora comentó
“Solo tengo tres clientes, desde
hace muchos años, no uso condón, los tres son muy limpios…. casi no saco
dinero, solo para mi camión y unas tortillas, pero si no hago esto ¿cómo
sobrevivo?, yo no sé leer ni escribir, mi papá no me quiso mandar a la escuela”.
Otra de ellas decía “Nosotras
trabajamos por nuestra cuenta, no como las otras muchachitas, pero cada vez hay
mayor competencia… cuando nos piden no usar condón nos dan $30 o $50 más, y
pues una lo tiene que aceptar”.
En otra zona, cercana a
las principales calles del centro de la ciudad, a unas cuadras de la Fiscalía
del Estado, se encuentran decenas de mujeres paradas en las esquinas de las
calles, con vestidos cortos y altos tacones, constantemente vigiladas. En el
trabajo de campo se identificaron algunos hombres jóvenes que vendían fichas
para ofertar sus servicios sexuales, además se pudo observar que los hombres
que trabajan lavando carros también las vigilan. La mayoría de estas mujeres
viven dentro de los hoteles con sus hijos, y comentaban que cada tres o cuatro
semanas “las movían” a otros estados a trabajar.
El espacio público es un
lugar donde constantemente son agredidas, se pudo observar que cuando se
acercan hombres, las acosan, las tocan, les gritan; también pasan grupos de
hombres y mujeres que las señalan, se burlan de ellas y las insultan.
Las cuarterías
En el municipio de Ciudad Valles se
encuentra la “zona de tolerancia” en donde se establecen las llamadas “cuarterías”
lugares en los que las mujeres ejercen el comercio sexual. La zona está a
orillas de la ciudad, las calles no están pavimentadas y existen varias casas,
cuyos cuartos son acondicionados y rentados a las mujeres que quieren ofertar
servicios sexuales, de allí proviene su nombre. En las cuarterías se hicieron
cuatro visitas y se entrevistaron cuatro mujeres que allí acuden a ofrecer sus
servicios.
Al entrar a las
cuarterías se pudo observar que los cuartos no cuentan con ventilación, ni baño;
son espacios reducidos, donde únicamente está la cama y una tina para que las
mujeres se limpien después de dar un servicio. Ciudad Valles es una zona húmeda,
donde la mayor parte del año la temperatura supera los 30°C, por lo que en los
pisos y las paredes de los cuartos se puede observar moho. Las mujeres que son
madres, llevan a sus hijos e hijas a las cuarterías, donde en medio de la casa
tienen un cuarto con televisión, allí todos los niños y niñas esperan a que sus
mamás terminen su turno o junten el dinero suficiente para pagar la cuota y un
poco para ellas y sus familias.
En la zona de tolerancia
existen alrededor de 30 cuartos, la mayoría de las mujeres vienen de otros
estados, una de ellas platicó “yo vengo de otra ciudad… vengo porque aquí no
me conocen, hace tres semanas tuve a mi hija, pero se la tuve que dejar a mi
mamá, porque necesitaba ponerme a trabajar”.
Las casas de masajes
En la ciudad de San Luis Potosí se realizaron
catorce visitas a cinco casas de masajes ubicadas en diferentes puntos de la ciudad.
Las casas tienen como seña particular el número exterior con letras grandes y
letreros luminosos con la palabra bienvenido o abierto. Se hicieron ocho
entrevistas en estos espacios.
Antes de iniciar el
trabajo de campo se visitaron nueve casas de masajes, algunas de las cuales no
aceptaron que se entrara a ellas. Las casas de masajes son manejadas en su
mayoría por hombres que se encargan de vigilar con cámaras o en algunos casos
en la recepción.
Todas las casas tienen
establecidas las cuotas y los servicios que se ofertan, los precios van desde
los $250 hasta más de $1,000. Las jóvenes que allí trabajan explicaban que del
total que se cobra, a ellas les toca una tercera o cuarta parte, la mayoría del
dinero se la quedan los responsables del lugar. Ellas llevan sus objetos de uso
personal, los condones y lubricantes, en caso de que no los lleven, el dueño de
la casa pone a la venta condones. En algunas casas las mujeres tienen que ir
seis días a la semana o tienen que pagar una cuota por el día no trabajado.
Todas las mujeres usan lencería y tienen que estar muy arregladas, en cada casa
trabajan entre cuatro y diez mujeres; la mayoría de las casas trabajan las 24
horas, todos los días de la semana.
En general las
habitaciones se encuentran limpias, están equipadas con cama, un mueble de
posiciones sexuales y espejos en la pared o el techo. Cuentan con un baño
general para los clientes y las mujeres que allí trabajan. En todas las casas
se tiene una habitación o un espacio para que las mujeres puedan arreglarse,
descansar o comer; en algunas casas cada una tiene un locker propio donde
guarda sus objetos personales.
Algunas comentaban que
sus familias no sabían la actividad que realizaban “yo le digo a mi pareja
que trabajo en una oficina, salgo temprano de la casa con mis hijos, los dejo
en la guardería y me vengo para acá, vengo con ropa normal y ya aquí me
cambio”. Una de ellas nos contó “mi pareja es muy mujeriego, yo prefiero
que él esté en la casa y yo me vengo a trabajar, en vez de que esté con otras,
que esté cuidando la casa”. La mayoría de las mujeres son madres de dos o
más hijos, y trabajan para poder mantenerlos.
Algunas de ellas
comentaron que estaban trabajando allí porque en la zona industrial tenían que
rolar turnos, y con sus hijos les es complicado trabajar bajo esos horarios,
otras comentaban que no habían podido conseguir trabajo en otros lugares, y
allí les habían dado la facilidad de entrar rápidamente. En una entrevista, una
chica relató “hay días que no me dan ganas de venir, pero pues ni modo, como
en todos lados, este es mi trabajo, y tengo que venir”. Cuando nos
preguntaban sobre la situación que se vive en las calles al ejercer comercio
sexual y les platicamos sobre la realidad de otras mujeres, una de ellas dijo “de
por sí es muy triste trabajar aquí, no me imagino a las otras (las que trabajan
en la calle)”.
En todas las entrevistas
las mujeres relataban experiencias de violencia que habían sufrido por parte de
sus clientes, comentaban que al entrar en los cuartos con ellos o ir a los
hoteles a proporcionar servicios privados no tenían la seguridad de salir vivas
o de que no las violentaran, entre los relatos que ejemplifican dicha situación
están los siguientes:
“Hay que tener mucho cuidado, todos
son bien mañosos, no más están esperando que te distraigas para romper o
quitarse el condón, ya van varias veces que me pasa, ahora lo que hago es poner
mi mano encima del condón, para estar checando que no se lo quiten”
“A mí sí me da miedo, porque he ido
a dar servicios en hoteles, a veces pasan por mí en una camioneta dos o más
hombres y me llevan al hotel, allí tienes que hacer de todo, me da miedo que en
una de esas me vayan a matar, pero pues nos pagan el doble o triple de lo que
aquí nos pagan”.
Conclusiones
Al realizar esta
investigación se pudo comprobar que existen grandes diferencias y variantes
dentro del comercio sexual, algunas mujeres pareciera que lo ejercen de manera
voluntaria, otras de manera forzada, esto coincide con lo
encontrado por Izcara-Palacios (2019, p.91) en una investigación con mujeres
que ejercían el comercio sexual en diversos países, donde encontró que las
mujeres se encontraban en cuatro situaciones distintas: la esclavitud sexual,
la prostitución involuntaria, la prostitución no forzada sin libertad para
elegir clientes o trabajar en otros locales y la prostitución no forzada con
libertad para elegir clientes o trabajar en otros locales, es decir, la
prostitución de mayores de edad sin engaño o coacción.
Los espacios en que se
ejerce el comercio sexual marca diferencias en cuanto a riesgos,
estigmatización, visibilidad, entre otras características; siendo la calle el
espacio de más peligro, culturalmente se nos enseña que la calle es un espacio
de hombres y es un lugar peligroso para las mujeres. En las observaciones
realizadas en el trabajo de campo se pudo observar cómo las mujeres que
trabajan en la calle eran insultadas por hombres y mujeres, tocadas por los
hombres con total libertad, independientemente si contrataran sus servicios o
no, como lo mencionan Arella, Fernández-Bessa, Nicolás-Lazo y Vartabedian
(2006, p. 90) las mujeres, al utilizar la calle para su trabajo, son
estigmatizadas por utilizar y ocupar un terreno no aprobado socialmente para
las mujeres, representa una forma de contestación y cuestionamiento del modelo
de sexualidad imperante; para algunas de ellas la exposición pública es la
reafirmación del trabajo que ejercen y que les avergüenza. El ejercer el
comercio sexual en espacios privados hace que no sean perseguidas o
criminalizadas.
En
todas las variantes que se reportaron en esta investigación existen algunas
características en común: ninguna mujer ejercía el comercio sexual como una
opción elegida, lo hacían por la necesidad de tener una fuente de ingresos, por
no tener estudios, por vivir bajo condiciones precarias o como una actividad
aprendida de sus madres o abuelas; como lo menciona
Izcara-Palacios (2019, p.97) las madres que viven de la prostitución no siempre
inducen a sus hijas a la prostitución, pero la cercanía de las niñas al mundo
del comercio sexual en algunos casos, provoca que se introduzcan en esta
actividad. Al igual que los resultados de investigación obtenidos por Arella,
Fernández-Bessa, Nicolás-Lazo y Vartabedian (2006, p. 113), en esta
investigación las madres no estaban de acuerdo en que sus hijas ejercieran la
prostitución, algunas mencionaron que harían lo que fuera para que no
estuvieran en su lugar.
En este estudio, al igual
que en el de Holgado-Fernández (2001) y el de Heim (2007) la gran mayoría de
mujeres que ejercen la prostitución son el sostén económico de sus familias, la
mayoría son jefas de familia y tienen varios hijos; el criterio de la responsabilidad
materna es algo que las lleva a ejercer esta actividad, aunque no estén
convencidas de hacerlo. En la investigación realizada por Heim (2007) el 77% de
las mujeres que entrevistó, también realizó otros trabajos, pero el dinero no
les alcanzaba para cubrir la manutención de sus familias, por lo tanto,
tuvieron que regresar a la prostitución; algunas de ellas mencionaron haber
pasado por depresiones prolongadas, la situación que más le causaba problemas
psicológicos es el no haber elegido la prostitución y verse obligadas a hacerlo
por la necesidad económica y la falta de opciones de trabajo.
Disentimos con la postura
de Lamas (2016, pp. 24-25), la cual considera que el trabajo sexual es una
opción elegida por lo empoderante y liberador que le puede resultar a una mujer
ganar dinero, aunque su elección sea orillada por una precaria situación
económica. Las narrativas de las mujeres entrevistadas en esta investigación no
mostraban empoderamiento, al contrario, no se sentían cómodas realizando este
tipo de actividad; lo cual nos lleva a concluir que las mujeres no gestionan su
cuerpo de manera autónoma y deliberada, sino orilladas por la necesidad
económica y la violencia estructural que viven.
El acercamiento que se
tuvo a los diferentes espacios donde se ejerce el comercio sexual y el escuchar
las voces de las mujeres que lo realizan, nos lleva a reflexionar que legislar
a favor de la legalización de esta actividad puede favorecer a las mujeres que
lo hacen de manera libre y elegida; a diferencia de las mujeres que lo hacen de
manera forzada u orilladas por condiciones precarias, quienes lo seguirán
haciendo de manera forzada, pero ahora legitimada por el Estado. Es un tema que
se tendría que investigar más a fondo antes de legislarse; es importante
analizar los resultados de la legislación en otros países.
Spiegel (2017) reportó
que a más de 15 años de legalizarse la prostitución en Alemania, la explotación
y la trata de personas continúan siendo problemas importantes; no se logró
generar mejores condiciones ni más autonomía para las trabajadoras sexuales,
como los políticos esperaban. Entre el 65 y 80% de las mujeres que ejercen la
prostitución son de otros países, y la mayoría de ellas son víctimas de
explotación sexual.
Como menciona
Montiel-Torres (2018) al seguir argumentando que la prostitución es diferente a
la trata de personas con fines de explotación sexual se seguirán perpetuando
las lógicas de dominación masculina, de explotación sexual y de esclavismo. La
falta de comprensión del fenómeno hace que las políticas públicas estigmaticen
o criminalicen a las mujeres, sin cuestionar la construcción de la demanda y de
quienes las prostituyen. Coincidimos con el autor en la necesidad de investigar
y analizar la participación que tienen los hombres en este fenómeno.
Es imperante que el
Gobierno Mexicano asuma las responsabilidades que le corresponden, de acuerdo
con los tratados internacionales que ha firmado y a las leyes que existen en
esta materia. Los resultados del diagnóstico realizado por la CNDH (2019) y el
Reporte sobre Trata de personas de la Embajada y consulado de Estados Unidos en
México (2019) mostraron que se redujeron los esfuerzos de aplicación de la ley;
no existe coordinación interinstitucional; se está descuidando la prevención en
niños, niñas y adolescentes; falta capacitación al personal operativo de las
instituciones y se cuenta con poco personal; no se tienen datos certeros y
confiables sobre las cifras reales del fenómeno de la trata en México; la
corrupción entre los proxenetas y funcionarios públicos continúa siendo
preocupante; existen pocos refugios para niños, niñas y mujeres víctimas, ninguno
para hombres y adolescentes mayores de 14 años.
Respecto las acciones que
se establecen en la Ley de Salud del Estado de San Luis Potosí, las
observaciones y entrevistas realizadas mostraron que pocas mujeres tenían el
registro sanitario, la mayoría no tiene conocimiento sobre esto; las acciones
de prevención de infecciones de transmisión sexual en la ciudad de San Luis
Potosí son brindadas principalmente por organizaciones civiles, a diferencia de
Ciudad Valles, donde las acciones son realizadas por personal de la Secretaria
de Salud. Sobre las prohibiciones que se mencionan sobre el no ejercer la
prostitución de personas menores de edad, no ejercerla con clientes menores de
edad y en la vía pública, son restricciones que no se cumplen en la práctica. La
prueba más clara de ello es que en las calles paralelas a la Fiscalía del
Estado hay mujeres que realizan la prostitución a toda hora del día bajo la
vigilancia de otras personas (Instituto de Investigaciones Legislativas, 2004).
Las narrativas de las
mujeres y el contexto que observamos mostraron los diferentes tipos de
violencia que viven de parte de sus clientes, del personal de seguridad pública
y de personas de población abierta. Pareciera que ver a una mujer que ejerce el
comercio sexual les lleva a pensar que son objetos que pueden tocar e insultar.
Al despersonalizarlas, se desdibuja la madre, la hija y la esposa que ejerce
esta actividad para ser el sustento de otras personas.
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