GABRIELA MISTRAL Y LA
VISIBILIDAD DE LOS SUJETOS MARGINALES: UNA CRÍTICA A LAS PRÁCTICAS HEGEMÓNICAS
DESDE LA INTERSECCIONALIDAD
GABRIELA MISTRAL AND THE VISIBILITY OF
MARGINALIZED SUBJECTS: A CRITIQUE OF HEGEMONIC PRACTICES THROUGH
INTERSECTIONALITY
Wilson
Orlando Albornoz Fuentes[1]
Andrea Miranda[2]
María Angélica Montecinos Rojas[3]
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v7i62.8077
Resumen
El artículo analiza
la relevancia del concepto de visibilidad de los sujetos-cuerpos marginales en
los contextos político, cultural y social, centrándose en los textos políticos
de Gabriela Mistral. Se examina cómo las prácticas y discursos hegemónicos reorganizan
la marginalidad sin permitir una transformación real en las relaciones de
poder. Utilizando el marco teórico de la interseccionalidad y dialogando con
autoras como bell hooks,
Judith Butler, Sara Ahmed y Angela Davis, se profundiza en la crítica de
Mistral hacia las formas superficiales de reconocimiento que perpetúan las
desigualdades.
Mistral enfatiza la
necesidad de una participación auténtica desde los espacios marginales,
evitando que los sujetos-cuerpos marginados deban adaptarse a prácticas
hegemónicas para ser visibilizados. Sus escritos políticos, como “El carácter de
la mujer chilena”, “Organización de las mujeres” y “Voto femenino”, abogan por
una visibilidad que reconozca y valore las diferencias entre las mujeres,
promoviendo una organización colectiva que desafíe las estructuras de poder
existentes.
El artículo discute
cómo Mistral anticipa debates contemporáneos sobre interseccionalidad y
visibilidad, señalando que la inclusión simbólica sin cambios estructurales
profundos es insuficiente para alcanzar la justicia social. Se exploran
ejemplos actuales que evidencian la vigencia de sus ideas, como la
participación de mujeres indígenas en movimientos feministas y la visibilidad
de personas transgénero en América Latina, destacando cómo la marginalidad es
frecuentemente absorbida por narrativas hegemónicas.
En concreto, la obra
de Gabriela Mistral proporciona un marco teórico valioso para comprender y
criticar las dinámicas de poder que perpetúan la marginalidad. Su insistencia
en una visibilidad interseccional y en la
transformación de las estructuras hegemónicas es esencial para las luchas
políticas contemporáneas. El artículo subraya la necesidad de promover un
cambio estructural que posibilite una transformación significativa en las
dinámicas de poder, fomentando la equidad y la justicia social desde y para los
espacios marginales.
Palabras clave:
visibilidad, marginalidad, Gabriela Mistral, interseccionalidad, hegemonía
Abstract
This article analyzes the relevance of the visibility of marginalized subject-bodies in political, cultural, and social contexts, focusing on the political and poetic texts of Gabriela Mistral. It examines how hegemonic practices and discourses reorganize marginality without permitting real transformation in power relations. Utilizing the theoretical framework of intersectionality and engaging with authors such as bell hooks, Judith Butler, Sara Ahmed, and Angela Davis, the study delves into Mistral's critique of superficial forms of recognition that perpetuate inequalities.
Mistral emphasizes the necessity of authentic
participation from marginalized spaces, avoiding the need for marginalized
subject-bodies to adapt to hegemonic practices to become visible. Her political
writings, including “Carácter femenino
en Chile,” “Organización de
las mujeres,” and “Voto femenino,” advocate for a visibility that recognizes and
values differences among women, promoting collective organization that
challenges existing power structures.
The article discusses how Mistral anticipates contemporary debates on intersectionality and visibility, noting that symbolic inclusion without profound structural changes is insufficient to achieve social justice. Current examples are explored to demonstrate the relevance of her ideas, such as the participation of indigenous women in feminist movements and the visibility of transgender individuals in Latin America, highlighting how marginality is frequently absorbed by hegemonic narratives.
In conclusion, Gabriela Mistral's work
provides a valuable theoretical framework for understanding and critiquing the
power dynamics that perpetuate marginality. Her insistence on intersectional
visibility and the transformation of hegemonic structures is essential for
contemporary political struggles. The article underscores the need to promote
structural change that enables significant transformation in power dynamics,
fostering equity and social justice from and for marginalized spaces.
Keywords: visibility, marginality, Gabriela Mistral,
intersectionality, hegemony
Recepción:
02 de noviembre de 2024/Aceptación: 11 de marzo de 2025
Introducción
En la actualidad, la
discusión política, cultural y social sobre la visibilidad de los
sujeto-cuerpos marginales (Albornoz y Barrientos, 2023) ha cobrado una
importancia crucial en el ámbito académico y la reformulación de relaciones
sociales, debido a las implicaciones que tiene el dar cuenta de las relaciones
que suceden en el borde de lo visible, en cuanto a violencia, productividad
empobrecida, precariedad, etc. (Richard, 1994; Sutherland, 2002, 2009). Para lo
anterior, se ha recurrido a las herramientas entregadas por la
interseccionalidad, ya que se entiende como un marco teórico que ha permitido
una comprensión más profunda de cómo las diferentes formas de opresión -incluyendo
el racismo, el sexismo, la homofobia y la xenofobia- se entrelazan y afectan de
manera diversa a individuos y grupos que emergen en espacios y relaciones
definidas como marginadas, o que no son reconocidas por los espacios de
visibilidad, no teniendo con ello la posibilidad de tener privilegio (Brah, 2011). Por tanto, la interseccionalidad, ha sido un
espacio esencial para analizar las dinámicas de poder, subyugación y violencia,
en razón de dos nociones, primero, la perpetuación de la marginalización, y en segundo lugar, para diseñar intervenciones que
reconozcan y aborden las múltiples dimensiones de la identidad y la opresión (Barad, 2007).
Sin
embargo, a pesar de lo anterior, la visibilidad, en el contexto de las
personas, sujetos, cuerpos socialmente marginados, es un concepto ampliamente
discutido dentro del feminismo y las ciencias sociales (Cabell,
2024; Butler, 1990; Linabary y Corple,
2019; Smith, 2008), dadas las tensiones que provoca a nivel académico (Ahmed,
2019; Davis, 1981, 2017; hooks, 2000). Autoras como bell hooks, Judith Butler y Kimberlé Crenshaw han aportado
significativamente a la comprensión de cómo la visibilidad puede impactar a
estos sujetos-cuerpos[4]
marginados de forma positiva, en cuanto a reconocimiento de derechos civiles (Butler,
2017), participación política (hooks, 2021),
bienestar psicológico (Albornoz y Barrientos, 2023), en la comprensión de
fenómenos sociales complejos, como es el dar voz a las historias y
subjetividades no reconocidas históricamente (Crenshaw,
1991). Específicamente, la visibilidad se refiere al grado en que las
experiencias, identidades, luchas y contribuciones de estas personas son
reconocidas y representadas en la sociedad. Por tanto, la visibilidad aparece
en contrapunto de la noción de espacios hegemónicos.
El
concepto de “espacio hegemónico” (Gramsci, 1989; Foucault, 1978) se refiere a
un ámbito o contexto social, cultural, político o económico en el cual
predomina una visión, grupo o ideología dominante que ejerce una influencia
significativa y controla en gran medida las dinámicas y estructuras de poder. Este
término está profundamente relacionado con las teorías de hegemonía
desarrolladas por Antonio Gramsci (1989), así como con las ideas de poder y
disciplina exploradas por Michel Foucault (1977, 1978). Antonio Gramsci (1991) introdujo
el concepto de hegemonía para describir cómo una clase dominante puede mantener
su poder no solo a través de la coerción, sino también mediante el consenso
cultural. Según Gramsci (1989), en un espacio hegemónico, las normas, valores y
creencias del grupo dominante se naturalizan y se presentan como universales,
lo que margina y subordina otras perspectivas, identidades y formas de vida.
Este consenso se logra a través del encastramiento de
diversas instituciones, incluyendo la educación, la religión y los medios de
comunicación, que perpetúan la ideología dominante. A su vez, Michel Foucault
enriqueció esta discusión al explorar cómo el poder opera en las sociedades
modernas no sólo a través de la coerción directa, sino también mediante
mecanismos más sutiles de control, productividad y disciplinamiento.
Foucault (1979) introduce la idea de la “microfísica del poder”, señalando que
el poder se ejerce en todos los niveles de la sociedad, y no solo desde arriba.
Desde esta perspectiva, los espacios hegemónicos pueden ser entendidos como
lugares donde las relaciones de poder son normalizadas y mantenidas a través de
prácticas discursivas y estructuras institucionales que moldean la conducta y
el pensamiento de los individuos (Albornoz y Barrientos, 2023).
Los
medios de comunicación, por ejemplo, a menudo operan como espacios hegemónicos
al difundir prácticas y discursos de los grupos dominantes y presentan ciertas
narrativas como naturales y universales (ejemplo la heterocisnormatividad).
Foucault complementaría este análisis destacando cómo los discursos hegemónicos
no solo reflejan el poder, sino que también lo producen y reproducen al moldear
las percepciones de la realidad. De manera similar, las instituciones
educativas pueden ser consideradas espacios hegemónicos cuando promueven
exclusivamente ciertos tipos de conocimiento, como el eurocentrismo o el
androcentrismo. Foucault (1977, 1978) observaría que estas prácticas no son
meramente ideológicas, sino también disciplinarias, ya que regulan qué tipos de
saberes son legitimados y cuáles son excluidos. En el entorno laboral, las dinámicas
de poder se manifiestan en la cultura organizacional y las jerarquías internas,
revelando patrones predefinidos que se han normalizado. Gramsci (1971) y Foucault (1977) coincidirán en que
estas estructuras no solo sostienen el poder económico de ciertas clases, sino
que también normalizan ciertas conductas y expectativas, perpetuando así las
desigualdades de género, raza y clase.
La
existencia de espacios hegemónicos tiene profundas implicaciones para los
procesos de reconocimiento y la justicia social, ya que perpetúan desigualdades
estructurales y limitan la capacidad de los grupos marginados para desafiar y
transformar las condiciones de su opresión. Foucault (1977) advierte sobre cómo
estos espacios contribuyen a la producción de subjetividades, moldeando lo que
es posible pensar, decir y hacer dentro de un marco hegemónico. En respuesta,
teóricos feministas, críticos y decoloniales han trabajado para desmantelar
estas estructuras hegemónicas, promoviendo la creación de espacios
contraculturales o “contrahegemónicos” donde las voces y perspectivas
subalternas pueden ser escuchadas y valoradas (Davis, 2017).
Por
otro lado, la visibilidad también está ligada al control narrativo. A menudo,
quienes controlan los medios y las instituciones definen cómo se representa a
los grupos marginados, lo cual puede perpetuar estereotipos o reducir sus
identidades a representaciones simplistas (P-Orridge,
2023). Este control narrativo es especialmente problemático cuando la
visibilidad no se traduce en cambios estructurales, sino que simplemente
refuerza las jerarquías existentes.
Desde
lo anterior, toma relevancia lo planteado por bell hooks (2000), Judith Butler (1993) y Kimberlé
Crenshaw (1989, 1991), quienes argumentan desde una
posición teórica-filosófica feminista, que aboga por la visibilidad y lucha
reivindicatoria de las poblaciones e identidad históricamente violentadas y
marginadas. En primer lugar, bell hooks
(1989) argumenta que la visibilidad puede actuar como una herramienta de
empoderamiento. Aumentar la visibilidad de los grupos marginados contribuye al
reconocimiento de sus derechos, necesidades y aportes, tanto en los medios de
comunicación como en las políticas públicas y la educación. Esta representación
no solo facilita que estas personas afirmen sus identidades, sino que también
desafía las narrativas dominantes que han sido históricamente excluyentes.
Sin
embargo, Judith Butler (1993) enfatiza los riesgos que acompañan a la
visibilidad. Butler sugiere que, en muchos casos, hacer visible una identidad
marginada puede exponer a las personas a mayores riesgos de violencia,
discriminación y acoso, especialmente en contextos donde persisten actitudes
hostiles o prejuiciosas. Por tanto, aunque la visibilidad puede ser liberadora,
también puede ser peligrosa en entornos no seguros, como los espacios
hegemónicos.
Además,
Kimberlé Crenshaw (1991), a
través de su teoría de la interseccionalidad, advierte sobre los peligros de la
visibilidad superficial o el “tokenismo”. Este
fenómeno ocurre cuando se utiliza la visibilidad de manera simbólica para
cumplir con una apariencia de diversidad, sin un compromiso real con la
igualdad. Crenshaw señala que es esencial reconocer
cómo las diferentes formas de opresión interactúan, y que la visibilidad debe
ser acompañada de un análisis crítico de las estructuras de poder que perpetúan
la marginación.
En
consecuencia, la visibilidad tiene un impacto que varía según el contexto
cultural, social y político en el que se produce. En este caso, hooks (1989) plantea, que la invisibilidad puede ser una
estrategia de supervivencia frente a represalias, mientras que, en otros
contextos, la lucha por la visibilidad es crucial para la reivindicación de
derechos y el acceso a recursos y oportunidades. En concreto, la visibilidad,
tal como la han conceptualizado autoras como hooks
(1989), Butler (1993) y Crenshaw (1991), es un
proceso que puede contribuir al reconocimiento de personas, sujetos, cuerpos
marginados, sin embargo, con ello también se expone dicha marginalidad visible
a procesos de reconocimiento que demandan la adquisición de prácticas y
discursos hegemónicos. La visibilidad de identidades no hegemónicas, tales como
las de las comunidades LGBTQ+, los pueblos indígenas y otros grupos
históricamente marginados y violentados, en cuanto a los resultados y las
exigencias de dicha visibilidad (Albornoz y Barrientos, 2023). Por tanto, la
visibilidad no garantiza procesos de reconocimiento efectiva ni la distribución
de pleno de sus derechos y dignidad.
En
este escenario sobre la controversia de la visibilidad, la discusión académica
y científica en su mayor parte se ha quedado con textos y escritoras del
hemisferio norte, sin embargo, este artículo quiere problematizar desde el sur
continental. En Chile, por ejemplo, encontramos en la obra de Pedro Lemebel, que escribe desde el margen para dar cuenta de la
marginalidad, como un espacio creativo y productivo de lo diferente en términos
reivindicativos (Lemebel, 1996, 2001; Luongo, 2021). Por
otra parte, tenemos los textos políticos de Gabriela Mistral, los cuales ofrecen
una crítica que da cuenta de las prácticas y discursos hegemónicos que no
abogan por una visibilidad inclusiva que trascienda las jerarquías establecidas,
sino más bien, reorganizan la marginalidad para generar una idea de visibilidad
desde la propia marginalidad (Hernández, 2018). En el presente artículo, nos basaremos en los escritos de
Gabriela Mistral, cuyas obras ofrecen una crítica a las estructuras de poder y
las jerarquías sociales, proponiendo una visibilidad emergente desde los
márgenes en un claro contraste con los discursos hegemónicos que perpetúan la
exclusión.
Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayaga), se
consolidó como una de las figuras más influyentes de la literatura y la
política latinoamericana en el siglo xx.
Su trabajo en la poesía no solo la llevó a ser la primera persona latinoamericana
en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945 (Premio Nobel, 2023), sino que
también la estableció como una voz fundamental en la defensa de los derechos
humanos, la educación y la equidad de género (Agosín, 2003). Mistral utilizó su
poesía para explorar temas como el amor, la muerte, la maternidad y la
identidad, pero también para criticar las injusticias sociales y abogar por una
educación humanista (Smith, 2017).
En
el ámbito de la educación, Mistral jugó un papel clave en la reforma educativa
de varios países latinoamericanos, donde promovió una visión pedagógica que
integraba el respeto por las culturas indígenas, la importancia de la
alfabetización y la igualdad de oportunidades para las mujeres (González,
2013). Su pensamiento educativo, profundamente enraizado en la justicia social,
influyó en políticas educativas a nivel continental y dejó un legado perdurable
en la formación de generaciones futuras (Miller, 1992). Además, como
diplomática, Mistral representó a Chile en varios foros internacionales, donde
su compromiso con los derechos humanos y la justicia social la llevó a
convertirse en una defensora incansable de la dignidad humana, la igualdad y la
paz mundial (Mistral, 2017).
Mistral,
a pesar de ser reconocida a nivel mundial desde su literatura y grandes aportes
en educación, en este artículo destacaremos las obras políticas de la autora,
como un marco teórico que desde la marginalidad académica entregan una crítica
a los procesos de visibilidad política, cultural y social (Moraga Valle, 2014).
Este argumento permite que desde nuestro territorio sudamericano podamos
discutir procesos complejos como la violencia que emerge en los espacios
normados, justificados en procesos de visibilidad (Tagle Domínguez, 2002;
Miller, 2005), y con ello enriquecer la discusión académica y científica en el
abordaje de problemáticas sociales complejas de las poblaciones
sistemáticamente violentadas y marginadas.
Para
lo anterior, la exploración de los textos políticos de Mistral es crucial para
comprender cómo los discursos y prácticas hegemónicas continúan fagocitando la
marginalidad en la actualidad. Mistral denuncia en su tiempo que las luchas por
la igualdad, frecuentemente lideradas por grupos privilegiados, pueden
invisibilizar y cooptar las voces de las y los sujetos-cuerpos marginales y
marginados (Horan, 1996).
Análisis Teórico de
Gabriela Mistral[5]
En su ensayo “El carácter
de la mujer chilena”, Gabriela Mistral (1945) reflexiona sobre las
características y cualidades que definen a las “mujeres chilenas”, donde se
construye un estereotipo relacionado a la resiliencia, capacidad de trabajo y
compromiso con la familia y la comunidad (Biagi,
2022), a pesar de que en la actualidad dicho estereotipo es criticado, al
contextualizarlo, es una imagen de “mujer chilena” que discute las ideas
tradicionales del potencial de los cuerpos feminizados (Barad,
2024). En el texto, Mistral argumenta que la resiliencia y la capacidad de trabajo
de las mujeres chilenas no solo son atributos individuales masculinos, sino que
también son características colectivas que deben ser reconocidas y
visibilizadas en el ámbito político y social. Ella subraya que estas cualidades
permiten a las “mujeres chilenas” -sujetos-cuerpo- enfrentar las barreras
sociales, culturales y económicas construidas por una sociedad patriarcal, que
valida discursos y prácticas masculinizantes (Vásquez, 2011). Sin embargo, esta
noción de “mujer chilena”, es marginal, ya que no es reconocida o privilegiada,
por tanto, la feminidad del cuidado y la resistencia, aparecen para Mistral
como aquello que permite una sobrevivencia y un espacio vital en lo marginal (Ravelo
García, 2016).
Otro
de sus escritos que amplía la reflexión es “La instrucción de la mujer”
(Mistral, 1992), donde Mistral aborda el rol de las mujeres chilenas en la
sociedad y la economía, y critica las limitaciones impuestas por los espacios
sociales machistas y clasistas, abogando por una mayor participación de las
mujeres en todas las esferas de la vida pública. Sin embargo, la participación
no es tan solo política, sino de que da cuenta de las voces que no se han
escuchado, por ejemplo, la voz de la proletaria. Este texto es fundamental para
entender su visión sobre la necesidad de romper o “escabullirse” entre las
estructuras de poder que marginalizan a las mujeres (lo femenino) y destaca la
importancia de la lucha por una participación desde lo marginal. Mistral señala
que la participación limitada de las mujeres en la vida pública no solo es una
injusticia social, sino también, cuando se le entrega el privilegio de tener
voz o ser escuchada, la mujer debe tener las mismas cualidades de poder que los
hombres (Sánchez González, 2020). La crítica que entrega Mistral, apunta a una
perspectiva que subraya la importancia de una visibilidad que no coarte la
propia marginalidad, sino que los procesos de producción política, social y
cultural emergen en los espacios vivos de las relaciones sociales marginales.
Es decir, su crítica va al reconocimiento de los sujetos-cuerpos, desde los
espacios marginados que transitan, para no jibarizar
o modificar al sujeto-cuerpo, y con ello, exista una visibilidad de lo
marginal, no aquella traductibilidad que realizan los espacios hegemónicos o
privilegiados de la marginalidad. La autora insiste en que los movimientos
políticos deben luchar por la visibilidad de todas las sujetos cuerpo,
reconociendo las desigualdades inherentes y trabajando para superarlas sin
reorganizarse en las prácticas y discursos hacia lo hegemónico (Torres-Rioseco,
1946).
En
“Organización de las mujeres” (Mistral, 1925) y “El carácter de la mujer
chilena” (Mistral, 1945), Mistral discute la importancia de la organización
colectiva para lograr avances en los derechos de las mujeres. Ella argumenta
que la unidad (la persona-sujeto-cuerpo) y la organización (colectivo o voces
conjuntas de sujeto-cuerpo) son esenciales para enfrentar las desigualdades y
obtener reconocimiento político y social. Estos textos destacan la importancia
del activismo y la solidaridad entre mujeres, principios que siguen siendo
centrales en los movimientos feministas actuales y que son fundamentales para
la visibilidad (Mistral, 1925). Además, Mistral hacía énfasis en la solidaridad
como acto de cuidado que se desmarca de la masculinidad productiva, y se acoge
a una feminidad y acto de enmarañar en las y los otros (Hoskin,
2020). Por tanto, Mistral enfatiza que la organización de las mujeres debe ser
representativa de las marginalidades, independientemente de sus categorías
sociales, económicas o étnicas. Ella aboga por una organización que reconozca y
valore las diferencias entre las mujeres, y que trabaje para visibilizar las
diversas formas de opresión que enfrentan. Lo expuesto, permite la emergencia
de la crítica de Mistral hacia las formas de lucha y reconocimiento
superficial, es decir, cuando los procesos de visibilidad son procesos de
modificación de la marginalidad, para acceder a espacios de participación
política (Horan, 2009), como la masculinización de un sujeto cuerpo, para ser
escuchado, o acceder a privilegios de poder (Azócar y
Hauyon, 2021).
En
“Voto femenino” (1928) Gabriela Mistral aboga por el derecho al voto para las
mujeres, destacando la importancia de la participación política. Sin embargo,
en este texto, Mistral va a dar cuenta de que esta discusión política no debe
darse entre actores privilegiados, como hegemónicamente se ha realizado, sino
que este diálogo debe emerger desde espacios marginales (donde alude a la
noción de proletaria). Ella argumenta que el sufragio es un paso crucial para
la emancipación de las mujeres y para asegurar que sus voces sean escuchadas en
la toma de decisiones. Este ensayo es significativo porque conecta directamente
con las luchas contemporáneas por los derechos políticos y la representación de
las mujeres, subrayando la importancia de la visibilidad interseccional
(Bates, 1961) desde los espacios marginales (Ariz
Castillo, 2019).
Asimismo,
en “Sufragio femenino” (1999), Gabriela Mistral profundiza en los argumentos a
favor del sufragio femenino, criticando la exclusión de las mujeres del proceso
político y subrayando que la igualdad política es esencial para una democracia
verdadera. Este texto refuerza la importancia de la participación política como
un derecho fundamental y una herramienta para la reivindicación de y desde la
marginalidad (Ariz Castillo, 2021). Mistral argumenta
que la marginación de las mujeres del proceso político es una violación de los
principios democráticos, de la participación social. Ella subraya que la
igualdad política es fundamental para visibilizar las experiencias y
necesidades de todas “las mujeres”, y para garantizar que sus voces sean
escuchadas y vistas desde sus espacios (Ocampo López, 2002). Pero esta igualdad
política no reconoce la masculinidad como lo universal, sino que la igualdad
política es reconocer al otro (lo femenino) como parte de la discusión
política.
Por
último, en “Una nueva organización del trabajo”, Gabriela Mistral (1927)
plantea la necesidad de una reestructuración de la sociedad que permita la
plena visibilidad de las mujeres. Ella argumenta que las mujeres deben tener
acceso a la educación, el trabajo y la participación política en igualdad de
condiciones. Este ensayo es crucial porque muestra su visión de un cambio
sistémico que aborda las raíces de la desigualdad y propone soluciones (Trabucco Valenzuela, 2003). Sin embargo, Mistral destaca
que la reestructuración de la sociedad debe ser visibilizando y participando
desde lo marginal nuevamente (proletariado). Es decir, no modificar dichas
vivencias o experiencias al ajuste de lo hegemónico para ser dialogado. La
autora entiende que la lucha por una nueva organización de la sociedad debe
integrar a todas las mujeres, independientemente de sus categorías sociales,
étnicas o económicas (Torres-Rioseco, 1946).
Mistral en el diálogo
actual
La obra de Gabriela
Mistral que se ha expuesto proporciona una perspectiva crítica sobre las
dinámicas de poder y marginación que sigue siendo relevante en el análisis de
las estructuras sociales contemporáneas. Mistral, desde el sur del mundo, ocupó
las palabras de su territorio, una proxémica y uso de su propia voz, que se
despliega en el espacio social, generando un marco tensionado ante los procesos
sociales desde su momento histórico, lo cual la vuelve una visionaria de su
época. Por tanto, procederemos a integrar conceptos teóricos de Judith Butler
(2017), Sara Ahmed (2012, 2019, 2021), bell hooks (2020) y Angela Davis (2017), que desde la actualidad
permiten una profundización en la comprensión de cómo las prácticas y discursos
hegemónicos absorben y reorganizan la marginalidad sin permitir un verdadero
cambio en las relaciones de poder (Moraga Valle, 2014).
Mistral
aboga por una integración auténtica de todas las mujeres en los movimientos de
lucha, evitando que las prácticas y discursos hegemónicos fagociten la
marginalidad sin permitir un verdadero cambio en las relaciones de poder (Barad, 2024). Al destacar la importancia de la visibilidad
o reconocimiento en cuanto a la participación de personas como comunidades
marginadas, Mistral apuesta por una idea adelantada para su época, ya que luego
la vemos en la obra de Butler sobre la necesidad de desafiar las normas de
género y promover una representación de las marginalidades. La crítica de
Mistral a la integración superficial aún prevalece y es relevante para las
luchas políticas contemporáneas, donde la visibilidad y el reconocimiento
genuino son esenciales para lograr un cambio real (Ravelo García, 2016).
Por otro lado, al analizar las ideas de
Gabriela Mistral, podemos encontrar puntos de conexión con las propuestas
contemporáneas de Judith Butler (2017). Butler, con su teoría de la performatividad,
argumenta que el género no es una esencia innata, sino una serie de actos
repetitivos respecto de la norma (heterocisnormativo)
que constituyen al sujeto-cuerpo a través de la acción concreta en el mundo, es
decir, su performance. Este concepto
se puede observar en la propia obra de Mistral sobre cómo las cualidades de las
mujeres chilenas, como la resiliencia y la capacidad de trabajo, son
características colectivas que deben ser reconocidas y visibilizadas en el
ámbito político y social (Butler, 1993; Luongo, 2021). Mistral entiende que los
espacios de lucha política deben reconocer, visibilizar y representar a todos
los sujetos, independientemente de sus categorías socioeconómicas, étnicas o de
género (Tagle Domínguez, 2002), sin ser traducidos o cambiados, es decir, la emergencia de los fenómenos sociales deben ser abordados
desde los espacios e intersecciones, desde donde emerge.
Además,
Butler (1990) sugiere que la performatividad del
género implica una reiteración constante de normas que pueden ser desafiadas y
subvertidas a través de la visibilidad y la representación auténtica, es decir,
la marginalidad se convierte en un espacio que puede cuestionar la propia
hegemonía en cuanto a su visibilidad. En este sentido, Mistral proporciona una
crítica pertinente, tanto en su época como en la actualidad, para las luchas
políticas contemporáneas, destacando la importancia de una visibilidad interseccional que reconozca y valore las diferencias y
contribuciones específicas de las mujeres en sus contextos particulares.
Mistral subraya que estas cualidades permiten a las sujetos-cuerpos marginados
(“mujeres chilenas”) enfrentar los espacios sociales, patriarcales, misóginos y
antifemeninos (Hoskin,
2020) y avanzar en la búsqueda de una tensión de la norma (Biagi,
2022).
Sara
Ahmed (2021), por su parte, introduce la idea del “ordenamiento del cuerpo” en
su análisis de la orientación y la espacialidad de los cuerpos marginalizados
(Ahmed, 2012). Ahmed sostiene que los cuerpos que no se alinean con las normas
hegemónicas son constantemente reorientados para encajar en estructuras de
poder existentes. Este concepto es particularmente relevante al considerar cómo
Mistral, en textos como “Organización de las mujeres”, critica las estructuras
patriarcales que limitan la participación y reconocimiento de las mujeres y aboga
por una mayor visibilidad y reconocimiento de sus contribuciones en todas las
esferas de la vida pública (Miller, 2005).
Por
otra parte, Ahmed (2019) argumenta que la orientación y la espacialidad de los
cuerpos marginalizados implican un constante reordenamiento que refuerza las
jerarquías de poder. Por su parte, Mistral enfatiza en la organización
solidaria entre mujeres, sugiere que los movimientos feministas deben desafiar
estas jerarquías y promover una verdadera equidad (Ahmed, 2019). La crítica de
Mistral a las formas de reconocimiento o visibilidad superficial que perpetúan
las jerarquías existentes, lo cual se observa en nuestro contexto contemporáneo
con la teoría de Ahmed sobre la necesidad de transformar las estructuras de
poder para permitir una integración auténtica (Sepúlveda Vásquez, 2011) desde
la marginalidad y no desde los propios espacios hegemónicos (mesas de trabajo
institucionalizadas, la universidad, los hospitales, los partidos políticos,
etc.).
Además,
la crítica de Ahmed hacia los espacios hegemónicos se vuelve especialmente
relevante al considerar el papel de la institucionalidad en la perpetuación de
jerarquías de poder (2019). Mistral, por su parte, plantea que estos espacios
institucionalizados que discutían el voto femenino, que a menudo se presentaban
como inclusivos, facilitaban el funcionamiento de mecanismos de control que
validan dinámicas de marginalización. Cuando los movimientos feministas y otros
grupos subalternos de principios del siglo xx
intentaban integrarse en estas estructuras, corrían el riesgo de adoptar sus
lógicas, lo que podía diluir sus demandas y perpetuar la opresión en lugar de
desafiarla.
En
sus escritos, Mistral destaca que la organización de las mujeres debe reconocer
las diferencias entre ellas, trabajando para visibilizar las diversas formas de
opresión que enfrentan. Al abogar por una organización transformadora, Mistral
desafía el ordenamiento de los cuerpos femeninos marginalizados y proporciona
un dar cuenta de los movimientos feministas contemporáneos. Su crítica a la
cooptación superficial de la marginalidad por parte de las estructuras
hegemónicas refleja la necesidad de un cambio estructural significativo, como
lo plantea Ahmed (Sánchez González, 2020) en los contextos universitarios
actuales o en la lucha contra los crímenes feminicidas (Ahmed, 2020, 2022).
Esta crítica a la visibilidad y las
diferencias entre las mujeres, planteada por Mistral, encuentra resonancia en
los análisis contemporáneos sobre la exclusión de ciertos grupos dentro de los
movimientos feministas, como lo señala bell hooks en su estudio sobre la marginalización de las mujeres
negras. bell hooks
(2000) apela a la visibilidad de las mujeres negras en los primeros movimientos
feministas, lo que es especialmente relevante a la luz de la obra de Mistral. hooks argumenta que las mujeres negras fueron
frecuentemente invisibilizadas y marginadas dentro de los movimientos
feministas dominados por mujeres blancas. Mistral por su parte, ya había abordado
esta cuestión en sus escritos, subrayando la importancia de una visibilidad que
no solo incluya a las mujeres, sino que también reconozca y valore las
diferencias entre ellas. En “El carácter de la mujer chilena” y “Voto femenino”
(1928), Mistral insiste en que los movimientos de lucha política deben integrar
a todas las mujeres, independientemente de sus categorías sociales, étnicas o
económicas (J. M. E., 1946). Es decir, se observa que, en el contexto chileno, el
conflicto de los procesos de visibilidad ya había sido abordado y cuestionado
en la noción de la mujer proletaria y la mujer burguesa.
Además,
hooks (2021) sostiene que la visibilidad de las
mujeres negras debe ser una prioridad en los movimientos feministas para
garantizar que sus experiencias y luchas sean reconocidas y valoradas. Así
mismo, Mistral destacaba las cualidades distintivas de las mujeres chilenas (nivel
socioeconómico, territorialidad, nivel educativo y género) como también la
resiliencia, el cuidado y la capacidad de trabajo, crítica en sí mismo y las
mesas de diálogo político que realizaba Amanda Labarca, ya que validaba
aspectos heterocisnormativos, es decir, daba la
capacidad de voz y participación a mujeres blancas de nivel socioeconómico alto
o de comunas de residencia de alta plusvalía. Este enfoque es crucial para
garantizar que los movimientos feministas no perpetúen las jerarquías
existentes, sino que promuevan una verdadera equidad o reconocimiento de los
sujetos-cuerpos que quedan en lo marginal (Ocampo López, 2002). Al abogar por
relaciones de reconocimiento de lo marginal para espacios políticos auténticos
y desafiar las prácticas y discursos hegemónicos, Mistral desde su contexto
latinoamericano y a principios del siglo xx,
ya discutía y problematizaba la crítica que hará a fines del siglo xix hooks a
la exclusión dentro del feminismo de las mujeres de nivel socioeconómico bajo.
Su insistencia en la integración de todas las mujeres en los movimientos de
lucha es esencial para promover una justicia social integral y una verdadera
equidad (Horan, 2009).
Siguiendo
con la idea anterior, Angela Davis (1981), con su enfoque en la
interseccionalidad y la lucha contra el racismo y el sexismo, complementa la
visión de Mistral sobre la necesidad de una lucha multifacética para la
justicia social. Davis critica cómo las políticas de inclusión y los discursos
sobre equidad deben ser reestructurados para verdaderamente abrirse hacia la
marginalidad. En “Sufragio femenino” (1999) y “Una nueva organización” (1927), Mistral
argumenta que el reconocimiento político y la reestructuración de las
relaciones sociales (crítica a lo hegemónico) son esenciales para procesos de
visibilidad (Trabucco Valenzuela, 2003), sin dejar la
marginalidad en sí misma.
Davis
sostiene que la interseccionalidad es fundamental para entender cómo diferentes
formas de opresión interactúan y afectan a las personas de manera diversa
(Davis, 1981). Mistral, al abogar por la visibilidad y el reconocimiento de las
contribuciones de todas las mujeres, independientemente de sus categorías
sociales, étnicas o económicas, refleja esta perspectiva. La crítica de Mistral
a las formas de reconocimiento que perpetúan las jerarquías existentes se
relaciona con la teoría de Davis sobre la necesidad de un cambio estructural
para lograr una visibilidad de lo marginal desde la marginalidad (Bates, 1961).
Además, Davis (2016) afirma que los procesos sociales como la violencia deben
entenderse en función de las cualidades emergentes de un sujeto, que en ningún
caso son determinantes, por tanto, tener un color determinado de piel o
identificarse con una identidad de género en particular no genera una alianza
con los demás seres humanos que compartan dichas categorías. Ejemplo de lo
anterior, en palabras de Davis, menciona que la negritud no niega la
posibilidad de ser racista (Davis, 1981), como ser mujer no niega la violencia
de género o hacia lo femenino. Por tanto, la crítica de Mistral a la cooptación
superficial de la marginalidad por parte de las estructuras hegemónicas refleja
la necesidad de una transformación sistémica significativa, como lo plantea
Davis (Hernández Artigas, 2018) en el contexto estadounidense.
Por
tanto, la figura y el aporte de Gabriela Mistral permiten dar cuenta de los
procesos de violencia y la influencia en los procesos de lucha política y
visibilidad que aún tienen los discursos y prácticas hegemónicas. Mistral, a
través de su obra política, denuncia cómo las luchas por la igualdad pueden ser
cooptadas por grupos privilegiados que invisibilizan las voces de los más
marginados. Su insistencia en una visibilidad interseccional
y en la transformación de las estructuras de poder ofrece una crítica profunda
y necesaria para las luchas políticas contemporáneas. La relevancia de sus
escritos radica en su capacidad para iluminar cómo las políticas de inclusión
deben empoderar a las identidades no hegemónicas, evitando la mera integración
superficial y promoviendo un cambio estructural auténtico (Biagi,
2022).
Discusión
La obra política de
Gabriela Mistral proporciona un marco teórico para analizar las dinámicas interseccionales en contextos de exclusión y poder. A través
de su reflexión sobre lo “proletario”, conceptualiza esta categoría no sólo en
términos económicos, sino como una condición de existencia y política que
abarca a aquellos relegados al margen de los discursos y prácticas hegemónicas.
Esta idea se alinea con las nociones contemporáneas de marginalidad, que no se
limitan a la exclusión económica, sino que comprenden una exclusión más amplia
en los ámbitos social, cultural y político. En este sentido, Mistral es una
adelantada de su época, en cuanto a los análisis interseccionales
contemporáneos al reconocer que la marginalización opera en múltiples ejes de
identidad, como el género, la raza, la etnicidad y la clase (Collins, 2002;
Miller, 2002).
El
análisis expuesto de Mistral revela que la visibilidad de los grupos
marginalizados no puede depender únicamente de una inclusión simbólica en las
estructuras hegemónicas, ya que esto no desafía las bases de un entramado de
relaciones de poder establecido (Butler, 1993; Foucault, 1977). Según Mistral,
a pesar de no ser explícita, las luchas políticas deben ir más allá de la mera
representación y afrontamiento a los procesos exclusión (Davis, 2017; hooks, 2021). Aquí, la interseccionalidad emerge como una
herramienta analítica que permite comprender cómo diversas formas de opresión -incluyendo
el sexismo, el racismo y la explotación económica- se entrelazan para mantener
a ciertos grupos en los márgenes (Crenshaw, 1991; Horan, 2009).
Un
aspecto crucial en el pensamiento de Mistral es su observación en cuanto a la
marginalidad no puede simplemente visibilizarse desde los márgenes; su
visibilidad está condicionada por su interacción con las estructuras
hegemónicas. Mistral sugiere que para que la marginalidad sea reconocida, debe
entablar un diálogo con los espacios de poder. Sin embargo, este proceso es
complejo, ya que a menudo implica que la marginalidad sea subsumida dentro de
un marco que la vuelve asimilable y, por tanto, menos subversiva. Este concepto
de “marginalidad-hegemónica”, que puede desprenderse del análisis de la obra de
Mistral, plantea preguntas fundamentales sobre las luchas políticas
contemporáneas, en las que la visibilidad de la marginalidad no siempre se
traduce en un cambio real en las relaciones de poder (Biagi,
2022; Fraser, 1990).
La
aplicabilidad de la propuesta política presentada por Mistral sobre la
participación de la “mujer” y la necesidad de transformar las estructuras de
poder a través de la visibilidad interseccional puede
observarse en investigaciones empíricas que exploran las dinámicas de inclusión
y exclusión en movimientos sociales contemporáneos. Por ejemplo, un estudio de
Sierra (2004) sobre la participación de mujeres indígenas en el movimiento
feminista en México muestra cómo estas mujeres han tenido que negociar su
visibilidad dentro de un movimiento que tradicionalmente ha privilegiado las
voces de mujeres mestizas urbanas. La investigación revela que, si bien la
inclusión de las mujeres indígenas ha incrementado su visibilidad, esta a menudo ha sido instrumentalizada dentro del
movimiento para fortalecer la agenda de las mujeres no indígenas, sin abordar
las estructuras de poder que perpetúan la marginalización de las indígenas
(Davis, 2017). Este estudio empírico ilustra cómo las observaciones de Mistral
sobre la “mujer” (“marginalidad-hegemónica”) siguen siendo relevantes al
destacar que la visibilidad sin transformación estructural puede perpetuar, en
lugar de desafiar, la desigualdad (Anzaldúa, 2018; Sierra, 2004).
Otro
ejemplo de la aplicabilidad de las ideas de Mistral se encuentra en el análisis
de los movimientos LGBTIQA+ en América Latina, específicamente en la
investigación de Poblete (2025) sobre la visibilidad de las personas
transgénero en Brasil. Poblete argumenta que, aunque la visibilidad de las
personas trans ha aumentado significativamente en los últimos años, esta
visibilidad ha sido en gran medida hegemonizada por narrativas que privilegian
experiencias trans que se alinean con la normatividad cisgénero
y de clase media (hooks, 2000; Luongo, 2021); esto ha
llevado a que las experiencias de personas trans negras y de clase baja
permanezcan en los márgenes del discurso público. El estudio de Poblete
confirma la advertencia de Mistral sobre cómo la marginalidad, para ser
visible, debe dialogar con las estructuras hegemónicas, lo cual, sin una
crítica interseccional y transformadora, puede
subsumir las experiencias más vulnerables dentro de un marco que no desafía las
jerarquías existentes (Poblete, 2025; Yuval-Davis,
2006).
En
este contexto, es importante considerar cómo Mistral observa que, en las luchas
políticas, la masculinidad a menudo se adopta como una herramienta de diálogo
con la hegemonía. Este fenómeno se observa no solo en la política tradicional,
sino también en algunos movimientos feministas y LGBTIQA+ que, al buscar
visibilidad y legitimidad, recurren a estrategias masculinas que históricamente
han sido privilegiadas en las estructuras de poder. Mistral advierte desde su
época que esta primacía de la masculinidad performativa en las luchas de
reivindicación puede invisibilizar o desvalorizar lo femenino, replicando así
las jerarquías que se pretenden desafiar (Barad,
2024; hooks, 2021). Esta tendencia es visible en la
manera en que ciertos aspectos de la identidad de género y sexualidad, que no
se alinean con la normatividad masculina, son marginados dentro de los mismos
movimientos que buscan desde la redistribución de recursos económicos, al
reconocimiento de subjetividades, cuerpo-sujetos marginados, y los espacios
marginados (hooks, 2000; Mistral, 2017).
El
análisis de Mistral también nos lleva a cuestionar el significado histórico y
político de la visibilidad de la marginalidad. ¿Qué implica que la marginalidad
sea visible en el espacio público? ¿Hasta qué punto esta visibilidad contribuye
a una transformación real y no simplemente a una reconfiguración de la
exclusión dentro de un marco más amplio? Mistral critica las políticas de
diálogo o participación política que absorben la marginalidad sin permitir una
verdadera transformación, convirtiendo la lucha política en un ejercicio de
representación simbólica sin alterar las estructuras de poder subyacentes
(Ahmed, 2012; Ocampo López, 2002).
Por
tanto, la obra política de Mistral nos permite reconsiderar las estrategias de
lucha política y a reflexionar sobre reconfigurar las relaciones de poder (Spivak, 1988; Sánchez González, 2020), desde un contexto
latinoamericano. Además, la obra político-intelectual de Gabriela Mistral,
desde su epistemología situada en los márgenes geopolíticos y culturales de
América Latina, no solo anticipa los debates contemporáneos sobre
interseccionalidad, sino que desborda los marcos teóricos eurocéntricos al
articular una crítica decolonial a la colonialidad del género (Lugones, 2007) y a los dispositivos
hegemónicos de visibilización. Su análisis de la
violencia simbólica ejercida sobre los cuerpos racializados,
feminizados y proletarios -en textos como “Organización de las mujeres” (1925)
y "Voto femenino" (Mistral, 1928)- la erige como teórica fundacional
para comprender cómo los regímenes de visibilidad, lejos de ser neutrales,
reproducen jerarquías ontológicas que naturalizan la exclusión (Mignolo, 2010). Mistral no solo complementa a autoras como
Butler o Crenshaw, sino que las interpela al exponer
cómo, en el sur global, la visibilidad de lo marginal está mediada por
mecanismos de epistemicidio (Poblete, 2025) que
subordinan las luchas locales a narrativas universalizantes.
Reconocer su estatuto teórico es un imperativo académico y político; su obra
ofrece herramientas metodológicas para desentrañar fenómenos como la violencia
sistémica de género, la subalternización de saberes
no occidentales y la cooptación neoliberal de las disidencias, problemáticas
urgentes que exigen, como ella advirtió, una transformación radical de las
estructuras que definen quién merece ser visto, escuchado y recordado.
En
concreto, este artículo no solo reivindica a Mistral como teórica feminista
imprescindible, sino que propone un modelo analítico para futuras
investigaciones que busquen abordar la marginalidad sin reproducir lógicas
extractivistas. Un enfoque que, desde la interseccionalidad crítica y la ética
decolonial, amplifique las voces de los sujetos-cuerpos históricamente
silenciados sin subsumirlas en marcos hegemónicos, tal como Mistral defendió en
su insistencia por una visibilidad que no negociara la dignidad en los términos
del poder.
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[1] Universidad Autónoma de Chile, Chile. Correo
electrónico: wilson.albornoz@uautonoma.cl
[2] Universidad Autónoma de Chile, Chile. Correo
electrónico: andrea.miranda@uautonoma.cl
[3] Universidad Autónoma de Chile, Chile. Correo
electrónico: maria.montecinos@uautonoma.cl
[4] Se ocupará la noción de sujeto-cuerpo un símil de
sujeto o persona, en concordancia de las posturas teóricas expuestas en este
artículo.
[5] El orden que
se escoge para esta revisión es aleatorio, en cuanto a los argumentos que se
exponen.