Stefania
Tapia Marchina[2]
La presente investigación realiza un análisis de las
desigualdades de género que se presentan entre mujeres y hombres al egresar de
los distintos campos de formación de la educación superior y su conexión con
las brechas de género presentes en los mercados laborales en México. Para ello
se presentan datos de las dos esferas analizadas en el período 2020-2021, haciendo
énfasis en que los roles de género se trasladan a la educación y la economía de
manera transversal, tendiendo a perpetuar y reproducir las desigualdades entre
mujeres y hombres de manera estructural. Concluyendo que los datos visibilizan
la necesidad de romper paradigmas sobre las brechas de género en los campos de
estudio, así como fortalecer los esquemas de vinculación entre institución y
mercado laboral para no precarizar el trabajo del egreso.
Palabras clave: educación
superior, mercados laborales, género, economía feminista
This research conducts an analysis
of gender inequality in the participation of women and men in different higher
education training fields and its connection with labor market gender gaps
present in Mexico. For this, data from the two spheres are presented for the
period 2020-2021, emphasizing that gender roles are transferred to education
and the economy in a transversal way, tending to perpetuate and reproduce
inequalities between women and men in a structural way. Concluding that the data makes visible the need to
break paradigms about gender gaps in the fields of study as well as to
strengthen the linkage schemes between the institution and the labor market in
order not to undermine the work of graduation.
Recepción:
7 de octubre de 2021/Aceptación: 8 de diciembre de 2021
A
partir de la década de los setenta se observó una tendencia a la convergencia en
la participación de mujeres y hombres en los mercados laborales, sin embargo, a
partir de los años 2000 el incremento en los niveles de participación de las
mujeres en el trabajo remunerado se ha estancado en la gran mayoría de los
países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) (Flabbi, 2012).
En el caso de la educación superior, las brechas de género en la
participación se han reducido ampliamente, pero qué roles de género aún tienden
a reproducirse en los ramos de formación en los que participan las mujeres en
contraste con los hombres (Flabbi, 2012; Conover, Khamis y Pearlman, 2021). Este
fenómeno se relaciona de manera directa con las desigualdades de género en los
mercados laborales, particularmente en las brechas referentes al sector y
actividad económica en el que se insertan mujeres y hombres.
En América Latina estas dinámicas se incrementan a partir de los avances en
materia de derechos de las mujeres, los cambios culturales impulsados por el
movimiento feminista y las crisis económicas que perturban la región a partir
de la década de los ochenta; observándose un ingreso masivo de las mujeres al
trabajo remunerado junto con el incremento de sus niveles de profesionalización,
teniendo un perpetuación del problema de precarización laboral e ingreso por
competencias (Rosenbaum, Kariya, Settersten y Maier, 1990).
En este contexto es que este trabajo tiene por objetivo analizar las
dinámicas de egreso por áreas del conocimiento de mujeres y hombres, en
contraste con su participación en los mercados laborales en México en el
periodo 2020-2021; haciendo
énfasis en que los roles de género continúan afectando la segmentación en los
campos de formación y los sectores de inserción en el trabajo remunerado de
mujeres y hombres, proceso que tiende a reproducir las desigualdades entre
mujeres y hombres de manera estructural.
Los estudios que relacionan la población egresada de la educación superior
con su inserción al mercado laboral lo hacen usualmente con la intención de
evaluar la empleabilidad de quienes egresan, concepto basado en las
competencias que adquieren quienes estudian distintos campos de formación en
relación con las necesidades de los mercados laborales, así como el nivel de ingresos
al que acceden las personas por nivel educativo (Laos, 2004; Solé-Moro,
Sánchez-Torres y Argilia-Irurita, 2018; Cruz y Pérez, 2018). Lo anterior tiende
a estar anclado en la visión economicista de la educación que surge de los
paradigmas tecnológicos que privilegian la eficiencia y el funcionalismo de la
educación orientada a las necesidades de los mercados laborales.
El presente artículo parte desde una visión que enfatiza la relación entre
los roles de género y las desigualdades que persisten en la educación superior
y la segmentación laboral. Las causas de las desigualdades de género en la
educación sin duda preceden a la educación superior, tienen un grado de
complejidad que excede los límites de este trabajo; asimismo, el análisis
estadístico está limitado en su alcance para establecer relaciones de
causalidad rigurosas.
En ese sentido, se recomienda consultar el trabajo de investigaciones
actuales acerca de las causas que reproducen los roles y estereotipos de género
en los distintos niveles de educación que continúan desincentivando a las
mujeres a especializarse en los campos de las ciencias exactas, la tecnología y
las ingenierías. Asimismo, se recomienda trabajar metodologías cuantitativas
que analicen las dinámicas entre la población egresada y su inserción a los
mercados laborales desde la perspectiva de género.
Teniendo en cuenta lo anterior, este trabajo comienza por contextualizar la
participación de mujeres y hombres en la educación y los mercados laborales de
la mano de los cambios realizados al modelo de producción, que se implementan
en el neoliberalismo, dadas las implicaciones que esto ha tenido en la demanda
de fuerza laboral especializada.
Por último, se procede a detallar la metodología utilizada para conducir un
análisis estadístico que permita observar el total de personas matriculadas,
tituladas y egresadas por género y campo de formación al cierre del ciclo escolar
de 2020, en contraste con la población ocupada, subocupada y desocupada por
género, por sector y actividad económica en México al II trimestre de 2021.
Desigualdades
de género en las tendencias en la educación y los mercados laborales a partir
del neoliberalismo
La etapa neoliberal del capitalismo se ha caracterizado
por profundos cambios en la organización económica global y, por ende, en los
tipos y condiciones de trabajos que se ofertan en los mercados nacionales. Las
olas de privatización,
liberalización y flexibilización han permitido una modalidad deslocalizada de
la producción que ha dividido los procesos de diseño, proveeduría y ensamble en
múltiples etapas que se llevan a cabo en distintas regiones y países[3].
Los efectos de estas transformaciones en los dos
elementos centrales de los mercados laborales, la oferta y demanda de trabajo,
han sido profundos y cada vez más dependientes de las necesidades del capital
internacional, lo cual tiende a generar barreras en el acceso a oportunidades
de trabajo dependiendo del país de origen y residencia, nivel educativo y
género.
En ese sentido, la oferta laboral ha tendido a
polarizarse hacia los nichos de alta tecnología,
servicios financieros, legales y biomédicos considerados de alto valor agregado en las cadenas de
valor y proveeduría (Milanovic, 2019); en contraste con los sectores llamados
de baja calificación, que han tendido al estancamiento de los niveles de
ingresos emparejados con la caída del poder adquisitivo del salario.
En el caso de las mujeres, Sheba Tejani
Sin embargo,
cuando estas industrias inician procesos de convergencia tecnológica o upgrading
hacia sectores más intensivos en capital, se observa una defeminización del
empleo
En el caso de México, la perspectiva neoliberal en la educación y la
estructura productiva y de intercambio se implementó por medio de las reformas
estructurales que cambiaron las prioridades de la agenda pública y sus ámbitos
de intervención. Lo cual
se ha visto reflejado en la puesta en marcha de una visión economicista
de la educación superior, que surge de los paradigmas tecnológicos que
privilegian la eficiencia y el funcionalismo de la educación con las
prioridades del sistema económico (Medina-Durango y Posso-Suárez, 2010).
Desde estos paradigmas, se ha mercantilizado la educación superior con un
sentido práctico hacia la especialización de la fuerza laboral, demarcando a la
educación superior como una necesidad de competencia para la inserción al
mercado laboral. Sin embargo, cuando se analizan los mercados laborales en el
caso de México, se observa que las reformas estructurales no han significado
una oferta laboral para la población especializada, sino que generaron oportunidades
de trabajo de baja calificación y poco capaces de absorber a la fuerza laboral.
Lo anterior refleja una desarticulación entre la educación superior y las
oportunidades de empleo en el modelo de producción actual; aunado a ello, la segmentación
de género en la educación superior es un elemento clave para comprender la
persistencia de desigualdades entre mujeres y hombres en los mercados laborales.
Las mujeres continúan egresando de campos de
formación de las ciencias sociales, administrivas, servicios sociales,
educativos y de la salud, mientras se mantiene una muy baja matrícula y egreso
en las ciencias exactas e ingenierías (Barone y Asirelli, 2020).
En ello se observa una continuidad
de los roles y estereotipos de género, con fuertes implicaciones en la
reproducción de las desigualdades de manera estructural, sobre todo, en el
contexto neoliberal en donde la demanda de trabajo especializado en nichos de
alta tecnología e innovación ha precarizado la calidad y el nivel de ingresos
de los empleos en otros sectores.
Aquí es importante
puntualizar que la educación refiere a los múltiples procesos de aprendizaje,
así como la capacidad del ser humano de transmitir la cultura y las tradiciones
a las nuevas generaciones conforme un sentido de pertenencia y colectividad (Blauer y Fuentes Olivares, 2011). Es decir, el
papel de la educación superior mantiene una tendencia a transmitir roles y estereotipos
de género que se traducen en limitantes estructurales para la participación
equitativa de las mujeres en los mercados laborales.
Lo anterior debe analizarse
de manera conjunta con el modelo de producción neoliberal y los cambios que ha
generado en la demanda de fuerza laboral. En ese sentido, Claudia Matus (2009) definió
a las Instituciones de Educación Superior (IES), específicamente las
universidades, como productoras de capital humano para el mercado de trabajo
global. Mientras que Laura Jiménez (2012) mencionó que la inequidad
que existe en la sociedad se refleja en las propias instituciones educativas;
en síntesis, se trata de un proceso que se refuerza mutuamente en donde
intersectan las variables de género, la economía global y la oferta educativa.
En suma, en el contexto
actual, la educación superior funge un doble rol, primero como un espacio de
formación especializada que responde a las necesidades del modelo de producción
global, y segundo, como facilitadora de la socialización de roles y
estereotipos que perpetúan las desigualdades que se reflejan en los campos de
formación en los que se insertan mujeres y hombres.
Las
interacciones entre la educación superior y los mercados laborales son
complejas y pueden ser observadas desde distintos ángulos. En el caso de
México, las desigualdades en el acceso a oportunidades educativas y laborales
se contextualizan en la etapa neoliberal del capitalismo en donde las cadenas
de valor y proveeduría inciden de manera importante en los mercados laborales
formales e informales, así como en la oferta y acceso a la educación superior a
nivel nacional.
En dicho escenario una variable que
intersecta de manera transversal es el género, mujeres y hombres dadas las
condiciones de desigualdad tienen acceso a oportunidades distintas desde la
educación básica hasta la superior, así como al ingresar a los mercados
laborales. En ese sentido, desde la mirada de la economía feminista, este
trabajo pone en el centro a la categoría de género, haciendo énfasis en sus aspectos relacionales y en
las jerarquías sociales y económicas (Espino, 2010), con el
objetivo de comprender de manera integral las interrelaciones entre quienes
logran egresar de la educación superior por campos de formación y el escenario
de los mercados laborales en los que pueden insertarse en el país.
Para lograr dicho objetivo se llevó
a cabo un análisis estadístico desagregado por género utilizando los Anuarios
Estadísticos de Educación Superior (ANUIES) sobre el ciclo escolar 2020-2021
con datos a diciembre de 2020, así como de la Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), y el
Índice de Tendencia a la Pobreza Laboral (ITPL) del Consejo Nacional para Evaluar
la Política Social (CONEVAL) al segundo trimestre del 2021. Esto permite
observar el total de personas matriculadas, tituladas y egresadas por género y
campo de formación junto a la población ocupada, subocupada y desocupada por
género, sector y nivel educativo.
De acuerdo a la
Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2021) el 50.7% de la población
de 15 años o más en México se considera económicamente activa (PEA), entre la
cual existe una brecha importante entre la cantidad de mujeres, siendo económicamente
activas sólo el 44.75%, y la tasa masculina que es del 76.65%
De la
población ocupada, (95.56% con respecto a la PEA), el 67.2% se reporta como
subordinada y remunerada, mientras el 22.4% trabaja por cuenta propia. Dicha
población se encuentra laborando principalmente en las actividades económicas
correspondientes al sector terciario en donde participa el 61.63% de la
población ocupada y al sector secundario que aglutina al 24.83% de la misma
Gráfica I: Tasa de la población
ocupada por sector y actividad económica según género |
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Fuente: Elaboración propia con
base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, base 2013, estimaciones a julio de 2021. INEGI. |
Desagregando por género los sectores y sus actividades
económicas se observan diferencias importantes en la Gráfica I. Por un lado, un importante protagonismo de las
mujeres en el sector servicios, por otro lado, una mayor participación de los hombres en
los sectores secundario y primario. Es decir, es común considerar los servicios de salud como
de cuidado que reflejan la tendencia de la
sostenibilidad de la vida.
A su vez, al desglosar los sectores por
actividades en la Gráfica I se muestra que, en el caso del sector secundario, el 97.3% de las mujeres ocupadas
se dedican a la actividad manufacturera, al contrario del porcentaje de los hombres que están insertos en este sector que corresponde solamente al
55.57%. En el sector terciario las
diferencias no son tan amplias, pero sí se refleja una mayor participación de
las mujeres en el comercio, los restaurantes y servicios de alojamiento, así como los servicios sociales y diversos.
Es importante recalcar que el panorama de los sectores y
actividades económicas en el país está
íntimamente conectado con las cadenas de valor y proveeduría a nivel
internacional, en donde la posición de México ha sido
caracterizada por impulsar la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) orientada al sector secundario
con la ventaja comparativa de ofertar fuerza laboral a bajo costo que depende
hasta en un 75% de la importación de bienes intermedios y produce un moderado
valor agregado (Osorio, Mungaray y Jiménez, 2020).
De igual manera, en lo que respecta al sector terciario, el comercio
internacional de servicios empresariales, profesionales y técnicos; así como
los de informática e información, insertos en las Cadenas Globales de Valor es
una tendencia creciente. De acuerdo con el estudio realizado por Guilles
En este
contexto, el ingreso laboral promedio de la población ocupada durante el segundo
trimestre de 2021 fue de $4,380.71 MXN, siendo para el caso de los hombres
ocupados de $4,755.36 y para las mujeres $3,803.92; observándose una brecha por
ingreso laboral de género del 20%
Lo
anterior es consistente con lo señalado por Barone y Asirelli (2020), quienes
encontraron que la sobrerrepresentación de las mujeres en las ciencias
sociales, humanidades, servicios sociales y educativos, están relacionados con
prospectivas laborales menos favorables, con menores niveles de ingreso y más
riesgos de estar sobre calificadas para la oferta laboral disponible en estos
sectores.
La Tabla I muestra que la industria extractiva y de
electricidad, la construcción, los transportes, comunicaciones, correo y
almacenamiento, así como los servicios profesionales, financieros y
corporativos tienen los mayores niveles de ingresos; todas ellas con mayor
participación masculina como se presenta en la Gráfica I.
Aunado a las claras diferencias de ingreso laboral
entre actividades económicas, la brecha de ingresos entre las mismas según
situación de empleo formal o informal que oscila entre el 35% y el 57% de
diferencia (Tabla I), es un indicador clave para analizar las oportunidades
laborales disponibles para la población egresada y/o titulada de la educación
superior, considerando que la tasa de informalidad oscila el 55.87% y 57.18% dependiendo
si se trata de hombres o mujeres respectivamente (INEGI, 2021).
Tabla I: Ingreso laboral real
promedio de la población ocupada por actividad económica según situación de
empleo al segundo trimestre de 2021 |
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Fuente: Elaboración propia con base en el índice de la
Tendencia a la Pobreza Laboral (ITPL), CONEVAL, II Trimestre 2021. |
Lo anterior refleja que más allá de los sectores, las
actividades económicas, los niveles educativos y ramos de formación en la
educación superior, el panorama de los mercados laborales en México tiene
condiciones complicadas para la inserción de la población egresada. La tasa de
informalidad y su efecto en los ingresos refleja una falta de oferta de
oportunidades laborales formales y con mejores remuneraciones. Lo cual afecta
de manera acentuada a las mujeres dados los sectores y actividades económicas
en los que se encuentran.
Aunado a la informalidad,
en la Gráfica II se presentan condiciones críticas de ocupación[5]
en el 23.76% de la población ocupada en promedio, siendo los hombres quienes
las enfrentan más comúnmente. Lo anterior aunado a una tasa de ocupación parcial
y desocupación en donde las mujeres casi duplican el índice, lo cual tiene
claras implicaciones de género dada la feminización del trabajo doméstico y de
cuidados en los hogares, lo cual limita la cantidad de tiempo disponible que
tienen las mujeres para dedicar al trabajo remunerado.
Gráfica II: Datos
generales y tasas complementarias de ocupación y empleo según género |
|
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo, base 2013, estimaciones a julio de 2021. INEGI. |
Como se ha visto con anterioridad,
las condiciones de los mercados laborales en el país reflejan no sólo una
terciarización de la economía, sino también una precarización de los mismos.
Esto impulsa dos fenómenos paralelos: (1) la continuidad de la vida estudiantil
que depende de los recursos a los que acceda la persona estudiante,
incrementando los niveles de especialización; (2) el abandono escolar a
temprana edad para incorporarse a un mercado laboral informal y precarizado. En
palabras de Enrique Laos (2004) existe una
tendencia demográfica marcada por estos dos fenómenos que conduce al mercado
laboral y al sector educativo.
Referente
a los datos de la población de 15 años y más con potencial de incorporarse a
los mercados laborales, existe un total de 87,492,680 personas de las cuáles el
44% cuentan con primaria básica y 25% con secundaria completa (INEGI, 2021). Al
ser la mayoría, estos grupos tienden a incorporarse a los mercados informales
y/o más precarizados que no requieren un alto nivel de especialización o
calificación.
En el caso de la
población ocupada, el 22.91% solamente cuenta con educación primaria, el 27.58%
de esta tiene secundaria y el 24.47% una carrera profesional o técnica
(estudios de educación superior). Esto refleja que las necesidades del mercado
funcionan bajo una lógica de incorporación sin educación superior, otro dato
que resulta en la misma conclusión es la tasa de población desocupada con
educación superior que es del 29.99% y del 2% cuando se trata de profesionales
con un posgrado.
Haciendo énfasis en la
educación superior[6], sólo
el 30% de la población entre 18 y 23 años se encuentra atendida en alguna de
las modalidades de educación superior. En seguimiento del total de las personas
de 15 años y más que estudian, sólo 25 de cada 100 estudiantes llegan a egresar
de alguna licenciatura, mientras que 1 de cada 100 lo hace de una carrera
técnica profesional, y sólo 2 de cada 100 ingresa a un posgrado (SEP, 2020); estos datos son consistentes con
la estructura del sistema educativo que se presenta por enfoque de competencias
donde el objetivo es insertarse conforme a las necesidades del mercado, es
decir, conseguir mano de obra barata que permita obtener mayores ganancias
Como se aprecia en la
Gráfica III, de los dos últimos ciclos escolares existe una mayor cantidad de
mujeres matriculadas, egresadas y tituladas del sistema de educación superior
en su totalidad; asimismo, se muestra que sólo el 17.10% de la matrícula logra
egresar, y sólo el 10.55% se titula, esto quiere decir que obtienen una cédula
profesional y título universitario.
Es contrastante que
haya más mujeres que egresen y que se titulen de la educación superior, pero
sean menos mujeres quienes se inserten en los mercados laborales, en donde
además, cuando lo hacen, suelen acceder a menores remuneraciones, empleos
parciales e informales en el sector terciario de la economía y la industria manufacturera,
y que la educación superior sigue reproduciendo por la necesidad del mercado de
incorporar mano de obra barata a sectores productivos y de servicios. Lo
anterior evidencia cómo los roles diferenciados por género están implicados en
la estructura social y económica; moldeando las oportunidades a las que acceden
mujeres y hombres dentro de un contexto particular[7].
Gráfica III: Relación hombres-mujeres en la educación superior
respecto de dos ciclos escolares |
|
Fuente: Elaboración propia con
base en datos estadísticos del Anuarios Estadísticos de Educación Superior
(ANUIES) Ciclo escolar 2020-2021 y 2019-2020. |
Haciendo una revisión por áreas de
conocimiento, se observa que para el ciclo escolar 2020-2021 existe una
tendencia a las áreas de conocimiento en ciencias sociales y económicas
administrativas para las mujeres y hombres, pero una segmentación mayor para
los hombres hacia los campos de formación de la ingeniería, manufactura y
construcción.
Por lo tanto, si bien
la mayoría de la población con educación superior se especializa en las áreas
de ciencias sociales, económicas y administrativas; son más las mujeres en
estas áreas del conocimiento, que como ya se presentó en los párrafos
anteriores, se refleja en los sectores y actividades económicas en donde se
ocupan más las mujeres y que, además, tienden a tener menores remuneraciones
que los sectores y actividades en donde quienes estudian ingenierías, ciencias
exactas, manufactura de mayor valor agregado y construcción.
Tabla II. Egresado y titulados por
Áreas de formación respecto del ciclo escolar 2020-2021
Áreas de conocimiento |
Titulados Mujeres |
Titulados Hombres |
Egresados Mujeres |
Egresados Hombres |
Administración y negocios |
69,322 |
48,264 |
122,084 |
87,175 |
Agronomía y veterinaria |
3,915 |
5,829 |
7,291 |
10,567 |
Artes y humanidades |
9,571 |
6,605 |
17,258 |
12,174 |
Ciencias de la salud |
49,358 |
24,436 |
68,960 |
33,509 |
Ciencias naturales, matemáticas y
estadística |
8,023 |
7,335 |
11,543 |
10,870 |
Ciencias sociales y derecho |
54,670 |
35,263 |
97,741 |
62,498 |
Educación |
45,602 |
16,337 |
65,049 |
23,601 |
Ingeniería, manufactura y construcción |
31,405 |
71,327 |
48,700 |
110,602 |
Servicios |
7,212 |
6,773 |
13,990 |
12,707 |
Tecnologías de la información y la
comunicación |
6,874 |
17,535 |
10,736 |
28,676 |
Total general |
285,952 |
239,704 |
463,352 |
392,379 |
Fuente: Elaboración propia con base
en datos estadísticos de los Anuarios Estadísticos de Educación Superior
(ANUIES) Ciclo escolar 2020-2021.
En general, existe un desfase entre
la incorporación por áreas de conocimiento en las ciencias sociales y
administrativas con un mercado global muy competitivo que privilegia a las ciencias
exactas y las ingenierías junto con mercados laborales nacionales altamente
precarizados para los egresados de educación superior, al priorizar la
incorporación de población con nivel primaria y secundaria (de Vries y Navarro, 2011).
Lo anterior es dado por
el posicionamiento de México en las cadenas globales de valor y proveeduría,
que continúa atrayendo inversión en etapas de bajo valor agregado, intensivas
en fuerza laboral, pero de baja calificación, ofertando poca cantidad de
posiciones de más alto nivel jerárquico y remuneración. Esto en conjunto con
las desigualdades de género en la educación superior y en los mercados
laborales tiende a afectar más a las mujeres que a los hombres.
En el
caso de las mujeres que sí egresan de campos de formación y se logran insertar
en trabajos de alta especialización, Busch (2020) encontró que esto ha generado
dinámicas de segregación entre las mismas mujeres; diferenciando entre aquellas
que tienen acceso a la educación superior y a contextos que las incentiven a
especializarse en campos de la tecnología y las ingenierías, frente a las que
no.
En este caso, se intuye una diferenciación entre
las mujeres por país de residencia, dado el modelo de producción global y las
oportunidades a las que acceden, como es el caso de México en donde la mayoría
de las mujeres que no acceden a la educación superior o quienes lo hacen, aún
se mantienen en campos de formación tendientes a menor remuneración y
oportunidades de ascenso; dados los roles de género y la desarticulación entre
la oferta educativa y los mercados laborales disponibles.
Al analizar las dinámicas de
matrícula, egreso y titulación de la educación superior por áreas de
conocimiento en contraste con los mercados laborales por sectores y actividades
económicas desde la perspectiva de la economía feminista es evidente que los
roles de género tienen efectos profundos en la organización económica, que se
perpetúan en el tiempo a través de diversas instituciones que consecuentemente
reproducen las desigualdades entre mujeres y hombres de manera estructural;
representando barreras para el avance de los derechos de las mujeres y el logro
de su autonomía sustantiva.
Particularmente
en un contexto donde se mantienen ofertas laborales polarizadas: precarias y de
baja remuneración en países en desarrollo en las actividades que se consideran
de baja especialización o calificación, en contraste con altos niveles de
ingreso en ciertas actividades orientadas a la alta tecnología y usualmente
ubicadas en los países desarrollados; valorizando el conocimiento como un
activo altamente rentable.
Las causas de las desigualdades de género son complejas, sobre todo cuando
se analizan en el contexto del modelo de producción y las tendencias en la
oferta educativa. Este trabajo muestra evidencias de cómo la sobrerrepresentación de las mujeres en las ciencias
sociales, humanidades, servicios sociales y educativos, están relacionados con
prospectivas laborales menos favorables (Busch, 2020).
Además, se señala que la profesionalización y el
egreso de la educación superior incluso en los campos de formación de alta
tecnología, ingenierías y ciencias exactas, no asegura la absorción en los
mercados laborales en el caso de México, dada la oferta de trabajo orientada a
la educación básica y media superior. Esta desarticulación entre la oferta de
personas egresadas de la educación superior con las oportunidades laborales
disponibles afecta de manera acentuada a las mujeres, quienes tienden a
trabajar en empleos de menor remuneración y estar subocupadas con jornadas
parciales.
Es necesario observar
esta realidad con una lente orientada a la acción desde la política pública. Por
un lado, es fundamental que los mercados laborales en México transiten a nichos
de mayor valor agregado que demanden fuerza laboral especializada que atiendan
no sólo a las ingenierias, ciencias exactas, manufacturas y construcción, sino
también a ampliar la oferta laboral formal y bien remunerada para el resto de
las áreas de especialización.
Es necesario
implementar lo anterior desde la perspectiva de género, ya que los procesos de upgrading
tienden a expulsar a más mujeres del trabajo remunerado en lugar de mejorar su
posición laboral, mientras la discriminación aún opera dentro de los espacios
de trabajo, obstaculizando el ascenso vertical de las mujeres, a pesar de ser
quienes tienen un nivel educativo más alto.
En secuencia, se tiene
el potencial de mejorar las condiciones generales de los mercados laborales,
los niveles de ingreso promedio, reducir las condiciones críticas de ocupación;
ampliar las opciones de trabajo formales, y por lo tanto, reducir las
desigualdades entre mujeres y hombres. Pero para ello es necesario trascender
la lógica mercantilista —que no ha logrado equilibrar la oferta y la demanda de
trabajo—, con el objetivo de posicionar a la educación superior y el trabajo
como espacios que impulsen el desarrollo equitativo de las personas sin
distinción de género.
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[1] Instituto de Administración
Pública del Estado de Puebla.
México. Correo electrónico: igarridolastra@gmail.com
[2] Universidad Autónoma de Baja
California UABC,
México. Correo electrónico: Stefania.tapia@uabc.edu.mx
[3] Entendidas como Cadenas Globales de Valor (CGV) (Milberg,
2004).
[4] Una tendencia que continua al alza en el sector terciario
es el auge de los servicios digitales en plataformas de economía compartida, que suelen ofertar
trabajo parcial, flexible y sin acceso a la seguridad social, reduciendo la
tasa de desocupación al ofertar oportunidades de inserción laboral no
tradicionales en el sector formal
[5] De acuerdo con el INEGI
la población ocupada en condiciones críticas de ocupación es aquella que se encuentra en las
siguientes situaciones: trabaja menos de 35 horas a la semana por razones de
mercado; trabaja más de 35 horas a la semana recibiendo ingresos laborales
mensuales inferiores al salario mínimo; trabaja más de 48 horas semanales
percibiendo ingresos de hasta dos salarios mínimos (INEGI, 2021a).
[6]
De acuerdo a la Secretaría de Educación Pública y el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía la educación superior es el tipo educativo que se
imparte después de la educación media superior; está compuesto por los niveles:
técnico superior universitario o profesional asociado, licenciatura,
especialidad, maestría y doctorado, así como la educación normal en todas sus
especialidades. El grupo de edad típico que cursa este nivel educativo es de 18
a 23 años.
[7]
Cabe señalar que la discrepancia entre matrícula que egresa y se titula se debe
principalmente al rezago educativo que existe a causa de condiciones
socioeconómicas y demográficas que reducen la capacidad de la persona
estudiante de concluir sus estudios, como trabajar y estudiar al mismo tiempo, reprobar
materias, cambiar de carrera, entre otras condicionantes que varían por grupo
demográfico.