HOMOEROTISMO
EN AGUASCALIENTES. UNA MIRADA ETNOGRÁFICA A UN LUGAR DE ENCUENTRO SEXUAL
HOMOEROTICISM IN AGUASCALIENTES. AN ETNOGRAPHIC VIEW
OF SEXUAL ENCOUNTER PLACES
Juan
de la Cruz Bobadilla Domínguez[1]
Resumen
Problematizar un lugar público de
encuentro sexual para varones como ámbito constituyente y productivo de
sujetos, subjetividades y cuerpos, permite analizar las prácticas de homosocialidad y sexuales que suceden en un espacio de
estas características.
El presente artículo versa sobre los
encuentros homoeróticos registrados en un Spa de perfil gay ubicado en
Aguascalientes. Mediante registro etnográfico se observan distintos elementos
de homoerotismo y homosocialidad
que tienen lugar entre los usuarios del establecimiento, mismos que dan cuenta
de cómo los discursos hegemónicos alrededor del placer y la sexualidad son
reproducidos, cuestionados o subvertidos.
Palabras
clave:
homosexualidad, cuerpo, placer, deseo, etnografía
Abstract
The treatment
of sexual encounter public places for man as an environment where subjets, subjetivities and bodys are constructed and produced, leads to analysis of
social as well as sexual practices, within a limited space.
This article
is about homoerotics encounters in a gay profile Spa,
located in the village of Aguascalientes. On a corresponding slope of the
methodological approach, trought etnographic
registration, different homosociality and erotism
elements are studied in the costumers, exposing and questioning some hegemonic
speeches about pleasure and sexual practices around homoerotic relationships.
Keywords: homosexuality, body, pleasure, desire, etnographic
recepción: 06 de septiembre de 2019
aceptación: 16 de enero de 2020
Introducción
El objetivo de la investigación que
sustenta el presente artículo surge de un interés en los encuentros sexuales
entre varones, particularmente el registrado en un Spa de perfil gay ubicado
en la ciudad de Aguascalientes, mismo que deambula alrededor de experiencias
que van más allá de la pulsión del deseo y el intercambio sexual, se agregan
complejos elementos que constituyen la subjetividad de los sujetos. Ello insta
a que, recuperando a Langarita (2016, pp. 230-231), se
decidiera elucidar el sentido social productivo del sexo, situado a partir de
las prácticas sexuales e interacciones sociales efectuadas entre varones
usuarios de este Spa gay, ubicado en
la periferia de la ciudad.
El trabajo de
campo consistió en un abordaje cualitativo fundamentado en el registro etnográfico
y autoetnográfico, que aportó la observación
participativa al completo efectuada durante más de dos años en el establecimiento
objeto de estudio, y en complemento, una serie de pláticas informales y
entrevistas a profundidad realizadas con algunos usuarios y empleados del
recinto.
La selección de
informantes clave para las entrevistas se definió con base en interseccionalidad que cruza segmentos de edad representativos
del usuario promedio, así como a las diversas corporalidades manifiestas;
cuerpos abyectos, no estereotípicos, perfectos o estilizados, sino cuerpos
reales, como los de la mayoría de los clientes. La clase se filtró al ser el
recinto un lugar cuyas tarifas y costos delimitan un específico sector
socioeconómico de estrato medio a medio alto. Los nombres de las referencias a los
testimonios incluidos han sido sustituidos por seudónimos a fin de proteger la confidencialidad
y anonimato de los informantes, convenidos mediante acuerdo informado.
Respecto a la
inmersión en el campo, resultó ineludible integrar la propia subjetividad a la
investigación. En el plano metodológico significaba cómo y hasta dónde se debería
entablar dicho involucramiento. ¿Bajo qué criterios, epistemológicamente
válidos, podría fijarse una objetiva y pertinente postura respecto al abordaje
en el campo? La lectura de las experiencias que juegan el papel de la
subjetividad del investigador en el trabajo etnográfico en textos de Mauricio List (2009), de México; y María Elvira Díaz-Benitez (2013) y Camilo Braz
(2009), de Brasil, orientaron a decidir efectuar observación participante al
completo, asumiendo que al interactuar se tendrían encuentros sexuales con los
usuarios del Spa y quizá con algunos
de los informantes. A fin de dar cuenta precisa y detallada de lo vivido en el
lugar de encuentro sexual se tendría que pasar por un usuario más del recinto.
Lo que Eduardo Restrepo denomina “saber estar”, es decir, adaptar los
comportamientos que de “sí” se esperan al adecuar mental y corporalmente al
etnógrafo al escenario del campo a trabajar (Restrepo, 2016, p. 37).
Al surgir el móvil
de la investigación, existieron sin embargo dos filtros para estos encuentros:
uno abocado a la prevención en torno a la salud personal; y el otro con fines
de adecuación a las lógicas y dinámicas que ocurrían en el espacio.
El primero
consistía en no integrarme a las prácticas de intercambio sexual entre diversos
sujetos, conocido como sexo grupal u orgías, dado que no todos los implicados
se protegían durante los intercambios, es decir, no siempre usaban condón. El
segundo, concerniente al grado de participación, operó como criterio de selección
ante los prospectos, ya que la mayoría de los sujetos seleccionaban con quiénes
sostenían encuentros sexuales, haciendo un intercambio no del todo casual o anónimo.
Se ejercería entonces una selección, misma que permitió corroborar qué códigos
y respuestas se articulaban ante el rechazo o indiferencia dentro de la gestión
de los encuentros.
El
espacio, el encuentro y la experiencia
Existen en esencia tres tipos de
espacios para el encuentro sexual entre varones y sujetos trans,
que en México se han denominado desde el imaginario activista bajo el término
LUPIS (Lugares Públicos de Intercambio Sexual): los baños públicos, vapores o
saunas; los cuartos oscuros, ya sea exprofeso como tales, o como espacio
componente de antros y bares, y las salas cinematográficas que proyectan
exclusivamente pornografía, éstos últimos, señalan Córdoba y Pretelín (2017), en franco, gradual e irreversible proceso
de extinción a partir de la asunción de los complejos cinematográficos.
Estos sitios se
extienden a otros espacios de carácter público como los servicios sanitarios de
diversos establecimientos (por ejemplo: los emblemáticos Sanborns, y en Aguascalientes, específicamente los sanitarios de la
Central Camionera), los parques públicos, sótanos, bodegas, lugares cerrados y
abandonados, etc. Se puede afirmar que cualquier lugar que se enmarque dentro
de una lógica de privacidad, clandestinidad y/o anonimato, puede ser sucinto de
apropiación por parte de varones sexodiversos de
cualquier zona, región o poblado, destacando geografías como Aguascalientes,
donde esta diversidad manifiesta condiciones de rechazo y exclusión al no encontrar
aceptación o legitimidad para su ejercicio en otro tipo de espacios.
Reflexionando sobre
la creación y gestión de espacios que operan como lugares de encuentro sexual
para varones en Aguascalientes, se antepone reparar en las denominadas rupturas
históricas que se han presentado desde finales del siglo pasado e inicios del
presente, y que los protagonistas de la presente investigación, varones que
guardan el común denominador de ejercer su sexualidad en lugares públicos, aluden
haber experimentado como parte vital de sus trayectorias sexuales.
La práctica homoerótica y forma de vida homosexual en Aguascalientes,
en su discontinuo tránsito hacia la modernidad ha traído consigo no solo la
aparición de nuevas subjetividades en torno a la experiencia sexual, como se
constata mediante los testimonios recogidos de los informantes, sino también la
apertura a un espacio y mercado de consumo por cubrir aún ajeno y débilmente
inmerso dentro de la cultura gay global. Y aunque ha quedado proclive a
ser asumido como estrategia de vigilancia ante una intencionada reconfiguración
del ghetto,
asumido como la ideología de la identidad homosexual que constituye una forma
de alienación específica frente al capital y encuentra fundamento material en
las diversas formas del ghetto
que terminan por ser otros tantos lugares de reclusión (Nicolas,
2002, p.37), el consecuente “encierro” ha devenido en producir sujetos
paradójicamente constituidos, apuntando al autoreconocimiento
y a una incipiente identidad colectiva, por un lado y a la cosificación del
deseo sexual y al mercadeo del cuerpo, por otro. En conjunto, han propiciado un
nuevo entorno para validar y reproducir la homonormatividad,
al tiempo que socializar la diferencia e incidir en la disidencia, tornando
asequibles los encuentros sexuales y extendiendo con ello los alcances de una
visibilidad hasta hace poco confinada.
García refiere
que, en el contexto mexicano, es importante recalcar la inherente vinculación
entre el surgimiento, desarrollo y posterior consolidación de espacios de ocio,
entretenimiento e intercambio sexual; y la emergencia y reivindicación identitaria de la homosexualidad en México, en la medida
que los movimientos activistas, retomando la herencia europea y norteamericana,
lograron visibilizarla y brindarle un espacio dentro del orden social imperante
(García, 2016, p. 84). Es decir, desde un inicio, tanto en México como en otras
latitudes, han ido a la par las reivindicaciones y emancipaciones políticas, culturales
y sociales del sector con la irrupción de espacios lúdicos y eróticos, propios
y exclusivos. La imperante necesidad de contar con sitios apropiados, seguros y
visibles, en donde además de compartir y socializar con iguales también se
pudiera “ligar” y establecer contactos sexuales, han sido los móviles que desde
entonces han perfilado la inserción social de la homosexualidad en el espacio
público de la capital del país.
Tomás rememora sus iniciáticas incursiones no
solo en los vapores y en lo que fuera el inicio de su vida sexual, sino en su
inducción a la socialización de la vida gay
en el Aguascalientes que le tocó vivir, a finales de los años ochenta:
…la falta de experiencia,
te digo, era por…dieciséis, diecisiete, dieciocho años, no tienes realmente
seguridad, y realmente no sabes a dónde…ir…realmente, no conoces a nadie,
piensas que eres el único en el mundo, de repente te sale que un amigo también
es, y empiezas a ver que hay todo un espectro de cultura y todo lo demás, que
no es lo mismo que ahorita, pero en ese entonces sí era así como… estoy
hablando del ochenta y siete, ochenta y ocho. Que fue realmente cuando empecé a
tener mi vida más activa sexualmente y que conocí a alguien en la prepa que era
gay…y me dijo, -¡aaah, hay mucho!- y empiezas así
como que a agarrar el término para ti, porque antes era homosexual, ¿no?, y te
sentías mal y cuando alguien decía homosexual, se cortaba el ambiente con tijeras
(risas)…pues estaba el Mandiles (antro), de ir al Mandiles la primera vez todo
nervioso y todo lo demás; pero es eso, vas a un lugar de ambiente cuando no
sabes…y vas…tenso. Pero ya después vas agarrándole el modo, y ya sabes, como
que te adaptas a la cultura, es otra cultura totalmente diferente. Y este, pero
no era lo mismo. El antro contra el vapor era totalmente diferente, el vapor
era así como que más garantía. Y en ese momento, cuando tienes diecisiete,
dieciocho, tienes todo reborujado (confuso) entre que
quiero sexo y quiero…este, amor y…y tengo culpa. O sea, las tres cosas al mismo
tiempo. El antro, al revés, ahí es más amor, y más sexo, …bueno, menos sexo,
pero más relaciones. La culpa ahí no tanto, fíjate. Pero sí era, pues así como
que sí, te vas enfrentando…lo voy a poner como si fuera una gelatina, que vas
llegando y está bien dura, pero ya la pasas y ya está toda blandita y todo
tranquilo. Al principio sí fue muy difícil pero…el vapor para mí era…una…era un
lugar…totalmente… ¡sexo! te digo, garantía, pero sí me la pensaba, pero por lo
mismo, ¿no?, porque una parte de ti, estás con la cultura de buscar una
persona, una pareja, no de tener sexo, o sea, para la forma de pensar de
nosotros, el sexo es consecuencia de la pareja, pero no como puede ser sin la
pareja, y llegar a esa cultura es hasta los últimos años… (Tomás, 42 años)
Hoy, a treinta años de distancia, la
ruptura epistemológica del sexo y su pedagogía histórica en el Aguascalientes
posmoderno, asimilada en los informantes que se regocijan al rememorar aquél
tiempo, responde quizá a que aún no son del todo reconocidos en todos los
núcleos de la diversidad sexual de Aguascalientes los espacios y oportunidades
que estos cambios han propiciado, al poner a disposición de la vida cotidiana
de los sujetos las condiciones para que un ejercicio más abierto de la
sexualidad no heteronormativa sea no solo factible,
sino también próximo y accesible.
Redes
e interacciones sociales
Los usuarios del Spa objeto de estudio, interactúan en muchas ocasiones más allá del
encuentro sexual, establecen una red de relaciones de cordialidad y
camaradería, algunos incluso de amistad a partir del espacio y experiencia
compartidos. Siendo el sexo el móvil para los contactos, los encuentros quedan
susceptibles en ser registrados y almacenados dentro del bagaje de experiencias
sexuales vividas dentro del Spa. Los
sujetos protagonistas pasan a formar parte, para quizá la mayoría, de una lista
de encuentros aislados, categorizados en función a la calidad del aporte
placentero proporcionado. Para otros, sus encuentros llegan a formar parte de
una red de contactos intermitentes, aleatorios y difusos, de carácter exclusivo
al Spa. La minoría, luego del o los
encuentros establecidos, dan inicio a una relación de sociabilidad que guarda
seguimiento y a veces llega al eventual estrechamiento de lazos amistosos, casi
siempre dentro del contexto del Spa.
Una manifestación
particular de la inserción reside en que las redes sociales que se suelen tejer
dentro del Spa aplican única y
exclusivamente a sus usuarios y dentro del Spa
mismo, es decir, no se obtuvo registro de usuarios que, conociéndose en el Spa, se reúnan o frecuenten fuera de
este, salvo algunas excepciones. El marco gregario y al mismo tiempo segregacionista
del espacio, opera a manera de ghetto cuya norma priva para el resto de las relaciones
interpersonales de los sujetos. Ello permite sustraer el indicador que prescribe
el por qué los encuentros sexuales que los sujetos experimentan en el Spa quedan reservados para el Spa. Es “el lugar” de sus encuentros, el
lugar donde conocen, gestionan y experimentan dichos encuentros; fuera, las
conductas sexuales pueden reproducirse, pero también pueden llegar a ser otras,
a veces diversas, e incluso opuestas, como el caso de los varones casados con
una mujer cisgénero.
Gran parte de los
usuarios no tienen encuentros sexuales con otros varones fuera de los que
sostienen en el Spa. Este lugar pasa
a ser entonces no solo artilugio, reducto y vehículo, sino también refugio,
catarsis y heterotopía de cuerpos sexuados, es decir,
la construcción de un contra espacio, una utopía situada, un lugar real lejos
de todos los lugares (Foucault, 2010, p. 21).
Estos registros
comportamentales se observaron principalmente dentro de segmentos de hombres
maduros, mayores de cuarenta años, algunos probablemente casados, pero esencialmente
en adultos de edades mayores a cincuenta años; y solo en muy pocos jóvenes de
entre veinte y treinta años. El factor edad, aunado a la condición civil e identitaria, además de inhibir e invisibilizar
gradualmente al individuo, le amortajan sexualmente, teniendo el sujeto que
negociar consigo mismo para desmontar el orden normativo y agenciar emprender
la recuperación y resignificación de su cuerpo
mediante la conquista de su deseo y la consumación del placer.
La implicación de
estos comportamientos se encuentra atravesada por su respectivo sistema de
creencias, y cuestiona tanto sus normas como sus valores individuales,
mostrándolos en su dinámica y potencial flexibilidad, según la experiencia
registrada en sus trayectorias sexuales. Estos ajustes y acomodamientos se
vinculan con la capacidad reflexiva y dialógica del sujeto con los
conocimientos y la información de la que hace acopio, pero también conforme
muestre disposición en acrecentar su bagaje personal en el rubro de la
experiencia.
Probar algo nuevo,
inédito, quizá incluso impensable desde cierta lógica auto represiva, traducido
en una experiencia sexual asociada con lo prohibido, y por tanto con algo
reservado a la intimidad, representa el desplazamiento que los usuarios se ven convidados
a dar una vez que deciden acudir al Spa.
El primer esbozo es hacer público su deseo, su disposición hacia el encuentro
sexual al compartirla con otros usuarios en un recinto público. Se registra
mediante la exposición del cuerpo al tiempo que en la reparación del cuerpo de
los otros.
La reproducción de
normas se manifiesta cuando por ejemplo se observan sujetos que en lugar de
portar el pareo que se entrega a la entrada, usan traje de baño y, por tanto,
no se encuentran desnudos. Igualmente, en las regaderas donde la mayoría de los
usuarios se duchan con el pareo puesto. Es la reproducción del pudor del
cuerpo, independiente la disposición que el sujeto guarde alrededor de los
encuentros sexuales, es portar un cuerpo bajo una determinada forma según el
canon establecido para tal efecto desde el orden social, ajustándose a la
norma.
Desplazamientos
en los encuentros. Otros referentes, otros cuerpos
Se alude a la condición que guardan
los encuentros sexuales entre algunos de los usuarios del Spa, a partir del sigilo e indefinición que permean previo el encuentro
sexual o incluso al no llegar a suscitarse éste. Obedece a elementos que se entrelazan
con el contexto de Aguascalientes, responden a la lógica social conservadora que
impera en la localidad y al comportamiento discrecional que prescribe en distintas
vertientes de la vida social, enfatizando al ámbito privado al coartar su agencia
operando aspectos que atañen a la intimidad a través de los deseos.
…creo que somos reactores
de deseo. El hecho de que tú tengas una interacción sexual que es lo normal en
el vapor, creo que le da oportunidad a las demás personas de deshinibirse, ya hubo alguien que lo hizo, ya alguien que
está teniendo sexo oral aquí públicamente, ya es muy excitante verlo y se
empieza a concentrar una cantidad importante de gente alrededor y comienza a
masturbarse, comienza a tratar de interactuar. Entonces creo que todavía
tenemos este código de no escrito, y también es un comportamiento social muy
común de que hasta que no vemos que no es malo, lo empezamos a hacer, o hasta
que vemos que podemos perdernos entre una masa grande de personas
masturbándose, es cuando tenemos la apertura de poder hacerlo, ¿no? Hay
personas que, son casos excepcionales, valiéndoles muy poco lo que opinen, se
masturban públicamente, buscan incitar a alguien, simplemente por el placer de
hacerlo, ¿no? pero, son lo menos, volvemos a lo mismo. Pero sí, la dinámica de
selectividad es muy muy complicada. Sí hay mucha separación, mucha
discriminación hasta cierto punto, todavía estamos muy casados y muy clicheados de los gays muy muy
afeminados de ¿sabes qué? es que es muy muy afeminado, y no. Incluso estas
personas que tienen esta situación de tener el pene pequeño también es muy muy
mal visto, o sea, son muy relegados. (Frank, 29 años)
Las huellas del escrutinio social, la cultura
de la simulación y el juego de las apariencias, escindidos en la sociedad de
Aguascalientes, se hacen presentes en el Spa
al desplazarse subjetivamente a muchos de los usuarios, tornándolos temerosos,
dudosos e incluso renuentes a tomar la iniciativa para la gestión de los
encuentros sexuales, traslapando prejuicios morales y el tabú del sexo en su
actuar. Esto se verifica con regularidad en la medida que, al conocerse, los
usuarios producen esquemas de socialización donde la gestión del sexo casual se
ve trastocada al quedar desprovista del anonimato que provee seguridad y
confianza al sujeto que protagoniza un encuentro bajo estas circunstancias.
Saberse
identificado y asumir que se coincide en otras áreas del Spa, hace que algunos sujetos se sientan vulnerados en su accionar.
De ahí que los comportamientos sean susceptibles de diferenciarse tanto dentro
como fuera de las salas de vapor y sauna, aun cuando los sujetos estén compartiendo
el mismo espacio; es decir, los espacios y sus lógicas prescriben
comportamientos específicos en función del significado que adquieren y con base
en el sentido que otorgan a las lecturas que se hagan de los sujetos.
El planteamiento gira
alrededor de la noción que, al definirlos caracteriza a los vapores vistos como
LUPIS ―Lugares Públicos de Intercambio Sexual―, como sitios de preminencia
circunstancial y alcance limitado para la identificación entre sus
protagonistas. Langarita enfatiza al denominar a este
tipo de actividades como prácticas de sexo anónimo, que implica que los sujetos
participantes en ellas no guardan entre sí ningún tipo de contacto o
intercambio de información personal, o una mínima condición de socialidad más allá del intercambio sexual, reduciéndose la
interacción estrictamente al sexo y al nivel de placer que se obtenga (Langarita, 2016, p. 131).
Se hace referencia
tanto a sitios públicos de llamado “ligue” o “crusing” como a LUPIS. A esta inferencia
casual y espontánea en los encuentros, se le suele atribuir una cualidad, a
manera de cláusula, que pareciera impide la posibilidad de trastocar la
condición de anonimato que prevalece entre los participantes. Llega a operar incluso
como código o norma para que los encuentros puedan ser factibles, y para
algunos sujetos llega a adquirir tintes fetichistas. La vinculación sobre la
prohibición y variables de interseccionalidad como
raza, clase y género; además de la carga simbólica del deseo y el lugar del
cuerpo, son elementos a partir de los cuales se expone respecto de prácticas de
un supuesto sexo anónimo.
Ubicando el
contexto que subyace en Aguascalientes, donde un extendido conservadurismo y una
doble moral coartan el pensar y actuar en torno las sexualidades, reprimiendo
su manifestación, que exista un espacio como el Spa, aún en la periferia de la capital, permite repensar los
sentidos y alcances que los LUPIS pueden generar en contextos particulares.
Por tanto, la
gestión social del sexo que alude Gayle Rubin, aquella que habla de un sistema de valores sexuales y
según dicho sistema, la sexualidad
"buena", "normal" y "natural" sería idealmente
heterosexual, marital, monógama, reproductiva y no comercial. Sería en parejas,
dentro de la misma generación y se daría en los hogares. Excluye […]
cualesquiera otros papeles que no fuesen el de macho y hembra. Cualquier sexo
que viole estas reglas es "malo", "anormal' o "antinatural.
(Rubin,1989, p.134)
viene a cuestionarse y redefinirse en
función de elementos como la socialidad entre los
usuarios, lo cual no necesariamente se ajusta a la lógica que configuran las
prácticas de intercambio sexual entre varones de otros entornos. El anonimato
no es luego un imperativo ni una constante dentro de la dinámica que establece el Spa.
El Spa funge como espacio de socialización
para hombres que tienen sexo con otros hombres dentro de una dinámica fincada
en la cultura gay mercantilizada,
misma que radica en entender que la identidad y noción de lo que identificamos
como gay en la actualidad, obedeció
al impacto global que se orquestó desde las industrias culturales
estadounidense y europea mediante la masificación de sus productos y
contenidos. De esta manera, películas, series de televisión e incluso marchas
de orgullo y agendas internacionales en materia de derechos humanos, han
logrado que la identidad gay sea
viral que no universalizada, logrando imponer modelos estéticos y de
comportamiento en las poblaciones involucradas (Falconi,
2019, p.25).
Regresando al Spa, la estructura, distribución y
consecuente navegación física del establecimiento propician que cada cliente
que arriba sea visualmente auscultado por los presentes, al cruzar los espacios
comunes que dan entrada a las salas de vapor y a la de sauna; a las regaderas,
las cabinas, la sala de vídeo y el cuarto oscuro. Este registro perfila no solo
el reconocimiento y factibilidad de los cuerpos prospectos para el encuentro
sexual, sino también a individuos sucintos de una interacción social que puede
llegar a fincar otro tipo de relaciones. Los usos, significados y sentidos del
espacio se tornan complejos en sus distintas manifestaciones, como lo señala en
su experiencia el usuario Dorian:
…de que sabes que
estás en un lugar de “ambiente”, y no esperas que los que acaban de coger,
tener un faje, x, y, z, ya estén de comadres platique y platique en la barra y
todo, que es chido, digo, no hay que cerrarse a dejar de hacer amigos, pero es
algo raro que no es en todo el ambiente en todos lados, ahí se me hace algo
raro, padre…se me hace raro porque he visto el ambiente en otros lugares
también y funciona como que tenías un encuentro con alguien que esto que lo
otro, tal vez a lo mucho si se dijeron el nombre, pues ya adiós, sultano, que esto que lo otro, y ahí quedó, ni el teléfono,
ni oye cada cuándo vienes, cuándo nos vemos, nada, son encuentros para
descarriar la calentura y tan, tan. Y acá sí llega a darse precisamente el tal
vez ampliar a una amistad, o ¡hasta un noviazgo!, o algo así, se busca
precisamente entablar algo más, cosa que como te digo, no lo veo ni bueno ni
malo, ya cada quien, si quieres buscar amigos, pues ¡venga, ahí!, si vas a
hacer amigos, precisamente, si no vas a buscar nada, pues igual también, no te
van a mentar la madre porque es parte de la normatividad normal, pues de que no
tengo porque mantenerme en contacto contigo porque vamos a “echar pata”, aja. (Dorian,
39 años)
¿Cómo
se habita el cuerpo en el Spa Gay?
El cuerpo se habita como receptáculo
a estímulos en las esferas de lo fisiológico, psíquico, erótico, sexual, social
y político (Muñiz, 2015). El cuerpo irrumpe al hiperbolizarse en su
voluptuosidad a partir de la pulsión sexual que antecede y formula al deseo
sexual. Este apetito demanda encausar la libido hacia su liberación vía el
desfogue y consecuente disfrute. El cuerpo se haya en estado de tensión, al
igual que la presencia de estímulos que lo mantienen expectante y alerta hasta
no verse saciado, es cuando entran las formas de cómo ese cuerpo será portado a
fin de concretar dicho ciclo, el cual puede reiniciar o reciclarse, como lo muestran muchos usuarios
del Spa, al mantener como premisa en
cada una de sus visitas consumar la mayor cantidad de encuentros sexuales
posibles. Estas formas pueden operar intermitentes o detonar una cúspide
ascendente en la que el usuario busca mantener un ritmo constante en los
encuentros, teniendo uno tras otro.
Cabe precisar con
base en el registro etnográfico que no todos los encuentros sexuales necesariamente
culminan en eyaculación o en un orgasmo concebido como tal, al igual que no
siempre se tiene penetración en ellos. Muchos de los encuentros en los que se
participó y/o atestiguó, consistieron en la práctica del sexo oral, ante lo
cual el o los usuarios proveedores llevaron a cabo un sinnúmero de felaciones a
igual número de usuarios en el transcurso de una visita al Spa, operando de manera similar para el o los receptores.
Saciar al cuerpo
implica agotar las posibilidades liminales que este representa en el plano erótico.
Entran aquí las fantasías sexuales, como estímulos agregados que proporcionan
además de renovación y variedad a la rutina, nuevos y quizá inexplorados
repertorios para la intensificación del placer. El Spa funge en este sentido como escenario para vivir esas fantasías
a partir de la versatilidad que emana de la pluralidad de sus dinámicas, misma
que en distintos planos construyen y representan los usuarios.
Estos elementos
pueden ser la interpretación de los significados atribuidos al cuerpo, al
deseo, al placer, al goce sexual, al erotismo y a las fantasías sexuales; sus
causales y efectos, así como los comportamientos, técnicas y prácticas sexuales
efectuados, lo que lleva a
desentrañar cómo se está pensando y leyendo la portación de esos cuerpos y la
vivencia de su sexualidad dentro del Spa.
Género,
masculinidad y poder
La finalidad de este apartado es
problematizar la afirmación de la masculinidad heterosexista
dentro de lugares y comunidades concebidos como gays, dentro de los cuales
ubicamos al Spa, mismos que generan
espacios colectivos seguros a la par que reproducen situaciones de opresión
afectando su estructura y organización, articulando operativos de sanción.
Un dato característico
en el Spa es la tendencia en los
usuarios a hacer de la masculinidad un acto performativo
que más allá de visibilizarlos como sujetos masculinos en personalidad y
comportamiento, responde a construirse bajo la norma de género atribuida al
sujeto varón. Algunos llegan a mostrar rasgos hipermasculinizados
en formas concretas de conducirse a través de la comunicación no verbal,
principalmente el modo de caminar ―con altivez, zancadas largas, firmes y
seguras―, ademanes remarcados con brusquedad o rudeza y al impostar la voz ―alto
volumen y tono golpeado―, al enfatizar cada elemento asociado a lo viril a fin
de connotar fortaleza. Precisando que la acepción en torno a la virilidad varía
al cruzarse con la clase y el contexto analizado, dado que los significados
codificados al respecto muestran distinciones evidentes, como puede ser un
marcador de masculinidad concreto; por ejemplo, saludar al llegar a la barra
del bar del Spa: “¡Hola!”, si es
hecho por un joven recién entrado a la mayoría de edad, de estrato popular,
corporalidad muy delgada y suave voz; a si es efectuado por un varón maduro de robusta
complexión, que pasa de los cuarenta años, pertenece a un estrato medio alto y
maneja un tono áspero de voz. Las lecturas que se interpreten a dicho saludo,
en términos de género e interseccionalidad serán
distintas para cada uno. De igual manera, estos exabruptos llegan a enfatizarse
al “ligar”, o cazar, y en la mecánica
de algunos de los encuentros sexuales; un ejemplo sería resaltar el poder de
seducción asumido intrínseco al varón, al evidenciar seguridad de sí y asumir
un rol dominante, sin que ello implique considerar el rol sexual ejercido como activo.
Asumirse masculino
y manifestarlo constituye un elemento necesario e importante entre este tipo de
clientes del Spa, y atribuible también
a quienes pretenden posicionarse bajo el estatus de sujetos deseables. La
diatriba radica en las negociaciones y adecuaciones que tienden a suscitarse al
momento de articular distintos niveles de sociabilidad e interacción. Es decir,
hay sujetos que detentan supremacía absoluta, frente a otros cuya masculinidad
evidencia seducción; lo que enfrenta distintos tipos de masculinidad.
Algunos clientes,
en pláticas informales y en entrevistas a profundidad, compartieron acerca de
las variadas y disímbolas formas en que la masculinidad se revela, cuestiona e
incluso transgrede, en tanto que algunos llegan
a entablar dentro de sus encuentros sexuales, contactos donde las emociones,
afectos y sentimientos se hacen presentes bajo formas de expresión que derivan
en caricias, abrazos y besos.
Estímulos bajo
este talante pueden retroalimentar los encuentros al proporcionarles un matiz
que expande el valor del conjunto experimentado a partir de la gestión del
sexo. Resuelto a satisfacer su pulsión sexual, el sujeto puede además ampliar
exponencialmente los alcances de la experiencia, siempre que integre elementos
emocionales a las interacciones suscitadas a partir de los encuentros.
Cuando se manifiestan
relaciones de poder en el Spa, donde
imperativos como el dominio, el sometimiento e incluso el acoso aparecen dentro
de las interacciones alrededor de los encuentros ―poco usuales, pero presentes
dentro del registro observado― se evidencia un proceso de lo imaginario
escindido en lo simbólico, vital para comprender la materialización del poder y
la exaltación de la violencia simbólica en los varones, a partir de la
irrupción de discursos que se despliegan bajo formas opresivas y hegemónicas.
Aquí, lo normado o
no de los cuerpos, define la agencia como eje de autodeterminación.
Desestabilizar estos constructos, irrumpe y resignifica, pero también la performatividad que Butler (2002, pp. 38-39) atribuye a los
discursos y a su materialización en los cuerpos. Y es ahí donde surge la
paradoja, donde intersticios que bordean los márgenes y la periferia de lo
social dan pauta para que la agencia articule y opere a través de micropolíticas de potencial transformador.
No se atribuye exclusivamente
a un patrón y/o perfil de sujeto esta capacidad de agencia que llega a
subvertir y resignificar mandatos de la masculinidad hegemónica que se
estructuran y materializan mediante el ejercicio del poder, sino a la subjetividad
que la experiencia y trayectoria de vida personal dota al individuo para
desaprenderse más allá de lo pensado, conocido y vivido, en aras de
constituirse en un sujeto posicionado en torno a una plausible resistencia.
Falocentrismo omnipresente
Tendiente a la representación
exaltada del poder y su concentración, el falo se inscribe como atributo de
supremacía humana, que Derrida (1997) designó como falocentrismo, resultado de privilegiar lo masculino como
elemento primogénito que evidencia el empoderamiento del varón. A esta visión
androcéntrica y avasalladora por sus arquetípicas implicaciones, se le han
proferido epítetos que la sitúan en el centro de las explicaciones sobre la
constitución subjetiva de lo psíquico y sexual del varón.
Dentro de la
búsqueda de emancipación sexual, muchos varones que acuden al Spa ejercen su masculinidad en consonancia
a los cánones establecidos desde la heteronorma.
Similar al comportamiento del varón heterosexual en búsqueda de liberar su libido,
el usuario actúa perpetrando la dinámica que previo al encuentro sexual le
invita a evadir cualquier preámbulo y en sí el ritual que antecede al orgasmo presuroso
e inmediato. A esta urgencia en algunos por llegar al clímax se le adhiere una
demanda en focalizar la centralidad en el falo. En el falo reside el núcleo que
brinda sentido al accionar del sexo dentro del Spa; su disfunción o ineficiencia representan el fracaso de la
gestión social del sexo.
El falo funge como
elemento demarcador entre privilegio y segregación, como zona de socialidad homoerótica
constituida a partir de lógicas binarias y dicotómicas cuyo significado
estructuran el orden y la organización del deseo en el Spa. El privilegio opera cuando el sujeto se encuentra facultado
para operar en correspondencia a su libido, deseo y pulsión, con los estímulos
que transmite a su cuerpo, y que se materializan en el órgano sexual. En el
opuesto, la segregación tiene lugar cuando el sujeto no ejerce una productiva
conjunción entre su psique (mente) y
su corporalidad (pene) a fin de que emerja el placer y pueda satisfacerse como
resultado de la erección, el orgasmo y la eyaculación logradas, tanto para él
como por su(s) interlocutor(es) o compañero(s), lo que se traduce en manifestaciones
patologizantes que medicina y psicología han cooptado
como cuadro clínico: flacidez, disfunción o impotencia, además de eyaculación
precoz.
Guerrero alude al biologicismo que promueve una determinación orgánica donde
el falo o el pene del varón tiene la capacidad intrínseca de dictar
imperativos, cuando la realidad es que se materializan las introspecciones
alrededor de la sexualidad, sexo, identidad y orientación, así como los deseos
e imaginería más profundos; esta materialización se desborda en corporalidad y
en múltiples variantes fenomenológicas, y versa sobre cómo se habita el mundo y
cómo se introduce el sujeto a uno o a varios espacios, cómo socializa y qué
sucede en el transcurso y devenir de su vida (Guerrero, 2013, pp. 31-39).
Un misterio, por
lo impredecible, aglutinando temor y desafío en los usuarios del Spa, representa el desempeño que tenga
el falo dentro de las interacciones que se entablan para y durante la gestión
de los encuentros sexuales. El falo erecto y su contraparte, el falo flácido,
así como la medición de su poder y en sí de su valor, devienen enigma para los
sujetos. Intencionalmente refiere en simultáneo al falo como término y al falo
como miembro genital, es decir, como “ente” en sí al ser leído como existencia
encarnada y materializada al sujeto y como símbolo icónico a una abstracción
por su significado histórico cultural. Un estándar a su desempeño se deduce a
partir de la intervención de elementos tanto volitivos como instintivos;
fisiológicos y psicológicos; biológicos y emocionales, integrando una conjunción
que imbrica ambas vertientes del comportamiento humano, la propia de la
naturaleza y la de lo social y cultural.
Dentro de las
dinámicas que operan en la gestión del sexo en el Spa, el falo flácido, aquél que no logra alcanzar la erección
deseada en el tiempo y forma que dictamina la eficiencia e inmediatez demandada
por el deseo, queda excluido de la escena en la mayoría de las veces; su
imposibilidad leída como incapacidad recibe sanción desde el mandato falocéntrico.
El sujeto es
rechazado y a veces explícitamente despreciado, quedando patente es en razón a
su ineficiencia y a su disfuncionalidad; el sujeto deja de ser plausible, ya
que su cuerpo no es factible proveedor de excitación y consecuente placer. Se
impone la lógica del mercadeo del sexo, cuyo utilitarismo y cosificación operan
para que el sexo entre varones pueda tornarse “real”; para que los sujetos,
llegados a este punto se hallen despersonalizados y dispuestos al intercambio
meramente carnal.
Reflexiones
finales
Abordar el deseo y el placer homoerótico, su presencia situada en la provincia mexicana,
desde su imbricación con el género y la sexualidad, confronta los móviles y
elementos que lo constituyen y articulan ―fisiológicos, psicológicos,
emocionales, sexuales, eróticos―, a la par que los que lo desacralizan y
desdibujan ―cosificantes, sexistas, machistas y homófobos―.
Los discursos
escindidos en los sujetos, puestos en un contexto afirmativo, son tensionados
al reproducir lógicas homonormativas cuyas dimensiones
de interseccionalidad direccionan la socialización de
prácticas sexuales entre varones. Empero, el espacio homosocializado,
finalmente gregario ―instalaciones funcionales expresas para tal efecto―,
tiende puentes que resignifican y diversifican la capacidad productiva de la
gestión del deseo homosexual y su verificación, mientras son cohabitadas y
compartidas por otros sujetos homodeseantes.
El cómo se disputa
el erotismo en un lugar de encuentro sexual, signándolo como la operación del
marco normativo que regula la distribución diferencial de lo que se considera
incitador de placer sexual (Canseco y Mattio, 2018,
p. 101), lleva a consignar un vasto catálogo de códigos, repertorios,
trayectorias y representaciones que los sujetos presentan en sus dinámicas de homosocialidad e interacción sexual.
Desmontar y
desnaturalizar preceptos y posiciones de carácter hegemónico, excluyente y estigmatizante alrededor de diversas corporalidades,
prácticas y lógicas dominantes para la gestión de encuentros sexuales,
visibiliza cómo este erotismo es cuestionado, condicionado, a veces constreñido
o idealizado, pero siempre singularizado en función a formas de subjetivación
que los sujetos mantienen dentro de las negociaciones que esgrimen consigo mismos
y con sus pares, limitando y al mismo tiempo explorando los alcances que la
experiencia del placer en un sentido político pueden dar cuenta.
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