DE LA
FEMINIZACIÓN A LA FEMINISTIZACIÓN DE LA MEDICINA EN MÉXICO
FROM FEMINIZATION TO FEMINISTIZATION OF MEDICINE IN MEXICO
Marcia Villanueva[1]
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v7i62.8079
Resumen
Desde
finales del siglo pasado se empezó a hablar de la feminización de la
matrícula universitaria como un logro cuantitativo
en la participación de las mujeres en la educación superior. A pesar de ello, ha
persistido la violencia de género en las universidades, lo que se ha vuelto más
evidente a partir de las protestas y manifestaciones de la denominada cuarta
ola del feminismo. Este artículo propone llamar feministización de la
educación superior a este cambio cualitativo
en la participación de mujeres que luchan por espacios educativos libres
de violencia machista. Con base en una metodología mixta fundamentada en la
recopilación documental de datos cuantitativos y en cinco grupos focales con
estudiantes y médicas profesionistas, este artículo analiza la transición de la
feminización a la feministización de la medicina en México. Se argumenta que ha
habido un desplazamiento del logro cuantitativo de la participación de las
mujeres en esta profesión (actualmente el 70% del estudiantado de medicina son
mujeres) a un logro cualitativo en el devenir feminista dentro del campo médico
asociado con la activación de la agencia de género de las estudiantes en años
recientes (por ejemplo, con la creación del hashtag #MeTooMedicina y los
tendederos expuestos en varias escuelas de medicina). El artículo concluye con
algunas reflexiones en torno al devenir feminista de la medicina, enfatizando
los retos pendientes en materia de género en este campo profesional.
Palabras
clave: feminización, medicina, México,
violencia de género, educación superior
Abstract
Feminization of
university enrollment has been discussed as a quantitative achievement in the participation of women in higher
education since the end of last century. However, gender-based violence has
persisted in universities, becoming an evident problem throughout the recent
fourth wave feminist protests. This article conceptualizes this qualitative change in the
participation of women who fight for educational spaces free of sexist violence
as the feministization of higher education. Drawing on a mixed
methodology based on the documental recollection of quantitative data and on
five focus groups with students and female professional doctors, this article
analyzes the transition from feminization to feministization of medicine in
Mexico. Results show that there has been a shift from the quantitative
achievement of women's participation in this profession (currently 70% of
medical students are women) to a qualitative achievement due to a feminist
development within the medical field related to the activation of students’ gender
agency in recent years (for example, with the creation of the hashtag #MeTooMedicina and the tendederos exposed in several medical
schools). By emphasizing the pending challenges regarding gender in this
professional field, the article concludes with some considerations regarding the
feminist development within the mexican medicine.
Keywords: feminization,
medicine, Mexico, gender-based violence, higher education
Recepción: 03 de noviembre de 2024/Aceptación: 11 de
marzo de 2025
Introducción
La
lucha por la participación de las mujeres en el ámbito de la ciencia inició a
finales del siglo xix, cuando se
consiguió paulatinamente su acceso formal a las universidades. Tras esa
victoria, no ha dejado de ser necesario luchar contra otros obstáculos
informales que enfrentan todavía hoy muchas mujeres alrededor del mundo en el
acceso a la eduación superior, durante su formación universitaria y en el
ejercicio de su profesión.
Como
señala Patricia García Guevara (2021), las primeras políticas educativas
mundiales enfocadas en este problema apostaron por la igualdad en el acceso a la educación. Desarrolladas
dentro del marco de los derechos humanos, estas políticas asentaban, por
ejemplo, que toda persona tiene “derecho a participar en el progreso científico
y los beneficios que de él resulten” (Organización de las Naciones Unidas [ONU],
1948), e instaban a los gobiernos a adoptar las medidas necesarias para
garantizar el cumplimiento de este derecho universal a la ciencia (ONU, 1966).
En años más recientes, las políticas educativas mundiales han progresado, desde
la atención a esta desigualdad “indeterminada”, hacia el marco de la inlcusión que se enfoca en combatir
de manera más puntual las diversas desigualdades, como las de raza, género y otras.
Sin
duda, estas políticas han ayudado a disminuir la brecha de género en la mayoría
de las carreras universitarias desde finales del siglo pasado. Fue en este
contexto que se empezó a hablar de la feminización de la matrícula
universitaria, entendida como un logro cuantitativo
en la participación de las mujeres en la educación superior, es decir, como un
aumento en el número de mujeres que estudian una carrera universitaria. A pesar
de ello, al día de hoy persisten muchas desigualdades de género en la educación
superior, como el acoso sexual que sistemáticamente experimentan las
estudiantes de diferentes carreras universitarias y la discriminación de género
que produce una división sexual entre disciplinas, por ejemplo, entre las llamadas
CTIM –ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas– y las humanidades
(Verdugo-Castro et al., 2022).
Por
muchos años, estas desigualdades de género fueron normalizadas y encubiertas dentro
de las instituciones de educación superior. Sin embargo, a partir de la
denominada cuarta ola[2] del feminismo, las
estudiantes de varias universidades mexicanas han empezado a denunciar abiertamiente
distintas formas de violencia de género en el entorno educativo a través de
marchas en campus universitarios, toma de instalaciones académicas, montaje de
tendederos y otras manifestaciones públicas (Álvarez, 2020). Guiomar Rovira (2018)
llama feministización a este devenir feminista de acción colectiva. En este
artículo se propone retomar este concepto para hablar de un cambio cualitativo en la
participación de mujeres en la educación superior relacionado con la activación
de su “agencia de género” (García Guevara, 2021) para luchar por espacios educativos
libres de violencia machista.
Rovira
(2018) explica la feministización como una “política de prefiguración” que ha
emergido en años recientes y que se basa en una multiplicación de voces que
cuentan y hacen sin mediación, dando especial relevancia a la idea de que lo
personal es político. La feministización se distingue de la “política de
organización”, más ideológica, unitaria y orientada a fines, como la que
encabezan los partidos políticos y los sindicatos. La acción colectiva feministizante
es fruto de un siglo y medio de luchas de mujeres, pero también de novedosos
modos de hacer y decir en las redes que cuestionan los hábitos de lucha
precedentes y que va más allá de las mujeres o las feministas. Contra los
modelos heróicos ligados a la visión patriarcal de la tradición revolucionaria,
en la feministización tanto hombres como mujeres hacen especial énfasis en
revisar las formas de autoridad y ponen en cuestión las violencias
jerarquizadas, utilizando la tecnopolítica como una forma de reapropiación de
herramientas y espacios digitales para construir estados de ánimo y nociones
comunes. Por lo tanto, la feministización sucede en espacios híbridos, online
y offline, en redes sociales y espacios impuros de acción colectiva,
donde las tendencias aparecen y a la vez pueden mutar, solaparse o retroceder.
Se trata de una suerte de feminismo difuso de índole pragmatista, pues está
vinculado con el modo hacker del “do
it yourself” o, como reza el lema de las hackfeministas, “hagámoslo entre
todas”. Como resultado, se observa un movimiento no del todo consolidado o
identificable, pero que sin duda ha repercutido profundamente en la sociedad en
general y, de modo particular, en las instituciones de educación superior.
Este
artículo analiza el caso específico de la transición de la feminización a la
femistización de la medicina que ha ocurrido en México en años recientes. En la
primera sección se presenta la metodología de la investigación. La segunda
sección describe la feminización de la medicina y los retos en materia de
género que persisten en la educación médica en México. La tercera sección
muestra cómo, a partir de la cuarta ola del feminismo, se ha feministizado la
acción colectiva dentro de la medicina, especialmente en el sector estudiantil.
El artículo cierra con una sección de reflexiones finales en torno al devenir
feminista de la medicina.
Metodología
Este
trabajo se basó en la recopilación de información cuantitativa para documentar
la feminización de la medicina en México, y en metodologías cualitativas dirigidas
a estudiar los movimientos que surgieron dentro de este campo profesional a
partir del #MeToo. El componente cualitativo de la investigación forma parte de
un proyecto más amplio que explora las relaciones de género en la profesión
médica en México y los efectos de la cuarta ola del feminismo en este campo
profesional. En este artículo se recuperan datos cualitativos de cinco grupos
focales conducidos entre 2021 y 2022 con estudiantes de medicina de ambos sexos
y médicas profesionistas mexicanas agrupadas por edad (Tabla 1).
Tabla 1.
Grupos focales
Grupo |
Población |
Participantes |
1 |
Estudiantes hombres de 23 a 25 años. |
6 |
2 |
Estudiantes mujeres de 20 a 24 años. |
6 |
3 |
Médicas de 25 a 31 años. |
4 |
4 |
Médicas de 33 a 41 años. |
9 |
5 |
Médicas de 47 a 51 años. |
4 |
La
convocatoria para participar en los grupos focales se difundió a través de
Facebook y la muestra creció por bola de nieve. Los grupos focales se
realizaron por Zoom, buscando reunir participantes de todo el país con el
objetivo de abarcar con amplitud el campo médico mexicano sin ceñir la
investigación a una sola escuela de medicina o institución de salud.[3] Quienes participaron en
los grupos focales estudian o estudiaron en escuelas de medicina públicas o
privadas, trabajan en instituciones de salud públicas y privadas, y proceden de
13 entidades federativas (CDMX, Chiapas, Estado de México, Jalisco, Michoacán, Morelos,
Nuevo León, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco y Zacatecas). Con
el consentimiento de las y los participantes, se realizó grabación de audio y
transcripción de los grupos focales. Se utilizan pseudónimos para preservar el
anonimato.
El
análisis partió de una postura crítica proveniente de las humanidades médicas y
las ciencias sociales frente a la tesis de la feminización de la medicina. De
acuerdo con Elianne Riska (2008), esta tesis ha centrado el debate en la
profesión médica, invisibilizando el hecho de que la fuerza laboral de la
atención de la salud ha estado "feminizada" siempre, a cargo de
profesionales de la salud de disciplinas subordinadas como la enfermería.
Además, Riska apunta a que la tesis de la feminización de la medicina trata a
esta disciplina como si siempre
hubiera sido una profesión “sin género” y el ingreso de las mujeres finalmente la
hubiera “feminizado”. Sabemos que, desde su origen, la medicina científica ha
sido una profesión generizada hacia lo masculino (Brown, 2010; Adams, 2010) y
que hoy en día la identidad profesional de las y los médicos se sigue construyendo
a imagen y semejanza de un tipo de masculinidad hegemónica para este campo
profesional (Villanueva, 2023, 2024). En consistencia con lo anterior, se
prueba la hipótesis que contrapone la feminización de la medicina, entendida
como un cambio cuantitativo en el número de mujeres que participan en la
profesión médica, con la feministización de la medicina, que siguiendo a Rovira
(2018) se entiende como un cambio cualitativo en las mujeres médicas que a
partir de la cuarta ola feminista luchan por visibilizar y transformar la
violencia de género históricamente normalizada dentro de este campo profesional
(Castro y Erviti, 2015; Villanueva Lozano, 2019).
La feminización de
la medicina: logros cuantitativos y retos pendientes
Las
primeras cátedras de medicina en nuestro país se impartieron en 1579 en la Real
y Pontificia Universidad de México. No fue hasta tres siglos después que se
graduó la primera médica mexicana. En ese periodo, la medicina se transformó
radicalmente: dejó atrás la teoría hipocrática de los humores que dominó el
pensamiento médico por más de dos mil años y surgió la medicina moderna de base
científica. Esta se consolidó como una profesión definida por y para los
hombres entre finales del siglo xix
y principios del siglo xx
(Brown, 2010), y excluyó desde sus orígenes a las mujeres por considerarlas
frágiles, emocionales y menos comprometidas con el trabajo (Adams, 2010).[4]
Elizabeth
Blackwell fue la primera mujer que obtuvo el grado de médica en Estados Unidos
en 1849. Tuvieron que pasar cuarenta años más para que egresara la primera
médica mexicana, Matilde Montoya, de la Escuela Nacional de Medicina, en 1887.
De ese año a 1940 se graduaron 151 médicas más en México. Durante ese tiempo,
las estudiantes de medicina enfrentaron muchos obstáculos académicos formales;
por ejemplo, debían contar con un tutor o representante legal que autorizara
las clases que tomaban, en especial cuando se trataba de cursos nocturnos
(Rodríguez de Romo y Castañeda López, 2015).
A
partir de mediados del siglo xx
hubo un aumento significativo en el número de mujeres que estudiaban medicina
alrededor del mundo y los requerimientos formales que obstaculizaban su carrera
se fueron diluyendo (Rodríguez de Romo y Castañeda López, 2015). Actualmente ya
no se encuentran este tipo de restricciones impuestas formalmente por las
instituciones educativas, como explica Rosario: “afortunadamente a nosotras ya
nos tocó la revolución feminista […] yo no me tuve que amarrar a las puertas de
la facultad para que me dejaran entrar” (Rosario, médica intensivista, 58 años,
Ciudad de México). Como veremos más adelante, esto no significa que
desaparecieran otros obstáculos informales que todavía constriñen la carrera de
las médicas.
En
algunos países como Canadá la proporción de mujeres en la carrera de medicina
superó a la de los varones desde finales del siglo xx (Glauser, 2018). En nuestro país, en 1985 la matrícula de
hombres casi duplicaba la de mujeres; para 1999 el número de estudiantes de
medicina hombres y mujeres se igualó; y en 2018 las mujeres representaban ya el
57% del alumnado en esta carrera (Fernández Altuna et al., 2024). La feminización de la medicina en México alcanzó
la paridad de género casi 20 años antes que en Estados Unidos, donde el número
de estudiantes de medicina hombres y mujeres se igualó hasta 2017 (Campillo et
al., s.p.). Actualmente, las mujeres suman el 70% de estudiantes en la carrera
de medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
la universidad con la matrícula de medicina más numerosa del país (UNAM, 2024).
Según datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de
Educación Superior (ANUIES), ésta es la misma proporción (7:10) que se observó
en 2022-2023 en las entidades con mayor población de mujeres que estudian
medicina: Aguascalientes, San Luis Potosí, Estado de México, Puebla, Querétaro,
Colima y Tlaxcala (Fernández Altuna et
al., 2024).
La
feminización de la carrera de medicina avanzó tan rápida y sostenidamente que
llegó a creerse que, cuando la proporción de mujeres en la profesión médica
superara el 30% desaparecería la discriminación por género, pero esto no
sucedió (McKinley et al., 2019).
Seguramente, como dice Amelia “antes era muchísimo peor, pues no eran tantos
casos de médicas mujeres como ahora que somos mayoría en las escuelas” (Amelia,
médica general, 28 años, Sinaloa). Sin embargo, como explica Paula, esto no
garantiza nada:
En mi generación, la gran
mayoría éramos mujeres, pero aún así también estaba el otro lado que te
dicen “¿estás segura que esto es lo que quieres?”, “¿quieres tener familia,
tener hijos?”, como cuestionando cosas que no tienen que ver con lo que
estábamos estudiando (Paula, médica general, 25 años, Ciudad de México).
Siguiendo
con esta conversación dentro del mismo grupo focal, Flavia comentó lo
siguiente:
Desde que estás en la carrera te
enfrentas a este tipo de comentarios, a pesar de que en mi generación
siempre la mayoría fuimos mujeres, y aún así existía como ese rechazo de
“mejor cásense en lugar de estar estudiando” […]. En los hospitales también
viví rechazo […] yo no entraba al quirófano porque el doctor decía que cirugía
era para hombres, mi experiencia en cirugía fue hacer notas [para los
expedientes] (Flavia, médica general, 30 años, Ciudad de México).
Estas
inequidades de género en la medicina han sido bien documentadas alrededor del
mundo en las últimas tres décadas, con múltiples estudios que ofrecen evidencia
de que, en todas las fases y niveles de la carrera médica, las mujeres aún sufren
desproporcionadamente discriminación por género en comparación con sus pares
varones (McKinley et al.,
2019). Esto repercute en la carrera de las mujeres, como muestran los datos
sobre la feminización de la medicina a nivel posgrado. En 1995, el 62% del
estudiantado de especialidades médicas en México eran hombres, porcentaje que
en 10 años disminuyó tan solo al 57%. El número de mujeres y hombres que
estudian una especialidad en México se igualó hasta 2010, esto es, veinte años
después que a nivel pregrado. A partir de entonces, la proporción de mujeres que
estudian una especialidad médica ha fluctuado alrededor del 50%; en el ciclo
2022-2023 fue de 54.7% (Fernández Altuna et al., 2024).
Las
narrativas que exaltan la feminización de la medicina suelen pasar por alto
esta diferencia en el aumento del número de mujeres a nivel pregrado y posgrado.
Tal diferencia representa un caso típico del fenómeno denominado “tubería con
fugas” (leaky pipeline), que se refiere a la reducción progresiva de la
participación de las mujeres en las diferentes etapas de sus carreras. Como ejemplo
de estas narrativas enaltecedoras, Antonia comenta: “Actualmente vemos más
médicas mujeres que hombres. Digo, sí hay especialidades con más varones, pero
en la gran mayoría ya hay más mujeres, por ejemplo, en ginecología, en medicina
familiar y muchas otras especialidades” (Antonia, médica familiar, 48 años, Michoacán).
Esta perspectiva optimista no deja ver la tubería con fugas y, además, minimiza
la “segregación horizontal”, representada por una marcada división sexual del
trabajo a nivel de las especialidades médicas.
En 2018, las médicas que
estudiaban una especialidad constituían una manifiesta mayoría en áreas como
dermatología (84%), rehabilitación (77%) y genética médica (73%) (Fernández et al., 2021). En contraste, en 2017, las especialidades que concentraban
menor población femenina en México eran urología (2%), neurocirugía (5%) y
traumatología y ortopedia (7%)
(Heinze-Martin et al., 2018). Datos más
recientes de 2023 sobre el porcentaje de mujeres inscritas en cursos de
especialización médica de la UNAM revelan que esta división sexual del trabajo
sigue siendo muy marcada, con un porcentaje de mujeres en dermatología del 78%,
en pediatría del 73%, en ginecología del 72%, en medicina familiar del 69%, en
genética médica del 69% y en rehabilitación del 68%; mientras que perduran los
porcentajes bajos en urología con 10%, en ortopedia con 29%, en medicina del
deporte con 31% y en cirugía general con 36% (Fernández Altuna et al., 2024).
Se ha dicho que esta división
sexual del trabajo entre especialidades denominadas femeninas y masculinas se
debe a que las primeras, enfocadas principalmente en la atención de mujeres,
niños, niñas y familias, suelen ofrecer menor carga laboral y mejor gestión de
la agenda personal, por lo que se les considera family friendly, esto
es, más compatibles con el rol de madresposa. En cambio, las especialidades
calificadas como masculinas son áreas en las que suelen atenderse urgencias
médicas que ameritan intervenciones inmediatas, como la cirugía general, la urología
y la ortopedia (Cassell, 1997; Ku, 2011; Smith et al., 2018; Etherington et
al., 2021). Esta explicación, sin embargo, ignora que una importante
brecha de prestigio atraviesa la división sexual del trabajo en la medicina, y
que el prestigio de las distintas especialidades médicas se funda en gran
medida en los estereotipos de género que se asocian a ellas (Hinze, 1999). En
México, las especialidades de mayor prestigio son las quirúrgicas que se
asocian con un modelo de masculinidad hegemónica (Villanueva, 2023).
Otro reto relacionado con la
discriminación de género en la medicina es la “segregación vertical”, representada
por el “techo de cristal”, pues
siguen siendo pocas las médicas que llegan a ocupar puestos de alta
responsabilidad y toma de decisiones (Flores-Domínguez et al., 2019; Cáceres-Manrique et al., 2019). A nivel internacional se ha documentado que,
aunque cada vez hay más médicas que ocupan plazas de profesoras, jefaturas de
departamento y puestos directivos (Bates et
al., 2018; Brown et al.,
2020; Joseph et al., 2021), las
tasas de promoción de las médicas siguen estando muy por debajo de las tasas de
feminización (McKinley et al.,
2019).
El
escenario no es diferente en México. Por ejemplo, la Academia Nacional de
Medicina en México, una institución de reconocimiento y prestigio para la élite
médica que fue creada en 1864, en un inicio solo admitió hombres. La primera
mujer ingresó en 1945, la segunda en 1967, y la tercera en 1973. Al día de hoy,
solo ha habido una presidenta de esta renombrada academia. De igual forma
encontramos que, hasta la actualidad, de los trece Institutos Nacionales de
Salud, solo uno (el Instituto Nacional de Psiquiatría) ha sido presidido por
una mujer; solo ha habido una médica a cargo de la Secretaría de Salud del
gobierno federal; y sólo una mujer ha sido directora de la Facultad de Medicina
de la UNAM (Fernández Altuna et al.,
2024). El testimonio de Macarena ilustra claramente este problema: “hasta el
día de hoy la mayoría de las jefaturas son de hombres, los puestos de poder son
de hombres y nosotras somos las que nos llevamos la mayor carga de trabajo […]
tenemos menos permisos, menos concesiones y más exigencias” (Macarena,
anestesióloga, 38 años, Ciudad de México).
Sin
duda, la feminización de la medicina ha sido un logro cuantitativo muy importante.
Pero, como hemos visto, persisten muchos retos como la discriminación de
género, la tubería con fugas, la división sexual del trabajo y el techo de
cristal. Esta tensión entre los logros obtenidos y los retos vigentes puede
apreciarse en el discurso de varias de las participantes de la investigación,
como muestra la siguiente cita de Patricia
Para mí, [estudiar medicina] no fue
fácil, todavía hoy, a pesar de que habemos tantas mujeres, en cirugía
sigue habiendo un ambiente más machista que en otras especialidades. Yo tenía
profesores que entraba al quirófano y me decían “¿qué haces aquí? las mujeres a
lavar los trastes” […]. Afortunadamente ahora tenemos generaciones de más
mujeres que hombres, pero cuando yo entré, de 60 residentes de cirugía
general, éramos 4-6 mujeres nada más […]. Pero bueno, con mucho trabajo
hemos logrado ir cambiando eso, ahorita incluso habemos mujeres cirujanas
en posiciones importantes […]. Tenemos una directora mujer, una subdirectora
quirúrgica mujer, una jefa de quirófano mujer, y yo, que soy jefe de división
de urgencias. Las cirujanas hemos logrado irnos abriendo paso en un mundo
básicamente de hombres […]. Entonces hay muchas satisfacciones, pero todavía
tenemos un camino pues largo que recorrer para demostrar que tenemos las
mismas capacidades o a veces incluso más para ser un buen cirujano (Patricia, cirujana,
47 años, Ciudad de México).
A
partir de una revisión de la literatura, Carmina Flores-Domínguez y
colaboradoras (2019) encontraron que las médicas que han alcanzado posiciones
académicas de importancia y puestos de poder, como Patricia, describen que lo
han logrado gracias a su perseverancia y compromiso, resaltando cualidades
individuales como la excelencia académica y el trabajo duro, por lo que
aconsejan a las médicas más jóvenes destacar de la misma manera. En este mismo
tono, Monse expresó: “me siento orgullosa de haber podido abrirme brecha en
esta profesión” (Monse, médica familiar, 51 años, Morelos); mientras que Paula
agradece los mensajes de sus profesoras que la impulsaron a ella y a sus
compañeras diciéndoles: “ustedes pueden, ya llegaron aquí y son mayoría, así
que no se dejen apagar” (Paula, médica general, 25 años, Estado de México).
Como
puede apreciarse con las citas anteriores, la feminización de la medicina suele
interpretarse como la suma de casos de éxito individual, de mujeres que se
abrieron brecha en esta profesión por sí mismas y resistieron en soledad para
no dejarse apagar, por lo que invitan a las nuevas generaciones de médicas a triunfar
de la misma manera, destacando individualmente. No sorprende, entonces, que se
mantengan los retos mencionados, pues el logro cuantitativo de la feminización
de la medicina “no ha logrado mayores cambios en su modelo estructural
masculinizado” (Cáceres-Manrique et
al., 2019, p. 4). Por esto mismo, encontramos médicas muy masculinizadas
que, lejos de apoyar a las estudiantes, reproducen la discriminación de género
y el ambiente hostil en el que ellas aprendieron a desenvolverse (Pozzio, 2014).
Como cuenta Frida
Yo, la mayor violencia que viví,
fue de mujeres hacia mujeres, de médicas de una generación arriba de nosotras
que tuvieron que mostrarse súper rudas para poder llegar a donde estaban, pero
que entonces nos trataron de la misma forma que las trataron a ellas, y fueron
realmente violentas (Frida, pediatra endocrinóloga, 42 años, Ciudad de México).
En
suma, la feminización de la medicina describe el aumento en el número de
mujeres que estudian y ejercen la medicina. Esto constituye un logro respecto
al acceso de las mujeres a la educación superior para ejercer profesiones de
las que históricamente se les excluyó. Sin embargo, este cambio cuantitativo no
se ha traducido en logros cualitativos respecto al modelo estructural
masculinizado de la medicina, por lo que persisten retos muy importantes en
materia de género como la discriminación, la tubería con fugas, la división
sexual del trabajo, el techo de cristal y el acoso sexual, este último se abordará
en la siguiente sección.
Feministización de
la medicina: devenir feminista y agencia de género
En
el mismo periodo en que se feminizó la medicina, se inventó la Internet, se
multiplicaron los mecanismos de socialización online, se combinaron con
las interacciones offline y cambió radicalmente nuestra manera de
relacionarnos con otras personas. Las mujeres que antes se reunían en la
escuela, en el trabajo o en un café, empezaron a encontrarse también en
Internet. A pesar de la brecha digital, no todas, pero sí muchas, aprendieron a
conectarse y se integraron a diversas redes digitales, haciendo proliferar de
manera exponencial las comunidades virtuales de mujeres a partir de los años
noventa del siglo pasado (Rovira, 2024).
Un año antes de que se igualara la proporción
de mujeres y hombres en la carrera de medicina en México, y tres años después
de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing que marcó un importante
punto de inflexión en la agenda mundial para la igualdad de género, nace Google
en 1998. Cinco años más tarde se crea Facebook y, un año más tarde, YouTube. En
2005, mil millones de usuarios y usuarias navegaban ya por la red. En 2006 se
crea Twitter; en 2007 la Internet llega a los teléfonos celulares; en 2009 nace
WhatsApp. Para 2016, la extensión de Internet en el mundo alcanza a la mitad de
la población y las mujeres ocupan masivamente el espacio virtual, lo que les
permite expresarse sin esperar a que alguien las autorice a hablar (Rovira,
2024).
Las médicas no son la excepción. Ellas también
empiezan a reunirse en redes sociales y a compartir experiencias sobre ser
mujer dentro de un campo profesional muy masculinizado. Con el uso de hashtags
como #WomenInMedicine y su análogo en español #MujeresEnMedicina empiezan a
conformar comunidades virtuales y crean en Twitter cuentas formales como @MedicinaMujeres.
De este modo, las estudiantes logran contactar mentoras femeninas en sus
especialidades de interés y médicas de todas las jerarquías empiezan a
compartir información, encontrando mecanismos de resistencia para la violencia
machista que sufren en los hospitales y centros educativos, y ayudándose a
reducir el estigma asociado con el acoso sexual y la cultura masculinizada de
la medicina. Las cirujanas utilizan el hashtag #ILookLikeASurgeon
(#MeVeoComoCirujana) y se crean grupos de apoyo como @WomenSurgeons
(@MujeresCirujanas). En 2017, las anestesiólogas denuncian en Twitter la poca
participación de ponentes mujeres en la conferencia anual de la Asociación
Americana de Anestesiología de ese año. Las médicas que son madres crean en
2018 @PhysiciansMomGroup (@GrupoMédicasMamás) y @SurgeonMomsGroup
(@GrupoCirujanasMamás). En Facebook se abre el grupo Doctoras Apoyando a
Doctoras, de médicas mexicanas. Todas estas acciones colectivas permiten que
las médicas compartan experiencias, lo que disminuye el aislamiento social y
los sentimientos de soledad que antes experimentaban (Shillcut y Silver, 2018; Espinoza-Portilla
y Linares-Cabrera, 2020). Las médicas descubren, de este modo, que lo personal
es político, como explica Frida,
Yo creo que un gran parteaguas son
las redes sociales […]. Antes no había posibilidad de organizarse […] cómo
puedes hacerlo si no tienes ni un minuto de tiempo libre para buscarte [con
otros] y hablar. Las redes sociales han servido para darnos cuenta de que lo
que uno sufre, lo sufren muchos (Frida, pediatra endocrinóloga, 42 años,
Ciudad de México).
Fue
a partir de esta interacción en redes sociales que empiezan las conversaciones
imprevistas entre mujeres que se cuentan dolores y agravios, se contagian de
indignación, se involucran en intercambios interseccionales y aprenden a
reconocer las opresiones que sufren las personas por su condición de
sexo/género en profunda imbrincación con la clase, la raza, la colonialidad y la
preferencia sexual, de tal forma que se transforman y reinventan tejidos de
apoyo mutuo. Surgen así entre las mujeres otras formas de contar sus vivencias
y se gesta una creciente empatía contra las violencias machistas en múltiples
blogs, espacios digitales y movilizaciones callejeras que sientan las bases
para el estallido de la cuarta ola, constituida por multitudes feministas conectadas
de manera online y offline. Podemos situar ese estallido en
Latinoamérica en 2015 con las protestas argentinas de #NiUnaMenos, asociadas a
los feminicidios, y posteriormente con el movimiento #MeToo en 2018 de alcance
internacional, con el que se enfatiza el problema de la discriminación de
género y el acoso sexual en los espacios laborales (Rovira, 2024).
Antes
de este momento, múltiples estudios alrededor del mundo ya habían dado cuenta
de la violencia de género al interior del campo médico. Un metanálisis de 2014
que incluyó 51 estudios internacionales estimó que 49.8% de estudiantes de
medicina de pregrado y 66.6% de estudiantes de alguna especialidad médica
habían sufrido discriminación de género durante su formación profesional, mientras
que 33.3% y 36.2% habían sufrido acoso sexual, respectivamente (Fnais et al., 2014). En estudios
específicos sobre la violencia de género que experimentan las estudiantes de
medicina alrededor del mundo se habían identificado, entre otras, inequidades
educativas, comentarios estereotipados y sexistas, hostigamiento sexual y
tocamientos inapropiados (Witte et al.,
2006). Asimismo, se había hecho notar que este tipo de experiencias eran mucho
más frecuentes en especialidades quirúrgicas (Cassell, 1997).
Un
estudio con médicas en Estados Unidos mostraba que las víctimas de estas
violencias dudaban de la relevancia de sus experiencias y temían ser
“hipersensibles”, por lo que minimizaban sus vivencias y evitaban la
confrontación directa con sus agresores. Para estas médicas, lo realmente
importante era impedir que el acoso sexual detuviera sus carreras. Su táctica
era ignorar el hostigamiento, al punto que al final de su formación podrían
estarse riendo “junto con los chicos” de los chistes sexistas (Hinze, 2004).
En
México, Roberto Castro y Joaquina Erviti habían explorado las distintas formas
de maltrato que sufren las y los estudiantes de medicina como base para las
prácticas médicas autoritarias y la violencia obstétrica, incluyendo la
construcción sistemática de las alumnas como inferiores y como objetos sexuados
antes que como estudiantes (Castro y Erviti, 2015). Otra publicación con datos
empíricos recopilados antes del movimiento #MeToo en nuestro país había
señalado que las estudiantes de medicina sistemáticamente recibían un trato
diferencial por género, fundado en una normalizada y abierta competencia
masculina por “conquistarlas” que acababa traduciéndose en frecuentes
experiencias de acoso sexual a las estudiantes por parte de profesores y médicos
de mayor jerarquía, lo que para algunas estudiantes no era más que un “juego
inocente” en el que participaban siendo “coquetas” para facilitar su formación
dentro de los hospitales escuela (Villanueva, 2019).
Con la feministización de la
medicina, el acoso sexual de las médicas en formación dejó de percibirse como
un asunto trivial. A partir del #MeToo,
este problema atrajo la atención en redes sociales. En Estados Unidos, las
mujeres en medicina participaron en este movimiento utilizando el hashtag
#MeTooMedicine y crearon el movimiento Time’s Up Healthcare para unir esfuerzos
y garantizar seguridad, equidad y dignidad en el campo profesional de la salud (Choo
et al., 2019; Lu et al., 2020). En México también
apareció el hashtag #MeTooMedicina, en el que se organizaron conversatorios
virtuales para intercambiar experiencias sobre “la #misoginia
en la #medicina” (Colectivo Médicxs en Formación, 2022), y se armaron
tendederos en varias escuelas de medicina del país, como ilustra el testimonio
de Amelia,
Cuando
fue el tendedero, levantaron la voz muchas de las alumnas aquí en mi escuela
[…] Salieron a la luz nombres de doctores, uno era subdirector académico, otro
daba clases, otro daba campos clínicos que antes los denunciamos, pero no vimos
que se hiciera nada, pero pasaron los años y en la actividad del tendedero, ahí
sí vimos que ya actuaron en mi escuela los del Consejo, quitaron a esos
doctores o mínimo los movieron a un área donde ya no estuvieran en contacto con
alumnas (Amelia, médica general, 28 años, Sinaloa).
Las denuncias en los tendederos, como las que se suben a
redes sociales, son ejemplos del modo hacker
del “hazlo por ti misma”. No se trata de pancartas impresas por una
organización militante o denuncias redactadas con la ayuda de alguna organización
no gubernamental, sino que se trata de escritos hechos a mano por ellas mismas
para exponerlos en los muros de las escuelas de medicina, o textos breves tecleados
en el celular o la computadora, sin corrección de estilo ni censura. Para
Rovira (2018, 2024), este es un rasgo distintivo de la feministización. Para
García Guevara (2021), son expresiones de la agencia de género de las
estudiantes universitarias que se encendió con los feminicidios en México,
algunos de ellos dentro de las instalaciones universitarias[5], y
que se consolidó con las marchas dentro de las instituciones de educación
superior, con la toma de instalaciones y huelgas en distintas escuelas y
facultades, con diversas campañas de apoyo a las víctimas de abuso sexual por
las colectivas de estudiantes, con la filmación de videos de profesores
acosadores in fraganti que se hicieron virales en redes sociales, y
demás manifestaciones de esta ola feminista.
Como
señala Rovira (2024), la fuerza de contar –tanto el sentido numérico
(cuantificar los casos) como en sentido narrativo (compartir las experiencias)–
ha favorecido que muchas mujeres jóvenes sin militancia en el feminismo se
hayan sentido interpeladas y atraídas a decir y a hacer al estilo hacker para convertirse también en
protagonistas de esta nueva ola global de movilizaciones feministas. Esto es lo
que podemos apreciar en el relato de Noemí,
Yo me
acerqué a este movimiento porque en redes sociales apareció una denuncia contra
un doctor de una clínica donde yo estudié […]. En su momento, una de mis
compañeras fue con el encargado de enseñanza en el hospital y le dijo que un
cirujano pediatra la invitó a una cirugía, le dijo “te voy a enseñar, tú vas a
hacer la apendicectomía”, y cuando ella estaba ocupada con las manos, la empezó
a tocar, en pleno quirófano, a la mitad de la cirugía, y ella intentó
denunciar, pero lo cubrieron en el hospital […]. Cuando sale el movimiento [#MeToo], una chica
publicó una denuncia contra el mismo doctor en redes sociales, a esta
generación eso le ha funcionado, a mí me ha tocado ver eso, porque entonces mi
compañera le escribió a esa chica y le dijo “yo te hago segunda, ya pasó mucho
tiempo, pero te puede servir mi testimonio” (Noemí, médica dedicada a la
investigación, 35 años, Ciudad de México).
Como podemos apreciar en la cita anterior, con la
feministización de la medicina se crea una comunidad afectiva en la que se
ofrece la amistad como una forma de acto político. Las mujeres se unen para
enfrentar la violencia que sufren y crean una red como paradigma de acción colectiva, como forma
laxa de organización, que es mucho más que una infraestructura digital
(Rovira, 2024).
Para Dalila, la posibilidad de
denunciar en redes sociales ha sido fundamental para obtener respuestas consecuentes
por parte de las autoridades escolares. Tras compartir un par de casos de acoso
sexual a compañeras suyas cuyas denuncias no tuvieron consecuencias, relató lo
siguiente:
Otra situación fue con un doctor
que era demasiado machista, era un ginecólogo que empezaba a hablar mal de sus
pacientes diciendo: “esta paciente está fea”, o “le olía mal esto” o cosas así […].
También llegaba a
decirle cosas demasiado machistas a las compañeras […]. Y fuimos todos a denunciar,
pedimos “quiten a este doctor”, pero la Universidad igual, no hizo nada.
Entonces, lo que hicieron unos compañeros fue grabar la clase y subirla a
Facebook, solo así pudieron hacer que la Universidad por presión social sacara
al doctor (Dalia, estudiante de medicina, 20 años, Chiapas).
Como vemos en la cita anterior, algunos hombres también
se suman a esta política en femenino que busca dispersar el poder. La
feministización se caracteriza porque mujeres y hombres se lanzan juntos en
defensa de lo común a través de acciones colectivas sobre asuntos que a todos
competen porque a todos afectan (Rovira, 2024). El testimonio de Enrique muestra
cómo los estudiantes varones también han desarrollado una mayor sensibilidad
frente a la violencia de género que sufren sus compañeras y comparten con ellas
la indignación:
Definitivamente
creo que no es lo mismo la situación que viven las mujeres que la situación que
vivimos nosotros como hombres durante la carrera. También hubo un movimiento #MeToo en mi universidad, y mis
compañeras hicieron varios tendederos de instructores de renombre que daban
clases, y directivos y demás […]. Ahí me di cuenta de que uno de los instructores
había violado a una compañera […]. Todo eso a mí, la verdad, me encabrona [sic]
(Enrique, estudiante, 23 años, Jalisco).
Jonás también simpatizó con las movilizaciones de sus
compañeras por la violencia de género que sufren sistemáticamente:
Ellas
sufren principalmente mucho acoso. Me ha tocado ver cómo los doctores durante
la clase se les insinuaban a mis compañeras, les hacían comentarios muy fuera
de lugar, o estábamos explicando algo de la exploración física y pedían que
pasara una mujer y él la exploraba. Eso era muy notorio contra ellas […]. Me
acuerdo mucho de que había un docente que decía: “repórtenme lo que quieran, a
mí me han reportado durante mucho tiempo y nunca me han hecho nada, aquí sigo”
[…]. Con el movimiento #MeToo
hubo un tendedero en mi escuela, y salieron muchos “trapitos” de docentes y los
expusieron, y fue la prensa y demás, y al final terminaron renunciando seis
profesores (Jonás, estudiante, 25 años, Sonora).
Este
devenir feminista de la acción colectiva en la medicina también impulsó el
debate a nivel académico. En la renombrada revista The Lancet, se
publicó una comunicación en la que se señalaba que el acoso sexual de las
médicas en formación se había mantenido sin cambios por más de cincuenta años,
y se abría la pregunta de si con el movimiento #MeToo podría finalmente
desaparecer este problema en la medicina (Minkina, 2019). Otras publicaciones
hicieron notar que, según datos de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería
y Medicina (NASEM, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, las estudiantes
de medicina tienen 220% más de probabilidades de sufrir acoso sexual por parte
de profesores y personal hospitalario que las estudiantes de disciplinas no
CTIM, y se estimó que 1 de cada 5 médicas en proceso de formación reportó
atención sexual no deseada durante el periodo posterior al #MeToo (Vargas et al., 2020). Vemos aquí como el
hashtag feminista –o “femitag”– #MeToo vincula los relatos entre sí y, al
hacerlo, da cuenta de una condición estructural, repetitiva e iterada (Rovira,
2024).
En
suma, la feministización de la medicina ha producido un cambio cualitativo en el devenir
feminista dentro de este campo profesional, durante el cual la participación de
mujeres se relaciona con la activación de su “agencia de género” (García
Guevara, 2021) para dejar de normalizar la violencia de género en la medicina y
luchar por espacios libres de violencia machista.
Reflexiones finales
Este
artículo presenta un análisis de la transición de la feminización a la
feministización de la medicina en México como un desplazmiento del logro
cuantitativo de la participación de las mujeres en esta profesión a un logro
cualitativo en el devenir feminista dentro del campo médico asociado con la
activación de la agencia de género de las estudiantes en años recientes. Esta
transición ha concentrado la atención sobre aquello que no ha logrado la
feminización de la medicina: cambiar el modelo estructural masculinizado de
este campo profesional y resolver la discriminación de género, la tubería con
fugas, la división sexual del trabajo, el techo de cristal y el acoso sexual.
En
contraste, los logros de la cuarta ola del feminismo dentro de las
instituciones de educación superior se presentan como victorias incuestionables.
Tal es el caso, por ejemplo, de la creación de protocolos y unidades de
atención a las víctimas de violencia de género en las universidades (García
Guevara, 2021; Fernández Altuna et al.,
2024). No obstante, es necesario reconocer que la feministización de los
espacios de educación superior trajo retos adicionales a los que dejó
pendientes la feminización de la matrícula universitaria.
Algunos
de estos retos están relacionados con el movimiento feminista contemporáneo. El
devenir feminista de la acción colectiva de los últimos años no está exento de
críticas (Rovira, 2024). Se trata de un movimiento heterogéneo, con muchas
contradicciones y divisiones internas, entre las que destacan las rupturas
intergeneracionales entre feministas (Lamas, 2021). Estas cuestiones dentro de
la feministización de la medicina ameritan un análisis meticuloso que desborda
los alcances de esta publicación, pero que es necesario dejarlas señaladas aquí
para abordarlas en otros espacios.
Otros
retos pendientes que trajo la feministización de la medicina están relacionados
con la agencia de género de las profesoras e investigadoras que se han unido en
redes académicas dedicadas a los estudios sobre ciencia, tecnología y género
(CTG) (García Guevara, 2021). Estas mujeres han sumado esfuerzos para cumplir
con tres objetivos: 1) visibilizar la participación de las mujeres en la
historia de la ciencia; 2) criticar y cuestionar las teorías científicas que
han naturalizado la diferencia de género desde la Modernidad hasta la fecha; y
3) cambiar los propios fundamentos epistemológicos de la ciencia androcéntrica
(Blazquez, 2008).
Dentro
de la feministización académica de la medicina se ha cubierto extensamente el
primer objetivo, subsumiéndolo dentro de las narrativas de la feminización de
la medicina. Queda pendiente, entonces, desarrollar de manera mucho más
contundente una medicina feminista académica alineada con los últimos dos
objetivos mencionados. Esto con el propósito de que la feministización de la
medicina logre cambiar el modelo estructural masculinizado de este campo
profesional, y que el devenir feminista que ha iniciado en años recientes no
acabe limitándose a una forma de feminismo neoliberal o postfeminismo que cubra
pequeñas acciones que no sean realmente disruptivas, sino que se mantengan
aliadas con el capitalismo, el neoliberalismo y el patriarcado (Gill y Orgard,
2018).
En
suma, este trabajo muestra que, sin duda, en los últimos años la cuarta ola del
feminismo aceleró la consecución de muchos logros en materia de género en la
educación superior, pero queda mucho trabajo pendiente por hacer respecto a retos
históricos en materia de ciencia y género, y en relación con nuevos retos
propios de esta época.
Bibliografía
Adams,
T. (2010). Gender and
feminization in health care professions. Sociology compass, 4(7), 454-465. https://doi.org/10.1111/j.1751-9020.2010.00294.x
Álvarez, L.
(2020). El movimiento feminista en México en el siglo xxi: juventud, radicalidad y violencia. Revista mexicana
de ciencias políticas y sociales, 65(240), 147-75. https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.240.76388
Bates, C., Jagsi, R., Gordon,
L., Travis, E., Chatterjee, A., Gillis, M., Means, O., Chaudron, L., Ganetzky,
R., Gulati, M., Fivush, B., Sharma, P., Grover, A., Lautenberger, D. y Flotte,
T. (2018). It is time for zero tolerance for sexual harassment
in academic medicine. Academic
medicine, 93(2),
163-165.
Blazquez, N.
(2008). El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la
ciencia. CEIICH-UNAM.
Brown,
M. (2010). “Like a
Devoted Army”: Medicine, Heroic Masculinity, and the Military Paradigm in
Victorian Britain. Journal of British
Studies, 49(3),
592-622. https://doi.org/10.1086/652000
Brown, J., Crampton, P., Finn, G., Morgan, J. y Project Team (2020). From the sticky
floor to the glass ceiling and everything in between: protocol for a systematic
review of barriers and facilitators to clinical academic careers and
interventions to address these, with a focus on gender inequality. Systematic
reviews, 9(26), 1-7.
https://doi.org/10.1186/s13643-020-1286-z
Cáceres-Manrique, F., Amaya-Castellanos, C. y
Rivero-Rubio, C.
(2019). Inequidades de género en el ámbito de la salud: el caso de medicina. Aquichan,
19(2), e1927. https://doi.org/10.5294/aqui.2019.19.2.7
Campillo, M., Martínez, A., García, M., Guerrero, L. y
Sánchez Mendiola, M.
(2021). Desempeño académico y egreso en 25 generaciones de estudiantes de la Facultad
de Medicina de la UNAM. Educación Médica, 22(2),
67-72. 10.1016/j.edumed.2019.05.003
Cassell,
J. (1997). Doing Gender, Doing
Surgery: Women Surgeons in a Man's Profession. Human Organization, 56(1), 47-52. https://www.jstor.org/stable/44126602
Castro, R. y Erviti, J.
(2015). Sociología
de la práctica médica autoritaria. Violencia obstétrica, anticoncepción
inducida y derechos reproductivos. CRIM-UNAM.
Chaparro, A. (2022).
Las olas feministas, ¿una metáfora innecesaria? Korpus21, 2(4), 77-92. http://dx.doi.org/10.22136/korpus21202284
Choo, E., Byington, C.,
Johnson, N. y Jagsi, R. (2019). From # MeToo to # TimesUp in health care:
can a culture of accountability end inequity and harassment? The Lancet,
393(10171), 499-502.
https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(19)30251-X/fulltext
Colectivo Médicxs en Formación [@Medsenformacion]
(7 de marzo de 2022). La #misoginia en la #medicina es una realidad y desde el
Colectivo, lxs invitamos al #Space para dialogar y plantear soluciones. Twitter.
https://twitter.com/Medsenformacion/status/1500975890624303104?s=20&t=BWDV5fZs5wuC1EuDIq7GtA
Espinoza-Portilla, E. y
Linares-Cabrera, V. (2020). El rol de las redes sociales y el
empoderamiento de las mujeres en medicina. Revista Peruana de Medicina
Experimental y Salud Pública, 37(1), 136-141. http://dx.doi.org/10.17843/rpmesp.2020.371.5092
Etherington,
C., Kitto, S., Burns, J.,
Adams, T., Birze, A., Britton, M., Singh, S. y Boet, S. (2021). How gender shapes interprofessional
teamwork in the operating room: a qualitative secondary analysis. BMC Health Services Research, 21(1357), 1-16. https://doi.org/10.1186/s12913-021-07403-2
Falter,
M. M., Arenas, A. A., Maples, G. W., Smith, C. T., Lamb, L. J., Anderson, M. G.,
Uzzell, E. M., Jacobs, L. E., Cason, X. J., Griffis, T. A., Polzin, M. y Wafa,
N. (2022). Making room for Zoom in
focus group methods: opportunities and challenges for novice researchers
(during and beyond COVID-19). Forum: Qualitative Social Research, 23(1). https://doi.org/10.17169/fqs-23.1.3768
Fernández Altuna, M.
de los A., Gutiérrez Rayón, D., Ramírez Reséndiz, M., Villavicencua, I.,
Cruz-Méndez, P., González, S. y Durate, I. (2021). Feminización de la matrícula de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. En E. M. Pérez
Armendariz, I. Durante y M. Figueroa (Eds.), Ciencia, Salud y
Género (pp. 55-65). Universidad Nacional Autónoma de México,
Facultad de Medicina.
Fernández Altuna, M. de los A., Gutiérrez Rayón, D. y Ramírez
Reséndiz, M. (2024). Perspectiva
de género en la formación de profesionales de la medicina. Cuadernos de
bioética. Programa Universitario de Bioética. UNAM.
Flores-Domínguez, C., Avila, D. y Harari, D. (2019). La mujer en la medicina
del siglo xxi. Educación
Médica, 20(5), 325-328. https://doi.org/10.1016/j.edumed.2018.03.018
Fnais, N., Soobiah, C., Chen, M. H., Lillie, E., Perrier, L.,
Tashkhandi, M., Straus, S. E., Mamdani, M., Al-Omran, M. y Tricco, A. C. (2014). Harassment
and discrimination in medical training: a systematic review and meta-analysis. Academic Medicine, 89(5), 817-827. https://doi.org/10.1097/ACM.0000000000000200
García Guevara, P.
(2021). De la desigualdad a la inclusión universitaria: La agencia de género. Revista
de la educación superior, 50(200), 1-24. https://doi.org/10.36857/resu.2021.200.1887
Gill, R. y Orgad, S. (2018). The shifting terrain of sex and power: from the ‘sexualization of
culture’ to #MeToo. Sexualities, 21(8), 1313-1324. https://doi.org/10.1177/1363460718794647
Glauser, W. (2018). Rise of women in medicine not matched by leadership roles. CMAJ, 190(15), 479-480. https://doi.org/10.1503/cmaj.109-5567
Heinze-Martin, G., Olmedo-Canchola, V. H.,
Bazán-Miranda, G., Bernard-Fuentes, N. A. y Guízar-Sánchez, D. P.
(2018). Medical specialists in Mexico. Gaceta Médica de México, 154(3), 342-351. https://doi.org/10.24875/GMM.18003770
Hinze,
S. W. (1999). Gender and the
Body of Medicine or at Least Some Body Parts: (Re)Constructing the Prestige Hierarchy of Medical
Specialties. The Sociological Quarterly, 40(2), 217-239. https://doi.org/10.1111/j.1533-8525.1999.tb00546.x
Hinze,
S. W. (2004).
‘Am I being over-sensitive?’ Women’s experience of sexual harassment during
medical training. Health, 8(1), 101-127. https://doi.org/10.1177/1363459304038799
Joseph, M.
M., Ahasic, A. M., Clark, J. y Templeton, K. (2021). State of women in medicine: history,
challenges, and the benefits of a diverse workforce. Pediatrics, 148(2), 1-7. https://doi.org/10.1542/peds.2021-051440C
Ku,
M. C. (2011). When does gender matter? Gender differences
in specialty choice among physicians. Work and Occupations, 38(2), 221-262. https://doi.org/10.1177/0730888410392319
Lamas, M.
(2021). Dolor y política: Sentir, pensar y hablar desde el feminismo.
Océano.
Lu, D. W., Lall, M. D., Mitzman, J., Heron, S., Pierce, A., Hartman,
N. D., McCarthy, D. M., Jauregui, J. y Strout, T. D. (2020). #MeToo in
EM: a multicenter survey of academic emergency medicine faculty on their
experiences with gender discrimination and sexual harassment. Western
Journal of Emergency Medicine, 21(2), 252-260. https://escholarship.org/uc/item/3112f0k0
McKinley, S. K., Wang, L. J.,
Gartland, R. M., Westfal, M. L., Costantino, C. L., Schwartz, D., Merrill, A.
L., Petrusa, E., Lillemoe, K. y Phitayakorn, R. (2019).
“Yes, I’m the Doctor”: one department’s approach to assessing and addressing
gender-based discrimination in the modern medical training era. Academic
Medicine, 94(11), 1691-1698. https://doi.org/10.1097/ACM.0000000000002845.
Minkina, N.
(2019). Can #MeToo abolish sexual harassment and discrimination in medicine? The Lancet, 394(10196), 383-384. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(19)31731-3
Organización de las Naciones Unidas (10 de diciembre de 1948). Declaración Universal
de los Derechos Humanos. Naciones Unidas. https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
Organización de las Naciones Unidas. (16 de diciembre de 1966). Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Naciones Unidas. https://www.ohchr.org/es/instruments-mechanisms/instruments/international-covenant-economic-social-and-cultural-rights
Pozzio, M.
(2014). "El hecho de que sean más mujeres, no garantiza nada":
feminización y experiencias de las mujeres en la ginecobstetricia en México. Salud colectiva, 10(3), 325-337.
https://revistas.unla.edu.ar/saludcolectiva/search?query=Feminization
Riska, E.
(2008). The feminization thesis: Discourses on gender and medicine. Nordic
Journal of Feminist and Gender Research, 16(1), 3-18.
https://doi.org/10.1080/08038740701885691
Rodríguez de Romo, A. C. y Castañeda López, G. (2015). Inicio de las mujeres en
la medicina mexicana. Revista de la Facultad de Medicina (México), 58(2),
36-40. https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi?IDARTICULO=56624
Rovira, G.
(2018). El devenir feminista de la acción colectiva: las redes digitales y la
política de prefiguración de las multitudes conectadas. Teknokultura:
Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, 15(2), 223-240. https://doi.org/10.5209/TEKN.59367
Rovira, G. (2024).
#MeToo La ola de multitudes conectadas feministas. Bajo Tierra
Ediciones.
Shillcutt, S. K. y Silver, J. K.
(2018). Social media and advancement of women physicians. The
New England Journal of Medicine, 378(24), 2342-2345. https://doi.org/10.1056/NEJMms1801980
Smith,
V., Bethune, C. y Hurley, K. F. (2018). Examining medical student specialty choice
through a gender lens: an orientational qualitative study. Teaching and learning in medicine, 30(1), 33-44. https://doi.org/10.1080/10401334.2017.1306447
Universidad Nacional Autónoma de México (s.f.). Oferta Académica. Médico Cirujano. https://oferta.unam.mx/medico-cirujano.html
Vargas, E. A., Brassel, S. T.,
Cortina, L. M., Settles, I. H., Johnson, T. R. y Jagsi, R. (2020).
#MedToo: A large-scale examination of the incidence and impact of sexual
harassment of physicians and other faculty at an academic medical center. Journal
of Women's Health, 29(1), 13-20. https://doi.org/10.1089/jwh.2019.7766
Verdugo-Castro, S.,
García-Holgado, A. y Sánchez-Gómez, M. C. (2022).
The gender gap in higher STEM studies: A systematic literature review. Heliyon, 8, 1-14. https://doi.org/10.1016/j.heliyon.2022.e10300
Villanueva Lozano, M.
(2019). Discriminación, maltrato y acoso sexual en una institución total: la
vida secreta de los hospitales escuela. Revista interdisciplinaria de
estudios de género de El Colegio de México, 5, 1-35. https://doi.org/10.24201/reg.v5i0.366
Villanueva Lozano, M.
(2023). “El alfa es el cirujano”: Estereotipos de género y prestigio en las
especialidades médicas. Revista interdisciplinaria de estudios de género de
El Colegio de México, 9(1),
1-32. https://doi.org/10.24201/reg.v9i1.1054
Villanueva Lozano, M.
(2024). Galenidad y masculinidad: semejanzas normativas, de performance y
fenomenológicas. Debate feminista, 67, 33-65. https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2024.67.2363
Witte, F. M., Stratton, T. D. y Nora, L. M. (2006). Stories
from the field: Students’ descriptions of gender discrimination and sexual harassment
during medical school. Academic
Medicine, 81(7),
648-654. https://doi.org/10.1097/01.ACM.0000232421.04170.d2
[1] Universidad Nacional Autónoma de México, México. Correo
electrónico: marcia.villanueva@filosoficas.unam.mx
[2]
A pesar de que el concepto de “olas”
ha sido muy criticado para describir las diferentes etapas del movimiento
feminista por referir a una narrativa del Norte Global que no corresponde con
el desarrollo de los distintos feminismos en Latinoamérica y otras regiones del
Sur, en este texto utilizo el término de “cuarta ola” en el sentido de
desplazamiento epistemológico que propone Amneris Chaparro (2022) y por la
extensión globalizada de la movilización más reciente y su carácter híbrido online y offline, emparejada con la noción de feministización propuesta por
Guiomar Rovira (2024).
[3]
Los grupos focales 1 y 2 se llevaron a cabo en diciembre de 2021. Se
convocó a las y los participantes través de una publicación en mi perfil
personal de Facebook, en la que etiqueté a mis contactos que pertenecen a la
profesión médica y/o estudian el campo profesional de la medicina; la muestra
creció por bola de nieve. Debido al confinamiento por la pandemia de Covid-19,
los grupos focales se realizaron por Zoom. Como se ha reportado con otros
trabajos (Falter et al., 2022), esto supuso varias ventajas en la
investigación, por ejemplo, reunir a participantes de diferentes estados de
México y utilizar herramientas digitales para promover la discusión, como he
reportado en publicaciones previas (Villanueva, 2023). Dando continuidad a esa
línea de investigación, se replicó esta metodología para los grupos 3, 4 y 5 en
diciembre de 2022.
[4] Las mujeres han participado en el cuidado de la salud
desde la Antigüedad hasta nuestros días. Se sabe que durante la Edad Media
muchas de ellas realizaron labores como curanderas y parteras, y que fueron
perseguidas por este motivo durante la cacería de brujas ocurrida entre los
siglos xv y xvii (Blazquez, 2008). Sin embargo,
este trabajo está enfocado en el estudio de la feminización y la más reciente
feministización de la medicina moderna científica que se profesionalizó como
tal entre finales del siglo xix y
principios del siglo xx (Brown,
2010).
[5] Como el caso de Zuly, una estudiante de la
Universidad Autónoma de Chapingo, encontrada en el closet de su dormitorio
universitario, asesinada por su pareja en 2004; o como el feminicidio de Lesvy,
en 2017, a manos de su novio en el campus de la UNAM.