Las protestas de la Rosenstrasse: acción colectiva de
mujeres frente al régimen nazi
The Rosenstrasse Protests: Women’s Collective Action Against
the Nazi Regime
Ela Mertnoff[1]
Resumen
En febrero de 1943, el régimen nazi
arrestó a 2,000 hombres judíos quienes fueron llevados al centro administrativo
ubicado en la Rosenstrasse de Berlín.
Las parejas de los judíos encarcelados se reunieron frente al edificio a
demandar por el retorno de sus seres queridos. Rápidamente estalló una protesta
de 600 mujeres que duró una semana. Si bien esta coyuntura fue relevante en su
contexto, desde el punto de vista de la historia de los movimientos sociales ha
permanecido como un evento poco explorado. Esta protesta merece un lugar a
destacar en el recorrido de lucha de la historia de las mujeres.
En el presente artículo abordaremos
críticamente los debates respecto al movimiento social de las mujeres que
protagonizaron las protestas de la Rosenstrasse
que ocurrieron entre febrero y marzo de 1943 en Berlín durante el gobierno
nazi. El interés radica en discutir la naturaleza de esta demanda social
liderada por mujeres; analizar este reclamo de justicia tomando en cuenta el
período desfavorable para el movimiento feminista alemán y los derechos de las
mujeres; identificar su posición respecto a la perspectiva de género; y evaluar
el impacto del movimiento social.
La tesis de este artículo es que las
protestas de la Rosenstrasse
significaron un acto extraordinario de resistencia exitosa que demuestran el
conocimiento del terror nazi por parte de los testigos alemanes. Estas
protestas, a pesar de no ser antisistema, fueron una acción colectiva
espontánea y lograron incidir tanto en la opinión pública como en el gobierno
nazi en un contexto de fragilidad estatal. Si bien las mujeres se movilizaron
interpelando al Estado desde su lugar de esposas, no desde una perspectiva
feminista sino desde la moralidad de los valores tradicionales del hogar y la
familia, no podemos dejar de resaltar la importancia que esta protesta tuvo en
la construcción de la memoria de los movimientos sociales.
Palabras
clave: Holocausto,
resistencia femenina, feminismo alemán, perspectiva de género, acción colectiva
Abstract
In February
of 1943, the Nazi regime arrested 2,000 Jewish men which
were taken to the administrative office located on Rosenstrasse in Berlin. The
spouses of the incarcerated Jews gathered in front of the building to demand
the return of their loved ones. A protest of 600 women that lasted a week quickly
broke out. Although this event was relevant within its context, from the point
of view of the history of social movements it has remained unexplored. This
protest deserves recognition within the journey of women struggles in history.
This paper
will critically address the debates regarding the women’s social movement
involved in the Rosenstrasse
protests that took place between February and March of 1943 in Berlin during
the Nazi government. The interest lies in discussing the nature of this social
demand led by women; analyze this claim of justice taking into account the
unfavorable period for the German feminist movement and for women’s rights;
identify their position regarding gender perspective; and to assess the impact
of the social movement.
The thesis
of this paper is that the Rosenstrasse protests meant an extraordinary act of a
successful resistance which prove the awareness of the
Nazi terror on account of German bystanders. These protests, despite not being
against the system, were a spontaneous collective action that managed to have
an impact on public opinion and on the Nazi government within a context of
state weakness. Even if women questioned the state from their position as
wives, not from a feminist perspective but from the morality of traditional
values such as home and family, the importance of this protest in the memory
construction of social movements cannot be underestimated.
Keywords: Holocaust,
female resistance, German feminism, gender perspective, collective action.
Recepción: 14 de Agosto de 2020 /aceptación: 9
de diciembre de 2020
Introducción
El sábado 27 de febrero de 1943,
durante la llamada Fabrikaktion (Acción
de Fábrica) organizada por la Gestapo de Berlín, fueron arrestados los últimos
judíos restantes de la ciudad en el intento del régimen de finalizar con las
excepciones de los individuos casados con los “alemanes arios”. Alrededor de 2,000
hombres fueron llevados al centro administrativo judío ubicado en la Rosenstrasse (Calle Rosa) 2-4, y fueron
retenidos hasta aguardar su probable deportación a Auschwitz. Las parejas de
los judíos encarcelados, en su gran mayoría mujeres, se reunieron en la calle
frente al edificio a demandar por el retorno de sus seres queridos. Rápidamente
estalló una protesta, que duró una semana, de 600 mujeres que gritaban en la
puerta: “¡Devuelvan a nuestros esposos!”
Las protestas de
la Rosenstrasse ciertamente
despertaron una gran disputa entre los historiadores ya que remiten a varios
aspectos controvertidos en la historiografía del Holocausto, pero también ha
quedado como un evento poco explorado dentro de la historiografía de los
movimientos sociales y la historia del feminismo. Esta manifestación no
violenta fue protagonizada por un grupo de personas particularmente
enigmáticas: no sólo eran testigos del Tercer Reich, sino también mujeres “arias” ¾de
acuerdo a la terminología nazi¾, casadas con judíos.
En el presente
artículo abordaremos críticamente los debates que se desprenden de las
protestas de la Rosenstrasse que
ocurrieron entre febrero y marzo de 1943 en Berlín durante el gobierno nazi. El
interés que guiará nuestro trabajo es comprender la naturaleza de esta demanda
social liderada por mujeres. En la primera sección, a modo de contexto,
analizaremos quiénes eran los testigos alemanes y el debate acerca de su grado
de conocimiento del genocidio, así como también la actitud del nazismo frente a
la anomalía que representaban los sujetos “mixtos”. En una segunda instancia,
estudiaremos el estado del feminismo alemán del período y el vínculo entre la
población femenina y el nazismo para determinar desde qué posición ideológica
se manifestaron estas mujeres respecto a la perspectiva de género. Nos interesa
analizar este caso interseccionalmente tomando en cuenta el rol de las mujeres
en el contexto de este proyecto de reproducción nacional. Por último,
indagaremos en el debate historiográfico sobre el éxito de las protestas para
evaluar el impacto del movimiento social femenino.
La tesis de este
artículo es que las protestas de la Rosenstrasse
significaron un acto extraordinario de resistencia femenina exitosa que
demuestran el conocimiento del terror nazi por parte de los testigos alemanes.
Estas protestas, a pesar de no ser antisistema, fueron una acción colectiva
espontánea y lograron incidir tanto en la opinión pública como en el gobierno
nazi en un contexto de fragilidad estatal. Si bien las mujeres se movilizaron
interpelando al Estado desde su lugar de esposas, no desde una perspectiva
feminista sino desde la moralidad de los valores tradicionales del hogar y la
familia, no podemos dejar de resaltar la importancia que esta protesta tuvo en
la construcción de la memoria de los movimientos sociales. Estos son los
postulados que nos proponemos comprobar en nuestra investigación.
Contexto
histórico de las protestas
Es importante aclarar que
utilizaremos para nuestro análisis el tríptico que presenta Raul Hilberg (2005)
del Holocausto dedicado a sus actores: perpetradores, víctimas y testigos. Sin
embargo, destacamos que según Enzo Traverso (2012) este modelo reconstruye tres
historias paralelas y separadas, ¾y que si bien la distinción continúa
siendo válida en el plano analítico¾ estos tres actores participaban de
la misma historia, por más que sus destinos hayan sido radicalmente distintos.
La categoría de
nuestro interés para estudiar las protestas de la Rosenstrasse es la de “testigo” (o “espectador”) pero la
terminología consensuada en la historiografía del Holocausto es la de bystander. Según Hilberg (2005), los bystanders fueron los contemporáneos a
los hechos, que abarcaría a los colaboradores de los perpetradores, como
también a aquellos quienes ayudaron a las víctimas. Esta definición ha
demostrado ser problemática por lo uniforme para describir las acciones de las
naciones o sus ciudadanos ante el genocidio. Las múltiples respuestas no pueden
ser reducidas a la dicotomía de rescate en oposición a indiferencia, ya que los
estudios comprueban que la ambivalencia fue más preponderante (Cesarani y
Levine, 2013).
Dado que las
protestas de la Rosenstrasse fueron
protagonizadas por testigos alemanes que lucharon por la liberación de judíos,
debemos adentrarnos en la opinión pública y el grado de conocimiento de la
población alemana por esa época. No hace demasiado tiempo la naturaleza de la
opinión pública durante el nazismo era esencialmente calificada como la de una
sociedad de masas manipulada por una combinación de propaganda y coerción
(Kershaw, 2008). En la posguerra predominaron imágenes distorsionadas del
pueblo alemán: por un lado, la de una población completamente convencida de las
ideas nazis y por el otro, la de un pueblo de víctimas desamparadas e incapaces
de expresar su discrepancia con el régimen. Estas generalizaciones han sido
descalificadas dado que el comportamiento de los “hombres corrientes” estuvo
lejos de ser homogéneo.
Los historiadores
que han estudiado la opinión pública de la época han llegado a distintas
conclusiones respecto al grado en el que el pueblo alemán se mostró de acuerdo
con las leyes antijudías. Por ejemplo, David Bankier sostiene la existencia de
una complicidad entre el pueblo y el régimen, mientras que Otto Kulka sugiere
que la mayoría de los alemanes estuvo de acuerdo con las leyes, con la idea de
finalizar con las injusticias y la violencia (Gellately, 2005). En general, la
población consintió los ataques contra los judíos en la medida en que no
perjudicaran a los no judíos ni a los intereses del país.
Como afirma Ian
Kershaw (2008) con respecto a la opinión pública en Alemania entre 1941 y 1943,
cuando el proceso genocida había llegado a su punto cúlmine, puede sin duda
establecerse que circulaban rumores sobre el destino de los judíos. También en
esto coincide Eric Johnson (2003): “las fuentes de información sobre el
asesinato en masa eran tan numerosas, tan detalladas y creíbles, que era muy
difícil que millones de alemanes no conociesen los hechos” (p. 481). Había
diferentes grados de conocimiento del tema y el silencio ante los crímenes
predominó en la sociedad alemana, debido a una falta de preocupación moral por
las víctimas y a una tendencia a la subordinación autoritaria, “una tradición
que los nazis cultivaron pero no originaron” (p. 502). Mientras que Johnson
acentúa el silencio alemán, Kershaw refuerza la idea de que la reacción general
de la población fue la de pasividad frente a los hechos. La pasividad, señala
Kershaw (2008), refleja la falta de interés por la “cuestión judía”; jugando un
papel menor en la formación de la opinión pública.
El ascenso de la
neutralidad como patrón de reacción predominante no se debió a la ignorancia,
sino que fue resultado de una estrategia que a la gran mayoría le resultaba más
fácil de seguir y justificar, una vía segura. En este sentido, Hilberg (2005)
señala que la Rosenstrasse fue una
circunstancia excepcional, que demuestra que en general los maridos y las
esposas no judías se mantuvieron como cónyuges fieles en los matrimonios
mixtos. Sin embargo, otros autores destacan que la tasa de matrimonios mixtos
durante la Alemania nazi disminuyó de un 45% a un 15% (Thalhammer et al, 2007).
Esto nos lleva a
la segunda cuestión, la cual refiere a “los matrimonios mixtos”; según la
terminología nazi los constituían una pareja entre un “judío” y un “alemán
ario”. Dada la convicción de Hitler de que cualquier nación que permite “la
mezcla de sangre” estaba condenada a sucumbir, era cuestión de tiempo que se
criminalizaran las relaciones sexuales o matrimoniales mixtas (Gellately,
2005). Esto fue dispuesto en las Leyes de Núremberg el 15 de septiembre de
1935, en la Ley para la protección de la
sangre alemana y del honor alemán que establecía: “Quedan prohibidos los
casamientos entre judíos y súbditos del Estado de sangre alemana o de sangre
parentesca. Serán considerados inválidos los casamientos contraídos en el
extranjero para eludir la ley” (Arad, Gutman y Margaliot, 1996, p. 86). En
consecuencia, cuando se promulgó esta ley, el gobierno fomentó y facilitó los
divorcios para los matrimonios mixtos. Esta legislación ¾fundamental en la construcción de
una frontera entre un “nosotros” y “ellos”¾
se extendería generacionalmente, ya que las mujeres en tanto “productoras”
biológicas de personas, también dan a luz a los colectivos nacionales
(Yuval-Davis, 2004). A su vez, lo vinculamos con el planteamiento que hace
Eilish Rooney (2008), quien enfatiza cómo el concepto de género también puede
ilustrar las desigualdades interseccionales de raza y clase social.
El problema de
definir a los judíos no fue una tarea sencilla. Las leyes raciales elaboradas
exhibían su carácter secular y reivindicaban un estatus científico, pretendían
calcular la cantidad de sangre aria y judía presente en cada individuo, y
definían así diferentes categorías de “mestizos” o “híbridos” denominados Mischlinge (Traverso, 2012). En un
primer momento los Mischlinge no
estuvieron sometidos al proceso de destrucción. Sin embargo, los de primer
grado en particular iban a sufrir una serie de discriminaciones cada vez más
gravosas, tales como los despidos de las administraciones públicas, la
exigencia de consentimiento especial para casarse con alemanes, la
inadmisibilidad en instituciones educativas y al trabajo forzoso para construir
fortificaciones (Hilberg, 2005).
Tras la declarada
Solución Final, los nazis más radicales como Joseph Goebbels consideraban que
era una humillación pública que los judíos continuaran habitando en Alemania,
por lo que en mayo de 1942 instó a que los judíos que quedaban fueran
deportados. La Gestapo presionó fuertemente a los matrimonios mixtos, aunque
para fines de ese año seguía habiendo 16,760 parejas de ese tipo en Alemania
(Thalhammer et al, 2007). A
comienzos de 1943, la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA) ordenó a la
Gestapo que utilizara las medidas para incriminar de cualquier modo a los
judíos que formaban parte de un matrimonio mixto, para detenerlos y deportarlos
inmediatamente (Gellately y Stoltzfus, 2018).
El 20 de febrero
de 1943 la RSHA publicó las directrices del programa de deportaciones, aunque
todavía quedaban exentos los judíos de los matrimonios mixtos (Stoltzfus,
2005). Una semana más tarde tuvo lugar la Fabrikaktion,
organizada por la Gestapo y la SS, en un intento de hacer a Berlín Judenfrei (libre de judíos). Fueron
arrestados en las fábricas de material bélico y en los sitios de trabajo
forzado aproximadamente 10,000 judíos, quienes fueron llevados a varios puntos.
A los pocos días, unos 8,000 de ellos fueron deportados a Auschwitz. Los 2,000
judíos que no fueron de inmediato enviados al Este, eran hombres que
conformaban matrimonios mixtos, la Gestapo los transfirió al centro
administrativo judío, un edificio ubicado en la Rosenstrasse en el corazón de Berlín (Stoltzfus, 1992). Podemos
identificar este evento como el detonante del estallido de las protestas.
La
relación entre las mujeres y el nazismo
Los esfuerzos de resistencia por
parte de la población femenina en la Alemania nazi han recibido poca atención
por parte de los académicos. En efecto, la mayoría de las mujeres resistentes
permanecen en el anonimato, invisibles en la historia (Koonz, 2013). Incluso,
dentro de los estudios de la memoria, las investigaciones que explícitamente
abordaron cuestiones de género, tendieron a ser vistas como menos relevantes
que otros trabajos sobre la memoria que enfatizaron sobre la identidad nacional
o la memoria traumática (Reading, 2014). Es por eso que vale la pena explorar
el componente femenino de las protestas de la Rosenstrasse en pos de enmarcar esta coyuntura como parte de la
historia de la lucha femenina. Es clave comprender la situación del movimiento feminista
en la Alemania de ese período, como también la perspectiva de las mujeres
frente al régimen nazi y viceversa, para analizar desde qué posturas se
movilizaron las esposas de los matrimonios mixtos detenidos en la Rosenstrasse.
El historiador
Richard Evans (1976b) estudió el movimiento feminista alemán y sostiene que su
radicalización data de 1894 con la fundación de la Bund Deutscher Frauenvereine (BDF), la principal asociación de
mujeres alemanas. Ésta era parte de un movimiento más general dentro del
liberalismo alemán con una preocupación mayor por solucionar las tensiones que
trajo el advenimiento de la industrialización. El giro al conservadurismo se
dio en 1908; Evans argumenta que fue por los cambios en la naturaleza del
liberalismo alemán, producto de la debilidad de la República de Weimar. Con la
emergencia del nazismo, la BDF perdió a muchos de sus miembros y a la vez
abiertamente repudió al partido. Los nazis disolvieron las asociaciones
independientes, incluyendo a las femeninas. Sin embargo, la BDF se disolvió por
sí misma, aunque no como un acto de desafío ideológico. Al contrario, en su
argumentación insistían en su carácter social y nacionalista, en la tradición
patriótica y en su preocupación por el bienestar de la “mujer como madre”.
Tradicionalmente
se sostiene que fue el voto femenino el que llevó al triunfo de Hitler, lo cual
según Evans es completamente falso. A pesar de que los contemporáneos de los
años treinta intentaron explicar el apoyo femenino a Hitler como una decisión
racional mezclada con un entusiasmo emocional, recientemente esta explicación
ha sido más sistematizada (Evans, 1976a). Una postura señala que se deben
observar las condiciones materiales de las mujeres durante la República de
Weimar, un período al que se suele pensar de forma exagerada como de
emancipación femenina, dada su inserción en el mundo laboral. Las mujeres
jóvenes se opusieron al gobierno de Weimar debido a su fracaso en proveer
seguridad económica, y por eso aceptaron la promesa nazi de estabilidad en el
hogar (Evans, 1976a). Sin embargo, esto afectó sólo a una minoría de mujeres
que habían sido perjudicadas por la Depresión de corto plazo más que la
modernización de largo plazo que conllevó la República de Weimar (Evans,
1976a).
La tendencia
general apunta a que la contribución femenina al éxito electoral de Hitler fue
limitada e indica que el nazismo no ejercía una atracción particular en las
mujeres. Aquellas profesionales de clase media que habían apoyado al movimiento
feminista toleraron al Tercer Reich porque coincidía con sus propios intereses.
Fueron los cambios económicos y sociales, y no el contenido dogmático, lo que
determinó la posición de las mujeres y selló el destino del feminismo alemán
(Evans, 1976a). La extirpación del feminismo de la política encontró su última
expresión en la separación física de las líderes feministas del país.
La política de los
nazis hacia las mujeres fue compleja y contradictoria; el lugar común es pensar
que era simplemente antifeminista. Generalmente se califica a la visión de los
nazis acerca de las mujeres como puramente reaccionaria, como un llamado a las
mujeres a regresar a la servidumbre de las tareas domésticas. En la práctica,
sin embargo, representaba una síntesis de visiones progresistas y reaccionarias,
característica de la ideología fascista (Evans, 1976a). Los nazis contemplaban
al feminismo como parte de una conspiración judía para socavar a la raza aria.
No obstante, los nazis no demandaron la exclusión total de las mujeres del
ámbito laboral, aunque sí del espacio político. La principal preocupación por
las mujeres era en relación a su rol de portadoras de la futura raza dominante
(Mason, 1976). En este sentido, como sostiene Nira Yuval-Davis (2004), entender
el papel protagónico de las mujeres en la reproducción de las naciones tanto
biológica, como cultural y simbólicamente en este contexto es sumamente
significativo.
Otro lugar común
generalmente aceptado es que los nazis deseaban simplemente que las mujeres
regresaran a sus roles tradicionales como madres y amas de casa. En la práctica
sus políticas eran consideradas más radicales. Esto fue reflejado en las
“medidas eugenésicas” que incluían medallas, reducción de impuestos y otros
privilegios a las madres fértiles (Mason, 1976). A su vez, se avalaba el aborto
en los casos de “inaptitud” racial, como también el divorcio era dado fácilmente
a las infértiles. Estas medidas eran aún más drásticas que las que planteaba la
BDF y otros partidos políticos, y vistas por muchos como una afrenta moral a la
integridad de la familia (Evans, 1976a). Sin embargo, no debemos
descontextualizar la mirada sobre medidas como el aborto o el divorcio. Tales
acciones en este contexto histórico no tienen un significado progresista, sino
por el contrario, se trata de otro mecanismo de control de reproducción de los
cuerpos y las mujeres, ligado a medidas de carácter eugenésico (Yuval-Davis,
2004).
La hostilidad nazi
a la “familia burguesa” se basaba en la creencia de que ésta promovía los
valores “privados”. Una característica de la tendencia totalitaria nazi fue la
de borrar los límites entre la vida pública y privada, y de politizar cada
aspecto de la existencia individual (Mason, 1976). Por eso, la familia era para
los nazis una institución tan pública como el Estado. Por ejemplo, la ciudad de
Berlín simbolizaba todo lo que el conservadurismo temía del desarrollo de la
vida pública bajo la República de Weimar. La ciudad cosmopolita albergaba en
esa época a las mujeres jóvenes insertadas en el ámbito laboral, y contaba con
la tasa de natalidad más baja y la tasa más alta de divorcios de la región
(Mason, 1976).
Las mujeres no
fueron completamente eliminadas de la vida pública bajo el régimen nazi, sino
que su rol fue reducido a lo que el partido consideraba que eran asuntos
femeninos. Es probable que las organizaciones femeninas nazis estuviesen
compuestas por mujeres de clase alta, y no del proletariado o del campesinado.
La tendencia indica que hubo un nivel menor de participación femenina en los
grupos de resistencia, lo cual se vincula con el grado de aceptación pasiva del
régimen por parte de las mujeres en Alemania (Mason, 1976).
Sin embargo, otras
investigaciones demuestran que existió la resistencia femenina y que sus
esfuerzos fueron significativos (Wales, 2013). A través de protestas o
movimientos clandestinos, muchas mujeres socavaron la autoridad nazi y fueron más
allá de las expectativas de género para resistir en la esfera pública y privada
(Kwiet, 1979). Esta omisión historiográfica refuerza la creencia ampliamente
sostenida de que las mujeres fueron bystanders
pasivos en el Tercer Reich de carácter patriarcal (Stibbe, 1993). A pesar de
tener distintas motivaciones, muchas mujeres desarrollaron métodos de oposición
basados en la feminidad: explotando sus roles como amas de casa, se
reapropiaron de las normas de género para resignificarlas en pos de proteger
sus acciones privadas disidentes (Stibbe, 1993). Estos estudios reivindican los
casos de Sophie Scholl, las mujeres del Círculo de Kreisau y de la Orquesta
Roja, así como también el de las esposas de las protestas de la Rosenstrasse (Wales, 2013).
El libro Resistance of the heart: Intermarriage and
the Rosenstrasse protest in Nazi Germany (1996) de Nathan Stoltzfus
recopila información sobre la Rosenstrasse
a través de una amplia literatura testimonial. El autor argumenta que las
parejas de los judíos arrestados usaron conexiones personales para informar
sobre los eventos y rápidamente formaron una multitud. El estallido de la
protesta es evidente en la siguiente fuente: un testimonio de 1955 en respuesta
al pedido de la Oficina de Reparaciones de Berlín, realizado por Gertrud Cohen,
una de las esposas que se manifestó. La fuente es valiosa ya que, como señala
Anna Reading (2014), muchas de las historias de las mujeres sobrevivientes del
Holocausto se mantuvieron marginadas dentro de la memoria pública. Sin embargo,
se debe tomar en cuenta el problema de la distorsión de tiempo (dado que es una
declaración datada doce años después de la protesta); como también el hecho de
que el testimonio oral puede verse afectado por los sesgos subjetivos
inherentes a las reconstrucciones personales del pasado.
El sábado 27 de febrero por la noche, mi esposo el Dr. Jur.
Hans Cohen, judío que usaba la estrella amarilla, fue arrestado por la SS.
Buscando el paradero de mi esposo, descubrí que a los judíos arrestados los retenían
en el edificio de la comunidad judía en la Rosenstrasse,
y fui allí, donde muchas esposas se habían reunido. A pesar de que la policía a
cargo nos ordenó dispersarnos, desafiamos en coro juntas: “¡queremos que
devuelvan a nuestros esposos!” (Stoltzfus y Maier-Katkin, 2015, p. 242)
Por una semana
protestaron día y noche, lo que era extremadamente peligroso ya que arriesgaban
a ser asesinadas o encarceladas. Los guardias de la SS ordenaron: “¡Despejen
las calles o dispararemos!” Una y otra vez la protesta se desintegraba por las
amenazas de disparos, las mujeres se aglomeraban cada vez más, convocando a sus
esposos, quienes las escuchaban y se esperanzaban. Se estima que se formó un
grupo de 600 personas en la calle, e incluso que atrajo gente que no eran
miembros de las familias (Stoltzfus, 1996). Como informó un testigo, “los
llantos demandantes de las mujeres se elevaron sobre el ruido del tráfico”
(Stoltzfus, 1992, p. 88). La protesta captó la atención de los estratos
superiores nazis, evidenciado en el diario de Goebbels quien describió: “un
gran número de personas se agruparon e incluso se pusieron del lado de los
judíos” (Thalhammer et al, 2007, p. 120).
Para comprender
desde qué posición ideológica se movilizaron las mujeres, podemos observar otro
testimonio de una mujer que protestó. Al igual que la fuente anterior, es
necesario remarcar que es alguien contemporáneo a los hechos, pero es una
entrevista realizada por Stoltzfus en 1989, es decir, aún más lejana en el
tiempo. Aún así en el testimonio de Elsa Holzer es posible identificar una
síntesis de las motivaciones de las mujeres que se manifestaron:
Estaba sola allí la primera vez que fui a la Rosenstrasse. No pensaba necesariamente
que serviría de algo, pero tenía que ver qué estaba pasando. Actuamos desde el
corazón, y mira lo que pasó. Si hubieras tenido que calcular si hacías bien en
protestar, no hubieras ido. Pero queríamos mostrar que no estábamos dispuestas
a dejar a nuestros maridos. Cuando mi esposo necesitó protección, lo protegí.
Fui a la Rosenstrasse todos los días
antes del trabajo. Y siempre había una avalancha de personas allí. No era
organizado, o instigado. Simplemente todos estaban allí. Exactamente como yo.
Eso es lo maravilloso de esto. (Stoltzfus, 1996, p. 343)
Es importante
destacar que los estudios feministas son en sí mismos un trabajo de memoria que
ha recuperado a muchas mujeres en tanto actores históricos, y su propia
existencia atestigua las dinámicas generizadas de poder del recuerdo y del
olvido (Reading, 2014). En este sentido, comprendemos que el legado social de
los eventos traumáticos en las sociedades se encuentra generizado a través de
sus diferentes formas de comunicación.
A su vez, al
contar con estos dos testimonios podemos afirmar que los análisis generizados
de memorias traumáticas parecen ser ámbitos especialmente delicados debido a
las emociones y las pérdidas (Troncoso Pérez y Piper Shafir, 2015). La memoria
hegemónica de las mujeres en tanto víctimas del Holocausto se construyó
principalmente con base en dos marcos visuales: las mujeres como madres, vistas
a través del lente tradicional de la maternidad y del sufrimiento materno y
como víctimas de atrocidades cometidas, específicamente como objetos sexuales
de subyugación y violación. En este sentido, éstos se enuncian en sus
testimonios desde los “marcos de reconocimiento” que, según Judith Butler, son
socialmente producidos (citada en Rooney, 2008). Por lo tanto, nos preguntamos
hasta qué punto estas representaciones refuerzan estereotipos de género y
documentan de forma parcial las realidades de las mujeres bajo el régimen nazi.
Esto se debe a que
[...] al privilegiar el sufrimiento y el desamparo se borran
las imágenes de resistencias y heroísmos de mujeres que bajo la opresión Nazi
asumieron múltiples roles que incluyen comportamientos arriesgados y
combatientes que parecen ser más bien ignorados en las construcciones
hegemónicas de sus memorias. (Troncoso Pérez y Piper Shafir, 2015, p. 81)
Es posible
observar en los testimonios de las mujeres de la Rosenstrasse que construyen su legitimidad para reclamar al Estado
desde su lugar de esposas, y no se posicionan en tanto valientes heroínas. En
las intersecciones entre género y nación, este es un contexto que supone el rol
“naturalizado” de las mujeres como reproductoras biológicas de la misma
(Yuval-Davis, 2004). En ese sentido, este movimiento social femenino apela,
quizás estratégicamente, a su “deber-ser” al enunciarse desde su rol de
esposas. En este acto de protesta, instituyen al parentesco como una instancia
de moralidad superior que antecede al Estado nazi.
Consideramos
necesario hacer hincapié en que el Holocausto constituye una prueba esencial
para historizar el siglo xx. Así
como fue reconocido como un acontecimiento “excepcional” por muchos autores,
otros creen que es posible utilizarlo como “modelo” para estudiar otras
violencias (Traverso, 2012). En este sentido, los estudios de la antropología
política y de la historia argentina reciente sobre violencia estatal y la
constitución política de las Madres de Plaza de Mayo resultan útiles como punto
de comparación, ya que nos permite iluminar y comprender la posición de las
esposas que resistieron en la Rosenstrasse.
En el contexto de
la dictadura militar argentina, los vínculos de parentesco se han revelado como
un valor central en la construcción de demandas públicas de justicia. Los
familiares de las víctimas se habrían apropiado del modelo tradicional de
familia para producir un discurso de oposición al poder (Zenobi, 2014). La
transformación de lo familiar en político fue un producto de la invasión del
espacio privado por el poder dictatorial a través de las prácticas represivas,
situación que politizaba el ámbito de lo doméstico (Vecchioli, 2005). Así como
en el caso de las Madres de Plaza de Mayo la eficacia de esta posición reside
en la apelación a los lazos de sangre como principio de adhesión colectiva
(Vecchioli, 2005), vemos que en nuestro caso, el lazo de parentesco al que se
apela es el de la alianza.
La historia de la Rosenstrasse demuestra una resistencia
unificada espontánea y remarca cómo individuos que no están formalmente
organizados pueden colectivamente reclamar justicia (Thalhammer et al, 2007). Para muchas de estas
mujeres, su resistencia pública no era una transformación a un nuevo tipo de
comportamiento, sino más bien una continuación de una resistencia cotidiana.
Ellas habían estado bajo una presión constante desde 1933; habían sufrido
ostracismo social y adversidad económica por negarse a divorciarse. Es por eso
que no sorprende que al momento de las detenciones fueran un paso más allá de
este camino (Thalhammer et al,
2007).
El 6 de marzo de
1943 la Gestapo liberó a los judíos de la Rosenstrasse
tras una semana de protestas. Es evidente que el carácter de la protesta no fue
disruptivo ni contra el sistema, sino más bien una movilización para influir en
la opinión pública (Thalhammer et al,
2007). Debido a las características particulares de la protesta, el pueblo
alemán se solidarizó con el reclamo de las mujeres (Thalhammer et al, 2007). Podemos observar que en
condiciones en que el movimiento feminista alemán estaba disuelto, las mujeres
utilizaron como fuerza aglutinante la perspectiva del hogar, la familia y la
relevancia de la institución del matrimonio. Cabe destacar que las
manifestantes establecieron los propios límites de su activismo. Con la
decisión de los nazis de liberar a sus esposos, las mujeres regresaron a sus
hogares. Es decir, su contacto estrecho con otras mujeres se mantuvo como un
episodio aislado y no llevó a una militancia o búsqueda de la liberación de
otras víctimas. Las mujeres trabajaron juntas sólo por un tiempo limitado y no
conformaron una comunidad perdurable en el tiempo (Thalhammer et al, 2007).
¿Una
resistencia femenina exitosa?
Los motivos detrás de la liberación
de los judíos en matrimonios mixtos y el nivel de impacto y éxito de las
protestas de la Rosenstrasse generaron
una Historikerstreit (disputa
histórica), como apunta Stoltzfus (2005). Los historiadores han esgrimido
diversas causas para explicar los resultados de las protestas analizando los
actores y el contexto general del gobierno nazi.
En este sentido,
varios académicos señalan que efectivamente las protestas tuvieron un impacto,
si bien éste se dio dentro de una coyuntura de debilidad estatal. Hacia 1943 el
gobierno necesitaba evitar la agitación social, y el hecho de que la protesta
haya sido en un lugar público, en un contexto de esfuerzo bélico enorme, hizo
difícil al nazismo responder de forma violenta y los forzó a dar marcha atrás
(Gellately y Stoltzfus, 2018). A su vez, la protesta fue efectiva porque
Goebbels temía la resistencia, ya que si se permitía que ésta continuara podría
servir como ejemplo y así erradicar el apoyo popular al régimen. Las demandas
de las mujeres manifestantes fueron concedidas por razones estratégicas de
corto plazo, ya que se limitaban a un objetivo específico (Stoltzfus, 1992). En
este sentido, Gellately también concuerda que el régimen no necesitaba más
desastres publicitarios, particularmente después de la derrota de Stalingrado
(Gellately, 2005). El autor resalta también que las esposas no podían saber
cuáles eran los planes de la Gestapo, y eso lo refuerza el hecho de que el
gobierno nunca había sido completamente claro con la política hacia los Mischlinge. También en esta línea se
encuentra Evans (1996), quien sugiere que probablemente Hitler y Goebbels
deseaban evitar alarmar a la población femenina alemana en un momento en que
los líderes nazis habían hecho un llamamiento a la movilización para la “guerra
total”.
Stoltzfus sostiene
que, si más gente hubiese actuado de forma similar a la de las mujeres de la Rosenstrasse, las deportaciones y la
exterminación hubiesen parado. Sin embargo, el historiador Wolf Gruner (2003)
discute con esta tesis ya que la investigación de Stoltzfus se basa solamente
en los testimonios de los sobrevivientes. Según Gruner, la tesis clásica es
que, en el transcurso de la Fabrikaktion,
la Gestapo planeó deportar a todos los judíos que formaban un matrimonio mixto,
quienes hasta ese momento eran considerados “protegidos”. Se asume que su
reclusión era en preparación para la deportación y se supone que la
manifestación pública de las esposas logró impedirlo. El postulado de Gruner,
por el contrario, es que la Gestapo nunca tuvo la intención de deportar a los
judíos de matrimonios mixtos, sino que los detuvo para determinar su estatus
racial y seleccionar individuos para que trabajaran en instituciones judías
reemplazando a los Volljuden (judíos
plenos) que ya habían sido deportados, es decir que el propósito de la Fabrikaktion fue simplemente remover a
este grupo del trabajo industrial para usarlo exclusivamente en trabajo
forzado.
Mientras que Stoltzfus
asume que dentro del liderazgo nazi prevalecía la visión de que la protesta no
podía acabarse por la fuerza sino con la liberación de los reclusos, Gruner
(2005) se pregunta por qué el régimen toleró por tantos días una protesta de
carácter pública. El autor responde que posiblemente la academia exageró el
número de manifestantes y fue probablemente menos provocativa de lo pensado.
Por otra parte,
Stoltzfus (2005) discute con Gruner (2003) sosteniendo que, si las mujeres no
hubieran protestado, los judíos probablemente hubieran sido deportados a campos
de trabajo forzado o de concentración. Los líderes nazis liberaron a los judíos
por motivos tácticos, no por dudas de índole moral. Resulta difícil, según este
autor, recrear la toma de decisiones por parte de la Gestapo, así que es
insostenible afirmar que los manifestantes no tuvieron ningún tipo de impacto
en el veredicto de la Gestapo. Una protesta como la de la Rosenstrasse sólo podía ocurrir en Berlín, donde proliferaban los
matrimonios mixtos y podían generar ese nivel de protesta. Gruner no brinda
demasiada relevancia a la preocupación de los nazis por la opinión pública. Es
poco verosímil que el régimen no se preocupe por una disidencia abierta. Una
explicación posible es que la liberación de los judíos fuese para evitar aún
más multitudes en la calle, lo cual brindaría más atención al programa de
exterminio que el régimen anhelaba ocultar.
Resulta más eficaz
observar el desenlace de las protestas para analizar su éxito. Los 2,000 judíos
casados con mujeres alemanas fueron liberados y permanecieron en Berlín con
estatus oficial, incluyendo raciones de alimentos hasta el final de la guerra
(Thalhammer et al, 2007). Las
protestas causaron que el régimen utilizara la política de deportar sólo a
aquellos judíos de matrimonios mixtos cuyas parejas habían fallecido o acordado
el divorcio. De acuerdo a Stoltzfus, la gran mayoría de los judíos alemanes que
sobrevivieron el Holocausto, y no fueron deportados a los campos o se
escondieron de forma clandestina, eran de matrimonios mixtos. Por lo tanto, aún
si aceptamos que las mujeres arias que protestaron en la Rosenstrasse no fueron la causa principal para la liberación de los
judíos, podemos al menos conceder que fueron los agentes para su supervivencia.
Conclusión
Al reflexionar sobre las protestas
de la Rosenstrasse, Walter Laqueur
señala: “lo ocurrido en esa pequeña y ordinaria calle de Berlín fue una
manifestación extraordinaria de coraje en una época en que tal coraje solía
estar tristemente ausente” (Stoltzfus, 1996, p. 11). A pesar de que su
oposición al régimen fue motivada por razones personales, el comportamiento de
las mujeres de la Rosenstrasse en
apoyar públicamente a los judíos fue significativo.
Como hemos
expuesto en este artículo, las protagonistas de las protestas fueron mujeres no
judías que se manifestaron por la liberación de sus parejas. Como pudimos
ilustrar, al momento de las protestas había diversos grados de conocimiento
sobre el genocidio de los judíos, pero existe un amplio consenso en que una
gran parte del pueblo alemán estaba al tanto de las deportaciones y el
exterminio. Debido a esto, las mujeres de los matrimonios mixtos en Berlín
fueron a protestar ya que probablemente se podían imaginar el posible destino
de sus maridos judíos, lo cual indica la difusión de lo que el régimen deseaba
ocultar. A su vez, esto contradice la noción de que los bystanders alemanes fueron sujetos pasivos ante el Tercer Reich, y
más específicamente, también rechaza la idea de que las mujeres fueron
indiferentes al nazismo.
En este sentido,
es interesante notar que las mujeres que protestaron no sólo tenían un vínculo
de alianza con las víctimas judías, sino que debido a esto habían sufrido
discriminaciones a lo largo de diez años por conformar un matrimonio mixto de
acuerdo con la legislación nazi. Es por eso que desde un plano más amplio, se
puede identificar en las protestas de la Rosenstrasse
un punto de inflexión en la resistencia cotidiana que realizaban las mujeres.
Por otra parte,
también hemos analizado que para ese período el feminismo alemán no se
encontraba amparado en ninguna organización formal e incluso su ideología a la
hora de la emergencia del nazismo carecía de carácter radical. Comprendemos que
las mujeres que se movilizaron no lo hicieron desde una perspectiva feminista o
de género, sino que se reapropiaron de los valores tradicionales para enfrentar
al régimen en una situación en donde sus propias familias no se alineaban con
la norma. La lucha se la puede catalogar como coyuntural, al ser espontánea y
no conformar un lazo de militancia colectiva posterior.
En síntesis, si bien los motivos detrás de la liberación de los hombres de la Rosenstrasse continúan siendo un debate para la historiografía, es
claro que la protesta tuvo un impacto, dado que la mayoría de los judíos alemanes
que sobrevivieron la guerra eran de matrimonios mixtos. Específicamente, hacia
1933 habían 525,000 judíos viviendo en Alemania, y alrededor de 35,000 estaban
casados con personas no judías. Al finalizar la guerra, aproximadamente el 65%
de los 15,000 judíos alemanes que sobrevivieron el Holocausto, conformaban
matrimonios mixtos, afirmando que estas uniones fueron instancias que
fomentaron las chances de supervivencia.
Al mismo tiempo,
es posible establecer que, en un momento de debilidad del régimen nazi, las
protestas pudieron influir en la opinión pública debido a que las demandas por
parte de las mujeres se basaban en los vínculos de parentesco, y la familia era
una institución que contaba con una legitimidad que pudo interceder en este
caso frente al Estado.
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