DE LOS SIGNIFICADOS A LA (IN)ACCIÓN. REPRESENTACIONES
SOCIALES DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EDUCACIÓN PRIMARIA
FROM MEANINGS TO (IN)ACTION. SOCIAL
REPRESENTATIONS OF GENDER PERSPECTIVE IN ELEMENTARY EDUCATION
Mariana del Carmen González-Piña[1]
DOI:
https://doi.org/10.32870/lv.v7i60.7895
Resumen
Los
significados que las personas construyen sobre los conceptos influyen en la
política pública, por lo tanto, identificarlos es significativo para lograr un
proceso de implementación exitoso. En México, la obligación que tiene el
funcionariado público de transversalizar la perspectiva de género (PG) coexiste
y entra en tensión con los debates sociales en torno a la PG y su creciente
desprestigio por parte de grupos conservadores. El objetivo del estudio fue
conocer y analizar las representaciones sociales (RS) de la PG de docentes del
ciclo escolar 2017-2018 de tres escuelas primarias públicas de León, Guanajuato,
así como su influencia en la aplicación de la PG en el ámbito escolar. El diseño
metodológico fue cualitativo, con base en la teoría feminista y la teoría de
las RS. Se realizaron entrevistas grupales con 21 docentes de 1°, 4°
y 6° de primaria. Los hallazgos sugieren que las RS que mantienen las y los
docentes sobre la PG no conducen a acciones que conlleven a una aplicación
correcta de la PG pues su manera de significar lo que es género y PG carece de
información adecuada y está basada en nociones adquiridas de su uso coloquial y
mediático. Esto supone un obstáculo para el logro de la igualdad sustantiva en
el ámbito educativo y es consecuencia de un problema más amplio donde el
concepto de género se ha banalizado, provocando un problema teórico y práctico
que debe seguirse analizando.
Palabras clave: transversalización de la perspectiva de género, representaciones
sociales, educación básica, despolitización, feminismo
Abstract
The meanings
that people construct about concepts influence public policy; therefore,
identifying them is significant for achieving a successful implementation
process. In Mexico, the obligation of public officials to mainstream the gender
perspective (GP) coexists and comes into tension with social debates
surrounding the GP and its growing disapproval by conservative groups. The
objective of the study was to understand and analyze the social representations
(SR) of the gender perspective (GP) among teachers during the 2017-2018 school
year in three public primary schools in León, Guanajuato, as well as its
influence on the application of the GP in the school environment. The
methodological design was qualitative and based on feminist theory and SR
theory. Group interviews were conducted with 21 teachers from 1st, 4th, and 6th
grades. Findings suggest that the SR held by teachers about the GP do not lead
to actions that result in a correct application of the GP because their way of
meaning gender and the GP lacks adequate information and is based on notions
acquired from colloquial and media use. This poses an obstacle to achieving
substantive equality in the educational field and is a consequence of a broader
problem where the concept of gender has been trivialized, causing a theoretical
and practical issue that needs further analysis.
Keywords: gender
mainstreaming, social representations, elementary education, depolitization,
feminism
Recepción: 1 de diciembre de 2023/Aceptación: 22 de abril de 2024
Introducción
Existe un vínculo entre los significados
que las personas atribuyen a los conceptos y las acciones derivadas de ese
proceso. Esto es relevante al tratarse de conceptos teóricos que llegan al
discurso público. En ese trayecto sus contenidos originales se empobrecen y trivializan;
a ello se añade la presión social de emplearlos, aunque no necesariamente se tenga
claridad de su significado (de Barbieri, 1996). Esto es lo que ha sucedido con
el concepto de género, cuyo uso ha permeado en numerosos ámbitos en la última
década. Esta situación impacta significativamente en la transversalización de
la perspectiva de género (TPG).
La implementación de la
TPG por parte de un gobierno no anula las diferencias ideológicas existentes tanto
en las maneras que se tiene de conceptualizar lo que son género e igualdad, como
en la profundidad del cambio que se desea (Incháustegui y Ugalde, 2004). Así,
las maneras en que se conceptualiza la categoría de género suponen un problema
que impacta en la política pública (Guzmán, 2001; Cobo Bedia, 2005; Verloo y
Lombardo, 2007; Tepichin Valle, 2010; Bacchi y Eveline, 2010). González Jiménez
et al. (2017) consideran que en México la noción del concepto de género en la
educación ha ido perdiendo su carácter disruptivo.
Desde 2016 se han
intensificado en México las movilizaciones de grupos conservadores (Bárcenas,
2022) que se oponen, entre otras cosas, a la incorporación de la perspectiva de
género (PG) en la educación por considerarla contraria a sus formas de concebir
el mundo. La controversia más reciente se detonó en 2023 derivada de la
modificación de libros de texto gratuitos, generando una fuerte oposición que
denuncia sus contenidos por considerar que se pretende adoctrinar a niñas y
niños en temas como género y sexualidad (Campos, 2023). Los grupos
conservadores utilizan el concepto de “ideología de género” para referirse a
todo aquello con lo que no coinciden (matrimonio igualitario, igualdad
sustantiva, aborto, educación sexual, derechos de personas trans), encapsulando
temas y actores sociales cuyas posturas no necesariamente son homogéneas
(Bracke y Paternotte, 2016). Partiendo de lo anterior, el objetivo de este
estudio es conocer y analizar las representaciones sociales (RS) que tienen las
y los docentes de la PG en tres escuelas primarias públicas de León,
Guanajuato, así como la manera en que inciden en la aplicación de la PG en el
ámbito escolar.
El ámbito educativo y la perspectiva de
género
La creencia de que las escuelas son
espacios neutros ignora el hecho de que el conocimiento que se transmite ahí ha
sido previamente elegido, lo que implica que en su actuar, las y los docentes
están inmersos, sean conscientes o no, en un acto político (Apple, 2004). El
estudio de la cotidianidad escolar posibilita reconstruir los procesos donde
instituciones y sujetos “cobran vida” y la educación “se concretiza mediada por
procesos sociales, políticos, ideológicos y económicos” y los actores
construyen una “realidad escolar” derivada de apropiación de lineamientos
institucionales (Arrecillas y Miker, 2020, p. 129). Además, la escuela influye
en la socialización política de las infancias (Flores y Somuano, 2022).
Históricamente la
educación de las mujeres ha sido considerada secundaria a la de los hombres y
sus contenidos estuvieron fuertemente atravesados por estereotipos de género,
provocando que se les excluyera de formas de conocimiento asociadas con mayor
prestigio (Paechter, 1998). Así, la educación, supuestamente neutra, está
sesgada por un modelo masculino (Simón Rodríguez, 2017), aunque la reproducción
de normas, roles y estereotipos de género sucede sin una consciencia explícita
por parte del profesorado (Torres, 1998; Subirats, 2017). El androcentrismo en
el sistema educativo se ha identificado principalmente en la representación
de las mujeres en el material pedagógico, en el lenguaje sexista,
los sentimientos y valores transmitidos, en las interacciones al
interior de las escuelas, el uso de los espacios y en la imposición
del modelo heteronormativo (Torres, 1998; Simón Rodríguez, 2002; Paechter,
1998; Martín Rojo y Gómez Esteban, 2004; Subirats, 2017).
En un estudio realizado
por Tenti Fanfani y Steinberg (2011) se analizaron características de docentes
mexicanos de instituciones públicas y privadas en primaria y secundaria; se
encontró que muestran actitudes de aceptación, flexibilidad, o bien de
indiferencia, frente a conductas sociales vinculadas con las relaciones
sexuales de pareja, excepto en lo relacionado con la homosexualidad. Asimismo, señalan
que mantienen posturas conservadoras respecto a ciertas conductas de la vida
privada de las personas. Respecto a las y los estudiantes, Flores y Somuano
(2022) indagaron acerca de los cambios presentes en la politización de las y
los niños. Encontraron que se presentan avances en el reconocimiento de
derechos y valores liberales, coexistiendo con valores autoritarios. Sobre
cuestiones de igualdad sustantiva, concluyen que la percepción del alumnado
sobre el rol doméstico de las mujeres ha cambiado significativamente y, aunque
las actividades políticas siguen considerándose principalmente masculinas,
existe consideración positiva sobre la participación política de las mujeres. Sin
embargo, encuentran que persiste cierta intolerancia hacia las personas
homosexuales. Aunque 11 años separan a dichos estudios, coincide la
consideración negativa sobre la homosexualidad. Estos elementos influyen en el
proceso de TPG.
Las representaciones sociales
Las RS funcionan como sistemas de
interpretación de la realidad que guían la manera en que las personas se
vinculan con su entorno físico y social, influyendo en sus prácticas y
comportamientos (Abric, 2001a). Así, conocen la realidad que les rodea a través
de explicaciones que forman en función del pensamiento social; las RS
sintetizan esas explicaciones, mismas que hacen referencia al conocimiento del
sentido común, que tiene un papel fundamental en cómo la gente piensa y
organiza su vida cotidiana (Araya Umaña, 2002).
Las RS comprenden tres
dimensiones: la actitud, la información y el campo de representación (CR) (Moscovici,
1979). La actitud es el aspecto más afectivo, implica la reacción
emocional respecto al objeto (orientación global positiva o negativa, favorable
o desfavorable); se encuentra siempre presente, aunque los otros elementos no
estén, dado que se puede tener una reacción emocional aunque no se tenga mucha
información (Araya Umaña, 2002). En las RS se puede distinguir la cantidad y
calidad de información que se posee, su origen, así como si la
información está prejuiciada (Araya Umaña, 2002). El CR constituye el conjunto
de actitudes, opiniones, imágenes, creencias, vivencias y valores presentes
(Araya Umaña, 2002, p. 41).
Un elemento que detona la
constitución de una RS es la existencia de una situación que presiona a los
individuos o grupos para que se posicionen frente a algún objeto social, tomen
postura y sean capaces de responder (Moscovici, 1979). En este caso, la
popularización el concepto de PG contribuye al surgimiento de su RS.
Identificar las RS del
profesorado posibilita conocer la manera en que perciben la PG y qué consideran
como parte de ella, lo que implica también tener una RS sobre el concepto de
género. El contexto es fundamental ya que no hay una separación absoluta entre
el universo exterior y el universo de los individuos o grupos (Moscovici,
1979). Más adelante se presenta un esbozo del contexto conservador del estado
de Guanajuato.
Confusiones respecto al concepto de género
En este apartado se presentan, sin ánimo
de exhaustividad, algunas críticas que se han hecho al uso del concepto de
género. Como se ha dicho, la preocupación por el uso equivocado del concepto no
es reciente, sin embargo, pese a los enfáticos señalamientos de teóricas
feministas (Lerner, 1990; de Barbieri, 1996; Tubert, 2003) y a esfuerzos para
operacionalizar la categoría de género (por ejemplo, en Maquieira D’Angelo,
2001), esta se sigue despolitizando y se usa como sinónimo de otros conceptos,
limitando su potencial analítico y transformador.
Lo anterior se explica en
términos de RS ya que cuando el concepto se distancia del contexto científico
que lo creó y se integra al conocimiento general, las personas, al formar una
RS “ancla[n] el objeto a sus nociones preexistentes y, obviamente, éstas
difieren del marco conceptual que produjo originalmente” (Flores Palacios, 2015,
p. 59).
El concepto de género
constituye una categoría de análisis central de la teoría feminista desde la década
de 1970 (Osborne y Molina Petit, 2008). Scott (1996) lo define como un elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias sexuales y
como una forma primaria de relaciones significantes de poder. Es una categoría
multidimensional que permite analizar acontecimientos tanto en el ámbito de las
relaciones interpersonales como en la organización de procesos sociales y vida
institucional (Maquieira, 2001). Implica, por un lado, procesos de construcción
social donde cada cultura asigna a mujeres y hombres atributos que se
jerarquizan (considerando lo femenino como subordinado) y tienen efectos en lo
subjetivo; y por el otro, dicha jerarquización es institucionalizada, de manera
que se mantiene y reproduce desde lo público ―y no únicamente a través de las
relaciones cara a cara― generando situaciones sociales, políticas y económicas
asimétricas que implican violencia y discriminación principalmente para las
mujeres.
Destaca también el
concepto de sexo-género acuñado por Rubin (1986) para referirse a las prácticas
a través de las cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en
productos de la actividad humana. Aquí resalta la reflexión de que la
heterosexualidad es impuesta a través de prácticas culturales. Así, “género”
desde el feminismo supone una categoría de análisis que vincula lo personal y
lo social, lo material y lo simbólico, la estructura y la acción humana
(Maquieira, 2001).
El uso del concepto de
género presenta dos grandes problemas: el de los deslizamientos semánticos y el
de su despolitización. Uno de los deslizamientos semánticos más
comunes es la sustitución de sexo por género, la cual anula la intención
original del concepto que es distinguir los aspectos derivados de las
diferencias biológicas de aquellos originados por aspectos socioculturales y
posibilitar el cuestionamiento y transformación de la justificación y
naturalización de las desigualdades entre mujeres y hombres (Lerner, 1990; de
Barbieri, 1996; Tubert, 2003). Al emplearse de este modo pierde su sentido y se
convierte en un eufemismo políticamente correcto (Tubert, 2003). En términos de
RS esto sucede porque el concepto de género como objeto social sobre el que se
construye una RS se integra a los conocimientos existentes de los sujetos y se
“ancla” en la “noción de diferencia que define el objeto sexo” (Flores Palacios,
2015, p. 63). Este proceso de debilitación conceptual provoca que el concepto
se reduzca a “un cascarón vacío” que puede ser llenado con las “nociones
existentes que definieron históricamente al sexo” (Flores Palacios, 2015, p. 63).
Otro deslizamiento
semántico tiene que ver con equiparar la categoría de género con
identidad(es) o diversidad sexual. Aquí el traslape alude a las
orientaciones sexuales o a la identificación de una persona con “ser mujer” o
“ser hombre” o con identidades que no encajan en esa dicotomía. Con este
deslizamiento, lo que inicialmente pasó a significar desigualdad y ejercicio de
poder de un sexo sobre otro perdió ese sentido crítico y ha pasado a significar
diversidad o libre elección del deseo (Rodríguez Magda, 2019). Así, “género”
puede conceptualizarse como un término “valija” (Rodríguez Magda, 2019) que
tiene la misma forma por fuera, aunque en su interior alberga múltiples
significados. En este caso, el hecho de que el concepto adopte múltiples
significaciones no lo enriquece, ya que se pierde la precisión teórica. Señalar
estos deslizamientos no implica anular sus vertientes de significado sino
apelar a un uso preciso de los conceptos para tener mayor claridad teórica y
práctica.
El segundo problema es la
despolitización del concepto de género. Según Cobo Bedia (2005) ésta se
produce cuando el concepto de género intenta sustituir a la teoría feminista,
ya que al concebirlo desprovisto de la teoría que le origina se producen
efectos no deseados, pues “género” se convierte en un eufemismo para
invisibilizar un amplio marco de interpretación de la realidad donde la
sociedad se muestra en clave de sistema de dominación.
Método
Este estudio se realizó desde un enfoque
cualitativo y desde la teoría feminista y la teoría de las RS, ambas afines en
su posicionamiento epistemológico (Arruda, 2012). Los datos se obtuvieron en
tres escuelas primarias públicas en la ciudad de León, Guanajuato. Se eligió el
nivel primario por ser fundamental para el proceso de socialización. Se eligió
León por ser el municipio más poblado de Guanajuato y por su marcado
conservadurismo. Se seleccionó una escuela de la zona norte, una de la zona
centro y otra de la zona sur, todas urbanas. El trabajo de campo se realizó
entre los meses de abril y junio de 2018. Este análisis sintetiza los hallazgos
de la tesis "Representaciones sociales de la perspectiva de género en
escuelas primarias públicas de León, Guanajuato”[2].
Se llevaron a cabo cinco entrevistas
grupales con docentes de 1º, 4º y 6º de primaria de las tres escuelas. Se
eligió la entrevista grupal[3]
por ser uno de los métodos interrogativos indispensables para el estudio de las
RS (Abric, 2001b). La cantidad de participantes varió en función de los grupos
existentes de cada grado en cada escuela y de lo establecido por sus directivos.
Participaron 21 docentes en total (19 mujeres y 2 hombres). Se elaboró una guía
de entrevista basada en los tres elementos que componen las RS y se vincularon
con aspectos tóricos de la PG aplicada al ámbito educativo. Las entrevistas se
grabaron con el consentimiento de las y los participantes; fueron transcritas y
los testimonios se clasificaron y analizaron partiendo de los componentes de las
RS. Esta investigación se centra en el contenido de la RS que se tiene de la PG
y no en su estructura.
El conservadurismo guanajuatense
Guanajuato se caracteriza por mantener un
fuerte arraigo conservador que se ha reflejado en la persistencia de tradiciones
del catolicismo, una endémica debilidad de organizaciones progresistas y un carácter
conservador de la educación (Rionda, 2001). La Iglesia Católica y el gremio
empresarial son los poderes que más influencia han tenido en el Partido Acción
Nacional (PAN) de la región, tanto como partido como gobierno estatal desde
1991 (Martín Devoto, 2013), lo que ha obstaculizado el avance de los derechos
de las mujeres y poblaciones de la diversidad sexual en la entidad. Si bien
persiste el conservadurismo, en la última década se ha fortalecido y
visibilizado el activismo e incidencia de grupos feministas y LGBT+[4].
Resultados
y discusión
Este apartado está estructurado en función
de los tres elementos de una RS: la información (qué saben las docentes[5]), la actitud (cómo actúan
y su disposición afectiva) y el CR (sus creencias, opiniones e
interpretaciones).
La Información
Las docentes empleaban
con seguridad el concepto de género, aunque al pedirles que lo definieran se
mostraron dudosas. En su forma de comprender el concepto de género se
identificaron tres unidades de sentido: 1) sinónimo de hombre y mujer, 2)
sinónimo de homosexualidad y 3) sinónimo de igualdad. Asimismo, se encontraron
tres unidades de sentido en sus definiciones de PG: 1) forma de visualizar los
roles que desempeñan hombres y mujeres, 2) manera de procurar el respeto hacia
las personas homosexuales 3) igualdad entre mujeres y hombres. Ninguna de
estas formas corresponde con el significado teórico del concepto de género ni
de PG.
La primera
concepción, género como sinónimo de
hombre y mujer, es una de las más graves porque al equiparar género con
sexo se pierde el potencial analítico crítico; se hace referencia a lo
aparentemente descriptivo dejando sin cuestionarse las ideas de superioridad e
inferioridad que contribuyen al mantenimiento de la discriminación y violencia.
Esto conlleva a la despolitización del concepto de género ya que, al no
entenderse como una categoría de análisis, se anula su potencial de
transformación social. Por otro lado, en la concepción de PG como forma de visualizar los roles que desempeñan hombres y mujeres
nuevamente se reduce a lo descriptivo y se pierde el potencial analítico. Por
lo anterior, de todas las maneras de entender la PG ésta es la más alejada y
también la menos útil, pues no conduce a ningún curso de acción. Al ser lo
que cada quién opine o perciba, no hay ninguna alternativa que sea considerada mejor
que otra, más digna o ética.
En
la segunda concepción se define género
como sinónimo de homosexualidad. No está desvinculada del concepto de
género, no obstante, reducir género a homosexualidad es impreciso. Estas narraciones
se vinculan con la concepción anterior de género como hombre y mujer. En
algunos casos, ambas significaciones se fusionan en lo que sería una nueva
concepción de género como identidad,
donde la homosexualidad pasa a ser considerada, no como orientación sexual,
sino como ―en palabras de las docentes― un “tercer género”. Esto refleja la
confusión grave de género con identidad, pero también el persistente desconocimiento
sobre la homosexualidad y la incapacidad social de distinguir las orientaciones
sexuales de la categoría de sexo y de identidad de género.
De
manera similar, PG como manera de
procurar el respeto hacia las personas homosexuales contempla uno de los
temas que se vinculan con la PG, aunque deja fuera el eje de las relaciones
entre mujeres y hombres, que es fundamental. En la tabla 1 se observan algunas
definiciones de la PG dadas por las docentes. En la segunda unidad de sentido
se observa que, si bien connotan positivamente la homosexualidad, lo hacen con
condescendencia colocando a las personas lesbianas, homosexuales y bisexuales como
la otredad (“personas especiales”) en vez de como sujetos de derechos.
Tabla 1. Definiciones de la perspectiva de género dadas por las docentes
1.
Forma de visualizar los roles que desempeñan hombres y
mujeres. |
- “Visión, enfoque o panorama que puede tener alguna
persona respecto a las funciones de ambos sexos”. - “Lo que se observa sobre ser hombre y mujer”. - “Lo que se vive, el rol que jugamos mujeres y
hombres”. - “Perspectiva es cómo lo ves, cómo visualizamos el
rol”. |
2.
Manera de procurar el respeto hacia las personas homosexuales. |
- “Yo lo entiendo como una pequeña forma de introducir
el mismo género a personas que no definen todavía, bueno, los niños, que aún
no definen si son niños o son niñas… Tienen qué elegir o son hombres o son
mujeres... cuando no sucede esto es cuando se viene entonces, pues ya en la
homosexualidad”. - “Dar un trato por igual, tanto a hombres, como a
mujeres y a... ¿cómo se pudiera llamar? en... ¿personas especiales?”. |
3.
Igualdad entre mujeres y hombres. |
- “Es el ser el cual... eh... lo hablamos ahorita entre
todos, sí, hay obstáculos para todo esto, para el ser íntimo, hay obstáculos.
Tanto para el hombre como para la mujer hay obstáculos ahorita, aun todavía
en esta actualidad, sí. Por eso esa perspectiva de género pues nos lleva a
muchas de las veces a observar desde otro punto de vista individualmente las
personas, y es el momento en que por eso aun todavía nosotros como seres
humanos queremos esa igualdad tanto de hombre como mujer”. - “El trato que se le da a niña y niño, derecho a la
igualdad, a la equidad de género, a evitar discriminación, a la inclusión a
nuestro método de trabajo”. - “Pues que... las mujeres tengan la igualdad o las
mismas oportunidades de acceso al igual que los hombres en todos los ámbitos,
sea laboral, el social, todos los ámbitos”. |
Fuente: elaboración
propia con base en los testimonios recabados durante las entrevistas grupales
con docentes.
La tercera
concepción, género como sinónimo de
igualdad, aunque pareciera ser acertada también es equivocada y contribuye a
la despolitización ya que “género” deja de suponer una categoría de análisis y
se asocia simplemente con un resultado deseado: la igualdad, sin aportar
herramientas que conduzcan a ella. Eso mismo sucede con la noción de PG como igualdad entre mujeres y hombres.
Además,
la comprensión de “igualdad” de las docentes se reduce a dar un trato idéntico,
considerando incompatible dar un trato distinto, como en realidad sí admite el
concepto. No se contempla la posibilidad de que para lograr la igualdad en
ocasiones será necesario dar un trato distinto, y tampoco hay un reconocimiento
de que las niñas y los niños no parten de un mismo nivel. Así, su concepción de
igualdad simplemente requiere “tratar igual” en el futuro, sin necesidad de
transformar unas condiciones que están generando desigualdad. De este modo, su
conceptualización de la PG no lleva a ninguna acción, pues las docentes ya
creen que son igualitarias. Solamente una maestra expresó la necesidad de
trabajar ciertos temas con las niñas y jóvenes respecto a la educación sexual y
afectiva, pues reconoce que en función de su contexto y socialización necesitan
un abordaje específico.
Un
conocimiento apropiado de la PG implicaría detectar en qué situaciones se
necesita un trato distinto (cómo y por cuánto tiempo), y en cuáles no. En la
educación escolarizada es necesario un ejercicio constante de análisis de lo
que sucede en todos los rincones de la escuela: patios, aulas, libros,
materiales, prácticas docentes.
Cuando
se les pidió que describieran los principales aspectos del concepto de PG fueron
incapaces de elaborar algo concreto. Mencionaron superficialmente conceptos
como “género”, “igualdad” y “equidad”, pero no se vislumbra el conocimiento de
aspectos vitales como la división sexual del trabajo. No hubo mención de que
las desigualdades operan y se reproducen también de manera estructural. En su
discurso todas las referencias se quedan en el plano de la individualidad, y, en
menor medida, en el nivel familiar.
Mencionaron
a los “valores” como elementos para comprender lo que es PG. Esto forma parte
de un discurso conservador donde se les presenta como solución a todos los
problemas. Mencionan el respeto, igualdad, equidad, justicia, tolerancia. Pero
¿el tratamiento de esos valores se aplica igual para mujeres que para hombres? Se
concibe a los valores como principios rectores del buen comportamiento sin
considerar la influencia social. Los sujetos construyen sus RS con elementos
que coinciden con sus propias creencias, esto se agrava cuando un concepto esta
vaciado de contenido. Se podrá entonces hablar de igualdad y respeto, sin
embargo, no se sabe qué requerimientos incluye esa igualdad y qué límites tiene
ese respeto, ni se sabe a quién se le debe respeto ni en qué circunstancias.
Este
desconocimiento resulta comprensible al considerar que no habían recibido
ninguna capacitación al respecto ni habían tenido contacto con fuentes o
materiales formales. La mayoría de las docentes comentó haber entrado en
contacto con el término género alrededor del 2015, principalmente a través de
televisión y radio. Mencionan que lo que saben lo han aprendido a través de
dichos medios y a través de lo que viene en los libros de texto.
La actitud
Las docentes mostraron
una disposición favorable hacia la PG reconociendo que puede traer aportes,
aunque algunas expresaron desacuerdo con aspectos como el lenguaje incluyente. La
actitud varió en función de lo que consideraron que incluye la PG: vista como
igualdad, están de acuerdo, aunque se complejiza al introducir el tema de la
diversidad sexual.
Una docente
preguntaba hasta dónde se puede llegar con el “open mind” (mente abierta),
es decir, si la PG implica que “desde pequeñitos se les va a dar la facilidad,
por ejemplo, a los niños, que se vistan de niñas. A las niñas que pueda
gustarles una niña, esa es mi duda”. Si bien las docentes entrevistadas están
de acuerdo en el respeto a las personas homosexuales, parece que no desean su
normalización. Esto no solamente muestra prejuicios respecto a la
homosexualidad sino desconocimiento de la PG en su conjunto, pues señalar que
los niños puedan vestir “de niñas” implica una concepción estereotipada
vinculada con la construcción de la masculinidad, donde lo culturalmente
considerado femenino se connota negativamente y es visto como algo indigno que
no deben incorporar los hombres. Así, pesan más los contenidos del imaginario
conservador que la información especializada.
También
expresan preocupaciones vinculadas con 1) la incertidumbre de si la PG será
algo a lo que se le dará continuidad y 2) la sensación de que se les
responsabiliza de todo. Comentan que no es infrecuente que se realicen modificaciones
con cada cambio de gobierno, reemplazando estrategias anteriores o dejando
otras en el olvido: “Cuando apenas estamos tratando de manejar unos planes y
programas... el señor de ahí arriba [el presidente]… se le ocurre que ya no le
gustó, y que lo vamos a cambiar...”. Muchas maestras expresaron sentirse
abrumadas. Con el cambio continuo, cada nueva propuesta se queda en una etapa
inicial que es incapaz de incorporarse a la cotidianidad institucional:
“Utilizamos el lenguaje de los que están ahí. Se van ellos, llegan otros y
adoptamos el lenguaje de los que llegan”. Además, incorporar la PG es todavía
más complejo pues no solamente implica aplicar una serie de lineamientos, sino
que trastoca las creencias sobre los hombres, las mujeres y sus relaciones. Así,
no implica sólo un cambio en la forma de ejercer la docencia, sino también en
las subjetividades docentes. En términos de la actitud, la sensación constante
de que se tiene que volver a empezar afecta la recepción positiva de cualquier
nueva estrategia. También se les preguntó si utilizaban (y cómo) la PG. De
manera generalizada comentaron emplearla casi exclusivamente al intervenir con
comentarios discriminatorios.
En
apariencia las docentes dan un trato igualitario pues han eliminado los
aspectos evidentemente discriminatorios: “Lo generalizamos, aunque sean niños o
niñas les toca agarrar la escoba”. Lo anterior es, sin duda, un avance. Sin
embargo, hay situaciones que podrían ser utilizadas para detonar reflexiones
con PG, pero no son identificadas. Una docente comenta que los niños suelen
quejarse de las manualidades diciendo que “es cosa de niñas”, a lo que ella responde que deben hacerlo
porque es un trabajo que se calificará. No se cuestiona la idea de que hay
trabajos “de niñas” y “de niños”, ni la idea de que algunos valen más que otros,
desaprovechándose una oportunidad de reflexión.
Por
otro lado, las maestras que entienden PG como sinónimo de homosexualidad
consideran que es una cuestión privada, según su concepción no es necesario
hablar sobre el tema en clase y se limitan a detener las descalificaciones
entre alumnos vinculadas con ésta. Señalan que sí están de acuerdo con la PG,
pero hay poca necesidad de emplearla porque “aquí no se ha visto mucho”. Esto
indica que se concibe a la PG con un alcance limitado.
El campo de
representación
El
primero tiene que ver con el temor de las docentes de que las madres o padres
de familia acudan a reclamar que se hable a sus hijos e hijas de sexualidad.
Sin embargo, ninguna había tenido esa experiencia. En una de las escuelas las
docentes responden a este miedo solicitando el permiso de madres y padres, o
bien, informando a principio de año que se les hablará del tema. La primera
opción fue la más mencionada. Lo anterior muestra el desconocimiento de que
como funcionarias tienen obligaciones qué cumplir y derechos qué garantizar en
el marco de sus competencias. Esto refleja una carencia en términos de
información y muestra el peso del contexto conservador en las decisiones
docentes.
Por
otro lado, mencionan que el tipo de educación sexual que imparten “es
informativa”, coinciden en que enseñan al alumnado a llamar a “las cosas” o
“sus partes” por su nombre (por ejemplo, decir pene y no “pajarito”) aunque paradójicamente
omiten decir “genitales”. Algunas docentes señalan que intentan profundizar más
allá de los contenidos de los textos, aunque no logran decir cómo; sin embargo,
hay quienes prefieren no hacerlo y comentan que se limitan a revisar lo que se
encuentra en los libros. Esta última opción es vista como una estrategia para
evitar la inconformidad de madres y padres de familia o como estrategia para
“no estimular la curiosidad” de sus estudiantes.
El
tercer elemento que destaca es la dificultad para responder ante conductas
sexuales inapropiadas en el entorno escolar:
Maestra 1: Yo lo que no abordo es la masturbación… porque
se ha dado que los niños grandes se masturban en la escuela, en su lugar de
clase.
Maestra 2: Por eso lo tienes que tocar, para que sepan
que es natural, pero que hay espacios.
Maestra 1: Pero yo no abordo muy particular, para no
estimularle curiosidad…
Este
diálogo refleja disparidad entre docentes. Varias comparten una visión
simplista donde consideran que la información es lo que genera la curiosidad e
incita a los niños, por ejemplo, a masturbarse en público. Asumen que omitir el
tema solucionará los problemas. Esto refleja una incapacidad de analizar la
realidad social para dar cuenta de que el problema no es la información sino la
socialización resultante de sus contextos. Pocas docentes sí identifican que las
actitudes dispares entre niñas y niños son producto de la socialización
diferenciada de género, pero la
dificultad reside en la imposibilidad de actuar de manera institucional frente
a esas desigualdades que observan.
En
el siguiente testimonio una docente narra cómo emplea “los valores” para
reprender una conducta inadecuada: “…
aplicamos lo que viene siendo los valores, el respeto: ‘¿por qué le hicistes
eso?’, ‘¿ella te lo hizo?’, ‘no, ¿entonces por qué lo haces?’”. Resulta
claro el empleo vago de “los valores”, pues no se habla del respeto al cuerpo
de las personas, ni del consentimiento, ni del ejercicio del poder a través de
la sexualidad.
Se
desarrollan los temas de maneras dispares y existe una dificultad para resolver
los conflictos vinculados con la sexualidad que se presentan en la escuela. Se
reprende la conducta, pero no se reflexiona sobre ello.
Conclusiones
Las RS que las y los
docentes tienen sobre género y PG se componen de información escasa, en
cantidad y calidad, proveniente de medios no especializados. La parte actitudinal
de la RS no les lleva a movilizarse. Las maneras en que hacen uso de algunos
elementos son puntuales y van orientados a cuestionar los estereotipos de
género cuando se usan para descalificar, lo cual, aunque positivo, es
insuficiente. Cuando la violencia y las desigualdades están tan arraigadas en
la cotidianidad y han sido reforzadas como aspectos positivos desde la
infancia, dicha cultura violenta y desigual no puede erradicarse con pequeños
esfuerzos (Subirats, 2017). La problemática requiere una reflexión constante,
incluso ahí donde el tema no aparece explícitamente. En el campo de
representación de la RS se hacen presentes mitos, temores y creencias
vinculadas con valores conservadores sobre la sexualidad. Al no haber una
capacitación y sensibilización profunda y recurrente respecto a la PG y
educación sexual integral, las docentes echan mano de las nociones de su
entorno (información escasa, superficial y/o sesgada; valores y creencias
conservadoras; mitos sobre la sexualidad); es decir, echan mano del
“conocimiento del sentido común”, mismo que no siempre es favorable para
generar acciones que contribuyan al logro de la igualdad sustantiva, aun así,
este influye en su práctica docente y en las relaciones escolares cotidianas.
Los significados de género, PG e igualdad que mantienen las
docentes están desprovistos de su original significado a pesar de que los
emplean con seguridad; en su lugar, cada maestra ha construido lo que cree que
cada concepto significa. Esto es uno de los principales puntos débiles en el
proceso de TPG pues al no existir claridad sobre el significado de lo que se
pretende institucionalizar, las acciones que puedan realizarse estarán
desvinculadas de los objetivos.
Se identificaron tres
unidades de sentido respecto a los conceptos de género y PG que resultan
contraproducentes para la TPG en el ámbito escolar porque confrontan con dos
cuestiones centrales: primero, cuando se habla de género no necesariamente se
está entendiendo ni hablando de lo mismo; y segundo, la RS que han construido
sobre los conceptos no conducen a la acción. Esto tiene que ver, no solamente
con la evidente falta de capacitación docente en materia de PG, sino con la
ambigüedad misma con la que se usan los conceptos en la sociedad en general.
Conciben la diferencia
como lo opuesto de igualdad y creen que el ámbito educativo ya es igualitario;
de forma que no hace falta “hacer algo” para alcanzar igualdad, sino
simplemente “no hacer” (no dar indicaciones distintas, no impedir la
participación), lo que conduce a la inacción. La utilidad de incorporar la PG
radica en que supone un llamado a la acción. Sin embargo, las RS de las
docentes no conducen a ésta y cuando lo hacen, es de maneras limitadas y basada
en intuiciones. Esta manera reducida de concebir la igualdad impide que identifiquen
aspectos discriminatorios que aún suceden en el ámbito educativo. Además, el
conocimiento y sentido crítico en temas vinculados con la PG es muy dispar,
siendo algunas docentes (las menos) más conscientes de las desigualdades que
otras; lo que deja al alumnado a la suerte de la sensibilidad y conocimiento de
cada maestra.
No hay elementos que doten de contenido a los conceptos.
Sus RS se componen de nociones vagas que al momento de ser puestas en
práctica no tiene elementos que guíen la acción. A esto se añaden las
dificultades laborales que viven, como la saturación de trabajo y la constante
incorporación de estrategias que se espera que dominen, aun sin capacitación. Estas
RS obstaculizan la TPG en el ámbito educativo, primero, porque desconocen que
ésta debe ser un eje transversal en su profesión ―y no puede institucionalizarse
aquello que no es percibido como un requerimiento externo y objetivo―, y segundo,
porque al no haber información oficial y precisa que oriente sus acciones, no
ha podido darse un proceso de transmisión y conservación de los elementos que
deben incorporarse.
Una de las principales influencias del contexto conservador
sobre la aceptación o rechazo de la PG puede verse en el hecho de que la
consideración positiva se mantiene en tanto se la conciba como igualdad entre
mujeres y hombres; sin embargo, la aprobación se fragiliza cuando se introduce
el tema de la homosexualidad, pues, aunque expresan que deben respetarse, temen
su normalización.
A pesar de lo anterior, la connotación mayormente positiva
de dichas RS resulta favorable de cara a la continuidad del proyecto de TPG. Aun
así, sería necesario indagar si se mantienen igual tras las controversias
alrededor de la modificación en 2023 de libros de texto gratuitos.
Finalmente, es necesario analizar críticamente cómo se
emplean los conceptos de género y PG en distintos ámbitos, incluido el
académico, para identificar si se contribuye, y de qué manera, a la confusión
existente y a su despolitización. Es fundamental que el concepto de género se
revise y fortalezca e incluso que se replantee su utilidad. De no ser así persistirán
las discusiones infructíferas y la incorrecta aplicación de la TPG.
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[1]El
Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: mariana.glez.pina@gmail.com
[2] Para
obtener el grado de Maestra en Análisis Político de la Universidad de
Guanajuato.
[3]
También se realizó observación de la jornada escolar completa y un ejercicio de
asociación libre con docentes en las tres escuelas. Sin embargo, en este
artículo solamente se comparten los hallazgos de las entrevistas grupales con
docentes.
[4]
En 2019 las agrupaciones feministas incrementaron significativamente en
Guanajuato (Estrada Maldonado y González Piña, 2021). Activistas por los
derechos LGBT+ han logrado avances sin precedentes, como la propuesta y
aprobación en 2024 de la Ley para las Personas de la Diversidad Sexual y de
Género del Estado de Guanajuato y sus Municipios.
[5] A partir de este momento, para facilitar la lectura, se hará referencia a las y los docentes en femenino, pues las mujeres fueron mayoría.