Mujeres
migrantes en tránsito por México. La perspectiva cuantitativa y de género
Migrant
Women in Transit Through Mexico. The Quantitative
and Gender Perspective
Eduardo Torre Cantalapiedra[1]
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar de manera
integral la experiencia de las mujeres migrantes en tránsito por México desde
una mirada cuantitativa y de género. Con base en la Encuesta sobre Migración en
la Frontera Sur (Emif Sur), se analizan las estrategias migratorias en tránsito
de las mujeres centroamericanas, así como las situaciones nocivas y daños que
padecen en sus trayectos por el territorio mexicano, de manera comparada con
los varones y en relación con los roles de género. Adicionalmente, se examinan
tres conceptos claves de las trayectorias migratorias de las mujeres: la
vulnerabilidad, los riesgos y las estrategias migratorias. La evidencia
empírica analizada apunta a que las mujeres, pese a su mayor vulnerabilidad para
afrontar el tránsito migratorio, despliegan diversas estrategias migratorias que
les permiten reducir los efectos perjudiciales de sus travesías por México y
salir más indemnes que sus connacionales varones; al menos, respecto a ciertos riesgos
y peligros como son los robos y asaltos, los accidentes mortales y las muertes
violentas. No obstante, existen algunas problemáticas del tránsito, como las
agresiones sexuales y la trata de personas, que continúan afectando de manera
destacada a las mujeres y sobre las cuáles la información existente es
deficitaria.
Palabras clave: migración en
tránsito, estrategias migratorias, situaciones nocivas, mujeres
centroamericanas, Emif Sur
Abstract
The
objective of this work is to comprehensively analyze the experience of migrant
women in transit through Mexico from a quantitative and gender perspective.
Based on the Survey on Migration in the Southern Border (Emif Sur), the
migration strategies in transit of Central American women are analyzed, as well
as the harmful situations and damages they suffer on their journeys through
Mexican territory, compared to males and in relation to gender roles.
Additionally, three key concepts of women's migration journeys are examined:
vulnerability, risks, and migration strategies. The empirical evidence analyzed
indicates that women, despite their greater vulnerability to face migratory
transit, deploy various migratory strategies that allow them to reduce the
harmful effects of their journeys through Mexico and emerge more unscathed than
their male compatriots; at least, regarding certain risks and dangers such as
robberies and assaults, fatal accidents, and violent deaths. However, there are
some problems in their trajectories, such as sexual assaults and human
trafficking, which continue to affect women prominently and on which the
existing information is insufficient.
Keywords: migration in transit, migration
strategies, harmful situations, Central American women, Emif Sur
Recepción: 20 de septiembre de 2020/Aceptación: 15 de febrero de 2021
Introducción
En las últimas dos décadas, los estudios migratorios han
mostrado un gran avance en la incorporación de la perspectiva de género, pues ésta
es fundamental para la compresión de las diferentes aristas del fenómeno migratorio:
las decisiones de emigrar, los patrones migratorios (destinos, volúmenes y
características sociodemográficas), los procesos de integración en la sociedad
receptora, los sistemas de deportación, entre otros. En cuanto a los estudios
centrados en las mujeres, dos aspectos han sobresalido: la vulnerabilidad y el
riesgo. El consenso académico es que a la vulnerabilidad que sufren los
migrantes en situación irregular, debe añadirse un plus en el caso de las
mujeres.
No obstante,
varias investigadoras que han analizado el caso de la migración centroamericana
que cruza por México para alcanzar Estados Unidos, traen a colación un tercer
elemento: las estrategias migratorias en tránsito (Villanueva Domínguez, 2012; Díaz
Prieto y Khuner, 2014; Reyes Miranda, 2014; Willers, 2016; entre otras). Aunque
estos trabajos destacan los perfiles vulnerables de las mujeres que transitan
por México y la victimización y violencia que sufren por parte de criminales, coyotes,
agentes del Estado e inclusive por parte de los familiares que las acompañan,
también han evidenciado la capacidad de agencia de las mismas, que se expresa a
través de las decisiones que toman y acciones que llevan a cabo tanto para
lograr tener éxito en sus proyectos migratorios como para reducir los daños y
sufrimientos durante sus viajes. La mayoría de los trabajos mencionados son de
corte cualitativo o basados en información cuantitativa que por su propio
diseño metodológico no tienen una amplia representatividad estadística.
El objetivo de
este trabajo es analizar de manera integral la experiencia de las mujeres
migrantes centroamericanas en el tránsito por México desde una mirada
cuantitativa y de género. Para lograr el objetivo propuesto, este trabajo está
dividido en tres partes. Primero, a modo de breve contextualización se examinan
sucintamente las políticas de contención migratoria de Estados Unidos y de
México. Segundo, se presentan los elementos teórico-conceptuales que fundamentan
el análisis: la vulnerabilidad, los riesgos y peligros en el camino y las
estrategias migratorias. Tercero, con base en la Encuesta sobre Migración en la
Frontera Sur (Emif Sur) se realiza un análisis estadístico descriptivo y
exploratorio de: i) las estrategias que ellas despliegan en su tránsito por
México (uso de coyotes, elección de rutas y medios de transportes,
evitar la red de solidaridad y apoyo en el camino) y ii) las situaciones nocivas
y daños que padecen en sus trayectos. Igualmente, por considerar la dimensión
relacional de la perspectiva de género, ambas cuestiones se abordan de manera
comparada con los varones y en relación con los roles de género imperantes.
La Emif Sur
capta diversos flujos de migrantes de países del Norte de Centroamérica (NCA)
empleando un diseño de muestreo probabilístico de poblaciones móviles. Entre
ellos están los flujos de personas migrantes devueltas por las autoridades
migratorias de Estados Unidos a Guatemala, Honduras y El Salvador, lo que
permite una conveniente, aunque parcial, aproximación al fenómeno de la
migración en tránsito por México. La Emif Sur resulta adecuada para los
propósitos de este trabajo porque capta la diversidad de experiencias
migratorias del tránsito y admite ciertas comparaciones entre las travesías de
hombres y mujeres. Además, conviene resaltar dos decisiones metodológicas que
están presentes a lo largo de todo el análisis: primero, solo se tomaron en
cuenta a aquellas personas que permanecieron hasta un año en Estados Unidos,
para asegurar que se trata de personas que cruzaron recientemente por el país.
Segundo, dado que la muestra anual de las mujeres es particularmente baja, para
la obtención de estimaciones precisas y confiables se agregaron los datos de
los años 2016 a 2019.
El contexto de políticas de control migratorio en
Estados Unidos y México
Durante el periodo analizado (2016 a 2019), cientos
de miles de personas migrantes centroamericanas llegaron a Estados Unidos con
la intención de internarse irregularmente en aquel país o solicitar asilo. La
decisión de emigrar de muchas de ellas no fue voluntaria, ya que lo hacían
compelidas tanto por la violencia como por la alta precariedad económica en sus
países de origen (Obinna y Field, 2019).
La política
migratoria estadounidense para la gestión de tales flujos ha sido continuista
con la manera de abordar el fenómeno migratorio en mandatos anteriores, cuyos
ejes principales fueron: 1) destinar ingentes cantidades de recursos humanos y
físicos al control fronterizo, para detener y expulsar a los migrantes antes de
que lleguen a sus destinos migratorios en el interior del territorio; 2)
establecer un sistema de detención y deportación de los migrantes irregulares
que ya residen en el país; 3) en relación con los dos anteriores, la
criminalización de los migrantes; y 4) promover que países emisores y/o de
tránsito, realicen las políticas migratorias que les interesen, como son: el
control de los flujos migratorios, que se conviertan en tercer país seguro, u
otras.
No obstante, el
mandato de Donald Trump (2017-2021) supuso mayor impulso de las políticas
antiinmigrantes; incluso emprendió una batalla contra aquellos que llegaban al
territorio estadounidense en busca de protección internacional y en detrimento
de los niños, niñas y adolescentes migrantes (NNAM). En este sentido, se
implementaron diversas medidas para fortalecer el control a nivel de frontera,
para favorecer las detenciones y deportaciones, así como para desmantelar el
sistema de asilo estadounidense (Pierce, 2019).
Al menos desde
los años 90, la política migratoria mexicana respecto a la migración
centroamericana que transita por México para llegar a Estados Unidos, ampliamente
influenciada por los gobiernos estadounidenses, ha sido la contención; no sólo
a nivel de su frontera sur, sino a través de todo un sistema de detección,
detención y deportación que opera a lo largo de todo el territorio nacional,
constituyendo la denominada frontera vertical (Domenech y Dias, 2020).
Las
políticas migratorias mexicanas durante el periodo 2016-2019, bajo la
influencia/presión de Estados Unidos, han coadyuvado en el sostenimiento de los
riesgos del tránsito migratorio por México. Las personas migrantes que se ven
orilladas a cruzar el territorio mexicano de manera irregular, en su afán de
sortear los retenes, puntos de control móvil, entre otros obstáculos
interpuestos por las autoridades, emplean las rutas más peligrosas e inhóspitas
donde incrementa la posibilidad de que sean víctimas de delitos (París Pombo y
Montes, 2020). En este contexto, diversos actores (agentes del Estado, agentes
criminales y mexicanos ordinarios) sacan partido de los migrantes como si se
tratase de mercancías (Trevino-Rangel, 2020).
Mujeres transmigrantes: vulnerabilidad, riesgos y estrategias
En lo referente a las mujeres migrantes se habla de
una doble vulnerabilidad por su situación migratoria y por su condición de
mujeres (Conapo, 2013). En tanto que las relaciones de poder entre mujeres y
hombres en las sociedades están estructuradas de un modo tal que sitúan a las
mujeres en una situación de desigualdad, el espacio de vulnerabilidad de las
mujeres migrantes es mayor, incluso dentro del grupo de migrantes al que
pertenecen; lo que implica riesgos particulares para las mujeres a la hora de
realizar el viaje como son las violaciones, los maltratos verbales y físicos y
la trata de personas con fines de explotación sexual (Villanueva Domínguez,
2012; Aikin Araluce, 2017).
Un mayor grado
de vulnerabilidad implica un mayor nivel de daños recibidos al enfrentar los
riesgos y peligros del camino. A lo largo
del tránsito por México, las personas centroamericanas tienen que hacer frente
a diversos tipos de riesgos en relación con personas y cosas (delincuentes, trenes
de carga, etcétera) en encuentros o situaciones (en las que quedan expuestos a
los peligros) que tienen un potencial de perjudicarles físicamente o de
frustrar sus viajes (Ruiz Marrujo y Red de las Casas del Migrante-Scalabrini,
2001).
En este trabajo, el concepto riesgo se define como la probabilidad de que
se produzca un suceso dañino para la persona migrante en términos de su
integridad física, vida o plan migratorio. Por peligros entendemos a las
personas, obstáculos o situaciones en el camino que aumentan sustancialmente la
probabilidad de que el daño se produzca. Se pueden establecer tres tipos de
riesgos en función de quién o qué origina el riesgo y la clase de daños que produce
la materialización del mismo: 1) sufrir accidentes y enfermedades que pueden
implicar daños a la integridad física del migrante, su salud o vida, debido al
contacto con objetos ¾transportes; los elementos
de la naturaleza (ríos, montañas, etcétera); fenómenos climatológicos (calor y
frío extremos), entre otros¾ sin que exista una persona
que los propicie intencionalmente; 2) ser víctimas de delitos perpetrados por
la delincuencia organizada, delincuencia común y agentes del Estado; 3) ser detectados,
detenidos y deportados, a lo largo de todo el territorio mexicano. En este trabajo se abordan
los dos primeros riesgos, que cuando se realizan no necesariamente suponen el
fin del viaje. En relación con esta tipología de riesgos, viajar en trenes de
carga, enfrentar los espacios donde hay una mayor concentración de delincuencia
organizada, los retenes realizados por el gobierno mexicano, las climatologías extremas
y escenarios naturales inhóspitos son algunos de los mayores peligros que
enfrentan los migrantes en sus trayectos por México.
Para reducir los riesgos y evitar los peligros, la información disponible
sobre los mismos resulta fundamental, pero además hay que tener en cuenta que
estos se perciben y afrontan conforme son construidos socialmente en relación
con los roles de género. La socialización diferencial de mujeres y hombres se
traduce en que las primeras sean más cautas, menos arriesgadas y que se
mantengan en un segundo plano en los ámbitos públicos (Romo Avilés, 2010). Las
féminas tenderían a conductas que evitan el conflicto, la pelea y el riesgo (Briceño-León,
2007). Ante los peligros del camino, a las mujeres se les exige cautela dada su
“evidente” vulnerabilidad, a la par que ellas procurarían a actuar evitando y previniendo
los riesgos. En este sentido, algunas investigaciones aportan evidencia
anecdótica sobre que las mujeres migrantes son más cuidadosas en la planificación
del viaje que los varones y toman más precauciones en sus travesías (Aikin
Araluce, 2017).
En contraste, los
hombres están compelidos en su actuar por el referente de la masculinidad
hegemónica. Además de un sistema de regulación de las relaciones genéricas que
tiene como fin preservar la jerarquía de dominación del hombre sobre la mujer
(Connell, 2003), la masculinidad hegemónica se compone de una serie de mandatos
¾como ser
valientes o confrontar riesgos¾ que los hombres deben atender si quieren ser
considerados como tales. Esta forma de entender la masculinidad, que tiene
amplia vigencia en sociedades como las de los países del NCA o México, implica
que los varones asumirán mayores riesgos y peligros a lo largo de sus
trayectorias con tal de demostrar su valentía (Rosas Mujica, 2006).
No obstante, como
lo señala Willers (2016), el proceso de migración femenina no debe ser considerado
exclusivamente como de vulnerabilidad, sino que también existe un elemento
fundamental de agencia mediante prácticas que permiten a las mujeres enfrentar
las situaciones desfavorables y mejorar su bienestar subjetivo. Aunque de manera distinta, las mujeres y los
hombres migrantes centroamericanos desarrollan estrategias para lidiar con los
obstáculos y peligros que encuentran en el “camino”. En este trabajo se parte
del concepto de estrategia de tránsito en Silva Hernández (2015), para
considerar que tales estrategias se constituyen de los recursos personales,
interpersonales e institucionales que los migrantes en tránsito son capaces de
desplegar y aprovechar, en una secuencia de decisiones y acciones para hacer
frente a los obstáculos en su camino para alcanzar sus destinos migratorios. Asimismo,
el propósito de tales estrategias es también reducir la probabilidad de sufrir
daños en tales travesías. A pesar del desarrollo de estas estrategias migratorias
en tránsito, las y los migrantes que logran alcanzar el territorio
estadounidense no resultan indemnes, porque los riesgos a los que están
expuestos, dadas sus condiciones de vulnerabilidad, acaban materializándose en un
cierto grado.
Análisis cuantitativo
Antes de proceder con el análisis de las estrategias
y de las situaciones nocivas y daños, resulta conveniente dar cuenta de algunas
cifras del flujo de migrantes devueltos captado por la Emif Sur y del perfil
sociodemográfico de las mujeres migrantes centroamericanas que lo conforman. Con
datos de dicha encuesta, se estima que el flujo de migrantes devueltos por las
autoridades estadounidenses a países del NCA, que permanecieron hasta un año en
Estados Unidos, fue de aproximadamente 258 mil devoluciones a lo largo del
periodo de análisis (2016-2019), de las cuales 13.7% eran mujeres y 86.3% varones.
En cuanto a la distribución del flujo por nacionalidad, destaca la población
devuelta a Guatemala con cerca de la mitad (47.3%), seguida de las personas
devueltas a Honduras (32.0%) y El Salvador (20.7%).
Un primer
aspecto que destacar en lo que respecta a las características sociodemográficas
de las mujeres migrantes devueltas a países del NCA, y que permanecieron hasta
un año en territorio estadounidense, es su juventud ¾más de 70% tiene menos de 30 años¾; algo que
comparten con sus connacionales varones, cuya distribución en grandes grupos de
edad es similar en el periodo 2016-2019 (Cuadro 1).
Cuadro 1. Migrantes devueltos por las autoridades estadounidenses a países del NCA,
que permanecieron hasta un año en Estados Unidos, por sexo y según
características seleccionadas, 2016-2019 (distribución porcentual)
|
Mujeres |
Hombres |
|
|
Mujeres |
Hombres |
Grupos de edad |
100 |
100 |
|
Estado civil |
100 |
100 |
18-19 |
14.8 |
15.8 |
|
Soltera |
57.3 |
71.7 |
20-29 |
56.4 |
54.8 |
|
Casada o unida |
40.9 |
22.6 |
30-39 |
20.3 |
20.1 |
|
Separada o viuda |
1.8 |
5.7 |
40 y más |
8.5 |
9.3 |
|
Hijos |
100 |
100 |
Nivel educativo |
100 |
100 |
|
No |
60.3 |
51.0 |
Ninguno |
3.4 |
4.2 |
|
Sí |
39.7 |
49.0 |
Primaria |
31.4 |
40.3 |
|
|
|
|
Secundaria |
25.1 |
28.0 |
|
|
|
|
Bachillerato |
34.8 |
25.0 |
|
|
|
|
Universidad o más |
5.3 |
2.5 |
|
|
|
|
Fuente: Elaboración propia con base en la Emif Sur,
2016-2019 (El Colegio de la Frontera Norte, 2020).
En el periodo 2016-2019, mientras que las mujeres con
estudios a nivel de bachillerato eran 34.8% y universidad o más 5.3%, en el
caso de los varones eran solo de 25.0% y 2.5%, respectivamente. Un estudio
reciente apunta a que la educación es un factor
relevante para entender la manera en que las mujeres afrontan el tránsito:
quienes tienen mayor nivel de estudios, planificaron más el viaje e intentaron
reducir los riesgos (Terrón-Caro, Cárdenas-Rodríguez, Cueva Luna y Vázquez Delgado,
2018). Se puede observar que la mayor parte de las mujeres que emprenden el
viaje son solteras (71.7%) frente a las que transitaron el territorio mexicano
estando casadas (22.6%). En contraste, los varones que emprenden el camino en
soltería en un porcentaje considerablemente inferior (57.3%) y están casados en
mayor porcentaje (40.9%).
Estrategias migratorias
Una de las estrategias más socorridas por las mujeres
centroamericanas para alcanzar su destino migratorio en Estados Unidos en
condiciones de mayor seguridad es el uso de coyotes. Los coyotes,
polleros, contrabandistas o traficantes de personas son quienes
facilitan a los migrantes el cruce clandestino de territorios y fronteras a cambio
de una cierta cantidad de dinero. Las y los migrantes preferentemente acuden a
aquellos coyotes que son recomendados por sus redes sociales y de los
que tienen constancia de que cumplen con lo acordado.
En los datos agregados
de la Emif Sur para el periodo 2016-2019, se observa que las mujeres acuden en
mayor porcentaje (66.6%) a los servicios de coyotaje para transitar por
México que los varones (con 54.7%). No obstante, los porcentajes de mujeres y
hombres que contratan coyotes para cruzar la frontera entre México y
Estados Unidos son similares (75.0% y 73.3%, respectivamente).
Otro aspecto
relevante para que las mujeres centroamericanas transiten por el territorio
mexicano de manera exitosa y reduciendo las situaciones de peligro, es la
adecuada selección de rutas y medios de transporte. Cada ruta implica riesgos
diferentes en cuanto al encuentro con las autoridades migratorias mexicanas,
los criminales que lucran con los migrantes y la posibilidad de sufrir
accidentes. En cuanto a la selección de las rutas, la Emif Sur permite conocer la
ciudad de cruce a Estados Unidos. Por simplicidad, se clasificaron las ciudades
de cruce en dos grandes grupos, los que cruzaron por la región del Este (que
incluye Tamaulipas,
Nuevo Laredo y Coahuila) y los que cruzaron por la región del Oeste (que
incluye los estados de Chihuahua, Sonora y Baja California).
Tanto para mujeres como para hombres, se
encontró que la mayor parte de los cruces se producen por la región del Este
(76.6% y 68.5%, respectivamente). La alta concentración en dicha región se debe
a la combinación de múltiples factores, entre ellos: que cruzar por dicha
región reduce el espacio recorrido por el territorio nacional y con ello se
aminoran los costes de transportación y el tiempo de tránsito.
Los migrantes
emplean los medios de transporte en función de los recursos de los que disponen,
y otros factores, como la contratación de coyotes durante sus travesías
por México. La opción más económica es viajar en los trenes de carga ¾dado que viajar
en los mismos de manera “furtiva” es “gratuito”¾, pero supone tanto la posibilidad de sufrir graves
accidentes como ser víctima de los criminales que actúan en los mismos y en sus
inmediaciones (Ruiz Marrujo y Red de las
Casas del Migrante-Scalabrini, 2001; Trevino-Rangel, 2020). Casi un 20%
de los varones devueltos a sus países de origen por las autoridades
estadounidenses emplearon los ferrocarriles en sus trayectos por México, en
contraste, tan solo 7.1% de las mujeres recurrieron a este medio de transporte (Gráfica
1). En este sentido, se ha señalado que las mujeres hacen un menor uso de los
trenes para pasar más desapercibidas y evitar ser víctimas de asaltos,
extorsiones, secuestros y violación sexual (Conapo, 2013). Los tráileres o
camiones de carga, otro medio de transporte considerado inseguro ¾sobre todo cuando
los migrantes viajan en compartimentos sellados que conllevan riesgo de asfixia¾, fueron empleados
en la misma medida por mujeres y hombres (12.6% y 10.1%, respectivamente).
Gráfica 1. Migrantes devueltos por las autoridades estadounidenses a países del NCA,
que permanecieron hasta un año en Estados Unidos, por sexo y según principales
transportes empleados para transitar por México, 2016-2019 (distribución
porcentual)
Fuente: Elaboración propia con base en la Emif Sur, 2016-2019 (El Colegio
de la Frontera Norte, 2020).
La mayor parte de las y los migrantes
centroamericanos emplean autobús o camioneta en algún momento de sus trayectorias
migratorias. Durante el periodo bajo análisis, 92.9% de las mujeres migrantes
devueltas emplearon este medio de transporte, lo que supone 12.5 puntos
porcentuales más que sus homólogos varones (80.4%). Por su parte, el otro medio
de transporte relativamente más seguro, el coche o moto, no mostró una
diferencia estadísticamente significativa, 18.5% de las mujeres lo usaron y
15.5% de los varones.
Una mirada
conjunta al uso de los diferentes medios de transporte permite aseverar que las
mujeres devueltas por las autoridades de Estados Unidos recurren menos que los
hombres a los medios de transporte más inseguros, por el contrario, recurren
más que los varones a aquellos que son más seguros. Las diferencias entre ambos
sexos pueden deberse a que los hombres están más dispuestos a emprender el
camino con menos recursos que las mujeres y afrontar los peligros que ello
implica, dadas las construcciones sociales que instigan a los hombres a asumir
riesgos, mientras que a las mujeres les compelen a ser cautelosas y a evitar
los riesgos. El relato de Sandro, un migrante hondureño de 21 años entrevistado
en Tijuana en enero de 2019, que viajaba con su pareja, la sobrina de ella y
seis amigos, es un ejemplo ilustrativo de como el género moldea las
trayectorias y riesgos que asumen mujeres y hombres.
Caminamos un chingo para llegar a Tenosique y de allí
fue que nos venimos la primera vez en tren. Ya la segunda vez las morras no
quisieron, porque les dio miedo. […] entonces pedí ayuda allá donde los amigos,
me mandaron pisto para que la mandara en bus y así veníamos, yo en tren y ella
en bus. (Sandro, comunicación personal, enero de 2019)
A diferencia de los varones, sobre los que pesan el
mandato de no mostrar emociones ¾mucho menos aquellas que puedan delatar una “falta de
valentía”¾, ellas no
tuvieron inconveniente en mostrar su miedo y negarse a enfrentar los peligros. Los
mandatos de la masculinidad hegemónica también inhiben la posibilidad de solicitar
ayuda económica para viajar junto con las mujeres en autobús, lo que implicó
que asumiera grandes riesgos. Sandro tuvo percances en esos trenes que
fácilmente pudieron ser fatales:
Casi pierdo mi vida en el tren, porque el que iba a
agarrar me “jaloniaba”, me tiraba por allá. Una vez caí de rodillas que no me
podía ni agachar, ni levantar mucho, parado, no me podía ni sentar, pero no me
di por vencido. (Sandro, comunicación personal, enero de 2019)
Una red de asistencia y solidaridad por parte de los
defensores de los derechos humanos de los migrantes lleva décadas desplegándose
a lo largo de las rutas migratorias, cuya pieza fundamental son las casas de
migrantes y albergues. En estos lugares se apoya a los migrantes de muy
diversas maneras ¾comida,
alojamiento, servicios médicos, advertencias sobre los peligros en el camino,
entre otros¾, que
constituyen un recurso institucional fundamental para el logro de sus metas
migratorias. Sin embargo, inintencionalmente los albergues visibilizan a los
migrantes frente a los delincuentes, que en ocasiones infiltran estos lugares y
están presentes en sus inmediaciones para seleccionar potenciales víctimas y
cometer delitos (Casillas, 2015; Candiz y Bélanger, 2018). Las mujeres
frecuentan en menor medida los albergues y casas del migrantes, ellas prefieren
hospedarse en pequeños hoteles y casas de huéspedes para sentirse más seguras (Diaz
Prieto y Khuner, 2014).
Los registros
de algunas organizaciones de la sociedad civil apuntan a que los varones son,
en términos absolutos, quienes más acuden a los albergues (Gómez Navarro,
2020), pero no permiten relativizar las cifras respecto a los volúmenes totales
de mujeres y hombres que transitan por el país en cada periodo. De acuerdo con
datos de la Emif Sur para el periodo 2016-2019, sólo 4.3% de las mujeres
devueltas a los países del NCA por autoridades migratorias de Estados Unidos señaló
haber recibido asistencia o ayuda de parte de alguna organización, institución
o persona, menos de la mitad que sus homólogos varones (con 8.9%). Aunque estas
cifras no reflejan de forma exacta el uso que los migrantes hacen de los
albergues y casas de migrantes, constituyen cierta evidencia respecto a que ellas
tienen una menor propensión a hacer uso de estos recursos institucionales que
los varones.
Existen otras
estrategias que las mujeres y hombres migrantes centroamericanos emplean en sus
travesías por México. Una de las que adquirió mayor notoriedad, fueron las
caravanas de migrantes centroamericanas. La participación en las caravanas de
migrantes puede entenderse como una nueva estrategia de supervivencia de los
migrantes para afrontar el tránsito migratorio de manera más segura gracias al
acompañamiento masivo, entendido como una poderosa fuente de protección,
información y ayuda material e inmaterial, y que no excluye a las personas más
desfavorecidas económicamente (Torre Cantalapiedra y Mariscal Nava, 2020). Para
muchas mujeres centroamericanas de bajos recursos, sobre todo las hondureñas,
tales caravanas constituyeron su única oportunidad para atravesar de manera
relativamente segura los diferentes territorios y fronteras que les separan de
Estados Unidos.
Situaciones nocivas y daños
1) Exposición a peligros de la naturaleza. Durante su
tránsito por México los migrantes están expuestos a situaciones de frío o calor
extremo y a la falta de alimentos o agua, que pueden ser altamente
perjudiciales para su salud y les debilitan, con ello, incrementar los riesgos y
aumentar al mismo tiempo la vulnerabilidad respecto a los mismos, por ejemplo,
al favorecer que se produzcan accidentes y al acrecentar la posibilidad de ser
víctimas de delitos. Durante el periodo 2016-2019, 10.9% de las mujeres
migrantes devueltas al NCA, que permaneció hasta un año en Estados Unidos,
experimentó una situación de frío o calor extremo y 15.7% tuvo carencia de
alimentos o agua. En el caso de los hombres fueron de 14.5% y 18.2%,
respectivamente.
2) Muertes accidentales, violentas y resultado de la
delincuencia. El aspecto más terrible de los riesgos y peligros
del tránsito son las muertes. Entre 2014 y julio de 2019 se identificaron un
total de 662 fallecimientos en México; afectando más a los varones tanto en
términos absolutos (543 fallecimientos de varones con respecto a 55 muertes de
mujeres) como relativos, esto es, teniendo en cuenta el tamaño de sus respectivos
flujos (Bermúdez Lobera, Díaz Ferraro y Osorno Velázquez, 2020). Las dos causas
de muertes más importantes tienen que ver con accidentes y enfrentar a la
naturaleza: los accidentes relativos a la transportación supusieron el
fallecimiento de 28 mujeres y 199 hombres (de los cuales 134 fueron accidentes
en trenes y 65 accidentes vehiculares); los ahogamientos de 11 mujeres y 222
hombres (Bermúdez Lobera, Díaz Ferraro y Osorno Velázquez, 2020). Las
muertes relativas a la violencia son la tercera tasa de muerte más relevante de
las muertes registradas (9 de mujeres y 50 de hombres) (Bermúdez Lobera, Díaz
Ferraro y Osorno Velázquez, 2020). No obstante, hay que tener en cuenta que
estos registros no necesariamente permiten recuperar todas las muertes
acontecidas. Se cuentan por cientos los migrantes centroamericanos que
desaparecieron en su tránsito con México y de los que no se tiene constancia
sobre si están vivos o muertos.
Otro déficit
de los registros disponibles es que no permiten diferenciar entre femicidios y
feminicidios, pese a que esta distinción resulta crucial para entender el
fenómeno de las muertes de las mujeres centroamericanas en tránsito por México.
De acuerdo con Lagarde y de los Ríos (2006), quien retoma a Diana Russel y Jill
Radford, mientras que el feminicidio ubica los homicidios contra las mujeres como
parte de la violencia de género, el femicidio hace alusión al homicidio
femenino.
3) Robos y asaltos. La impunidad
con la que operan los delincuentes en México y la situación de vulnerabilidad
de los migrantes que transitan en situación irregular, hace que el grado de
victimización de estos últimos sea muy elevado. El delito que con mayor
frecuencia sufren los migrantes es el de robo o asalto, que típicamente se
relaciona con agresiones físicas (Infante, Idrovo, Sánchez-Domínguez, Vinhas y
González Vázquez, 2011; Gómez Navarro, 2020). Durante el periodo 2016-2019, 7.0%
de las mujeres centroamericanas devueltas por las autoridades estadounidenses fueron
víctimas de robo o asalto durante su tránsito por México, mientras que este
rubro en el caso de los varones asciende a 10%.
¿Son estos
resultados contradictorios con el hecho de que las mujeres serían, en principio,
más propensas a sufrir este tipo de criminalidad que los varones? Una
investigación realizada con base en las Emif Sur muestra que el mayor
porcentaje de robos y asaltos que padecen los varones, no significa que estos
necesariamente sean víctimas preferidas por los criminales a las mujeres; sino que
la manera en que estos transitan por el territorio mexicano empleando en menor
medida los coyotes, utilizando en mayor medida los trenes de carga,
entre otros, implica una exposición mayor a este tipo de delitos, en
consecuencia, una mayor propensión a sufrirlos (Torre Cantalapiedra, 2021).
4) Agresiones sexuales. Desde hace
años se ha detectado la necesidad de lograr mejores fuentes de información e
investigaciones, a fin de lograr una estimación más precisa en cuanto a la
violencia sexual contra mujeres migrantes en territorio mexicano (Díaz Prieto y
Khuner, 2014). De acuerdo con Cortés (2018), la violencia sexual moldea las
trayectorias de las mujeres migrantes centroamericanas y es clave para entender
sus estrategias migratorias en tránsito, pues considera que las mujeres
contratan coyotes, eligen determinadas rutas y seleccionan ciertos
transportes con el objetivo de reducir la exposición a las agresiones sexuales.
Las
estimaciones sobre este fenómeno han sido disímiles partiendo de dos abordajes muy
distintos del fenómeno. Primero, aquellos trabajos que ofrecen estimaciones más
altas de ocurrencia de agresiones sexuales basadas en encuestas poco o nada
representativas; ya que emplean muestras muy pequeñas y con un elevado sesgo en
el muestreo hacia poblaciones vulnerables en tránsito. Un informe de Médicos
Sin Fronteras (MSF, 2017) realizado a 467 migrantes, encontró que un 31.4% de
las mujeres y un 17.2% de los hombres habían sufrido algún tipo de abuso sexual
durante su paso por el territorio mexicano; de manera más específica en lo que
respecta a las violaciones y otras agresiones directas, las habían sufrido un
10.7% de las mujeres y un 4.4% de los hombres. No obstante, hay que tener en
cuenta que estas encuestas y datos médicos cubren solo a los pacientes
atendidos directamente por MSF o las clínicas que esta organización apoya.
Segundo,
aquellos trabajos que emplean encuestas que tienen un mayor grado de
representatividad, pero que pueden tener importantes sesgos de información;
puesto que al momento de ser encuestados las personas no proporcionan
información verídica sobre los delitos sexuales que fueron víctimas. Este tipo
de sesgos están presentes en la declaración de toda clase de delitos, pero en los
que implican violencia sexual se hacen más notorios. Human Rights
Center UC Berkeley School of Law, ACNUR y Regional Safe Spaces Network (2018)
encuentran que existen diversas barreras para la revelación de la violencia
sexual y de género sufridas durante el trayecto por México: sentimiento de
culpa por haber desafiado las normas de género al dejar el hogar familiar, la
normalización de los abusos y las agresiones sexuales que hacen que las
víctimas no se vean como tales, el temor a represalias, entre otras. A pesar de
que no es posible conocer la magnitud precisa de la problemática de las
agresiones sexuales, la evidencia disponible sugiere que se trata de una
situación muy grave.
5) Trata de personas con fines de explotación sexual. A pesar de
algunos esfuerzos recientes por esclarecer los vínculos entre la migración en
tránsito, el tráfico de personas y la trata de personas con fines de
explotación sexual que afectan a las mujeres, estos siguen siendo ampliamente desconocidos.
Las mujeres acuden a los coyotes con la expectativa de lograr un viaje más
seguro y tener más probabilidad de éxito en el logro de sus objetivos
migratorios. Sin embargo, existe evidencia anecdótica que apunta a que quienes
realizan estas actividades de coyotaje en ocasiones agreden de diversas
maneras a las mujeres, o les pueden conducir a las redes de trata de personas
con objeto de explotación sexual. Si bien se ha detectado la trata como
fenómeno problemático, no hay un mayor dimensionamiento de este.
Conclusiones
Aunque parcial, el flujo de migrantes devueltos por
las autoridades estadounidenses al NCA de la Emif Sur permite realizar un
acercamiento a las estrategias que las mujeres y hombres migrantes
centroamericanos despliegan en tránsito por México y a las circunstancias
adversas que el viaje tuvo para ellas y ellos. Con base en los hallazgos
empíricos obtenidos con esta encuesta y a la luz de los roles de género tradicionales,
se concluye:
Primero, que
las estrategias en tránsito de mujeres y hombres devueltos por las autoridades
estadounidenses difieren en ciertos aspectos. Las mujeres emplean coyotes
en mayor grado que los varones en su tránsito por el territorio mexicano; usan
en menor porcentaje el medio de transporte más peligroso (los trenes) y usan en
mayor medida los que son más seguros como los autobuses y coches, evitan el uso
de la red de asistencia y apoyo que se entreteje a lo largo del camino, en la
medida en que esto les podría otorgar cierta visibilidad indeseada. Estas
diferencias se explican en gran medida por dos factores: primero, el mayor
nivel educativo de las mujeres, que está relacionado tanto con una mayor
planificación como con una mayor disponibilidad de recursos requeridos para
desplegar ciertas estrategias; y segundo, derivado de los aprendizajes de
género, al hecho de que las mujeres tienden a evitar exponerse a ciertos
peligros y a minimizar los riesgos del camino.
Segundo, a
pesar de su mayor grado de vulnerabilidad en el tránsito por México, las
mujeres logran salir relativamente más indemnes que los varones respecto a
ciertas situaciones del tránsito (afrontar temperaturas extremas, problemas de
inseguridad alimentaria, robos y asaltos, muertes accidentales, entre otras).
Esta aparente contradicción se resuelve de manera sencilla con solo dar cuenta
nuevamente que las mujeres emplean en mayor grado estrategias que pretenden
minimizar las situaciones nocivas y los daños que se pueden producir durante
las travesías. Los varones son socialmente compelidos a afrontar los riesgos de
un modo totalmente distinto. Si bien emplean estrategias similares a las
mujeres, están dispuestos a afrontar mayores riesgos. Una tendencia a mostrar
su valentía hasta que este término pierde su significado y se convierte simplemente
en temeridad. Son los migrantes hondureños quienes más ponen a prueba sus
límites en los trenes de carga, que se cobran su precio tanto en robos y
asaltos, como en mutilaciones y muertes. En suma, el tránsito es otro de esos
escenarios donde la masculinidad hegemónica es incluso más perjudicial para los
hombres que para las mujeres.
Tercero, en
contraste con lo señalado en el párrafo anterior, puede observarse que hay otro
conjunto de delitos, que a pesar de que no hay mediciones del todo confiables y
precisas sobre los mismos, es evidente que afectan en mucha mayor medida a las
mujeres (agresiones sexuales y trata de personas). En este sentido, el
desarrollo de fuentes de información que ofrezcan información estadística
robusta sobre esta fenómeno resulta fundamental para el desarrollo de políticas
públicas que atiendan estas problemáticas.
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