30
AÑOS DE ESTUDIOS DE MASCULINIDADES EN AMÉRICA LATINA. AVANCES Y RETOS
José
Carlos Cervantes Ríos[1]
Postdoctor
en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud; Doctor en Educación; Maestro en
Investigación Educativa y Licenciado en Psicología. Profesor-investigador de la
Universidad de Guadalajara. Editor en jefe de la revista Masculinidades
Latinoamericanas.
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v0i0.8040
Introducción
Como
primera idea, el origen de los estudios de las masculinidades inició con autores
anglosajones en los años setenta del siglo pasado –Estados Unidos, Gran Bretaña
y Australia–, como lo señala Minello Martini (2011). El inicio de
investigaciones y reflexiones sobre el tema en América Latina se ubica entre
los años ochenta según afirma Viveros Vigoya (2002), mientras que Aguayo y
Nascimento (2016) declaran que fue en los años noventa. Durante esta última década,
algunas/os autoras/es destacados/as en esta línea de trabajo son: Teresa Valdés
y José Olavarría en Chile; Norma Fuller en Perú; Mara Viveros en Colombia; Luis
Leñero, Benno de Keijzer y Guillermo Núñez en México. En el caso mexicano, Núñez
Noriega (2017) ubica la inauguración de los estudios de género de los hombres
con el capítulo de un libro de la uruguaya Teresita de Barbieri en 1990, sobre
el machismo mexicano. Minello Martini (2011) destaca la labor de Matthew
Gutmann como investigador pionero en nuestro país durante ese mismo lapso.
Debido a las limitaciones de espacio, resulta necesario hacer dos
aclaraciones: la primera es que siempre que se hace un balance sobre un campo
del conocimiento, se corre el riesgo de dejar fuera textos de múltiples colegas
que han aportado ideas relevantes; consciente de ello, ofrezco disculpas por
las omisiones. La segunda, no es pretensión hacer una revisión exhaustiva del
estado del arte porque, como afirma Billig (2014), con la enorme cantidad de
textos que se producen sería imposible; por lo tanto, el presente ensayo es
solo una reflexión sobre mi proceso personal de aprendizaje en el tema.
Este
artículo está pensado en tres apartados generales: el primero, relacionado con logros
y problemas prácticos cotidianos en la búsqueda de masculinidades más
igualitarias; el segundo, con avances y dificultades en las formas de entender los
conflictos prácticos a través de la teoría, ambos caminos están vinculados y se
retroalimentan en mayor o menor medida; y el tercero, propone algunas sugerencias
para el trabajo de investigación y práctica a futuro.
Logros
y problemas prácticos
Simón
Rodríguez y Cremades Carceller (2003) plantean como prioridad cambiar las
prácticas hacia la igualdad de género, por encima de los discursos, lo que
suscribo totalmente. Se han tenido logros en la vida cotidiana para los hombres
que también han beneficiado a las mujeres en la búsqueda de la igualdad:
permisos de paternidad, mayor aceptación para expresar emociones, reparto más
equitativo de las tareas domésticas, leyes que castigan y/o previenen la
violencia contra las mujeres, incluido el acoso sexual. Sin embargo, el avance
es más lento de lo deseado y se han presentado resistencias a ese cambio, tal
vez porque se perciben como una imposición externa.
La necesidad de modificar las prácticas de los hombres y repensar las
masculinidades obedecen, por un lado, como respuesta a las demandas feministas
y de la diversidad sexual, que se han cristalizado en políticas públicas internacionales
y nacionales que exigen cambios en el orden de género; y por el otro, las
condiciones económicas adversas en América Latina tanto para hombres como
mujeres (Olavarría, 2020).
En relación con este último punto, se ha generado malestar y
dificultades en millones de personas con carencias materiales de diversos tipos,
en el caso de los hombres, su incapacidad de cumplir con su rol de proveedores.
Sólo como ejemplo de este contexto, en México en 2022 se registraron 73 millones
de personas en condición de pobreza o carencia social[2] (Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social [CONEVAL], 2023).
Por esta razón se debería partir de las necesidades de los hombres que
en su mayoría viven en condiciones de pobreza, con múltiples dudas y conflictos
para poder entender su punto de vista y encontrar de manera conjunta
alternativas de solución a los problemas que generan contra las mujeres, la
comunidad de la diversidad sexual y los otros hombres.
En estos treinta años, se han generado diversas estrategias que han
permitido expandir estas ideas a través de organizaciones que promueven la
equidad de género, como GENDES A. C.; Salud y Género, A.C. Querétaro; la
desaparecida CORIAC; entre otras. También están los esfuerzos de investigadores
como Juan Carlos Ramírez y Celina Gutiérrez (Ramírez Rodríguez y Gutiérrez de
la Torre, 2017; 2020) que han dedicado años de esfuerzos para generar políticas
públicas tendientes a resolver algunas problemáticas en masculinidades, sin
embargo, para el cambio cultural todo esto ha sido insuficiente debido a la
magnitud de la tarea y la inercia de las creencias de millones de hombres y
mujeres.
Logros
y dificultades teóricas
Uno
de los grandes logros es la cantidad creciente de textos sobre masculinidades
producidos por colegas y estudiantes de los centros de investigación y
universidades en América Latina. Mara Viveros Vigoya (2002) al investigar el
estado del arte sobre estudios de masculinidades, encontró una gran producción
a lo largo de la región. Aguayo y Nascimento (2016) englobaron estas
publicaciones en tres grandes temas: violencia, paternidad y diversidad LGBTQ.
En México, Núñez Noriega (2017) hizo una búsqueda sistemática de producción
sobre masculinidades, encontrando 577 documentos publicados entre 1990 y 2014.
Los cinco temas más abordados fueron: a) erotismo, diversidad sexual y VIH con
115; b) identidad, subjetividad y machismo, 76; c) teoría, metodología y
epistemología, 67; d) paternidad, pareja y familia, 66; y e) violencia en
distintas modalidades –contra mujeres, sexual, familiar y crímenes–, 57. Se podría pensar que esta cantidad de documentos
significa que se está en el camino correcto hacia una mayor comprensión de la
problemática masculina y su intervención, pero como se señaló antes, hay una
brecha entre el ámbito académico y la implementación de cambios que se verían
traducidos en políticas públicas.
Otro logro ha sido la formación de espacios que convocan a los
investigadores para presentar trabajos y reflexiones sobre las masculinidades.
En México en 2005 se formó la Academia Mexicana de Estudios de Género de los
Hombres (AMEGH), que periódicamente organiza congresos que incluso reúnen
académicos latinoamericanos a falta de este tipo de eventos en sus países de
origen.
Otras organizaciones en Latinoamérica trabajan con un pie tanto en el
ámbito académico como en el práctico. Por ejemplo, en Chile están Crea Equidad[3] y EME Masculinidades y
Equidad de Género[4];
en Uruguay se fundó el Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género[5]; y en Brasil PROMUNDO[6]. Además de hacer
investigación, organizan campañas, ofertan talleres y elaboran manuales de
intervención, con el objetivo de solucionar problemas sociales relacionados con
las masculinidades. No obstante su valioso trabajo, sería necesario evaluar el
verdadero impacto que han tenido hasta ahora.
Los problemas teóricos que enfrenta el subcampo de las masculinidades
son: ausencia de investigaciones empíricas, eurocentrismo, estudios con poco
rigor científico y limitada apertura a la crítica/autocrítica de las ideas. En
relación con el primer punto González Ramírez y Villaseñor García (2010)
señalaban que la mayoría de la producción académica son ensayos y reflexiones
personales. Si la investigación busca entender la realidad, limitar su estudio
en torno a interpretaciones particulares, debilita el alcance comprensivo y con
ello la posibilidad de cambio.
Respecto del eurocentrismo, las influencias se centran en dos
direcciones: la cultura anglosajona –lidereada por Estados Unidos– y Francia. Sin
embargo, no tenemos las mismas condiciones materiales, culturales, ni políticas
de estos países. Esto tiene consecuencias negativas, pues se intenta reproducir
lo que en estas partes del mundo se piensa y hace, cuando los contextos son
distintos y no basta con trasladar sin más las ideas que funcionan para ellos.
Vendrell (como se citó en Minello Martini, 2011) señala una idea fundamental
para estos tiempos: se ha tomado a los hombres norteamericanos de clase media
como punto de referencia para el resto del mundo. Por lo tanto, cabe
preguntarnos si las necesidades, problemas psicológicos, culturales y sociales
de los varones del país vecino son las mismas para todo el planeta y si son
homogéneas. La respuesta es obvia. El estudio de las masculinidades tiene este
sesgo. Echeverría (como se citó en Lamas, 2022) señala esta americanización de
la cultura en todo el mundo, que a su vez influye en los estudios de género.
Con relación al poco rigor científico, en otro espacio (Cervantes Ríos,
2020) analizo lo que han publicado diversos colegas sobre masculinidades en
infancia y adolescencia, detectando ciertas limitaciones. Esto no se debe a
deficiencias en su capacidad académica, sino a lo que Billig (2014) ha
denunciado como una exigencia internacional desde los años setenta: producir la
mayor cantidad de textos como parte de un sistema de incentivos ante los bajos
salarios de docentes en universidades y centros de investigación a nivel
mundial. Esto explica la mayor preocupación por la cantidad de productos que
por su calidad. El fenómeno se detectó en estudios solo de masculinidades en
infancia y adolescencia, cabe preguntarse si se repite en el trabajo con otras
edades.
En comparación con la cantidad de productos académicos, existe poca
reflexión sobre las teorías y epistemologías empleadas (Minello Martini, 2011).
En 1927, Vygotski (1991) escribió que la Psicología estaba en crisis. El motivo
de esta afirmación para Vygotski era que, ante toda pregunta de investigación,
las distintas teorías reaccionaban con la misma respuesta. El estudio de las
masculinidades se enfrenta a una situación similar para contestar cualquier
interrogante simplificando las explicaciones; así, es común encontrar
respuestas como: todo se debe al machismo, al patriarcado, a la masculinidad
hegemónica (Connell, 2020), a los estereotipos, a la “masculinidad tradicional”.
Si partimos del principio que la realidad es múltiple y compleja, no es lógico
encontrar la misma explicación ante diversos fenómenos humanos en el tiempo y
en el espacio.
Minello Martini (2011) señala que además de las influencias
anglosajonas otra corriente de pensamiento proviene de autores franceses como
Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jaques Lacan, que han influido en las ideas
de autoras feministas (Lamas, 2002; Rubin, 2013) y éstas a su vez han incidido
en el estudio de las masculinidades.
Esta tendencia francesa, influye mediante el psicoanálisis en los
estudios de género para entender los comportamientos de los hombres. El
problema con esta teoría psicológica es que se presenta como un sistema
explicativo cerrado que no permite dialogar con otras posibles interpretaciones
(Vygotski, 1991): o se aceptan sus principios o no hay comunicación desde otros
puntos de vista. De ahí que se asuman como verdades universales el complejo de
Edipo o el inconsciente, aunque en los estudios empíricos, esto no pueda
comprobarse.
Respecto a la falta de crítica/autocrítica, algunas/os colegas en
lugar de aceptar distintos marcos conceptuales con los que se puede o no estar
de acuerdo total o parcialmente, simplemente se descalifican otras ideas tachándolas
de “positivistas”, “anticuadas” o “puras” si no se ubican en las vertientes
francesa o anglosajona. Esto me hace pensar que hay desconocimiento de otras
teorías epistemológicas y filosóficas.
Un riesgo constante en los estudios de las masculinidades es la idea
de hacer investigaciones y/o reflexiones de género desvinculados del feminismo.
Esto es un error porque, como señalan Tena Guerrero (2010) y Fernández Chagoya
(2016), sería un retorno al androcentrismo, nos ubicaría en otro marco de
referencia no solo de interpretación, sino de posicionamiento político. Si el
propósito final del estudio de masculinidades es alcanzar la igualdad de
género, es esencial que se tome en cuenta a la otra parte de la población que
demanda el mismo propósito.
Algunas
sugerencias para el futuro
A
manera de propuestas y siguiendo con las dos líneas de análisis planteadas en
este breve ensayo –práctica y teórica–, diría que en relación con los
pendientes prácticos es necesario establecer espacios de diálogo –formales e
informales– dentro y fuera de las escuelas de los diversos niveles educativos
para modificar las prácticas de los niños, jóvenes y hombres mediante el
convencimiento, retomando sus dudas, creencias y molestias. Para ello, resulta
necesario generar discursos articulados y accesibles para la mayoría de las
personas, puesto que hoy prevalecen una serie de términos difíciles de comprender
y asimilar y que en ocasiones no aclaran el problema.
Un ejemplo de esta dificultad en la comunicación es una experiencia documentada
sobre maltrato infantil (Cervantes Ríos, 2003), con madres y padres reportados
por familiares y/o vecinas/os de haber ejercido violencia contra sus hijas/os.
Su primera reacción era negar ser violentos argumentando que era su forma de
educar. Se resistían a ser etiquetados con un término socialmente negativo, de
lo que se derivaba la resistencia a participar obligatoriamente en grupos de
educación no formal con la intención de que aprendieran a resolver conflictos
de manera pacífica, en aras de mejorar la convivencia familiar.
De manera simultánea, se formó otro grupo en el que madres y padres asistían
voluntariamente porque querían aprender cómo educar a sus hijas/os sin golpes y
gritos. Aunque las prácticas de crianza eran similares en ambos grupos, la
actitud del segundo era de cooperación y apertura, mostrando avances
significativos; en tanto que en el primero estaban a la defensiva, asistían con
irregularidad y algunas personas hasta se mudaron de domicilio para evitar las
sesiones, lo que volvió imposible verificar avances y dar seguimiento. Como se
dijo líneas arriba, los términos empleados en cada caso variaron en función de
las circunstancias: poner el énfasis en la aceptación de que se es violento y
hablar de los tipos de violencia difiere diametralmente de la aceptación de que
hay un problema que requiere acciones inmediatas de solución, sin pasar por la incomodidad
de sentirse juzgado.
En relación con las dificultades teóricas, podrían realizarse
reuniones de trabajo de las diversas disciplinas que intervienen en los
estudios de las masculinidades, ya sea en redes, universidades, centros de
investigación y eventos académicos, para hacer explícitos los marcos de
referencia tanto epistemológicos, teóricos y metodológicos, articulando el
abordaje de los distintos temas de investigación/reflexión, así como la
comprensión de los sujetos/objetos de estudio. Lo importante, como señaló
Olavarría (2019) es buscar nuevas maneras de explicarnos las masculinidades y
el género pues los marcos de referencia actuales son insuficientes.
Finalmente, como en los últimos años se ha negado la base material del
cuerpo y el cerebro, deberíamos establecer diálogos con especialistas en
neurología, neurofisiología y neuropsicología, así como en ciencias biológicas.
La idea es integrar todos los conocimientos de las diversas ciencias, cada una
tiene algo que aportar a la comprensión de las masculinidades y su posterior
transformación en seres humanos igualitarios en todos los terrenos.
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[1]
Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico:
jose.crios@academicos.udg.mx
[2] La carencia social, de acuerdo con CONEVAL (2023),
es no contar con los derechos sociales cubiertos como educación, salud,
seguridad social, calidad y espacio en la vivienda, servicios básicos en la
vivienda, alimentación nutritiva y de calidad.
[3]
https://www.creaequidad.cl/quienes-somos/presentacion.html
[4]
https://www.eme.cl/equipo-eme/
[5]
https://masculinidadesygenero.org/wordpress/
[6]
https://promundo.org.br/