INSTITUCIONALIZACIÓN DEL GÉNERO Y
ESPACIOS DE PARTICIPACIÓN: UNA APROXIMACIÓN A LOS FOROS FEDERALES
PARTICIPATIVOS
INSTITUTIONALIZATION OF GENDER AND
SPACES FOR PARTICIPATION: AN APPROACH TO FEDERAL PARTICIPATORY FORUMS
Rocío Soledad García[1]
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v7i60.7885
Resumen
El
artículo propone una aproximación a los Foros Federales Participativos,
instancias creadas por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la
Nación Argentina, entre el 2020 y el 2022, como espacios de participación,
escucha y diálogo con diferentes organizaciones y movimientos de mujeres y
diversidades. Hacemos una primera aproximación a estos espacios a partir del
análisis de los documentos e informes generados por el Ministerio en torno al
Plan Nacional de Acción contra las Violencias por Motivos de Género
(2020-2022/2022-2024) y el Plan Nacional de Igualdad en la Diversidad
(2021-2023), en el marco de investigaciones que reflexionan en torno a los
procesos de institucionalización de las demandas y problemáticas de género a
partir del vínculo entre los movimientos y el/los Estado(s). El trabajo
propone, en primera instancia, problematizar la noción de institucionalización
a partir de pensar su dimensión simbólica (Cortés, 2008) como una forma de
complejizar los abordajes de estos procesos. Para ello se incorporan aportes de
los feminismos decoloniales (Lugones, 2008; Espinosa Miñoso, 2007), que además
de reconocer el carácter constitutivamente generizado del Estado (Vianna y
Lowenkron, 2017b), incorporan la crítica sobre la colonialidad del mismo. A su
vez, nos centramos en los aportes de Fraser (1993) y los feminismos
decoloniales, para tensionar el ingreso a los espacios públicos en pos de
aportar algunos interrogantes para analizar los Foros como espacios de
participación. Hacia el final, nos centramos en plantear algunas dimensiones
que nos habiliten a continuar la investigación en pos de este nudo central a
los feminismos: los anudamientos y quehaceres posibles con el Estado (Anzorena,
2019).
Palabras clave: institucionalización, espacio público,
foros participativos, género, estado
Abstract:
The
article proposes an approach to the Federal Participatory Forums, instances
created by the Ministry of Women, Gender and Diversity of the Argentine Nation,
between 2020 and 2022, as spaces for participation, listening and dialogue with
different organizations and movements of women and diversities. We make a first
approach to these spaces based on the analysis of the documents and reports
generated by the Ministry regarding the National Action Plan against
Gender-Based Violence (2020-2022/2022-2024) and the National Equality Plan
Diversity (2021-2023), within the framework of research that reflects on the
processes of institutionalization of gender demands and problems based on the
link between movements and the State(s). The work proposes, in the first
instance, to problematize the notion of institutionalization by thinking about
its symbolic dimension (Cortés, 2008) as a way to make the approaches to these
processes more complex. To this end, contributions from decolonial feminisms
are incorporated (Lugones, 2008; Espinosa Miñoso, 2007), which in addition to
recognizing the constitutively gendered character of the State (Vianna and
Lowenkron, 2017b), incorporate criticism of its coloniality. At the same time,
we focus on the contributions of Fraser (1993) and decolonial feminisms, to
stress the entry into public spaces in order to provide some questions to
analyze the Forums as spaces of participation. Towards the end, we focus on
raising some dimensions that enable us to continue the research in pursuit of
this central node to feminisms: the knots and possible tasks with the State
(Anzorena, 2019).
Keywords: institutionalization, public space,
participatory forums, gender, state
Recepción: 29 de noviembre de 2023
/Aceptación: 21 de marzo de 2024
Introducción
Este
artículo presenta una aproximación a los vínculos entre Estado(s) y movimientos
feministas, de mujeres y de la diversidad a partir de los procesos de
institucionalización del género. Reflexionamos sobre una de las dimensiones que
estos procesos implican, la participación de estos movimientos, a partir de un
interrogante que guía nuestras investigaciones: ¿qué fronteras de
exclusión/inclusión son trazadas en los espacios de participación que generan
los procesos de institucionalización?
En Argentina, a finales del año 2019, se dió un hito clave
en la institucionalización del género a nivel nacional a partir de la creación
del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGyD), experiencia que
llegó a su fin con el cambio de gobierno en diciembre de 2023. Compartimos en
este artículo el análisis realizado en una primera etapa de investigación,
sobre los ámbitos que creó el MMGyD para establecer espacios de participación
entre los movimientos de mujeres, feministas y de la diversidad: los Foros
Federales Participativos (FFP). Estos espacios fueron creados para construir
sus principales políticas de género: el Plan Nacional de Acción contra las
Violencias por Motivos de Género (2020-2022/2022-2024) y el Plan Nacional de
Igualdad en la Diversidad (2021-2023). En esta primera etapa trabajamos con el
análisis de documentos públicos producidos por el MMGyD[2]
vinculados a la presentación del plan y la sistematización de los foros, ya que
compartimos la idea de que estos documentos son el resultado de disputas y
relaciones históricas que se condensan de manera contingente en una política
pública (Anzorena, 2019), cuya forma de elaboración para los casos analizados
es un punto importante dado su componente participativo. Consideramos que si
la función de las políticas es
intervenir en lo social y darle forma al mundo, entonces el estudio de las
políticas se convierte en un instrumento útil para comprender los motivos que
fundamentan dichas intervenciones y las lógicas culturales que las impulsan.
(Shore, 2010, p. 37)
Los
documentos entraman una argumentación de la política pública, es decir, una
mirada selectiva que moviliza significados y produce representaciones del orden
simbólico que suponen inclusiones/exclusiones (Cubillos Almendra, 2014). Para
ello, la metodología de esta primera etapa constó de una recopilación de los
documentos vinculados a los planes y una posterior lectura y revisión de los
mismos a partir de ciertos interrogantes guías que desarrollamos en el segundo
y tercer apartado, proporcionados por la discusión de dos conceptos:
institucionalización y ámbito público.
En primer lugar, cómo podemos conceptualizar y tensionar la
noción de institucionalización del género, qué posibilidades nos abre la
discusión de este término a partir de los aportes de la dimensión simbólica del
Estado de Cortés (2008) y el feminismo decolonial, en pos de reconocer y
revisitar las fronteras de inclusión/exclusión. Luego, desde la discusión que
establece Fraser (1993) en torno a la noción de ámbito público, marcamos
algunos interrogantes para analizar los foros como espacios de participación
pública pero también como canalización entre movimientos feministas, de mujeres
y de la diversidad y el/los Estado(s). Tramado en el interrogante por las
fronteras, investigación y militancia se atraviesan en la búsqueda de mundos
feministas.
Institucionalización del género: la
dimensión simbólica
En
este apartado procuramos ampliar el campo conceptual sobre la institucionalización
del género complejizando el enfoque neoinstitucional con los aportes de Cortés
(2008), quién ha trabajado la idea de una dimensión simbólica del Estado para
estos procesos derivados de los vínculos entre movimientos sociales y Estado(s).
Sumamos la perspectiva de los feminismos decoloniales que han interpelado
históricamente estos procesos. Existe una extensa literatura vinculada a
analizar la institucionalización del género desde un enfoque neoinstitucional
feminista (Freindenberg y Gilas, 2021), que proponen una revisión de los roles
de las instituciones para dar lugar a un perspectiva de género que atraviese la
construcción de espacios institucionales y sus políticas, así como la
generación de un bagaje conceptual propio (Incháustegui Romero, 1999; Mazur y
McBride, 2008; Guzmán Barcos y Montaño Virreira, 2012; Rodríguez Gustá, 2019;
Lopreite y Rodríguez Gustá, 2021). Este heterogéneo enfoque ha permitido
detectar diversas dimensiones y variables para analizar cómo funcionan las
instituciones de género, sus transformaciones y políticas.
Sin embargo, dos cuestiones nos parecen importantes para ir
más allá de este enfoque, por un lado, nuestra intención es profundizar la
conceptualización de institucionalización desde otros aportes que entendemos
complejizan dicho proceso, donde la mirada está puesta en las condiciones
estructurales capitalistas, patriarcales y coloniales de los Estados. Es por
eso que retomamos los aportes de Cortés (2008) a partir de lo que llama la
dimensión simbólica del Estado, entendiendo que agudiza la mirada para pensar
las limitaciones y potencialidades que estos procesos tienen en el marco
estatal. Pero también, incorporamos advertencias de los feminismos decoloniales
que nos permiten no solo comprender el Estado desde la colonialidad de género,
lo cual complejiza la matriz de poder a partir de la cual las mujeres y
diversidades han sido incluidas/excluidas de los espacios estatales y
producción de políticas públicas, sino que, dado el sistema moderno/colonial
que denuncian estas perspectivas, nos permite “sospechar de los discursos
hegemónicos sobre inclusión y el sistema categorial que ha modelado el proceso
de formulación de las políticas públicas” (Cubillos Almendra, 2014, p. 272),
trascendiendo “las limitaciones impuestas por un pensamiento colonial/moderno”
(Cubillos Almendra, 2014, p. 273).
En cuanto al concepto de institucionalización, Cortés (2008)
sostiene que estos procesos son formas concretas en las que los Estados asumen
la resolución de los conflictos sociales, partiendo de una noción de Estado
como lógica y no solo como conjunto de aparatos. Esto habilita que las maneras
en que se procesan las conflictividades tienen que ver con su forma
institucional, estableciendo determinantes para el mismo: límites, tiempos y
lenguajes. La dimensión simbólica del Estado consiste en “la capacidad de la
institucionalidad estatal de proponer una forma de procesamiento determinada
del conflicto, acorde con su propia textura” (Cortés, 2008, p. 138) y es lo que
llama institucionalización. Aludiendo a lo simbólico en términos bourdianos, el
Estado tiene la capacidad de imponer conceptualizaciones, de producir ciertas
maneras de pensar estatalizadas que delimitan lo posible, “lo que está por
fuera parece impensable” (Cortés, 2008, p. 140). Para entender estos procesos
que van más allá de cómo “recepta demandas” el Estado, aparecen conceptos como
transfiguración, traducción, homogenización, que aluden a formas de
tratamiento. A partir del lenguaje estatal, la homogeneización se produce
volviendo previsibles determinados comportamientos, bordeando los caminos
posibles a ser tomados. Se trata de “la canalización de las demandas populares
a través de instituciones y procesos que no provoquen rupturas en el orden
dominante” (Therborn, 1997 como se citó en Cortés, 2008, p. 144).
Cortés (2008) asume que las formas de tratamientos de las
demandas sociales tienen que ver, en última instancia, con poder sostener el
orden capitalista. Para diversas feministas el Estado también es
constitutivamente patriarcal (Vianna y Lowenkron, 2017a), donde el género es un
modo de regulación social y producción de diferencias y jerarquías que tiene
una importancia estratégica en la constitución y comprensión de la propia forma
política estatal y sus tecnologías de gobierno. El vínculo Estado-Género se
presenta como una coproducción o “duplo fazzer” lo que implica que tomar en serio
las complejidades y procedimientos inherentes al Estado supone comprenderlo
como trama de sentidos, posibilidades de acción y formas de interdicción hechas
de y por dinámicas de género (Vianna y Lowenkron, 2017b). Retomando a Cortés,
las formas de procesar la conflictividad social reproducen, en última
instancia, soluciones intra sistémicas, “en el caso de cualquier conflicto
puntual que plantee cuestionamientos (conscientes o no) profundos al orden
existente, este verá sus aristas peligrosas amputadas y su núcleo normalizado
por las diferentes dimensiones del Estado” (2008, p. 145). ¿Qué implicancias
tiene simplificar las interpretaciones de las problemáticas en torno al género?
Los feminismos autónomos y decoloniales han sostenido la
crítica a estos procesos ya que derivan en la desvinculación con los
movimientos y su potencia transformadora, al priorizar estrategias de lobby y
administrativas (Pisano, 1993; Espinosa Miñoso, 2007) desde discursos como la
gobernabilidad, el empoderamiento y la equidad de género (Montanaro Mena,
2017). Cuestionan la idea del Estado como potencial aliado, en la medida en que
éste es permeable a aquellas demandas menos controversiales, que no ponen en
riesgo la estabilidad del sistema, considerándolo un terreno patriarcal, donde
las terminologías del derecho y los organismos internacionales suponen siempre
exclusiones no cuestionadas y lugares de privilegio (Martínez Prado, 2012;
Montanaro Mena, 2017). Los feminismos decoloniales nos permiten visualizar al
Estado en sus lógicas capitalistas, patriarcales y coloniales, a partir de la
articulación de “una trama múltiple de sistemas de dominación que no pueden ser
comprendidos aisladamente” (Cubillos Almendra, 2014, p. 262). Agudiza las
interpretaciones que hacemos a la luz no sólo de una crítica a la modernidad
“por su androcentrismo y misoginia, como lo ha hecho la epistemología feminista
clásica, sino dado su carácter intrínsecamente racista y eurocéntrico” (Espinosa,
2014 como se citó en Cubillos Almendra, 2014, p. 267).
Entonces, ¿qué hacemos con (y en) el/los Estado(s)? Para las
intenciones de nuestro artículo, la pregunta es: ¿cómo pretenden los FFP
resolver o habitar la tensión que se plantea? En ese sentido, Cortés (2008) no
supone la institucionalización en términos definitorios, sino en la disputa
permanente “entre el rebasamiento de la institucionalidad estatal y la
estatalización de la actividad social” (p. 136). En el próximo apartado
retomamos los aportes vinculados a los ámbitos públicos como instancias
generadoras de discursos que, en los FFP, se crean y articulan entre lo estatal
y lo social.
Espacios públicos: claves desde los
aportes de Fraser
Complejizando
la mirada sobre los procesos de institucionalización del género, atendiendo a
las tramas patriarcales y coloniales que sostienen al/los Estado(s), y a cómo
las lógicas estatales de traducción de demandas de movimientos sostienen formas
de homogeneización y normalización, ¿qué dimensiones podemos considerar para
agudizar el análisis sobre las barreras de inclusión/exclusión en el ámbito
público? Para esto retomamos algunos aportes de Nancy Fraser (1993) y los
feminismos decoloniales.
Fraser (1993) propone desarmar una serie de supuestos que
sostiene la noción habermasiana de ámbito público en su definición
liberal-burguesa, construyendo una mirada más precisa que vincula el ámbito
público con el lugar para la producción y circulación de discursos. Fraser
(1993) se pregunta “si es posible para los interlocutores en un ámbito público
poner entre paréntesis las diferencias de estatus y deliberar ‘como si’ fueran
iguales socialmente” (p. 34) asumiendo entonces “que la igualdad social no es
una condición necesaria para la democracia política” (p. 34). La autora
recupera de la historia revisionista cómo esos ámbitos públicos burgueses se
constituyen en lugares donde se sostienen exclusiones de género, raza y clase.
Incluso cuando las barreras “formales” al acceso han sido erradicadas, siguen
estando presentes restricciones. La idea de poner entre paréntesis las
desigualdades sociales para que en el espacio de discusión pública “estemos
formalmente igualados”, constituye un problema en la medida en que este presupuesto
es irrealizable: “poner entre paréntesis la desigualdad de esta manera
usualmente funciona en beneficio de los grupos dominantes de la sociedad y en
contra de los subordinados” (Fraser, 1993, p. 36). A su vez, supone la
posibilidad de neutralidad e igual facilidad para que cada cultura establezca
su voz, sin considerar las desigualdades y jerarquías: “La teoría política
liberal asume que es posible organizar una forma democrática de vida política
con base en estructuras socio-económicas y socio-sexuales que generan
desigualdades sistemáticas” (Fraser, 1993, p. 37). Marca cómo la idea de un
“nosotros/as” genera nuevas exclusiones.
Ampliando la crítica, los feminismos negros, autónomos,
poscoloniales y decoloniales, entre otros, no solo remarcan las condiciones de
desigualdad entre hombres, mujeres y diversidades sexo-genéricas, sino al
interior de los grupos que se han constituido para combatir estas
desigualdades. Debaten con la idea de igualdad, diversidad y diferencia a
partir de la experiencia de mujeres no blancas cuyas vidas son atravesadas por
opresiones invisibilizadas por las demandas de un feminismo de la igualdad,
blanco y hegemónico (Vazquez Laba, 2012; Mohanty, 2008; Hill Collins, 2012).
Por un lado, en relación a la igualdad con los hombres, cuestionan las lógicas
de acceso a los espacios de poder masculinizados y la lectura occidental
binaria del género, imposibilitando el reconocimiento de las diferentes
experiencias de las mujeres. Sin negar la importancia de los derechos
adquiridos, marcan los recortes y renuncias que implica institucionalizar el
feminismo (Gargallo, 2004; Falquet, 2014). En relación al planteo de Fraser,
nos habilitan a seguir profundizando el ingreso a espacios públicos de
sujetos/as profundamente desiguales en sus condiciones económicas, raciales,
culturales y sexo-genéricas, entre otras.
A su vez, en relación a la igualdad entre mujeres, estos
feminismos remarcan que la institucionalización sostiene la existencia de un
feminismo hegemónico construido sobre la categoría “mujer”, concebida desde una
noción universalizante que deja por fuera las desigualdades derivadas de
configuraciones de raza, clase, nacionalidad, heteronormatividad, etc.
(Falquet, 2014; Gargallo, 2004). Aquí hace lugar aquello que nos remarca Fraser,
entendiendo que en las construcciones de un “nosotro/as” en los espacios
públicos algunas voces pueden verse silenciadas u ocultadas, por diversos
mecanismos, y en ese sentido, los feminismos decoloniales, a partir de diversas
experiencias, lo sostienen. Estos feminismos recuperan diversas categorías ―como
la de colonialidad e interseccionalidad― para pensar en clave situada las
llamadas diferencias de género (Viveros Vigoya, 2016; Lugones, 2008). Retoman
las críticas en torno a la idea de igualdad entre mujeres y la posibilidad de
pensarlas como unidad, en la medida que el “descentramiento del sujeto
universal del feminismo aún contiene la centralidad euronorcéntrica,
universalista y no logra zafarse de esa colonización histórica por más que la
critique” (Curiel, 2010, p. 75), lo que nos permite retomar la pregunta por el
sujeto del feminismo en los procesos de institucionalización, sus límites y
posibilidades (Curiel, 2010; Espinosa Miñoso, 2007). ¿Podemos encontrar en los
documentos el reconocimiento de las condiciones de desigualdad de les sujetes a
quienes se invitan a estos espacios? ¿Se presupone de alguna manera que los
foros pueden constituirse en espacios de igualdad?
Fraser (1993) discute a su vez la idea de que “la
proliferación de una multiplicidad de públicos en competencia está
necesariamente más lejos, y no más cerca de una mayor democracia, y que un
ámbito público único es siempre preferible a un nexo de múltiples públicos” (p.
34). Discute bajo dos contextos: sociedades con condiciones de estratificación
social y sociedad con diversidad cultural. Si el horizonte es una participación
abierta en condiciones de igualdad, propone la multiplicidad de públicos como
un mecanismo que permite equilibrar la brecha con los grupos dominantes. Así,
se generan espacios que permiten discutir intereses, estrategias y demandas sin
estar bajo la supervisión de otros grupos. Construye la noción de
“contra-públicos subalternos” como “terrenos discursivos paralelos en donde los
miembros de los grupos sociales subordinados inventan y hacen circular contradiscursos,
que, al mismo tiempo, les permiten formular interpretaciones de oposición
acerca de sus identidades, intereses y necesidades” (Fraser, 1993, p. 41).
Lejos de entender estos terrenos como ajenos al conflicto y relaciones de
poder, lo que habilita esta propuesta es pensar el ámbito público como un marco
estructurado donde se dan las disputas y debates entre diversos públicos.
Incluso en contextos de sociedad con diversidad cultural e igualdad económica, la
diversidad de públicos continúa siendo un mecanismo que permite acercarse a una
paridad de participación, en la medida en que estos espacios no sólo
contribuyen a la formación de discursos sino de identidades (Fraser, 1993).
¿Cómo se aborda esta problemática en los documentos analizados considerando que
vivimos en una sociedad estratificada y diversa? ¿Qué proponen los FFP para
resolver esta tensión?
Fraser (1993) marca cómo en los ámbitos públicos los
discursos se restringen a la deliberación sobre el bien común y como “la aparición
de ‘intereses privados’ y ‘asuntos privados’ es siempre indeseable” (1993, p.
34). Aquí hacen lugar las luchas históricas de las mujeres y feminismos en
marcar cómo aquello que se relega al ámbito de lo privado es también parte de
la discusión pública. Una de las cuestiones centrales es que, aquello que se
define como “común” es construido en el debate, y en ese sentido “no hay
ninguna frontera ya dada naturalmente o a priori” (Fraser, 1993, p. 48), en
todo caso, se deben rediscutir las nociones de público y privado no sólo como
designación de espacios sino como “clasificaciones culturales y etiquetas
retóricas” (Fraser, 1993, p. 51). Desde este primer acercamiento: ¿Qué se
propone discutir en los Foros? ¿Podemos identificar en los documentos algunas
prenociones de un “bien común”? ¿Qué trazos se pueden entrever en términos de
construcción de lo público y lo privado?
Por último, Fraser (1993) se pregunta por qué un ámbito
público en funciones requiere de una aguda separación entre la sociedad civil y
el Estado. Primero, ¿qué es la sociedad civil? La autora plantea dos opciones,
si la sociedad civil se vincula con “una economía capitalista ordenada privadamente”
(p. 53) se desprende de esta concepción que en la medida en que para generar
una paridad en la participación es necesario generar condiciones relativamente
iguales en materia socioeconómica “se requiere alguna forma de reorganización y
redistribución políticamente regulada para lograr esta finalidad” (p. 53).
Ahora, si sociedad civil quiere decir “el nexo de las ‘asociaciones secundarias’
o no gubernamentales que no son ni económicas ni administrativas” (p. 53),
asumiendo que en la concepción liberal burguesa es “el carácter extra
gubernamental del ámbito público el que le confiere un aura de independencia,
autonomía y legitimidad a la ‛opinión pública’ que se genera dentro de él” (p.
54), Fraser introduce la dimensión de la toma de decisiones, pensando los
ámbitos públicos como espacios de poder. Nos habla de públicos fuertes, donde
se genera opinión y se toman decisiones (ejemplo, el parlamento) y públicos
débiles, sin poder en la toma de decisiones. Para la autora, cuando existen
cuerpos capaces de traducir las opiniones públicas en decisiones con autoridad,
la democracia se fortalece. Fraser introduce una serie de interrogantes
vinculados a la responsabilidad de estos públicos fuertes frente a los públicos
débiles, y sobre todo, qué mecanismo o dispositivos institucionales se pueden
generar para fortalecer estas relaciones. Institucionalidades híbridas,
diversas, que generen mecanismos directos y representativos, con el horizonte
de imaginar “posibilidades democráticas más allá de los límites de la
democracia realmente existente” (1993, p. 56). ¿Pueden ser los foros aquí analizados
estos espacios? ¿Podemos rastrear una continuidad entre las propuestas de los
Foros y la constitución de los Planes?
Foros Federales Participativos: la
institucionalización de la participación
En
este apartado retomamos los interrogantes que propusimos al inicio de este
artículo para mostrar algunos de los análisis de esta primera aproximación. Se
trata de dos entradas a la pregunta sobre las fronteras, una que se vincula con
cómo se dan los procesos de institucionalización de ciertos movimientos en el/los
Estado(s), y, si bien este artículo pretende dejar planteado el problema,
podemos identificar algunas cuestiones en los documentos analizados. Una
segunda entrada, desde los interrogantes de Fraser y los feminismos
decoloniales, que nos permiten desentramar de una manera más concreta, en los
documentos, cómo se está pensando la participación ciudadana.
Haciendo una breve caracterización, los FFP fueron
constituidos por el MMGyD a nivel nacional para incentivar la participación de
diversos movimientos y organizaciones en el diseño de los planes desde los
cuales se desprendieron los programas y acciones del MMGyD. Utilizados tanto
para los Planes Nacionales Contra las Violencias por Motivos de Género (PNCVMG)
(2020-2022/ 2022-2024) y el Plan Nacional de Igualdad en la Diversidad (PNID)
(2021-2023), se constituyeron a partir de una serie de principios rectores y
metodologías que buscaron la participación de mujeres y diversidades, desde
distintos espacios de participación y organización. Entre los principios
rectores encontramos la participación, integralidad, territorialidad y
federalismo, interseccionalidad, transversalidad y multiagencialidad,
interdisciplinariedad, transparencia y rendición de cuentas, interculturalidad,
y algunos particulares como igualdad, diversidad y sostenibilidad de la vida en
el caso del PNID y el principio de la especificidad de la violencia en el caso
de PNCVMG. Los foros tuvieron una metodología similar, articulada a través de
regiones (PNCVMG) y sectores (PNID). La pandemia por COVID-19 implicó el paso
de la presencialidad a la virtualidad. Los foros del PNID se organizaron en una
división sectorial con eje en las organizaciones e instituciones en las que se
organizan las mujeres y diversidades (ej.: ruralidad, étnico-raciales,
sindicatos, discapacidad, etc.) mientras que los foros del PNCVMG sumaron de
manera estratégica a sectores estatales que trabajan la temática de violencias
por motivos de género.
Comenzamos con lo que marcábamos como una segunda entrada a
la pregunta sobre las fronteras de inclusión/exclusión. Para poder trazar
ciertos vínculos entre lo que propusimos con Fraser (1993) y los foros como
espacios de participación, empezamos por los últimos interrogantes del apartado
anterior. La autora problematiza la pretendida separación entre la sociedad
civil y el Estado, trayendo en ese punto la cuestión de los vínculos entre los
públicos débiles y fuertes en la medida en que estos últimos tienen poder de
decisión. Nos preguntabamos si estos foros pueden pensarse como espacios de
articulación entre públicos fuertes y débiles. Según las lecturas de los
documentos, los foros pretenden constituirse en un espacio que sea nexo o
adquiera cierta hibridez entre ambos públicos, aunque dejan explícito el
carácter consultivo de los mismos. En algunos párrafos del documento se
sostiene la intención de establecer estas instancias como espacios
articuladores. Los PNCVMG establecen que el proceso consultivo permite tener en
consideración y relevar “la experiencia práctica, territorial y situada de las
y los actores de la trama comunitaria. En este sentido, consideramos que un
proceso consultivo amplio y participativo es una de las formas de garantizar la
legitimidad de la política pública” (MMGyD, s.f.b, p. 7). A su vez, los
documentos mencionan que el mismo éxito de los planes no puede ser posible “sin
incluir instancias de deliberación, co-construcción, implementación y posterior
evaluación conjunta con lxs destinatarixs de las mismas” (MMGyD, 2020, p. 36).
El PNID lo reafirma a partir de “la comprensión de que ninguna política pública
puede transformar la realidad si no sustenta sus etapas de diagnóstico, diseño,
implementación y evaluación de manera horizontal y colaborativa junto a todas
las personas y comunidades a las que está destinada” (MMGyD, 2021, p. 10). En
esa línea, “no solo representa un aporte invaluable en términos sustantivos de
experiencias concretas, sino que también implica fomentar y promover los
principios de integridad y transparencia en la gestión pública del Ministerio”
(MMGyD, s.f.b, p. 8). Como parte de programas sobre transparencia estatal, los
documentos entienden como estratégico “la promoción de procesos participativos
en el diseño y la elaboración de políticas públicas, y la rendición de cuentas
hacia la ciudadanía” (MMGyD, s.f.a, pp. 5-6).
Si nos seguimos adentrando al sentido de estos espacios para
la participación, un punto central tiene que ver con que los planes interpelan
a las personas destinatarias “no en un rol de beneficiarias o usuarias de
programas y medidas sino como sujetxs, actorxs y agentes de derechos, es decir,
como ciudadanxs” (MMGyDN, 2021, p. 8). Esa presunción es fundamental para
comprender que la participación se enmarca en el reconocimiento, para el caso
del PNID, de las “percepciones, experiencias y expectativas respecto a la
situación de mujeres y LGBTI+ en lo relativo a la agenda de igualdad en la
diversidad” (MMGyD, s.f.a, p. 6). Un argumento que aparece también en los
informes de estos planes es como los procesos participativos se incorporan no
sólo porque “permiten mejores políticas públicas, sino porque además fortalecen
nuestras democracias y nos convierten a todos, todas y todes en sujetxs
protagonistas de esta historia que estamos construyendo con miras a una
sociedad más justa e igualitaria” (MMGyD, s.f.b, p. 59). La participación
aparece como un canal que permitiría “reconstruir las problemáticas que
enfrentan diariamente lxs actores territoriales y escuchar las demandas de las
organizaciones hacia el Estado Nacional” (MMGyD, s.f.b, p. 6), achicando las
distancias entre estos actores y el Estado.
Si entendemos que los FFP se constituyen como posibles
articuladores en los términos en los que propone Fraser, continuamos nuestro
análisis a partir de la pregunta por el reconocimiento sobre las condiciones de
desigualdad y las posibilidades de pensar estos espacios desde la igualdad. Los
planes se estructuran a partir de un diagnóstico que reconoce a las
desigualdades y violencias por motivos de género como estructurales,
incorporando fundamentos que explican estas desigualdades a partir de nociones
como patriarcado, división sexual del trabajo, etc. Detallan, a su vez, a
partir de estadísticas y recopilación de informes, desigualdades por motivos de
género que se reconocen en diferentes ámbitos (MMGyD, 2020; MMGyD, 2021). Es
decir, encontramos un reconocimiento explícito de las condiciones de
desigualdad de la ciudadanía destinataria de la política pública. Esa
desigualdad la establecen en términos de acceso al trabajo, salud, educación,
ciencia, tecnología e innovación, cultura, arte y comunicación, deporte,
hábitat y desarrollo territorial, ambiente y desarrollo sostenible,
participación social y política, cuidados (MMGyD, 2021).
Si nos remitimos a los foros específicamente, en los
documentos que sintetizan estas instancias se plantean las condiciones de
“inclusión” para la participación como una problemática evidenciada: “Para este
ministerio hablar de inclusión implica generar las condiciones necesarias para
el acceso universal a la efectiva participación ciudadana, independientemente
de sus condiciones” (MMGyD, s.f.a, p. 6). En ese sentido, establecen que “es
preciso para ello identificar aquellas barreras que pueden operar en forma
negativa, limitando el ejercicio de los derechos y lograr sortear estos
impedimentos para la búsqueda de una mayor inclusión” (s.f.a, p. 6). De esta
manera se da el reconocimiento de la desigualdad de condiciones para la
participación ciudadana a su vez que el desafío de producir herramientas para
su superación. En particular observamos algunas herramientas que se proponen
para repensar las barreras para la inclusión en estos espacios, por ejemplo, un
cuestionario virtual (MMGyD, 2020), la presencia de intérpretes de señas, la
difusión previa para habilitar canales de solicitud de ciertas condiciones de
accesibilidad, la anticipación de la organización de los foros a partir del
envío de guías (MMGyD, 2020; 2021). Sin embargo, no podemos eludir, retomando a
Fraser (1993) y los feminismos decoloniales, cómo las diferencias económicas,
raciales y de género, entre otras, afectan la disponibilidad de tiempos, el
acceso a la información, la resolución de los cuidados y las modalidades de
expresión para la participación ciudadana.
Esto nos lleva a otras interrogantes que nos planteamos en
el apartado anterior, vinculado a lo que Fraser (1993) propone como públicos
múltiples frente a sociedades estratificadas y diversas. En el análisis de los
documentos aparecen algunos mecanismos que parecen atender a estas cuestiones,
apuntando a las metodologías utilizadas, que incorporaron dos formas de
organizar la participación: territorialmente, a partir de regiones (PNCVMG) y
sectorialmente (PNID), se argumentan en el intento de ampliar los espacios de
diálogo, apelando a un dispositivo de canalización que abarque una variedad de
sujetes y territorios, a partir del reconocimiento de su exclusión. En el caso
del PNID “se conformó el trabajo con siete sectores diferentes agrupados según
la temática y áreas de interés, decisión que se tomó a los fines de enriquecer
el intercambio entre lxs participantes” (MMGyD, s.f.a, p. 12). Para el caso de
PNCVMG el criterio de regionalización permitía prestar “especial atención a las
particularidades vinculadas con las diversidades culturales propias de cada
región/localidad” (s.f.b, p. 13). Los foros se asientan sobre principios
interseccionales, interculturales e intersectoriales, que pretenden abarcar una
variedad de organizaciones y movimientos. En consonancia, a su vez, con lo que
analizábamos en torno al reconocimiento de las desigualdades y las pretensiones
de inclusión.
Por último, aparece la discusión de lo público y lo privado
y la construcción de lo común. Podemos identificar cómo aparece en los
documentos la argumentación sobre las desigualdades y violencias por motivos de
género como un problema público y estatal, y a su vez, cómo el mismo Estado en
sus políticas puede reproducir o subsanar dichas desigualdades (MMGyD, 2020;
2021). Una cuestión que aparece es el anclaje en una perspectiva de derechos
humanos y una normativa legal que ha habilitado, en términos formales, el
reconocimiento de la igualdad de género como necesaria para “garantizar el bien
común” (MMGyD, 2021, p. 29). A su vez aparece la noción de “igualdad en la diversidad” que intenta
problematizar la igualdad, no sólo en términos formales tensionando con la
necesidad de una igualdad sustantiva, sino en las pretensiones de una igualdad
“normalizadora” (MMGyD, 2021). Esto implica una crítica al enfoque binario: “no
hay igualdad sin diversidad, que las sociedades y las personas se constituyen a
partir de una pluralidad ontológica” (MMGyD, 2021, p. 31) y a su vez
“considerar las características que conforman nuestra identidad en toda su
complejidad y alejadxs de todo intento homogeneizador” (MMGyD, 2021, p. 10). Si
aceptamos que la idea de igualdad en la
diversidad pretende construir un “nosotres” de una manera novedosa para las
políticas públicas, sumado a los principios que guían estos planes y la
adopción de metodologías de participación contextualizadas y sectorizadas, la
propuesta de los FFP puede significar una manera de discutir con una mayor
amplitud las problemáticas así como las posibles políticas para abordarlas.
Habilitar espacios de participación para definir los problemas y abordajes que
las políticas públicas pretenden abarcar puede constituirse en una manera de
desdibujar esa barrera sobre lo “común” y reconstruirlo en los espacios de
deliberación.
La discusión de Fraser (1993) sobre los espacios públicos y
los límites y supuestos sobre los que se asienta la concepción burguesa liberal
nos permite seguir tensionando y profundizando el análisis en relación a los
foros. Las advertencias de Fraser (1993) y los feminismos decoloniales con
respecto a las desigualdades y tramas de poder, y cómo no pueden ser
abandonadas cuando ingresamos a los espacios públicos, nos llevan a
preguntarnos en qué medida estos planes, que abarcan diversas dimensiones en
torno a las violencias y desigualdades por motivos de género, pueden o no
constituirse en formas de reparar la exclusión histórica en la participación a
partir de mejorar las condiciones de vida desde diversas herramientas. Hay una
relación crucial entre habilitar espacios de participación para sectores
históricamente excluidos de las tomas de decisión y abordar las causas
complejas que sostienen dichas exclusiones. Cubillos Almendra (2014) entiende
que las perspectivas del feminismo decolonial reconocen capacidad de agencia de
les sujetes, quienes “pueden generar espacios de resistencia y nuevas apuestas
conceptuales que permitirían [...] pensando en el marco de las políticas
públicas, participar y validar sus imaginarios en el diálogo político que da
origen al proceso de formulación de las políticas” (p. 270).
Las presentaciones y nociones que enumeran los planes que
venimos mencionando nos permiten intuir que el proceso de traducción estatal
podría verse conmovido por las demandas y problemáticas de las voces de quienes
han llegado a los espacios de participación. Sin embargo, consideramos que
nuestro análisis no ha avanzado en este sentido más que un reciente proceso de
entrevistas y una nueva etapa de revisión de documentos donde comenzamos a
tejer las continuidades y disrupciones entre lo relevado en los foros como
propuestas y lo que se plasma en el plan. Y desde allí otro trazo hacia las
políticas que se implementaron. Lo que sí pudimos observar en este momento de
la investigación es cómo el segundo PNCVMG propone un diagnóstico con respecto
a lo que se había propuesto en el primero, las políticas adoptadas y nuevas
líneas o reforzamientos de algunas ya vigentes. Dado el carácter consultivo de
los foros, la existencia de estos espacios e institucionalidades que proponen
traducir las demandas históricas en políticas de Estado, deberían ser
repensados, y en eso retomamos a Fraser (1993), con cierto poder de decisión
que permita profundizar la idea de democracia.
Otra cuestión que nos permitió este primer acercamiento a la
problemática a partir de los documentos, es contemplar qué nociones en torno al
vínculo entre movimientos feministas, de mujeres y de la diversidad y el Estado
Nacional, así como la singularidad de un enfoque que se pretende disruptivo con
respecto a las políticas de género precedentes, incorporando cuestiones como un
enfoque no binario, decolonial y sostenibilidad de la vida (MMGyD, 2021),
perspectiva de la autonomía (MMGyD, 2020), lo que nos llevaría a interpretar
también como un movimiento en el mismo lenguaje de traducción estatal.
Nuevamente nos encontramos con la pregunta sobre qué límites tiene pensar al
Estado como espacio de poder a ser disputado, entendiendo su trama constitutiva
patriarcal, colonial y capitalista.
¿Qué fronteras de inclusión/exclusión se nombran en los
documentos analizados? Podemos observar en este primer acercamiento indicios de
una expresión de corrimiento de las históricas fronteras de inclusión/exclusión
a partir de presentar nuevos enfoques como el de la diversidad, la
decolonialidad o la sostenibilidad de la vida, así como también la reafirmación
de cuestiones como la interseccionalidad, la territorialidad, una
conceptualización de la ciudadanía como sujetes de derechos, que parece indicar
una apertura del campo estatal desde lógicas más inclusivas. Entendiendo que no
se trata de fronteras estáticas, sino de movimientos y procesos, de tramas de
poder que nos pueden ubicar al mismo tiempo y en diversos espacios, a
diferentes lados de esta frontera (Cubillos Almendra, 2014).
Consideraciones finales
En
este artículo propusimos compartir las aproximaciones, en clave de una primera
etapa de investigación, que se encuentra atravesada por la pregunta por los
vínculos que sostienen movimientos y Estados(s), interrogantes que son parte de
los feminismos y procuramos complejizar desde los aportes de Cortés (2008),
Anzorena (2019) y los feminismos decoloniales. A su vez, nos aproximamos a una
dimensión clave como es la participación y los formatos que ésta adquiere, bajo
la pregunta por las fronteras de inclusión/exclusión. Esas tensiones que
atraviesan los feminismos intentamos analizarlas desde los planes del MMGyD y
los foros como espacios de participación para su diseño.
Desde allí, nos queda hacia adelante profundizar en los
alcances que dicha ampliación tiene en la vida de las mujeres y diversidades.
Para profundizar el análisis en estos sentidos, la investigación prevé
entrevistas a funcionarias, trabajadoras estatales y participantes de
organizaciones que fueron parte de los foros. En clave de la propuesta de
Cortés (2008), entender las lógicas de tratamiento y traducción que el Estado
produce por su carácter capitalista y patriarcal, no implica necesariamente su
renuncia, pues sigue contando, en términos institucionales, con capacidad de
redistribución de recursos y poder fundamental. Anzorena (2019) invita a pensar
cómo paradójicamente “le exigimos respuestas a instituciones (generalmente al
Estado) que se sostienen en la opresión, explotación y expropiación de los
cuerpos (especialmente de los subalternizados, sexuados, racializados,
empobrecidos)” (p. 8). De esta manera sus reflexiones giran en torno a pensar
qué podemos hacer dentro, con y más allá del Estado.
Nos guiamos por feminismos críticos a las formas en que los
vínculos entre espacios estatales y movimientos se han tejido, algunas de esas
críticas han sido mencionadas. La pregunta por el vínculo entre Estado y género
debe ser trazada para inventar formas de construcción de poder para incidir y
transformar el campo estatal (Anzorena, 2019). La invitación es imaginar,
parafraseando a Fraser (1993), espacios democráticos más allá de los límites de
lo existente, bajo el horizonte de la disputa por las fronteras de
inclusión/exclusión. Transformar la textura del Estado, disputar lo pensado
desde lo impensado, reconstruir los espacios de participación en pos de que la
construcción del poder para incidir, retomando a Anzorena, sea hacia un
feminismo para todes, hasta que sea como
lo soñamos.
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CCONFINES - UNVM – CONICET. Correo
electrónico: rociosgarciaa@gmail.com
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La investigación proseguirá con un
trabajo de campo vinculado a la realización de entrevistas a participantes de
los foros, así como también a trabajadoras y funcionarias estatales partícipes
de estas instancias y del diseño del mismo PNID.