Editorial
El
Estado, escribió Raewyn Connell en 1987, está constituido como la institución
central del poder generizado, es decir, como “el centro de un conjunto
reverberante de relaciones de poder y procesos políticos en los cuales el
patriarcado es al mismo tiempo reproducido y desafiado” (p. 130).
Los estudios del género han visto al Estado con distinto carácter,
según el canon de pensamiento social desde el que se sostienen. Algunas
corrientes le han tratado como un árbitro neutral capturado por ciertos grupos de
interés (los hombres), mientras que otras como un aparato de regulación y
dominación. Otras vertientes enfatizan su rol como reproductor de los intereses
de clase, intereses que producen efectos de género, y algunas más como la
institución patriarcal originaria.
Desde cualquier perspectiva, es innegable que, dado su poder
regulatorio y creativo, el Estado tiene una apuesta mayor en la política de
género, y por tanto, constituye el foco de grupos de interés y de la
movilización de la política sexual. En la coyuntura del año 2024, año en el que
más de cincuenta países están sosteniendo elecciones nacionales, y año en que
en México es por primera vez realmente posible la investidura de una mujer como
jefa de Estado, la centralidad de la cuestión de la significancia del género en
y desde el Estado se hace más evidente.
El examen de la legitimidad, composición, estructura y maquinaria
actual del gobierno en términos de género es, sin duda, urgente. Por ello,
lanzamos en estos términos nuestra convocatoria.
Referencia:
Connell, R. W. (1987). Gender
and Power. Standford University
Press.