LOS RETOS DE LOS FEMINISMOS DESDE LAS EMOCIONES, LOS AFECTOS Y EL CUIDADO

 

Érika Loyo Beristáin[1]

Doctora y Maestra en Ciencias Sociales por la UdeG. Maestrante en Cuidados con Perspectiva Latinoamericana de UTE-CLACSO. Profesora Investigadora adscrita al CUGDL de la UdeG. Miembra del Sistema Nacional de Investigadores.

 

DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v0i0.8035

 

A lo largo de muchas décadas hemos presenciado la transformación y evolución exponencial del feminismo desde muy diferentes dimensiones. Hemos aprendido que, en clave de singular, ya no es posible hablar de un solo tipo de feminismo, sino que tenemos que referenciar a “los feminismos” no solo desde la teoría sociológica, sino también como movimiento social y teoría política. No se deben desdeñar los avances que los feminismos han tenido en los procesos de institucionalización de las violencias y que han permitido visibilizar y desnaturalizar este tema para trasladarlo a la agenda de las políticas públicas y de la estructura normativa. Sacar la violencia del ámbito de lo privado y lo familiar, ha sido sin duda un gran avance para que, desde el espacio público y político, la violencia de género se discuta como un problema estructural de las sociedades.

En su libro Dolor y Política. Sentir, pensar y hablar desde el feminismo (2021), Marta Lamas delibera con relación al momento actual de las reflexiones feministas atravesadas por la pasión, la rabia, los afectos y las emociones que hoy día se reflejan en diferentes acciones colectivas, individuales y narrativas de los feminismos actuales. Los trabajos de Mouffe (2014) en torno a las pasiones y su relación con la política, le permiten colocar una profunda reflexión con respeto a la emocionalidad política de los feminismos de hoy día, con relación a la efectividad que está obligada a trascender la coyuntura de la mediatización. Dicha emocionalidad, la analiza desde el concepto/acción/emoción de la rabia como un elemento que ha proporcionado impacto simbólico social a las luchas y demandas de los feminismos. Lamas recupera el texto de Sara Ahmed (2015, como se citó en Lamas, 2021), y menciona la urgente necesidad de analizar el movimiento feminista actual desde las emociones comprendidas “como prácticas sociales y culturales que inciden en la vida pública[2]” (Lamas, 2021, p. 16). Ahmed es sin duda, una de las mejores autoras para explicar cómo el impacto de las emociones le da un giro importante a las ciencias sociales, que si bien ya venían realizando aportes distintos desde la década de los ochenta, hoy día se amplían para presentarse como retos y realidades ético, morales y políticas que se encuentran atravesadas por enfoques interseccionales y de derechos humanos que tienen impacto en la vida cotidiana y las luchas sociales actuales.

Ahmed nos presenta una oportunidad de reconocer la dimensión subjetiva, simbólica y política de las emociones desde una mirada feminista decolonial y nos da claridad sobre la forma en que la jerarquía de la razón, ha colocado a las emociones, en un primer momento, como parte de la inteligencia si es que éstas funcionan para reafirmar, cultivar y controlar; es decir, si se alinean con la razón. De esta forma, las emociones se entretejen con la jerarquía social a través de una dependencia “creada” en las relaciones de poder que les dan significado y valor y que se articulan a través de la meritocracia del estado y el poder patriarcal.

Estas nuevas discusiones teóricas y políticas, son de especial relevancia para los retos que enfrentan los feminismos en la época actual. Discutir la política de las emociones de los feminismos desde los activismos hasta las teorizaciones de manera situada y también territorial. Otorgar significación y valor político feminista a la vida cotidiana de las mujeres no solo desde las violencias vividas, sino también desde el urbanismo, el derecho a la ciudad y el derecho al cuidado. Discutir, como dice Lamas (2021), con relación a las no violencias que se viven en los espacios públicos, físicos, políticos y virtuales para comprender y significar las nuevas temporalidades afectivas de los activismos y los desarrollos teóricos de los feminismos; es decir, resignificar las “dinámicas intersubjetivas” (Lamas, 2021, p. 19) que se generan entre los nuevos retos que se enfrentan. Resignificar a las sociedades a partir de los cuidados desde visiones éticas, políticas y morales. Feminizar la dimensión simbólica de lo comunitario desde una nueva visión política y social, más allá del asistencialismo y la subvención del estado patriarcal. Discutir a las democracias desde una visión del feminismo radical (transformador) para colocar el eje de la responsabilidad como principio de la igualdad necesaria entre todas las personas. Resignificar el trabajo desde lógicas del cuidado y el autocuidado de todas las personas a través de la nueva economía feminista. Conversar en torno a la trascendencia de las identidades y la producción de sentido y significado a través de la comprensión y la resignificación de la diferencia produciendo nuevas formas de significación y socialización política.

No tengo claro si, como dice Marta Lamas (2021), estamos entrando en una etapa de postfeminismo que lo ha hecho resurgir con nuevos significados y que al mismo tiempo lo enfrenta a desafíos neoliberales que le dotan de novedosos aspectos enmarcados en lo que la autora llama “la exigencia cultural que viven las mujeres” (2021) desde lógicas neocapitalistas. Lo que sí es claro y absolutamente necesario, es enfrentar el reto no solo de crear una nueva narrativa que se forme a partir de nuevos significados “sexuales”, sociales y culturales capaces de politizar el cuidado y la cotidianeidad desde lógicas y paradigmas diferentes y que, por tanto, nos permitan alcanzar derechos de forma más igualitaria. Incluso, pensar en resignificar la igualdad no necesariamente emparejada a las violencias, sino fundamentalmente a los derechos y a la responsabilidad democrática. Los feminismos enfrentan nuevas formas de construir desde lo común, desde la micropolítica de la identidad y de la construcción de una agencia política capaz de movilizar la politización de la vida cotidiana de las mujeres desde lo colectivo y lo territorial. En los retos, coincido con Lamas (2021) es que una de las necesarias e imprescindibles discusiones, radica en cómo escucharnos entre nosotras/es (las/les feministas) incorporando la diferencia como aprendizaje colectivo y no como deslegitimación.

Parto de esta dimensión subjetiva y simbólica de las emociones, la pasión y el afecto para elaborar ideas con respecto a uno de los nuevos retos, narrativas y discursos de los feminismos que hoy en día colocan como eje central de análisis los aspectos éticos, morales y políticos de los cuidados como derecho, pero también como un componente relacional y como categoría política. No existe quizá un debate contemporáneo más emocional desde lo político, que el debate en torno a los cuidados y sus distintas dimensiones epistemológicas.

El cuidado como responsabilidad ética, política y moral desde la organización social de los cuidados hasta el diseño de políticas públicas capaces de desafiar la normalización de un estado de bienestar liberal y capitalista que hasta hoy, ha puesto al centro la productividad, el capital, el mercado y el individualismo por encima de lo colectivo y los derechos. Pensar en la dimensión de la vulnerabilidad como eso, como dimensión y no solo como condición; es decir, como un elemento universal de la condición humana que nos hace involucrarnos, ser parte y/o formar redes de cuidado que tiene configuraciones dinámicas; porque todas, todos y todes, somos siempre vulnerables desde nuestra condición humana. Pensar, reflexionar y dimensionar las múltiples crisis de cuidados en la que vivimos como sociedad y que son la base de la desigualdad estructural en la que vivimos y que es atravesado por múltiples privilegios.

Quizá pensar en los cuidados desde el plano de lo político, podría llevarnos a hablar de la igualdad en horizontes distintos al punitivismo, es decir, desde las reflexiones morales, éticas y políticas capaces de trastocar los actuales modelos de desarrollo y las resistencias culturales que los movimientos internacionales del neoconservadurismo han emprendido en contra de los feminismos. Cambiar el tono, la narrativa y el lenguaje. Hablar de responsabilidad compartida como el eje del desarrollo democrático y la nueva forma de gobernanza. Referir el cuidado como la base de nuestras relaciones sociales capaces de desafiar al poder desde una nueva conciencia construida desde los derechos.

El cuidado es una categoría multidimensional que requiere ampliar la discusión social en torno a su propia necesidad desde una visión transformadora de las relaciones sociales y políticas de nuestros entornos y contextos. Su dimensión territorial es capaz de crear vínculos y relaciones sociales distintas fundamentadas en los derechos y el bienestar de forma transformadora y no populista. El cuidado recupera prácticas y saberes desde lo local y lo situado, posibilita el diálogo entre generaciones. Su narrativa es menos agresiva porque alude a la progresividad de la vida en términos de necesidad, pero también en clave de responsabilidad ética, moral y política. Su dimensión política es capaz de rebasar la fragmentación de un discurso polarizante y crea redes y colectividades multiactor capaces de autogestionar sus propias dimensiones de conocimiento, relación e interacción.

El cuidado desde lo colectivo, es fundamentalmente horizontal[3], crea redes que llegan a ser transformadoras e innovadoras. El reto es que esas redes colectivas sean capaces de funcionar bajo la lógica de los derechos y de hablarles a los hombres de la necesaria e indispensable responsabilidad compartida que tienen con relación al ejercicio de un derecho; el derecho a cuidar, a ser cuidado, al autocuidado o incluso, como lo dice Laura Pautassi, el derecho a no cuidar.

Quizá el cuidado es esa nueva narrativa que nos posibilita generar cambios desde la lógica de la cohesión social y la responsabilidad compartida que son indispensables en nuestras democracias y que pueden hacer posible el diseño de nuevas formas de institucionalidad en donde el estado sea capaz de articular diferentes dimensiones más allá de ser paternalista. Quizá el cuidado sea, como dice Eleanor Faur y Francisca Pereyra (2018) nuestra “nueva gramática” capaz de reconfigurar las pautas de relaciones sociales asumidas mediante la definición de sistemas de derechos y responsabilidades que se traduzca en una organización social y política de los cuidados transformadora. Esa que tanto necesitamos como mundo y como sociedad. Es probable que esa nueva gramática vertebrada en torno al cuidado, pueda articular a los feminismos para trabajar en los cambios transformadores desde el componente más político de la responsabilidad compartida.

 

Bibliografía

Faur, E. y Pereyra, F. (2018). Gramáticas del cuidado. En J. I. Piovani y A. Salvia (Coords.), La Argentina en el Siglo xxi. Cómo somos, vivimos y convivimos en una sociedad desigual. Encuesta Nacional sobre la Estructura Social (pp. 497-534). Siglo Veintiuno Editores.

Lamas, M. (2021). Dolor y política. Sentir, pensar y hablar desde el feminismo. Océano.

Mouffe, C. (2014). Agonística. Fondo de Cultura Económica.



[1] Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: erika.loyo7908@academicos.udg.mx

[2] Ahmed habla de una economía de los afectos y para Lamas, esto es muy importante dado que también se relaciona con las llamadas resonancias emocionales que elabora Norbert Lechner para hablar de los vínculos de sociabilidad cotidiana con los procesos democráticos. Desde esta visión, las emociones pueden ser comprendidas como acción social, cosa que hoy día puede hacerse visible no solo desde los movimientos feministas actuales, sino también, por ejemplo, desde los movimientos que buscan a personas desaparecidas.

[3] Al margen de lo que ha señalado Joan Tronto, en torno a la jerarquía y las relaciones de poder que llegan a ejercerse en los cuidados. Una dimensión que existe y que no podemos obviar porque están mediadas por relaciones de poder en donde alguien decide por aquél que no tiene posibilidades y/o conciencia de sí. Esto forma parte de las discusiones en torno a la dimensión ética y moral de los cuidados, misma que en muchas ocasiones, también está transversada por una jerarquía patriarcal.