VIOLENCIA INTRAFAMILIAR EN LA INFANCIA Y
ADOLESCENCIA DE ESTUDIANTES LGBTTTIQ+ DE LA UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
INTRAFAMILY VIOLENCE IN CHILDHOOD AND
ADOLESCENCE AMONG LGBTTTIQ+ STUDENTS AT THE UNIVERSITY OF GUADALAJARA
Arturo Villa Flores[1]
Alfredo Orozco
Mendoza[2]
DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v0i0.8122
Resumen
El
presente artículo analiza los antecedentes de violencia intrafamiliar sufridos
durante la infancia y adolescencia por estudiantes LGBTTTIQ+ de la Universidad
de Guadalajara. Utilizando datos de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022),
realizada en 2022, se compara la experiencia de violencia entre personas
LGBTTTIQ+ y estudiantes cisgénero/heterosexuales. Los resultados muestran que
las personas LGBTTTIQ+ se enfrentan a una mayor incidencia de violencia
psicológica, económica, verbal y física dentro del entorno familiar, tanto de
manera directa como indirecta. El estudio contextualiza estos hallazgos con la
teoría del “estrés de las minorías”, que explica cómo la discriminación y el
rechazo social generan un estrés crónico que afecta negativamente la salud
mental de las personas de la diversidad sexual. Además, se destaca que el
rechazo y la violencia familiar incrementan el riesgo de depresión, ansiedad y
conductas autolesivas en jóvenes LGBTTTIQ+, mientras que el apoyo familiar
puede ser un factor protector. El artículo concluye subrayando la urgencia de
implementar políticas incluyentes y estrategias educativas sobre diversidad
sexual para prevenir la violencia y promover entornos familiares y escolares
más seguros y respetuosos para las infancias y adolescencias LGBTTTIQ+.
Palabras clave: violencia intrafamiliar, infancia, adolescencia, estrés
minoritario, diversidad sexual
Abstract
This article analyzes the history of
domestic violence experienced during childhood and adolescence by LGBTTTIQ+ students at the University of Guadalajara. Using data from the Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et
al., 2022), the experience of violence is
compared between LGBTTTIQ+ individuals and cisgender/heterosexual
students. The results show that LGBTTTIQ+ people face a higher
incidence of psychological, economic, verbal,
and physical violence within the family
environment, both directly and indirectly. The study contextualizes
these findings with the “minority
stress” theory, which explains how discrimination
and social rejection generate
chronic stress that negatively affects the mental health of sexual diversity individuals. Furthermore, it highlights that
family rejection and violence increase the risk of
depression, anxiety, and self-harming behaviors among LGBTTTIQ+ youth, while family support
can be a protective factor. The
article concludes by emphasizing the urgency of
implementing inclusive policies
and educational strategies on sexual diversity to prevent violence
and promote safer and more respectful family and school environments for LGBTTTIQ+ children and adolescents.
Keywords: intrafamily violence, childhood, adolescence, minority stress, sexual
diversity
Introducción
La
violencia contra la infancia y adolescencia es un fenómeno que ha sido objeto
de estudio en diversas investigaciones académicas, en particular en el caso de
las personas LGBTTTIQ+. Según Human Rights Watch (2020), muchos niños y adolescentes LGBTTTIQ+ enfrentan
violencia y discriminación desde una edad temprana, lo que impacta
negativamente su desarrollo emocional y social (p. 15), manifestándose en
diferentes contextos, incluyendo el hogar y las instituciones educativas.
De acuerdo a la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) en México las personas de la diversidad sexual se
enfrentan a un mayor riesgo de ser víctimas de violencia intrafamiliar debido a
su orientación sexual o su identidad de género (CNDH, 2022). Esta situación
manifiesta la necesidad urgente de investigar, prevenir y atender la violencia
específica que sufren las personas con orientaciones sexuales o identidades de
género no normativas. Además, toda intervención debe partir del conocimiento
amplio, objetivo y sistemático de la problemática y sus causas. Es por ello que
el presente artículo tiene como propósito aportar conocimiento original sobre
esta problemática con base en el análisis de los datos obtenidos de una muestra
representativa de las personas estudiantes de la Universidad de Guadalajara. Un
estudio que adquiere relevancia pues no existe en la región una aproximación
cuantitativa de tal magnitud.
El presente artículo se propone describir los
antecedentes de violencia durante la infancia en el estudiantado de la Red
Universitaria de la Universidad de Guadalajara, en el Estado de Jalisco, y
mediante la comparación con la población cisgénero o heterosexual, poner a
prueba la hipótesis que propone que las infancias de la diversidad sexual
tienen una mayor probabilidad de experimentar violencia de manera directa o
indirecta. Con ello, se busca aportar al conocimiento del tema, al describir y
proponer una explicación a las diferencias en la magnitud y los tipos de
violencia que han experimentado las personas estudiantes de educación media
superior y superior durante la infancia.
Antecedentes
El
informe Devenir en Silencio,
publicado por Caribe Afirmativo, es uno de los estudios más completos sobre la
violencia intrafamiliar hacia personas LGBT (concepto con el que se refieren a
la diversidad o disidencia sexual), incluye niños, niñas y adolescentes.
Destaca que la violencia en el entorno familiar hacia personas LGBT suele estar
invisibilizada y justificada como parte de un proceso de socialización,
especialmente en contextos donde predomina una visión tradicional y patriarcal
de la familia. Las formas de violencia incluyen castigos físicos, amenazas de
divulgación de la orientación sexual, extorsión y revictimización, lo que
genera miedo y silencio en las víctimas. Las instituciones suelen estar poco
preparadas para atender estos casos, y existe un subregistro significativo
debido a la falta de estrategias diferenciales para documentar la violencia
intrafamiliar hacia la infancia y adolescencia LGBT (Charris et al., 2019).
La violencia intrafamiliar hacia personas de la
diversidad sexual está profundamente invisibilizada y naturalizada dentro de
las familias y la sociedad, lo que genera un silencio que perpetúa la violencia
y dificulta su denuncia y atención. El informe subraya que las familias, en
muchos casos, actúan como un obstáculo para el desarrollo pleno de la identidad
LGBT, manifestando violencia física, psicológica y simbólica. Además, concluye
que es fundamental reconocer las diversas formas de familia, incluyendo las
homoparentales, para garantizar derechos y protección (Charris et al., 2019).
La violencia familiar hacia personas de la
diversidad sexual se manifiesta en múltiples formas, incluyendo abuso físico,
psicológico y emocional. La problemática se agrava cuando se impone un silencio
que impide pedir ayuda o sentirse en confianza con la familia en situaciones de
vulnerabilidad (Rivera-Osorio y Arias-Gómez,
2020). En este sentido, es posible afirmar que la violencia
contra las personas de la diversidad sexual dentro del ámbito familiar resulta
un fenómeno complejo y está profundamente arraigada en normas sociales y
culturales que perpetúan la discriminación. ¿Cómo comprender y explicar las
causas y consecuencias de la violencia familiar que sufren las infancias y
adolescentes de la diversidad sexual y su diferencia cualitativa y cuantitativa
con relación a sus pares con identidades y orientaciones sexuales normativas?
El estrés minoritario o estrés de las minorías
se trata de una teoría que describe el estrés crónico y específico que
enfrentan las personas pertenecientes a grupos minoritarios estigmatizados,
como las minorías sexuales y de género, debido a la discriminación, prejuicios
y rechazo social que sufren en contextos dominados por normas heteronormativas.
Este estrés incluye experiencias directas de discriminación, expectativas de
rechazo, internalización del estigma y la necesidad de ocultar la identidad, lo
que afecta negativamente la salud mental y física de estas personas (Meyer,
2003).
Este marco conceptual permite explicar cómo el
estigma, los prejuicios y la discriminación generan un entorno social hostil y
estresante para las personas de la diversidad sexual. Este estrés social es
específico de las minorías y se suma al estrés general que experimenta
cualquier persona. El modelo identifica varios procesos de estrés. Entre ellos
los más relevantes son: experiencias directas de prejuicio y discriminación,
expectativas de rechazo y vigilancia constante, ocultamiento de la orientación
sexual y homofobia interiorizada (Meyer, 2003).
En la literatura disponible es posible
recuperar aportaciones que retoman esta teoría y llegan a conclusiones
consistentes con sus supuestos.
Ryan et al. (2009) encontraron que el rechazo
familiar durante la adolescencia se asocia significativamente con un aumento en
conductas suicidas y síntomas depresivos en jóvenes lesbianas, gays y bisexuales (p. 346). Además, destacan que el apoyo
familiar es un factor protector crucial para la salud mental (p. 347). Por su
parte, Almeida et al. (2009) señalan que las personas de la diversidad sexual
que experimentan rechazo familiar reportan mayores niveles de depresión,
ansiedad y abuso de sustancias y que la violencia familiar es un factor crítico
que contribuye al estrés minoritario y a la vulnerabilidad psicológica (p. 1354).
Según Lozano-Verduzco (2017) la homofobia
internalizada está asociada con síntomas depresivos y consumo de alcohol,
inseguridad y conductas de riesgo.
D'Augelli et
al. (2006) exponen que el rechazo y la violencia familiar hacia jóvenes LGBT
contribuyen a un aumento significativo en los síntomas de depresión y
pensamientos suicidas (p. 223). De acuerdo a su publicación, la aceptación
familiar puede mitigar estos efectos negativos (p. 224). También subrayan que
la intervención temprana y el apoyo social pueden mejorar los resultados de salud
mental (p. 115). Mereish y Poteat
(2015) destacan que la violencia familiar y el rechazo están fuertemente
relacionados con la homofobia internalizada y la depresión en jóvenes LGBTQ (p.
154). Además, la resiliencia y el apoyo social son factores que pueden
contrarrestar los efectos negativos del estrés minoritario (p. 160). En general,
los artículos imputan a la homofobia internalizada, las normas sociales
heteronormativas y cisnormativas, y el rechazo en la institución familiar, una
correlación con la violencia simbólica y familiar. Por ello, subrayan la
importancia de las intervenciones que promueven la aceptación y el apoyo social
para mejorar la salud mental de las minorías sexuales.
Problema de investigación
Con
base en la literatura revisada y el marco teórico establecido líneas arriba
surge la pregunta de investigación ¿Existe una diferencia entre frecuencia y
tipo de violencias experimentadas, en el ámbito familiar y durante la infancia,
por las personas con orientaciones sexuales e identidades de género normativas
y las pertenecientes a la diversidad sexual? Nuestra hipótesis de trabajo
supone que las experiencias de violencia directa e indirecta durante la
infancia han sido más intensas y frecuentes en las personas con identidades de
género y orientaciones sexuales no normativas debido a las consecuencias del
estrés de las minorías.
Metodología
Los
datos analizados para este estudio provienen de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et
al., 2022). Se trata de una encuesta realizada por el Centro de Estudios de
Género de la Universidad de Guadalajara, en colaboración con la Federación
Estudiantil Universitaria, la Cátedra UNESCO Liderazgo, Género y Equidad y el
Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo. Consistió en una
investigación cuantitativa que persiguió varios objetivos, entre ellos los
siguientes:
-
Realizar la primera estimación del
tamaño de la población de la diversidad sexual entre la población estudiantil
de la Universidad de Guadalajara (tanto en bachillerato como licenciatura).
-
Estimar la prevalencia de violencia
por motivos de diversidad de identidades de género y orientaciones sexuales.
-
Estimar la prevalencia de distintos
tipos de violencia hacia la población estudiantil de la Universidad de
Guadalajara, entre ellas:
o La
violencia de género contra las mujeres en sus distintos tipos (física, psicológica,
sexual o económica) y ámbitos (pareja, familiar, escolar, comunitaria, laboral).
o Los
antecedentes de violencia en la familia de todo el estudiantado (no solo las
mujeres).
El
universo de este estudio lo componen estudiantes de bachillerato y licenciatura
matriculadxs en la Universidad de Guadalajara el
ciclo escolar 2022A. El estudio empleó una muestra probabilística de 7,342
estudiantes (hombres y mujeres cisgénero y transgénero y personas no binarias)
distribuidos en 69 puntos muestrales de la red universitaria, con un nivel de
confianza del 95% y un margen de error estadístico de +/- 1.13%. Esta muestra
es representativa por nivel educativo, región y centro universitario.
Como método de recolección de datos se empleó
un cuestionario estructurado desplegado en una plataforma digital. La técnica
de levantamiento fue auto-administrada, dirigida in situ, asegurando el anonimato de las
personas encuestadas. El procesamiento de los datos se realizó con software especializado de análisis
estadístico IBM-SPSS. Para el análisis secundario de los datos que se realizó
para el presente artículo, se tuvo acceso tanto los tabulados básicos
(distribuciones de frecuencia simples) y microdatos de la encuesta que también
fueron analizados con el software IBM-SPSS.
La Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022) emplea
el marco conceptual de Derechos Humanos para referirse a la identidad de género
y la orientación sexual. Según este marco, se entiende por identidad de
género
la vivencia
interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente,
la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del
nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar
la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios
médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente
escogida) y otras expresiones de género incluyendo la vestimenta, el modo de
hablar y los modales. (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [CIDH],
2015, p. 32)
Este
mismo marco, en atención a los Principios de Yogyakarta, entiende por orientación
sexual:
la
capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva
y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o
de más de un género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y
sexuales con estas personas. (CIDH, 2015, pp. 31-32)
La
Encuesta Universitaria de Género,
Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022) indagó sobre la identidad de
género y orientación sexual del estudiantado por autoclasificación, siendo las
categorías para identidad de género, según el marco de Derechos Humanos: hombre
cisgénero, mujer cisgénero, hombre transgénero, mujer transgénero, persona no
binaria u otra. Para las categorías de orientación sexual empleó: heterosexual,
lesbiana, homosexual, bisexual, asexual, pansexual u otra. La encuesta no capta
información específica ni permite realizar análisis relativos a personas
intersexuales o travesti.
Asimismo, de las 7 mil 342 personas
encuestadas, el estudio solo captó 12 personas que se identificaron como
hombres transgénero y 16 como mujeres transgénero, lo que representa apenas
0.4% de la muestra global. Por este motivo, aunque se contabilizan dentro de la
población de la diversidad o disidencia sexual, tampoco se ofrece un análisis
específico sobre la población trans. Para esto se requeriría de un sobremuestreo para esta población.
Para el apartado sobre antecedentes de
violencia durante la niñez, que aquí se ha denominado “violencia indirecta”, se
operacionalizó con preguntas de respuesta discreta en la que se preguntó
“Cuando eras niñx, ¿recuerdas si entre las personas
adultas con las que vivías…”, “…había gritos?” “… había insultos y ofensas?” y “…
había golpes?”, siendo las posibilidades de respuesta: “Seguido”, “A veces”,
“Nunca”, además del “No sé, no recuerdo, prefiero no contestar”.
Sobre la que hemos denominado violencia
directa, el cuestionario introdujo preguntas de respuesta discreta redactadas
de la forma siguiente: “Cuando eras niñx,
tu papá o tu mamá, o lxs adultxs
que se hacían cargo de ti o con quien vivías…”, “…te ignoraban o no te tomaban
en cuenta?”, “…te insultaban, ofendían o humillaban” y un total de 17
reactivos, todos con las respuestas posibles “Seguido”, “A veces”, “Nunca”.
En este estudio se realiza un análisis
bivariado que cruza cada uno de estos reactivos por la variable de pertenencia
de grupo a la diversidad o disidencia sexual, que consiste en una variable
derivada de las preguntas primarias sobre identidad de género y orientación
sexual descritas arriba. Se aplicó la prueba chi-cuadrado de Pearson para
revisar la significancia estadística de las diferencias observadas en las
proporciones de los grupos “Cisgénero y heterosexual” vs. “No cisgénero o no
heterosexual”, dado que se trata de variables nominal y ordinal, ninguna es intervalar (ver Agresti y Finlay, 2009).
Este es el primer estudio de este tipo que se
realiza en la población de estudiantes de la Universidad de Guadalajara, y uno
de los pocos que existen en Instituciones de Educación Superior con muestras
probabilísticas que tienen este tamaño y márgenes de error. Ello ha permitido
captar suficientes casos de grupos pequeños (aunque no es el caso de personas
trans) para un análisis estadístico razonable, y también realizar estimaciones
con un alto grado de precisión estadística.
Como se mencionó antes, nuestra hipótesis de
trabajo supone que las experiencias de violencia directa e indirecta durante la
infancia han sido más intensas y frecuentes en las personas con identidades de
género y orientaciones sexuales no normativas.
Para poner a prueba las hipótesis se analiza la
frecuencia de actos de violencia verbal y física en caso de la violencia
indirecta; así como los casos de violencia verbal, física, psicológica y
económica en el caso de la violencia directa. En todos los casos se comparan
los datos de las personas heterosexuales y cisgénero con los de las personas no
heterosexuales o no cisgénero. No obstante, en los casos en los que la
violencia tiene un significado especial cuando se trata de hombres o mujeres,
de acuerdo con el diseño de la encuesta, se utilizaron los subconjuntos de
datos relevantes.
En lo que respecta a la violencia intrafamiliar
entre personas adultas, se analiza la experiencia del estudiantado durante la
infancia como víctimas indirectas, es decir, la vivencia de hechos de violencia
familiar entre adultos de la familia de origen. Las variables de análisis son:
violencia verbal y violencia física. Asimismo, se analizan los antecedentes de
violencia intrafamiliar de la comunidad estudiantil como víctimas directas, es
decir, en los casos de violencia ejercida por personas adultas hacia el
estudiantado durante su infancia. En este caso se toman tres variables:
violencia psicológica, económica y física.
Resultados
Violencia familiar indirecta
Los
resultados muestran una mayor incidencia de violencia verbal y una menor, pero
no despreciable, frecuencia de violencia física. Los datos obtenidos en ambas
variables muestran una diferencia estadística significativa en cuanto a la
incidencia de hechos de violencia experimentados por ambos grupos. De lo
anterior podemos concluir que una mayor proporción de las personas no
heterosexuales o no cisgénero han experimentado hechos de violencia y con mayor
frecuencia.
Cuando eras niñx, ¿recuerdas si entre
las personas adultas con las que vivías… |
Persona
cisgénero y heterosexual (%) |
Persona no
cisgénero o no heterosexual (%) |
Total (%) |
||
había gritos? |
Seguido |
24.3 |
42.1 |
28.1 |
|
A veces |
47.1 |
42.1 |
46.0 |
||
Nunca |
28.6 |
15.8 |
25.8 |
||
chi-cuadrado de Pearson:212.055, gl:2, p: <.001 |
|
|
|||
había insultos y ofensas? |
Seguido |
19.4 |
37.3 |
23.2 |
|
A veces |
33.5 |
33.3 |
33.5 |
||
Nunca |
47.0 |
29.5 |
43.3 |
||
chi-cuadrado de Pearson: 241.297,
gl:2), p: <.001 |
|
|
|||
había golpes? |
Seguido |
8.1 |
17.9 |
10.1 |
|
A veces |
15.3 |
20.9 |
16.5 |
||
Nunca |
76.6 |
61.3 |
73.4 |
||
chi-cuadrado de Pearson: 162.820,
gl:2, p: <.001 |
Fuente: Elaboración propia con información
de la base de datos de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).
Los
datos resumidos en la Tabla 1 muestran diferencias significativas entre los
antecedentes de violencia en ambos grupos de estudiantes. 24.3% del
estudiantado declara que experimentaron gritos entre las personas adultas a
diferencia del 42.1% de las personas no cisgénero o no heterosexual. En el mismo
sentido de las personas cis y hetero, 28.6% afirma que nunca presenció gritos a
diferencia del 15.8% de las personas de la diversidad sexual. Al aplicar la
prueba Chi-cuadrado de Pearson, se obtiene un valor de 212.055 con 2 grados de libertad
que corresponde a un valor p. <.001. Por tanto, concluimos que hay una
diferencia significativa. Las personas con orientaciones e identidades no
normativas experimentan este tipo de violencia con más frecuencia.
Al ser cuestionados sobre si había insultos y
ofensas entre las personas adultas con las que convivían, 19.4% del grupo cisgénero
o heterosexual respondió que ocurría seguido a diferencia del 37.3% del
estudiantado perteneciente a la diversidad sexual. Por otra parte, 47% y 29.5%
respectivamente respondieron que nunca experimentaron ese tipo de violencia. La
prueba Chi-cuadrado de Pearson arroja un valor de 241.297, 2 grados de libertad
y un valor p <.001. Lo anterior nos lleva a concluir que existe una
diferencia significativa con una mayor afectación para el estudiantado de la
disidencia sexual.
Con respecto a la violencia física, 8.1% de las
personas hetero o cis respondieron haber presenciado con frecuencia golpes
entre personas adultas a diferencia del 17.9% del estudiantado no heterosexual
o cisgénero. 76.6% y 61.3% respondieron nunca haber presenciado durante su
infancia este tipo de violencia intrafamiliar entre los adultos. El estadístico
chi-cuadrado de Pearson arroja un valor de 162.820 con 2 grados de libertad p.
de <.001.
Concluimos que con
respecto a las personas no cisgénero o no heterosexuales, existe una mayor
probabilidad de ser víctimas indirectas al haber experimentado, en mayor
proporción y con mayor frecuencia, violencia intrafamiliar verbal y física
entre adultos durante la infancia. De acuerdo a la literatura revisada, es
posible comprender estas diferencias como resultado del estrés de las minorías.
Los datos observados adquieren sentido con el conocimiento existente. El estrés
producido debido a la homofobia y pautas normativas de orientación de la
acción, así como el rechazo y el ocultamiento contribuyen a generar un ambiente
familiar hostil que puede explicar las diferencias en cuanto a las experiencias
de violencia familiar indirecta.
Violencia familiar directa
En
el siguiente apartado se trata el tema de la violencia intrafamiliar sufrida
durante la infancia. A diferencia del anterior, en este se exploran las
experiencias del estudiantado en tanto víctimas directas. En la Tabla 2, se
presentan los datos referentes la violencia psicológica experimentada por las
personas estudiantes durante su infancia en tanto víctimas directas. 4.6% de
las personas cisgénero y heterosexuales afirmó haber
sido ignoradas o no tomadas en cuenta, seguido por ser hombre o mujer, a
diferencia de 11.4% de las personas no cisgénero o no heterosexuales. Por otra
parte, 84.2% de las personas cisgénero o heterosexuales y 64.1% de las personas
no heterosexuales o no cisgénero respondieron nunca haber sufrido este tipo de
violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson arroja una diferencia
significativa entre ambos grupos con un valor de 218.780, con 2 g.l. p. <.001.
Cuando eras niñx, ¿tu papá o tu mamá o
lxs adultxs que se hacían
cargo de ti o con quienes vivías… |
Persona
cisgénero y heterosexual (%) |
Persona no
cisgénero o no heterosexual (%) |
Total (%) |
||
te ignoraban o no te tomaban en cuenta por ser hombre o mujer? |
Seguido |
4.6 |
11.4 |
6.1 |
|
A veces |
13.6 |
24.6 |
16.0 |
||
Nunca |
81.7 |
64.0 |
77.9 |
||
te insultaban, ofendían o humillaban? |
Seguido |
5.3 |
16.8 |
7.7 |
|
A veces |
18.1 |
29.3 |
20.5 |
||
Nunca |
76.6 |
53.9 |
71.8 |
||
te hicieron sentir menos por ser hombre o mujer? |
Seguido |
4.0 |
12.9 |
5.9 |
|
A veces |
11.8 |
23.0 |
14.1 |
||
Nunca |
84.2 |
64.1 |
79.9 |
||
se burlaban de ti, de tus opiniones, preocupaciones o de tus
sentimientos? |
Seguido |
8.3 |
27.2 |
12.3 |
|
A veces |
23.2 |
33.6 |
25.4 |
||
Nunca |
68.5 |
39.1 |
62.2 |
||
te impedían tener amigxs del sexo
opuesto? |
Seguido |
3.5 |
11.0 |
5.1 |
|
A veces |
8.5 |
17.2 |
10.3 |
||
Nunca |
88.0 |
71.9 |
84.6 |
||
te impedían usar cierto tipo de ropa (por ejemplo. ropa ajustada
o corta)? |
Seguido |
7.9 |
22.6 |
11.0 |
|
A veces |
17.0 |
27.8 |
19.3 |
||
Nunca |
75.2 |
49.6 |
69.7 |
||
no te dejaban salir de tu casa sola? (SOLO MUJERES) |
Seguido |
24.6 |
38.2 |
27.9 |
|
A veces |
28.6 |
30.6 |
29.1 |
||
Nunca |
46.8 |
31.2 |
43.0 |
||
se burlaban de ti o te ofendían o maltrataban si llorabas? (SOLO
HOMBRES) |
Seguido |
4.3 |
18.4 |
6.1 |
|
A veces |
14.9 |
25.9 |
16.3 |
||
Nunca |
80.8 |
55.7 |
77.7 |
||
te ofendían o maltrataban si otros niños te pegaban o
lastimaban? (SOLO HOMBRES) |
Seguido |
3.3 |
11.3 |
4.3 |
|
A veces |
9.6 |
18.1 |
10.6 |
||
Nunca |
87.1 |
70.6 |
85.1 |
||
te regañaban por no defenderte si otros te pegaban o lastimaban?
(SOLO HOMBRES) |
Seguido |
8.2 |
20.5 |
9.7 |
|
A veces |
21.4 |
29.1 |
22.4 |
||
Nunca |
70.4 |
50.4 |
67.9 |
Fuente: Elaboración propia información de
la base de datos de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).
Ante la pregunta: “¿Te ignoraban o no te tomaban en
cuenta por ser hombre o mujer?”, 4.6% de las personas cisgénero o
heterosexuales respondieron que les sucedía con frecuencia, a diferencia del
11.4% de las personas de la diversidad sexual. Mientras que las personas que
dijeron sufrir este tipo de violencia a veces fueron 21.4% y 29.1%
respectivamente. Finalmente, quienes nunca sufrieron esta violencia fueron
70.4% de las personas cisgénero y heterosexuales y sólo 50.4% de las personas
no heterosexuales o no cisgénero. Los datos permiten observar una notoria
diferencia entre la frecuencia con que las personas no heterosexuales o
cisgénero sufren este tipo de violencia psicológica relacionada con el género
en la infancia. Por supuesto, las mujeres cisgénero o las heterosexuales no
están a salvo, pero el problema se agrava aún más para las personas con orientaciones
o identidades no normativas.
5.3% de las personas cisgénero o heterosexuales
afirmaron haber recibido insultos, ofensas y humillaciones seguido, 18.1% a
veces y 76.6% nunca. 16.8% de las personas de la disidencia sexual, por su
parte, declararon haber sufrido esta violencia seguido, 29.3% a veces y 53.9%
nunca. La diferencia entre ambos grupos de personas se confirma con la prueba Chi-cuadrado
de Pearson que arroja un valor de 350.353, con 2 g.l.
y p. <.001. La diferencia resulta significativa estadísticamente, y
preocupante, pues la discriminación y violencia que sufren las personas con
orientaciones o identidades no normativas es una realidad presente desde la
infancia y, de acuerdo a la literatura, se convierte en un estigma a lo largo
de la vida en las diversas esferas sociales.
4% de las personas cisgénero y heterosexuales
respondieron que seguido les hicieron sentir menos por ser hombre o mujer a
diferencia del 12.9% de las personas de la diversidad sexual. 11.8% y 23% dijeron
haberlo sufrido a veces, y el 84.2% y el 64.1%, respectivamente, no lo habrían
sufrido nunca. La brecha de más de veinte puntos porcentuales contribuye a
comprender la vulnerabilidad que viven las personas de la diversidad sexual
ante la violencia psicológica. Esta observación es consistente con el resto de
las variables resumidas en la Tabla 2. La prueba Chi-cuadrado de Pearson
muestra una diferencia significativa con valor 312.892, 2 g.l.
y p <.001.
Ante la pregunta (las personas adultas con las
que vivías) “¿Se burlaban de ti, de tus opiniones, preocupaciones o de tus
sentimientos?”, las diferencias se hacen más notorias. 8.3% de las personas
heterosexuales o cisgénero respondieron que seguido y 27.2% de las personas no
heterosexuales o no cisgénero. Quienes respondieron nunca fueron 68.5% de las
personas heterosexuales y cisgénero y 39.1% no heterosexuales o no cisgénero.
La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 549.661, 2 g.l.
y p <.001, permite descartar el supuesto de igualdad, como lo sugiere la
diferencia en los porcentajes, lo que nuevamente muestra la violencia que viven
las infancias con orientaciones e identidades diversas.
Las personas heterosexuales y cisgénero, en una
proporción de 3.5% y 11% de las personas no heterosexuales o no cisgénero
respondieron que seguido les impedían tener amigxs
del sexo opuesto. Por otra parte 88.0% y 71.9%, respectivamente declararon
nunca haber sufrido esa prohibición. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma
esa diferencia estadística con un valor de 248.919, 2 g.l.
y p <.001. 7.9% de las personas heterosexuales o cisgénero expresaron que seguido
se les impedía usar cierto tipo de ropa, en tanto 22.6%
de las personas de la diversidad sexual sufrían este tipo de violencia. Esto
sucedía a veces a 17% y 27.8% respectivamente y nunca al 75.2% de las personas
cisgénero y heterosexuales y 49.6% de las personas de la diversidad sexual.
Con respecto a la pregunta: “¿No te dejaban
salir de casa sola?”, que fue dirigida a solamente a mujeres, 24.6% de las
personas heterosexuales y cisgénero respondió que eso ocurría seguido, al igual
que el 38.2% de las mujeres de la diversidad sexual. 28.6% y 30.6%,
respectivamente respondieron que a veces y 46.8% y 31.2% respondió que nunca.
Las diferencias de proporciones sugieren nuevamente una mayor incidencia de
este tipo de violencia para las mujeres de la diversidad sexual. En ambos
grupos es menor a 50% la proporción de quienes no han vivido esta violencia. La
prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 86.761, 2 g.l.
y p<.001, confirma que la diferencia es significativa.
En el caso de los varones heterosexuales y
cisgénero, 4.3% expresó que seguido las personas mayores con las que vivían se
burlaban, les ofendían o maltrataban si lloraban. Ello ocurría también al 18.4%
de los hombres no heterosexuales o cisgénero. 14.9% y 25.9% respectivamente les
ocurría a veces, y al 80.8% y 55.7% nunca. Es notoria la mayor frecuencia con
la que los varones no heterosexuales o cisgénero experimentaron este tipo de
violencia familiar que puede explicarse como resultado de la homofobia
interiorizada y la presión para ocultar la orientación sexual o identidad de
género. La prueba chi-cuadrado de Pearson con valor 158.613, 2 g.l. y p <.001, confirma la diferencia estadísticamente
significativa.
También en el caso de los varones, ante la
pregunta: “¿Te ofendían o maltrataban si otros niños te pegaban o lastimaban?”,
3.3% de los heterosexuales o cisgénero respondió que seguido, y 11.3% de los no
heterosexuales o cisgénero. 9.6% y 18.1% respondieron que a veces, y el 87.1% y
70.6% respondieron que nunca. Los datos muestran nuevamente una mayor
incidencia de violencia contra los varones con orientaciones sexuales o
identidades de género no normativas que puede interpretarse también como
resultado de la homofobia y la presión para ocultar su preferencia o identidad.
La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 81.303, 2 g. l. y p <.001,
confirma que hay diferencia estadística significativa.
Finalmente, ante una situación aún más
compleja, representada por la pregunta: “¿Te regañaban por no defenderte si
otros te pegaban o lastimaban?” Que implica una sanción por no responder ante
actos de violencia física, 8.2% de los varones heterosexuales o cisgénero
confirmó haberlo sufrido seguido, así como el 20.5% de los varones no
heterosexuales o cisgénero. A veces lo habría experimentado el 21.4% y el
29.1%, y nunca el 70.4% y el 50.4% respectivamente. Los datos permiten concluir
como en los casos anteriores una mayor incidencia de este tipo de violencia
para las personas de la diversidad sexual que como en los casos anteriores
puede interpretarse desde el modelo del estrés de las minorías. La prueba Chi-cuadrado
de Pearson con valor 77.842, 2 g.l. y p <.001
muestra que la diferencia estadística es significativa.
Cuando eras niñx. tu papá o tu mamá o lxs adultxs que se hacían cargo
de ti o con quienes vivías… |
Persona
cisgénero y heterosexual (%) |
Persona no
cisgénero o no heterosexual (%) |
Total (%) |
||
Te abofeteaban? |
Seguido |
3.8 |
9.9 |
5.1 |
|
A veces |
12.8 |
19.0 |
14.1 |
||
83.4 |
71.1 |
80.8 |
|||
Seguido |
3.8 |
11.4 |
5.4 |
||
A veces |
11.6 |
19.7 |
13.3 |
||
Nunca |
84.7 |
68.9 |
81.3 |
||
Te encerraban para impedirte salir? |
Seguido |
2.1 |
5.6 |
2.9 |
|
A veces |
10.4 |
13.9 |
11.1 |
||
87.5 |
80.5 |
86.0 |
|||
Te golpeaban con el puño? |
Seguido |
2.3 |
5.2 |
2.9 |
|
5.6 |
8.9 |
6.3 |
|||
Nunca |
92.2 |
85.9 |
90.8 |
||
Seguido |
1.9 |
4.1 |
2.4 |
||
A veces |
4.7 |
7.9 |
5.4 |
||
Nunca |
93.3 |
88.0 |
92.2 |
Fuente: Elaboración propia con información
de la base de datos de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).
En
la Tabla 3, se analizan las experiencias de la violencia física ejercida por
las personas adultas de la familia o con quienes vivían las personas informantes
durante su infancia. Este tipo de violencia intrafamiliar se abordó a través de
cinco ítems. 83.4% de las personas heterosexuales y cisgénero afirma no haber
sido abofeteada a diferencia de 71.1% de las personas no cisgénero o
heterosexuales. 3.8% de las personas heterosexuales o cisgénero dicen haber
sufrido esa violencia seguido, así como el 9.9% de las personas de la
diversidad sexual. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma la diferencia
estadística entre los grupos con un valor de 136.171ª, 2 g.l.
y p <.001.
Ante la pregunta: “¿te empujaban o jaloneaban o
te jalaban del cabello?”, 3.8% de las personas heterosexuales o cisgénero
respondió que sufría esta violencia seguido, y 11.4% de las personas de la
diversidad sexual y de género. 84.7% y 68.9% respectivamente no habrían sufrido
nunca este tipo de violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con un valor de
219.163, 2 g.l. y p <.001 confirma que la
diferencia estadística es significativa.
2.1% de las personas
heterosexuales o cisgénero y 5.6% de las personas de la diversidad mencionan
que durante su infancia seguido se les encerraba para impedirles salir. 87.5% y
el 80.5% respectivamente afirman que nunca sufrieron esta violencia. La
diferencia es menor que en las variables anteriores, sin embargo, las personas
no heterosexuales o no cisgénero sufren este tipo de violencia en una mayor
proporción. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma que existe diferencia
estadística con un valor de 69.066, 2 g.l. y p
<.001.
2.3% de las personas heterosexuales y 5.2% de
las personas no heterosexuales o no cisgénero seguido recibieron golpes con el
puño durante su infancia, 5.6% y 8.9% respectivamente dijeron sufrirla a veces,
finalmente, 92.2% y 85.9%, también respectivamente, afirmaron nunca haber
recibido este tipo de violencia. La prueba chi-cuadrado de Pearson muestra que
existe una diferencia significativa entre ambos grupos con un valor de 47.995,
2 grados de libertad y p <.001. 1.9% de las personas heterosexuales o
cisgénero recibió seguido patadas por parte de las personas adultas de su
familia o con quienes vivían, así como 4.1% de las personas de la diversidad
sexual. 4.7% y 7.9% respectivamente sufrieron este tipo de violencia a veces,
mientras que 93.3% y 88.0% no la sufrieron nunca. La diferencia es notoria con
respecto a la proporción de las personas de la diversidad sexual que sufre este
tipo de violencia física. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de
415.058, 2 g.l. y p <.001, confirma que existe una
diferencia significativa entre ambos grupos.
Cuando eras niñx, tu papá o tu mamá o lxs adultxs que se hacían cargo
de ti o con quienes vivías… |
Persona cisgénero y heterosexual (%) |
Persona no cisgénero o no
heterosexual (%) |
Total (%) |
||
¿No
te daban dinero para cubrir las necesidades de la escuela? |
Seguido |
4.9 |
8.4 |
5.6 |
|
A veces |
9.1 |
13.8 |
10.1 |
||
Nunca |
86.0 |
77.8 |
84.3 |
||
Seguido |
3.1 |
4.7 |
3.5 |
||
A veces |
7.3 |
9.3 |
7.7 |
||
Nunca |
89.5 |
86.0 |
88.8 |
Fuente: Elaboración propia con información
de la base de datos de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).
La
experiencia de las personas participantes en la encuesta representativa de la
población estudiantil de la red universitaria en tanto víctimas de violencia
económica se recuperó a través de dos ítems. 4.9% de las personas
heterosexuales y cisgénero seguido no recibían dinero para cubrir las
necesidades de la escuela, lo que también experimentó el 8.4% de las personas
de la diversidad sexual. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de 60.095,
2 g.l. y p <.001 nos permite rechazar la hipótesis
nula y confirmar que existe una diferencia significativa entre ambos grupos.
Al 3.1% de las personas heterosexuales o
cisgénero seguido no se les permitía estudiar o trabajar,
así como al 4.7% de las personas de la diversidad sexual. 7.3% y 9.3% sufrieron
este tipo de violencia a veces. Finalmente, 89.5% y 86% respectivamente no
sufrieron nunca dicha violencia. La diferencia significativa entre ambos grupos
se confirma con la prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de 15.735, 2 g.l. y p <.001.
Discusión
Los resultados muestran que las personas de la
diversidad sexual tienen una mayor probabilidad de experimentar violencia, y
con mayor intensidad, ya sea como víctimas directas o indirectas, en
comparación con sus pares cisgénero y heterosexuales. Los tipos de violencia
abordados incluyen violencia psicológica, económica, verbal y física, con una
prevalencia significativamente mayor en la población de la diversidad sexual. Esta
diferencia cuantitativa y cualitativa en la experiencia de violencia en
comparación a las personas con identidades u orientaciones normativas respalda
la hipótesis de que las infancias y adolescencias divergentes están más expuestas
a contextos familiares hostiles y discriminatorios.
Los datos muestran una mayor
incidencia de violencia intrafamiliar indirecta en el caso de las personas que
puede explicarse por el estrés minoritario. La violencia indirecta es
consecuencia de las normas sociales discriminatorias y del rechazo familiar, y
su impacto es tan relevante como el de la violencia directa. Estas experiencias
forman parte de los factores de estrés crónico que afectan a las minorías
sexuales y de género. A su vez, la mayor incidencia de hechos de
violencia incrementa el estrés, lo que tiene un efecto acumulativo.
De acuerdo con la
información empírica, se hace evidente un mayor control sobre la ropa, las
amistades y el dinero en el caso de las personas de la diversidad sexual. Ello
no solo limita la libertad individual, sino que actúa como una forma de
violencia simbólica y psicológica. Estas prácticas buscan “disciplinar” y
“normalizar” el comportamiento de quienes se perciben como diferentes dentro
del núcleo familiar, especialmente cuando se trata de identidades y expresiones
de género o sexualidad no normativas.
La teoría del estrés
minoritario sostiene que las personas de grupos minoritarios –como las minorías sexuales y de género– experimentan un estrés crónico y específico debido a la discriminación,
el prejuicio y el rechazo social en contextos dominados por pautas
heteronormativas de orientación de la acción. Los datos estadísticos y su
análisis son consistentes con esta teoría, ya que muestran que las personas de
la diversidad sexual sufren violencia directa e indirecta con mayor frecuencia
e intensidad, que puede interpretarse en el contexto del rechazo, la necesidad
de ocultar su identidad y la homofobia internalizada, lo que incrementa su vulnerabilidad
psicológica y emocional. La violencia intrafamiliar hacia personas de la
diversidad sexual es un fenómeno estructural, profundamente arraigado en normas
sociales y culturales. Todo ello como muestra la literatura que genera
consecuencias graves y duraderas en la salud mental y el bienestar de esta
población.
La mayor prevalencia de
violencia en la infancia y adolescencia de las personas de la diversidad sexual
puede explicarse como resultado de procesos de discriminación sistémica y
estrés minoritario, lo que subraya la necesidad de políticas públicas,
intervenciones familiares y educativas que promuevan la inclusión y el respeto
a la diversidad sexual y de género.
Conclusiones
El análisis de los antecedentes de violencia
intrafamiliar en la infancia y adolescencia del estudiantado de la Universidad
de Guadalajara evidencia una problemática estructural y persistente. Los datos
empíricos obtenidos a través de la Encuesta
Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz
Moreno et al., 2022) confirman que las personas
de la diversidad sexual enfrentan una mayor incidencia de violencia
psicológica, económica, verbal y física en el ámbito familiar en comparación
con sus pares cisgénero y heterosexuales. Esta violencia, tanto directa como
indirecta, se manifiesta desde edades tempranas y repercute negativamente en el
desarrollo emocional, social y académico de quienes la padecen.
La violencia familiar hacia
las infancias y adolescencias de la diversidad sexual está profundamente
invisibilizada y normalizada en contextos donde predominan normas sociales
heteronormativas y cisnormativas. Esta situación perpetúa el silencio y la
rutinización de las violencias motivadas por la homofobia internalizada. El
rechazo y la violencia familiar no solo incrementan el estrés y el riesgo de
problemas de salud mental como depresión, ansiedad y conductas suicidas, sino
que también afectan la autoestima y la capacidad de establecer relaciones sanas
en la vida adulta.
La evidencia subraya la
urgencia de implementar políticas públicas y programas educativos que promueven
la aceptación y el respeto a la diversidad sexual y de género dentro del núcleo
familiar y en los entornos escolares. Es fundamental reconocer y visibilizar
las distintas formas de familia, así como fortalecer los factores de
protección, como el apoyo familiar y social, para contrarrestar los efectos
negativos del estrés minoritario.
Abordar la violencia
intrafamiliar ejercida contra las personas de la diversidad sexual requiere un
enfoque integral que combine la generación de conocimiento, la intervención
temprana y la transformación cultural hacia la inclusión y la equidad. Solo así
será posible garantizar el pleno desarrollo y bienestar de las infancias y
adolescencias diversas, y avanzar hacia una sociedad más justa y respetuosa de
los derechos humanos.
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