VIOLENCIA INTRAFAMILIAR EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE ESTUDIANTES LGBTTTIQ+ DE LA UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

 

INTRAFAMILY VIOLENCE IN CHILDHOOD AND ADOLESCENCE AMONG LGBTTTIQ+ STUDENTS AT THE UNIVERSITY OF GUADALAJARA

 

Arturo Villa Flores[1]

Alfredo Orozco Mendoza[2]

 

DOI: https://doi.org/10.32870/lv.v0i0.8122

 

Resumen

El presente artículo analiza los antecedentes de violencia intrafamiliar sufridos durante la infancia y adolescencia por estudiantes LGBTTTIQ+ de la Universidad de Guadalajara. Utilizando datos de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022), realizada en 2022, se compara la experiencia de violencia entre personas LGBTTTIQ+ y estudiantes cisgénero/heterosexuales. Los resultados muestran que las personas LGBTTTIQ+ se enfrentan a una mayor incidencia de violencia psicológica, económica, verbal y física dentro del entorno familiar, tanto de manera directa como indirecta. El estudio contextualiza estos hallazgos con la teoría del “estrés de las minorías”, que explica cómo la discriminación y el rechazo social generan un estrés crónico que afecta negativamente la salud mental de las personas de la diversidad sexual. Además, se destaca que el rechazo y la violencia familiar incrementan el riesgo de depresión, ansiedad y conductas autolesivas en jóvenes LGBTTTIQ+, mientras que el apoyo familiar puede ser un factor protector. El artículo concluye subrayando la urgencia de implementar políticas incluyentes y estrategias educativas sobre diversidad sexual para prevenir la violencia y promover entornos familiares y escolares más seguros y respetuosos para las infancias y adolescencias LGBTTTIQ+.

 

Palabras clave: violencia intrafamiliar, infancia, adolescencia, estrés minoritario, diversidad sexual

 

Abstract

This article analyzes the history of domestic violence experienced during childhood and adolescence by LGBTTTIQ+ students at the University of Guadalajara. Using data from the Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022), the experience of violence is compared between LGBTTTIQ+ individuals and cisgender/heterosexual students. The results show that LGBTTTIQ+ people face a higher incidence of psychological, economic, verbal, and physical violence within the family environment, both directly and indirectly. The study contextualizes these findings with theminority stress” theory, which explains how discrimination and social rejection generate chronic stress that negatively affects the mental health of sexual diversity individuals. Furthermore, it highlights that family rejection and violence increase the risk of depression, anxiety, and self-harming behaviors among LGBTTTIQ+ youth, while family support can be a protective factor. The article concludes by emphasizing the urgency of implementing inclusive policies and educational strategies on sexual diversity to prevent violence and promote safer and more respectful family and school environments for LGBTTTIQ+ children and adolescents.

 

Keywords: intrafamily violence, childhood, adolescence, minority stress, sexual diversity

 

Introducción

La violencia contra la infancia y adolescencia es un fenómeno que ha sido objeto de estudio en diversas investigaciones académicas, en particular en el caso de las personas LGBTTTIQ+. Según Human Rights Watch (2020), muchos niños y adolescentes LGBTTTIQ+ enfrentan violencia y discriminación desde una edad temprana, lo que impacta negativamente su desarrollo emocional y social (p. 15), manifestándose en diferentes contextos, incluyendo el hogar y las instituciones educativas.

De acuerdo a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en México las personas de la diversidad sexual se enfrentan a un mayor riesgo de ser víctimas de violencia intrafamiliar debido a su orientación sexual o su identidad de género (CNDH, 2022). Esta situación manifiesta la necesidad urgente de investigar, prevenir y atender la violencia específica que sufren las personas con orientaciones sexuales o identidades de género no normativas. Además, toda intervención debe partir del conocimiento amplio, objetivo y sistemático de la problemática y sus causas. Es por ello que el presente artículo tiene como propósito aportar conocimiento original sobre esta problemática con base en el análisis de los datos obtenidos de una muestra representativa de las personas estudiantes de la Universidad de Guadalajara. Un estudio que adquiere relevancia pues no existe en la región una aproximación cuantitativa de tal magnitud.

El presente artículo se propone describir los antecedentes de violencia durante la infancia en el estudiantado de la Red Universitaria de la Universidad de Guadalajara, en el Estado de Jalisco, y mediante la comparación con la población cisgénero o heterosexual, poner a prueba la hipótesis que propone que las infancias de la diversidad sexual tienen una mayor probabilidad de experimentar violencia de manera directa o indirecta. Con ello, se busca aportar al conocimiento del tema, al describir y proponer una explicación a las diferencias en la magnitud y los tipos de violencia que han experimentado las personas estudiantes de educación media superior y superior durante la infancia.

 

Antecedentes

El informe Devenir en Silencio, publicado por Caribe Afirmativo, es uno de los estudios más completos sobre la violencia intrafamiliar hacia personas LGBT (concepto con el que se refieren a la diversidad o disidencia sexual), incluye niños, niñas y adolescentes. Destaca que la violencia en el entorno familiar hacia personas LGBT suele estar invisibilizada y justificada como parte de un proceso de socialización, especialmente en contextos donde predomina una visión tradicional y patriarcal de la familia. Las formas de violencia incluyen castigos físicos, amenazas de divulgación de la orientación sexual, extorsión y revictimización, lo que genera miedo y silencio en las víctimas. Las instituciones suelen estar poco preparadas para atender estos casos, y existe un subregistro significativo debido a la falta de estrategias diferenciales para documentar la violencia intrafamiliar hacia la infancia y adolescencia LGBT (Charris et al., 2019).

La violencia intrafamiliar hacia personas de la diversidad sexual está profundamente invisibilizada y naturalizada dentro de las familias y la sociedad, lo que genera un silencio que perpetúa la violencia y dificulta su denuncia y atención. El informe subraya que las familias, en muchos casos, actúan como un obstáculo para el desarrollo pleno de la identidad LGBT, manifestando violencia física, psicológica y simbólica. Además, concluye que es fundamental reconocer las diversas formas de familia, incluyendo las homoparentales, para garantizar derechos y protección (Charris et al., 2019).

La violencia familiar hacia personas de la diversidad sexual se manifiesta en múltiples formas, incluyendo abuso físico, psicológico y emocional. La problemática se agrava cuando se impone un silencio que impide pedir ayuda o sentirse en confianza con la familia en situaciones de vulnerabilidad (Rivera-Osorio y Arias-Gómez, 2020). En este sentido, es posible afirmar que la violencia contra las personas de la diversidad sexual dentro del ámbito familiar resulta un fenómeno complejo y está profundamente arraigada en normas sociales y culturales que perpetúan la discriminación. ¿Cómo comprender y explicar las causas y consecuencias de la violencia familiar que sufren las infancias y adolescentes de la diversidad sexual y su diferencia cualitativa y cuantitativa con relación a sus pares con identidades y orientaciones sexuales normativas?

El estrés minoritario o estrés de las minorías se trata de una teoría que describe el estrés crónico y específico que enfrentan las personas pertenecientes a grupos minoritarios estigmatizados, como las minorías sexuales y de género, debido a la discriminación, prejuicios y rechazo social que sufren en contextos dominados por normas heteronormativas. Este estrés incluye experiencias directas de discriminación, expectativas de rechazo, internalización del estigma y la necesidad de ocultar la identidad, lo que afecta negativamente la salud mental y física de estas personas (Meyer, 2003).

Este marco conceptual permite explicar cómo el estigma, los prejuicios y la discriminación generan un entorno social hostil y estresante para las personas de la diversidad sexual. Este estrés social es específico de las minorías y se suma al estrés general que experimenta cualquier persona. El modelo identifica varios procesos de estrés. Entre ellos los más relevantes son: experiencias directas de prejuicio y discriminación, expectativas de rechazo y vigilancia constante, ocultamiento de la orientación sexual y homofobia interiorizada (Meyer, 2003).

En la literatura disponible es posible recuperar aportaciones que retoman esta teoría y llegan a conclusiones consistentes con sus supuestos.

Ryan et al. (2009) encontraron que el rechazo familiar durante la adolescencia se asocia significativamente con un aumento en conductas suicidas y síntomas depresivos en jóvenes lesbianas, gays y bisexuales (p. 346). Además, destacan que el apoyo familiar es un factor protector crucial para la salud mental (p. 347). Por su parte, Almeida et al. (2009) señalan que las personas de la diversidad sexual que experimentan rechazo familiar reportan mayores niveles de depresión, ansiedad y abuso de sustancias y que la violencia familiar es un factor crítico que contribuye al estrés minoritario y a la vulnerabilidad psicológica (p. 1354). Según Lozano-Verduzco (2017) la homofobia internalizada está asociada con síntomas depresivos y consumo de alcohol, inseguridad y conductas de riesgo.

D'Augelli et al. (2006) exponen que el rechazo y la violencia familiar hacia jóvenes LGBT contribuyen a un aumento significativo en los síntomas de depresión y pensamientos suicidas (p. 223). De acuerdo a su publicación, la aceptación familiar puede mitigar estos efectos negativos (p. 224). También subrayan que la intervención temprana y el apoyo social pueden mejorar los resultados de salud mental (p. 115). Mereish y Poteat (2015) destacan que la violencia familiar y el rechazo están fuertemente relacionados con la homofobia internalizada y la depresión en jóvenes LGBTQ (p. 154). Además, la resiliencia y el apoyo social son factores que pueden contrarrestar los efectos negativos del estrés minoritario (p. 160). En general, los artículos imputan a la homofobia internalizada, las normas sociales heteronormativas y cisnormativas, y el rechazo en la institución familiar, una correlación con la violencia simbólica y familiar. Por ello, subrayan la importancia de las intervenciones que promueven la aceptación y el apoyo social para mejorar la salud mental de las minorías sexuales.

 

Problema de investigación

Con base en la literatura revisada y el marco teórico establecido líneas arriba surge la pregunta de investigación ¿Existe una diferencia entre frecuencia y tipo de violencias experimentadas, en el ámbito familiar y durante la infancia, por las personas con orientaciones sexuales e identidades de género normativas y las pertenecientes a la diversidad sexual? Nuestra hipótesis de trabajo supone que las experiencias de violencia directa e indirecta durante la infancia han sido más intensas y frecuentes en las personas con identidades de género y orientaciones sexuales no normativas debido a las consecuencias del estrés de las minorías.

 

Metodología

Los datos analizados para este estudio provienen de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022). Se trata de una encuesta realizada por el Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara, en colaboración con la Federación Estudiantil Universitaria, la Cátedra UNESCO Liderazgo, Género y Equidad y el Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo. Consistió en una investigación cuantitativa que persiguió varios objetivos, entre ellos los siguientes:

-          Realizar la primera estimación del tamaño de la población de la diversidad sexual entre la población estudiantil de la Universidad de Guadalajara (tanto en bachillerato como licenciatura).

-          Estimar la prevalencia de violencia por motivos de diversidad de identidades de género y orientaciones sexuales.

-          Estimar la prevalencia de distintos tipos de violencia hacia la población estudiantil de la Universidad de Guadalajara, entre ellas:

o   La violencia de género contra las mujeres en sus distintos tipos (física, psicológica, sexual o económica) y ámbitos (pareja, familiar, escolar, comunitaria, laboral).

o   Los antecedentes de violencia en la familia de todo el estudiantado (no solo las mujeres).

El universo de este estudio lo componen estudiantes de bachillerato y licenciatura matriculadxs en la Universidad de Guadalajara el ciclo escolar 2022A. El estudio empleó una muestra probabilística de 7,342 estudiantes (hombres y mujeres cisgénero y transgénero y personas no binarias) distribuidos en 69 puntos muestrales de la red universitaria, con un nivel de confianza del 95% y un margen de error estadístico de +/- 1.13%. Esta muestra es representativa por nivel educativo, región y centro universitario.

Como método de recolección de datos se empleó un cuestionario estructurado desplegado en una plataforma digital. La técnica de levantamiento fue auto-administrada, dirigida in situ, asegurando el anonimato de las personas encuestadas. El procesamiento de los datos se realizó con software especializado de análisis estadístico IBM-SPSS. Para el análisis secundario de los datos que se realizó para el presente artículo, se tuvo acceso tanto los tabulados básicos (distribuciones de frecuencia simples) y microdatos de la encuesta que también fueron analizados con el software IBM-SPSS.

La Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022) emplea el marco conceptual de Derechos Humanos para referirse a la identidad de género y la orientación sexual. Según este marco, se entiende por identidad de género

 

la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales. (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [CIDH], 2015, p. 32)

 

Este mismo marco, en atención a los Principios de Yogyakarta, entiende por orientación sexual:

 

la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o de más de un género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas. (CIDH, 2015, pp. 31-32)

 

La Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022) indagó sobre la identidad de género y orientación sexual del estudiantado por autoclasificación, siendo las categorías para identidad de género, según el marco de Derechos Humanos: hombre cisgénero, mujer cisgénero, hombre transgénero, mujer transgénero, persona no binaria u otra. Para las categorías de orientación sexual empleó: heterosexual, lesbiana, homosexual, bisexual, asexual, pansexual u otra. La encuesta no capta información específica ni permite realizar análisis relativos a personas intersexuales o travesti.

Asimismo, de las 7 mil 342 personas encuestadas, el estudio solo captó 12 personas que se identificaron como hombres transgénero y 16 como mujeres transgénero, lo que representa apenas 0.4% de la muestra global. Por este motivo, aunque se contabilizan dentro de la población de la diversidad o disidencia sexual, tampoco se ofrece un análisis específico sobre la población trans. Para esto se requeriría de un sobremuestreo para esta población.

Para el apartado sobre antecedentes de violencia durante la niñez, que aquí se ha denominado “violencia indirecta”, se operacionalizó con preguntas de respuesta discreta en la que se preguntó “Cuando eras niñx, ¿recuerdas si entre las personas adultas con las que vivías…”, “…había gritos?” “… había insultos y ofensas?” y “… había golpes?”, siendo las posibilidades de respuesta: “Seguido”, “A veces”, “Nunca”, además del “No sé, no recuerdo, prefiero no contestar”.

Sobre la que hemos denominado violencia directa, el cuestionario introdujo preguntas de respuesta discreta redactadas de la forma siguiente: “Cuando eras niñx, tu papá o tu mamá, o lxs adultxs que se hacían cargo de ti o con quien vivías…”, “…te ignoraban o no te tomaban en cuenta?”, “…te insultaban, ofendían o humillaban” y un total de 17 reactivos, todos con las respuestas posibles “Seguido”, “A veces”, “Nunca”.

En este estudio se realiza un análisis bivariado que cruza cada uno de estos reactivos por la variable de pertenencia de grupo a la diversidad o disidencia sexual, que consiste en una variable derivada de las preguntas primarias sobre identidad de género y orientación sexual descritas arriba. Se aplicó la prueba chi-cuadrado de Pearson para revisar la significancia estadística de las diferencias observadas en las proporciones de los grupos “Cisgénero y heterosexual” vs. “No cisgénero o no heterosexual”, dado que se trata de variables nominal y ordinal, ninguna es intervalar (ver Agresti y Finlay, 2009).

Este es el primer estudio de este tipo que se realiza en la población de estudiantes de la Universidad de Guadalajara, y uno de los pocos que existen en Instituciones de Educación Superior con muestras probabilísticas que tienen este tamaño y márgenes de error. Ello ha permitido captar suficientes casos de grupos pequeños (aunque no es el caso de personas trans) para un análisis estadístico razonable, y también realizar estimaciones con un alto grado de precisión estadística.

Como se mencionó antes, nuestra hipótesis de trabajo supone que las experiencias de violencia directa e indirecta durante la infancia han sido más intensas y frecuentes en las personas con identidades de género y orientaciones sexuales no normativas.

Para poner a prueba las hipótesis se analiza la frecuencia de actos de violencia verbal y física en caso de la violencia indirecta; así como los casos de violencia verbal, física, psicológica y económica en el caso de la violencia directa. En todos los casos se comparan los datos de las personas heterosexuales y cisgénero con los de las personas no heterosexuales o no cisgénero. No obstante, en los casos en los que la violencia tiene un significado especial cuando se trata de hombres o mujeres, de acuerdo con el diseño de la encuesta, se utilizaron los subconjuntos de datos relevantes.

En lo que respecta a la violencia intrafamiliar entre personas adultas, se analiza la experiencia del estudiantado durante la infancia como víctimas indirectas, es decir, la vivencia de hechos de violencia familiar entre adultos de la familia de origen. Las variables de análisis son: violencia verbal y violencia física. Asimismo, se analizan los antecedentes de violencia intrafamiliar de la comunidad estudiantil como víctimas directas, es decir, en los casos de violencia ejercida por personas adultas hacia el estudiantado durante su infancia. En este caso se toman tres variables: violencia psicológica, económica y física.

 

Resultados

Violencia familiar indirecta

Los resultados muestran una mayor incidencia de violencia verbal y una menor, pero no despreciable, frecuencia de violencia física. Los datos obtenidos en ambas variables muestran una diferencia estadística significativa en cuanto a la incidencia de hechos de violencia experimentados por ambos grupos. De lo anterior podemos concluir que una mayor proporción de las personas no heterosexuales o no cisgénero han experimentado hechos de violencia y con mayor frecuencia.

 

Tabla 1: Violencia familiar entre personas adultas: violencia indirecta experimentada durante la infancia por personas cisgénero y heterosexuales, y no cisgénero o no heterosexuales.

Cuando eras niñx, ¿recuerdas si entre las personas adultas con las que vivías…

Persona cisgénero y heterosexual

(%)

Persona no cisgénero o no heterosexual

(%)

Total

(%)

había gritos?

Seguido

24.3

42.1

28.1

A veces

47.1

42.1

46.0

Nunca

28.6

15.8

25.8

chi-cuadrado de Pearson:212.055, gl:2, p: <.001

 

 

había insultos y ofensas?

Seguido

19.4

37.3

23.2

A veces

33.5

33.3

33.5

Nunca

47.0

29.5

43.3

chi-cuadrado de Pearson: 241.297, gl:2), p: <.001

 

 

había golpes?

Seguido

8.1

17.9

10.1

A veces

15.3

20.9

16.5

Nunca

76.6

61.3

73.4

chi-cuadrado de Pearson: 162.820, gl:2, p: <.001

 

Fuente: Elaboración propia con información de la base de datos de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).

 

Los datos resumidos en la Tabla 1 muestran diferencias significativas entre los antecedentes de violencia en ambos grupos de estudiantes. 24.3% del estudiantado declara que experimentaron gritos entre las personas adultas a diferencia del 42.1% de las personas no cisgénero o no heterosexual. En el mismo sentido de las personas cis y hetero, 28.6% afirma que nunca presenció gritos a diferencia del 15.8% de las personas de la diversidad sexual. Al aplicar la prueba Chi-cuadrado de Pearson, se obtiene un valor de 212.055 con 2 grados de libertad que corresponde a un valor p. <.001. Por tanto, concluimos que hay una diferencia significativa. Las personas con orientaciones e identidades no normativas experimentan este tipo de violencia con más frecuencia.

Al ser cuestionados sobre si había insultos y ofensas entre las personas adultas con las que convivían, 19.4% del grupo cisgénero o heterosexual respondió que ocurría seguido a diferencia del 37.3% del estudiantado perteneciente a la diversidad sexual. Por otra parte, 47% y 29.5% respectivamente respondieron que nunca experimentaron ese tipo de violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson arroja un valor de 241.297, 2 grados de libertad y un valor p <.001. Lo anterior nos lleva a concluir que existe una diferencia significativa con una mayor afectación para el estudiantado de la disidencia sexual.

Con respecto a la violencia física, 8.1% de las personas hetero o cis respondieron haber presenciado con frecuencia golpes entre personas adultas a diferencia del 17.9% del estudiantado no heterosexual o cisgénero. 76.6% y 61.3% respondieron nunca haber presenciado durante su infancia este tipo de violencia intrafamiliar entre los adultos. El estadístico chi-cuadrado de Pearson arroja un valor de 162.820 con 2 grados de libertad p. de <.001.

Concluimos que con respecto a las personas no cisgénero o no heterosexuales, existe una mayor probabilidad de ser víctimas indirectas al haber experimentado, en mayor proporción y con mayor frecuencia, violencia intrafamiliar verbal y física entre adultos durante la infancia. De acuerdo a la literatura revisada, es posible comprender estas diferencias como resultado del estrés de las minorías. Los datos observados adquieren sentido con el conocimiento existente. El estrés producido debido a la homofobia y pautas normativas de orientación de la acción, así como el rechazo y el ocultamiento contribuyen a generar un ambiente familiar hostil que puede explicar las diferencias en cuanto a las experiencias de violencia familiar indirecta.

 

Violencia familiar directa

En el siguiente apartado se trata el tema de la violencia intrafamiliar sufrida durante la infancia. A diferencia del anterior, en este se exploran las experiencias del estudiantado en tanto víctimas directas. En la Tabla 2, se presentan los datos referentes la violencia psicológica experimentada por las personas estudiantes durante su infancia en tanto víctimas directas. 4.6% de las personas cisgénero y heterosexuales afirmó haber sido ignoradas o no tomadas en cuenta, seguido por ser hombre o mujer, a diferencia de 11.4% de las personas no cisgénero o no heterosexuales. Por otra parte, 84.2% de las personas cisgénero o heterosexuales y 64.1% de las personas no heterosexuales o no cisgénero respondieron nunca haber sufrido este tipo de violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson arroja una diferencia significativa entre ambos grupos con un valor de 218.780, con 2 g.l. p. <.001.

 

Tabla 2. Violencia psicológica directa experimentada durante la infancia por personas cisgénero y heterosexuales, y no cisgénero o no heterosexuales.

Cuando eras niñx, ¿tu papá o tu mamá o lxs adultxs que se hacían cargo de ti o con quienes vivías…

Persona cisgénero y heterosexual

(%)

Persona no cisgénero o no heterosexual

(%)

Total

(%)

te ignoraban o no te tomaban en cuenta por ser hombre o mujer?

Seguido

4.6

11.4

6.1

A veces

13.6

24.6

16.0

Nunca

81.7

64.0

77.9

te insultaban, ofendían o humillaban?

Seguido

5.3

16.8

7.7

A veces

18.1

29.3

20.5

Nunca

76.6

53.9

71.8

te hicieron sentir menos por ser hombre o mujer?

Seguido

4.0

12.9

5.9

A veces

11.8

23.0

14.1

Nunca

84.2

64.1

79.9

se burlaban de ti, de tus opiniones, preocupaciones o de tus sentimientos?

Seguido

8.3

27.2

12.3

A veces

23.2

33.6

25.4

Nunca

68.5

39.1

62.2

te impedían tener amigxs del sexo opuesto?

Seguido

3.5

11.0

5.1

A veces

8.5

17.2

10.3

Nunca

88.0

71.9

84.6

te impedían usar cierto tipo de ropa (por ejemplo. ropa ajustada o corta)?

Seguido

7.9

22.6

11.0

A veces

17.0

27.8

19.3

Nunca

75.2

49.6

69.7

no te dejaban salir de tu casa sola? (SOLO MUJERES)

Seguido

24.6

38.2

27.9

A veces

28.6

30.6

29.1

Nunca

46.8

31.2

43.0

se burlaban de ti o te ofendían o maltrataban si llorabas? (SOLO HOMBRES)

Seguido

4.3

18.4

6.1

A veces

14.9

25.9

16.3

Nunca

80.8

55.7

77.7

te ofendían o maltrataban si otros niños te pegaban o lastimaban? (SOLO HOMBRES)

Seguido

3.3

11.3

4.3

A veces

9.6

18.1

10.6

Nunca

87.1

70.6

85.1

te regañaban por no defenderte si otros te pegaban o lastimaban? (SOLO HOMBRES)

Seguido

8.2

20.5

9.7

A veces

21.4

29.1

22.4

Nunca

70.4

50.4

67.9

 

Fuente: Elaboración propia información de la base de datos de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).

 

Ante la pregunta: “¿Te ignoraban o no te tomaban en cuenta por ser hombre o mujer?”, 4.6% de las personas cisgénero o heterosexuales respondieron que les sucedía con frecuencia, a diferencia del 11.4% de las personas de la diversidad sexual. Mientras que las personas que dijeron sufrir este tipo de violencia a veces fueron 21.4% y 29.1% respectivamente. Finalmente, quienes nunca sufrieron esta violencia fueron 70.4% de las personas cisgénero y heterosexuales y sólo 50.4% de las personas no heterosexuales o no cisgénero. Los datos permiten observar una notoria diferencia entre la frecuencia con que las personas no heterosexuales o cisgénero sufren este tipo de violencia psicológica relacionada con el género en la infancia. Por supuesto, las mujeres cisgénero o las heterosexuales no están a salvo, pero el problema se agrava aún más para las personas con orientaciones o identidades no normativas.

5.3% de las personas cisgénero o heterosexuales afirmaron haber recibido insultos, ofensas y humillaciones seguido, 18.1% a veces y 76.6% nunca. 16.8% de las personas de la disidencia sexual, por su parte, declararon haber sufrido esta violencia seguido, 29.3% a veces y 53.9% nunca. La diferencia entre ambos grupos de personas se confirma con la prueba Chi-cuadrado de Pearson que arroja un valor de 350.353, con 2 g.l. y p. <.001. La diferencia resulta significativa estadísticamente, y preocupante, pues la discriminación y violencia que sufren las personas con orientaciones o identidades no normativas es una realidad presente desde la infancia y, de acuerdo a la literatura, se convierte en un estigma a lo largo de la vida en las diversas esferas sociales.

4% de las personas cisgénero y heterosexuales respondieron que seguido les hicieron sentir menos por ser hombre o mujer a diferencia del 12.9% de las personas de la diversidad sexual. 11.8% y 23% dijeron haberlo sufrido a veces, y el 84.2% y el 64.1%, respectivamente, no lo habrían sufrido nunca. La brecha de más de veinte puntos porcentuales contribuye a comprender la vulnerabilidad que viven las personas de la diversidad sexual ante la violencia psicológica. Esta observación es consistente con el resto de las variables resumidas en la Tabla 2. La prueba Chi-cuadrado de Pearson muestra una diferencia significativa con valor 312.892, 2 g.l. y p <.001.

Ante la pregunta (las personas adultas con las que vivías) “¿Se burlaban de ti, de tus opiniones, preocupaciones o de tus sentimientos?”, las diferencias se hacen más notorias. 8.3% de las personas heterosexuales o cisgénero respondieron que seguido y 27.2% de las personas no heterosexuales o no cisgénero. Quienes respondieron nunca fueron 68.5% de las personas heterosexuales y cisgénero y 39.1% no heterosexuales o no cisgénero. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 549.661, 2 g.l. y p <.001, permite descartar el supuesto de igualdad, como lo sugiere la diferencia en los porcentajes, lo que nuevamente muestra la violencia que viven las infancias con orientaciones e identidades diversas.

Las personas heterosexuales y cisgénero, en una proporción de 3.5% y 11% de las personas no heterosexuales o no cisgénero respondieron que seguido les impedían tener amigxs del sexo opuesto. Por otra parte 88.0% y 71.9%, respectivamente declararon nunca haber sufrido esa prohibición. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma esa diferencia estadística con un valor de 248.919, 2 g.l. y p <.001. 7.9% de las personas heterosexuales o cisgénero expresaron que seguido se les impedía usar cierto tipo de ropa, en tanto 22.6% de las personas de la diversidad sexual sufrían este tipo de violencia. Esto sucedía a veces a 17% y 27.8% respectivamente y nunca al 75.2% de las personas cisgénero y heterosexuales y 49.6% de las personas de la diversidad sexual.

Con respecto a la pregunta: “¿No te dejaban salir de casa sola?”, que fue dirigida a solamente a mujeres, 24.6% de las personas heterosexuales y cisgénero respondió que eso ocurría seguido, al igual que el 38.2% de las mujeres de la diversidad sexual. 28.6% y 30.6%, respectivamente respondieron que a veces y 46.8% y 31.2% respondió que nunca. Las diferencias de proporciones sugieren nuevamente una mayor incidencia de este tipo de violencia para las mujeres de la diversidad sexual. En ambos grupos es menor a 50% la proporción de quienes no han vivido esta violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 86.761, 2 g.l. y p<.001, confirma que la diferencia es significativa.

En el caso de los varones heterosexuales y cisgénero, 4.3% expresó que seguido las personas mayores con las que vivían se burlaban, les ofendían o maltrataban si lloraban. Ello ocurría también al 18.4% de los hombres no heterosexuales o cisgénero. 14.9% y 25.9% respectivamente les ocurría a veces, y al 80.8% y 55.7% nunca. Es notoria la mayor frecuencia con la que los varones no heterosexuales o cisgénero experimentaron este tipo de violencia familiar que puede explicarse como resultado de la homofobia interiorizada y la presión para ocultar la orientación sexual o identidad de género. La prueba chi-cuadrado de Pearson con valor 158.613, 2 g.l. y p <.001, confirma la diferencia estadísticamente significativa.

También en el caso de los varones, ante la pregunta: “¿Te ofendían o maltrataban si otros niños te pegaban o lastimaban?”, 3.3% de los heterosexuales o cisgénero respondió que seguido, y 11.3% de los no heterosexuales o cisgénero. 9.6% y 18.1% respondieron que a veces, y el 87.1% y 70.6% respondieron que nunca. Los datos muestran nuevamente una mayor incidencia de violencia contra los varones con orientaciones sexuales o identidades de género no normativas que puede interpretarse también como resultado de la homofobia y la presión para ocultar su preferencia o identidad. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 81.303, 2 g. l. y p <.001, confirma que hay diferencia estadística significativa.

Finalmente, ante una situación aún más compleja, representada por la pregunta: “¿Te regañaban por no defenderte si otros te pegaban o lastimaban?” Que implica una sanción por no responder ante actos de violencia física, 8.2% de los varones heterosexuales o cisgénero confirmó haberlo sufrido seguido, así como el 20.5% de los varones no heterosexuales o cisgénero. A veces lo habría experimentado el 21.4% y el 29.1%, y nunca el 70.4% y el 50.4% respectivamente. Los datos permiten concluir como en los casos anteriores una mayor incidencia de este tipo de violencia para las personas de la diversidad sexual que como en los casos anteriores puede interpretarse desde el modelo del estrés de las minorías. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor 77.842, 2 g.l. y p <.001 muestra que la diferencia estadística es significativa.

 

Tabla 3. Violencia física directa experimentada durante la infancia por personas cisgénero y heterosexuales, y no cisgénero o no heterosexuales.

Cuando eras niñx. tu papá o tu mamá o lxs adultxs que se hacían cargo de ti o con quienes vivías…

Persona cisgénero y heterosexual

(%)

Persona no cisgénero o no heterosexual

(%)

Total

(%)

Te abofeteaban?

Seguido

3.8

9.9

5.1

A veces

12.8

19.0

14.1

Nunca

83.4

71.1

80.8

Te empujaban o jaloneaban o te jalaban del cabello?

Seguido

3.8

11.4

5.4

A veces

11.6

19.7

13.3

Nunca

84.7

68.9

81.3

Te encerraban para impedirte salir?

Seguido

2.1

5.6

2.9

A veces

10.4

13.9

11.1

Nunca

87.5

80.5

86.0

Te golpeaban con el puño?

Seguido

2.3

5.2

2.9

A veces

5.6

8.9

6.3

Nunca

92.2

85.9

90.8

Te pateaban?

Seguido

1.9

4.1

2.4

A veces

4.7

7.9

5.4

Nunca

93.3

88.0

92.2

 

Fuente: Elaboración propia con información de la base de datos de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).

 

En la Tabla 3, se analizan las experiencias de la violencia física ejercida por las personas adultas de la familia o con quienes vivían las personas informantes durante su infancia. Este tipo de violencia intrafamiliar se abordó a través de cinco ítems. 83.4% de las personas heterosexuales y cisgénero afirma no haber sido abofeteada a diferencia de 71.1% de las personas no cisgénero o heterosexuales. 3.8% de las personas heterosexuales o cisgénero dicen haber sufrido esa violencia seguido, así como el 9.9% de las personas de la diversidad sexual. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma la diferencia estadística entre los grupos con un valor de 136.171ª, 2 g.l. y p <.001.

Ante la pregunta: “¿te empujaban o jaloneaban o te jalaban del cabello?”, 3.8% de las personas heterosexuales o cisgénero respondió que sufría esta violencia seguido, y 11.4% de las personas de la diversidad sexual y de género. 84.7% y 68.9% respectivamente no habrían sufrido nunca este tipo de violencia. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con un valor de 219.163, 2 g.l. y p <.001 confirma que la diferencia estadística es significativa.

2.1% de las personas heterosexuales o cisgénero y 5.6% de las personas de la diversidad mencionan que durante su infancia seguido se les encerraba para impedirles salir. 87.5% y el 80.5% respectivamente afirman que nunca sufrieron esta violencia. La diferencia es menor que en las variables anteriores, sin embargo, las personas no heterosexuales o no cisgénero sufren este tipo de violencia en una mayor proporción. La prueba Chi-cuadrado de Pearson confirma que existe diferencia estadística con un valor de 69.066, 2 g.l. y p <.001.

2.3% de las personas heterosexuales y 5.2% de las personas no heterosexuales o no cisgénero seguido recibieron golpes con el puño durante su infancia, 5.6% y 8.9% respectivamente dijeron sufrirla a veces, finalmente, 92.2% y 85.9%, también respectivamente, afirmaron nunca haber recibido este tipo de violencia. La prueba chi-cuadrado de Pearson muestra que existe una diferencia significativa entre ambos grupos con un valor de 47.995, 2 grados de libertad y p <.001. 1.9% de las personas heterosexuales o cisgénero recibió seguido patadas por parte de las personas adultas de su familia o con quienes vivían, así como 4.1% de las personas de la diversidad sexual. 4.7% y 7.9% respectivamente sufrieron este tipo de violencia a veces, mientras que 93.3% y 88.0% no la sufrieron nunca. La diferencia es notoria con respecto a la proporción de las personas de la diversidad sexual que sufre este tipo de violencia física. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de 415.058, 2 g.l. y p <.001, confirma que existe una diferencia significativa entre ambos grupos.

 

Tabla 4. Violencia económica directa experimentada durante la infancia por personas cisgénero y heterosexuales, y no cisgénero o no heterosexuales.

Cuando eras niñx, tu papá o tu mamá o lxs adultxs que se hacían cargo de ti o con quienes vivías…

Persona cisgénero y heterosexual

(%)

Persona no cisgénero o no heterosexual

(%)

Total

(%)

¿No te daban dinero para cubrir las necesidades de la escuela?

Seguido

4.9

8.4

5.6

A veces

9.1

13.8

10.1

Nunca

86.0

77.8

84.3

¿No te dejaban estudiar o trabajar?

Seguido

3.1

4.7

3.5

A veces

7.3

9.3

7.7

Nunca

89.5

86.0

88.8

 

Fuente: Elaboración propia con información de la base de datos de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2023).

 

La experiencia de las personas participantes en la encuesta representativa de la población estudiantil de la red universitaria en tanto víctimas de violencia económica se recuperó a través de dos ítems. 4.9% de las personas heterosexuales y cisgénero seguido no recibían dinero para cubrir las necesidades de la escuela, lo que también experimentó el 8.4% de las personas de la diversidad sexual. La prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de 60.095, 2 g.l. y p <.001 nos permite rechazar la hipótesis nula y confirmar que existe una diferencia significativa entre ambos grupos.

Al 3.1% de las personas heterosexuales o cisgénero seguido no se les permitía estudiar o trabajar, así como al 4.7% de las personas de la diversidad sexual. 7.3% y 9.3% sufrieron este tipo de violencia a veces. Finalmente, 89.5% y 86% respectivamente no sufrieron nunca dicha violencia. La diferencia significativa entre ambos grupos se confirma con la prueba Chi-cuadrado de Pearson con valor de 15.735, 2 g.l. y p <.001.

 

Discusión

Los resultados muestran que las personas de la diversidad sexual tienen una mayor probabilidad de experimentar violencia, y con mayor intensidad, ya sea como víctimas directas o indirectas, en comparación con sus pares cisgénero y heterosexuales. Los tipos de violencia abordados incluyen violencia psicológica, económica, verbal y física, con una prevalencia significativamente mayor en la población de la diversidad sexual. Esta diferencia cuantitativa y cualitativa en la experiencia de violencia en comparación a las personas con identidades u orientaciones normativas respalda la hipótesis de que las infancias y adolescencias divergentes están más expuestas a contextos familiares hostiles y discriminatorios.

Los datos muestran una mayor incidencia de violencia intrafamiliar indirecta en el caso de las personas que puede explicarse por el estrés minoritario. La violencia indirecta es consecuencia de las normas sociales discriminatorias y del rechazo familiar, y su impacto es tan relevante como el de la violencia directa. Estas experiencias forman parte de los factores de estrés crónico que afectan a las minorías sexuales y de género. A su vez, la mayor incidencia de hechos de violencia incrementa el estrés, lo que tiene un efecto acumulativo.

De acuerdo con la información empírica, se hace evidente un mayor control sobre la ropa, las amistades y el dinero en el caso de las personas de la diversidad sexual. Ello no solo limita la libertad individual, sino que actúa como una forma de violencia simbólica y psicológica. Estas prácticas buscan “disciplinar” y “normalizar” el comportamiento de quienes se perciben como diferentes dentro del núcleo familiar, especialmente cuando se trata de identidades y expresiones de género o sexualidad no normativas.

La teoría del estrés minoritario sostiene que las personas de grupos minoritarios como las minorías sexuales y de género experimentan un estrés crónico y específico debido a la discriminación, el prejuicio y el rechazo social en contextos dominados por pautas heteronormativas de orientación de la acción. Los datos estadísticos y su análisis son consistentes con esta teoría, ya que muestran que las personas de la diversidad sexual sufren violencia directa e indirecta con mayor frecuencia e intensidad, que puede interpretarse en el contexto del rechazo, la necesidad de ocultar su identidad y la homofobia internalizada, lo que incrementa su vulnerabilidad psicológica y emocional. La violencia intrafamiliar hacia personas de la diversidad sexual es un fenómeno estructural, profundamente arraigado en normas sociales y culturales. Todo ello como muestra la literatura que genera consecuencias graves y duraderas en la salud mental y el bienestar de esta población.

La mayor prevalencia de violencia en la infancia y adolescencia de las personas de la diversidad sexual puede explicarse como resultado de procesos de discriminación sistémica y estrés minoritario, lo que subraya la necesidad de políticas públicas, intervenciones familiares y educativas que promuevan la inclusión y el respeto a la diversidad sexual y de género.

 

Conclusiones

El análisis de los antecedentes de violencia intrafamiliar en la infancia y adolescencia del estudiantado de la Universidad de Guadalajara evidencia una problemática estructural y persistente. Los datos empíricos obtenidos a través de la Encuesta Universitaria de Género, Nuestras Voces (Muñiz Moreno et al., 2022) confirman que las personas de la diversidad sexual enfrentan una mayor incidencia de violencia psicológica, económica, verbal y física en el ámbito familiar en comparación con sus pares cisgénero y heterosexuales. Esta violencia, tanto directa como indirecta, se manifiesta desde edades tempranas y repercute negativamente en el desarrollo emocional, social y académico de quienes la padecen.

La violencia familiar hacia las infancias y adolescencias de la diversidad sexual está profundamente invisibilizada y normalizada en contextos donde predominan normas sociales heteronormativas y cisnormativas. Esta situación perpetúa el silencio y la rutinización de las violencias motivadas por la homofobia internalizada. El rechazo y la violencia familiar no solo incrementan el estrés y el riesgo de problemas de salud mental como depresión, ansiedad y conductas suicidas, sino que también afectan la autoestima y la capacidad de establecer relaciones sanas en la vida adulta.

La evidencia subraya la urgencia de implementar políticas públicas y programas educativos que promueven la aceptación y el respeto a la diversidad sexual y de género dentro del núcleo familiar y en los entornos escolares. Es fundamental reconocer y visibilizar las distintas formas de familia, así como fortalecer los factores de protección, como el apoyo familiar y social, para contrarrestar los efectos negativos del estrés minoritario.

Abordar la violencia intrafamiliar ejercida contra las personas de la diversidad sexual requiere un enfoque integral que combine la generación de conocimiento, la intervención temprana y la transformación cultural hacia la inclusión y la equidad. Solo así será posible garantizar el pleno desarrollo y bienestar de las infancias y adolescencias diversas, y avanzar hacia una sociedad más justa y respetuosa de los derechos humanos.

 

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[1] Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: arturovillaflores@gmail.com

[2] Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: alfredo.orozco@cucea.udg.mx